21.7.10

GEORGE WINSTON:
"Forest"

Es difícil que cualquier buen aficionado a las 'nuevas músicas' no conozca el nombre de George Winston. Lo que bien pudo haber ocurrido es que le conocieran como otro guitarrista del sello Windham Hill, pues tenía totalmente convencido a Will Ackerman para que le publicara un disco de guitarra. Afortunadamente, Ackerman le escuchó tocar el piano a tiempo, y la historia cambió totalmente, encontrándonos así con uno de los pianistas más influyentes de finales del siglo XX. Sin embargo la pasión de George Winston por la guitarra continuó durante los años, y en la época del lanzamiento de "Forest" se centraba casi totalmente en la slack key guitar hawaiana, particular forma de tocar la guitarra que Winston quería promocionar a través de su sello, Dancing Cat Records. En su primera gira española, coincidente con "Forest", tocó también la guitarra en los escenarios, si bien la gente no agradeció en exceso el detalle, ya que querían ver al pianista que revolucionó las ventas de new age (término que él mismo repugnaba), no a este extraño personaje que se expandió en exceso con las cuerdas sin importarle para nada el interés de su público sino el suyo propio. Claro, que todo es perdonable para alguien que toca el piano así y se llama George Winston.

El mencionado sello Dancing Cat fue el encargado de publicar a finales de 1994, con la distribución de Windham Hill, el nuevo álbum de este pianista del inspirador estado del norte de los Estados Unidos llamado Montana. Viendo esos cielos y montañas tan impresionantes, no es de extrañar que su música y la de su paisano Philip Aaberg hayan llegado tan lejos y posean esa virtud paisajística. Extravagante y autodidacta, Winston admite que tardaba entre 7 y 10 años en preparar un disco ("lo de grabar hay que sentirlo", decía). Tal nivel de exigencia es difícil de igualar, pero también la calidad de esas primeras grabaciones que, curiosamente, no requirieron esas cantidad de años de maduración, los que sí que hubo (nueve, concretamente) entre el majestuoso "December" y un "Summer" que aunque inferior, era otro buen trabajo, alegre como el verano ("Fragrant fields", "Lullaby", "Hummingbird" o "Corrina, Corrina" eran temas importantes). Sólo tres años después, George Winston estaba muy satisfecho de "Forest", un disco en el que no sólo parte de las canciones eran adaptaciones -como suele ser habitual en él- sino que algunas de las otras estaban escritas desde mediados de los 80. Por ejemplo, la sensacional entrada del álbum, "Tamarack pines", es originariamente una composición de Steve Reich adaptada a ese estilo que el propio Winston se encargaba de denominar como 'piano folk rural'. Es un imaginativo preludio de un compositor al que denomina 'maximalista' por su abundancia de ideas, que representa la caída de las hojas de los pinos al llegar el otoño, y es que George Winston, aunque parecía dejar de lado las estaciones del año que tanta fama le habían otorgado, admitía que las impresiones paisajísticas de "Forest" están inspiradas en el mes de noviembre. Otro ilustre compositor referenciado en "Forest" es John Barry, a través de una pieza orquestal de 1964 titulada "Troubadour". Lo que parece más extraño es que artistas más posiblemente alejados de sus intereses como Mark Isham (del que escuchamos la deliciosa "Love song to a ballerina", y que volverá a aparecer en otros trabajos del pianista) y sobre todo Andreas Vollenweider (una somera influencia se desliza en "Walking in the air") sean también objeto de referencia -no extraña en absoluto que lo sean las músicas de Dominic Frontiere para 'The outer limits', pues ya lo habían sido en casi todos sus trabajos anteriores-, si bien la más sentida es la dedicada a Howard Blake a través de tres temas del film "The snowman", entre las que destacan la estupenda "Walking in the air" y una bonita y ciertamente infantiloide "The snowman's music box dance". Es indudable que las obsesiones de este pianista son diversas, siempre en el campo de lo acústico, y batallando entre jazz ("The cradle", del organista Larry Young, es una de las piezas más destacadas del álbum), ragtime ("Graceful ghost", de William Bolcom) o canciones infantiles ("Mon enfant (my child)", "Japanese music box (Itsuki no komoriuta)"), queda lógica cabida para ese peculiar estilo 'jumpin walk' deudor de Fats Waller ("Forbidden forest", "Cloudy this morning", "Lights in the sky"), que nos trae al auténtico George Winston, el más cercano a discos como "Autumn". Algunas piezas de "Forest" son ideas antiguas, dos de ellas vienen de la época en la que George ideó la música para el cuento infantil "The velveteen rabbit": "The toys" será ampliada y publicada con el título de "Itsuki no komoriuta", y "The rabbit dance" se convertirá en "Tamarack pines". Además, "Mon enfant (My child)" aparecerá en una versión a la guitarra al año siguiente en "Sadako and the thousand paper cranes".

Anterior a "Forest" salió a la venta "Ballads & blues 1972", pequeñas grabaciones antiguas de temas propios y de otros importantes pianistas como John Fahey o Michael Roth, a los que Winston admiraba. Volviendo al disco que nos ocupa, aunque más de la mitad del mismo esté integrado por composiciones ajenas, es sorprendente la cohesión del mismo, la manera en que George Winston lleva a su terreno cualquier tipo de propuesta que considera adecuada y a la que, seguramente, llega a amar. Eso sí, demuestra que es cierta la frase "me gusta ir a mi aire, hacer en cada momento lo que me apetezca", y lo que evidencia su clase y su estatus en Windham Hill es que se le permite cualquiera de sus extravagancias. Con "Forest" seguía honrando a la ecología (sin espíritu de militancia, sólo de inspiración y admiración) explorando la belleza de los espacios naturales, y en él está presente, a través de dieciséis cortes de interpretación magistral, el espíritu del bosque.

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7.7.10

MICHAEL HOPPÉ & TIM WHEATER:
"Romances"

Aunque este delicado trabajo esté firmado por dos prestigiosos intérpretes como Michael Hoppé y Tim Wheater, su verdadero instigador es el abuelo del primero de ellos, el no menos afamado Emil Otto Hoppé. Denominado por algunos como 'el maestro', E. O. Hoppé fue un influyente fotógrafo durante la primera mitad del siglo XX. Nacido en Alemania, pero emigrado a Inglaterra, acabó especializándose en el retrato, para el que personajes ilustres como Albert Einstein, Isadora Duncan, H. G. Wells o Benito Mussolini desfilaron ante su cámara. Su nieto Michael dedica este álbum a la memoria de tan prestigioso retratista a través de una serie de fotografías en las cuales capturó la esencia femenina de doce importantes damas del blanco y negro. La música de la obra se adapta a cada personaje en un deleitoso juego poético, tratando de reflejar lo que sus miradas y sus gestos nos quieren decir. La comunión entre estas dos formas de arte es tan tierna y enamoradiza que el título refleja perfectamente lo que acontece: "Romances".

