Solsticio de invierno es una exposición de mis discos favoritos de las Nuevas Músicas, un término paradójico (¿cómo llamar "nuevo" a algo que puede llevar compuesto siglos?) que engloba mercadotécnicamente tendencias musicales con puntos en común. New age, sinfónica, contemporánea, celta, folk, músicas del mundo, bandas sonoras, minimalismo... términos que no deben confundir nuestros sentimientos hacia una música que, a mí particularmente, hace mucho que me cautivó.
24.12.21
THE ALAN PARSONS PROJECT:
"The turn of a friendly card"
13.12.21
HUGHES DE COURSON & PIERRE AKENDENGUÉ:
"Lambarena (Bach to Africa)"
Por el Madrid en transformación de los años 50 correteaba un chaval de padres franceses al que le gustaba especialmente aprender a tocar la guitarra flamenca. Se llamaba Hughes de Courson y, aunque a los 17 años volvió a Francia, de esta larga estancia en blanco y negro en la capital española se llevó el idioma (le gusta que le llamen Hugo) y la semilla de la música, si bien su familia, de antecedentes militares, no estuviera totalmente de acuerdo con ese camino. Muchos años más tarde, tras varias bandas efímeras, muchas producciones y algún que otro éxito en la sombra, Hughes ha seguido siendo bastante desconocido por estas tierras, salvo por los buscadores de productos distintos y atrevidos en el ámbito de las músicas del mundo. Concretamente, combinadas con el clasicismo, unas fusiones elegantes y muy bien realizadas que en los años que rodearon a la llegada del tercer milenio encontraron diferentes cauces, entre los que se deslizaron nombres tan importantes como los de Bach, Mozart o Vivaldi.
Hughes formó la banda folclórica Malicorne en los años 70 cuando ese tipo de música estaba incluso mal visto, pero sembraron una semilla que otros retomaron posteriormente (el movimiento folclórico llegó a ser muy importante en la Francia de los 70 y los 80, aunque no necesariamente reivindicativo). El galo suele contar divertido la anécdota de la primera visita del grupo a España en un momento de cierta transición y pequeñas libertades, cuando Franco estaba en el hospital, cerca de su final. En la radio se anunció que iba a tocar el grupo Malicorne, pero la pronunciación del mismo -muy parecida a la palabra 'maricón'- creó una cierta confusión, y en ese periodo de gran excitación y libertinaje, mucha gente acudió a ver lo que pensaban que era, más que una banda de música folk francesa, una orquesta de músicos gays. Años después de aquello, este todoterreno se unió al proyecto 'Lambarena', que es el nombre de una ciudad de Gabón situada a 250 kilómetros de Libreville, la capital de ese país africano. Allí se encuentra el Hospital Albert Schweitzer, fundado en 1913 por ese no tan conocido médico franco-alemán, creyente y amante de la música (fue también un famoso organista), Premio Nobel de la Paz en 1952 por su labor misionera en África. Su pasión por la música de Johann Sebastian Bach originó este proyecto multicultural concebido por Mariella Berthéas y la fundación 'L'espace Afrique', que pensaron para su realización en Hughes de Courson en la concepción más clasicista y en el músico de Gabón Pierre Akendengué para aportar el tono étnico del país africano. Guitarrista invidente y contrario a las ideas del gobierno de su país (lo que le llevó a exiliarse en Francia, donde había estudiado en su juventud), Akendengué poseía una amplia discografía desde los 70, que ha continuado hasta la actualidad. Courson lo cuenta así: "Estuve con Pierre Akendengué en la selva viendo a los pigmeos y, como era blanco, escucharon música clásica y me llamaban Monsieur Bach. Creían que yo era Bach (...) Empecé a hacer 'Lambarena' por un sponsor que quería honrar la memoria del doctor Albert Schweitzer, que es un médico francés que a principios del siglo XX hizo un hospital en la selva mucho antes que las ONGs actuales. Para sacar dinero para el hospital hizo conciertos en Londres, Nueva York, París... Era un tío muy generoso, pero muy elegante, siempre iba en pajarita por la selva. Y por casualidad, el único músico africano que conoció