Solsticio de invierno
Solsticio de invierno es una exposición de mis discos favoritos de las Nuevas Músicas, un término paradójico (¿cómo llamar "nuevo" a algo que puede llevar compuesto siglos?) que engloba mercadotécnicamente tendencias musicales con puntos en común. New age, sinfónica, contemporánea, celta, folk, músicas del mundo, bandas sonoras, minimalismo... términos que no deben confundir nuestros sentimientos hacia una música que, a mí particularmente, hace mucho que me cautivó.
4.6.23
WIM MERTENS:
"Jérémiades"
24.5.23
ISMAËL LO:
"Jammu Africa"
A finales de los años setenta, dos grandes bandas convivieron en Senegal, revolucionando las ondas sonoras de esa zona de África. Por un lado, Youssou N'Dour se convirtió en un mito al frente de la Super Étoile Dakar (formada a partir de la anterior Étoile de Dakar). Por otro, también en Dakar, nació la Super Diamono (con un estilo basado en la percusión tradicional definido por su líder, el cantante Omar Pene, como 'afro-feeling'), favorecida con el ímpetu de otra figura relevante, Ismaël Lô, nacido en Nigeria en 1956 pero criado desde muy pronto en Dufisque, cerca de Dakar. De niño, Ismaël comenzó a improvisar sus canciones con una guitarra y una armónica, lo que a la larga le ha valido el calificativo de 'el Dylan africano'. Él dice jocoso que más bien Bob Dylan es 'el Ismaël Lô americano'. Poco tiempo estuvo en la banda, porque buscó el éxito en solitario y lo logró vendiendo numerosas casetes, el formato con el que él, N'Dour, Baaba Maal y muchos otros músicos senegaleses encontraron fama y fortuna durante los ochenta. Siguiendo la estela de otros compatriotas, como los hermanos Toure Kunda, Ismaël Lô se decidió entonces a viajar a París para dar un salto cualitativo en la grabación de su música.
Aunque enamorado de la cultura y la música africana ("todas las músicas del mundo proceden de África", decía), y orgulloso de su procedencia, Ismaël no tuvo problemas para adaptarse a la vida occidental y a las nuevas condiciones de trabajo, convirtiéndose en un artista emergente desde sus primeras grabaciones francesas. Si unimos la calidad al factor exótico, y especialmente a la numerosa población centroafricana que habita en determinados países europeos, el resultado es inevitable: los músicos africanos más sobresalientes tienen un enorme éxito en países como Francia o Bélgica, extendido fácilmente a toda Europa si el producto es indudablemente satisfactorio. Es el caso de Ismaël Lo (su apellido puede encontrarse como Lô o sin circunflejo, Lo, y así nos vamos a dirigir a él a partir de ahora), que llegó masivamente a España gracias a Pedro Almodóvar, al incluir su canción "Tajabone" entre las que sonaban en su exitosa película 'Todo sobre mi madre'. Esa canción y otras de su discografía fueron recogidas en la compilación "Jammu Africa", publicada por Mercury en 1996. Lo que consigue transmitir el artista con sus canciones es extraordinario, Ismaël es un gran compositor, un intérprete excepcional y un vocalista fabuloso. No hay que hurgar mucho más. Acercándose a patrones occidentales, la fusión conseguida aporta por igual de uno y otro lado. El disco comienza con el tema que lo titula, "Jammu Africa", una nueva canción para este trabajo, que es una fantástica oda por la paz en el continente negro, un tema sin sobresaltos, conducido por cuerdas y percusión, en la que la voz de Ismaël es el reflejo de la esperanza. Un sencillo incluía el lema 'Urgence Zaïre', y recaudaba dinero para que Médicos Sin Fronteras actuara en dicho país centroafricano. "Tajabone" es la gran canción del álbum, la más conocida y radiada con todo merecimiento, una especie de himno musulmán sobre el fin del ramadán que ha llegado a todo el mundo por su calidad, su lirismo y su belleza: "Desde muy jóvenes, nosotros cantamos 'Tajabone' en el