28.4.21

SHAUN DAVEY:
"The Brendan voyage"

Cada vez se escuchan más teorías que sostienen que los primeros europeos en arribar a las costas de América fueron los vikingos, teorías avaladas por ciertos descubrimientos arqueológicos en el territorio canadiense de Terranova. Otro tipo de historias hablan de que, antes que los propios vikingos, fueron los polinesios los que llegaron a las costas americanas. Incluso los chinos pretenden alcanzar esa gloria, pero uno de los viajes más míticos que presentan a personajes adelantados en mucho tiempo a Cristóbal Colón es el periplo del Abad San Brendan buscando la mítica Isla de los Benditos o Isla de San Borondón, conocida desde entonces como la Isla de Saint Brendan. Junto a otros dieciséis monjes, este religioso irlandés emprendió este viaje entre el año 512 y el 530 d. C., y si bien no hay evidencias de la llegada a las costas de la futura América, existe la creencia de que pudo ser así. El explorador británico Timothy Severin construyó en 1976 a mano y con herramientas tradicionales una réplica del currach que utilizó Brendan y demostró que ese viaje puso ser posible al llegar en esas condiciones en 1977 a la isla de Peckford, en Terranova. Una película reflejó en 1978 dicha hazaña, con el título de 'The Brendan voyage', inspiración definitiva para que el compositor irlandés Shaun Davey creara una sinfonía muy especial y novedosa con ese mismo título, "The Brendan voyage".