No deja de resultar curioso que un álbum de sonido apacible y especialmente acústico como este, fuera publicado por Erdenklang, sello alemán de música electrónica (su significado es 'el sonido de la tierra') que, entre referencias de grupos y músicos de cierta relevancia como VOX, Blue Chip Orchestra, Johannes Schmoelling, Matthias Thurow, Bernard Xolotl o Scarlet Rivera, acertó al introducir este disco de Hoppé y Wheater en 1993 en un subsello de la compañía dedicado a la música acústica y new age denominado 'Silent beauty' (otro subsello, 'Cross culture', se ocupaba de las músicas del mundo). Sin embargo hay que mencionar, para evitar equívocos, que "Romances" se puede encontrar actualmente con otro título, "The Yearning (Romances for Alto Flute)", en compañías como la alemana Teldec o la americana Bainbridge Records. Las cualidades de este disco vienen avaladas por la calidad de los dos músicos implicados, Michael Hoppé que compone toda la música y toca los teclados, y Tim Wheater que se encarga de la flauta. Este último, antiguo acompañante del grupo Eurythmics, y que llegó casualmente a esta 'música curativa' -como gusta llamarla-, se ocupa de la parte más agradecida del disco, esas melodías placenteras y adormecidas cuyas filigranas bailan sobre los teclados de Michael Hoppé, antiguo ejecutivo de PolyGram que acabó encontrando su sitio al otro lado del contrato. "Lilies on the Lake" -dedicada a su majestad la Reina Elizabeth- es el tema de presentación y uno de los más recordados, un sereno arrullo que en su sencillez llega a extasiar. Aunque la imagen de Marlene Dietrich sea de mayor dureza, tan sólo un poco más de actividad se percibe en la acunante "Glass Idol...". Una de las posibles notas negativas del álbum, que tal vez lo limite un poco, es el gran parecido entre las composiciones, en un conjunto de poco riesgo, si bien eficaz y de emotiva interpretación; las ligeras variaciones son perceptibles por la melodía de la flauta, más adormecida (en las antes mencionadas) o algo más despierta (como en "The Waltz of Whispers" -dedicado a la actriz Gladys Cooper-, o la luminosa "Nocturnes and the Quarter Moon" -a la exótica Lil Dagover-), agradeciendo ciertos momentos en los que los teclados imitan un fondo de cuerdas ("Wing'd Slippers" -para la bailarina rusa Tamara Karsavina-, "Distant Moment" -para Mary Pickford-). La serenidad provoca momentos poseedores de un cierto aura de religiosidad ("Rendezvous", la canción de la escritora Vita Sackville-West) y en general de una serena magia atemporal, con momentos más misteriosos, como la esencia india del tema dedicado a la princesa White Deer, "Indigo Sunset". Junto a las inmortalizadas en los tres primeros temas del álbum, de las mejores paradas por la destreza de sus melodías son la actriz Ellen Terry ("Of Mask and Shadow") y en especial la bailarina argentina Teddie Gerard, en la agradable "...Never Forgotten" que cierra el álbum, un trabajo dulce y relajante para el que no se puede negar que se ha realizado -no podía ser menos siendo el sincero homenaje que es- un libreto acorde, con las doce fotografías, información de las damas retratadas, y una deliciosa imagen de portada, que resume la sensualidad del álbum como ninguna, y que recoge a la actriz nacida en Buenos Aires Mona Maris.

El conjunto presenta rasgos muy positivos y alguno débilmente negativo. Por un lado es un conjunto de melodías ciertamente románticas (como dice su título), relajantes, debidamente bien interpretadas y sin florituras innecesarias. Sin embargo, su escucha atenta puede generar una cierta monotonía por esa extrema sencillez y poca profundidad ya comentadas. La dicotomía es clara: individualmente las piezas son hermosas, poéticas; en conjunto, como música de fondo son muy agradables, pero atentamente pueden llegar a cansar. Eso si no te enamoras sin remedio del estilo pulcro, deliciosamente ambiental y atractivamente melódico. Si es así, hay muchos más romances compuestos por Michael Hoppé (que inauguró esta denominación cinco años antes de este disco en la obra "Quiet Storms (Romances for Flute and Harp)" con la ayuda de Lou Anne Neill y Louise Di Tullio), para violonchelo, piano, arpa, armónica y una segunda parte de este álbum con el título "The Dreamer (Romances for Alto Flute Volume 2)", que recoge otros doce romances con fotografías de Emil Otto Hoppé, y con características similares a los aquí escuchados, composiciones oníricas, cubiertas por un velo o escuchadas desde el otro lado de un antiguo espejo en blanco y negro.





20.6.10

MOBY:
"18"

El año 2002 marcó el momento en el que comprobar si la alargada sombra de "Play" iba a poder con Moby o si este extraordinario personaje conseguiría mantener el nivel de su disco anterior, un trabajo soberbio e influyente en el que, como curiosidad, todas sus canciones lograron licencias para su uso en cine, televisión o publicidad. Ocho sencillos y más de diez millones de copias era el dato a batir, y si bien su siguiente plástico no alcanzó tales cifras, sí que se acercó notablemente al nivel ahí exhibido. Mute Records publicó "18" en ese 2002, un disco en el que 18 canciones luchaban por fusionar estilos y asombrar a una audiencia que, ocho meses después, aún recordaba los lamentables atentados contra las torres gemelas. Teniendo en cuenta que Moby nació un 11 de septiembre de 1965 en la ciudad de Nueva York, cabría suponer que este hecho influyó notablemente en la construcción de "18", aunque Richard Melville Hall (verdadero nombre de este genio de la música) admite que la mayoría del álbum estaba acabado por entonces, si bien su idea de hacer algo cálido que llegara al corazón de la gente, cobró mucho más sentido. No se puede evitar encontrar un cierto sentimiento de melancolía en la generalidad del disco, pero a la vez de superación a través de los ritmos y las voces presentes en la obra.

