22.6.08

BILL DOUGLAS:
"Cantilena"


En la amplia carrera musical del canadiense Bill Douglas, el final de la década de los 80 marcó el comienzo de su trayectoria más cercana a la conocida como música new age. La publicación de su trabajo "Jewel lake" por parte del sello Hearts of Space supuso que rock, jazz o música clásica (sus anteriores 'modos de vida') se convirtieran en influencias esenciales para inaugurar una ecléctica forma de componer y grabar, ya que en su versátil inspiración entraron de lleno la música celta de sus antepasados, las músicas del mundo y la música coral, originando un extraño crossover muy bien cohesionado. El resultado se benefició extraordinariamente de la sensibilidad y alegría de su autor, este teclista y fagotista natural de Ontario que abrazó el budismo no sólo como religión sino como una forma de vida a través de la cual ofrecer a sus oyentes todo un mundo de sentimientos. La continuación del soberbio "Jewel lake" fue otra colorida y estupenda obra de similares características, titulada "Cantilena", y publicada en 1990 también por Hearts of Space.

En el propio título del nuevo álbum se atisbaba otra de las influencias de este compositor, la poesía, ya que una definición de 'cantilena' es "copla, composición poética breve, generalmente para ser cantada" (en el libreto traducido del disco -editado en España por Lyricon, de la compañía Sonifolk- se define también como "melodía vocal o instrumental de cualidades muy líricas y cantables"). "En los años 80 y 90, mi amor por la poesía inglesa floreció. Mis favoritos fueron Yeats, Shakespeare, William Blake, Shelley, Keats, Coleridge y Dylan Thomas", confesaba el canadiense- En discos posteriores Bill Douglas manifestará un exacerbado romanticismo centrado en ese profundo aprecio y admiración que profesaba a esos grandes maestros de la poesía, y mientras tanto, en "Cantilena", el tributo de Douglas es a William Butler Yeats, presente por su poema "The lake isle of innisfree", cantado de manera melodiosamente perfecta por Jane Grimes -que ya colaboró en "Jewel Lake" en una canción de parecida factura, "Deep peace"-, constituyendo una de las cumbres de calmada belleza del álbum, como ya lo fuera una primera aproximación instrumental en aquel primer disco, titulada simplemente "Innisfree". El músico habla así de su proceso de composición: "Leí el poema varias veces hasta que surgió un ritmo natural para las palabras que funcionaría bien en un entorno musical similar a una canción popular. Luego canté las palabras hasta que surgió una melodía que me conmovió y realzó la belleza de las palabras y me satisfizo formalmente". Una de las escasas diferencias entre los dos primeros trabajos de Bill Douglas es la presencia en "Cantilena" de un instrumento básico para Bill, del que extrañamente prescindió en "Jewel lake", el clarinete (en aquel trabajo utilizó prioritariamente el oboe). Y aunque uno de los grandes amigos de Bill Douglas sea el virtuoso clarinetista Richard Stoltzman, es Bill Jackson el que aquí lo ejecuta de manera melosa y también brillante, formando junto al fagot (que interpreta el propio Douglas) un dúo impactante en cuanto a los vientos, aunque sólo coincidan en el último y vaporoso tema, "Child". El teclado, simplemente hermoso y, cómo no, poético, es el complemento ideal (incluso el piano casi en solitario, como en "Tara"), junto a las percusiones (Geoff Johns y John Galm) y otra instrumentación algo más esporádica; por ejemplo las flautas (a cargo de Anne Stackpole) asoman en las melodías típicamente celtas, una de las maravillosas reminiscencias del autor, que plasma en cada uno de sus trabajos (aquí el propio comienzo del álbum se le adjudica a la danza irlandesa, altiva y pegadiza, de título "Diamond dance", y otra pieza animada, también afortunada es "Leap!"), y no tan amable, pero siempre poderoso y agradecido, también se puede escuchar el violonchelo de David Lockington (en esa poesía de evanescencias antiguas que es "Earth prayer" o en la emotiva "Elegy (for dad)" -dedicada a su padre, Les Douglas, fallecido unos meses antes de la publicación del álbum-). 

