Dos años después de que bosques y ríos inspirasen el colosal "Natural States", en la imaginación de los músicos estadounidenses David Lanz y Paul Speer tomó el relevo la abrumadora inmensidad y misteriosa belleza de los espacios desérticos, para configurar una nueva colaboración entre estos dos amigos, pianista el uno, guitarrista y productor el otro. "Desert Vision" es una digna continuación de aquel primer disco, puede que no tan completo pero sí con una serie de estupendas melodías dignas de permanecer en los oídos de los seguidores de las nuevas músicas, que en los 80 vivían un momento dulce, una explosión de talento y buena música encauzada por una serie de sellos discográficos que aprovecharon su momento. Entre ellos, Narada se ganó un puesto de honor, y fue precisamente esta compañía de Milwaukee la que publicó "Desert Vision" en 1987 en su subsello Equinox, dedicado a la fusión contemporánea con otros estilos, como rock, jazz o músicas del mundo.
Como portada de este desértico trabajo, una espectacular formación de arenisca muy parecida a las situadas en Lukachukai buttes, la reserva Navajo del estado de Arizona, y es que "Desert Vision" presenta nueve tonadas magnéticas que proporcionaban elegantes planeos por las despobladas tierras del oeste estadounidense. Como muestra del talento desplegado en el trabajo, en su comienzo nos encontramos directamente con "Eagle's Path", posiblemente una de las mejores composiciones ideadas por este dúo norteamericano, y uno de los puntos fuertes de la new age de los 80. Entre la delicadeza de su comienzo, con los teclados tejiendo un evocador ambiente unidos a una hermosa flauta (una primera parte denominada 'Találawi', que en idioma hopi significa 'Song of the Rising Sun') y la fuerza de su vertiginoso desenlace ('Kwávasa', 'Land of the Eagle' en hopi) con la contundente percusión, una cadencia altiva de teclado y la fuerza de la guitarra conformando una atmósfera admirable, difícil de dejar de escuchar, se encuentra la clave de este éxito, que reside en la composición de Lanz (siete de las nueve canciones son suyas) y en la producción de Speer y el aderezo de sus texturas de guitarra. No hay que olvidar las colaboraciones: las programaciones de James Reynolds, la percusión de Neal Speer (hermano de Paul), el bajo de Steve Allen, los teclados de un Jonn Serrie que aún no había publicado sus 'crónicas planetarias', Richard Wagner al saxo y flauta de bambú, y las flautas dulces de uno que repite colaboración otorgando su clase al disco, el alemán Deuter. Tras ese soberbio "Eagle's Path", Lanz deja clara su implicación en el proyecto con otros temas en su línea melódica, como "Seguaro", "Desert Rain" (otra pequeña maravilla que recuerda especialmente a su éxito "Behind the Waterfall", y que de hecho fue publicada en single junto a "Seguaro") o la introspectiva "Carlsbad", y más activo con "Canyon Lands" -siguiendo la estela de "Eagle's Path"- y "White Sands". Mientras tanto, y como ya sucediera en "Natural States", las que son verdaderamente fáciles de distinguir son las dos composiciones de Paul Speer, por su especial carácter ambiental; posiblemente no sean tan primorosas como las del primer disco, pero las texturas dibujadas en "Stormlight" y especialmente "Sculptures" -con el protagonismo ambiental de guitarras y sintetizador- consiguen un estupendo efecto en el conjunto del álbum, logrando un ensamblaje perfecto (los dos artistas parecen tener muy definido y aceptado su papel en el dúo), un sonido característico, muy en la línea estilística de Narada, perfectamente producido por el propio Speer. Si bien el final del disco no es precisamente espectacular (parece diluirse en los últimos temas, buscando un final adecuado sin demasiado efectismo), lo que sí volvemos a encontrar es una música muy visual, y como sucediera con "Natural States", "Desert Vision" contó con un exitoso video del álbum íntegro, una sucesión de imágenes naturales dirigidas por Jan Nickman que posteriormente fue restaurado y editado en DVD. Lanz y Speer emprendieron una serie de conciertos tras la publicación de sus colaboraciones, junto a Neal Speer en la batería; sincronizaron la música con los videos, que proyectaban en una gran pantalla detrás de la banda. Al poco, con la publicación de "Cristofori's Dream" por parte del pianista en solitario, los promotores sólo querían a David Lanz.
