29.12.13

SCARLET RIVERA & TOMMY EYRE:
"Behind the crimson veil"

Una de las muchas pequeñas historias de la música del siglo XX nos cuenta cómo la casualidad provocó que una guapa muchacha con aspecto de gitana que paseaba el 30 de junio de 1975 con la funda de su violín por la calle trece del Lower East Side neoyorquino, fuera abordada por un "feisimo coche verde" desde el cual el auténtico Bob Dylan le propuso una audición para entrar en su banda. El aspecto y el virtuosismo se aunaron en este caso en la figura de Scarlet Rivera, violinista estadounidense de verdadero nombre Donna Shea, que colaboró activamente con Dylan en dos de sus álbumes más recordados, "Desire" y "Hard rain", además de participar en la gira de 1975 Rolling Thunder Revue tour, durante la cual destacó por su sentido del ritmo y su maquillaje serpentino, además de suscitar ciertos rumores sobre un posible romance con su 'jefe', que estaba en pleno proceso de reconciliación con su esposa Sara.
 
Scarlet, que se había creado un nombre tras su colaboración con Dylan, intervino posteriormente en numerosos álbumes de Tracy Chapman, Indigo Girls, Keb Mo' y otros músicos (girando además con algunos de ellos), y como solista de violín en la Duke Ellington Orchestra. De la psicodelia de sus primeros trabajos en solitario (que 'olvida' en su web oficial) pasó de golpe, tras su matrimonio con Tommy Eyre en 1991, a un lirismo muy asequible y melódico. Eyre, teclista británico que falleció en 2001, también contaba con una grata fama por sus colaboraciones con Joe Cocker (tocó en la irrepetible "With a little help from my friends"), Gary Moore, Mick Jagger, Greg Lake o el dúo Wham! entre muchos otros. Juntos, Rivera y Eyre, lograron en sus álbumes de los 90 una buena conjunción de teclados y violines, suscribiéndose sin pudor a categorías tales como world music, música celta o new age. Estos dos talentos que son más conocidos realmente por esos trabajos con otros artistas que por sus propios discos, lograron en 1994 la cumbre de su carrera conjunta con "Behind the crimson veil", álbum en el que la lujuriosa sonoridad del violín de Scarlet domina el conjunto, al que se añaden los teclados de Tommy, actuando esencialmente como fondos melódicos o texturas ambientales, y la percusión del solicitado Bobbye Hall. Cada composición es como un cuento de naturaleza exótica donde cálidos violines, de enorme cromatismo, se aferran a vistosas cadencias bajo las que se debaten los teclados. Lo que parecen lejanos recuerdos afloran en ambientes de cierta sensibilidad, que contrastan con otros momentos de euforia casi tropical. El álbum comienza con su tema más difundido y afortunado, "Long ago and far away", que presenta una melodía desenfadada y exultante en un contexto con guiños orientalizantes, consiguiendo un insólito divertimento en el que el violín es el claro protagonista. El corte que da título al disco, "Behind the crimson veil", parece ser una pieza menor, más personal, pero sin embargo contiene una gran demostración de clase en un enorme clímax, y en su final también de escalas orientales. El sugerente fondo de teclados se deja envolver por las cuerdas en un agradable "Dante's dream", imaginativo y fácil de escuchar, al igual que "Sea of tranquility", mientras que un falso viento releva al violín en parte de "Spiral dance", agraciada tonada que toma caminos de una new age folclórica, con aroma a océano pacífico. Precisamente la segunda gran composición del trabajo, de título "Spring fever", profundiza de nuevo en esta línea de esas alegres melodías que bien podrían provenir de la imaginación de algunos artistas del sello Global Pacific, como otro violinista de excepción, Steve Kindler. El teclado más parecido al piano tiene en "The threshold of paradise" su momento para contarnos una pequeña historia, y en la recta final del álbum nos despiden esta aventura que viaja del índico al pacífico la movida "To catch a dream by the tail" y una melancólica "The magical mirror". La facilidad del sonido presentado en este compact disc no desluce su interés, ya que Rivera y Eyre, como matrimonio que eran, se compenetran perfectamente -con lucimiento especial de la fémina-, en un todo equilibrado, colorido y preciosista.
 
El sello alemán Erdenklang auspició este trabajo en 1994 en su etiqueta Silent Beauty, que pretendía alejarse un tanto de la electrónica más característica de esta discográfica para centrarse en sonidos más fusionados, en una onda new age. La portada, muy visual, corrió a cargo de Dorothea Ritter, y la producción del propio Tommy Eyre. Cuatro años después, BCI Music publicó una reedición del álbum con cambio de portada ('The pet leopard', del pintor y grabador orientalista francés Jean-Joseph Benjamin-Constant), alterando además el orden de las canciones. Nada tiene que ver este trabajo con los de Bob Dylan, ni en sonido ni en repercusión, si bien Scarlet Rivera depositó en él la misma esencia exótica que otorgó a la gira Rolling Thunder Revue del famoso músico de Minnesota, el mismo que la reclutó cuando iba por la calle en esa ciudad, Nueva York, en la que todo puede ser posible.

28.11.13

ENIGMA:
"The Cross of Changes"

En 1990 se produjo un fenómeno musical por el que música moderna y antigua se entregaban a una fusión sin precedentes en la que el músico rumano Michael Cretu, escondido tras el nombre de Enigma (junto a su esposa Sandra, Frank Peterson y David Fairstein), se deslizaba por una pendiente de lujuria entre voces antiguas de contexto religioso, elementos sampleados y ritmos cercanos al dance y al ambient. Tres años después de ese trabajo inusual y rompedor mundialmente de título "MCMXC a.D.", su autor se adentraba en otra sensualidad más mundana, la de la world music, en un viaje sonoro por Asia y Europa. Desenmascarar a Michael Cretu supuso irrumpir en una discografía anterior bastante desconocida (salvo posiblemente por la canción "Samurai" y tal vez por el single "Gambit") pero también extensa, en solitario o produciendo a otros músicos, durante los años 80. Cuando se dio cuenta de las posibilidades de la fusión de elementos antiguos, incluso étnicos, con la tecnología de los años 90, sólo tuvo que adaptar su forma de componer y encauzar correctamente unas ideas que pasaban irremediablemente por el trabajo en el estudio de grabación, naciendo un nuevo Cretu y un nuevo sonido, al que el nombre contribuyó a enigmatizar.

Cretu, avispado como pocos, comprendió que lo que había comenzado con cantos gregorianos podía continuarlo de manera incluso más rotunda con músicas del mundo, que tan en alza estaban en aquella época de cambios, globalización, mezcolanzas y descubrimientos. Contaba además con la ventaja de la calidad y la innovación en cuanto a la grabación digital y de una mente activa e inspirada que iba a desarrollar una serie de ideas acertadas que iban a continuar por la senda del éxito. Virgin Records también se aprovechó de la situación, y publicó "The Cross of Changes" en 1993, tres largos años después de que "MCMXC a.D." se convirtiera en su álbum más lucrativo del momento, así como una edición especial muy limitada en 1994, con tres nuevas remezclas de los singles principales: "Return to Innocence", "Age of Loneliness" y "The Eyes of Truth", de los que hablaremos enseguida. Con un título que deja bien claro que nos encontramos en una continuación (al menos en cuanto al estilo, al alma) del trabajo anterior, "Second Chapter" es la pieza de inicio, en la que el ambiente misterioso introduce una fanfarria que ya sonaba en "MCMXC a.D.", esa especie de sirena de barco que algunos llaman 'el cuerno de Enigma' que se iba a convertir en identificativo santo y seña de los discos de este grupo ficticio. Un comienzo muy original (un atrevido sonido de viento de apariencia gitana), da paso a un colorido canto mongol con espectacular vocalista y a las mismas flautas shakuhachi sampleadas que auparon a "MCMXC a.D." al número 1 en media Europa. Se trata de "The Eyes of Truth", creación sugerente y distinta de lo que se podía escuchar en cualquier radiofórmula, en la que la sensualidad de los vientos unido a lo erótico de la voz conforma una canción verdaderamente inspirada, dotada además de un poderoso ritmo que entra de lleno en el etno-tecno que practicaban grupos exitosos como Deep Forest o, pocos años después, experimentos controvertidos como Sacred Spirit y más aceptados como la banda multicultural Afro Celt Sound System. Dicha cadencia es suave, elegante, como sucede en prácticamente todo el álbum, donde la electrónica no acapara necesariamente todo el protagonismo, es la combinación étnico-electrónica la triunfante, el baluarte de este fascinante sonido. Cretu estaba verdaderamente motivado en esta etapa gloriosa de su obra, y la irrebatible demostración es el corte estrella del álbum, ese single de éxito que exigía Virgin, una sencilla canción titulada "Return to Innocence", radiada sin cesar en la publicidad de radios y televisiones, para la que el músico rumano utilizó cantos del pueblo Amis, aborígenes taiwaneses que fueron confundidos con indios nativos americanos. Los ambientes étnicos modernizados seducen de manera natural, acompañados en general por la sensual voz de Sandra, de igual manera que en su primer trabajo. Concretamente, "I Love You... I'll Kill You" recuerda sobremanera a aquel "Mea Culpa" que fue segundo sencillo de "MCMXC a.D.", si bien se añade el válido complemento de la guitarra, como lo demuestra el poderoso solo aquí incluido. Más sonidos indígenas se escuchan de fondo en "Silent Warrior", otra canción interesante en lo que a estas alturas es ya un álbum muy completo. El intérprete en esta ocasión es el propio Cretu, que intenta así reverdecer su época de "Samurai" con este otro 'guerrero silencioso'. "The Ring of the Dolphin" es el tema más tranquilo, con entradilla de teclados y silbidos de acompañamiento, además de la inevitable voz, para una atmósfera muy agradable que ayuda a equilibrar el disco y que está dedicada a su esposa Sandra. En "Age of Loneliness (Carly's Song)" escuchamos más flautillas y voces que recitan eróticamente junto a otra más étnica que domina el conjunto de la pieza junto a la base rítmica. Esta canción se incluyó, retocada, en la banda sonora de la película "Sliver", protagonizada por Sharon Stone en el momento álgido de su popularidad (basada, como la música de Enigma, en un innegable erotismo). Lo evocativo de las construcciones musicales de Michael Cretu hace que sean estupendas para spots comerciales, es el caso de algunas de las composiciones anteriores y de "Out From the Deep", donde Cretu vuelve a tomar la iniciativa vocal sin prejuicios. La guitarra vuelve a sonar frenética al final de la pieza, desembocando en "The Cross of Changes", un último corte más relajante y abierto a nuevos experimentos globales y tecnológicos, que llegarán definitivamente años después con trabajos eficaces como "Le Roi Est Mort, Vive le Roi" o "The Screen Behind the Mirror". Escuchando este álbum se pone de manifiesto que una buena idea, bien producida y ejecutada, no tiene por qué pasar de moda, de hecho en la música actual suenan demasiadas ideas robadas del pasado, por ejemplo de trabajos como éste, que cuenta con una espléndida producción a cargo de un Cretu que, ciertamente, también tomó 'prestados' ciertos ritmos de otros artistas, si bien el empleo de esos elementos sampleados (de canciones de Led Zeppelin, Genesis, Black Sabbath, U2, Peter Gabriel, Anne Dudley o Vangelis, entre otros) es nimio y no ensombrece su creatividad. Lejos de eso, "The Cross of Changes" se erigió como un fenomenal ejemplo de fusión, con una enorme labor de composición y ejecución que para muchos superaba a su primer disco, y volvió a ser un superventas en Europa (aunque no vendió tanto como su antecesor, fue número 1 en Gran Bretaña y alcanzó puestos importantes en Alemania, Suecia o Suiza) y llegó al noveno lugar en los Estados Unidos. En España alcanzó el número 6 en marzo de 1994. Tres videoclips ilustraron los tres singles del trabajo, en general con imágenes folclóricas, destacando especialmente un "Return to Innocence" en el que, en un bien conseguido efecto, todo iba al revés, y la fusión acuático-terrestre de "Age of Loneliness".