Nacido en la ciudad irlandesa de Belfast en 1948, Shaun Davey es en la actualidad un reputado compositor, pero su fructífera carrera comenzó trabajosamente en el campo de la publicidad, donde se labró con sorprendente facilidad una buena fama como arreglista. Teatro, televisión y cine acabarán reclamando sus servicios con los años, mas su primer paso hacia la fama llegó de la mano del grandísimo gaitero irlandés Liam O'Flynn, intérprete principal de la suite orquestal para uilleann pipes "The Brendan voyage", hermosa sinfonía irlandesa compuesta y publicada por Tara Records en 1980 que partía de esa innovación y atrevimiento, juntar a una orquesta sinfónica con una gaita irlandesa. En la estupenda portada del álbum (obra de la ilustradora Pat Musick) se puede leer 'suite orquestal para uilleann pipes'. Partituras como esta cubren además un posible vacío cultural en bastantes oyentes que no tienen por qué conocer la historia de San Brendan, igual que pasará años después, concretamente en 1992, con la también orquestal "The Seville Suite" de Bill Whelan, que nos contará la historia de la llegada a España de Hugh O'Donnell buscando la ayuda de Felipe III en su rebelión irlandesa contra los ingleses. Aunque este tipo de obras se parezcan un poco al estar formadas por patrones similares, hay que saber apreciar los matices que las distinguen y hacen de ellas pequeños hitos de la música celta orquestal. Otras bandas y artistas se han hecho eco de la gesta de San Brendan, como los británicos Iona en su disco "Beyond these shores", el arpista alemán Rüdiger Oppermann en "The Brendan voyage", y aunque realmente poco se acerquen en cuanto a su tratamiento musical, no hay que dejar de mencionar el trabajo de 1998 del estadounidense Jeff Johnson "Prayers of St. Brendan", que trata el viaje de San Brendan en un estilo melódico ambiental con varios temas cantados. Ejerciendo de pionero en este interesante mestizaje, Shaun Davey compone y produce la obra, Noel Kelehan conduce la orquesta, y aparte de las uilleann pipes de Liam O'Flynn, Paul McAteer se encarga de la batería, Tommy Hayes del bodhrán y Garvan Gallagher del bajo eléctrico, muy acertadas interpretaciones con las que, en su sobrada calidad, los instrumentistas logran un clima auténtico, pasional, donde no son necesarias melodías para el recuerdo sino que es el conjunto el que prevalece, el gran sabor de boca de una partitura completa. La sublime y completa instrumentación se eleva, eufórica, desde el corto tema de apertura ("Introduction", punto de partida del viaje desde Brandon Creek), pero enseguida es la gaita, representando al barco, la protagonista en "The Brendan theme", con su característico quejido, tañido en esta ocasión por uno de los maestros de esa uilleann pipe, el gran Liam O'Flynn. "The Brendan theme" es de hecho una pieza enorme, exultante, una de esas joyas ocultas del sinfonismo celta. "Jig: Water under the keel" se abre de nuevo con un ritmo de gaita más vivo, una jiga a la que, como en un bravío ejército, se unen al instante toda la orquesta y la aguerrida percusión. Un barroquismo aflautado mueve los hilos del comienzo de "Journey to the Faroes", obviando al poco la vertiente melódica por mor de un sinfonismo más atento a crear una cierta tensión, la de la niebla que atrapa al barco llegando a las islas Feroe. Continuando con la angustia, "The cliffs of Mykines" es una especie de suite que forma parte eficiente de la banda sonora de esta historia -pasando el barco muy cerca de los peligrosos acantilados-, que desemboca en otra excepcional demostración de gaita en "Mykines sound". A continuación, "Journey to Iceland" es un corte fantasioso en su comienzo, que retoma enseguida la melodía de "The Brendan theme", pero mimetizada en un estilo libre y abierto -momentos más calmados donde el navío está acompañado de ballenas y delfines-, que continúa en "The gale" de manera rabiosa y elegante, lidiando con las peligrosas tormentas. La orquesta se eleva entre lo aventurero y lo dramático cuando en "Labrador" los icebergs se ceban con el barco. Por último llega "Newfoundland", nombre de la isla canadiense de Terranova, final del viaje y llegada así al Nuevo Mundo, que los músicos celebran con una completa pieza que acomete una nueva variación del tema de Brendan. Las suites orquestales de Shaun Davey precisan de una visión total, escucharlas íntegras para comprender su significado, la historia que pretende contar este autor consagrado. Y como una representación en directo es lo ideal, la partitura fue estrenada en vivo dos años después en Bretaña, concretamente en Rennes y Lorient, y posteriormente en Irlanda en el Dublin Folk Festival en 1983, contando desde entonces con numerosas interpretaciones mundiales, y con una representación anual en el National Concert Hall dublinés con Mark Redmond haciéndose cargo de las uilleann pipes. Davey continuará en los años siguietes con sus despliegues orquestales, que originarán álbumes tan plenos como "The Pilgrim" o "Granuaile", ambos con la voz de su esposa, la también irlandesa Rita Connolly.

Davey nos cuenta lo siguiente en el libreto: "Aprovecho los hechos e imágenes del viaje de Severin para convertirlos en términos musicales, y de la misma manera que su libro describe varios puntos de encuentro entre la cultura medieval y moderna, he tratado de encontrar también algunos encuentros entre las formas de música antigua y contemporánea". Las uilleann pipes fueron las elegidas para representar el barco, y no fue fácil aunar la orquestalidad con la sonoridad de este glorioso instrumento, que el autor describe así: "El linaje de las gaitas irlandesas o uilleann se remonta a lo largo de los siglos en toda Europa. Se diferencian de las gaitas escocesas en primer lugar en que su viento es suministrado por fuelles asegurados al brazo del músico en lugar de en una bolsa en la que sopla, y en segundo lugar en que tienen un sistema mucho más sofisticado de teclas y cánticos con los que producir notas. Están diseñados para tocar sentados, preferiblemente en lugares protegidos como salones o salas de estar, y no son el tipo de instrumento para pasear por las montañas". De este modo, y teniendo en cuenta la dificultad de incorporar esta gaita a la orquesta, Shaun acaba agradeciendo su labor a Liam O'Flynn, que "no solo hizo accesible el funcionamiento interno de la gaita, sino que fue él quien encontró las soluciones a los muchos problemas contenidos en las melodías desnudas que le di. Su disposición a explorar nuevas vías hizo posible toda la empresa". El primer borrador de la suite fue grabada en el canal irlandés RTÉ para el programa de radio 'The living bridge', y Tara publicó el álbum en 1980, una completísima obra que presenta momentos de muchos colores y sin respiro a lo largo de sus poco más de 40 extasiantes minutos, de la aventura al bucolismo, del recogimiento a la exaltación. Un trabajo pionero y recordado con entusiasmo por crítica y público, que marcó un nuevo camino en la música irlandesa.