Un caudal inagotable de buenas ideas abordaba a Moby en esta época, y lo demostró en gran parte de "18". Lo más sorprendente es que este neoyorquino parece no desechar practicamente nada, llegando a desarrollar multitud de melodías que, si no tienen cabida en el correspondiente disco, encuentran hueco en sus típicos álbumes de caras B o remezclas ("18" también lo tuvo unos meses después). La consecuencia es que entre auténticas genialidades nos podemos encontrar algunas composiciones menos inspiradas, si bien en ese sentido "18" parece fluir con gran naturalidad y ser incluso más completo que "Play" (aunque cuatro o cinco temas de aquel resulten practicamente insuperables). No deberían caber esas dudas, ya que nuestro protagonista considera cada disco como una obra completa y pide que se escuche íntegramente, lo cual es fácil de complacer si bien acabamos destacando un número determinado de canciones sobre otras. Por ejemplo, el acierto en la apertura del álbum y comercial primer sencillo, el potente hit "We are all made of stars" (cantado por Moby inspirado en la física cuántica, y con la presencia de una sonora y rockera guitarra eléctrica en una estructura popera muy sencilla), así como las dos composiciones que le suceden, tercer y quinto singles respectivamente, "In this world" (un corte profundo y elegante cantado con potencia al estilo gospel por Jennifer Price) e "In my heart" (donde retorna un ostinato de teclado inicial sobre el que abruma el gran uso de las voces sampleadas del coro The shining light gospel choir). Seguramente por delante de ellas, al menos en el orden de los sencillos, la extraordinaria "Extreme ways", con su genial comienzo (un sample de las cuerdas utilizadas por Hugo Winterhalter en su versión de "Everybody's talkin'"), ritmo adictivo y la voz de Moby, que fue utilizada no sólo como segundo single sino como tema estrella en los créditos finales de la saga de películas de Jason Bourne. El cuarto single del álbum fue otro tema muy sencillo, "Sunday (The day before my birthday)", con el sample de la voz de Sylvia Robinson, y el sexto y último el extraño corte "Jam for the ladies". Otro punto importante de los sencillos del disco son sus impactantes videoclips, "We are all made of stars" (donde Moby viste como el astronauta de la portada del disco mientras pasea por un impuro Hollywood), "Extreme ways" (que continúa la depravación en un directo del tema con varios Moby's en el escenario), "In this world" (protagonizado por unos pequeños y simpáticos alienígenas que sólo quieren saludar a la humanidad, pero casi nadie -sólo un personaje interpretado por Moby- llega a verles) y su continuación con los alienígenas ya aceptados y acaparando eventos, "Sunday (The day before my birthday)". Siendo el de Moby un estilo tan enérgico, chocan y también destacan las delicadas vocales interpretadas por mujeres, pequeñas sugestiones con su sello característico que atrapan a la vez por la fuerza de su instrumentación y lo sugerente de las voces de Azure Ray ("Great escape"), Dianne McCaulley ("One of these mornings") o Sinéad O'Connor ("Harbour"). Por lo demás, los experimentos de Moby circulan entre las enajenaciones furibundas y los misticismos urbanos, y aunque considere "18" como su disco más cohesionado estilísticamente, multitud de estilos se funden con la electrónica: rock ("We are all made of stars"), gospel ("In this world", "In my heart"), pop urbano ("Signs of love"), jazz ("Another woman"), soul ("At least we tried"), hip hop ("Jam for the ladies"), chill out ("Fireworks"), downtempo ("Sleep alone"), ambient ("18") o música disco, si bien nos encontramos con un álbum más tranquilo en este sentido que sus antecesores, no sólo "Play" sino por ejemplo "Everything is wrong", otra de las interesantes obras de este músico, protagonista en esta época, además, de una vida convulsa y llena de excesos, de la que salió años más tarde.

El eje central de "18", dice Melville, gira alrededor de la tristeza, la alegría, la meditación y la esperanza. Un mundo de contrastes, como lo es la aparente interioridad de alguna de las canciones mencionadas (es especial las de vocalistas femeninas) con la extroversión de esencia disco y acabado retro que está presente en prácticamente todo el trabajo, un álbum imprescindible, que muestra un gran sentido del humor en sus video-clips, y que supone una mayoría de edad ("18") de este artista al que "Play" no parecía haber cambiado excesivamente ("vivo en el mismo apartamento, compro en el mismo supermercado, como en los mismos restaurantes y tengo los mismos amigos (...) La única diferencia es que ahora vuelo en business class y antes lo hacía en turista. ¡Ah! Y además hace cuatro años tenía más pelo"). La atemporalidad que de manera tan maravillosa se respiraba en "Play" encuentra aquí un nuevo acomodo, en otra entretenida demostración -con menos momentos sampleados- de que el estudio de grabación es un arma infalible para este heredero con espíritu de DJ de los Oldfield, Eno o Jarre.

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5.6.10

MICHAEL HEDGES:
"Aerial Boundaries"

Palo Alto es una pequeña ciudad californiana de alto nivel de vida que, aparte de contar con oficinas de importantes compañías tecnológicas como Google, Facebook, Hewlett-Packard o Xerox, ha pasado a la historia por ser durante los años setenta la ubicación del guitarrista William Ackerman y, por consiguiente, lugar de fundación de la excelsa compañía discográfica Windham Hill Records. Años después de aquel atrevimiento que marcó un hito musical, una tarde de comienzos de los ochenta paseaba Ackerman por dicha localidad cuando al pasar por el Teatro Varsity fue requerido insistentemente por el propietario del mismo para que escuchara al músico que allí actuaba. Ante la insistencia de este conocedor del sello, la inicial reticencia fue vencida y Ackerman asistió sorprendido a la actuación de Michael Hedges: "Nunca había visto nada igual en toda mi vida. Literalmente saqué un boli y escribimos el contrato y lo firmamos allí mismo". Cuenta la leyenda que una servilleta de papel recogió ese contrato, y a buen seguro que si un guitarrista como Will Ackerman actuó tan instintivamente era porque ese tal Hedges iba a dar mucho que hablar. Y vaya si lo hizo. Aun así, dado lo caprichoso del destino y teniendo en cuenta las características de Windham Hill, aunque pareciera ser la casualidad la que unió los destinos de Will Ackerman y Michael Hedges, a buen seguro que ambos hubieran acabado por encontrarse tarde o temprano.

Así nació una carrera discográfica corta pero intensa, la que comenzó con un sencillo y maravilloso disco titulado "Breakfast in the Field" que aventuraba unas capacidades monstruosas en el manejo de la guitarra acústica. Fue en 1984 cuando un segundo trabajo asentó definitivamente a Michael Hedges como ese guitarrista rompedor, influyente y posiblemente de mayor recorrido y posibilidades fuera del mundillo de esa mal llamada new age que preconizaba (o así la encasillaban irremediablemente) Windham Hill. Este disco que fue nominado al premio grammy y que es un pequeño clásico de la música de guitarra se tituló "Aerial Boundaries", está dedicado al espíritu de Galileo (a la manera de utilizar los avances científicos en beneficio de la humanidad) y presentaba durante algo menos de 40 minutos nueve composiciones demostrativas de una escandalosa gama de técnicas de interpretación como golpeos, hammer-on (ejecutar a la vez una nota junto a otra superior en la misma cuerda) o tapping (tocar directamente sobre el mástil de la guitarra), en un deleite continuo de efectos y un notable juego con los silencios, de tal modo que la música iba mucho más allá de la melodía, permitiendo ejecutar a la vez tema principal, ritmo y acompañamiento. La guitarra parecía convertirse de este modo en parte mismo del guitarrista, un vehículo de expresión tan propio como sus mismas cuerdas vocales (que por cierto también utilizará Hedges en su discografía posterior a este "Aerial Boundaries"). Aunque estudió guitarra clásica en Oklahoma y la acústica sea el instrumento por el que haya pasado a la historia, Hedges era un consumado multiinstrumentista, competente con piano, flauta o percusiones, así como con otro de sus instrumentos característicos en sus directos, la impactante guitarra-arpa. Este ejemplar trabajo producido por William Ackerman y el omnipresente ingeniero Steven Miller, reune varios temas esenciales de su autor, de Windham Hill y de la guitarra acústica en general, en especial los muy difundidos y decididamente magistrales "Aerial Boundaries" y "Rickover's Dream". "Aerial Boundaries" es la entrada al disco, su tema estrella y la confirmación de la capacidad artística de Michael, por su brillante unión de melodía pegadiza con interpretación audaz, brillante y expresiva, grabada en directo, sin sobregrabaciones ni mezclas posteriores, como el resto del álbum salvo un par de excepciones. Parece imposible, de hecho, que todo lo que se escucha provenga de un mismo intérprete. "Rickover's Dream" no se entretiene en buscar la melodía fácil, pero encuentra caminos atrevidos y atrayentes en las técnicas de guitarra acústica. "Bensusan" es otra impactante demostración, un tema dedicado al guitarrista acústico Pierre Bensusan, que devolvió el homenaje en 2001 en la composición "So Long Michael", en la que recuerda póstumamente a Hedges. No hay que olvidar muchas de las demás piezas del disco, ejemplos de fingerstyle que no parecen adentrarse tanto en el folclore como en su álbum debut, ni siquiera particularmente en el jazz, el blues o el rock, sino en la mezcla idónea de todas ellas, en su estilo ideal: la dulzura de "Ragamuffin", esa especie de rápida clase de guitarra que es "Hot Type" o "The Magic Farmer", todas ellas interpretadas por Hedges en solitario. También la sorprendente "Spare Change", si bien esta es una pieza distinta al tener una cierta electrónica sobre sonidos originales de guitarra, y ser uno de los dos temas remezclados del álbum. El otro es "Ménage a trois", una composición más típica de Windham Hill por la aparición de otros sonidos gracias a los dos intérpretes invitados del disco, Mindy Rosenfeld (la esposa de Michael) a la flauta, y Michael Manring (que ya estuvo en su primer trabajo) al fretless o bajo sin trastes. Este hace doblete, abrumando con ese mismo fretless en "After the Goldrush", versión de la canción de un Neil Young que, junto a Joni Mitchell, Leo Kottke o compositores contemporáneos como Varese o Feldman, eran parte de las influencias de este músico experimental, vibrante, heterodoxo y en cierto modo desafiante, que a partir de su tercer álbum iba a incorporar su voz a sus trabajos.