último día del año musulmán. Es una canción para tener amor, suerte... Es muy vieja, pero la escribí para ese momento (...) A mí me resulta triste porque en ocasiones me recuerda a mi infancia, pero cada persona tiene su propia sensibilidad". La armónica aporta un maravilloso tono folclórico sobre el sencillo acompañamiento de cuerdas, y es que la canción es esplendorosa en su sencillez. Incluida en el álbum "Natt" en 1987 con el título inicial de "Tadieu Bone", cambió su título a "Tajabone" en 1991 para el álbum "Ismael Lo", en el que venían recogidas otra dos de las canciones de este recopilatorio, "Raciste" (evidentemente clamando a los cuatro vientos contra el racismo) y "Souleymane" (la pieza menos africana del conjunto salvo por las voces, una fusión bastante eficaz que incluye un solo de guitarra eléctrica muy del rock occidental, cerca de bandas como Pink Floyd). A pesar de dicha grabación europea con instrumentos propios de occidente, la música nos lleva sin remedio a África en piezas alegres como "Nafanta" en la que los metales ayudan a dar color y ritmo al conjunto. "Nafanta" venía incluída en el enorme álbum de 1994 "Iso", al igual que otras cuatro piezas rescatadas para "Jammu Africa": "Without Blame" (de la que se hablará más adelante), "Samayaye" (que cierra el álbum), "Dibi Dibi Rek" (puro ritmo centroafricano, una canción amena con sello senegalés) y "Nabou", que se acerca a la esencia y al entusiasmo de "Tajabone", de nuevo con un tímido bucle de cuerdas dejando protagonismo a la aparición del cantante, y la suave aportación de teclados, percusión y, por supuesto, armónica, antes de un clímax final algo más dinámico. Otra preciosa balada de este senegalés de adopción. De 1989 (en el álbum "Diawar") proviene "Sofia", otra de esas canciones con nombre de mujer que consiguen lograr un buen nivel de inspiración, por amor, cariño o admiración. Y del álbum de 1984 "Xalat" es "Lotte Lo", una balada que no es sino una oración por su hermana difunta. Las últimas canciones nuevas del disco son "Samba et Leuk" y "Takou Deneu", pero resta por destacar la que se utilizó como primer lanzamiento (en realidad fue un sencillo un año anterior) de "Jammu Africa": "Without Blame" es la otra canción derivada del álbum "Iso", si bien allí se titulaba "La Femme sans Haine" y la letra, de Étienne Roda-Gil, era en francés; esa 'mujer sin odio' fue reinterpretada en inglés con dos importantes colaboraciones, la de Roger Waters adaptando la letra en inglés, y la de Marianne Faithfull cantando junto a Ismaël Lo para conformar un emocionante tema de diáfano acabado folk que trata sobre las mujeres, el amor, el compromiso y la libertad, pero que ante todo nos deja la seguridad de que el nombre de Ismaël Lo había conseguido ser reconocido internacionalmente.
12.5.23
PHILIP AABERG:
"High Plains"
Philip Aaberg es otro pianista de Montana, al noroeste de los Estados Unidos, como lo es George Winston. Las Montañas Rocosas que dieron nombre al estado no sólo le imprimieron su orografía, sino que marcaron también la personalidad de sus gentes y seguramente el carácter de la música de piano que Aaberg ofrece en sus discos. Él dice que se crió entre unos paisajes de inigualable belleza natural, y sin duda hay algo de eso en su forma de tocar y en los sonidos que surgen de su cabeza, esos que él mismo definía más o menos así: "Con mi música pretendo combinar las raíces de la música tradicional americana con el rock and roll, bajo una nueva estética musical y un nuevo vocabulario, un genuino sentido de formas y estructuras, que va del rock de garaje a Peter Gabriel y el blues, de los cantos gregorianos al repertorio clásico y la música procesada contemporánea". Una buena mezcla de influencias, sobre la que este ecléctico artista aclaraba: "Lo siento, no se puede definir en dos palabras".