Aunque se eliminen los cantos gregorianos (hubiera sido fácil continuar en esa línea), el misticismo vuelve con la espiritualidad y una estupenda conexión con la Madre Tierra a través de sonidos naturales y elementos folclóricos. También se incluye en el libreto un texto del poeta místico musulmán Jalaladdin Rumi, inspirador de los conocidos 'Derviches giróvagos', que iría en consecuencia con las imágenes simbólicas del cuadernillo, un atractivo diseño obra de Johann Zambryski (encargado del artwork de los primeros álbumes del grupo), en el que figuran las letras de las canciones y los datos del trabajo: Cretu (de nuevo con el pseudónimo de Curly M.C.) firma todas las canciones y ejerce de productor e ingeniero de sonido desde su estudio ibicenco, A.R.T. Studios, e interpreta todos los instrumentos y programaciones excepto las guitarras (a cargo de Jens Gad y Peter Cornelius) y las voces de Angel (Andreas Harde en realidad, que interpreta "Return to Innocence"), Sandra (la esposa de Cretu), Louisa Stanley y Curly M.C., es decir, Michael Cretu. De sus dos colaboradores en la idea original de Enigma, David Fairstein continúa en "The Cross of Changes" su colaboración como letrista, mientras que Frank Peterson abandonó el grupo por discrepancias con Cretu, y años después mantuvo la idea del canto gregoriano como instrumento de fusión antiguo-moderna en otro grupo de estudio, de nombre Gregorian, aparte de introducir dicho elemento en la música de su pupila y esporádica compañera sentimental Sarah Brightman, con el culmen del álbum "Eden". En cuanto a Cretu, no tardaría mucho en volver a la senda del éxito con otro fenomenal trabajo de Enigma, "Le Roi Est Mort, Vive le Roi!".

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8.11.13

MAX RICHTER:
"Memoryhouse"

Determinados músicos, llevados por no se sabe bien qué fuerzas o musas, consiguen en algún momento de su carrera alcanzar la plena madurez y llegan a apabullar con una obra tan única y maravillosa que llega más allá de cualquier intelecto. La situación es más sorprendente si se trata de la primera obra en solitario del artista en cuestión. Es el caso de Max Richter, pianista y compositor británico nacido en 1966 en Alemania, que logró poner a prueba a crítica y público con un debut extraordinario e insolente de título "Memoryhouse" que Late Junction (sello de la BBC3 que publicó en su corta existencia álbumes de Max Richter, John Adams y David Rees-Williams) publicó en 2002, una obra de estupenda fabulación sobre hechos históricos, mezclando conceptos y épocas en beneficio de un soberbio eclecticismo. En vista de su calidad y aceptación, el trabajo fue reeditado por 130701 (subsello de FatCat Records) en 2008 con diferente portada, más sencilla que la de Late Junction, que presentaba una poética y solitaria estación de tren en blanco y negro.

Precisamente la fotografía en blanco y negro es característica en las portadas de Richter, intentando equiparar el diseño gráfico a la belleza de las atmósferas lastimeras que caracterizan su obra, deudora tanto del vanguardismo de su maestro Luciano Berio, como de los minimalistas (Glass, Reich, Nyman), e incluso de grupos de música electrónica como The future sound of London (con los que ha llegado a colaborar) o los inefables Kraftwerk. El grupo Piano Circus representó sus primeras grabaciones de músicos minimalistas para el sello Decca, y no abandonó ese estilo para su propia música, en la que un sentido muy poético de la melodía acompaña a sus primeras obras en solitario, cuyo primer ejemplo, prendiendo una vela de luz cegadora, es este completo álbum que cuenta, según el propio Richter, "una historia sobre dónde hemos estado", y plantea la pregunta "¿a dónde vamos?". A "Europe, after the rain" le cuesta arrancar entre voces y lluvia, pero un poético piano y un lastimero violín se bastan para inundar la pieza de recuerdos y fotografías lejanas, ecos de un pasado que parece retornar en "Embers" o en "Maria, the poet (1913)" con una voz que recita y un ambiente in crescendo con melodía hipnótica muy del estilo de Philip Glass. Es sin embargo Michael Nyman elemento importante en la evolución de Max Richter (que estudió en la Royal Academy of Music años después que el compositor de "El piano") y en el propio álbum, por títulos tan pictóricos como "Landscape with figure (1922)" o "Sketchbook", así como por las aportaciones de dos colaboradores de Nyman en los dos cortes más impactantes de "Memoryhouse", "Sarajevo" y "November", paisajes presentados con extraordinaria vastedad junto a, en ocasiones, una cierta austeridad que ayuda a acrecentar su carácter desolador: Sarah Leonard es la voz soprano en "Sarajevo", un espectacular lamento, tal vez deudor de Górecki y su tercera sinfonía, con un monumental acompañamiento en clímax circular que parece salirse del trabajo, mientras que Alexander Balanescu ejecuta el fantástico solo de violín en "November", una melodía enérgica y exultante, sin duda merecedora de premio, que acaba por conformar otro momento esencial en el desarrollo del disco, como también puede serlo "Last days", donde de nuevo la fuerza sinfónica del Richter más bizarro e imaginario cita cuerdas y vientos de manera épica para crear un nuevo clímax. "The twins (Prague)" y "Andras" son dos deliciosas piezas de teclado, la primera desglosa una melodía hermosa y deliciosamente corta, y la segunda un vistoso paisaje basado en el carisma del piano. La audacia de este teclista con los tratamientos electrónicos se manifiesta en cortes como "Untitled (figures)" y en ciertas ambientalidades ("Laika's journey") y efectos (en especial las voces recitando), mientras que reposados efluvios de cierta antigüedad, religiosidad y secretismo se mezclan en el resto de este sorprendente álbum, en huidizas tonadas en las que se hace notar el colosal trabajo de la BBC Symphony Orchestra, conducida por Rumon Gamba. En 2013, más de diez años después de su estreno y cinco de su reedición, se anunciaba el estreno mundial del álbum en concierto el 24 de enero de 2014 en el Barbican, en Londres, con la misma BBC Symphony Orchestra y la electrónica en vivo de Max Richter.