Dice Douglas que su música es una combinación de alegría y tristeza. De esta manera vuelve a mostrar en "Cantilena" estas dos facetas de forma alterna, las rítmicas y animadas danzas celtas que invitan al baile ("Diamond dance", "Leap!"), con los temas más dulces y tranquilos, baladas que emanan una atrayente melancolía ("Love song" -delicada muestra de música de los sueños, que "se gestó en un seminario budista durante el cual los acordes llegaron a mi mente y no pude dejar de pensar el ellos"- o "Sacred wood" con la compañía del fagot, y "Farther than the stars" o "Earth prayer" con la del clarinete -en las que la ambientalidad nos envuelve-). Inspirado por la naturaleza y apasionado por la vida y la música, es precisamente en estos dos primeros discos publicados por Heart of Space (su mandamás, Stephen Hill, colabora en la co-producción y diseño de la portada) donde comienza su flirteo con la musicoterapia, disciplina curativa en la que seguirá alcanzando altas cotas con los años. Los beneficiados de su labor somos todos los que disfrutamos con su música.

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17.6.08

DAVID PEÑA DORANTES:
"Orobroy"

Visto de lejos, parece que el flamenco esté exclusivamente reservado en cuanto a su realización por gente de etnia gitana y localización andaluza, pues sólo ellos logran otorgar el sentimiento adecuado y gozan de una innegable tradición, es decir, que lo llevan en la sangre. El disfrute puede generalizarse más si se logra una adaptación, una valiente fusión de este estilo con otras líneas musicales que, lejos de corromper la esencia del flamenco, lo complementan y contribuyen a una necesaria expansión. Según los puristas, es un desastre para este tipo de música. Para muchos otros, el flamenco gana así en matices, personalidad, y llega a un mayor segmento de mercado. Como para hablar de flamenco y saber admirarlo y comprenderlo hay otros caminos, me voy a centrar aquí en esa maravillosa fusión que con el clasicismo realizó uno de esos personajes que no sólo hacen de su vida el flamenco merced a sus antecedentes familiares sino que lo acogen con valentía y apertura de miras para así disfrute del que, como yo mismo, no sabe, puede o quiere, entender la auténtica alma del flamenco: David Peña Dorantes, hijo de Pedro Peña, sobrino de El Lebrijano y nieto de La Perrata -hermana del gran Perrate de Utrera-. "Orobroy" es un paseo por la vida de David Peña en nueve composiciones (una de las cuales, "Abuela Perrata", la compuso a los doce años), fruto conjunto y equilibrado de su propia tradición y de sus estudios en el conservatorio. Dorantes demuestra que el piano puede sonar tan genuinamente flamenco como la guitarra, instrumento del cual no presenta ni una sola nota. Además del piano, la carga melódica la desarrollan eficazmente violines, violas, violonchelos y contrabajos, apareciendo como tercer grupo de instrumentación esencial la percusión, tan típicamente flamenca como tablas, cajón o palmas, junto a pandereta, bongo, cencerro o batería (destaca la aportación de un nombre tan ilustre como Tino di Geraldo).