Tras comenzar a tocar con cierta capacidad en su casa desde los cuatro años animado por su madre, Aaberg se formó en el piano clásico en su adolescencia, logrando incluso la beca Leonard Bernstein para estudiar en Harvard, donde conoció a ese gran compositor. Pero este joven, que también jugaba a baloncesto con garantías, no sólo se nutrió de influencias clásicas sino también de todo lo que llegaba a sus manos, de la música popular y de un blues en el que llegaría a convertirse en un cotizado músico de sesión. También giró con Peter Gabriel, del que destaca la contemporaneidad y el compromiso de su música. Gracias a él comprobó que sus propias ideas, esa amalgama de influencias y estilos con intereses ecológicos, podían ser compartidas con el mundo. De este modo, Windham Hill le fichó en 1985 para publicar su primer álbum, "High Plains", inspirado por las llanuras de su tierra, entre los ríos Missouri y Yellowstone. El piano se fundía con la tierra y con el viento logrando revivir sensaciones impresionistas en una serie de melodías muy personales en las que no faltaban detalles tanto folclóricos como del blues y del pop rock. No es Aaberg un pianista esencialmente melódico, sus construcciones van evolucionando poco a poco, de una manera gradual por la que vamos entrando sin prisa en su juego descriptivo. Así, "Marias River Breakdown" (el río Marias es un afluente del Missouri, por supuesto en Montana) es sencillamente un agradable ambiente que te va envolviendo, y "Lou Anne" y "Remembering this Place" desarrollan lentamente impresiones románticas. "Montana Half-Light" sí que presenta una atractiva melodía bastante folclórica, de hecho sería un tema de piano muy acorde con el repertorio guitarrístico de Will Ackerman o Alex de Grassi. También "High Plains" o "Going-to-the-Sun" son composiciones alegres y luminosas que hacen mover los dedos, mientras que "Westbound" es una pieza dinámica con esencia de ragtime, que se aparta un poco del ritmo general de una obra poco disruptiva, que busca y encuentra la tranquilidad de los grandes espacios libres. Así, "The Big Open" (nombre con que conocen allí a la región de 3.000 kilómetros cuadrados que se extiende desde la presa Fort Peck en el Missouri hacia el sur hasta el río Yellowstone) vuelve a ser un viaje descriptivo por Montana, a modo del corte de inicio pero a mayor velocidad, dejando que el viento te azote el rostro, como en la siguiente, "Spring Creek". En ambas tal vez se recreen algunos viajes juveniles: "Cuando tenía quince años, viajaba en el tren doce horas de ida cada dos semanas desde mi ciudad natal, Chester, hasta Spokane, Washington, para estudiar con la profesora Margaret Saunders Ott, una pianista formada en Julliard". El disco continúa con más instantes para detenerse y dejarse llevar, desde una "Three from the Hills" dividida en tres secciones ("Sweetgrass", "Once It's Gone" y "In Every Direction") a las dos piezas finales no incluidas en la primera edición del disco, las relajadas "Reflections" y "No Wonder they Sing". Tres años después de este "High Plains", muy distinto y también agradable es "Out of the Frame", su segundo trabajo, donde a su piano y sintetizador se unen las contribuciones esporádicas de Michael Hedges con su guitarra, la batería de Brian McLeod, la percusión de Kenneth Nash, el violín de David Abel, la mandolina de Mike Marshall, el violin de Darol Anger y la voz de Barbara Higbie. Ventajas de pertenecer a Windham Hill. Tras ese disco, el siguiente músico importante que quiso su colaboración fue David Byrne, para la banda sonora de la película 'True Stories', ambientada realmente en Texas, algo lejos de Montana. No fue su única experiencia fílmica en esta época, ya que Philip hizo la música de la película 'The shape of the Land' ('El borde de la tierra'), sobre la vida del alpinista y explotador japonés Naomi Uemura, que logró llegar en solitario al polo Norte, y desapareció en 1984 en una tormenta de nieve en Alaska. Publicada en disco en 1986, ahí colaboraron Will Ackerman, Michael Hedges, Charlie Bisharat, Chuck Greenberg, Malcolm Dalglish y Eugene Friesen, entre otros, y dejó para la historia el tema posiblemente más recordado de Philip Aaberg, "Theme from Naomi Uemura", incluido en diversos recopilatorios.
La música de Philip Aaberg no se queda tan fácilmente en la cabeza como la de otros pianistas folk, los colores anaranjados que podemos ver en la portada de este trabajo invitan a dejarse llevar sin necesidad de saber qué nota viene a continuación, disfrutando del pianista cono si improvisara en directo para cada uno de nosotros. Aplaudido en aquella época, "High Plains" ocupó en 1984 el número 35 en los siempre esperados lanzamientos de Windham Hill. Como intérprete de piano en solitario, se unió en esta compañía sin haber escuchado ni uno solo de sus discos, a Liz Story y al mencionado George Winston, que opinaba así sobre su paisano: "Es un verdadero compositor, además de un gran intérprete. Su música captura profundamente la esencia de Montana pero, sin embargo, es universal". Tras los ya comentados "Out of the Frame" y "The Shape of the Land", así como "Upright" y un trabajo llamado "Cinema" donde versionaba piezas de cine y que incluía también "Theme from Naomi Uemura", Aaberg (que visitó varias veces España para tocar a principios de los años 90) salió de Windham Hill y siguió ofreciendo su particular fusión de blues y música americana a través de su propio sello, Sweetgrass Music, hasta la actualidad.