El 2 de diciembre de 1997, con poco más de 40 años, Michael Hedges falleció en un accidente de automóvil en California, engrandeciendo su leyenda y su recuerdo, no sólo entre los seguidores de Windham Hill sino entre cualquier amante de la música en general y de la de guitarra acústica en particular, entre la que la figura de Hedges ha sido tremendamente influyente. Su último álbum en vida, "Oracle", logró al año siguiente de su muerte el premio grammy en la categoría new age, un homenaje póstumo que, evidentemente, llegó demasiado tarde. Su buen amigo y colaborador Michael Manring, le calificaba como un ser humano extraordinario, incluso mejor como persona que como músico. Eso sí, como le sucedió a Will Ackerman, todo aquel que viera a Michael Hedges en directo no iba a olvidar fácilmente su virtuosismo e ímpetu ("¿alguna vez has estado en uno de mis shows? -decía- Bueno, es ruidoso. Puede ser muy ruidoso, pero muy delicado también"), en un estilo calificado como 'trash-acústico' que podía dejar con la boca abierta tanto al neófito como al ya conocedor del guitarrista. Como dijo el propio Ackerman respecto a aquella tarde en Palo Alto en la que atrajo a Michael Hedges hacia Windham Hill: "Era como ver la guitarra siendo reinventada".

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22.5.10

CONSTANCE DEMBY:
"Novus magnificat"


Cuando etiquetas como new age o música cósmica se estaban implantando en el panorama musical mundial -especialmente en los Estados Unidos-, algunas mujeres como Suzanne Ciani o Constance Demby consiguieron imponer sus estilos basados en los teclados y, cada una a su manera, crearon escuela. La californiana Constance Demby concretamente define su música como 'música espacial sinfónica clásica contemporánea', término asaz pretencioso pero aceptable por las cualidades de la misma, que parece abarcar un poco de todo lo ahí expuesto. Aún habría que añadirle un alto componente espiritual (estudió yoga y peregrinó a la India en 1979) y otro étnico, dada la afición de Constance y su aprendizaje autodidacta de instrumentos de diversas culturas como la china, india o balinesa; de hecho, ella es una intérprete consumada de dulcimer (que resuena especialmente en su trabajo "Sacred space music"), koto, sheng o tambura. Sound Currents fue el sello que creó en 1978 para difundir su música meditativa, discos como "Skies above skies" o "Sunborne", que no contaban con un gran fondo electrónico. "Sacred space music", en 1982, la encumbraría a lo alto de la new age (término que detesta por considerar que representa a muchos músicos mediocres), momento en que entra en escena Stephen Hill y su compañía Hearts of Space, en la que publica su exitosa sinfonía espacial "Novus magnificat" en 1986, con una portada de Geoffrey Chandler que parece inspirarse en la película "2001: Una odisea del espacio", y el subtítulo 'Through the Stargate', a través de la puerta estelar.

Aunque dicha puerta estelar y el término 'música cósmica' parezcan implicar viajes imposibles a otras galaxias, en realidad la música de Constance Demby, en especial en sus primeros discos, debe más a los viajes interiores, hacia la misma conciencia, en la búsqueda de una fusión de cuerpo y mente. Incluso la propia sinfonía que estamos glosando, definida por Constance como un mensaje galáctico (dice que comenzó a escucharla en su interior unos tres años antes de empezar a grabarla, la música fluía y ella era una canalizadora de esos sonidos), es también perfecta para la relajación, con su manto de meditativos teclados, coros sugerentes, un piano pacífico pero penetrante y los sintetizadores simulando a edificantes instrumentos de viento. 'Dedicada al infinito', "Novus magnificat" está dividida en dos partes de larga duración, queriendo realzar así su presunto carácter épico, si bien ambas partes presentan (desde la edición digital de 2008, aunque algunos ya existían con anterioridad) varios títulos por separado, cinco la primera y seis la segunda. En cuanto a la primera parte, oscila entre una plegaria espacial y lo que podríamos denominar como el ballet de las esferas, con un maravilloso final soñador y absolutamente envolvente: es fácil perderse en esa bruma meditativa cósmica que suponen sus primeros doce minutos (de títulos "Soul's journey" y "Ascent"), que dan paso a otro momento algo más movido, de vientos, activas voces y fondo envolvente ("Tears for Terra"), rematado por sonoras percusiones ("Exultate") y un final glorioso dominado por un potente clímax de efectos, teclados y percusión, de título "My heart doth soar", que concentra el esfuerzo y la ascensión de Constance Demby a lo largo de los años. Sin embargo, el extracto más conocido y posiblemente más inspirado del trabajo es el que abre la segunda parte, "The flying Bach", con claras tendencias neoclásicas en el contexto espacial que clama la obra, un efervescente sonido de órgano como tocado en el espacio, en mitad de la nada, donde por cierto el sonido no se propaga. Este comienzo mágico se mitiga un poco conforme avanza la suite, desarrollándose por caminos de calma y vaporosidad, si bien al pasar ese primer momento de referencia, hay que reconocer que el camino no es excesivamente brillante, al menos hasta la llegada de los dos últimos cortes, "Magnificat" -con amago de melodía aventurera- y "Cosmic carousel" -otro ballet espacial que acaba retornando a la tranquilidad del cosmos-. Sin llegar a las excelencias de, por ejemplo, Vangelis, Constance utiliza el estudio de grabación con mano maestra para manejar los hilos de sus exuberantes atmósferas y crear un tejido firme y atrayente ("paso muchas horas en el estudio experimentando con sonidos muestreados y combinándolos"). Inspirada por la música clásica y sagrada occidental, una de las características principales de "Novus magnificat" es que fue grabado sin que la música estuviera escrita o preparada de antemano, se trataría entonces de una suerte de improvisación que se iba mejorando y aderezando sobre la marcha, y en la que el reciente Emulator II tendría un especial protagonismo. Además del piano, los sintetizadores utilizados son dicho Emulator II y el Roland Juno 60, con los que la Demby emula violas, violines, chelo, fagot, arpa, órgano, cuerno francés, campanas, efectos electrónicos, timbales y voces. Es importante hacer notar además, que para esas texturas tan bien elaboradas cuenta con la colaboración del compositor Michael Stearns, en una producción de Constance Demby y Anne Turner. En la recopilación "Light of this world" de 1987, Constance decidió incluir los dos cortes más carismáticos del trabajo, el cierre de la primera parte ("My heart doth soar") y el comienzo de la segunda ("The flying Bach"). Además, otros importamtes recopilatorios, especialmente de Hearts of Space, publicaron temas de una obra que, en 2017, contó con una necesaria reedición por su 30 aniversario -"Novus Magnificat: Through the Stargate (30th Anniversary Edition)"- con un segundo disco que presentaba material en directo.