Años después llegaría "Bridge of Dreams", una tercera colaboración entre estos dos amigos, correcta aunque sin grandes canciones tan reseñables como "Eagle's Path" o como aquel tarareable "Behind the Waterfall". Sin formar parte de otra película de Jim Nickman, fue Lanz el que pensó en crear una historia detrás del álbum para hacer más fácil su creación y desarrollo, así que inventó un cuento sobre n mundo tenebroso en el que los niños comienzan a cantar una canción que les conduce hacia la esperanza y, definitivamente, la paz. "Bridge of Dreams" no contaba además con el habitual e identificativo diseño de portadas de Narada que parecía predestinar al oyente a la sumisión en una nueva y gratificante experiencia auditiva, la misma a la que llegamos notablemente con discos como "Natural States" o este desértico y enérgico "Desert Vision".
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Como portada de este desértico trabajo, una espectacular formación de arenisca muy parecida a las situadas en Lukachukai buttes, la reserva Navajo del estado de Arizona, y es que "Desert Vision" presenta nueve tonadas magnéticas que proporcionaban elegantes planeos por las despobladas tierras del oeste estadounidense. Como muestra del talento desplegado en el trabajo, en su comienzo nos encontramos directamente con "Eagle's Path", posiblemente una de las mejores composiciones ideadas por este dúo norteamericano, y uno de los puntos fuertes de la new age de los 80. Entre la delicadeza de su comienzo, con los teclados tejiendo un evocador ambiente unidos a una hermosa flauta (una primera parte denominada 'Találawi', que en idioma hopi significa 'Song of the Rising Sun') y la fuerza de su vertiginoso desenlace ('Kwávasa', 'Land of the Eagle' en hopi) con la contundente percusión, una cadencia altiva de teclado y la fuerza de la guitarra conformando una atmósfera admirable, difícil de dejar de escuchar, se encuentra la clave de este éxito, que reside en la composición de Lanz (siete de las nueve canciones son suyas) y en la producción de Speer y el aderezo de sus texturas de guitarra. No hay que olvidar las colaboraciones: las programaciones de James Reynolds, la percusión de Neal Speer (hermano de Paul), el bajo de Steve Allen, los teclados de un Jonn Serrie que aún no había publicado sus 'crónicas planetarias', Richard Wagner al saxo y flauta de bambú, y las flautas dulces de uno que repite colaboración otorgando su clase al disco, el alemán Deuter. Tras ese soberbio "Eagle's Path", Lanz deja clara su implicación en el proyecto con otros temas en su línea melódica, como "Seguaro", "Desert Rain" (otra pequeña maravilla que recuerda especialmente a su éxito "Behind the Waterfall", y que de hecho fue publicada en single junto a "Seguaro") o la introspectiva "Carlsbad", y más activo con "Canyon Lands" -siguiendo la estela de "Eagle's Path"- y "White Sands". Mientras tanto, y como ya sucediera en "Natural States", las que son verdaderamente fáciles de distinguir son las dos composiciones de Paul Speer, por su especial carácter ambiental; posiblemente no sean tan primorosas como las del primer disco, pero las texturas dibujadas en "Stormlight" y especialmente "Sculptures" -con el protagonismo ambiental de guitarras y sintetizador- consiguen un estupendo efecto en el conjunto del álbum, logrando un ensamblaje perfecto (los dos artistas parecen tener muy definido y aceptado su papel en el dúo), un sonido característico, muy en la línea estilística de Narada, perfectamente producido por el propio Speer. Si bien el final del disco no es precisamente espectacular (parece diluirse en los últimos temas, buscando un final adecuado sin demasiado efectismo), lo que sí volvemos a encontrar es una música muy visual, y como sucediera con "Natural States", "Desert Vision" contó con un exitoso video del álbum íntegro, una sucesión de imágenes naturales dirigidas por Jan Nickman que posteriormente fue restaurado y editado en DVD. Lanz y Speer emprendieron una serie de conciertos tras la publicación de sus colaboraciones, junto a Neal Speer en la batería; sincronizaron la música con los videos, que proyectaban en una gran pantalla detrás de la banda. Al poco, con la publicación de "Cristofori's Dream" por parte del pianista en solitario, los promotores sólo querían a David Lanz.
Años después llegaría "Bridge of Dreams", una tercera colaboración entre estos dos amigos, correcta aunque sin grandes canciones tan reseñables como "Eagle's Path" o como aquel tarareable "Behind the Waterfall". Sin formar parte de otra película de Jim Nickman, fue Lanz el que pensó en crear una historia detrás del álbum para hacer más fácil su creación y desarrollo, así que inventó un cuento sobre n mundo tenebroso en el que los niños comienzan a cantar una canción que les conduce hacia la esperanza y, definitivamente, la paz. "Bridge of Dreams" no contaba además con el habitual e identificativo diseño de portadas de Narada que parecía predestinar al oyente a la sumisión en una nueva y gratificante experiencia auditiva, la misma a la que llegamos notablemente con discos como "Natural States" o este desértico y enérgico "Desert Vision".
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