La timidez natural de Dorantes se evidencia si comprobamos que es a solas con su piano cuando más disfruta expresándose ("Oleaítas, mare"), o cuando éste se presenta semidesnudo, con el arropo de las percusiones en "Ventanales" y "Gañanía", o con un acompañamiento tan auténtico como la voz de su padre, Paco Peña, en "Silencio de patriarca". Sin embargo son las cuerdas las que diferencian definitivamente el trabajo y lo elevan a una categoría superior, entre el flamenco y la música de cámara, por lo que el oyente no amante del flamenco más puro le van a convencer especialmente los cinco temas que restan por comentar: "Semblanzas de un río" como maravillosa y sorprendente introducción entre contemporánea y folclórica, a ritmo frenético por la orilla de un río nada tranquilo; "Abuela Perrata", emotiva composición dedicada a su abuela, donde violonchelo y violín arrancan gran parte del protagonismo al piano; "Gallardó", rítmica canción de melodía pegadiza y evocación salsera. Para finalizar este recorrido, y como ejemplos de momentos sublimes del disco en cuanto a su intención de llevar el flamenco más allá de su camino natural, dotados además de una sorprendente emotividad, tenemos el tema que titula al trabajo, "Orobroy", una belleza de difícil descripción cantada en caló por un coro de niñas gitanas, y la preciosa "Nana de los luceros", cantada por la tía de Dorantes, Inés Bacán. Y como mucho de este trabajo es familiar, es el hermano de David, Pedro María Peña, el que dirige y realiza la producción del disco para EMI-Ódeón. La publicación corrió a cargo de Chrysalis en 1998.
El flamenco es una música viva que como tal no ha sido ajena a numerosas tendencias (ahí tenemos a Pata Negra, Ketama, Enrique Morente, El Cigala, Chambao, Ojos de brujo, Martirio, Chano Domínguez...), originando el flamenco fusión, que junto al 'nuevo flamenco' con el que llevan tiempo triunfando Vicente Amigo, Jorge Pardo, Estrella Morente, José Mercé o Ginesa Ortega, popularizan notablemente este tipo de música y la dotan de una calidad con aires modernos, los mismos que intenta acercar David Peña Dorantes a esta música de siempre llamada flamenco, que no puede verse libre de evolucionar con el tiempo, el mismo que ha contribuído a realzar su mito y ha visto nacer a sus grandes figuras. "Orobroy", que en caló significa 'pensamiento', es un muy buen disco para ese público abierto a nuevas formas de expresión, que considera difícil y fuera de su entendimiento la pureza en su grado más extremo. Junto a su educación de conservatorio, Dorantes absorbió el espíritu flamenco familiar, en un evidente orgullo de raza, cuya culminación es el texto de la canción "Orobroy": "Cuando escucho la vieja voz de mi sangre, que canta y llora recordando pasados siglos de horror, siento a Dios que perfuma mi alma, y en el mundo voy sembrando rosas en vez de dolor".