Las elogiosas críticas de la prensa especializada (que la elevaron a la categoría de clásico de nuestro tiempo) y la radiodifusión de "The flying Bach" y de otros extractos de la obra, elevaron a Constance Demby a grandes cotas de popularidad y ventas -más de 200.000 copias en las que no hay que olvidar la importancia promotora de un sello importante como Hearts of Space-, que refrendó con su siguiente álbum, "Set free" -no tan completo, en una estructura de temas cortos con influencias étnicas- y en especial con el muy neoclásico "Aeterna", muy en la línea de otro gran artista del sello con el que se puede comparar su sonido, Raphael. Lejos de la presunta frialdad cósmica, la música es apasionada, vital, con una gran carga espiritual, incluso religiosa, y con la presencia de un especial componente romántico muy femenino. Y aunque los años pasados oculten en la bruma parte de sus siguientes propuestas (algunas de ellas realizadas en una residencia temporal en España, concretamente en la barcelonesa Sitges), son precisamente las más antiguas, aquellas que Stephen Hill atrajo para Hearts of Space, las que han salido vencedoras y seguirán perdurando entre los fans de la música cósmica, sin que importe el género.

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11.5.10

MYCHAEL DANNA & TIM CLÉMENT:
"North of Niagara

En su larga y fructífera carrera, el canadiense Mychael Danna se ha comportado como un artista polifacético. Solicitado compositor de bandas sonoras, creador de sugerentes y delicados pasajes en sus discos en solitario, o de un sorprendente lirismo de raigambre celta junto a su hermano Jeff, el comienzo de su carrera estuvo marcado por una serie de trabajos de corte electrónico ambiental -en su mayoría descatalogados en la actualidad- junto a su buen amigo Tim Clément. Aunque su colaboración duró cerca de dos décadas, con títulos aconsejables como "A gradual awakening", "Summerland" o "Another sun", la más eficaz y popular de sus reuniones fue la última de ellas, un espléndido viaje musical por la bella naturaleza de Ontario titulado "North of Niagara", publicado por Hearts of Space en 1995.

Proveniente del mundo del rock, Tim Clément decidió cambiar radicalmente esa vacuidad en la que se había introducido, y sustituirla por la espiritualidad de los sonidos de la naturaleza, entre los que comenzó a investigar para integrarlos en su nueva música y en el arte en general. En su reunión con Mychael Danna, es él el mayor impulsor del estilo atmosférico del dúo, y de su pasión por los impresionantes paisajes de Canadá y los sonidos milenarios que encierran. En concreto es el Sendero Bruce el que inspira este disco, cuyo subtítulo es, de hecho, 'Impresiones a lo largo del Sendero Bruce'; los artistas nos aclaran en la contraportada qué es y dónde está: "'North of Niagara' es un conjunto de doce piezas inspiradas en los paisajes encontrados a lo largo del Sendero Bruce, el más largo y antiguo de Canadá. El sendero comienza en las cataratas del Niágara y sigue la escarpa de Niágara -al borde de un antiguo y poco profundo mar- durante 800 kilómetros a través de Ontario". Ya en el libreto, unas pocas fotografías aumentan nuestras ganas de dejarnos atrapar por tan suculentos paisajes, y un alargado plano muestra el trayecto del sendero y expone los puntos que inspiran cada una de las composiciones. En "North of Niagara" nos atrapan atmósferas vaporosas de desarrollo tranquilo y muy agradable, para las que se utilizó el epíteto 'minimalismo romántico', si bien la terminología al uso es tan ambigua que no vale la pena entrar en excesivas complicaciones. "Cootes paradise" es el corte que más ha trascendido de esta obra, seis minutos de serenidad, de agradable seguimiento de una melodía sencilla pero sobresaliente, aderezada con sonidos naturales, grabados entre la primavera y el verano de 1994. "Remember summer" es otro de los temas destacados, donde el acordeón introduce un especial detalle, y en su suavidad parece que lleve sonando eternamente de tan grata manera en el curso del sendero. Gene Goral insterpreta ese acordeón, y otros músicos implicados son Paul Intson al bajo, Eric Hall al oboe y otro habitual colaborador de Tim Clément, Kim Deschamps a la guitarra. Entre composiciones de corte exclusivamente ambiental, pequeños gestos marcan las diferencias entre músicos con clase como éstos y los que se dedican a aprovecharse de la etiqueta new age (haciéndole, dicho sea de paso, un gran daño): "Old mail road" introduce notas de oboe sobre una relajada cadencia de teclado con sintetizador de fondo, la atmosférica "Mount Nemo" exhibe una excitante tensión, en "Crook's Hollow" una alegre y sencilla melodía de teclado baila sobre un sugerente fondo, y "Lookout Point" presenta notas delicadas que culminan el agradable paseo de manera relajante, aunque remarcando el irremediable deseo de estar realmente allí.

"North of Niagara" es más que un disco, es un homenaje a la naturaleza, una idílica incursión en este paraíso del sureste de Canadá que podemos conocer y casi disfrutar gracias a los autóctonos Mychael Danna y Tim Clément, que destinan además una parte de las ganancias del álbum para la Asociación del Sendero Bruce, sobre la que hablan en el interior del libreto, proponiendo vías de contacto. La magia de unos teclados de estilo ambiental y recuerdo impresionista se mimetiza con la naturaleza en una poética incursión por los alrededores de este pequeño edén que hay que intentar visitar al menos una vez en la vida, evidentemente con esta acertada música de Danna y Clément de fondo.

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24.4.10

DAVID LANZ:
"Skyline Firedance"

Aunque se tratara de uno de los pianistas new age más conocidos y reputados de las dos últimas décadas del siglo XX y consiguiera extraer en cada uno de sus trabajos lo mejor de su teclado, el sueño de David Lanz siempre fue grabar su música con una orquesta sinfónica. Por fin, y gracias al impulso de la compañía Narada, el creador de discos tan vendidos como "Cristofori's Dream" o "Natural States" tuvo en 1990 la oportunidad, como él mismo dijo, "para llenar mi música con la grandeza, el poder y la riqueza de detalles que sólo una orquesta puede crear". Trabajó con el arreglista Don Davis y, aunque en todo momento tenía la idea de cómo podía sonar esta fusión, se originó un momento emocionante al escuchar el resultado final, un disco inolvidable titulado "Skyline Firedance", en el que se comprueba la importante evolución como compositor del de Seattle desde que publicara "Heartsounds" en 1983. En concreto afirma Lanz que con "Skyline Firedance" pasó de una fase de agua a una fase de fuego, de mayor fuerza y energía.