El éxito popular de los minimalistas más accesibles, en cierto modo retocados hacia la comercialidad, posibilitó la aparición de numerosos nombres que acabarían compartiendo estanterías, si bien tal vez no protagonismo, con otros más respetados por la crítica. Sólo los fuertes sobrevivirían, y entre ellos iba a alcanzar gran protagonismo Max Richter, que con trabajos como "Memoryhouse" puede provocar alexitimia (incapacidad de expresar con palabras los propios sentimientos) en muchos de los sorprendidos oyentes, que acogen la distante sobriedad de su música como un éxito del nuevo minimalismo. Abrumador y decadente, Richter recrea en este trabajo (descrito por la BBC como 'una obra maestra entre las composiciones neoclásicas') anécdotas musicales dotadas de vida, en un estilo que se ha llegado a definir como 'música documental'. De hecho, cuatro de los temas "Europe", "After the rain", "The twins (Prague)" y "Embers" fueron utilizados en el documental de la BBC sobre Auschwitz 'The nazis and the final solution'. Así mismo, un extracto de "Sarajevo" sonó en el trailer para la película 'Prometheus' de Ridley Scott, y otros de "November" en los trailers de 'To the wonder' de Terrence Malick y 'J. Edgar' de Clint Eastwood, tres directores de reconocido prestigio, como el que Max Richter ha sabido alcanzar con obras como "Memoryhouse" o "The blue notebooks".

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14.10.13

PAUL MOUNSEY:
"City of walls"

Cuando el músico escocés Paul Mounsey, utilizando diferentes samplers de voces antiguas provenientes de grabaciones de la Escuela de Estudios Escoceses de Edimburgo, creó la memorable composición "Passing away", no llegó a suponer que iba a ser el comienzo de una interesante trilogía de curioso título e intenciones cosmopolitas: la saga 'Nahoo', cuya esencia era algo más que una simple colección de discos, supuso un nuevo punto de partida para su autor desde el lejano Brasil, comenzando por un álbum de bandera, el "Nahoo" original (1994), que puso el nombre de Mounsey en boca de los más avispados críticos, locutores y oyentes. Más adelante, a un "Nahoo Too" (1997) un tanto disperso y avanzado le siguió una desatada tercera parte ("Nahoo 3 (Notes from the Republic)" en 1999). Con el cambio de siglo, el famoso apelativo había sido ya exprimido hasta el límite, por lo que el nuevo proyecto de este antiguo alumno del Trinity College iba a contar con un título original, "City of walls", y un nuevo planteamiento, en el que Mounsey no variaba su esencia multicultural pero la desarrollaba de manera más coherente, sin estridencias, muy centrado e inspirado. De nuevo fue Iona Records la encargada de publicar en 2003 el álbum, nueve años después del primer "Nahoo". Resistencia Ediciones lo distribuyó en nuestro país, con la traducción de títulos y canciones al español.
 
"City of walls" es un título que intenta reflejar la violenta situación social existente en la ciudad de acogida del matrimonio Mounsey, São Paulo, una inmensa urbe que se acerca a los 20 millones de personas (la mayor ciudad de Sudamérica y una de las más pobladas del mundo), donde los guetos de las clases privilegiadas (condominios) están separados de los de las clases pobres (barrios bajos y favelas) por verjas electrificadas, cámaras y guardias de seguridad, unas 'murallas' que separan la 'zona del glamour' de la 'zona de la guerra': "El título del álbum refleja una relación de amor-odio con São Paulo, donde he vivido los últimos 20 años (...) He estado viviendo allí más tiempo del que haya estado viviendo en cualquier otro lugar así que en cierto modo São Paulo es más mi hogar que cualquier sitio de Escocia". De esta manera, esencias de bossa nova tienen cabida en un comienzo rítmico y genuino ("City of walls", que anticipa la importancia de los vientos a través de la trompeta), entrando definitivamente los ritmos celtas del nuevo siglo en el segundo corte, "Since...", donde destaca especialmente la voz (Flora MacNeil), en un contexto de grandiosa intensidad, o en "Dunfermline", donde la épica melodía celtoide basada en el salterio escocés viene aderezada por una sólida percusión a cargo de Moxé, que se luce a lo largo del álbum (tambores de maracatú en esta ocasión). No en vano se trata este de un trabajo, como todos los de Mounsey, poderosamente rítmico. Y tremendamente ecléctico, pues si en "Heaven's full" se presentan sones medievales (basados en el 'Sanctus' de la 'Misa sin nombre' del monje escocés Robert Carver para seis voces), el siguiente corte se trata de una modernizada canción de trabajo (de hecho su título no engaña, "Work song", y su esencia pasa de encontrarse en el campo para estar ubicada directamente en un contexto urbano), para continuar por nuevos derroteros celtas pero atemperados con flautas y percusiones que otorgan al conjunto un ambiente casi amazónico ("Billy's birl). En este sentido, "A ferro e fogo" es un lamento por la selva brasileña en la que conviven melodías tradicionales portuguesas con una danza final proveniente de Pontevedra, que Mounsey incorporó simplemente "porque sonaba bien". Otro bailable reel, el titulado "Nothing to lose", es descontextualizado por medio de la electrónica en su vertiente más dance, logrando otra curiosa y efectiva fusión que él mismo o el malogrado Martyn Bennett ya habían cultivado con éxito en trabajos anteriores. Y si bien se agradecen este tipo de escapadas, casi disgresiones, que favorecen notablemente el conjunto, es en un tema algo menos retocado como "Gad lonndrainn (From E to F)" donde mejor se admira la grandiosidad de Mounsey, una de esas creaciones especiales que por sí solas ya merecen un álbum que las contenga. Melodía emblemática de su autor (utilizada con anterioridad en el primer "Nahoo" -"From Ebb to Flood"-), "Gad lonndrainn (From E to F)" introduce una maravillosa cadencia presentada vocalmente (versos de Willie Campbell) y completada por medio de guitarras, violines, teclados y percusión. Junto a "Gad lonndrainn", la segunda pieza que más impacta y destaca en el conjunto, por la fuerza que emana de su sencillez, es "A child", la que fuera sintonía del mítico programa de radio Diálogos 3 (sustituyendo al inmortal "Theme from Harry's game" de Clannad), emocionante arreglo de Paul Mounsey de una melodía del libanés Marcel Khalife sobre un texto del poeta palestino Mahmoud Darwish. El moderno tratamiento de su voz étnica (la también libanesa Oumayma El-Khalil), como un abrazo entre el pasado y el presente, logra dejar un poso emocional en el oyente. Otros cortos momentos ambientales, interludios con carga de teclados, son igualmente disfrutables en este completo álbum que culmina con una canción, "Annie", interpretada por el propio Paul, una melancólica balada con la que concluye esta excitante aventura, un trabajo muy completo, atrevido y vibrante.
 
Nacido en el fértil condado escocés de Ayrshire, Paul decidió irse a Brasil con su esposa, descontento de la situación en Londres. En Brasil se dedicó a componer música para publicidad (anuncios dirigidos por importantes realizadores de Hollywood como el malogrado Tony Scott), así como para la televisión y el cine brasileños. "Nahoo" era una amalgama de influencias escocesas y brasileñas, y aunque "City of walls" continúa por esa línea, Mounsey decidió abandonar el término 'Nahoo', que ya había explotado suficiente. Además, para este su cuarto álbum desaparecen los samplers que tanto se escuchaban en la saga, dotando al disco de una estructura menos tecnológica, aderezada por la envoltura de crítica social que acaba por acercarlo al pueblo y a una humildad exquisita. "City of walls", que ocupó a Mounsey durante dos años, está de nuevo producido por el escocés y el compositor chileno Joao Vasconcellos, que parecen saber complementar a la perfección unas ideas globalizadoras que, en un entorno moderno, conforman un fabuloso todo coherente y sin altibajos a pesar de la variedad estilística y la alternancia de influencias, numerosos alicientes que se citan en una obra estimulante que engalana la tradición escocesa.
 
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PAUL MOUNSEY: "Nahoo"



21.9.13

MICHAEL BRANT DEMARIA:
"Siyotanka"

Aunque no siempre sean sinónimo de calidad, algunos músicos están abonados con casi cada uno de sus discos a estar nominados a diversos premios musicales. En esta disciplina poco infalible, a veces el mero nombre del artista en cuestión ya es razón para tenerlo en cuenta en las nominaciones, como es el caso de Enya, Kitaro, R. Carlos Nakai o Paul Winter en la categoría New Age de los Premios Grammy. En los últimos años, el carismático psicólogo, escritor y músico Michael Brant DeMaria ha sido objeto de varias nominaciones en dicha categoría por sus relajantes álbumes "Ocean", "Gaia" y "Bindu". Antes de ellos, el primer gran éxito de este artista, "Siyotanka", fue nominado también en los Grammy en la categoría Native American Music Album, y si bien no ganó ni esa ni las posteriores nominaciones, sus álbumes han alcanzado fácilmente la primera posición en las listas de ventas de música New Age. "Siyotanka", publicado en 2008 por Ontos Music (el sello del propio DeMaria), sí que obtuvo el prestigioso Premio Native American Music en la categoría Native Heart, así como el Premio ZMR (de la influyente web Zone Music Reporter) al mejor Native American Album. Y todo ello sin que por las venas de Michael DeMaria corra sangre india.

