30.12.23

CLANNAD:
"Fuaim"

Letterkenny es una ciudad irlandesa, la más grande del condado de Donegal, una de las regiones irlandesas donde más se habla gaélico (algo distinto, por aquí, al común en el resto del país) y donde está más enraizada y recordada la tradición musical. Fue en el prestigioso festival de música folk de esta localidad donde se dio a conocer una banda de música tradicional denominada Clannad. Originarios de Gweedore, en la costa atlántica, los miembros de Clannad eran todos familiares (tres hermanos, Pól, Ciarán y Máire Brennan, y sus tres tíos, Duggan, Pádraig y Noel), y el nombre original de la banda era, de hecho, Clann As Dohbar, que significa 'familia de Dore'. Su música era una forma de expresión muy natural y bastante artesanal de su pasión por la tradición de la música y el canto, pero aun fascinados por las armonías de bandas británicas o estadounidenses como The Beach Boys, The Mamas and the Papas, The Beatles o The Hollies, su camino se dirigió más hacia otros conjuntos más folclóricos como Pentangle, Steeleye Span o Fairport Convention. Sus primeros álbumes, de hecho (incluido el primero, que grabaron con Phillips como premio al festival de Letterkenny, para firmar enseguida con Gael-Linn), se dirigieron hacia la tradición, a la que llegaban a través de un proceso de investigación que incluía a las personas mayores de su condado. 

"Clannad" fue el título en 1973 de un primer álbum del grupo absolutamente acústico y tradicional, un testimonio del pasado en el que el folk te envuelve de aromas celtas y medievales con una ingenua sencillez, a la manera de comienzos de los setenta, con arreglos florales de guitarras, flautas, arpa, percusión teclados y voces armonizantes, y versiones de temas tan emblemáticos como "Brian Boru's March" o "Siobhan Ni Dhuibhir". Para "Clannad 2", en 1974, llegó Dónal Lunny y con él una cierta consistencia, aunque aún rondaba en el conjunto la bisoñez del folk hippie de la época; "Dhéanainn Súgradh" fue el animado sencillo de este trabajo en el que colaboraban los hermanos Ó Domhnaill, Tríona, Mícheál y Pádraig. Pero Lunny no se quedó con la banda, y aquí se produjo la efervescente aparición de un productor tan solvente como Nicky Ryan. Ya con él, "Dúlamán" tomó en 1986 el título de un conocido tradicional irlandés, que suena muy bien en las voces de la banda; el condado de Donegal sigue siendo su fuente de inspiración, pero se aprecia un sonido claro y en varios puntos evolucionado respecto a los dos discos precedentes, que se nota especialmente en canciones como "Dúlamán", "Two Sisters" o "Siúil, a Rún". "Clannad in Concert" (1978) fue su primer álbum en vivo, directos en los que mejoraban sus primeras producciones. Y es en 1980 cuando aparece en el álbum "Crann Ull" otro personaje cercano a la familia, que pronto acaparará un mayor protagonismo: Eithne Ní Bhraonáin (Enya) interpreta aquí esporádicamente -y sin acreditar- teclados y coros. El trabajo mantiene un buen nivel sonoro, de composición, arreglos y producción, aunque se necesitaba un tema estrella para salir del círculo del folk, o un disco con un toque especial, que llegó en 1982, cuando Tara publicó "Fuaim". En este gran álbum, la resonancia vocal conjunta es ya de una excelencia suprema, manifestada en temas como ese sublime inicio titulado "Na Buachaillí Álainn" (Máire encandila ejecutando la melodía irlandesa sobre cálidos acordes de cuerdas, pero el conjunto de voces que se unen en el canto es sencillamente delicioso) o esa especie de himno titulado "Lish Young Buy-a-Broom", si bien es el único sencillo del disco el que acapara elogios con toda la razón: "Mhórag 's na Horo Gheallaidh" es una sublime pieza casi a-cappella, una 'waulking song' que apetece escuchar en bucle, un bellísimo ejemplo de mouth music que resuena en nuestra cabeza mucho después de haber acabado, y que porta una sonoridad muy del tipo Enya en sus coros y teclado. No sólo de Máire depende el grupo como voz solista femenina, la estupenda "Mheall Sí Lena Glórthaí Mé" (sencilla canción con un marcado ritmo de marcha que se sitúa en segundo lugar en el disco) porta la voz de Pól, además de un grato interludio instrumental. Con canciones como "An TÚll" se puede manifestar un gran interés popular, pues se trata de una pieza animada y pegadiza, una polka cantada por Enya (aún conocida como Eithne), que no tiene mas que la base musical y su voz, pero sin embargo engancha en su tierna inocencia. También aparecen baladas de gran calado como "Strayed Away" (con aires americanos, un curioso y tímido viaje al folk más cercano al estilo country) o "The Green Fields Of Gaothdobhair", donde empiezan a verse a los Clannad futuros, los que trasladan su esencia al pop/rock, aunque aquí comedidos y, por supuesto, muy disfrutables. No pueden faltar los instrumentales de recuerdo irlandés ("Bruach na Carriage Báine", un vals lento con lo bucólico del arpa y una producción que se nota distinta, más elaborada), pero también temas innovadores, como un "Ní Lá na Gaoithe Lá na Scolb?", con el saxo de Neil Buckley, que aporta un tipo de sonido nuevo en la banda cercano al jazz fusión o incluso al rock sinfónico ambiental en su primer tramo. Los músicos e instrumentos de "Fuaim" son: Máire Ni Bhraonáin (voz, arpa), Eithne Ni Bhraonáin (voz, teclados), Pól Ó Bhraonáin (flauta, flauta irlandesa, guitarra, voces), Ciarán Ó Bhraonáin (contrabajo, guitarra, sintetizador, piano, mandolina, voces), Pádraig Ó Dúgáin (mandola, órgano, voces), Noel Ó Dúgáin* (guitarra, voces), Neil Buckley (clarinete y saxos), Pat O'Farrell (guitarra eléctrica) y Noel Bridgeman (percusión). La producción es de un Nicky Ryan que dejaría la banda tras este disco y, atisbando las posibilidades de la joven Eithne, crearía junto a ella y su propia esposa, la letrista Roma Ryan, el fenómeno Enya.