28.4.23
PAUL WINTER:
"Earth: Voices of a Planet"
16.4.23
JON MARK & DAVID ANTONY CLARK:
"The Leaving of Ireland"
30.3.23
PAT METHENY:
"Secret Story"
A Pat Metheny no se le puede encasillar porque es un género en sí mismo. Todos le conocen, todos le admiran, sean o no oyentes de jazz. Este guitarrista nacido en Misuri en 1954 coincidió con el teclista Lyle Mays en un festival en Wichita a mediados de los 70 y sus caminos fueron de la mano, transitando por el sendero de ese jazz acústico y eléctrico que habían marcado Weather Report, aunque con unas ideas particulares y un sonido fresco y luminoso. Desde sus comienzos, el conocido como Pat Metheny Group fue una familia, Lyle (que estuvo en el grupo hasta su muerte en 2020), Steve Rodby, Dan Gottlieb, Paul Wertico, Mark Egan, Naná Vasconcelos..., y este necesario líder carismático de profunda melena, cuya guitarra ha sido factor destacado en el jazz fusión durante décadas, un sonido de ensueño que ha atraído a su mundo a público de muchas otras categorías e intereses. Una vez allí, difícil despegarse de los sentimientos que con su rebosante sonoridad provoca Metheny, tanto en grupo ("Pat Metheny Group", "American Garage" -en los 70-, "Still Life (Talking)", "Letter from Home" -en los 80-, "Imaginary Day" -en los 90-, y el camino continúa hasta la actualidad) como con su nombre en solitario, donde apabulla una grabación en la que Pat supo acoplar eficazmente a su sonido influencias de otros mundos musicales: "Secret Story".
"Secret Story" es una joya que surge del amor de Metheny por la brasileña Shuzy Nascimento, y de una larga y cansada gira de "Letter from Home" (Geffen, 1989), tras la que necesitaron un pequeño parón (a excepción de la grabación de "Question and Answer"). Durante ese descanso, confesó, surgieron los ambientes, las historias que habitan en "Secret Story", álbum que fue publicado por Geffen Records en 1992. Decía Metheny que no concibe el jazz como un idioma (que suele estar asociado a la improvisación), sino como un proceso, una manera de encontrar su verdad a través del sonido, de la música, o más bien, lo que está oculto bajo su envoltura. En "Secret Story" hay muchos descubrimientos: "Above the Treetops" es una muy efectiva introducción con voces infantiles de carácter global (se trata de su versión de una canción espiritual camboyana), acompañadas -acunadas prácticamente- por las notas de la guitarra. Pero es "Facing West" el primer impacto con el sonido esperado en Metheny, un todo pegadizo de asombrosa perfección haciendo asequible y melódico el jazz, que nos lleva muy lejos en sus seis minutos de duración, tal vez montados en un tren, por su cierto parecido a aquel inolvidable "Last Train Home" del trabajo "Still Life (Talking)" de 1987, época de la que es el germen de este tema. En un comienzo de álbum asombroso, "Cathedral in a Suitcase" es una nueva lección de cómo hacer fácil de escuchar ese jazz electrificado que Metheny llevaba desarrollando con su grupo desde mediados de los 70. Hay una enorme cercanía y facilidad en esta pieza que no le resta absolutamente nada de mérito, de hecho la instrumentación es ciertamente completa gracias a la ayuda de The London Orchestra. Si bien posiblemente hayamos escuchado los dos cortes estrella del álbum, nos queda mucho por admirar: un atrevido cruce de estilos es "Finding and Believing", experimentando en su primer tramo con formas minimalistas -recordando tal vez su colaboración con Steve Reich ("Electric Counterpoint")-, continuando con un interludio orquestal, para acabar con voces que nos pueden acercar a la world music, y con su mítica guitarra. Es arriesgado, pero el resultado puede calificarse de grandioso. El piano se abre sencillo y romántico en "The Longest Summer", conduciéndonos hacia un solo de guitarra sintetizada marca de la casa. Otra delicia, que tuvo su propio videoclip para promocionar a Metheny en los momentos de auge de la new age. Algo en "Sunlight" nos conduce con alegría desbordada a otras décadas y al easy-listening con el que encantaba Burt Bacharach, al que Pat dijo que quería recordar en esta pieza ligera en la que está presente Lyle Mays a los teclados. Cualquier tema del disco se deja escuchar sin necesidad de que parezca que estemos asistiendo a una sesión de jazz, sino que la mezcolanza abre la mente hacia algo especial, abierto y desenfadado, como una "Rain River" con inclusión del sitar eléctrico, hilo conductor ambiental del tema junto a la percusión, dos motivos sobre los que Metheny sólo tiene que jugar, distraerse. Y tras esta parte media amena, de nuevo tocamos la excelencia con una emotiva "Always and Forever" (dedicada por Pat a sus padres) que cuenta con el contrabajo de Charlie Haden, pieza que da paso al tramo final del álbum, donde Pat se divierte con las cuerdas en "See the World", se adivina porteño en la excepcional "Antonia", juega con el ambiente