era a Pierre Akendengué. Fue uno de los primeros en hacer discos de world music antes de que se empezase a conocer". Este cruce entre la música de Gabón y las Pasiones de Bach fue grabado en París y publicado en una primera edición por Celluloid Records en 1993 y con gran pomposidad en 1995 por Sony Classical, tras las negativas iniciales de otras compañías, como Virgin, WEA o la propia Sony. El diseño gráfico es excepcional, con gran cantidad de datos para el interesado en lenguajes, etnias, orígenes, o en la propia vida de Albert Schweitzer. La coexistencia de los dos extremos musicales es pacífica, paritaria, sus instrumentos casan con asombro sin olvidarse de sus propias identidades y dan lugar a una de las fusiones más bellas y sólidas de la música contemporánea. "Cantate 147" es un canto cortísimo que al final del disco será desarrollado, un preludio para la explosión que viene a continuación, emocionante fusión titulada "Sankanda + Lasset uns den nicht zerteilen", grandísimo tema (tradicional cantado en lengua obamba en su primera parte, perteneciente a la 'Pasión según San Juan, BWV 245' de Bach la segunda) que sirvió para popularizar el álbum en las emisoras destinadas a este tipo de músicas, y que no se libró, incluso, de algún que otro remix de dudoso gusto. No dejan indiferente estas dos tonadas, en las que podemos rememorar el ambiente del primigenio Hospital fundado por Schwaitzer en Lambarena. Los coros africanos son de una emocionante sonoridad y armonía (Pierre es un maestro con las voces femeninas), y se funden de manera subyugante con los cantos occidentales, como podemos disfrutar en "Mayingo + Fugue sur Mayingo", en lengua bantú myene; para su grabación diez conjuntos étnicos de Gabón escogidos por Pierre Akendengué viajaron a París y dejaron su sello junto a los músicos argentinos Osvaldo Caló y Tomás Gubitsch, y los percusionistas Sami Ateba y Nana Vasconcelos, colaborador de Courson y de Akendengué desde los años 70. Monumental es precisamente la percusión que conduce "Herr, unser herrscher" (también arreglo de Hughes de Courson sobre un tema de la 'Pasión según San Juan, BWV 245'), así como la de "Mabo maboe + Gigue de la quatrieme suite en mi bémol majeur pour violoncelle" (xilófono de Antoine Mba-Nguema, violonchelo de Vincent Segall), donde de nuevo la introducción -como sucede en muchas de las piezas del álbum- es un tradicional gabonés arreglado por Akendengué. "Bombe + Ruht wohl, ihr heiligen gebeine" incluye otra hermosa y barroca melodía de la 'Pasión según San Juan, BWV 245' con aderezo de percusión africana, pero fue "Pepa nzac gnon ma + Prélude de la partita pour violon N°3" el segundo de los cortes destacados del trabajo para su radiodifusión, presa de una excepcional vitalidad en las voces indígenas y en la interpretación del violín de Hervé Cavelier. Se alcanza así la mitad de la obra, que continúa por idénticos caminos de excelencia en los arreglos de estos dos grandes músicos tan alejados culturalmente pero perfectamente integrados por el lenguaje universal de la música. El camino, por ejemplo, se desplaza por momentos hacia ambos extremos con una alocada sensibilidad en "Mamoudo na sakka baya boudouma ngombi + Prélude N°14 BWV 883", es profundamente occidental en "Agnus dei" o "Was mir behagt, ist nur die muntre jagd", africano en "Ikoukou", y nuevamente mixto en "Okoukoue + Cantate 147". En "Inongo + Invention á 3 en ré majeur BWV 789" se escucha junto al órgano de Osvaldo Caló una sorprendente interpretación de Yvon Kassa al arco musical, palo de madera flexible, con un cordón tenso de extremo a extremo, generalmente de metal, que derivó como instrumento tras ser sencillamente un arco para cazar. Para concluir llega celestialmente a nuestros oídos, más reconocible que al principio del disco, la famosa "Cantate 147, Jésus que ma joie demeure". "Lambarena (Bach to Africa)", que nos deja preguntas sin respuesta acerca de dónde están las fronteras musicales o cómo podemos decidir lo que es superior o inferior, fue interpretado en directo en el Festival de Marsella.