En 2003, Michael había entrado en contacto con la música para sanación por medio de un alabado álbum titulado "The river", en el que nos recibían ambientes terrenales muy placenteros, ideales para la relajación. El comienzo del interés de este inquieto personaje por la música curativa provenía de su propia experiencia, cuando a los 7 años utilizó la música como terapia para recuperarse de una operación, creando sonidos propios que le evadían de su convalecencia como en una forma de terapia. La adolescencia le llevó al mundo del jazz como batería y percusionista, para acabar admirando el piano de Keith Jarrett o la guitarra de Wil Ackerman, que le hicieron buscar caminos más profundos. Fue a una edad avanzada, 31 años, cuando escuchó por vez primera la flauta nativa americana, de la mano del disco "Earth spirit" del indio navajo Carlos R. Nakai, con el que acabaría colaborando años después: "Eso me llevó a un mundo completamente diferente, había algo en el sonido agridulce, inquietantemente familiar de la flauta, que me llevó a un lugar interior aún más profundo (...) Literalmente trajo lágrimas a mis ojos". En su faceta de autor, y absorbido por el encanto del instrumento, DeMaria escribió "Siyotanka: The legend of the flute" como una obra de teatro (junto al también psicólogo Stephen C.Lott) en 2008, encargándose además de su banda sonora, el trabajo aquí presentado. 'Siyotanka' es la palabra Lakota para 'flauta' (también puede traducirse como 'gran canción'), y la obra (estrenada con gran éxito en Pensacola, Florida, ganadora de seis premios Crystal) narra la leyenda india sobre la creación de la primera flauta nativa americana, a través del viaje de un niño, Takoda, y su encuentro con la naturaleza, "una metáfora de nuestro viaje por la vida a medida que crecemos, exploramos y hacemos frente a nuestros miedos (...) Un mensaje de amor y paz, con un significado profundamente espiritual, filosófico y sociológico". La importancia de la flauta es evidentemente fundamental en la obra y en el álbum, un instrumento que a pesar de su aprendizaje tardío, Michael afirma tocar con el corazón: "Cierro los ojos y es lo más parecido a volar, siento que mi espíritu se eleva cuando toco, y es una emoción y alegría sin igual para mí". DeMaria interpreta en este disco cuya portada corre a cargo del co-autor de la obra teatral, Stephen Lott, flauta, teclados y percusión, así como guitarra acústica en “Beyond The Known”. Un inmenso relax nos atrapa desde el primer minuto, merced a la adormilante combinación de percusión, viento y teclados que supone "The village". Así, mecidos por el arrullo de la flauta, se nos presentan melodías más calmadas ("Siyotanka", "Three trees"), alternadas con otras puramente ambientales ("Night watcher", el atmosférico comienzo de "Becoming Takoda") o ritmos atrayentes de reminiscencias indias ("Grandfather", "Branched horn"). En este entorno hermoso, idílico, mágico incluso, varios instantes especiales marcan sin embargo definitivamente el trabajo: en "The Quest" teclado y flauta se armonizan para, junto a percusiones autóctonas, retratar un sencillo panorama desértico. En "Nuka" sonidos naturales nos presentan un sereno amanecer en plena naturaleza, logrando un relajante vínculo espiritual entre el Padre Cielo y la Madre Tierra. Como corte posiblemente más destacado, "Beyond the known" es una pieza poderosa, un encantamiento que parece buscar una conexión mística con los elementos y con las deidades indígenas, la dualidad de su sencila melodía aflautada y un serio y acertado componente rítmico conforman un todo envolvente, en un emocionante llamamiento a la conciencia ecológica, así como un ejemplo de amor: "La fuerza motivadora principal en mi vida es el amor. El amor en el sentido de lo que los griegos llamaban ágape - que es el amor por la vida y la humanidad. Amo la vida, amo a la gente, y me encanta crear".

Nacido en 1962 en Norwalk, Connecticut, y criado en Wilton, Michael DeMaria -que completó sus estudios de psicología y filosofía en la Universidad de West Florida- se sitúa con su serie de meditativos álbumes que agrupa bajo la demoninación de 'Healing music' (música curativa), en la estela de otros músicos ilustres como Deuter o Stephan Micus, al menos en cuanto a la placidez y serenidad de unas melodías que también saben encontrar una cierta vertiente enérgica, desarrollos sostenidos de hipnóticas cadencias que nos conducen hacia paisajes de enormes llanuras yermas y cielos inmensos. Teclados, flautas y sonidos naturales dominan sus ambientes, no exentos de magia ancestral en su sencillez que delatan las inquietudes de su autor tanto por la música étnica (africana, japonesa, música gitana), el jazz (George Winston, Miles Davis) y la musicoterapia (es el fundador de Ontos, compañía de investigación en prácticas curativas), como por las posibilidades de los sintetizadores (Alan Parsons, Jean Michel Jarre, Tangerine Dream). Deliciosamente étnico y natural, como la figura jorobada del Kokopelli (ese conocido dios indio de la fertilidad que está tocando una flauta), el encanto de un álbum como "Siyotanka" va más allá de lo material, fundiéndose con una conciencia que conecta directamente con los predicamentos de la cultura de la Nueva Era.



29.8.13

MICHAEL NYMAN:
"Prospero's Books"

'La tempestad', de Shakespeare, es una obra intrínsecamente musical que ha inspirado a grandes compositores como Beethoven, Debussy o Chaikovski. Algunas de las óperas basadas en esta obra son "La tempestad", de Fromental Halévy (1850) y "Un rey escucha", de Luciano Berio (1984), mientras que Thomas Ades presentó en 2004 "La tempestad", una ópera en tres actos en la que insufló una nueva idea sobre la admirada obra con una música que captaba la magia del argumento y conservaba su atmósfera oscura, en la que espíritus musicales asombran a los visitantes a la isla de Próspero. De igual modo asombra la concepción minimalista del compositor Michael Nyman para las películas de Peter Greenaway, y del director galés es precisamente la libre adaptación cinematográfica de 'La tempestad' que en 1991 tituló "Prospero's Books" ('Los libros de Próspero'), cuya banda sonora publicó ese mismo año el sello británico Argo, y directamente su compañía propietaria, Decca, en una segunda edición con ligero rediseño de portada. En todo caso, el germen de esta banda sonora proviene de un curioso encargo que la ciudad de Paris hizo a Michael Nyman por la conmemoración del bicentenario de la Revolución Francesa, un recorrido musical por esta grandiosa urbe, que formaba parte de un audiovisual proyectado en el arco de La Défense del 19 de julio al 31 de diciembre de 1989, y que el efímero sello Criterion publicó en 1989 con el título de "La traversée de Paris".
 
Reciclando la inspirada música que el británico compuso para el encargo parisino, Nyman preparó una de sus mejores partituras para "Prospero's Books", pero la relación entre músico y cineasta iba a verse seriamente deteriorada cuando el director, sin aviso previo, decidió utilizar en el metraje final del film tan sólo una mínima parte de la música del compositor y amigo: "Cuando vi la película me pareció que Peter había traicionado mi música, no la usó con la autenticidad y sensibilidad que lo había hecho en, por ejemplo, 'El contrato del dibujante'. Y también introdujo la música que escribí en el contexto extraño de un diseño sonoro bastante desafortunado, una partitura casi electrónica en la que mi música se entierra, donde los efectos de sonido y voces se tratan de una manera más bien exagerada. Nunca me dijeron que eso iba a pasar". Michael consideró que tenía que haber sido informado de ese tratamiento, y cuando mostró su disgusto ante el equipo, esperó las explicaciones del director, que nunca llegaron, por lo que se dio por finalizada una amistad de dieciocho años. La arrogancia de Peter Greenaway, que ya había pensado en John Adams para "Drowning by Numbers" y recurrido a Wim Mertens para "The Belly of an Architect" (tras un intento fallido con Philip Glass y una partitura de Glenn Branca que no acabó por convencerle), le llevó a prescindir totalmente de su antiguo colega para la música de sus películas. Nyman había realizado una concepción esencialmente vocal de la obra, y añadió con sapiencia este elemento a su música, logrando un efecto fantasmagórico y embriagador que Peter Greenaway apenas supo valorar. Basado en textos del propio William Shakespeare, escribió cinco canciones (conocidas como 'Ariel Songs', por la importancia del personaje de Ariel en la obra) para la soprano Sarah Leonard. Precisamente comienza el disco con la breve "Full Fathom Five", y "While you Here do Snoring Lie" en tercer lugar, que junto con "Come and Go" fueron reinterpretadas en 1992 para un curioso disco de canciones de Nyman con la afamada cantante alemana Ute Lemper titulado "Songbook" (que además de esas tres 'Ariel Songs' incluía canciones basadas en textos de Paul Celan, Mozart y Rimbaud). A partir de aquí llega la parte más atractiva de la banda sonora, con cuatro maravillosos temas que constituyen lo más interesante y recordado del álbum: "Prospero's Magic", "Miranda", "Twelve Years Since" y "Come Unto these Yellow Sands". De ellas, la única composición original para la película era "Twelve Years Since", un corte calmado que parece anticipar futuros éxitos del británico en el mundo de la banda sonora, cambiando parte de sus ideas repetitivas más densas por una melodiosidad ambiental. Las otras tres provienen de "La traversée de Paris", y curiosamente, de los siete cortes rescatados de aquel álbum, son los únicos que fueron modificados: "L'entrée" era un gran comienzo para el multimedia, y Nyman lo aprovechó para darle forma (bastó con una ligera ampliación) a "Prospero's Magic". "Le théâtre d'ombres chinoises" acelerada fue una gratísima mejora para "Miranda", y el añadido de la voz en "Le labyrinthe" la convierte en la excitante "Come unto These Yellow Sands", otra 'Ariel Song' en la que despunta considerablemente Sarah Leonard, una de las composiciones que más y mejor utiliza Greenaway en la película. En ellas destacan bucles repetitivos, por lo general de cuerdas, sobre los que se alzan los vientos como ejecutores de melodías regias y aguerridas. El piano de Nyman, por contra, es poco apreciable en el conjunto de tan poderosa banda, aunque siempre está ahí, marcando el ritmo, observando todo como un buen director de orquesta. El trabajo continúa sin mayores sobresaltos entre temas nuevos y otros reubicados directamente de "La traversée de Paris", hasta llegar al último corte, "The Masque", que presenta una grata escena operística en la que intervienen como vocalistas Marie Angel, Deborah Conway y la alemana, mencionada anteriormente, Ute Lemper. "The Masque" no es la única pieza operística creada por Nyman bajo la influencia de 'La tempestad' de Shakespeare, ya que "Noises, Sounds & Sweet Airs", publicada por Argo en 1994, contenía varios cortes de "La traversée de Paris", aunque con títulos diferentes. En definitiva, y con la ironía de estar hablando de una banda sonora que apenas fue utilizada como tal, hay que concluir afirmando que "Prospero's Books" es una de las mejores y más completas partituras de Nyman para Greenaway, posiblemente en el momento más dulce del pianista, sólo unos años antes de su consagración ante el gran público con "The Piano". La producción del disco, como en todos los trabajos de Nyman en su época con Peter Greenaway, corre a cargo del músico irlandés, antiguo miembro de The Flying Lizards, David Cunningham.
 