9.6.08

FRANK FISCHER:
"Gone with the wind"


En 1978 el conocido sintesista alemán Klaus Schulze fundó el sello Innovative Communication para dar a conocer las ideas de nuevos músicos que, además de ver publicados sus discos se beneficiaban del nombre de un Schulze que realmente estaba siendo cuestionado en esa época. De tumultuosa existencia (Klaus vendió la compañía tras las catastróficas decisiones que había llevado a cabo su socio, Mark Sakautzky), pero favorecida por el interés creciente hacia esas nuevas tecnologías musicales que intentaban abrir nuevas fronteras musicales, Innovative Communication vio pasar por sus filas a variopintos sintesistas y bandas que aún son recordadas por el público. Entre su catálogo, se coló un bajista y teclista, el alemán Frank Fischer, que entre una discografía con dispar fortuna inspirada principalmente en sus viajes, logró que se le recordara gracias a un conocido café ubicado en Ibiza.

Innovative Communication publicó la primera referencia de Fischer en solitario, "Gone with the wind", en 1989. Este trabajo, nos dice Lara López en la edición española del álbum, "convierte a Frank Fischer en uno de esos músicos preocupados por encontrar algo más que ritmos machacados, proponiendo una atmósfera cargada de sugerencias, temas melódicos en los que la electrónica pasa a convertirse en un elemento cálido y apacible". Su primer corte y tema principal del álbum, "Cafe del mar", desveló sin ninguna duda cual había sido la inspiración de este artista, pues este rincón de Ibiza era ya un sitio emblemático no sólo en la isla sino mucho más allá. Inaugurado en 1980, su disposición, diseño y temática le hicieron ser visitado por cualquier famoso que anidara temporal o permanentemente en la ínsula balear, como Jon Anderson, Frank Zappa, Mick Jagger o Mike Oldfield. Sus famosas puestas de sol fueron reflejadas en este disco por Frank Fischer, logrando uno de esos temas perfectos, relajante pero adictivo, de eterno recuerdo por su inspiración, desarrollo y sentimiento, para guardar en la memoria y rescatar de poco en poco. A partir de aquí, composiciones de una maravillosa simpleza en cuyo desarrollo encontramos el alma que puede dar vida a un disco y diferenciarlo de otras obras menores. Por ejemplo "La isla Vedra" (esa formación rocosa ibicenca que años después veríamos desde la portada del "Voyager" de Mike Oldfield) es una bonita composición con fondo tecnológico que deja jugar al bajo -utilizado como guitarra- en su papel principal, cuyo carácter rústico no resta encanto a una sencilla melodía que se anticipa en mucho al chill out. En "Gone with the wind", el saxo aporta su indiscutible calidez a una pieza ambiental, un tema muy recogido y sensible en un desarrollo similar al tema anterior (de nuevo se demuestra la habilidad como bajista de Fischer tañendo dicho instrumento como una guitarra), aderezada además del saxo con una lejana percusión de campanas (que tendrán su papel protagonista en "Wedding bells"). Para relajarse y disfrutar. "The torture never ends" engancha por su mayor movilidad y desarrollo misterioso, donde de nuevo un estupendo bajo se une al rugiente saxo, a la percusión de bongos y a los efectos de teclado. Es esa combinación la que continúa dominando el trabajo sin salirse del sendero calmado por el que discurría, sin alardes (de hecho se atraviesa algún tramo más monótono) pero sin extravagancias. Frank Fischer quizá no mantenga el nivel de los primeros temas pero no cansa ni busca el relleno de sonidos para enmascarar una posible falta de ideas, más bien hay una cierta desaturación que consigue su propósito de calma y belleza, desde la soleada, casi tropical, "Over seven seas", a demostraciones con las cuatro cuerdas -"Walking with the King"- o pequeños cuentos como "Good morning" o su sugerente continuación, "Silver linnings". Al final, dos cortes más adecuados para radio de la soberbia "Cafe del Mar" y la pegadiza "Gone with the wind" culminan el disco con buen sabor de boca. Fischer interpreta bajo, teclados y percusión sampleada, Büdi Siebert saxo, flauta y virimbas, y Kristian Vogelberg los bongos. Amén de otras inclusiones en recopilatorios (como la del 20 aniversario del Café del Mar), o versiones como la de Nacho Sotomayor, en 1991, el recopilatorio español "Música sin fronteras" contribuyó notablemente a que "Cafe del Mar", el tema estrella de este álbum de difícil busqueda, llegara a nuestros hogares, al incluirlo en su primer volumen.

Nacido en 1949 en Göppingen, al sur de Alemania, su relación con la música comenzó en la escuela, donde comenzó a tocar la trompeta. La guitarra eléctrica fue el siguiente paso, para unirse en su adolescencia a bandas beat, y acabar tocando el bajo en el grupo de rock-jazz Puppenhaus, donde coincidió con su amigo Büdi Siebert. A partir de ahí, diversas bandas de rock y jazz le llevaron a tener una cierta estabilidad económica y emocional, para poder componer sus propias melodías, que grabó en primera instancia -la época más popular, merced a composiciones como "Cafe del Mar"- para Innovative Communication. Posteriormente, y sin olvidarse de sus propios álbumes, ha estado de gira con músicos tan importantes como Lou Reed. Fischer encontró su lugar de inspiración especialmente en los paisajes desérticos del suroeste de los Estados Unidos y de Australia. Él mismo cuenta en su web que le gusta retirarse de vez en cuando a estos lugares mágicos y tranquilos, donde recoge la fuerza para volver a componer en su estudio de Hamburgo y, deduciendo de sus palabras, 'expresar esos paisajes en su música, para que los oyentes se pierdan en emocionantes paisajes sonoros'. "Gone with the wind" no se trata de un disco indispensable, pero este punto álgido en la carrera de su autor sí que contiene una de esas composiciones mágicas que sólo surgen muy de vez en cuando, la muy especial y elevadora "Cafe del Mar", de escucha obligada.