Autodidacta, especializado en folclore (no se centró en la música clásica hasta bien entrada la cuarentena) y enfrentado continuamente a los músicos clásicos puros, Hughes de Courson afirma que le llaman loco en cada paso que da, venda o no venda, sea popular o no. A este músico galo le interesaba más la gente que la música, y disfrutó enormemente de un proyecto del que pensaba vender unos pocos miles de discos. El éxito, sin embargo, fue mucho mayor, y las 300.000 copias vendidas le abrieron las puertas para sus nuevas ideas, que consistieron en fusionar Mozart con Egipto ("Mozart in Egypt"), Vivaldi con la música irlandesa ("O' stravaganza"), lo medieval con la modernidad ("Lux obscura") o un proyecto titulado "Songs of innocence" centrado en las músicas infantiles del mundo, que sólo tuvo un cierto éxito en España gracias a la canción de Tomás Gubitsch "Toma que toma". Ninguno de estos caminos superó a "Lambarena", donde Hughes de Courson y Pierre Akendengué fundían dos concepciones musicales totalmente distintas, voces negras con operísticas, percusión africana con instrumentos orquestales, la esencia del Bach que amaba Schweitzer con el folclore de Gabón donde instaló su Hospital. El resultado de este ambicioso proyecto es sorprendente, incluso edificante, pues nos descubre una historia tan interesante como poco conocida, la del médico y filántropo Albert Schweitzer.
29.11.21
THE CHIEFTAINS:
"4"
17.11.21
BRENDAN PERRY:
"Ark"
9.11.21
MOBY:
"I like to score"
29.10.21
NATACHA ATLAS:
"Diaspora"
Desde comienzos de la década de los 90, el estilo conocido como ethno-techno fue considerado como una manera en bastantes ocasiones muy digna y perfectamente audible de entrelazar las raíces culturales de determinados pueblos no occidentales con la cultura de baile y de rave occidental, dualidad presentada en la mayoría de las ocasiones en un suave envoltorio de rock y pop, originando una multiculturalidad que en casos como los de Deep Forest, Asian Dub Foundation, Banco de Gaia o Afro Celt Sound System ha logrado un extraordinario y merecido éxito popular. Transglobal Underground, banda británica liderada por Tim Whelan y Hamilton Lee, también exploraba por esos caminos desde antes de 1993 (cuando publicaron su primer álbum, "Dream of 100 nations"), con la presencia de una singular vocalista llamada Natacha Atlas en sus primeros discos, una voluptuosa joven que muy pronto iba a convertirse en diva de lo exótico.