Parece que Nyman quisiera reconocer los méritos de su eficaz conjunto liderado por Alexander Balanescu, la Michael Nyman Band, al colocar su nombre en la portada del trabajo, cosa que no había ocurrido anteriormente. Tanto es así que al año siguiente de la publicación de "Prospero's Books" Argo lanzó al mercado una curiosa y gratísima recopilación de las bandas sonoras más conocidas del dúo Nyman/Greenaway titulada "The Essential Michael Nyman Band", con composiciones de "The Draughtsman's Contract", "A Zed & Two Noughts", "Drowning by Numbers", "The Cook, the Thief, his Wife and her Lover", dos de las maravillosas "Water Dances" (provenientes también de un trabajo con Greenaway) y el tema "Miranda" de "Prospero's Books", con la importante característica de tratarse de reinterpretaciones de las canciones, cosechando un enorme éxito con el fabuloso "Chasing Sheep is Best Left to Shepherds". Otros temas de "Prospero's Books" se incluyen en más recopilatorios de Nyman, especialmente "Miranda", con la nota destacable de que en "The Very Best of Michael Nyman: Film music 1980-2001" se incluye "Miranda Previsited", la versión original de "La traversée de Paris" (aunque cambiando su título real, "Le théâtre d'ombres chinoises"). También "Miranda", junto a "The Masque (Excerpt)" y "Where the Bee Sucks", formaba parte de un curioso CDsingle promocional de "Prospero's Books". El éxito cosechado con bandas sonoras tan atractivas como "The Dragthsmans Contract" o "Drowning by Numbers" no encasilló a Nyman, que continuó con su labor de búsqueda a través de nuevas óperas, cuartetos de cuerda o el mencionado extraño trabajo vocal con Ute Lemper de título "Songbook". Su labor de musicación de películas iba a cambiar en lo sucesivo, en gran medida por su ruptura total con Peter Greenaway, lo que permitirá a Nyman tener más tiempo para aceptar otro tipo de encargos, algunos de ellos tan atractivos como "The Piano", así como películas destinadas al gran público ("Gattaca", "Ravenous") y otras no tan pretenciosas para las que compuso partituras memorables ("The Claim", "Wonderland", "Carrington").
 







17.8.13

NILS FRAHM:
"Felt"

Gustan los postminimalistas, al menos una última hornada con la juventud e irreverencia por bandera, de presentar una realidad distorsionada en sus composiciones, un plano melódico fantasmal revestido de rasgueos, susurros, sonidos de microsurcos, efectos de una cuidada suciedad, imperfecciones buscadas para provocar la reacción del oyente, logrando así una experiencia más personal y más viva, o quizás para reclamar la aleatoriedad en la música, la ausencia en la realidad del sonido puro, ¿quién no ha sufrido al fin y al cabo de un vinilo sucio o rayado en un trabajo perfectamente producido o de toses y ruidos diversos en el concierto de cualquier virtuoso? Ensuciar la música es un arte nuevo, extraño, que en su vertiente más precisa es denominado Glitch (o Clicks and cuts), cuyos resultados son ciertamente interesantes y para nada deplorables si se acompañan de melodía, ritmo y ambiente en su justa medida, como por ejemplo nos ofrece el joven y atrevido músico alemán Nils Frahm en su trabajo de 2011, publicado por Erased Tapes Records, "Felt".

La casualidad también influyó notablemente para llegar al sonido impuro de esta obra, ya que este pianista alemán al que le gusta componer por las noches, utilizó durante esta época un amortiguador de fieltro en su piano para no molestar a sus vecinos. En estas circunstancias colocó en el interior del instrumento los micrófonos tan profundamente que casi tocaban las cuerdas, captando de esta manera una gama de sonidos superficiales de esos que, en la producción de discos de piano convencionales, se tratan de ocultar para conseguir una total 'asepsia'. Lejos de eso, Frahm se entusiasmó con esos sonidos, hasta el punto de considerar que "la música se convierte en una contingencia, un azar, un accidente dentro de todo este rumor". El piano está más vivo que nunca en "Felt": "Descubrí que mi piano suena hermoso con el amortiguador (...) Mis auriculares se convirtieron en microscopios infinitos que permitieron sumergirme en un mundo de sonidos inaudible". Fue tan apasionante la experiencia que Nils, agradecido, llegó a dedicar el trabajo a sus vecinos, junto a su familia y amigos. Desde el comienzo del álbum, "Keep", el ambiente antinatural se vuelve hermoso y encuentra una razón de ser en la confusión, las intenciones melódicas se abren hueco entre las teclas, y por un momento, ya en los primeros minutos de la obra, se alcanza un enorme clímax que abre un nuevo mundo de emociones para el oyente, que con "Less" se queda definitivamente atrapado por su adormecida melancolía, de nuevo los sonidos externos nos acercan a la realidad y el piano, limpio y conciso, pasea por ese panorama, avanza y se detiene, reflexiona y continúa, pensando, pensando... Por fin se decide y encuentra un camino en el que desarrollar junto a un maravilloso órgano celeste un juego cautivador, un nuevo momento destacado, frágil y deliciosamente corto (de título "Familiar") de esta enorme dulzura en blanco y negro que parece fluir de las manos de este joven genio, que continúa demostrando su innegable clase en "Kind" (delicadeza de cielos oscuros y hojas caídas muy del estilo de Dustin O'Halloran), instantes privados ("Unter"), relajantes ("Old thought", emulando sonidos de campanas) y en el resto de composiciones de un álbum corto pero intenso, de ambientalidad acústica, y esencial en el nuevo minimalismo. En el tramo final, "Pause" abre un resquicio con sus notas graves para la llegada del último corte, "More", la composición más larga del disco, en la que Nils retorna a las intenciones melódicas del corte de inicio, "Keep", pero repetitivo, climático, desarrollado con un mayor sinfonismo y profusión de efectos, con una segunda parte más contenida y un final ambiental en cuyos últimos dos atrayentes minutos, se encierra prácticamente toda la electrónica del trabajo. La utilización de ruidos y elementos disonantes en sus composiciones no es ni mucho menos una característica exclusiva de músicos como Nils Frahm, pero sí que revela otro tipo de búsqueda sonora, más allá de la hermosura y la perfección: "Mi piano me pidió que fuera tranquilo y sensible. Me dijo que si me gustaría tocarlo suavemente, sonaría increíble y poderoso, y mantuvo su promesa". Tras las demostraciones de diversa índole ofrecidas con el delicado "Wintermusik" y un impulsivo "The bells", "Felt" ha sido uno de sus álbumes más destacados, una pequeña joya instrumental plagada de detalles, que se puede adquirir en los formatos CD, LP o MP3, y que Nils aconseja escuchar y disfrutar con auriculares.

El jazz, el funk, la world music o incluso el rock y el hip hop inspiran a los postminimalistas creando sonidos inimaginables hace unos pocos años, pero estos 'enfants terribles' no se limitan a absorber ideas sino que las dotan de irreverencia y las revisten de una inigualable clase y atrevimiento a partir de bases sencillas, incluso una gama de instrumentación no excesivamente amplia. Frahm, concretamente, trabaja con el piano y origina una personalidad nueva, un cuerpo de carne, huesos, madera y marfil cuya mente delira hasta lograr el milagro de la creación. Interactuando con otras artes, investigando nuevos sonidos, el talento creativo de este versátil artista se expande en la segunda década de este siglo como un pequeño agujero negro, sólo él sabe dónde está el límite, mientras tanto disfruta con su encomiable riqueza de recursos y nos hace disfrutar con discos como este, de graciosa inventiva y feliz acabado.

