21.7.22

BILL DOUGLAS:
"Deep Peace"

Aparte de un compositor sensible y luminoso, el canadiense Bill Douglas ha sido un artista polifacético durante toda su carrera, larga trayectoria en la cual ha estudiado y cultivado desde la música clásica hasta el rock, con grandes intereses también en otros campos, especialmente en el del jazz. No es de extrañar que en sus obras se conjuguen numerosos estilos, aunque derivaran con el tiempo en una eficaz y muy agradable reunión de músicas antigua, ambiental, celta, coral o new age, y que su fama en el creciente panorama de las conocidas como nuevas músicas cobrara un especial auge desde finales de los años 80, cuando Stephen Hill le dio la impagable oportunidad de publicar sus discos en solitario en la populosa compañía norteamericana Hearts of Space Records.

Bill Douglas llegó a hacerse muy popular en los años 90, también en una España que acogió favorablemente su estillo. Si el público buscaba naturalidad y espiritualidad en un entorno acústico con teclados y vientos, ahí estaban "Jewel Lake" y "Cantilena", dos obras de una magistral melodiosidad, plagadas de poesía, publicadas en un sello que, como Hearts of Space, estaba más dedicado a lo espacial que a lo terrenal. Pocos años después, para complementar sus nuevas composiciones, Bill decidió contar con la ayuda de los Ars Nova Singers, un reconocido conjunto coral de Colorado que iba a aparecer en varios de los discos del músico canadiense. "La voz humana es el instrumento más perfecto y expresivo que existe", decía Bill, y fue en "Deep Peace" en 1996 cuando esta eficaz colaboración explotó definitivamente, un trabajo para Hearts of Space que tradujo y distribuyó en España Resistencia. Inspirado por la poesía y la naturaleza, Bill Douglas afirmaba que su música era una combinación de alegría y tristeza, y que "como budista, una de las filosofías que seguimos con respecto al arte es crear para transmitir, y lo que queremos es que las gente esté contenta con aquella música que le hace sentir y recrear en su mente diferentes lugares y sentimientos". La entrada, con el tema principal del disco, es excepcional. "Deep Peace" es una bendición tradicional gaélica que proviene de su primer disco, "Jewel Lake", para el que grabó una primera versión, que regaló a su padre por su 71 cumpleaños. Tanto le gustó que en vida se convirtió en la pieza favorita de su hijo, y fue interpretada en su funeral. No es de extrañar la obsesión de Bill por esta hermosa canción, que cuenta aquí con esta versión coral, y que incluso titula el álbum. Profundamente navideño, "Flow Gently, Sweet Afton" no necesita más que de una introducción y final de piano para dar el punto al coro a cappella, que consigue un resultado perfecto con la letra de Robert Burns. A continuación, un característico clarinete (instrumento importante en la carrera de Bill, a través de su amigo Richard Stoltzman) da comienzo a "Piping Down the Valleys Wild", pero en vez de dialogar con el piano, surge de nuevo el coro para cantar este poema de William Blake, uno de sus poetas favoritos, que repite en esta obra en el muy religioso "O Earth, O Earth, Return" y en otra pieza que puede recordar a un villancico, "The Voices of Children". "The Wandering Moon" o "The Secret Forest" son dos hermosos instrumentales basados en piano y clarinete, que hacen la escucha más amena, mientras que en "The Hills of Glencar" hay una mayor musicalidad y el coro es un instrumento más. Otros célebres poetas que hacen su aparición en el disco son William Butler Yeats ("Red Rose, Sad Rose") o Alfred Graves ("Irish Lullaby"), mientras que el encanto instrumental continúa también con el aspecto medieval de "Return to Inishmore" o "Evening Star", antes de que el trabajo concluya con el inevitable "Deep Peace (Reprise)". La voz reviste de imponente seriedad la obra de un músico hasta entonces prioritariamente instrumental como Bill Douglas. cuyo trabajo anterior, "Circle of moons", estába inspirado por la música celta con un tratamiento clásico. Su primer tema, "Heaven in a Wild Flower, fue una muestra celestial de música coral (William Blake y los Ars Nova Singers, como precedente) qué gozó de un cierto éxito que le condujo hacia este delicioso "Deep Peace": "La espiritualidad y lo que encuentro en la poesía de William Blake es la inocencia infantil, que es lo que intento encontrar a la hora de crear mi música. El sentimiento puro". Su predilección por el Renacimiento, además, hace que el resultado de su escucha sea de una fabulosa calma envuelta en un velo atemporal.