Natacha Atlas es un collage viviente de culturas e influencias. Nacida en Bélgica de padre egipcio y madre inglesa, y criada en Londres, en sus viajes a Egipto y Grecia se dejó influir por las músicas de aquellas culturas, en las que también hubo pioneros con atisbos electrónicos, como el egipcio Omar Khorshid, anticipo de nuevos sonidos en la música árabe. Su llegada a Transglobal Underground vino precedida de varias colaboraciones con el bajista Jah Wobble y el guitarrista Daniel Ash, pero en el conjunto londinense encontró la llave de su carrera futura, cuyo rumbo en solitario empezó con "Diaspora" en 1995, publicado por el mismo multicultural sello que publicaba a los Transglobal Underground, Nation Records. No es baladí que en la elegante portada de este trabajo -así como en el videoclip de su canción principal- aparezca vestida como una moderna Cleopatra, pues con su música intenta unificar oriente y occidente, como la gobernante egipcia quiso hacerlo culturalmente antes del nacimiento de Cristo. Nueve canciones en árabe y tres versiones remezcladas de las mismas pueblan el disco, composiciones de Natacha Atlas, Count Dubulah, Hamid ManTu y Attiah Ahlan, con alguna incorporación de Neil Sparkes o Larry Whelan, pero con la cantante en el corazón de cada uno de los temas. "Iskanderia" era el primero de ellos, una intro que es ya una inmersión eficaz en el mundo árabe, una fiesta que nos proporciona ritmos y sabores de mundos exóticos. "Leysh nat' arak" fue la canción más importante y radiada del álbum, un pegadizo y rotundo segundo sencillo que llama a la paz entre los pueblos, pues está inspirada en los tristes conflictos étnicos y religiosos de países como Israel, Palestina, Irak o Yugoslavia. Natacha busca además respuestas sobre la emigración de su familia hacia Bélgica. El primer sencillo y anticipo del disco en 1994 fue, sin embargo, la última de las canciones propiamente dichas, un buen broche final titulado "Dub yalil", canto de de amor a Allah y a un islamismo que Natacha comenzaba a profesar y que demostraba con la inclusión a comienzo de la canción de una llamada a la oración sobre ritmos dub y trip hop, de manera algo más adormecedora que en cortes anteriores, por ejemplo en "Diaspora", con su gran comienzo ambiental sobre el que se asienta con dulzura la voz de Natacha, complementada con otra masculina, de Neil Sparkes, que eleva las prestaciones de la pieza hacia ese terreno cercano al trip hop tan adictivo, el de una gran canción, subyugante, que ni siquiera fue single del disco. Sí lo fueron, concretamente tercer y cuarto sencillos, "Duden" (intento suave y envolvente de construcción con asomos modernos de ethno beat e incluso new age en una instrumentación que incluye violín, y profundidad en el melifluo tratamiento vocal, con un resultado fabuloso, como lo es realmente todo el trabajo) y "Yalla chant" (más rítmica y bailable -ella también ejecuta en sus directos bailes de bellydance, la popular danza del vientre-, que se deja escuchar con interés aunque no provengas de la península arábiga). Entretanto, "Alhambra part 1" es una especie de puente instrumental donde se aúnan clarinete y oud (ese laúd árabe que aporta un sonido identificativo al trabajo), y "Feres" y "Fun does not exist" son otras dos canciones de gran instrumentación y tratamientos avanzados de la temática árabe, con melodías acertadas y penetrantes, y resultados que incitan al movimiento. Para completar el disco, remixes de "Iskanderia", "Diaspora" y "Fun does not exist". Aunque Natacha no se adentra especialmente en el erotismo oriental, sí que rezuma pasión y sensualidad en sus interpretaciones, y en su directo, más serio que el de Transglobal Underground (calificado como extravagante y dramático), ella acostumbra a llevar un vestuario acorde con la música árabe, incluso ejecutando movimientos de la mencionada danza del vientre. "Con Transglobal el público que venía a vernos era básicamente rock -decía-. En mi carrera en solitario he llegado a otro tipo de público, que podemos definir como menos convencional".
"Un brillante encuentro entre la música norteafricana y los sonidos de baile de Occidente a cargo de la cantante de Transglobal Underground", afirmaba su compañía discográfica, en esa Inglaterra que acogió unas fusiones soberbias de tradición asiática y árabe con música dance, acercándose también al raï y al sonido bhangra. Como productores, su propio grupo afirmaba en su web que "Diaspora" es más o menos un álbum no oficial de Transglobal Underground, basado en la formación en vivo de la época, con el protagonismo especial de Neil Sparkes y Larry Whelan. Esta producción atrevida se mantuvo en parte dos años después en "Halim" (más interesado en las raíces árabes -inspirado, de hecho, en el cantante egipcio Abdel Halim Hafez-) y posteriormente en el despegue internacional definitivo, en 1999, con "Gedida", para irse diluyendo con "Ayeshteni", ser testimonial (solamente un tema, "Janamaan") en 2003 en "Something dangerous" y algo más activa en 2006 con "Mish maoul", cuando Neil Sparkes y Nick Page -con el pseudónimo de Count Dubulah- se hacían llamar Temple of Sound. A partir de ahí, como ya había sucedido en sus últimos trabajos hasta la fecha, Natacha ha continuado su exitosa carrera hasta la actualidad con un nutrido número de productores, incluida ella misma.
