30.7.11

SCHILLER:
"Zeitgeist"

No es difícil que ciertos músicos de prestigio asociados sin temor a etiquetas como nuevas músicas, new age o música cósmica utilicen para sus obras una cierta dosis de electrónica, que en ocasiones conlleva una carga rítmica superior a lo que muchos oyentes esperan encontrar en sus discos. Jarre, Oldfield o Enigma bien pueden formar parte del repertorio de determinados DJ's que busquen otro tipo de sonidos, más centrados en la fusión con elementos de world music y con una indudable línea de calidad que se mantiene en cualquiera de sus propuestas, algunas de las cuales han podido entrar en terrenos que se pueden denominar con otras etiquetas, por ejemplo la música dance o algo más allá, la música trance. Christopher von Deylen es uno de los nombres de calidad en cuanto a este tipo de música, un alemán que junto a Mirko von Schlieffen creó el grupo Schiller en 1998. Hay que matizar que el de Schiller es un trance étnico (con claros ecos del sonido de Enigma), incluso melódico (al estilo de Robert Miles), y bastante suave en sus composiciones más rotundas, en absoluto progresivo. Tecno, house, ambient y, por qué no, new age, han acabado marcando una línea electrónica de calidad que por momentos relaja y en otros enciende los ánimos. Como ya lo fuera del krautrock, Alemania -el país de origen de otras potentes bandas electrónicas como Kraftwerk y Tangerine Dream, por no hablar del ultrareferenciado Klaus Schulze- fue la cuna principal de este estilo, que ha evolucionado -generalmente mal- con el tiempo, pero que ha dejado pequeños ejemplos, como el de Schiller, de grupos que pueden derribar fronteras y gustar por igual a los que buscan relax o diversión.

"Die glockenspiel" fue la canción que, incluso antes de completar un primer álbum, dió comienzo a esta historia, e incluso originó el nombre del grupo, ya que "Die glocke" (la campana) es un poema del dramaturgo alemán Friedrich Schiller. Intentando inventar una nueva música electrónica, estos dos artistas fundaron el sello Zeitgeist y publicaron con ese mismo título su primer disco en 1999, con un éxito que no se hizo esperar. El inicio es atrayente, con una voz sugerente como surgida de un método para aprender alemán, algo que va a convertirse en un clásico en los discos de Schiller. "Der anfang" nos plantea un viaje que parece más relajante de lo que realmente va a acabar resultando, si bien el planteamiento del siguiente corte, "Glück und erfüllung", con su ritmo percusivo constante y notas alargadas evocativas de guitarra, de carácter desértico, invita a cerrar los ojos y dejarse llevar hacia otros territorios. Ante las atmósferas presentadas, indudablemente viene a la cabeza el grupo Enigma, impresión que se ve reforzada con la voz de presentación, el teclado simulando una flauta y la entrada de la percusión. Es en "Liebesschmerz" -segundo sencillo del trabajo- donde las intenciones se aclaran, los espíritus se abren al movimiento y el ritmo de las nuevas tendencias de baile electrónicas domina la mayor parte de esta impresionante primera obra del dúo, una verdadera demostración de que tecno, world music y new age pueden conjuntarse con éxito y acallar el eterno dilema de las fronteras de lo viejo y lo nuevo, lo antiguo y lo moderno, lo acústico y lo electrónico. Huyendo además de las facilidades, coexisten en el disco pasajes abstractos, ambientales ("Freiheit", en el que sonidos naturales y un teclado más relajante preceden a un bucle percusivo que vuelve a recordar claramente al que Enigma utilizó en su impactante primer trabajo, influencia a la que hay que unir el sonido aflautado, étnico, del teclado que marca la pieza) con momentos destinados a la cultura de club: tras la mencionada "Liebesschmerz" y una hipnótica muestra de sampleo de una voz melodiosa junto a una melodía movida, con atrevidos cambios de orientación y fondo machacón que no llega a molestar, de título "Das unbekannte reich", comienza la parte estrella del álbum, englobada en la tendencia discotequera que se respira desde el principio y que aquí encuentra su Everest, en especial con el primer sencillo del álbum, el mítico "Das glockenspiel". Enmascarada en las nuevas tendencias, "Körperbewegung" es una pieza delicada y romántica, más cercana a Robert Miles que a Paul Oakenfold, en un tono general impetuoso, pero siempre elegante. "Ruhe" -tercer sencillo- es otro de los temas estrella, conducido por un marcado bajo y notas repetitivas de guitarra (interpretados ambos por Thissy Thiers, curiosamente un antiguo colaborador de Michael Cretu, es decir, Enigma) que juegan con dos tipos de voces de acompañamiento, masculina y femenina. En este sentido, y aunque se escuchen interesantes voces, el trabajo es mayoritariamente instrumental, no así los álbumes posteriores, que incorporarán numerosos vocalistas invitados como Kim Sanders, Maya Saban, Sarah Brightman, Moya Brennan o incluso ana Torroja, que también había colaborado unos años antes con otro dúo de interesante interacción étnico-electrónica como Deep Forest.