en "The Truth Will Always Be" y se abre a la magnitud orquestal en los acertados cortes finales ("Tell Her You Saw Me", "Not to Be Forgotten (Our Final Hour)". En un trabajo donde Metheny es el autor de todas las composiciones, sólo comparte autoría en una de ellas, "As a Flower Blossoms (I Am Running to You)", con la pianista y cantante japonesa Akiko Yano. En la reedición publicada en 2007 se incluyeron cinco cortes nuevos. Pat firma con su nombre "Secret Story" porque desde el principio era un proyecto en solitario, con él mismo interpretando todos los instrumentos, aunque esa idea fue creciendo inesperadamente: "Por muchas razones se fueron uniendo más y más músicos, y el asunto cambió tanto que, al final, no es difícil caer en la cuenta de que todo se reduce a cómo conseguir la intensidad de lo que hacemos en directo en un disco, y no al revés, como suele ser habitual". Hablaba Pat así mientras estaba inmerso en la gira del álbum, de la que destacaba un sonido potente que iba a llenar todo el graderío, con el consiguiente y perpetuo entusiasmo del público. Un público que aceptó el disco como una de sus grandes obras, con la que logró un nuevo premio Grammy al mejor álbum de jazz contemporáneo. Ayudando a la guitarra, bajo y teclados de Metheny (que también produce el álbum), nombres tan conocidos en su trayectoria como Charlie Haden, Lyle Mays, Steve Rodby, Paul Wertico, Dan Gottlieb, Nana Vasconcelos, Armando Marçal, Mark Ledford, Mike Metheny, Gil Goldstein, y un buen número de músicos de estudio, además de la London Orchestra.
"Este disco rompe con mi anterior línea de álbumes de grupo (...) simplemente decidí en un momento determinado no seguir haciendo las mismas cosas y abrirme, introducirme más en profundidad en el sonido y en el concepto intimista que he estado diseñando desde 'As Falls Wuchita, so Falls Wichita Falls' o 'New Chatauqua', emplear unos años y explorar de verdad esas posibilidades. Este es el paso más reciente en esa búsqueda. Lo que distingue a este disco del resto es que hay más resonancia y profundidad, tanto musical como espiritualmente". Pat Metheny empezó a tocar la guitarra a los 13 años, pero a los 20 ya era profesor en la universidad. Él es por méritos un icono del jazz fusión, una figura imprescindible durante su estancia en el mítico sello alemán ECM y con posterioridad en otras grandes compañías como Geffen, Warner o Nonesuch. Su secreto es posiblemente su falta de secretos, sencillamente su trabajo con lo que le gusta, sin pensar en si agradará o no al público: "Si intentas adivinar lo que le gustará a la gente, te vas a equivocar siempre. Tienes que hacer aquello que debes hacer". Así es como Pat Metheny ha alcanzado el elevado estatus en el que se encuentra desde hace décadas: "En estos discos hay una prueba del valor potencial del concepto de jazz-rock, mezclando sonidos de instrumentos eléctricos con acústicos, buscando la fusión de distintas culturas, esforzándonos por ser mejores cada vez. Si puedes escuchar estos álbumes y decir que no ocurre nada musicalmente hablando, entonces es que no vivimos en el mismo universo". Estemos en su onda musical o no, bravo por sus ideas.
15.3.23
DAVID LANZ:
"Return to the Heart"
25.2.23
ENNIO MORRICONE & DULCE PONTES:
"Focus"
9.2.23
JEAN-MICHEL JARRE:
""Electronica 1: The Time Machine"
Después de padecer los últimos pasos del otrora gigante músico francés Jean-Michel Jarre (definitivamente con guion entre Jean y Michel, aunque en muchos de sus discos nunca lo portara), pocas alegrías se esperaban sus muchos seguidores en la segunda década del siglo XXI. Desde el final del XX, con un perfectamente audible (aunque desde luego no genial como sus obras de antaño) "Metamorphoses", sólo se habían sucedido zancadillas de las que, eso sí, Jean-Michel conseguía levantarse siempre con moral inquebrantable. Y es que hay músicos que no saben o no quieren ver cuándo han llegado a un límite creativo, a una especie de punto sin retorno en el que necesitan encontrar nuevas vías de expresión o retomar viejas inspiraciones. Tal vez ambas cosas. Jarre, otrora ídolo de masas y creador de hits electrónicos sin igual, llevaba unos años sin encontrar ese rumbo idóneo. Incluso renegó oficialmente de algunos de sus discos, desde productos inventados y mezclados en pocas horas por puro compromiso (con "Geometry of Love" acabó contrato por las malas con Disques Dreyfus) como de obras que prometían cosas que no cumplieron e incluso acarreaban sonidos preexistentes en algunos teclados de última generación ("Teo & Tea", su primer disco con Warner). Pero como muerto renacido, la pasión por la electrónica retornó al alma de un Jarre que estaba más cerca de los 70 que de los 60 años, edad que no le impidió contactar con músicos mucho más jóvenes que le ayudaron a sacar adelante un nuevo y ambicioso proyecto que realmente llevaba en su cabeza desde hacía tiempo.