Nos encontramos con un proyecto muy especial, para el que un Lanz en su mejor momento no se guardó nada, y encontró inspiración en el folclore ("Masque of Togaebi" trata de un demonio coreano que asusta a los niños), la mitología ("Vesuvius", "Escapades of Pan") o la naturaleza ("The Skyline Firedance Suite"), si bien la pieza más emotiva, "Dancing on the (Berlin) Wall" es una explosiva celebración de la caída del muro de Berlín, un año antes de la publicación de este disco. La música sigue siendo muy espiritual, y las ideas generales de Lanz se mueven en ese sentido, el de los cambios en materias interiores, humanitarias y ecológicas, tan acordes con la filosofía new age, término que parece aceptar de buen grado: "Esta música expresa mi convicción de que el tiempo para pasar a la acción, a actuar con responsabilidad hacia el prójimo, hacia nuestro medio ambiente y con nuestra comunidad global, es ahora". Pero a pesar de este alegato, nada tiene que ver este disco con relajación y débiles notas de piano. Al contrario, las piezas aquí recogidas se muestran con la fuerza de esa 'fase de fuego' antes mencionada, tanto en un primer disco orquestado como en un segundo con los solos de piano (los seguidores del Lanz en solitario con su teclado se merecían también este complemento), con escasas variaciones en el repertorio de ambos. Algunos temas se respiran mejor en su forma de solos de piano (la espléndida "Vesuvius", "Dark Horse", "The Crane" -de hecho, la única que no tiene contrapartida orquestal-), otras se aprovechan eficazmente del tratamiento sinfónico ("Masque of Togaebi", "Escapades of Pan" o las tres partes de "The Skyline Firedance Suite"), mientras que la mayoría son disfrutables por igual de ambas formas, destacando especialmente dos composiciones: "Dancing on the (Berlin) Wall" es una pieza magistral, profunda y rítmica que, al estar dedicada a la demolición del conocido como 'muro de la vergüenza', encierra de manera especial el sentido de apertura a una nueva espiritualidad al que apela el trabajo, mientras que "Nights in White Satin" es una estupenda versión del recordado clásico de 1967 de The Moody Blues, un recordado éxito que ya tenía originalmente un interesante tratamiento orquestal en fusión con el rock de la banda británica. Al seguidor de Lanz no se le hará nuevo el dato de que el pianista realice versiones de temas inmortales del pop y rock, ya lo hizo de manera absolutamente exitosa con "A Whiter Shade of Pale" de Procol Harum, y lo seguirá realizando con asiduidad incidiendo en Lennon y McCartney. "Skyline Firedance", en el que podíamos ver en portada por primera vez la imagen de David Lanz -algo totalmente habitual a partir de entonces-, fue producido por su amigo y colaborador habitual Paul Speer y la parte orquestal grabada en Münich por la IFS Philharmonic Orchestra con Lanz al piano y sintetizadores y los complementos de guitarra, bajo, vientos y percusiones.

Es admirable la profundidad del piano de Lanz, su capacidad para transmitir y conectar con el oyente. La comparación con las piezas orquestales le otorga además en este trabajo una nueva característica, la de aparentar una mayor gama de sonidos en cada uno de sus solos ("el piano incorpora casi todo el rango dinámico de una orquesta"). Aparte de su inmaculado estilo, de una inspiración por momentos gloriosa y del indudable acierto al enrolarse en Narada o al juntar fuerzas con Paul Speer, es el carácter risueño y triunfador, el ansia de investigación y el compromiso con su público los que hicieron de este ágil pianista un superventas de la música instrumental, ya sea por sus solos de piano, sus composiciones más avanzadas y con algo de electrónica -a dúo con Paul Speer-, o como en este caso, la combinación con toda una orquesta sinfónica.

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10.4.10

JEAN MICHEL JARRE:
"Chronologie"

Entre las diversas acepciones de la palabra 'tiempo' en el diccionario podemos encontrar la siguiente como primera opción: "Duración de las cosas sujetas a cambio o de los seres que tienen una existencia finita". Es sin duda la más intrigante, la que nos hace plantear numerosas preguntas y extrañas posibilidades, algunas tan atrayentes como los viajes en el tiempo o cómo detenerlo. Stephen Hawking es sin duda uno de los seres humanos que más ha podido aportar a las dudas que podemos tener sobre la naturaleza del tiempo y el espacio, y fue una obra suya, "Historia del tiempo", la que inspiró al sintesista francés Jean Michel Jarre para componer una obra sencilla pero avanzada y atrayente, cuyo germen fue curiosamente el encargo de un jingle para una nueva serie de relojes de la marca Swatch (en concreto Swatch Musicall), como también hicieron Peter Gabriel, Philip Glass o Paulo Mendonça. Tras la presentación en directo en septiembre de 1992, el siguiente paso fue "Chronologie", el disco en el que aparece esa pequeña melodía y que Disques Dreyfus publicó en 1993 con la distribución de Polydor.

"Chronologie" es aceptado popularmente como un pequeño retorno a las ideas que hicieron triunfar a Jarre desde mediados de los 70, no sólo por la calidad de su contenido sino por la existencia de una temática abstracta, la numeración de los títulos simplemente del 1 al 8, o la propia portada, realizada por Michel Granger, autor de las de los míticos "Oxygène", "Equinoxe" y "Rendez-Vous". Ya en "Chronologie Part 1" queda patente que Jarre es heredero de su propio estilo, majestuoso e inquietante, de hecho esta pieza bien podría haber formado parte de alguno de sus primeros trabajos sin apenas desentonar. "Chronologie Part 2", una de las mejores del álbum y que parece más bien deudora de otra etapa más cercana, la de "Rendez-Vous", desarrolla una poderosa melodía en un continuo y sorprendente clímax pleno de efectos (entre los cuales destaca un ritmo rescatado de una época aún más lejana que "Oxygène", concretamente del single "Eros machine" de 1970), mientras que "Chronologie Part 3" presenta aires lentos y más clásicos con la sorprendente y destacada colaboración de la guitarra de Patrick Rondat. Es sin embargo a partir de aquí donde entran en escena nuevas tendencias -de las que realmente Jarre siempre ha sido en cierto modo un adelantado-, ya atisbadas en la parte segunda, que no pervierten el sonido original y le otorgan un marcado dinamismo de corte muy actual, cuyo especial estímulo se encuentra en el fenómeno de las 'raves', populosas fiestas de música electrónica de calidad que se desarrollaban de forma ilegal en lugares abandonados o al aire libre fuera de las ciudades. Sin ir más lejos, en "Chronologie Part 4" nos encontramos con el tema estrella del álbum, un pegadizo single como sólo Jarre sabe componer, en la línea de sus grandes éxitos como "Oxygène 4", "Magnetic Fields 2" o "Rendez-Vous 4", un indiscutible éxito que contó con la ayuda de Tele 5, al seleccionarlo como sintonía del Giro de Italia de ciclismo en el mejor momento de Miguel Induráin. La tonadilla que Jarre compuso para Swatch estaba presente en ese corte y en el siguiente, un "Chronologie Part 5" de marcado contraste entre lo ambiental y el tecno. Otra nueva cumbre del álbum llega con "Chronologie Part 6", frenético tema de magnético ritmo secuenciado con esencia de los 70 y acabado de los 90, que se merecía quizás una mayor duración. El listón acaba descendiendo con una parte séptima que recuerda a la ambientalidad del enorme (de duración y calidad) "Waiting for Cousteau", sólo que en poco más de dos minutos y cambiando la figura de Cousteau por la de Hawking, y un extraño final, "Chronologie part 8" que engloba órganos eclesiásticos, efectos hip-hop y una cuenta atrás hacia un latido con el que había comenzado el disco, otorgándole posiblemente, en su temática temporal, un sentido de comienzo y final de la propia vida.