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1.8.13

WIM MERTENS:
"Shot and Echo"

La versatilidad del compositor belga Wim Mertens hace que pueda llegar al gran público de diversas maneras, aparte de sus especiales trabajos para piano y voz y de las difíciles series de interesantes obras experimentales como "Alle Dinghe" o "Gave van Niets", este pianista inauguró en los 90 un estilo más desenfadado y entretenido, alejado de atmósferas antiguas y de la anticomercialidad extrema, con un amplio conjunto en el que no faltaban piano, cuerdas y metales, pieza esencial de un adictivo juego entre él y su público que le iba a otorgar grandes resultados de calidad, al derivar su minimalismo hacia un vanguardismo muy popular y asimilable. Producido por el propio Mertens y publicado en 1993 por Les Disques du Crépuscule, "Shot and Echo" es el álbum que inaugura este estilo sólido y atractivo, cuya primera piedra fuera realmente el sensacional "Motives for Writting" de 1989, del cual repiten varios de los músicos encargados de la sección de metal, encabezados por Dirk Descheemaeker, en un tratamiento muy original y curiosamente comercial de unos instrumentos tan poco convencionales y difíciles de integrar en formatos de corte melódico destinados al gran público, como son saxo, clarinete, tuba, trombón, oboe o trompeta, mientras que el violín cuenta con una presencia de difícil distinción. También hay voz en esta nueva faceta, pues una paisana de Mertens, la soprano Katelijne Van Laethem, contribuye con sus cuerdas vocales en "Shot and Echo", si bien su registro es a veces confundible con el falsete del pianista, que parecía no querer desmarcarse del todo de sus trabajos anteriores.

Algunos de los temas de este disco, como "Watch Over Me" o "Wandering Eyes" parecen provenir de ideas concebidas para encargos de cine de la época, ya que Mertens, cuyo más conocido trabajo para la pantalla grande había sido la banda sonora de "The Belly of an Architect", de Peter Greenaway, había colaborado durante estos años con directores como el alemán Tom Tykwer o los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne. De todos modos, "Shot and Echo" va más allá de cualquier iniciativa fílmica, teatral o de danza, tiene vida propia, es un álbum con mayúsculas cuyo primer sencillo, "Their Duet" es también un soberbio comienzo, una pieza muy popular del repertorio de Mertens, con la tuba marcando el ritmo, grandiosa entrada de la trompeta, y un piano y voz que encuentran en ese pequeño caos una melodía grata y completa, que fue utilizada en la publicidad española de Telefónica y en la europea de Telecom. A continuación, un sinsentido de instrumentos de viento origina una composición atrevida que acaba resultando espectacular y ante todo distinta a cualquier cosa que se pueda escuchar que no lleve asociado el nombre de Wim Mertens: "His Own Thing" le debe todo al primer Mertens, al de la experimentación con sonidos casi de videojuego, en un bucle de glissandos excesivamente largo, pero que podemos tomar como una extravagancia aceptable al estar rodeada en el disco por dos pequeñas joyas como son "Their Duet" y "Watch Over Me". Con sones de pop medievalista y melodía de canción ligera adaptada al clarinete, esta última supone uno de los momentos más completos y abrumadores de un álbum tan inusual como atractivo, y es que "Watch Over Me" es una animada creación de un artista en absoluto estado de gracia, capaz también de idear momentos de encantadora sencillez como "One Who Matters", que presenta un agresivo pero agradable contraste entre su sutil comienzo clasicista (violín y violonchelos) con el añadido popular de la trompeta y un toque modernista que nos conduce a un paraíso de originalidad. Como única pieza que supera la decena de minutos en el disco, "Silver Lining" es una larga y climática atmósfera, en voz baja, donde notas graves de trombón ponen el tono de suspense junto a rotundos teclados y la voz de Katelijne Van Laethem que secunda las secas notas de una guitarra, instrumento 'maldito' que aparece por primera vez en la obra del pianista. En la tercera gran composición del trabajo, de título "Shot One", es un feliz y frenético piano el que marca el rumbo de la pieza, aunque son por supuesto los vientos y la voz los que los que la embellecen de manera característica, única y, como casi siempre, soberbia. En la recta final, "We'll Find Out" es un corte de nuevo muy del estilo vanguardista de sus primeros trabajos, mientras que "Let Him Go", aún sin evolucionar en demasía, parece mirar más hacia adelante. "Wandering Eyes", sin destacar especialmente en el disco, es un cierre acorde con el conjunto del mismo, una pieza muy del estilo del belga. Los mismos metales que pueden otorgar sones lúdicos a piezas de escasa trascendencia como "His Own Thing", tornan en cálidos y afables cuando se trata de demostraciones de melodía grata a juego con la voz ("Their Duet" o "Shot One", los dos temas principales), incluso románticos si se precisa ir más allá sin acompañamiento vocal ("Watch Over Me"), en un álbum en el que Mertens propone un juego ameno y alborozado en el que el oyente acaba sintiéndose un protagonista más por la claridad de sus nueve cortes, directos y profundos.

Ramón Trecet, que de esto sabe algo, denominaba a Wim Mertens como el portavoz de una manera de hacer las cosas en el libro sobre los 20 años de Radio 3, una emisora y un programa ('Diálogos 3') donde la música del belga encajaba a la perfección. "Shot and Echo" posee una extraña alegría contagiosa, una nueva faceta que va a 'maximizar la audiencia' del belga en sucesivas entregas. Los vientos son los afortunados comensales principales de esta bacanal melódica en la que Mertens parece huir del protagonismo extremo que acaparaba en sus discos de piano y voz, que van a seguir alternándose con obras como esta. Este sorprendente trabajo fue complementado por otro de título "A Sense of Place", de muy parecida portada y siete temas entre los que destacaban especialmente los más cortos, "In a Void", "D.C.O.L." o "The S-Song" (que retomaba la idea de "Shot One"), si bien era menos fluido, de escucha más difícil. En 2004 se editó una edición en doble CD con los dos álbumes, cuyas pinturas de las portadas en ambos casos son una vez más de este completo artista que se llama Wim Mertens, un músico inquieto y fabuloso que transforma en belleza sus ideas con gran facilidad y enorme actividad. A colación del interés por la literatura de nuestro músico, cabría decir que si el escritor francés Stendhal hubiera vivido en esta época y acudiera a un concierto de Wim Mertens, puede que el mundo conociera una formulación totalmente distinta de su famoso síndrome.

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15.7.13

RAVI SHANKAR:
"Tana mana"

Muchos términos musicales resultan paradójicos, comenzando por el propio epígrafe Nuevas Músicas. Músicas del mundo, o más atrayente en inglés, World Music (que es el verdadero término adoptado en 1987 para denominar al género étnico), es otro gran escollo para el entendimiento, ¿o es que acaso no todas las músicas son del mundo? El espíritu globalizador imperante en los 80 y el afán de las compañías discográficas por vender se puso de lado de ciertos músicos del conocido como 'tercer mundo' que, basados en su folclore autóctono, no sólo exploraban en fusiones audaces con occidente, sino que en ocasiones lograban un considerable éxito, manteniendo la categoría de mitos o maestros de la que gozaban en sus respectivos países. Youssou N'Dour, Ali Farka Touré, Ladysmith Black Mambazo, Nusrat Fateh Ali Khan, Mory Kante o Ofra Haza son sólo algunos nombres de indudable éxito, en su mayoría provenientes de Africa, a los que podemos unir muchos otros de los demás continentes, ya que la World Music, aunque contribuya a afianzar las distancias entre primer y tercer mundo, es un concepto que lo mismo puede englobar cantos sufíes, rancheras, oraciones tibetanas o flamenco. Peter Gabriel, Paul Simon o David Byrne son ejemplos de músicos occidentales que ayudaron a impulsar esta etiqueta y a determinados artistas de gran interés, pero para otros ilustres como Philip Glass no cabe duda de que el sitarista indio Ravi Shankar fue clave -incluso padre- de ese movimiento, años antes de su institución.