Este hermoso trabajo es más que la aparición (discreta, realmente) de Enya, y se mantiene como uno de los discos más auténticos de los Clannad que disfrutaban reverdeciendo el folclore de su tierra, sin entrar en las necesidades del mercadeo musical. Todas las experiencias de la niñez afloran a cada momento, y la música que la banda hacía no puede ser la misma que la que hacían sus padres veinte años atrás, hay una evolución lógica, eso sí, dominada por una idea similar, un sustrato que acaba dominando el sonido. "Fuaim" fue la confirmación, tras algunos pasos tímidos, de una banda con una personalidad rotunda en el mundo del folclore de Donegal, pero con visos de viajar a otras tierras, tanto para difundir su tradición como para recoger influencias de otros campos más modernos y fusionarse con ellas. Este sonido consolidado iba a alcanzar el éxito definitivo cuando los responsables de la miniserie de televisión de 1982 'Harry's Game', tras escuchar piezas vocales tan espléndidas como "Mhórag 'S Na Horo Gheallaidh", decidieron que su tema principal iba a ser interpretado por Clannad, naciendo así el mito de la celestial "Theme from Harry's Game". Varias décadas después, el camino repleto de altibajos de este conjunto irlandés no ha terminado todavía, su singular sonido gaélico continúa reverdeciendo las glorias del pasado a pesar de las pérdidas de miembros fundamentales, aunque siempre con Máire dando la cara y con la familia eternamente unida.

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12.12.23

THIERRY FERVANT:
"Blue Planet"

Algunos músicos han explorado en el escaparate de la fantasía, incluso del misterio, con verdadera solvencia. A pesar de no ser un emblema de esa temática, el compositor suizo Thierry Fervant se supo aprovechar de la tecnología en alza de los años ochenta para presentar al mundo una música amena, comprometida con un cierto esoterismo, y verdaderamente adictiva. Con las mimbres de aquella entrañable época, y sin ser tan emblemático como esa evocación de la creación del mundo que fue "Univers" en 1980, o tan popular como su onírica y evocadora exploración en el inquietante mito del Rey Arturo, "Legends of Avalon", que llegaría pocos años después, en 1988, Fervant se acercó en "Blue Planet" a lo mágico de esos otros plásticos, recurriendo en esta ocasión a la ciencia ficción, a una historia que bien podría pertenecer a novelas de Isaac Asimov o de Arthur C. Clarke (de hecho, a muchos les puede recordar especialmente a la trama de 'Los cánticos de la lejana Tierra', que una década después de este "Blue Planet" plasmó en un disco Mike Oldfield con el título de "The Songs of Distant Earth").