19.10.21
RIOPY:
"Riopy"
9.10.21
LIAM O'FLYNN:
"The given note"
28.9.21
WILLIAM ELLWOOD:
"Openings"
17.9.21
ASHRA:
"New Age on Earth"
3.9.21
NICHOLAS GUNN:
"The sacred fire"
21.8.21
XOSÉ MANUEL BUDIÑO:
"Paralaia"
Gaitero nacido en Moaña (Pontevedra), Xosé Manuel Budiño es uno de esos músicos asociados al folclore gallego que a finales del siglo XX llegó de golpe a los circuitos de músicas del mundo y demás corrientes asociadas a la conocida como nueva era. Su trayectoria había sido discreta (una banda de gaitas llamada Semente Nova y el grupo efímero Fol de Niu), pero fue avanzando en sus propósitos hasta irrumpir en el panorama nacional en solitario con cierta cautela, como si pensara que su propuesta musical no fuera a ser tomada en serio entre otros gaiteros tan populares y tremendamente exitosos como Carlos Núñez o Hevia, amén de bandas folclóricas en alza de la misma zona geográfica como Luar na Lubre o Berrogüetto, o grupos de siempre como Milladoiro. Su nombre caló hondo, sin embargo, en una audiencia que continuaba aceptando auténticas muestras de tradición, productos sinceros y bien realizados como el que Xosé Manuel Budiño ofrecía en ese su primer trabajo, de título "Paralaia".
Escribe en el libreto del álbum el escritor y político orensano X.L. Méndez Ferrín que con su virtuosismo y grandes amigos invitados, Budiño nos hace pisar territorios nunca antes visitados, y que esta música se asienta en el interior del pueblo gallego con profunda emoción, como la memoria de ese monte llamado Paralaia, que recoge leyendas de personajes mitológicos (mouras) y tesoros escondidos. Todo un tesoro fue este disco que llegó en 1998 de la mano de Resistencia, y que se había acabado de fraguar en el norte de Europa. Jackie Molard y Söig Sibéril eran dos músicos bretones muy activos, que solían acudir a los festivales que cada verano se celebraban en Galicia. Así se labró Xosé Manuel el conocimiento y el valor para enseñarle a Jackie sus maquetas, y lo hizo en una visita a ambos músicos en Bretaña. Juntos, esa misma noche en casa de Söig, colocaron la semilla de "Paralaia", que acabó grabándose en Madrid con la producción de Budiño y Molard. Pocos sonidos pueden conducirnos a Galicia como lo hace el comienzo de este disco, la espléndida sonoridad de la gaita de Xosé Manuel arremete con fuerza en la melodía de "Paralaia", secundada enseguida por Jacky Molard (violín), Soïg Sibéril (guitarra), y el grupo de Budiño, compuesto por Leandro Deltell (percusión), Xan Hernandez (bajo), Pedro Pascual (bouzouki) y Xavier Díaz (acordeón). El monte Paralaia pertenece a la localidad natal del gaitero, Moaña, a él está dedicado el disco y de él recoge mucha de su fuerza y de sus historias, las de esa montaña que "respira el viento del Atlántico, y siempre es la primera vista que da la bienvenida a los emprendedores navegantes, y la última fuerza que les dice adiós cuando regresan al mar". "Cantar de Santa Sabiña" es un interludio vocal que deja clara la importancia de la tradición y de las voces de estilo antiguo en el trabajo, como la de Mercedes Peón, la gran cantante gallega que adapta en solitario este canto tradicional recogido en las aldeas. "Aire do cruceiro" parece en su comienzo una prolongación modernizada del canto anterior, de nuevo con Mercedes Peón y con la instrumentación completa. Repetirá Mercedes (a la que Budiño había conocido en un festival en Santiago cuando acudió con Fol de niu) muy al final del disco, en "O pateado", dejando el sitio a la música sin palabras en la mayoría de su minutaje. "Rapa bestas" es un nuevo acierto de un disco entretenido y muy estudiado, una pieza divertida, de apariencia festiva, como lo es esa tradición gallega (la más