De ahí la tímida esperanza cuando se comenzaron a anunciar unos nuevos pasos de extraordinario interés, que acercarían la música del francés a la de otros nombres propios de excepción en el panorama electrónico mundial, el mismo panorama en el que el de Lyon siempre había sido, con toda razón, admirado. Es cierto que el mundo de la música había cambiado enormemente con el paso de las décadas, pero trabajos como "Oxygène", "Equinoxe", "Zoolook" o el más cercano "Chronologie", no habían perdido ni un ápice de su grandiosidad. Ni lo harán. Durante la ausencia de ocho años de discos de estudio, el músico, cuya vida privada iba en consonancia con su rumbo artístico, no cesó sin embargo de acumular ofertas para ofrecer espectáculos en vivo, y a raíz de su regrabación del glorioso "Oxygène", acumuló varios tours de conciertos de pago que colgaban fácilmente el cartel de no hay billetes. Con la actividad constante, Jean-Michel pareció recobrar la chispa adecuada, y su inspiración obtuvo esas numerosas y aplaudidas ayudas de varias generaciones de músicos, en un proyecto muy especial que iba a volver a otorgarle la popularidad desvanecida. Además, iba a tener contacto directo con ellos, no sólo a través de internet. Columbia Records, subsidiaria de Sony Music, publicó "Electronica 1: The Time Machine" en 2015, con una portada en la que nos recibía un refrescante primer plano del protagonista; y efectivamente se trataba de un divertido viaje en una máquina del tiempo con este listado de temas: el DJ alemán Boys Noize inaugura el álbum en "The Time Machine", un comienzo discreto que no anticipa el aluvión de interesante tecno y pop electrónico que se viene encima a partir del segundo corte, "Glory", sugerente canción con el sello del emergente grupo francés M83, y sencillo principal del álbum. Bien construida, en un suave tono retro deudor de esos colaboradores de lujo que son la banda francesa Air, es "Close Your Eyes", que en un intento de fusión de sus visiones impresionistas (así denomina Jarre al estilo francés) incluyen instrumentos de décadas pasadas como el Moog, el Theremin o el Fairlight, hasta llegar a la tecnología actual, y no se olvidan de las voces distorsionadas por el vocoder. Comienza aquí un acertado viaje a la pista de baile en los dos cortes "Automatic (Part 1)" y "Automatic (Part 2)", separados sin razón aparente, compuestos a dúo con Vince Clarke (Depeche Mode, Erasure, Yazoo), un recuerdo a las melodías del Jarre de años atrás. "If..!" (que fue quinto sencillo) es una nueva canción elegante y pegadiza, que acerca a Jean Michel a nuevos públicos, más jóvenes que sus seguidores de siempre, junto a la cantante británica Little Boots. En su combinación de ritmo y ambiente misterioso, "Immortals" posee un gran encanto electrónico, a dúo con la banda inglesa Fuck Buttons, disuelta en el momento de publicar este álbum. Un toque transcendental pero igual de atrayente posee la siguiente canción, "Suns Have Gone", no en vano la voz y el estilo del tema son de otro nombre de excepción, el de Moby, que no podía faltar a esta cita. Un ritmo aceptable, sin letra, es el del que fuera primer adelanto del disco (aunque el sencillo principal acabó siendo "Glory"), "Conquistador", junto al DJ francés Gesaffelstein, mientras que "Travelator (Part 2)" es más roquera, con la participación del músico británico, conocido por su presencia en la banda The Who, Pete Townshend. La calma retorna con la atmósfera lisérgica de "Zero Gravity", sobre la que emerge el secuenciador como en los tiempos en que Tangerine Dream, los colaboradores en este gran corte, que fue el cuarto sencillo del disco, eran grandes magnates de este tipo de ambientes cósmicos; lo que hace aún más especial a este tema es que el líder de la banda alemana, el gran Edgar Froese, falleció al poco de su grabación. A las mismas galaxias en las que reposa el alma de Froese, parecen ir dirigidas las ondas protagonistas de "Rely on Me", con el recitado de una antigua colaboradora de Jarre ("Zoolook", "Metamorphoses"), la excepcional y también veterana multiartista norteamericana Laurie Anderson. "Stardust" es un nuevo corte tecno que hace despegar los pies del suelo, no en vano es la colaboración con el conocido DJ holandés Armin van Buuren, fan reconocido de Jarre. La protagonizada por 3D (Robert del Naja, de la veterana banda Massive Attack), "Watching You", es posiblemente la pieza más extraña del trabajo, pero eso no le hace ser sobrante en el mismo y convertirse de hecho en su tercer sencillo. "A Question of Blood" es una melodía misteriosa y de película; efectivamente, su coautor es un emblema en esas lides, el fantástico director de cine John Carpenter, creador de piezas de gran recuerdo para películas suyas como 'La noche de Halloween' o 'La niebla'. Por último, piano y sintetizadores hermanados en un final vanguardista junto al chino Lang Lang, "The Train & The River", que no desentona en el conjunto de un álbum que fue bien recibido por público y crítica, logrando muy buenos puestos en las listas de ventas, especialmente en las europeas.