En la familia de Bill Douglas había importantes antecedentes musicales que sin duda le condujeron a comenzar su próspera carrera musical. Su padre tocaba el trombón en una banda y su madre el órgano en la iglesia, pero a él le cautivó desde pequeño, sin embargo, el rock de mitos como Elvis Presley o como Jerry Lee Lewis. Es difícil de entender el cambio experimentado por su música décadas después, salvo comprendiendo que lo que mueve definitivamente a este fantástico personaje es el verdadero amor por la música, amor que seguirá profesando hasta que el cuerpo le permita, porque ya entrado en la ochentena continúa publicando discos, seguramente por satisfacción propia y ganas de seguir compartiendo su extraordinario talento.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:





7.7.22

SUSO SAIZ:
"Un hombre oscuro (Live solo performances 1990/1994)"

¿Qué podría querer un hombre oscuro? Suso Saiz y Pablo Guerrero nos regalaban con esta pregunta en 1995 una de las cumbres de la poesía musical española, un emocionante himno de la experimentación ambiental que venía contenido en el álbum "Un hombre oscuro (Live solo performances 1990/1994)" del músico gaditano Suso Saiz, afamado productor y nombre importante en muchos frentes musicales hispanos desde los 80, cuando fundó la Orquesta de las Nubes junto a Pedro Estevan y María Villa. Su carrera en solitario comenzó en 1984 con obras que jugaban con la experimentación electroacústica y minimalista como "Prefiero el naranja" y "En la piel del cruce", encontrando en 1991 con "Símbolos" el culmen expresivo de un proceso muy laborioso en el que Suso escogía siempre conscientemente, así lo ha declarado, el camino más difícil, a la postre el más satisfactorio para su expresión. Y tampoco excesivamente fácil para el oyente, cabría añadir, pues obras como esa presentaban un opulento desfile de atmósferas insólitas, algunas muy ágiles y audibles pero otras provenientes del inframundo que se aloja en la cabeza de este singular artista, cuyos tapices sonoros siguen siendo de obligada escucha por aquellos que trabajan el sonido, y de continua búsqueda por parte de coleccionistas de vinilo.