"Chronologie" no es un disco tan redondo como los tres primeros de Jarre pero presenta momentos geniales que bien podrían haber encajado en aquellos. De hecho, es común una lejana comparación con el idolatrado "Equinoxe". Sin el componente de músicas del mundo que humanizaba los trabajos ("Revolutions", "Waiting for Cousteau") pero alejaba a Jarre de su auténtico y triunfante estilo, "Chronologie" gozó de un reconocimiento acorde a su calidad y de paso redirigió el enfoque de los conciertos del sintesista galo (que siempre han sido realmente enormes 'raves') hacia espectáculos igual de efectistas pero recogidos en recintos adecuados previo pago de la correspondiente entrada, algo inusual en un Jarre acostumbrado a los macroespectáculos gratuitos financiados por las ciudades organizadoras. La gira 'Europe in Concert' trajo a España por primera vez al músico de Lyon el 29 de septiembre de 1993 (Santiago de Compostela), 2 de octubre (Sevilla) y 6 de octubre (Barcelona), con la nota triste de la cancelación, por las lluvias torrenciales, del concierto de Madrid, que dejó a numerosa gente con las ganas de admirar el enorme montaje que, con breves momentos intercalados de sus otros discos, tenía como gran parte del repertorio a "Chronologie", un álbum ágil, compacto, que no pasa de moda, y que devolvió a Jean Michel Jarre a un lugar importante en la música instrumental.

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29.3.10

BEN FROST:
"By the throat"


Un paisaje nevado puede parecer hermoso, incluso idílico, pero asímismo puede verse como algo inhóspito, desolado. También la música, acompañada de ciertos elementos externos como ruidos, ecos o rugidos amenazantes puede transformarse de plácida a estridente, o mantener un atrevido equilibrio -impregnado de rudeza- como en el caso que nos ocupa. Desde la bella Islandia nos llega un inusitado trabajo de ese extraño personaje llamado Ben Frost, músico australiano residente en la isla europea. Y llega impregnado de ciertas condiciones inherentes a la propia Islandia: dureza climatológica (desde una portada que presenta de modo difuso un temporal de nieve y lo que parecen unos lobos), dinamismo inquietante (su sonido parece participar de la actividad volcánica de la isla), escasa luminosidad (la noche polar es un fenómeno que consiste en pasar seis meses seguidos de noche, y sucede en la parte del territorio islandés que está dentro del círculo polar), en definitiva una extrañeza que acaba dominando y venciendo. Nacido en 1980 (con esa juventud como muestra de irreverencia), Frost es un artista experimental que investiga en las posibilidades de ciertos ambientes sonoros donde confluyen elementos antagónicos, sólo así se puede entender que en sus trabajos se encuentren ansiedad con relajación, furia con sosiego, equilibrio con caos o simplemente blanco con negro en una suerte de involución de las formas minimalistas con maneras electrónicas. Habría que preguntarse de dónde viene ese afán de Ben Frost de salirse del camino, de afear las composiciones con sonidos inarmónicos, pero una vez llamada la atención (con "Steel wound" en 2003 y sobre todo "Theory of machines" en 2007) la aparición de "By the throat" por medio de Bedroom Community en 2009 era un hecho esperado que no ha tardado en convertirse en un pequeño fenómeno.

"Killshot" es el primer corte y sirve como sorpresa inicial, ya que se trata de una introducción disonante, atípicamente bella pero de una belleza extraña, como creada para un mundo distópico. Frost niega la belleza manchando intencionadamente las notas, convirtiéndolas así en arrebatadoras, presas de una inquietud que, al menos en este comienzo, supera todas las expectativas (incluso las de los que han escuchado sus intensos y en cierto moso espesos -y aclamados- trabajos anteriores, en especial "Theory of machines"). Sonidos rugientes de orcas (grabados en las costas noruegas) son parte del ambiente tétrico y amenazador que predispone enseguida al oyente a adentrarse en una realidad oscura y de difícil comprensión, un mundo nuevo para el que la música no es especialmente atractiva sino atrapativa cual tela de araña y fuera de cualquier clasificación, si bien pretendamos encuadrarla entre la electrónica y la contemporánea, concretamente en el post-minimalismo. Esta denominación es más difícil de otorgar escuchando composiciones como "Híbakúsja", poseedora de una instrumentación base y unas intenciones que la deberían acercar al mundillo clásico (piano, cuerdas, instrumentos de cobre), pero tremendamente deformada y ruidosamente embrutecida en un juego electrónico bizarro y seguramente difuso en su recibimiento, pero que particularmente encuentro muy interesante; de hecho, la pieza desentonaría totalmente si no fuese así maquillada, la coherencia no se ve rota y ese pequeño agujero de bienestar queda como una inocente forma de llamar la atención en el entorno cáustico. Ambient o downtempo son otros dos términos que también es necesario mencionar, el primero por esa oscura línea melódica que invade el disco, con las guitarras de Frost jugando entre impuestas atmósferas electrónicas ("Peter Venkman Part I" con voces manipuladas, "Through the mouth of your eye" que despide el disco de manera abrupta e inquietante). Más difícil de definir y adjudicar es el downtempo, al que se acerca la generalidad del disco, aunque de una manera más ruidosa que rítmica ("Through the glass of the roof", "Through the roof of your mouth"). Entre medio, "Peter Venkman Part II" (continuación más melódica de la ambiental primera parte, con importancia del sensual trombón de Helgi Hrafn Jónsson) o "Leo needs a new pair of shoes" (con un sencillo y agradable juego de teclados de espíritu minimalista) otorgan un ligero descanso por su orientación más calmada en un conjunto que será recordado por su línea melódica oscura, experimental, y un efectismo que rompe la posible armonía. Importantes colaboraciones de músicos islandeses se dejan notar en el disco, como las del cuarteto femenino Amiina (habituales de Sigur Rós), Sam Amidon, el comentado Helgi Hrafn Jónsson, o Valgeir Sigurdsson, afamado productor (de BjOrk, sin ir más lejos) y creador del sello Bedroom Community junto a Valgeir Sigurdsson y el propio Ben Frost.

Sin composiciones que destaquen especialmente sobre las demás (no encontramos aquí bellas melodías de fácil radiodifusión), prima el conjunto, que es preferible escuchar del tirón y sin ningún miedo, pues la combinación es explosiva y difícil de definir con palabras, incluso susceptible de generar negatividades, y es que aunque no podamos encasillarlo fácilmente (o únicamente) en un estilo concreto, lo que está claro es que a su experimentalidad se le puede aplicar el adjetivo agresivo. En definitiva, "By the throat" es un disco poco convencional pero osado y bien acogido por la crítica, tanto la independiente, la electrónica o la contemporánea, que pretende mover un poco las fronteras de la misma en su fusión con ritmos atonales electrónicos. Disfrutar escuchando este trabajo bien podría asemejarse a hacerlo viendo una buena película de terror, pues sabemos de su dureza o cualidades grotescas pero no podemos apartar los ojos de la pantalla. Frost debe ahora meditar el camino a seguir e intentar sorprender en sus próximos proyectos, pero seguro que, por medio de sus guitarras ambientales y una selecta instrumentación adicional, su esencia seguirá siendo igual de dramática y desafiante, pero también irónica (Peter Venkman, el apelativo de dos de las canciones de este álbum, es el personaje interpretado por Bill Murray en 'Los cazafantasmas') y por supuesto muy actual.