A pesar de que en un principio la noticia aparentaba ser un desfile de nombres ayudando a un músico veterano, a un amigo en muchas de las ocasiones, "Electronica 1: The Time Machine" es más coherente y consistente de lo que podría haber resultado. De hecho, es un trabajo admirable, un golpe sobre la mesa de un Jarre que tenía mucho más que ofrecer de lo que sus últimos pasos advertían, y que a sus 66 años se sentía más joven que nunca para acometer no sólo uno, sino dos discos de colaboración con grandes nombres de la música electrónica. Efectivamente, "Electronica 2: The Heart of Noise" fue la continuación, menos de un año después y con parecido acierto (aunque posiblemente, y esto depende de cada uno, los temas más grandes vinieran contenidos en "The Time Machine"), del primer volumen. Los ayudantes del galo circulaban de nuevo por carreteras electrónicas de prestigio (Pet Shop Boys, Gary Numan, The Orb, Yello, Sébastien Tellier), pinchadiscos o productores de tecno (Jeff Mills, Siriusmo), grandes de la banda sonora (Hans Zimmer) o de la música francesa (Christophe), otras figuras más jóvenes (Rone, Julia Holter, Peaches), elementos destacados del rock (Primal Scream, Cyndi Lauper) o nombres de actualidad que nada tenían que ver con lo musical (Edward Snowden), con mayor presencia del propio Jarre como compositor e intérprete en solitario. "Electronica", en sus dos volúmenes, fue un proyecto mastodóntico de buen recuerdo en el que, lamentablemente, se echaron en falta nombres importantes de los de siempre (Mike Oldfield, Vangelis, Alan Parsons, Klaus Schulze, Michael Cretu...). A cambio, los que había estaban fuera de toda duda, por lo que solo podemos aplaudir la idea del músico de Lyon, que a partir de aquí recobró fama y renombre.
ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:
25.1.23
JORGE GRUNDMAN:
"We Are the Forthcoming Past, Take Care of It"
Es el propio Grundman el que contaba así su idilio con la new age en la emisora Radio 3: "En 1996 decidí compartir la música que estaba haciendo con la gente de alrededor, y la publiqué en el portal mp3.com. Así pude recaudar fondos, colaborar con Médicos sin Fronteras y Médicos Mundi, crear una discográfica y una fundación. Llevaba varios años recaudando unos 3.500 dólares para Médicos sin Fronteras, todos los beneficios eran para ellos, y a propuesta de ellos creé esa sociedad limitada para hacer discos, en la que invité a mucha gente, a David Caballero, Eduardo Laguillo, Joaquín Taboada... Eso me permitió también con el paso del tiempo, convertir esa discográfica en una fundación". Esa fundación, creada en 2004, se llamó Non Profit Music, y surgió como respuesta a la cada vez más escasa presencia de la música clásica en el mundo, y a la pérdida de sensibilidad hacia la acción social y humanitaria; sus intenciones, crear iniciativas que ayuden a solucionar estas deficiencias y promover la música contemporánea. Fue en 2004 cuando esa fundación que también era sello discográfico, Non Profit Music, publicó el disco firmado por Jorge Grundman "We Are the Forthcoming Past, Take Care of It", CD que a sus 52 minutos en formato de audio había que añadir una capa de música adicional en formato mp3. Una edición sólo con los 52 minutos iniciales fue publicada en los Estados Unidos por la compañía Only New Age Music. Son estas 13 pistas las que vamos a comentar aquí, comenzando por la pieza que da título a la obra, un maravilloso tema corto, muy emocional, que sorprende al oyente ocasional y que encierra un origen puramente pianístico: "Las obras para piano me las hacía para mí, para practicar en casa, pero el que denominé como "Estudio número 1" me ha dado muchas alegrías, la han tocado muchos pianistas en España y fuera de ella, y con el tiempo ha tenido muchas versiones con varios tratamientos". Ese estudio, elaborado con orquesta de cuerdas, es "We Are the Forthcoming Past, Take Care of It", una pieza que, exclusivamente para piano, fue grabada también por Eduardo Frías junto a otras obras para piano de Jorge Grundman. "Tying the Heart that Helps" (dedicada al Jefe de Misión en Daguestán para Médicos Sin Fronteras Arjan Erkel, secuestrado en Makhachkala en agosto de 2002 y liberado en abril de 2004 -Erkel aún seguía secuestrado cuando