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19.4.21

STEPHAN MICUS:
"Athos"

Los viajes musicales de Stephan Micus no tienen nada que ver con los que impone la actualidad, lo que la industria dicta que se tiene que escuchar, que pinchar o que fusionar. La música de este artista de espíritu nómada está, además, muy influida por el paisaje, muy unida al esplendor de los grandes espacios abiertos que visita en sus devenires vitales. Este trotamundos alemán nunca decepciona a cada nuevo paso de su trayectoria, logrando continuamente trabajos de una extraordinaria cohesión y fortaleza espiritual, y aunque constituya la piedra base de su existencia musical (sin que él mismo pueda explicar realmente por qué), no siempre es oriente el destino elegido en su imaginario interior, ni siquiera África, otro continente libre en el que gusta de explorar y de cuyas gentes, decía, los occidentales deberíamos realizar un ejercicio de aprendizaje. Sin ir más lejos, Mallorca es su lugar de residencia habitual, y tanto él como su compañía de discos son alemanes, pero el viaje que nos proponía en 1994, como siempre fiel a ECM Records, era a una montaña y península griegas, un enclave religioso lleno de monasterios ortodoxos llamado Monte Athos, conocido también en griego como Agion Oros, 'Montaña Sagrada'.

En la mitología griega, Athos es el nombre de uno de los gigantes que se enfrentó a los dioses durante la batalla conocida como Gigantomachia. Lejos sin embargo de la bravía de la lucha o del furor que despertaba la mítica contienda entre dioses y gigantes, el "Athos" de Stephan Micus está poseído por el sentimiento espiritual de la montaña, y continúa explorando su eterna capacidad de conectar mundos, de unir culturas, de fundirlas con su benigna música en una sola. Y también con su voz: "A mi particularmente no me interesan los idiomas, apenas es posible decir la verdad con ellos. Con la música, sin embargo, uno puede aproximarse mucho". Sin idiomas, pero con voces, con la universalidad de la voz tarareada, la propia garganta de Stephan duplicada un sinnúmero de veces. Y es que la naturalidad no exige la huida de la tecnología, siempre que no la altere: "No es difícil apreciar los matices de experimentación y vanguardia que yo aporto a cada cosa que hago", dijo el maestro. La historia de este disco comienza en uno de los continuos peregrinajes de Stephan, una visita de tres días a la montaña, en la que experimentó un rico contacto con la liturgia ortodoxa griega, originando uno de sus discos más introspectivos: "Hice el primero de mis numerosos viajes allí en 1988 y me quedé durante tres días y tres noches. Pasé las noches en los monasterios y participé en la liturgia y la vida de los monjes. Durante los días caminé por el paisaje virgen. Al principio, estos dos mundos parecen ser dos oposiciones irreconciliables. Por un lado los monasterios, que a veces se sienten oscuros, lúgubres y severos, y por otro lado la naturaleza encantadora y serena, llena de luz y color. Más tarde uno se da cuenta de que son dos aspectos de un mismo movimiento que se complementan e intensifican de una manera ideal". Como parte de la enseñanza alemana en la escuela primaria, Stephan estudió flauta, si bien afirma entre risas que "yo era el único niño de mi clase que lo disfrutaba". Muchos años después, fue cautivado por la guitarra española (que estudió durante un tiempo en Granada) y por la flauta que utilizaba Ian Anderson en la banda Jethro Tull, y tras conocer a Ravi Shankar en Munich, viajó a la India para aprender sitar, un instrumento que sólo ha grabado en su época temprana (en los 70) y a partir de 2006. Fascinado especialmente por oriente, no dejó de interesarse por otras culturas, tanto por sus costumbres como por su folclore, hasta el punto de dominar un gran arsenal de instrumentos del mundo, un amplio museo que se pasea por todos los continentes y que intenta desgranar, según sus necesidades, en cada uno de sus trabajos. En "Athos", por ejemplo, utiliza tres tipos de flautas (shakuhachi -japonesa, de bambú-, suling -balinesa, de caña- y nay -de caña, de Oriente Medio-) para reflejar cada uno de los días, dos instrumentos de cuerda (el sattar -de arco, con diez cuerdas, usado por el pueblo turcomano pero resiente en China Uigur- y la cítara bávara) rememorando los caminos de ida y de vuelta, percusiones (macetas) en el segundo día y muchas voces sampleadas, hasta 22, que suenan en cada pieza nocturna del viaje que representa este álbum (de naturaleza gloriosa, tan místicos cantos no requieren acompañamiento instrumental, de hecho nos hablan de los servicios ortodoxos que se celebran entre las 3 y las 4 de la madrugada en el interior de los monasterios, que son un lugar de gratitud y silencio donde no se usan los instrumentos musicales). En muchas ocasiones, Stephan no utiliza títulos concretos para las pistas de sus trabajos, simplemente su numeración, al considerar el trabajo como una historia completa; en "Athos" sucede algo parecido, y este viaje real viene expresado en los títulos como un diario musical que refleja el camino de ida, cada día, cada noche, y el regreso. "On the way" es ese periplo hacia la montaña, un comienzo muy sentido, de generosa intensidad y alma oracional, que casi expresa dolor. Enseguida llega su voz, una celebración privada a 22 voces, un trabajo ímprovo para un resultado espectacular, emocionante salmo de profundidad insondable titulado "The first night". Un viento solitario, emocionante flauta shakuhachi, aporta su personalidad en "The first day", otro corte más celestial que terrenal, como lo es todo el álbum. Posiblemente sea una pieza altamente disfrutable en vivo, más que plasmada en CD, para entender mejor el recogimiento que engendra la soledad del músico y la turbación de los silencios. De nuevo las voces solitarias son las protagonistas en otro alarde oracional que va ganando en fuerza conforme avanza la segunda noche, "The second night", si bien el momento más especial del álbum llega a continuación con "The second day", genial melodía con esa dulce y melódica flauta balinesa (suling) y tímida percusión, que engendra un instante mundano y esencial, una sencilla parada en el viaje, un divertimento en el que disfrutar del paisaje, del apacible clima o del mero hecho de descansar. Lo inefable de composiciones como ésta invita a guardar silencio y volverla a disfrutar una vez tras otra, si no fuera porque la proposición del bucle eterno no dejaría escuchar otras joyas contenidas en el disco. En "The third day" toca el turno de volver a embelesarnos con las cuerdas vocales de Stephan, de nuevo en 22 planos y sin otro acompañamiento, mientras que en "The third day" es un nuevo viento, el ney, algo más grave, el que trata de describir las vivencias del viaje que la estancia va acabando. Se antojan entornos polvorientos, soledad y reflexión, y el espíritu es colmado notablemente por la pureza de la música. Para acabar, la siempre hermosa cítara es la base sobre la que flota la melancolía de otra cuerda, el sattar, sublime conjunción que se completa con la entrada de las voces (11 en esta ocasión) en esa eterna banda sonora del caminante que suele ser imaginario leitmotiv del músico alemán, cuya etiqueta más acertada para su música, contestaba en esta época, fuera posiblemente la de músicas del mundo, "la que mejor se ajusta a mi actividad", decía.

