18.1.19

DEAD CAN DANCE:
"Dionysus"

En su palpable madurez, el dúo Dead Can Dance vive en la segunda década del siglo XXI una nueva juventud, y no especialmente por la cantidad de su producción, sino por su especial calidad, su deseado retorno a los escenarios y el consecuente seguimiento entusiasta de público y crítica, que responde fervorosamente a la renovada propuesta de su inconfundible estilo, que vivifica lo inanimado y colorea una contundente fusión de músicas del mundo, rock alternativo y electrónica. Si entre "Spiritchaser" y "Anastasis" habían transcurrido dieciséis largos años, sus seguidores tuvieron que poder soportar fácilmente los seis que discurrieron entre aquel gran trabajo y la novedad publicada en 2018 nuevamente por el sello PIAS (del que valoran la libertad artística que les proporciona), una obra titulada "Dionysus" que fue precedida de una larga gira del anterior álbum y que anunciaba otra nueva, presentación mundial de este disco del incombustible conjunto formado por Lisa Gerrard y Brendan Perry, que firman ex-aequo los siete cortes de que consta el trabajo, que pensando especialmente en el formato vinilo fueron agrupados en dos actos (tres en el primero y cuatro en el segundo).

Dioniso, en la rica mitología griega, es el dios del vino y consecuentemente de la fiesta y el exceso. Conocido como Baco entre los romanos, este hijo de Zeus y Sémele (de Perséfone según otras versiones) enseñó a los hombres a cultivar la vid, y cada primavera renacía su culto en forma de teatro y fiestas en las que la locura y la abundancia se apoderaba de sus seguidores. Siglos después, Lisa y Brendan consiguen trasladar ese desenfreno a esta suerte de moderno ditirambo, en el que lo primero que impacta es la colorida portada, en la que podemos contemplar una máscara del pueblo mexicano de los huicholes, que Brendan compró veinte años atrás en Mexico. Aunque parece no tener nada que ver con el culto a Dioniso, el artista matiza: "el dios griego siempre se representa a través de máscaras; y Dioniso siempre se asocia con ser el liberador de mentes a través del trance, la danza o las drogas psicotrópicas. Y si te das cuenta, la máscara lleva esa reinterpretación del tercer ojo, que en este caso se encuentra en la frente, rodeado por flores de peyote". Perry se había dado cuenta mucho tiempo atrás de que las celebraciones paganas dionisíacas siguen celebrándose en todo el mundo, con o sin máscaras, especialmente en el mundo rural, festivales de primavera, de las estaciones, las cosechas, la siembra... Una experiencia especial la vivió en los 90 junto a su hermano cuando visitaron la Semana Santa de Calanda, el pueblo turolense -lugar de nacimiento de Luis Buñuel- donde el Viernes Santo se celebra la larga y ruidosa 'rompida de la hora': "Parte de la celebración dionisíaca es lograr el éxtasis (...) Es en los festivales de primavera como ese, donde se ven los verdaderos restos de los festivales de Dioniso. Están por todo el Mediterráneo en lugares remotos donde la influencia cristiana no ha sido tan grande, como Cerdeña o las regiones montañosas de los Balcanes en Bulgaria. La gente usa máscaras y baila en círculos casi como el tiempo se hubiera detenido en sus celebraciones. Hay uno en particular llamado Kukeri en Bulgaria que es realmente hermoso". Pero no sólo en la intención se recuerdan a esos festivales paganos que aún perduran por el mundo, también la instrumentación utilizada (sobre la que no existen datos en el libreto del álbum) hace más auténtico al álbum al incluir utensilios tradicionales de esas regiones, como la fujara -una gran flauta eslovaca utilizada por los pastores-, el daf -un tambor de marco de Irán y el Medio Oriente en general-, la zurna -una especie de oboe de países musulmanes-, la gadulka -instrumento búlgaro de cuerda frotada con arco-, la gaida -una gaita de los balcanes- o el birimbao -de cuerda percutida, brasileño-, además del inevitable salterio y otro tipo de cuerdas, vientos y percusiones que nos acercan al Mediterráneo, Oriente Medio y los Balcanes ("el álbum lleva implícito un contexto narrativo que envuelve la naturaleza de esas zonas -montañas, ovejas, pastores-, aludiendo al aislamiento de dichas regiones de la cristiandad y civilizaciones urbanizadas occidentales). "Dionysus" es más una obra de Brendan que de Lisa (él se considera instigador de los últimos álbumes), que literalmente renunció al control y se dejó llevar en la aventura. El acicate definitivo del proyecto fue el libro de Friedrich Nietzsche "The Birth of Tragedy Out of the Spirit of Music" ('El nacimiento de la tragedia a partir del espíritu de la música'), en el que cuenta entusiasmado Perry que se exponen dos líneas principales en la creación griega, un pensamiento apolíneo (analítico, basado en la razón), y otro dionisíaco (caótico, impredecible, derivado de los sueños y la naturaleza). Obsesionado con el tema, la investigación continuó y Brendan decidió construir este álbum como un puente entre épocas. "Sea borne" es un comienzo excitante en el que Dioniso llega en barco desde el este, una danza pasional de acertada melodía con algo de místicismo en los coros y esa instrumentación con sabores antiguos que tan bien acopla siempre el dúo a sus canciones. Más sensual es "Liberator of minds", baile atrayente con envites orientales lleno de erotismo, que incita por igual al baile y a la lujuria ("implica el uso de alucinógenos y drogas que se asocian con el dios, además de liberarse de las limitaciones de la vida social"). Espejismos de orgías de los dioses se asoman en "Dance of the bacchantes" (las bacantes eran mujeres griegas adoradoras de Dioniso), tramo final de este atractivo primer acto que pasa como un suspiro, y en el que la voz de Lisa es testimonial, un instrumento más de este ritual que deambula por un camino de exceso étnico. Algo mas brumoso se presenta el segundo, esta vez sí, con la voz de Brendan Perry ejecutando el canto de "The mountain", con la ayuda de Lisa; esta visita al Monte Nysa (montaña donde nació Dioniso y fue criado por el centauro Quirón) fue escogida como primer sencillo del álbum -y tuvo su colorido y muy bien realizado videoclip-, posiblemente por su acercamiento a un patrón más claro de canción propiamente dicho, si bien no parece tratarse de los cortes más extasiantes. El ambiente pastoril (se escuchan sonidos de un rebaño) cobra vida antes de un momento importante al salterio en "The invocation", con arremetidas de cuerdas y la declamación sin sentido, como es habitual, de Lisa, en un nuevo delirio étnico que inaugura posiblemente la mejor parte del álbum, penetrante, apasionante. "The forest" (la 'partida al bosque' se considera la etapa final del desarrollo espiritual humano en algunas tradiciones) es el regreso de voz solista de Brendan, si bien en las 'canciones' del disco, y como la propia Lisa ha hecho en otros de sus trabajos, Brendan desarrolló un lenguaje inventado con la ayuda de un programa llamado Syllabuilder, dándole más importancia a los coros -como en las propias ceremonias antiguas- que a lo que se dice. El final, "Psychopomp", de ambiente muy natural con las voces de los dos protagonistas, trata del descenso de Dioniso al Hades y su encuentro con Psicopompo, el ser mitológico que conduce las almas de los difuntos al otro mundo, cielo o infierno; posiblemente se podía haber cuidado un poco más esta despedida (quién sabe hasta cuando), que suena algo brusca.