"Zeitgeist" inaugura un particular mundo de magia en movimiento, de ritmo impulsado por las nuevas tendencias, el afán tecnológico que, bien encauzado, también puede decir mucho y atraer no sólo por el movimiento que inspira sino por lo que contiene, el encanto de la buena música de baile. Dejando aparte la música, es destacable lo cuidado de la presentación y diseño gráfico de toda la discografía de Schiller, cuyas portadas se basan siempre en pictogramas, lo cual no sólo los hace interesantes estilísticamente sino además fácilmente distinguibles. El pictograma seleccionado en "Zeitgeist" es un reloj (zeit en alemán significa tiempo), holográfico en algunas de las ediciones del álbum, que por lo general son numerosas. Por ejemplo, "Zeitgeist" podía encontrarse en su edición simple, doble (con un segundo CD de música non-stop titulado "Chill out mix") o triple (en una edición de Singapur con video-clips), y además dos años después se comercializó por parte de Radikal Records la edición norteamericana, con traducción de los títulos de las canciones y título general "Spirit of the age". Tras un segundo trabajo de título "Weltreise" el grupo se rompió, quedándose con el nombre de Schiller Christopher von Deylen, un tipo sencillo y discreto a pesar de ser, musicalmente hablando, una gran estrella. Desde Berlín continúa con esta propuesta que a pesar de su estética algo más dura de lo habitual para las nuevas músicas, tiene puntos en común dignos de ser escuchados y, por qué no, disfrutados.





17.7.11

SCOTT COSSU:
"Wind dance"

Gran parte de los aficionados a la música del sello Windham Hill recordarán con admiración los nombres de Will Ackerman, Alex de Grassi, George Winston o Michael Hedges, entre muchos otros. No serán tantos los seguidores de un pianista llamado Scott Cossu, un músico al que la mala suerte le visitó cuando, en el momento más álgido de su carrera, con sus discos cobrando importancia en el mundillo de la new age y el smooth jazz, buenas críticas y una gira mundial preparada, sufrió un lamentable accidente, un coche le atropelló en Los Angeles y sólo la cercanía a un centro médico salvó su vida tras un traumatismo craneoencefálico grave. Tras varios años de lucha, incluso con una cierta pérdida de memoria, al final Scott Cossu logró una maravillosa rehabilitación y continuó con su carrera, o más bien tuvo que labrarse un nuevo comienzo, en especial cuando la venta de Windham Hill le hizo acomodarse -tras un pequeño paso por Miramar- en el sello de Portland Alula Records.

Años antes, Cossu había recogido sus influencias en un trabajo titulado "Still moments", un disco íntimo para sus amigos y familiares que acabó publicado en 1980 por el sello de Seattle Music is Medicine (subsello de First American Records), que tuvo una calurosa acogida en la costa oeste y le hizo ser requerido para una buena cantidad de conciertos. Will Ackerman conoció a Cossu durante un evento en la universidad de Washington, y enseguida le propuso unirse a Windham Hill, lo que ocurrió el mismo día que también firmó el guitarrista Michael Hedges. Sin embargo fue el otro gran pianista de la compañía, George Winston, el que hizo buenas migas con Cossu, tanto como para realizar alguna gira juntos, e incluso para que solicitara producir el primer álbum de Scott para Windham Hill, el que supuso el disco número 16 de la compañía y que llevaba por título "Wind dance". 1981 fue su año de publicación, y enseguida se convirtió no sólo en una grata sorpresa sino incluso en un pequeño clásico, por su frescura, colorido y júbilo, con una importante base de un jazz muy ligero y melodioso, en combinación con pequeños rítmos étnicos, folkies y una lógica -por su formación- influencia clásica. El ingeniero de sonido iba a ser un Russell Bond que colaboraría años después en los mejores trabajos de Chris Spheeris. Al ser tan cercano a la etiqueta 'new age', nos encontramos ante un disco fácil de escuchar y muy agradable, compuesto en su mayoría por solos de piano, si bien el primer corte del disco, "Jamaica", es una rítmica y subyugante composición de inspiración caribeña, donde la base del atrayente piano se conjuga con la guitarra de Alex de Grassi y una interesante percusión de ida y venida, a cargo de Michael spiro y Paul Dunn, para conformar otra de las canciones emblema de Windham Hill. El chelo de Dan Reiter es el otro instrumento invitado, por ejemplo su quejido acompaña al piano en "Freija", una pieza más intimista, menos agradecida pero muy sentida, un alto en el camino que se sale por un momento del espíritu vitalista del resto del trabajo, esa alegría que se muestra también en la conjunción de instrumentos que lo culmina bajo el título de "Wind dance", piano, chelo y percusión en un entorno jovial y distendido, bailando con el viento cálido de tierras tropicales, una pieza bien construida en la que el chelo reclama momentos más tranquilos en una emocionante pugna con el piano rítmico. Es el colofón a un álbum sobresaliente y fácil de seguir en el que, como ya se ha dicho, predominan los solos de piano: "Demeter - Rejoicing" es una espléndida muestra en dos partes bien diferenciadas, pues tras un comienzo más bucólico, a los dos minutos torna en un pequeño remolino rítmico de fácil asimilación por su semejanza con el estilo de George Winston, en una tierra de nadie lejos de etiquetas. Y sin solución de continuidad, otro enorme clásico del autor y de la compañía, "Kinsa", un solo de piano de aparente complicación por su ritmo frenético, lo que consolida la enorme capacidad del Cossu intérprete. Más sencillos y calmados se presentan las dos composiciones restantes, en cierto modo románticas ("Purple mountain"), incluso cargadas de una cierta espiritualidad ("Almost like heaven"), para una sensación general cálida y acogedora, en aboluto neutra, más bien de un especial regocijo a lo largo de su escaso minutaje, lo cual no le impide recoger varios cortes de cierta enjundia, incluso algunos de ellos ejemplos ilustrativos de la new age más cercana al smooth jazz, el mismo estilo que siguió cultivando en sus próximas entregas, como un "Islands" publicado tres años después que contenía su gran éxito "Oristano sojourn".

Will Ackerman y Anne Robinson aseguraban que la música que editaban en Windham Hill era la que les gustaría escuchar en el salón de su casa. Su buen gusto, que ha perdurado durante décadas, era notable, y el nombre de Scott Cossu fue de los destacados en esa primera época de la compañía californiana. Gran nadador además de excepcional pianista, este músico que lucía en la fotografría de contraportada una frondosa melena y bigote, también aporta a sus composiciones un cierto tono divertido, hasta el punto de llamar a su música 'Heavy mental' o 'National Geographic cósmico'. Y aunque su carrera ha continuado por derroteros de reconocimiento, da que pensar que si aquel desafortunado accidente no hubiera cortado su progresión, tal vez estuviéramos hablando de otro mito de Windham Hill, a la altura de George Winston. No en vano, ahí estaban las comparaciones con Keith Jarrett y algunas críticas entusiastas que definían a este pianista de Ohio como "una de las luminarias del jazz del futuro". Vale la pena, con discos como "Wind dance", comprobar si tenían razón.