conocida es la de la de Sabucedo, también en Pontevedra) que consiste cada verano en curar a los caballos del monte y cortarles las crines: "Siguiendo los vientos que vienen de la noche -se cuenta en el libreto-, se puede ver el camino hacia las montañas donde los lobos y los caballos salvajes, verdaderos dueños de estas tierras, corren y hablan al ritmo de las panderetas en la oscuridad". Budiño sustituye aquí la gaita por una flauta irlandesa, el low whistle. Acto seguido, de nuevo las gaitas dominan "Lóstregos" con su sonido fuerte y desenfrenado, unión norteña de gaita gallega y trikitixa (con la enorme colaboración de Kepa Junkera), "que te transporta a nuevos paisajes". A Coruña es la siguiente parada del viaje, concretamente Cedeira y sus imponentes acantilados, conocidos como los acantilados de Herbeira, los de mayor cota sobre el nivel de mar de la Europa continental (613 metros de altura sobre el nivel del mar). Así, "Marcha de Breixo" es un aire lento que derrocha ternura, un arreglo de Budiño, Molard y Sibéril de una pieza tradicional dedicada al viento y el mar "de allí donde la gente recoge estos sonidos del fin del mundo, donde expresa sus ansiedades a través de una guitarra, un violín y una pipa". La gaita que utiliza aquí Xosé Manuel es una gaita irlandesa, como en la visita a la localidad pontevedresa de "A fonte da pedra", con su manantial milenario. Budiño vuelve a animar el disco en una composición propia (él firma en solitario la mitad de las doce piezas del disco), "Ardora", que habla de sus recuerdos de muñeiras y de gaiteros como Ricardo Portela. "Ardora" fue destacada por la SGAE como la mejor composición gallega en 1999. De nuevo aparece la triki de Kepa Junkera en un pequeño alalá (melodía montañesa gallega) titulado "Alalá da Vila Ortegán", un aire lento definido en el libreto como uno de esos alegres recuerdos que siempre nos hacen compañía. A Kepa le había conocido también en un festival en Lugo, y no dudó en ayudar al que enseguida se convirtió en su colega, y al que él mismo había ayudado en su inmenso trabajo "Bilbao 00:00h". A ritmo de animada jota se muestra la siguiente tonada, "Jotón Club", de Nacho Muñoz, explicada así: "Un viaje a Bretaña transformó esta jota entre platos de comida y botellas de buen vino, con un sabor único que reflejaba la compañía de la guitarra de Soïg y del violín de Jacky". "Santa Compaña" es el final donde la gaita se va, en la solitario, con esa presencia fantasmal: "Aparece mágicamente y susurra una historia misteriosa. Uno parece ver en el tiempo una canción lejana de letras extrañas, una canción vengativa que se expande en el tiempo".
Tras el éxito del gaitero asturiano José Ángel Hevia con "Tierra de nadie" a finales de los 90, se lamentaba ese humilde asturiano de que, además de Carlos Núñez, Kepa Junkera, Luar na Lubre o él mismo hubieran conseguido el objetivo del reconocimiento, otros currantes de las músicas folk y tradicionales españolas no lo hubieran logrado aún, y entre ellos destacaba el nombre de Xosé Manuel Budiño. No tardó en asomar su figura por radios y revistas, y "Paralaia" encontró el agradecimiento de la crítica y de la audiencia. Se trata de un trabajo muy completo, que no se centra exclusivamente en la gaita sino que se hunde en siglos de tradición para beneficio de su patria y del público de este gallego que afirma que la chispa de su expresión musical es inexplicable, "te sale sin más", y que ha continuado ofreciendo muestras de su calidad en trabajos como "Arredor", "Zume de terra", "Sotaque" o "Fulgor". Además, "Paralaia" fue reeditado en una edición especial remasterizada en formato libro-disco ilustrado por Ana Zon, con motivo de su vigésimo aniversario.