11.3.10

MARK ISHAM:
"Vapor Drawings"

'Never Cry Wolf', si bien no es una película muy conocida, debe ser especialmente tenida en cuenta por ser el punto de partida de una interesantísima carrera, la del músico neoyorquino Mark Isham como compositor de bandas sonoras cinematográficas. Isham se encargó de esta partitura en 1983, y fue en 1985 cuando el sello Windham Hill editó su segundo trabajo en solitario, "Film Music", que incluía extractos de "Never Cry Wolf" junto a otros de las posteriores "Mrs. Soffel" y el documental "The Times of Harvey Milk". Aunque desde entonces su nombre esté ligado sin remedio a la música para cine (más de un centenar de películas se benefician de su música), afortunadamente este trompetista y sintesista norteamericano decidió explorar también su faceta artística sin estar limitado por las imágenes o por los directores. Así llegó en 1983 a Windham Hill, por el consejo de un amigo productor, buscando un sello de calidad especializado en música instrumental, y su primera entrega en la compañía californiana -después de haber trabajado entre otros con Van Morrison, Tanita Tikaram, Suzanne Vega, el pianista Art Lande o los grupos Taj Mahal y Group 87, que creó junto a sus grandes amigos Peter Maunu y Patrick O'Hearn- se tituló "Vapor Drawings", el álbum anterior a "Film Music", que llegó en el momento de mayor despegue de una etiqueta, la new age, con la que realmente no estaba muy de acuerdo este artista cuyo instrumento principal siempre ha sido la trompeta.

Windham Hill se había convertido en un paraíso de artistas acústicos en sus primeros años, y aunque ya había flirteado con la electrónica por medio del grupo Shadowfax, el de Mark Isham fue el primer trabajo del sello en el que la carga electrónica superaba a la acústica, que se mantiene en un perfecto segundo plano. Una característica esencial de varias de las composiciones de este álbum radica en la utilización de un atrayente y repetitivo fondo electrónico (sintetizador y percusión) sobre el que el músico dibuja sus melodías, ya sea con instrumentos de viento (trompeta, saxo soprano, fliscorno o esa extrañeza electrónica llamada Steiner EVI) como en el comienzo del álbum, "Many Chinas" (una toma de contacto de difícil ubicación, proveniente de un jazz muy abierto a otros frentes, ágil y transparente; de hecho, esta composición -que comenzaba con el tradicional chino 'Celestial Guests'- fue grabada originalmente por Isham en el álbum de 1976 "Rubisa Patrol", con Art Lande, Bill Douglass y Glenn Cronkhite), o mediante más teclados -y también algunos vientos omnipresentes- en "Sympathy and Acknowledgement" (ambiente largo sobre fondo muy electrónico), "Raffles in Rio" (animado y sugerente intento de estilismo tropical) o una de las cumbres del álbum por su subyugante desarrollo en varios planos superpuestos, "Men Before the Mirror", seis minutos de lograda intensidad y una envoltura misteriosa y dramática que podría haber encajado perfectamente en alguna de las películas para las que posteriormente iba a crear la banda sonora este neoyorquino. Entre medio, un par de ambientes jazzísticos intimistas ("When Things Dream" -con un sorpresivo y delicado piano- y un cierre del disco con el protagonismo de la trompeta, para volver a atisbar las posibilidades de Isham con la música para películas -romántica, en este caso-, "In the Blue Distance") y dos pequeñas tonadas de espíritu infantil, miniaturas sin muchas intenciones pero delicioso resultado, "Something Nice for my Dog" -sencillo pero puro y eficaz descubrimiento que abre el abanico de posibilidades de este inquieto músico- y "Mr. Moto's Penguin" -con un juego melódico más extraño, un fondo electrónico juguetón que maneja una pieza desenfadada-. Queda para el final a propósito el tercer corte del disco, a la larga la composición posiblemente más magistral y emblemática de Mark Isham, un prodigio -un pequeño himno, de hecho- de título "On the Threshold of Liberty" (inspirado en el cuadro de igual título de René Magritte) que aúna atmósfera y melodía con una percusión que va aumentando en intensidad (una cadencia constante muy adictiva, de aires militares) y el toque de personalidad y fuerza que imprime el fraseo de trompeta hasta alcanzar un completo clímax, todo un clásico de Windham Hill de elegante ambientalidad que fue retomada para la película de William Friedkin 'Reglas de compromiso', y que ha sido incluido en numerosos recopilatorios del sello. Isham acertó con el titulo, ya que el álbum es ambiental y por momentos ciertamente vaporoso, conduciendo las atmósferas urbanas de su anterior banda, Group 87, a un terreno más cercano al jazz, aunque sin desmarcarse por momentos de tendencias más modernas. El propio Isham hablaba así de su obra: "'Vapor drawings' fue mi primera grabación en solitario, mi primera aventura en una grabación de música electrónica a gran escala. Toqué casi todos los instrumentos, de hecho todo excepto la batería. Fue un gran desafío y supuso mucho trabajo duro. Lo veo como el primero de una serie de discos que experimentaron con este género (cualquiera que sea el nombre que se considere, entre new age y fusión), el segundo de los cuales fue 'Tibet' y el tercero 'Castalia'".

"Vapor Drawings", que presenta en portada un trabajo de la serie 'dibujos de vapor' que ideó en los ochenta el artista americano Larry Bell (en concreto el titulado 'Vapor Drawing LDIF5') es un disco entretenido y bastante completo, sin entrar en terrenos escabrosos (ni monotonía, ni una electrónica cansina, ni demasiado jazz), con segundos planos muy bien trabajados, interpretaciones de lujo en los primeros, y la producción del afamado Steven Miller, que estaba implantando un sonido de calidad para varios artistas de Windham Hill. Destaca la solidez del conjunto por su capacidad de conjunción de acústica y electrónica, y el dominio por parte del autor de los dos campos del sonido a través de instrumentos tan apartados pero majestuosamente hermanables como el sintetizador y la trompeta, un instrumento rotundo cuya llegada se espera a cada instante, y cuando llega produce un efecto impactante en el oyente, una poderosa posesión. Junto a un Isham en plan multiinstrumentista (vientos, teclados y percusión electrónica), es el futuro miembro de Group 87 Peter Van Hooke (llegará al año siguiente para colaborar en su segundo y último plástico) el que aporta más percusión electrónica y también acústica -snare drum-. Ganador de un Grammy (en 1990 por su álbum "Mark Isham" en la categoría de New Age) y un Emmy (por el tema principal de la serie 'EZ Streets' en 1997), Mark Isham es sin duda un compositor versátil estilísticamente hablando, y en su disco de debut podemos encontrar al menos un par de joyas de las Nuevas músicas como "Men Before the Mirror" y "On the Threshold of Liberty".