Jorge escribió y grabó este tema-) guarda una profundidad ligada tanto al polaco Henryk Górecki como al noruego Øystein Sevåg, mientras que en su final se atisban formas rítmicas que podríamos asociar a bandas sonoras de Hans Zimmer, como sucede en otras composiciones, como "Looking Through the Brooken Window", sobre las guerras y el perdón. Jorge es atrevido, su clasicismo no huye de aderezos modernos, no extiende demasiado las composiciones, aunque algunas podrían convertirse en pequeñas y hermosas suites, si se les aplicara un tratamiento más neoclásico. "The Sons of the Cold" está más cercana a la danza contemporánea que al mundo clásico, con un cierto componente infantil, ya que el autor la denomina como "una canción de cuna electrónica sobre la guerra contra la naturaleza y la manipulación genética del ser humano". Las formas melódicas new age se esbozan en la utilización del piano junto a los vientos, como en la esperanzadora "Tears at Bedtime", tanto que se podría pensar en algunos artistas de Narada, incluso a nombres de Windham Hill como el mencionado Sevåg (que es citado en los agradecimientos) en "Memory Holes", con el toque jazzístico del saxo, o también sin él, en "Teach Me to Whisper a Shout". "Denying the Evident" presenta un piano sencillo y danzarín, con el que parecen aflorar sentimientos interiores (concretamente los que sintió el compositor al ver el derrumbe de las torres gemelas: "Me repetí a mí mismo 'no puede ser posible, no puede ser posible'; estaba negando lo evidente"), mientras que "Nunca mais!" es especie de clímax visual muy peliculero, dedicado a la triste marea negra del Prestige en las costas gallegas. Muy acertado es "The Day After" ("esta pieza trata sobre la magia y la ilusión al adivinar y abrir los regalos de Navidad"), con un juego de teclados que se acerca a los movimientos de notas luminosas ambientales que proponía William Orbit en algunas de sus obras y producciones. En "You Weren't to Know" el piano introduce y conduce en definitiva otra pieza reflexiva e intensa que trata sobre la belleza de la solidaridad, y en "Where my Frieds Rest" voces sintéticas acercan este tema hacia una especie de oración que acaba arrastrándonos sin remedio hacia ese adagio final titulado sencillamente "Adagio for Viola, Oboe and Piano" ("este es mi himno a los sentimientos que el cielo y las nubes me inspiran en los días de tormenta"). A través de la fundación, Jorge Grundman tuvo la fortuna de conocer al gran violinista libanés (de ascendencia armenia y nacionalidad española) Ara Malikian, que decidió que la música tonal que él componía sí que tenía futuro, y le instó a escribirla para interpretarla él mismo al frente de la Non Profit Music Chamber Orchestra: "Él despegó definitivamente, pero me ayudó a contactar con mucha gente, a que perdiera el miedo a hablar de mi música, porque seguro que encontraría mi hueco". Álbumes como "No Seasons" o "Tears of Beauty", entre otros, son testimonios de ese encuentro entre Malikian y Grundman.
Una portada impactante presagia un contenido afortunado, pero en absoluto tormentoso. Más bien, sería como la calma del ojo de esa terrible tormenta. Con "We Are the Forthcoming Past, Take Care of It", Jorge Grundman dio muestras de su tremenda versatilidad y ofreció, plagado de nobles sentimientos y con una loable causa caritativa, un disco para reivindicar, como la obra en general del autor. Inmerso en la new age y en una suave ambientalidad, este trabajo encierra una escucha deliciosa en general, y especialmente ante algunas de sus epatantes melodías, en un campo que nunca ha sido tomado con la seriedad que, en muchos de los casos, se merecía. "Somos el pasado inminente, cuídalo -decía Jorge-, un título para reflexionar: el futuro no existe porque no ha ocurrido; el presente tampoco existe porque cuando te pones a hablar de él ya ha pasado; y el pasado es lo único que ha existido, pero no lo hemos cuidado, porque si pensáramos que cada segundo que perdemos se va a convertir en pasado y la gente se va a fijar en eso y podría significar mucho para las personas que nos rodean, intentaríamos hacerlo lo mejor posible, hacer el mundo un poco mejor, que lo que dejamos sea lo mejor de nosotros". Hermosas palabras, hermosa música.