"Hypnotics" fue la obra que siguió a "Símbolos", y en ella las texturas abstractas ocupaban un espacio continuo de más de 50 minutos, industrial por momentos, suavizado y parcialmente respirable en otros, con falsas voces electrónicas y las siempre trabajadas guitarras texturadas ocupando el tiempo nocturno del músico: "Como padezco insomnio, cojo la guitarra y comienzo a improvisar música monótona, hasta que me quedo plácidamente dormido. Este disco es, ni más ni menos, una nana, que surge de fundir más de 80 de esas improvisaciones en un solo tema". Este fue el momento, también, de la conocida sintonía de "Al filo de lo imposible" y el comienzo de un largo coqueteo con la música para cine, que aumentó su renombre y le hizo acumular proyectos. Su obra en solitario (amén de las producciones y los trabajos con Jorge Reyes, Steve Roach y otros) continuó con los ambientes tranquilos, muy trabajados, de "Mirrors of Pollution" (con la ayuda de buenos amigos como Glen Vélez, Javier Paxariño, Pedro Estevan, María Villa, Gonzalo Lasheras o Tino di Geraldo, con motivos extraños, piezas memorables -"Searching Signs", por ejemplo- y detalles curiosos como la trompeta de Matthew Simon o el acordeón de Joxan Goikoetxea), y en 1995 llegó, de la mano del admirable y avanzado sello español Hyades Arts, "Un hombre oscuro". Remezclado a partir de grabaciones en vivo recogidas en Madrid, Barcelona, Berlín, Caracas, Mexico DF, Viena, Sevilla, San Sebastián y Logroño, "Un hombre oscuro" se mueve entre poesía urbana y atmósferas extrañas, por cuyas puertas entreabiertas se cuela la luminosidad de las guitarras, en pequeños prodigios de ingeniería sonora que, juntos, conforman toda una ciudad que alberga una multitud de almas desesperanzadas, sin tiempo para alegrías, ilusiones o placeres inconfesables, en definitiva tan oscuros como el título. Comienza con "Vestido transparente", un poema lacrimógeno escrito y recitado por Javier Corcobado, en el que Suso reafirma su idea de que "vivimos entre porquería y es preciso que lo sepamos". Ese era el planteamiento de los directos, salir de ese blanco y negro era una cuestión personal del oyente. Tras el poema de Corcobado, una sucesión de rasgueos de intensidad progresiva sobre un ambiente brumoso rompe el silencio y, en su clímax, casi la propia existencia ("De la soledad solidaria"). La disonancia que le sigue ("Es la melancolía de un mosquito") se va deshaciendo en un ambiente marítimo al que le alcanza la noche, con sus sonidos turbadores y voces amenazantes ("Que cruza el horizonte vida"). La bruma de la mañana se alza, onírica, escondiendo criaturas misteriosas ("El reflejo de un instante"), y no llegará a despejarse hasta bastante después, cuando efectos de radio introduzcan unos acordes más luminosos, que descansan sobre otra relajante, casi celestial, atmósfera ("Para observarse observado"). Eso da paso, enseguida, al gran poema de Pablo Guerrero que da título al disco, unos minutos magistrales que suponen un hito (poco conocido, lamentablemente) en la música experimental española. La sorpresa se da cuando, tras un largo silencio de más de tres minutos, y como tema escondido en el CD, otro interesante ambiente de casi diez minutos culmina la obra. Suso es voraz, imaginativo y experimental, y es precisamente por ahí por donde huye de la melodía fácil y de la comercialidad, ofreciéndonos en sus obras miles de mundos: texturas de guitarras que denotan una labor de estudio de la que es un maestro, ambientes enraizados en una experimentación sonora que delata una mente inquieta, paisajes calmados que contienen mundos, retazos escondidos de otros estilos como jazz ambiental, una tranquila electrónica fusionada con guitarras experimentales a lo Robert Fripp, hacia el rock de sus admirados King Crimson, paisajes muy new age o, a su modo, ese minimalismo que admira desde que Luis de Pablo se lo descubriera. Drásticos o suavizados, la mayoría de estos caminos se pueden encontrar en un trabajo como "Un hombre oscuro (Live solo performances 1990/1994)", en el que Suso interpreta guitarras eléctricas, guitarra E-bow, loops, radios, atmósferas y ambientes. 

Una composición como "Un hombre oscuro" no podía perderse en el tiempo. En 2016 la avispada compañía holandesa Music From Memory publicaba el recopilatorio de Suso Saiz "Odisea", en el que el poema aparecía junto a otros temas importantes como "Para que pasen las termitas", "Prefiero el naranja" o "Sé que estás ahí". El rescate -aunque minoritario- es tan acertado como prioritaria la inclusión de tamaño tema en el primer puesto de la compilación, y es que Music From Memory conoce de sobra a Suso, no sólo le ha publicado ese recopilatorio y sus últimas obras, sino que recuperó también su trabajo con "Música esporádica" y preparó otra recopilación propia de la Orquesta de las Nubes, titulada "The Order of Change", evidentes signos de la pasión que por este artista sienten fuera de nuestro país. Él no lo duda, sigue reivindicando una forma especial de crear arte musical, delirios de un alarde técnico de gran magnitud firmados por un nombre bien cercano a nosotros, un productor de lujo con muchos amigos y grandes referencias. Prácticamente todas interesantes, en esta nos encontramos además con dos poemas que llegan, cada uno a su manera, a las entrañas, especialmente ese "Un hombre oscuro" que escribió el atrayente poeta y cantautor extremeño Pablo Guerrero.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS: