26.7.07

OTTMAR LIEBERT:
"Nouveau flamenco"


Con el triunfo de los Gipsy Kings en EEUU a finales de los 80 nació el fenómeno de la gipsy guitar, más tarde renombrado por la terrible mercadotecnia como 'nuevo flamenco'. Uno de sus máximos representantes (no en vano ese es el título de su primer trabajo, que sirvió para nominar el estilo) es un alemán residente en los Estados Unidos desde 1979, de edad indeterminable y sonrisa encriptada. Su nombre, Ottmar Liebert. Su cruz, ser odiado o al menos ninguneado por los puristas del flamenco (como por su admirado Paco de Lucía) por el apelativo que acompaña a su música. Pero Ottmar, como artista que es, merece un respeto más allá de esa denominación, la música es un mundo en constante evolución y el flamenco también ha conocido y conocerá fusiones, evoluciones e incluso involuciones. Considerado de una forma o de otra, este 'nuevo flamenco' existe, goza de una cierta fama en norteamérica (Liebert copaba sin problemas los primeros puestos de las listas de ventas en Estados Unidos, y su estela la han seguido muchos otros como Jesse Cook, Lara & Reyes, Miguel de la Bastide o el español José Luis Encinas) y ha de ser tenido en cuenta, incluso puede ser admirado en su rítmica y atractiva mezcolanza de flamenco, pop, jazz y músicas del mundo.

Precisamente un ciudadano del mundo es Ottmar Liebert, un alemán nacido en Colonia en 1959, de padre de ascendencia china y madre húngara, que se trasladó a Estados Unidos (a Boston, concretamente) buscando el éxito y que reside desde 1986 en esa ciudad cóctel de culturas (ubicada en Nuevo México, al sur de los Estados Unidos) que es Santa Fe. Su mezcla genética se notaba en su físico y en sus inquietudes ya desde adolescente, cuando viajó por Europa y Asia absorbiendo conceptos y tradiciones. Aunque la guitarra era su instrumento primordial, esa facilidad de asimilación le hizo grabar "Nouveau flamenco" cuando solamente llevaba un año estudiando este difícil estilo, si bien la historia fue algo más compleja: Liebert, que interpretaba su música en bares y restaurantes, entró en contacto con un artista local llamado Frank Howell, un indio que regentaba varias galerías de arte. Con la música de Liebert y los dibujos de Howell, se editaron 1000 copias del álbum "Marita: Shadows and storms", que se vendieron en las galerías de este último y en el mercado indio que se celebra cada agosto en Santa Fe. En un acuerdo con un apretón de manos, Howell le pagaba el estudio y le entregaba el master. De manera parecida a cómo los amigos de Will Ackerman le instaban a que grabase sus composiciones, Ottmar también encontró una cierta insistencia entre la gente que le escuchaba mientras cenaba o tomaba copas en Santa Fe, así que "Marita" fue la respuesta del guitarrista. La casualidad hizo que una emisora de radio californiana emitiera varios cortes del álbum, que llegaron a oídos de la discográfica Higher Octave Music, que con mucho ojo decidió regrabar las canciones y publicar el álbum, si bien con algunos cambios de aspecto: en especial el título, que se ha convertido en una referencia, pero también el orden de los temas -con la eliminación de algunos de ellos- y la mayoría de sus títulos (algunos eran originalmente en español, como "Las cartas perdidas" o "Adios a la noche"). Este cambio daba prioridad a unos ritmos más fáciles de escuchar en los 5 primeros cortes (de entrada ritmo y alegría con los rumberos compases del emblemático "Barcelona nights", otro tema pegadizo dedicado a Berlín -aunque se asome claramente a la bossa nova-, "Heart still / Beating", el claramente fronterizo "3 women walking", un muy movido "2 the night" y el más calmado y sensual "Passing storm"), para de golpe atacar con los dos grandes temas del trabajo de forma continuada, o al menos los más conocidos, radiados e incluídos en recopilaciones, el delicioso y genial "Santa Fe" y "Surrender 2 love" -rotundo corte de inicio de "Marita"- con su comienzo reflexivo y combinación de ritmos y sabores de manera aterciopelada y glamourosa. Le sigue un intento de acercamiento a lo flamenco (en especial en "Road 2 her/Home" -bulerías- y "Flowers of romance"), para concluir de manera reflexiva. "Nouveau flamenco" ha tenido unas ventas espectaculares en casi todo el mundo, alcanzando por ejemplo los dos discos de platino en los Estados Unidos (allí cada platino equivale a un millón de unidades vendidas). De hecho, en el listado de discos latinos más vendidos en Estados Unidos, "Nouveau flamenco" ocupa un puesto privilegiado, en concreto el séptimo, por detrás de trabajos superventas de Selena, Linda Ronstadt, Julio Iglesias o Gloria Estefan, y por delante de todos los demás (Maná, Shakira, Alejandro Fernández, Enrique Iglesias, Ricky Martin, Luis Miguel...). No en vano se define como el álbum de guitarra más vendido de todos los tiempos. A partir de ahí todo fue rodado para este artista, cuya música ha ido evolucionando en la producción y la composición, aportando influencias de todo tipo, incluso clásicas. Desde luego que Liebert no tiene nada que ver con la calidad de Paco de Lucía o Vicente Amigo, pero esa es la diferencia entre el flamenco y el 'nuevo flamenco', este último es de más fácil asimilación, con un componente latino, melódico y popero que lo hace atractivo, bailable y tremendamente rítmico: "Para mí, nouveau flamenco es al flamenco lo que la bossa nova es a la samba. Nouveau flamenco y bossa nova tienen sus raíces en las melodías, mientras que el flamenco y samba las tienen principalmente en el ritmo". William Aura fue el principal impulsor de este proyecto en el que, además de la guitarra flamenca construida para Liebert por Lorenzo Pimentel, se puede saborear una buena percusión de Jeff Sussmann, así como el bajo de Jon Gagan y los teclados de Stefan Liebert, todos ellos miembros del cambiante grupo que a partir de aquí acompañará al guitarrista bajo el nombre de 'Luna Negra'. Definido en el libreto como un nuevo sonido, poesía acústica con elegancia y pasión, de lo que no cabe duda es de la capacidad de enganche que posee. Diez años después de su publicación, y cuando el artista ya había cambiado de compañía, pasando a publicar con Epic Records, salió a la luz "Nouveau flamenco 1990-2000 (Special tenth anniversary edition)", una afortunada remasterización, con un diseño más elegante, en la que el ingeniero Gary Lyons remezcló, sin añadir nada nuevo, la cinta original; se optó además por otra vuelta al pasado al respetar el orden de las canciones existente en "Marita" (aunque con los títulos nuevos), y la inclusión de cuatro que habían sido eliminadas en un principio ("Surrender II", "La memoria", "Sudden shadows" y un gran tema aflamencado de título "Lonely hours") y de dos cortes nuevos, "Morning sky" y "Under blue moon", provenientes de una casete de 1989, no publicada oficialmente, de título "Got 2 Go (When love calls)".

"Barcelona nights" fue la canción elegida como single, con "Passing storm" en la cara B. Idéntica disposición nos encontrábamos en el CDsingle, con "Santa Fe" en el CDmaxi. En ambos se destacaba: "Hay un nuevo sonido espiritual que emana de Santa Fe. Su magia mezcla el corazón y el alma de la guitarra gitana española con un estilo contemporáneo. Es el nouveau flamenco... un sonido creado por Ottmar Liebert". ¿Se aprovechó Liebert de un nombre, de una etiqueta y de la posible ignorancia por parte del gran público del verdadero estilo? Es cierto que adulteraba esa raíz de la que pretende partir, pero ofrecía (y sigue ofreciendo) una música fresca en la que su único delito es la denominación, sin nada más que objetar. El mismo Paco de Lucía, al que referenciaba en este disco, habló escuetamente del tema de esta manera: "Es un niño muy guapo, que hace unas melodías muy simples y sin ningún ritmo. No vale nada y así lo he dicho en Estados Unidos y a él personalmente que me perdonara. No suelo hablar mal de nadie ni quiero hacerle daño, pero estoy luchando por mi música y por mi gente, y aquí hay muchos chavales que pasan su vida metidos en un cuarto estudiando, casi pasando hambre, y que tocan cien mil veces mejor". Posiblemente hay que decirle a esos chavales que luchen por esa pasión como lo hizo Ottmar Liebert, que supo ganarse un nombre y una fama tocando la guitarra.





21.7.07

STEPHEN CAUDEL:
"Wine Dark Sea"

Tras esa bucólica portada, acechada por un cielo rojizo que no presagiaba nada bueno para el conjunto de factores que hicieron posible el disco, nos encontramos con un trabajo de culto, uno de esos álbumes que lamentablemente están descatalogados, difíciles de conseguir de forma original salvo por la casualidad de la segunda mano. El paisaje de cielo infernal -aun así precioso- es el que le tocó en suerte a Stephen Caudel en una primera colección de diez discos calificados como new age, pertenecientes a la serie Landscape (eso mismo, 'paisaje') de la compañía inglesa Coda Records, creada por Nick Austin como respuesta europea a las grandes firmas americanas de esa new age en alza, encabezadas por Windham Hill. Por causas difícilmente evaluables, y a pesar de la indiscutible calidad de algunas de las referencias, entre las que podíamos encontrar nombres ilustres como los de Rick Wakeman o Tom Newman, y otros prometedores como John Themis, Dashiell Rae o Claire Hamill, CODA Records dejó de editar discos en un corto margen de tiempo y Nick Austin centró sus esfuerzos en la televisión por cable, y posteriormente en el Canal 4 británico, con un canal llamado The Landscape Channel, para derivar en una programación por internet donde se siguen ofreciendo alternativas musicales (clásica, new age, jazz...) pero con acompañamiento visual. Lejos de cualquier reproche, y aunque todo quedara en un puñado de discos encuadrados en la 'new age' por una parte y en el jazz por otro, hay que agradecer a Austin que pudieran llegar hasta nosotros trabajos como "Wine Dark Sea".

Stephen Caudel, un inglés enamorado desde pequeño del rock sinfónico de bandas legendarias como ELP, Yes o Génesis, así como de compositores clásicos como Gustav Mahler o Richard Wagner, se preparó a conciencia con estudios musicales avanzados en Leeds (donde también entró en contacto con el mundo del jazz) para poder emular a sus ídolos, pero a pesar de su interesante comienzo con este disco, su nombre a partir de ahí ha trascendido de manera escasa, pudiendo encontrar pocas referencias más en su discografía (otra de ellas, la aconsejable "Bow of Burning Gold", también en CODA Records). Sin embargo "Wine Dark Sea" tuvo una cierta relevancia en el momento de su publicación (1986), ya que fue difundido de manera grandilocuente como la nueva panacea del rock sinfónico en su vertiente multiinstrumentista y orquestal. En definitiva, teniendo en cuenta que unas esplendorosas guitarras conducen el conjunto con mano sabia, se nos estaba vendiendo un nuevo "Tubular Bells", y aunque nada tenga que ver este buen disco con la magna obra de Mike Oldfield, bien es cierto que el ardid era consecuente no sólo con ese carácter de clasicismo rock sino además con la colaboración de Tom Newman como ingeniero de sonido, amén de la construcción del disco en dos partes de más de veinte minutos cada una. La historia de la partitura orquestal de "Wine Dark Sea" es unos años anterior a la publicación del disco, ya que fue estrenada en 1983 en Londres, en el London's Victoria Palace, con la Wren Orchestra conducida por Louis Clark (ex de ELO y creador de la fórmula superventas "Hooked on Classics"). Esta premier fue grabada por Capital Radio y difundida dos veces en su 'Friday Night Rock Show', presentado por Alan Freeman. Pero aparte de comparaciones y pomposos estrenos, ¿qué nos ofrecía el disco que fue grabado en el estudio sin tanto aporte orquestal? Basado en 'La odisea' de Homero cuenta, en palabras del propio Caudel, "la historia de los esfuerzos del hombre para descubrir su propio destino". Añadía además: "Mi primer objetivo al escribir música es llegar a las emociones del oyente, elevar su corazón y su alma por encima de las trivialidades de nuestra existencia cotidiana y llevarlos a un mundo de maravillas y magia". Unas cuantas melodías de calidad sabiamente alternadas y convenientemente aderezadas son la base de las dos largas composiciones de que consta el trabajo, y son las guitarras los instrumentos que acaparan casi todo el protagonismo del mismo (junto a teclados, bajo y batería), alternando estados alterados con otros más calmados, en una segura metáfora de la condición humana. Este periplo homérico se descompone en dos partes, un viaje de ida y otro de vuelta, que a su vez, en la primera edición del álbum, estaba formado por 6 y 7 temas cortos (aunque sin separación), respectivamente. La cara A la ocupaba "The Outward Journey": Al contrario que en "Tubular Bells", el motivo repetitivo de inicio aquí es de guitarra, y sobre él se alzan otras cuerdas y teclados en un tono triunfal ("Anticipation"). El bajo, junto a breves notas de metales, da paso a otra guitarra enaltecedora, que va ejecutando variaciones de su melodía en "Out to Sea", al final junto a una potente eléctrica. En "Moving On" se repite un "A Dream (Part I)" es decididamente aventurera, un pasaje aguerrido dominado por vientos y batería, para la guitarra acústica llamar al reposo en un poderoso momento interior. A continuación regresa de nuevo el tema de aventura ("A Dream (Part II)") para inevitablemente volver a la calma. Otra bella melodía a las seis cuerdas se implanta en "The Battle", de gran epicidad en el camino del héroe hacia su destino. Unas campanas le acompañan hacia su final y la eléctrica y la batería vuelven a unirse en un alarde de fuerza y heroicidad. En la cara B, se instalaba "The Return Journey": Guitarras dobladas y bajo nos reciben ("Sail Upon the Wind") junto a tímidos vientos. En "Island Feast" entra otra melodía que enseguida endurece su carga rítmica para volverse decididamente épica, recordando a leitmotivs de películas hollywoodienses de espada y brujería, demostrando a su vez las capacidades melódicas del autor. Cuerdas serenas aparecen en "Free Spirit" para compensar, en un instante melancólico, ayudado por los teclados. Con "Daybreak" continúa la vertiente melancólica con variación en la melodía, para en "The Force" volver a mostrar otro momento espectacular a la eléctrica, con su interludio de meditativa acústica, otro pasaje importante de la obra. Los metales elevan su fanfarria en "Time of Reckoning", a partir de donde se van sucediendo paisajes alternados (algunas revisiones de melodías anteriores) de calma y tormenta, con guitarras acústicas y eléctricas ofreciendo una especie de resumen final de la aventura ("Returning Home"). Con momentos ciertamente espectaculares, "Wine Dark Sea" es un enorme periplo mayormente acústico por tierras legendarias, un disco tal vez incomprendido y de un olvido injusto, el poder de las seis cuerdas se deja notar desde el primer segundo de la obra, el viaje descrito en la misma no podría encontrar un mejor tratamiento que esta suerte de sinfonía folclórico-clásica con grandes instantes evocadores. Como no todo van a ser laureles, comentar que el final es mejorable, y que tal vez no goce de una producción sobresaliente (a pesar de Tom Newman, parece que fuera acabado con algunas prisas), puede que los empalmes entre melodías estén forzados en varias ocasiones (Caudel debería haber pensado en dividir la obra físicamente en cuatro o cinco cortes) pero es un producto atractivo, que no ha pasado de moda, con guitarreos interesantes y digno, por su calidad, de una reedición. A su vez, en la gira que le siguió, sus interpretaciones en directo tuvieron que ser espléndidas, dignas de ser vistas. En 2022, treinta y seis años después de la publicación del álbum y casi cuarenta desde su interpretación en vivo, Caudel publicó en su sello, Dark Sea Records, la esperada continuación de la obra, "Return to Wine Dark Sea", realmente una especie de revisitación con orquestaciones ('A Guitar Symphony', añadía) y algo de nuevo material. Su autor afirmaba: "Ha sido un desafío enorme pero que ha valido la pena. Esta nueva grabación ahora me brinda el privilegio de escuchar el trabajo exactamente como lo pretendía originalmente, con el poder emotivo y los matices que siempre quise escuchar".

Lamentablemente, y aunque el libreto del CD ofrezca un interesante catálogo de las diez primeras referencias del sello en esta categoría de música new age (es muy difícil encontrar información sobre la siguiente remesa, que constaba de otras diez), con un comentario de cada una además de la fotografía del artista en cuestión, la información de que carece totalmente es el siempre interesante listado detallado de los instrumentos utilizados (sólo se menciona la interpretación de bajo, guitarras y teclados por parte de Caudel), músicos invitados en el mismo y demás detalles de la grabación, encontrándonos, eso sí, con una página de presentación de Nick Austin hablando de la historia de la new age y las excelencias de esta serie Landscape que pretendía vender, sin duda, con amor y dedicación. "Wine Dark Sea" no es "Tubular Bells" y Stephen Caudel, aunque ha presentado otros productos válidos y asequibles (especialmente el titulado "Bow of Burning Gold", otra pequeña joya con el espíritu de "Wine Dark Sea"), no ha acabado de demostrar una valía que se le presuponía en los 80 (probablemente, tras el cierre de Coda, no tuviera mayores oportunidades en este difícil mundillo), pero al menos aquí nos queda esta odisea homérica, cuya escucha atenta y tranquila es una experiencia espectacular para cualquier amante de la música. De pocas suites se puede decir que sean tan redondas y completas como ésta, que compaginen una composición tan acertada con una interpretación de lujo, que en su escucha se crucen pasiones con leyendas, y se vea inundada de sentimientos épicos de alcance, los de un largo e inolvidable viaje, lleno de aventuras y experiencias vitales.





14.7.07

ISAO TOMITA:
"Snowflakes are dancing"

Durante gran parte del siglo XX la electrónica que ahora es tan común fue una moderna y rudimentaria tendencia de músicos contemporáneos como Varese o Stockhausen. En 1964 Robert Moog popularizó el sintetizador y se empezaron a abrir poco a poco las puertas de su uso en la música popular. Pero antes, y casi vistos como monstruos de feria por los puristas, llegaron unos experimentos que convertían la clásica al sintetizador. El pionero fue Walter Carlos (posteriormente Wendy, con lo que a pesar del cambio de sexo mantuvo las siglas) en 1968 con "Switched on Bach", que también versionearía a Beethoven en 1971 en "La naranja mecánica", y en 1974 llegó este álbum de un japonés nacido en Tokio en 1932 llamado Isao Tomita, un álbum que en su versión española llevó por título "El nuevo sonido de Debussy" y por subtítulo: 'en versión electrónica del famoso intérprete del Moogsintetizador Tomita'.
Para Pierre Boulez Debussy es el verdadero precursor de la música contemporánea por su ruptura con la formas clásicas de su época y su descubrimiento de un lenguaje musical libre y nuevo. Por esta razón podría prestarse mejor que Bach o Beethoven a su reinterpretación por cauces modernos. Tomita había cambiado su concepción del sintetizador tras escuchar a Walter Carlos, literalmente se había impresionado con las posibilidades del instrumento, así que tras varios años de experimentación publicó con RCA en 1974 "Snowflakes are dancing". En esos años de grandes armatostes electrónicos, cuando Kraftwerk, Tangerine Dream o Emerson, Lake & Palmer ya funcionaban electrónicamente, la sensibilidad de la combinación entre el Moog y Debussy consiguió deslumbrar a unos y enervar a otros, pero ante todo constituyó un gran éxito de ventas, en parte por la inclusión de "Arabesco número 1" en importantes documentales astronómicos. En España dicho título también se hizo popular, al incluirlo como cabecera del programa "El planeta imaginario".
"Snowflakes are dancing" es como un vestigio de otra época pero que sobrevive bien al paso del tiempo, a lo que contribuye que la remasterización publicada en 2000 en la colección High Performance de la propia compañía RCA Red Seal / BMG Classics ha sido excepcional. Si a eso unimos la calidad de las composiciones originales de Claude Debussy estamos ante una combinación casi mágica, un sonido sinfónico un tanto enlatado, infantiloide, pero generoso en contundencia y fuerza expresiva, y ante todo original. Aunque es difícil superar la frialdad de los sintetizadores para interpretar una música tan cálida, el contraste es superado fácilmente por una mente abierta a la experimentación y la búsqueda de nuevas formas de expresión, aunque los instrumentos clásicos, por supuesto, sigan siendo los más adecuados (no en vano se compusieron expresamente para ellos) para estos temas. En su auténtico arsenal de teclados Moog, Tomita encontró un sonido característico, agradable, alegre, con el que rendir homenaje a Debussy. En una especie de anticipo de esos discos de versiones sintetizadas que se pusieron de moda en los 90, Isao utiliza de grata manera esa refrescante infantilidad antes comentada, sólo hay que escuchar las canciones más conocidas del álbum ("Snowflakes Are Dancing" y "Arabesque No. 1", a las que hay que unir "Gardens In The Rain" y "Passepied") para darse cuenta que esos momentos burbujeantes superan en popularidad a otros grandes temas de mayor seriedad e intento de acercamiento al auténtico clásico ("Reverie", "Clair De Lune", "Footprints In The Snow" o el conocido "Prelude To The Afternoon Of A Faun") encontrando al final el complemento entre todos por su idéntico origen y parecido tratamiento, esa diferenciación tan particular y realmente interesante, ya que las versiones orquestales siempre van a estar ahí para el que las quiera disfrutar. Tomita ofrece aquí algo nuevo, que ahora vemos de otra manera a como se veía en los setenta (muchos lo verán como un recuerdo obsoleto) pero que puede seguir siendo válido.
La escucha de este disco no deja de traslucir una curiosa sensación de irrealidad, esa misma atmósfera retro que emanan algunas películas de ciencia ficción de la época, esas que no supieron ver más allá. Podemos considerar sin embargo a Tomita como un visionario, un adelantado a su tiempo, aunque sea precisamente el avance tecnológico el que le haya acabado fagocitando sin piedad en favor de otras tendencias más modernas. Al escuchar "Snowflakes are dancing" debemos remontarnos a aquella época pretérita y disfrutar de esa caducidad de los primeros sintetizadores, así redescubriremos una obra interesante y, en cierta medida, influyente.

5.7.07

JAN GARBAREK & THE HILLIARD ENSEMBLE:
"Officium"

Crítica y público se han rendido en todo momento ante las cualidades del saxofonista noruego Jan Garbarek. Su estilo propio, de amplio espectro cultural (donde predominan sus raíces escandinavas), responde a la belleza de lo natural hasta alcanzar la pura magia en sus grabaciones. En 1992 declaraba su curiosidad por la electrónica aplicada a su música, pero sin embargo en 1994 realizaba una de las fusiones más extrañas en su obra, en claro contraste con aquellas declaraciones. La otra parte de la colaboración era el conjunto The Hilliard Ensemble, un cuarteto vocal británico dedicado a la interpretación de música antigua. Su especialidad, la música de las épocas medieval y renacentista, aunque también haya interpretado música contemporánea, de Arvo Pärt, John Cage, Gavin Bryars o Heinz Holliger, entre otros. A la lista se uniría ahora la curiosidad del nombre de Jan Garbarek.

El canto gregoriano estaba absolutamente de moda en aquella época, sólo hay que recordar la grabación del coro de monjes de Santo Domingo de Silos que alcanzó los primeros puestos de las listas de ventas en España y otros países, como por ejemplo los Estados Unidos. Tamaña sorpresa pudo ser el acicate de una nueva gama de expresiones musicales utilizando como lenguaje vocal el latín, tanto en el campo del jazz, como el folk o la más pura new age, uniéndose a los que siempre habían estado allí, los intérpretes de música antigua. Esta grabación, titulada "Officium", se sitúa en un territorio inexplorado entre ellas, y su mentor fue el conocido productor de ECM Manfred Eicher, el cual decidió superar ciertos prejuicios -por los cuales la descontextualización podría resultar desde malsonante hasta simplemente abominable- y desmarcarse en esta propuesta novedosa y ante todo atrevida y criticable por los puristas. Eicher propuso la unión y los músicos escogieron el repertorio, polifonía religiosa medieval donde destacaba profundamente "Parce mihi domine", del principal representante de la escuela polifonista andaluza, Cristóbal de Morales, que suena tres veces en el disco, destacando sobre interesantes anónimos checos, húngaros, ingleses y gregorianos. Es esa una entrada monumental a un crossover diferente, bendita fusión de jazz y música antigua que goza aquí de la calidad de sus dos vertientes, y fue la canción cuya difusión enganchó a miles de oyentes que no se hubieran interesado simplemente por la polifonía de la Hilliard o por el saxo de Garbarek, sino que fue su atractiva y novedosa reunión la que consiguió esa reacción anímica que Manfred Eicher buscaba, un placer auditivo que más allá de conseguir el conocimiento y admiración hacia los artistas, provoca además una maravillosa sensación de relax, como un bálsamo para el que busca una cura ante el estrés. Ciertamente, por momentos la música fluye, y el tiempo se detiene, cuando el saxo tiende en acompañamiento ambiental, para nada impetuoso, nos vemos sumergidos en océanos de paz de la talla de "Primo tempore". Otras piezas, como es el caso de "O salutaris hostia", parecen seguir la estela de "Parce mihi domine", y "Sanctus" o "Ave Maris stella" son también de parecida factura, se disfruta con sorpresa de unas resonancias mágicas, sonidos de una catedral abierta a un nuevo estilo, si bien el saxo y las grandes iglesias llevaban tiempo siendo importantes en la música de otro gran saxofonista proveniente del jazz como Paul Winter. Aunque este fabuloso conjunto vocal tenía ya una enorme experiencia a cappella, sin precisar acompañamiento instrumental, las voces y el saxo tienen a conjuntarse como si este último fuera un miembro más de ese coro británico. Esto se paladea especialmente en piezas como "Pulcherrima rosa". También se sabe mostrar danzarín sobre polifonías medievales como "Credo", demostrando su capacidad de adaptación a esta fusión tan extraña en su concepto como enriquecedora en su escucha.

Grabado en el monasterio austriaco de St. Gerold en septiembre del 93 (en una impresionante reafirmación de las características envolventes de la conjunción entre voces y atmósfera religiosa, "Officium" pudo disfrutarse también en vivo en numerosas iglesias en sucesivas giras) con la formación de la Hilliard de David James (contratenor), Rogers Covey-Crump (tenor), Steven Harrold (tenor) y John Potter (barítono), ECM publicó "Officium" en 1994 con una espectacular portada en blanco y negro, alcanzando enseguida importantes puestos en las listas de ventas y popularidad, especialmente en Europa, tratándose incluso de uno de los álbumes más vendidos del sello. En un contexto en el que nadie destacaba sobre nadie sino que las dos diferentes formas musicales se funden en una, lo conseguido fue doble, superar por parte de The Hilliard Ensemble el aislamiento de la vanguardia, y consolidar la seriedad del saxo de Garbarek, en estos tiempos en que parecía que se intentaban reescribir ciertas historias, a veces con acierto y otras no tanto. Esta lo fue, y su calidad y uniformidad la hace merecedora de este recuerdo, que se mantenía vivo por medio de otros dos discos de esta alabada reunión de estilos: "Mnemosyne" en 1999 y "Officium novum" en 2010.





1.7.07

DAVID LANZ:
"Nightfall"

David Lanz asegura que sintió miedo la primera vez que ojeó una revista en la que aparecía un disco suyo como número 1. Este hecho sucedió cuando Billboard -la más importante revista estadounidense de rankings musicales-, tras darse cuenta de que existía un movimiento musical fuera de lo común que generaba unas inmensas ventas, decidió dedicarle por primera vez un apartado exclusivo. La creciente fama y aceptación popular del fenómeno new age elevó a David Lanz a la categoría de superventas, y en su pequeña lucha con Windham Hill, Narada Productions se apuntó el primer tanto con este pianista albino nacido en Seattle en 1950 y un carismático álbum titulado "Cristofori's Dream". Sin embargo, ese era el tercero de los discos de piano que Lanz editó con Narada, tras "Heartsounds" en 1983 -que sirvió de aprendizaje y toma de contacto con ese mundillo, y fue también la tercera referencia de la propia Narada tras "Pianoscapes" del también pianista Michael Jones y "Seasons" del guitarrista Gabriel Lee-, y "Nightfall" en 1984, la confirmación de un fenómeno que comenzaba a tomar forma.