1.6.08

VANGELIS:
"Blade Runner"

Es indudable que la música que acompaña a una película influye notablemente en su carácter, siendo parte imprescindible del éxito o fracaso de la misma. De hecho lo que se busca en la creación artística es que sea imposible desligar imágenes y música, logrando una conjunción perfecta entre todos los elementos implicados para conseguir reflejar la realidad o la pura ficción de manera más verosímil. El caso de "Blade Runner" es de esos en los que música y film se dan la mano en un alarde de calidad y de simbiosis, una convivencia en la que las dos artes han gozado de mutuo beneficio: difícilmente se puede rememorar la imagen de la Tyrell Corporation sin las notas evocadoras de Vangelis, así como no podemos dejar de recordar al 'blade runner' Deckard (Harrison Ford) o al replicante Batty (Rutger Hauer) al escuchar momentos importantes de esta banda sonora. Sólo un año después del enorme éxito de "Chariots of Fire" -y tras descartar los productores al veterano pero todavía en forma Jerry Goldsmith-, Evangelos Papathanassiou acometió la composición de la música para esta ambiciosa película dirigida por Ridley Scott y basada en la novela de Philip K. Dick '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?', una música que tardó más de una década en publicarse (lo hizo EastWest en 1994), para desesperación de los fieles seguidores del griego, de los degustadores de bandas sonoras, y de muchos espectadores que salieron del cine impactados por el glorioso tándem entre imagen y soundtrack.

Vangelis y Scott se habían conocido años atrás gracias a un anuncio para la firma Chanel, pero realmente parecía inevitable que estos genios acabaran haciendo juntos algo especial. La grandeza del sonido de Vangelis en este film reside en saber combinar la estética robótica con el ambiente retro, decadente, al que ha llegado la especie del futuro, la multiculturalidad unida a la corrupción, la desigualdad y la suciedad, moral y física, de una sociedad de grandes contrastes que Vangelis intenta expresar en su música a través de una interesante fusión de estilos. Blues y jazz en un entorno electrónico y marcadamente ambiental es la atrevida propuesta del griego, que acierta de pleno al retratar, entre sus características notas cristalinas cercanas a un mundo sintético, la humanidad venida a menos de la clase desfavorecida en base a un escarbado (aunque no excesivamente profundo) folclorismo. Todo ello con la deliciosa envoltura electrónica en la que se respira un romanticismo artificial (tanto como la historia de amor entre una replicante y un 'blade runner') pero a la vez tan humano. Paladeado el resultado final, parece que los teclados de Vangelis fueron tan extraordinariamente adecuados para expresar esa situación, como la imaginería visual de Ridley Scott lo fue para mostrarnos esas imágenes futuras. Los famosos estudios Nemo de Vangelis en Londres acogieron a contrarreloj una grabación difícil técnicamente, un despliegue de medios al servicio del griego, que a sus teclados (con el Yamaha CS80 al frente, otorgándole su sonido más característico) añadió elementos gratamente recordados como el saxo tenor del británico Dick Morrissey o las voces de Mary Hopkin (en la celestial "Rachel's Song"), Don Percival (en "One More Kiss, Dear", recordada y acertadísima composición de un sorprendente estilo antiguo que casa perfectamente con la decadente ambientación general del más clásico cine negro) y su primo, Demis Roussos (en la étnica "Tales of the Future"). Es una maravilla poder escuchar limpiamente doce años después una música de títulos de crédito tan tecnológicamente bella como poderosa, que no desmerecía a las deslumbrantes imágenes que paseaban por la pantalla en esta película avanzada; no hay que dejar de observar, sin embargo, que la versión íntegra de estos "Main Titles" no se recoge en este CD, sino en el futuro recopilatorio "The Collection". Dulces texturas enriquecen otras composiciones, dándose además el extraño caso -tal vez por culpa de las premuras temporales- de que uno de los temas, “Memories of Green”, hubiera aparecido con anterioridad en el disco "See You Later". Al verdadero degustador de estas atmósferas no le importa, de hecho agradece, escuchar diálogos del film intercalados en alguno de los cortes, como el segundo del álbum, "Blush Response", presa de un poderoso clímax repetitivo, un "Tears in Rain" que merece comentario aparte, o en "Wait for Me", con la primera aparición del halo urbano del saxo sobre la futura atmósfera insalubre. Poética se presenta "Rachel's Song" -un corte descartado para la película, tal vez por ser demasiado celestial, rescatado con buen ojo por Vangelis-, con ritmo andante y voz atrayente, pero combinando ambas vertientes, entre lo romántico y lo urbano, nos encontramos con "Love Theme", una tema de amor de alto voltaje y sensualidad con un exquisito saxo, en el que Vangelis se muestra como un auténtico prodigio, ofreciendo un corte magistral, uno de los grandes hitos de su carrera. No es el único en este poderoso soundtrack, "Blade Runner (End Titles)" es posiblemente uno de los temas más recordados de Vangelis, por su genialidad, espectacularidad, y la masiva utilización en radio y televisión de esta soberbia melodía acompañada de futuristas efectos de sonido. Y tal vez no tan difundido, pero si hablamos de uno de los momentos más emblemáticos de la película y de este trabajo, unos minutos de esos que pueden convertir algo bueno en sencillamente imprescindible, tenemos que detenernos en "Tears in Rain" -el corte final del álbum-, momento definitivo y verdaderamente emotivo de la cinta, cuando movido por un gesto de maravillosa compasión, el cruel Batty salva la vida de Deckard y proclama este recordado testamento final: "He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia". Una de las frases cinematográficas más famosas, que en conjunción con la lenta cadencia de notas luminosas de Vangelis, concluyen el trabajo de forma magistral, un disco de por sí espectacular que, como la película de Ridley Scott, permanecerá eternamente en las retinas de los aficionados al cine y la música.