Tras décadas de trabajo y popularidad en la India y numerosos viajes por el mundo, Ravi Shankar conoció al 'Beatle' George Harrison en 1966 y se convirtió en su maestro, lo que aparte de una nutrida fama le acarreó ciertas críticas por "prostituir la música india". El propio Harrison es un reclamo en "Tana mana", al acudir a la llamada de su mentor y amigo para tocar en el mismo cítara y sintetizador, pero para este salto tan importante hacia el gran público y la distribución de una gran compañía, Ravi optó además por facilitar las cosas, por la fusión con otros estilos e instrumentos, y por acortar las duraciones de las canciones, más acordes con el gusto occidental y la radiodifusión. Aún así, a pesar de no tocar la música que le reclamaban los puristas de su país, este maestro consiguió su objetivo de "no perder la indianidad de su música". Más allá, con adaptaciones como ésta, no exentas de alma (Menuhin dice en la introducción de la citada biografía de Shankar que "a la proverbial serenidad de lo indio, el músico de la India aporta una exaltada expresión personal de unión con el infinito, como en el amor infinito"), Ravi dió un importante paso para mantener viva la música clásica india en el mundo contemporáneo, abriendo camino a otros músicos notables, como su propia hija Anoushka Shankar. Publicado por Private Music en 1987, "Tana mana" significa 'cuerpo y mente', y su propuesta incide en la fusión de elementos orientales y occidentales abordando un nuevo camino en el que se unifican música india, jazz y electrónica. Mientras que en el CD y la contraportada se puede leer simplemente Ravi Shankar, en general se atribuye el álbum a 'The Ravi Shankar Project', en un curioso intento de crear un grupo de atractivo nombre, más avanzado tecnológicamente de lo que hasta la fecha había ofrecido el músico de Benarés. Instrumentistas indios (incluyendo a la vocalista Lakshmi Shankar -sin parentesco alguno con Ravi- o a Shubho Shankar -hijo del maestro, fallecido de neumonía a los 50 años-) se funden con nombres estadounidenses como los de los productores (Peter Baumann y Frank Serafine) o los de los conocidos Patrick O'Hearn (al bajo) o el mencionado George Harrison. La alegría inunda el comienzo del disco, una corta pieza de título "Chase", que sirve de introducción a tres grandes canciones, momento álgido del álbum inaugurado con "Tana mana", tema vocal de elegante producción en su buscada sobriedad, donde el atavío electrónico no esconde el encanto del ambiente hinduista. "Village dance" presenta un ritmo mucho más danzarín, melodía folclórica muy atractiva que sabe encandilar y que ha llegado a titular algún recopilatorio de nuestro artista. La tercera gran pieza en discordia, de título "Seven and 10 1/2" hace gala de un desarrollo misterioso, de logrado misticismo especialmente a través del curioso acompañamiento vocal rítmico e ininteligible. El arte inmortal de la danza folclórica india (conviene reseñar el idilio del joven Ravi con la danza a través de su hermano mayor, Uday, que creó una compañía de éxito con la que llevó a toda la familia a París en 1930) se ve reflejado tanto en lo visual de algunas de las canciones como en su propio carácter étnico ("Romantic voyage"). En "West eats meat", el propio título indica una nutrida labor de fusión cultural, donde instrumentaciones de uno y otro lado del mundo se dan la mano para recrear un encuentro de monumental encanto. Coincidiendo con la personalidad de un Ravi Shankar que firma las diez composiciones del álbum, no es nada pretencioso el mismo, y se marcha en paz con la composición "Supplication", dejando buenas sensaciones en el oyente, que comprueba cómo las largas ragas características de los sitaristas indios pueden acortarse a nuestro modo, ejecutando temas no exentos de cierta profundidad espiritual, combinados con ritmos más fáciles y modernos.

Ravi visitó Estados Unidos por vez primera en 1932, en una época en la que el sitar era un hobby y él se consideraba más que nada bailarín. Todo cambió pocos años después, eligió gurú -Allauddin Khan, padre de Ali Akbar Khan-, y con él desarrolló su técnica y decidió consagrar su vida a la música, más allá del frívolo éxito de la danza. Fue sin embargo Tat Baba su maestro más importante, personaje mágico que influyó definitivamente en su éxito. Shankar tuvo una gran popularidad en EEUU cuando los Beatles le 'descubrieron' a occidente, se instaló en los Estados Unidos y dió populosos conciertos, y aunque su figura un poco diluida con el tiempo no se llegó a eclipsar, fue recuperado con el típico buen ojo de Peter Baumann para Private Music, donde publicó tres discos a finales de los 80, justo cuando comenzaba a instaurarse la mencionada etiqueta World Music: "Tana Mana" (1987), un estupendo concierto en Moscú llamado "Inside the Kremlin" (1989), y la espléndida e imprescindible colaboración con Philip Glass de título "Passages" (1990). "Tana mana", compuesto por Ravi Shankar un año después de sufrir un infarto, es una hermosa sucesión de piezas cantarinas, que van más allá de continentes y épocas para acatar la universalidad de la música india y darla a conocer al resto del mundo, en su faceta más asequible, a través de uno de sus grandes valedores.

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18.6.13

CLOGS:
"Lantern"

A pesar de su juventud, Simon Reynolds es un reputado crítico londinense de música electrónica que, en 1994, utilizó por primera vez el término post-rock para referirse a un tipo de música en su mayoría sin el uso de voces, que utiliza la instrumentación más típica de una banda de rock para desarrollar una música alejada de los convencionalismos del mismo. El jazz, el folk o la música clásica son algunos de los elementos que se suelen combinar en este estilo controvertido por lo ambiguo de su definición, ya que instrumentos de viento o cuerda poco usuales en las radiofórmulas acaban siendo tan protagonistas en sus propuestas como guitarra, teclados o batería. Aún así, nombres como Sigur Rós, Mogwai o Raichel's se adhieren perfectamente al mismo, así como una banda de orígenes australianos y estadounidenses que ha acaparado grandes críticas en su próspera evolución desde su creación a finales de los 90 en la Yale School of Music. Padma Newsome (una especie de líder natural, por su mayor edad y variada experiencia -rock de cámara, música india, corales y orquestas sinfónicas-), Bryce Dessner (proveniente del mundo del rock), Rachael Elliott (del jazz) y Thomas Kozumplik (de la fusión) son las cuatro caras de Clogs, una de las grandes sensaciones sonoras del comienzo de centuria por su generoso eclecticismo y una espontaneidad que crece evitando realmente cualquier tipo de clasificación o encasillamiento.

Extravagantes, deliciosamente extraños, paladear la música de este grupo es como comer con los ojos cerrados sin saber qué es lo que nos van a ofrecer en el menú, si vamos a paladear dulzura o salazón, delicia o amargura. Su propuesta pasa del clasicismo a la experimentación en cuestión de minutos, pero posee además parte de esa característica irónica que caracterizaba, sin ir más lejos, a la excelsa e idolatrada Penguin Cafe Orchestra. Aun sin el genio de Simon Jeffes, Clogs también merecen la consideración y revisión de una obra de cierta dificultad pero reconfortante alegría, ya sea con un mayor espíritu improvisatorio ("Thom's night out"), afán experimental ("Lullaby for Sue") o tendiendo hacia un minimalismo muy melódico ("Sticks music"), tres álbumes de aprendizaje que acabaron por dar paso a la primera demostración auténtica del grupo, un disco de título "Lantern" publicado por el sello neoyorquino Brassland en 2006 en el que confluye lo mejor de sus ideas anteriores, una combinación de ritmo y ambiente con toques folclóricos y un suave jazz, más centrado en la melodía, en la busqueda de formas concretas, sin olvidar el contexto neoclásico del que han salido sus miembros, que componen en su mayoría en sesiones de improvisación en los ensayos. Padma (viola, violín, melódica, piano, voz), Bryce (guitarra, ukelele), Rachael (oboe, melódica) y Thomas (percusión) conforman un cuarteto plenamente conjuntado que no recurre a la electrónica, no necesitan captar la atención con parafernalias artificiales, sólo matizan sus partituras con una visión más lejana de lo que impone el papel, vistiéndolas de viajes, de colores, de guiños populares, de juegos con el oyente, de puertas abiertas a otros tiempos. Por ejemplo, el propio comienzo de sones populares, "Kapsburger", se remonta al siglo XVII, concretamente al compositor alemán Johann Hieronymus Kapsberger que, interpretado por la colaboración de Luca Tarantino a la guitarra barroca, avanza el tono vanguardista del disco y comienza a evocar claramente a la Penguin Cafe Orchestra (también en la ironía del juego de palabras con el apellido del músico en el título), que vuelve a ser gratamente recordada con el ukelele de "Tides of Washington Bridge". "Canon" presenta una cadencia serena de espíritu académico y el sonido ambiental de la melódica (parecido al de un acordeón) en una pieza ambigua, extraña y a la vez familiar, cercana. Atrayente y en cierto modo hipnótica, su percusión evidente supone mejorar puntualmente el papel de Thomas Kozumplik en el conjunto de la banda, con ella la música fluye con una mayor normalidad, sin tener realmente este disco nada de normal. En uno de los cortes más destacados, "5/4", melodías rápidas de violín otorgan un toque de ritmo muy popular y verdaderamente cálido, cercano a un jazz suave y asequible, mientras que "Death and the Maiden" presenta las dos caras en la misma pieza, un comienzo calmado, como una nana dominada por las cuerdas, que torna rápido, incluso caótico, a la mitad. "2/3/5" es más ambiental, algo experimental en el desborde de instrumentación, teclados, viento y cuerdas que se pacifican y conviven en este cruce de caminos inexplicable entre cámara, pop, jazz o folclore que se evidencia en "The Song of the cricket" o "Fiddlegree". También el oboe destaca con una audaz interpretación en "Voisins", ritmo folclórico bastante acertado que conduce hasta "Tides (piano)", un final ya escuchado antes a las cuerdas, que suena a hasta pronto. Es sin embargo "Lantern" la mayor expresión de este estilo casi imposible de describir, por su melodía adormecida con voz, una canción distinta, encantadora, muy vanguardista, cuyo video-clip está rodado por Vincent Moon, director francés de videos musicales: "Light me a lantern, in your lighthouse, my keeper".