Lanz, que provenía del mundo del rock, pop y jazz (en los cuales incluso cantaba), llegó por casualidad a la new age, por mediación de un amigo que le pidió que compusiera una música muy espiritual para un seminario en el que se hablaba de los chakras, centros de energía del cuerpo humano. Esas melodías le hicieron encontrarse con un plano introspectivo de su realidad, y tuvieron tan espectacular acogida que Lanz las utilizó como base de su primer disco de solos de piano, "Heartsounds", en el cual adivinó un mundo de posibilidades para su exclusiva música, por lo que se implicó al 100% desarrollando su propio estilo como solista. El piano estuvo siempre el casa de David, su abuela y su madre lo tocaban, así que a los cinco años ya daba clases y destacaba. El Lanz de "Heartsounds" tenía un estilo más agresivo, rockero, melodías vertiginosas con ecos de ragtime. El cambio con su siguiente álbum, "Nightfall", se evidencia en la profundidad de las piezas, mejor estructuradas y más sentidas y expresivas. En efecto, un aura de romanticismo y delicadeza envuelve el trabajo, haciendo del piano un vehículo de cálidos sentimientos, pero además cualitativamente inmensos, ya que cualquiera de las seis composiciones que pueblan el álbum son destacables, constituyendo algunos de sus grandes clásicos, desde el esplendoroso comienzo que supone "Leaves on the Seine" -sin duda una de las mejores composiciones de Lanz en toda su carrera- hasta el final en "Song for Monet", ambas piezas de evidente inspiración parisina. La primera es una partitura preciosa, melancólica, de pinceladas impresionistas, que representa el cambio definitivo del pianista hacia un estilo melódico sin rival en el campo de la new age de los 80; con la segunda vuelve a entrar en juego una melodía agradable, dulce, con las que Lanz acaricia el piano y los corazones de los oyentes. Ambas fueron incluidas en el primer sampler de Narada, titulado simplemente "Narada Sampler #1". "Nightfall", la composición que da título al disco, es también de las más admiradas del mismo, es difícil no quedarse completamente encandilado durante siete mágicos minutos con su lenta cadencia reflexiva, de tristeza luminosa, algo parecido a lo que sucede con "Courage of the Wind". En una línea algo más movida nos encontramos con "Water from the Moon" y "Faces of the Forest", delicioso himno en la senda de otros anteriores como "Heartsounds" (ni tan frenético ni tan breve), que se engalanará y acortará en su versión para el posterior trabajo de Lanz junto al guitarrista Paul Speer -productor además de este "Nightfall"-, "Natural States", otro de los grandes clásicos de la new age. Especialmente destacable es la dedicatoria que acompaña al trabajo: "La música de este álbum fue escrita durante el noviazgo con mi entonces futura esposa, Alicia. Fue un momento maravilloso y romántico para los dos, y a menudo pienso en este álbum como un hermoso recuerdo de ese período en nuestras vidas. Alicia nombró varias de las piezas, y ella fue la fuente de inspiración detrás de muchas de ellas. Este es un álbum que siempre será especial para mí".

Escuchar las primeras obras de David Lanz es un regocijo y un auténtico placer auditivo, su piano suena distinto, posee una elegancia natural, reflejo tal vez de su imagen sofisticada y sugerente. En su estilo pausado y romántico, el teclista propone un largo viaje con la única compañía de las teclas, donde descubrir un mundo de sentimientos latentes. Discos como "Nightfall" proporcionan todo lo que cualquier oyente con predisposición y buen gusto desea, una notable inspiración en la composición y la indudable calidad en la interpretación, por lo que la música de este pianista estadounidense no sólo es altamente aconsejable sino de escucha obligatoria para el melómano, seguidor o no de lo que ya se denominaba música new age.

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