La polémica siempre ha estado presente en esta grabación, que por causas difícilmente explicables no fue editada de manera oficial por Vangelis hasta doce años después del estreno de la película. Los que, maravillados, quisieron comprar el disco en la época, se encontraron con una adaptación orquestal de la New American Orchestra. El recopilatorio de 1989 "Themes" parecía adelantar una futura grabación oficial, al incluir los famosos "End Titles" y "Love Theme", pero aún habría que esperar unos años, mientras se iban sucediendo las versiones piratas de la BSO. Por si fuera poco, la publicación del disco oficial, totalmente regrabado, desencadenó en no pocas críticas de los seguidores del músico griego por determinadas ausencias de composiciones emblemáticas, así como por la presencia de otras totalmente nuevas. Para solucionar de algún modo esta situación, y coincidiendo con el 25 aniversario del film, "Blade Runner Trilogy" fue un bonito pack de tres CDs publicado en 2007 por Universal Music, con el CD original, uno de material presente en el metraje pero no incluido en el CD que se editó en 1994 -en la mayoría piezas muy atmosféricas, no especialmente atractivas por su ausencia de melodías típicas de Vangelis-, y un tercero de música nueva, inspirada en "Blade Runner"; se trataba realmente de un objeto más de coleccionista que de consumo obligado. No se puede dejar de mencionar la poca visión de los productores de la continuación del film original, un "Blade Runner 2049" que tuvo más polémicas musicales que la no incorporación de Vangelis al proyecto, ya que un primer score del malogrado islandés Jóhann Jóhannsson fue descartado, siendo sustituido por, cómo no, Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch; el resultado, aceptable pero lejano a lo que posiblemente hubiera aportado un artista tan imprescindible como Vangelis, que encontró un sentido profundamente hermoso a los paisajes de luces, rascacielos y lluvia ácida del futuro distópico ideado por Philip K. Dick.

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