"Lantern" presenta la dosis exacta de atrevimiento y posmodernidad como para hacer interesante para casi cualquier público esta 'música de cámara onírica' y hacer creíbles las historias contadas, que merced a movimientos vivos y ritmos mundanos, nos llevan a lugares dificilmente visitables por grupos orquestales sin la ayuda de mayor instrumentación o bizarras intenciones. Es en definitiva un trabajo más formal y centrado en un atisbo de comercialidad de un conjunto cuya música parece estar hecha para oyentes especiales pero de un abanico muy amplio, de aquí y de allá, desde el indie al minimalismo. Con gran importancia de la improvisación en sus directos, el acierto de esta inquieta banda consiste en la acertada conjunción de los estilos naturales de cada uno de los cuatro miembros, para conformar una música sin espacio definido pero en la que todo parece estar presente, sólo hay que escuchar "Lantern" para entenderlo y para desear nuevos trabajos de este meritorio cuarteto bastante desconocido pero que nunca pasa desapercibido.



30.5.13

HEVIA:
"Tierra de nadie"

Aunque la gaita sea un instrumento bastante extendido en gran parte de la Península Ibérica, es en el norte donde cuenta con una mayor tradición, en especial en Galicia, Asturias y Cantabria. Concretamente fue un asturiano el que contribuyó, como antes lo habían hecho Carlos Núñez o Kepa Junkera entre otros, a cambiar la imagen de la España del folclore anticuado, de cantos y bailes carpetovetónicos, por una España avanzada y electrónica, lo que no es incompatible con acordarse de sus raíces, respetarlas y modernizarlas convenientemente. En el caso de nuestro protagonista, José Ángel Hevia Velasco, tuvo un primer contacto con la gaita a los cuatro años en una romería, enamorándose plenamente de ese instrumento que iba a acabar formando parte de su vida. Sin tradición musical familiar alguna, a los 11 años consiguió su primera gaita y comenzó a recibir clases tres veces a la semana con Armando Fernández. Pocos años después era él el que daba clases, en una fulgurante y pasional evolución, y ganaba dinero tocando también en romerías con su hermana María José, que había sido adoctrinada a la pandereta ("la pareja de gaita y tambor es como la orquesta cerrada, es completa, es autosuficiente"). Tras tocar en un par de ocasiones con el grupo Amistades Peligrosas en conciertos en Asturias, Cristina del Valle (la que sería su pareja durante varios años) reconoció el talento de José Angel y habló de él en Madrid con insistencia, tras lo cual Javier Lozano, de Hispavox, le propuso grabar una maqueta y ver cómo evolucionaba la propuesta. Dos años de desesperación acabaron con la feliz grabación definitiva, un tiempo durante el cual se maduró la transformación del gaitero tradicional en gaitero electrónico.
 
La gaita vivía un 'boom' en Asturias, pero el éxito de Hevia iba a llegar dando un paso más allá, cuando la necesidad de ensayar a cualquier hora sin molestar a nadie, impulsó la creación de la gaita midi junto a un alumno y un compañero de este (Alberto Arias y Miguel opico), en un entorno artesanal y bastante modesto. El sampler prometía capturar sonidos reales y proyectarlos digitalmente, constituyendo un sonido absolutamente novedoso pero eficaz, en absoluto enlatado. "Tierra de nadie" era el título del disco que publicó en 1998 Hispavox (sello mítico propiedad en esa época de EMI-Odeón), un trabajo que comenzaba con un reel pegadizo y exultante del que emanaba una más que notable energía, una pieza que influyó definitivamente a su asentamiento no sólo en las listas de ventas españolas (donde alcanzó la friolera de seis discos de platino, lo cual no está nada mal para un gaitero de Villaviciosa) sino a los primeros puestos en Dinamarca, Italia o Hungría: "Busindre reel" suena decididamente celtoide, y en su vibrante desarrollo son las maravillosas voces autóctonas las que de mejor manera aportan la esencia y la raíz astur. Otro gran acierto supuso la elección del segundo single, la pegadiza "El garrotín", como sintonía oficial de la Vuelta Ciclista a España de 1999 (curiosamente, Hevia había competido también de joven en carreras ciclistas), una relación con dicha prueba que continuará en 2003 con la canción "Tirador", de su tercer álbum (también en 2003 EMI publicó "El disco de la vuelta ciclista", que incluía "El garrotín" junto a melodías eternas como "Me estoy volviendo loco", "Con los dedos de una mano" -ambas de Azul y negro-, "No smoking" -de Habana- o "Children of light" -de Elbosco-, todas ellas producciones de Julián Ruiz). "El garrotín" presentaba una estupenda melodía de base tradicional bastante retocada, un gran aporte al disco con pandereta, voz étnica, coro y el agradecido sonido de la gaita. Como tercer single, "Sobrepena" es un tema calmado escrito por Ramón Prada que deja poso en el oyente por su sencilla y encantadora naturalidad. Y es que aunque el principal gancho del proyecto sea la gaita electrónica y sus posibilidades en ritmos frenéticos y tonadas rabiosas con esencia bailable ("Naves", "Barganaz"), es en los ritmos lentos o en la asociación con voces populares y elementos folclóricos, donde más y mejor se paladea la esencia y las intenciones de este asturiano afincado en Madrid: es el caso de la parte central del trabajo, donde las voces del Colectivu Etnográficu Muyeres destacan especialmente en "El ramu" (Hevia tiene auténtico duende con este tipo de piezas tradicionales reconstruidas) o "Llaciana". Aparte de dicho Colectivu, con el protagonismo de Mari Luz Cristóbal, en el disco tocan una gran cantidad de amigos, entre ellos su hermana María José, el violinista eslovaco Peter Bulla y, en un entorno con gran importancia de las percusiones, un antiguo compañero en el grupo Boides (Daniel Lombas al bohran). Otra voz importante, en forma de tonada, es la de Ismael Tomás, y qué decir de la importante colaboración al piano de un David Peña Dorantes que ese mismo año revolucionaba el mundo del flamenco con "Orobroy" (en un sensacional lamento, impregnado de melancolía, de título "Añada", que viene a corroborar la admiración de José Angel por el gaitero irlandés Davy Spillane) y del sudanés Wafir (laúd árabe), responsable en parte del título del álbum por la extraña mezcla de la esencia asturiana con ritmo celta y cuerdas árabes (una auténtica tierra de nadie) en el tema "Si la nieve", uno de los más bellos y mejores del álbum. El éxito de este instrumento que surgió de la nada fue sorpresivo, "Tierra de nadie" permaneció cerca de 60 semanas entre los discos más vendidos en España, alcanzando el número 1 durante cinco semanas en 1999, cuando sólo Chayanne ("Atado a tu amor"), Abba con un "Greatest hits" y La Oreja de Van Gogh ("Dile al sol") le pudieron hacer sombra. Además, un single de remixes de "Busindre reel" se coló en el séptimo puesto de la lista de singles y CDsingles. Tras vender 400.000 copias, se hizo necesaria una extensa gira por el territorio nacional, así como poco después una edición especial del disco, con portada diferente, en la que se leía "Más de 1 millón de copias vendidas" (en todo el mundo, supuestamente). Esta edición especial, que ponía título al tema "Corri corri", oculto en el original, incluía tres mixes de los singles del álbum, "Busindre reel (Radio mix)", "El garrotín (Single remix)" y "Sobrepena (by Jean)", remezclada por un hasta entonces desconocido Carlos Jean. Aparte de algunas ediciones europeas con el título "No man's land" y portadas retocadas, el importante sello Higher Octave Music se encargó del lanzamiento en Estados Unidos, en su colección Higher Octave World, respetando el título en español y la portada.

A pesar de la novedad que resultó escuchar la gaita asturiana en emisoras de radiofórmula, "Tierra de nadie" no era el primer disco publicado por Hevia en solitario, tal honor lo tuvo un álbum titulado simplemente "Hevia", publicado por Karonte en 1991 a raíz de ganar un concurso de folk para jóvenes intérpretes. A dúo con su hermana y sin electrificación, el disco vendió 2000 copias, y su reedición -ya con la fama por bandera-, 15000 más. Se trata de una anécdota con numerosos detalles pero escasa producción y baja comercialidad, todo lo contrario a "Tierra de nadie", un álbum con auténtica 'alma', muy trabajado (producido por Javier Monforte, que también aporta la guitarra eléctrica), en un afán por sacarle mayor partido a su instrumento de toda la vida, utensilio que desde años atrás llevaba asociado el concepto 'soplagaitas' por estar relacionado con la sidra y la juerga. Una vez demostradas las posibilidades de la gaita electrificada, la compañía decidió apostar por el artista para su segundo trabajo otorgándole más medios, si bien José Angel temía que una propuesta tan clara y diferente pudiera cansar al oyente, por lo que decidió abrir las fronteras y las influencias para intentar llegar "Al otro lado", pero el álbum, que ya no suponía una novedad ni contaba con un single tan fuerte como "Busindre reel", no alcanzó ni de lejos las cifras de su predecesor, un disco con el que, a la multitud de premios ganados por José Angel en su impoluta trayectoria anterior, se unieron el Premio Ondas, el de Artista Revelación en los Premios Amigo, o el Premio al Mejor Álbum de Nuevas Músicas en la III Edición de los Premios de la Música (en la V Edición sería "Al otro lado" el ganador en la categoría Mejor Álbum de Música Tradicional-Folk). Incluso en Alemania "Busindre reel" ganó un premio al mejor tema instrumental del año, y es que el poso de la tradición asturiana ("nos sentimos orgullosos de vivir en el paraíso del mundo", decía José Angel) con la necesidad de renovación electrónica y un cierto 'sonido irish', lograron una curiosa fusión que llevó el nombre de Asturias a medio mundo.