Micus plantea, busca y en definitiva defiende la belleza del sonido más simple, la hermosura de esos instrumentos que no han necesitado evolucionar y asemejarse a máquinas (una de sus comparaciones favoritas es la de la flauta shakuhachi -de bambú y con cinco agujeros- con las complejas y frías flautas de concierto europeas) para conectar con lo espiritual, aunque para ello se prescinda de frases complejas, centrándose el artista en ambientes recogidos o notas aisladas pero sencillamente perfectas. La combinación de instrumentos y culturas, más allá de disonar, 'construyen puentes' (uno de los grandes objetivos del músico alemán) y encuentran una afinidad natural al ser tratadas casi como seres humanos por sus manos, en este álbum que rebosa espiritualidad. Stephan Micus traslada la soledad del nómada a la música, plasmando en sus muy personales piezas una realidad inherente de cielos abiertos y tradiciones artesanales, construyendo en muchas ocasiones auténticas oraciones de profundo respeto y mágica intangibilidad, mantras que suelen provenir del contacto con la naturaleza y las gentes, pero que en casos como el de "Athos" tienen un origen realmente religioso, reflejando perfectamente -como en cada uno de sus trabajos- lo que es y los que vive Stephan Micus a cada momento, en este caso un recogimiento profundo en comunión con la 'montaña sagrada' griega, país al que regresará, casi dos décadas después, en el álbum "Panagia".

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9.4.21

THE CORRS:
"Forgiven, not forgotten"

Fenómenos como el de The Corrs evidencian que una buena campaña de marketing puede convencer a una gran cantidad de público para ir en la misma dirección y querer escuchar de repente el mismo tipo de música, tal vez sin tener previo conocimiento sobre la misma ni capacidad de comparación o análisis, y no es que se pueda hablar mal, ni mucho menos, del producto asociado a dicho grupo irlandés, si bien su pulcritud parece tener un marcado carácter de laboratorio, una realidad preparada al detalle para que dé numerosos y rentables frutos. Sí que hay, no obstante, características auténticas y esenciales en su música y en las personas involucradas en la misma, por lo que al final nos encontramos con un fenómeno muy exitoso que, aderezado por la moderna producción (siguiendo el camino de otras bandas irlandesas como U2 o The Cramberries, aunque con un mayor componente folclórico) está a medio camino entre la comercialidad más preparada y una deliciosa naturalidad. Lo celta estaba decididamente de moda en los 90 y el productor de The Corrs, David Foster (que había trabajado en multitud de producciones y con figuras internacionales como Kenny G, Michael Bolton, Celine Dion, Kenny Rogers o los grupos Chicago o Wolfstone), vio enseguida las inmensas posibilidades de este conjunto cuando se entrevistó con ellos tras actuar en Boston en la época del mundial de fútbol de EEUU. De hecho, más que un grupo de música celta modernizado, conforme avanzaba su trayectoria ellos mismos se tenían por "un grupo de pop rock que utiliza la herencia musical de su país". 