A estas alturas, la aparición de cualquier trabajo de un grupo como Dead Can Dance es una bendición, sea o no una obra inspirada. Sin embargo es difícil que no lo sea. "Dionysus" es un todo, una obra conceptual creada, según Brendan, "para ser apreciada como experiencia, sentado, de principio a fin", y se aparta de "Anastasis" en el tono oscuro de aquel y especialmente en la ausencia del ritmo de canciones, que en el anterior trabajo era de una maravillosa intensidad, mientras que aquí adquieren una concepción más folclórica de la realidad intentando revivir la esencia, el sabor y los pláceres de aquellas antiguas fiestas en esta suerte de crónica ditirámbica, consiguiendo retroceder en el tiempo con una obra fresca y entretenida que, en su concepción en dos actos, se hace corta. Todo un trotamundos, Perry lleva tres años viviendo en Francia -donde se grabó el disco, en los Ker Landelle Studios de Bretaña-, tras dejar atrás Irlanda y muy lejos su anterior periplo australiano. Sin excesos pero sin restricciones, Lisa y Brendan despliegan en "Dionysus" esa música basada en la emoción que siempre han sabido presentar, una nueva obra absorbente que gustará sin duda a los múltiples seguidores de la banda (las entradas de su gira se agotaron en cuestión de horas), si bien disfrutaran más los que prefieran las celebraciones cercanas a ancestrales músicas del mundo que los cantos algo más profundos y oscuros.

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