Dudalk es una pequeña ciudad situada al norte de Dublín. De ella provienen The Corrs. Jim, Andrea, Sharon y Caroline son los cuatro hermanos, de apellido Corr y provenientes de una familia de músicos, que componen el grupo, y cuyo magnetismo natural (poseían todos ellos una gran belleza y una exultante juventud) posibilitó gran parte de su repercusión, como si se tratara de una nueva banda para adolescentes pero con la seriedad de lo tradicional en la mochila, de tal forma que su público abarcó una gran gama de edades. Aunque Sharon y Jim solían tocar juntos en pubs, las circunstancias de cómo los hermanos formaron el grupo denominado con sus apellidos vinieron empujadas por el cineasta inglés Alan Parker y su renombrado proyecto The Commitments, en el que Andrea logró un papel (como Sharon Rabbitte) y Jim, Sharon y Caroline aparecían como músicos. John Hughes, que había trabajado anteriormente con Jim, era el coordinador musical de la película, y decidió convertirse en su manager. En su primer paso se involucraron varias compañías (143 Records -sello del productor, David Foster-, Lava Records), si bien la que lo distribuyó mundialmente en 1995 fue Atlantic Records: "Forgiven, not forgotten" es un trabajo ultraproducido, repleto de canciones de pegadiza energía, sencillos exitosos como "Runaway", "The right time" o la pieza que da título al disco, en el que las voces son elementos dominantes entre una instrumentalidad propia de la música tradicional irlandesa, pero convenientemente modernizada. Además, cinco son los temas instrumentales del álbum, breves piezas de la tradición irlandesa que comienzan con la entradilla instrumental ("Erin shore" se desarrollará más y mejor en el último corte del álbum), una pequeña declaración de intenciones, esa modernización folclórica que enseguida despierta con la primera de las bellas canciones del trabajo, "Forgiven, not forgotten", que se convirtió en un pegadizo segundo sencillo del mismo (su video-clip, rodado en una plataforma giratoria, hizo que alguno de los miembros sintieran mareos durante el rodaje). "Runaway" fue la elección como sencillo principal del disco, una especie de interesante balada que sólo fue un primer paso para la banda, pues tardó un poco en alcanzar el éxito. El tercer single, "The right time", es una pieza más animada y con mejor aprovechamiento de las cuerdas del violín. El poker de bellas canciones lanzadas promocionalmente se completa con la tal vez demasiado suave "Love to love you", y con la balada "Closer", aunque esta última sólo en Australia y Nueva Zelanda. Si bien no fue otro single del álbum, "Heaven knows" es otra canción muy agradable y evocativa de su Irlanda natal, otra pieza destacada en el conjunto de una obra a la que otros títulos como "Someday" o "Secret life" contribuyen a que se complementaran sus intenciones de pop celta. El poso tradicional se respira en otros interludios instrumentales como "Along wih the girls" o "Carraroe jig", se desarrolla algo mejor en "The minstrel boy" (melodía clásica irlandesa escrita por el poeta irlandés Thomas Moore), y con una mayor contundencia de la batería del gran Simon Phillips en "Toss the feathers" (un tradicional muy adaptado por numerosas bandas folclóricas), para concluir con el desarrollo íntegro de la soñadora pieza de entrada, "Erin shore", con la participación de Bill Whelan, otro de los aciertos del disco. Además de la conjunción de la banda (no en vano llevaban juntos toda su vida), la voz de Andrea Corr (que también interpreta el tin whistle) y el violín de Sharon Corr son, posiblemente, los elementos que más destacan en el álbum, pero no hay que dejar atrás a Caroline Corr con batería y bodhran, y la guitarra y teclados de Jim Corr. Además, la contribución en instrumentaciones adicionales de otros nombres como Simon Phillips, Des Reynolds, Noel Eccles, Michael Thompson, Neil Steubenhaus, Tal Herzberg o David Foster. "Forgiven, not forgotten" alcanzó una ventas espectaculares en todo el mundo, de más de 6 millones de ejemplares, originando además una gira mundial de dos años que provocó también una edición especial del disco con pistas en vivo en un segundo CD. En España, aunque le costó arrancar, ocupó el puesto número 4 en 1997 -ese año estuvo 33 semanas en listas mientras se publicaba su siguiente disco, "Talk on corners"- y aún seguía vendiendo en 1999, cuando llegó al puesto 23. Ese mismo año 1999 fue calificado como triple platino (300.000 copias vendidas), aunque para comprobar el enorme tirón que tenía el conjunto entre nosotros es necesario saber que las ventas del mencionado "Talk on corners" ascendieron a más de 600.000 (6 platinos), la mayor cifra alcanzada por un disco irlandés en España (un platino más que el enorme "Watermark" de Enya y el doble que el mítico "The Joshua tree" de U2), de tal manera que, a día de hoy, "Talk on corners" aún se encuentra entre los 50 trabajos más vendidos de la historia en nuestro país. 

The Corrs llegaron para revitalizar la herencia celta en la última década del siglo anterior, dando un paso adelante hacia el pop/rock a las canciones de grupos como Clannad o cantantes como Mary Black. Tal vez fuera por la moda celta, por la espectacular imagen del elenco femenino del conjunto, por la agresiva promoción de la compañía, por la calidad natural de las canciones o por todo ello junto, el caso es que la euforia apareció de súbito con los primeros discos de esta banda irlandesa. A tenor de las cifras de ventas y la popularidad que estaban alcanzando, The Corrs eran un producto de marketing sin parangón, un muy atractivo escaparate musical en el mundo celta como Vanessa Mae, por ejemplo, lo sería en el clásico. La sinceridad era sin embargo la base de la banda, unas auténticas raíces irlandesas y una trayectoria pausada y estudiosa. La belleza de sus miembros y su condición de hermanos llamaba poderosamente la atención y remitía a otros grupos formados por hermanos o miembros de una misma familia, algo tan común en Irlanda (Clannad o Nightnoise, por ejemplo). No es que The Corrs aportaran nada nuevo a la música irlandesa, de hecho su éxito fue criticado y hoy en día no es especialmente recordado, pero hicieron que mucha gente se interesara por el poso tradicional que residía en sus melodías, y por una instrumentación, eso sí, auténtica y bien interpretada, que se ha extendido durante muchos años en siete discos de estudio y exitosas giras, además de otras obras de algunos de los hermanos en solitario, como Andrea o Sharon, aunque sin la enorme repercusión de los primeros álbumes firmados por The Corrs.














2.4.21

CESARIA EVORA:
"Miss Perfumado"

En 1996 apareció en el panorama musical español, de la noche a la mañana, la figura esbelta de Cesaria Evora. Hasta nuestro país (y posiblemente a gran parte del globo) llegó cuando la señora tenía algo más de 50 años, gracias a su creciente repercusión en Francia, y al acierto y cada vez más extendido éxito de su álbum "Miss Perfumado", pero en Cabo Verde (su país de origen) desde hacía décadas y en la propia Francia pocos años atrás (desde que José Da Silva, su productor y manager, la llevó a grabar en París en 1988), Cesaria era todo un mito. No en vano la llamaban 'la diva de los pies descalzos' (gustaba de actuar sin calzado, dicen que en solidaridad con las mujeres y niños pobres de su país), una mujer luchadora que cantaba en los clubes y las tabernas de la vida nocturna de Mindelo (capital de San Vicente, la segunda isla más poblada de Cabo Verde) desde que aún no era ni siquiera mayor de edad. Gracias a ella, la morna (un tipo de lamento cantado, propio de Cabo Verde) fue un estilo de canción que llegó al conocimiento de los interesados en las músicas tradicionales y folclóricas, y es que en la voz de Cesaria esa nostalgia cantada en criollo en temas que se hicieron tan populares como "Sodade", sonaba profunda y auténtica, regalándonos una colorida postal de aquel estado situado el océano Atlántico, frente a las costas de Senegal.

Cize (como la llamaban sus amigos) estuvo siempre segura de las posibilidades de su música, de que si le daban la mínima oportunidad de ser escuchada, sus discos llevarían lejos los sones caboverdianos. Hay en Cabo Verde tres ritmos principalmente, la morna como ejemplo de balada melancólica que refleja el amor por la tierra -limítrofe entre el fado de Portugal, el blues y las herencias africanas y brasileñas- (Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 2019, se acompaña de clarinete, violín, guitarra y cavaquinho), la coladera para bailar -más alegre y satírica, en un modo lento- y el más africano y basado en el acordeón, el funaná -al que llaman el pop de los campesinos-. Al final, adaptada a uno u otro ritmo, todo el mundo acabo conociendo a esta dama triste, que fue la abanderada de la riqueza musical caboverdiana, país en el que era admirada por un buen número de fieles, pero no tan reconocida (a ello se debió que, tras la independencia de Cabo Verde de Portugal, en 1975, ella dejó de cantar durante diez largos años, que denominó como 'años oscuros') como después, cuando salió de allí y fue saboreada en Francia primero (donde quisieron compararla con Edith Piaf y Billie Holiday), y en toda Europa después, antes de llegar a una Norteamérica donde fue nominada a tres premios grammy. Publicado por Lusafrica en 1992, "Miss perfumado" es un completo álbum, en el que no faltan creaciones de uno de los más grandes compositores de Cabo Verde, B. Leza, primo del padre de Cesaria, que era violinista. Leza falleció cuando ella tenía 7 años, y en este álbum su influencia aporta, además de otras tres canciones, el mismo título, esa buena melodía tan parecida a un fado portugués que es "Miss Perfumado". "Sodade" es una canción muy especial y auténtica, un fabuloso tema compuesto por Armando Zeferino Soares, que evoca unos sentimientos auténticos, reconfortantes, es fácil imaginarse a la diva descalza rodeada de amigos y disfrutando con el mero hecho de cantar, sin presión mediática alguna. "Bia" presenta, a continuación, un comienzo tanguero o al menos muy sudamericano, esta hermosa canción no es especialmente triste, aunque sí que parece recrearse, mirando al mar, en la nostalgia. Más alegre, "Cumpade ciznone" tiene un ritmo bailable, aunque el mayor exponente de esas coladeras es la exitosa "Angola", grandísimo tema firmado por Ramiro Mendes, con el que Cesaria acabó de encontrar el camino del éxito internacional. Por poco que guste la dura voz de la diva, es imposible no reconocer el mérito y la belleza en interpretaciones como esta. A medio camino entre el recuerdo y el olvido, "Direito di nasce" parece una alegre remembranza. "Vida tem um so vida" refleja una nueva alegría, como en la algo más acertada "Morabeza" y en la aún más interesante "Recordaï", otro de los mejores temas de un disco en el que aún queda espacio para más grandes canciones, especialmente "Barbincor". En vez de la orquesta, es muy especial la sonoridad obtenida en los discos de Cesaria por guitarra, piano, violín, clarinete y cavaquinhos (pequeñas guitarras de cuatro cuerdas que imponen el ritmo). Toy Vieira, Paulino Vieira, Escabês y Malaquias Costa fueron los músicos que la acompañaban en este disco que, en 2012 contó con una edición especial por su 20 aniversario, con un primer CD remasterizado y un segundo poblado por 17 bonus, una edición que Cesaria ya no pudo contemplar, aunque le hubiera hecho tan feliz como lo era realmente toda su música ("no creo que la morna en sí sea triste porque es un género bailable y el carácter caboverdiano es alegre, lo que pasa es que le gusta recordar el pasado").

Esta cantante caboverdiana no poseía la sensualidad de Teresa Salgueiro, el glamour de Eleftheria Arvanitaki o el exotismo de Noa, su carisma iba a residir totalmente en una voz especial, un torbellino anímico que iba mucho más allá del espacio. Cesaria mantenía la ilusión por seguir trabajando a pesar de que notaba el paso del tiempo por sus castigados huesos. De hecho tuvo que anunciar su retirada pocos meses antes de fallecer por una insuficiencia respiratoria en 2011 a los 70 años. Ya no bebía -el alcoholismo también fue uno de sus problemas durante un tiempo-, pero nunca había dejado de fumar, y eso, entre otras cosas, le pasó factura a esta mujer que, en Cabo Verde, decían, era tan importante con la propia bandera. Su importancia también en Francia hizo que fuera galardonada en 2007 con la medalla de la Legión de Honor. Su muerte llenó de tristeza a una multitud de admiradores, pero ellos sabían que la diva había logrado la felicidad con su éxito tardío. En su momento de mayor apogeo, Cesaria llenó dos noches seguidas en el teatro Olympia de París, actuando por primera vez en España en 1993, tras la repercusión mundial de "Miss Perfumado", que vendió más de 300.000 copias en todo el mundo. "La noche es la escuela de la vida, he aprendido mucho de la vida gracias a la noche -decía-. No me enseñó a cantar como en las academias, pero sí a definir un estilo propio. Me fue de gran ayuda", decía esta reina de la noche caboverdiana que disfrutó toda su vida cantando y bailando y cuya voz, inolvidable, era pura emoción.