Grabado por Fervant y Chris 'Snoopy' Penycate en el estudio Maunoir de Ginebra, fue en 1984 cuando M. Records (el primer sello de Thierry Mauley, es decir, Thierry Fervant) y Corona Music Company publicaron "Blue Planet" en Suiza. Fue en 1990 cuando Quartz Music (el segundo sello, más avanzado, de Fervant) se encargó de la publicación de un CD mejor distribuido, especialmente por Europa. Este trabajo encierra una historia fantasiosa sobre un viaje de otra civilización desde una galaxia lejana: "Después de la destrucción accidental de su hogar, los supervivientes buscaron a través de años luz otro planeta habitable. Encontraron el sistema solar, y el tercero desde el sol era un planeta azul: la Tierra. No eran dioses, ni invasores, simplemente personas, como tú o como yo, venían de un astro diferente como si fuera otro pueblo, otro país. Lo único que esperaban era reconstruir su civilización. A cambio ofrecieron su conocimiento, su tecnología y su amistad. Pero no estábamos preparados para recibirlos. Su 'planeta azul' no era el paraíso que parecía ser desde el espacio; bajo sus nubes, la guerra, la violencia y la contaminación habían reducido su capacidad de sustentar vida, y el proceso se estaba acelerando. Dejaron el sistema solar y partieron a través de la oscuridad interestelar, para buscar un nuevo planeta azul...". La introducción al álbum, "Alien", es original, un sonido similar al de una gota de agua al caer se convierte en una sucesión de notas tremendamente sencillas pero de una fuerza misteriosa ayudada por los efectos de sonido. Enseguida sorprende la llegada de la voz en "Elsewhere", nadie nos había avisado, pero la canción arranca sobre un lecho electrónico, y la percusión realiza acometidas eventuales; como interludio, una bonita emulación de cuerdas. Hay una hermosa pátina retro sobre esta música y lo que la rodea. De nuevo la percusión parece por momentos desbocada en "First Contact", pero es así porque representa una situación tan difícil de concebir como ese primer contacto con una civilización extraterrestre. La pieza se completa con otra sucesión melódica sencilla y un nuevo interludio calmado compuesto por voces tratadas por sintetizador. "Peace of Mind" es una hermosa y pacífica balada, que Fervant rescaratará, con el título cambiado a "The Equilibrists", en su trabajo de 2013 "Tao Meditation". Como contraste, "Discovery" es aguerrida, potente, aunque como otras composiciones del álbum, no concreta una melodía definida o pegadiza, sino que se recrea en el ritmo que producen una serie de notas de teclado repetitivas. Por contra en la siguiente, "Wellcome", sí que hay un intento melódico con emulación de viento. "Contrast" es la siguiente pieza, acompañada por una especie de secuencia primitiva que se anima en su estribillo, con alma de sintonía. El final, apartado del resto del tema, es un esotérico ambiente con emulación de arpa. Cuando se completa más de la mitad del minutaje del disco, llega el tema posiblemente que mejor puede entrar al oyente ocasional, por su poder melódico siguiendo la estela de bandas electrónicas de éxito como Tangerine Dream: "Oppression". Efectos de sonido completan su rotundidad y llevan al disfrute. Al contrario que en el minutaje precedente (salvo algunos atisbos de un cierto barroquismo), un bonito clasicismo inunda al oyente en "Reflection", composición que porta una cierta emotividad y, por supuesto, reflexión sobre la situación en la que se encuentra la Tierra. "O.R.S.E.C. (Disaster Contingency Plan)" es otro tema agradable de escuchar, portador de la energía cósmica de todo el álbum. Para acabar, "Blue Planet" es la segunda canción del trabajo, más desarrollada que la anterior ("Elsewhere"), un bello himno de esperanza en un nuevo mundo (realmente un alegato contra la destrucción de la Tierra), con la incorporación acústica de un saxo, muy bien acoplado en una canción que cierra un disco que, a pesar de su apariencia de segunda fila, encierra una grata recompensa en su escucha. Fervant era un compositor perfectamente válido, que creó un puñado de obras de recuerdo, de fácil asimilación, pero bien acabadas y muy disfrutables. En esta interpretaba piano, teclados, sintetizadores, zampoña y conduce la efímera orquesta de cuerdas. La percusión y batería es de Gil Hunger, el saxo de Toni D'Addario y las voces blancas de Les Petits Chanteurs D'Ursy en "Elsewhere". Un tal Kevin interpreta esas dos canciones cuya letra es de Janry Varnel, con la traducción al inglés de Chris 'Snoopy' Penycate. Repite como creador de la portada Andre G. Belime, que lo fuera de la de "Univers".

En "Blue Planet", Thierry Fervant acudió a la fantasía cósmica para desarrollar sus agradables ideas musicales, si bien lo mas novedoso del trabajo respecto a sus obras anteriores es la inclusión de canciones, temas vocales de bella factura siguiendo la estela del rock sinfónico imperante en la época en su vertiente menos dura, más cercana a la cercana new age y el pop, con posibles referentes en Alan Parsons Project o Jon and Vangelis. El plástico se hace así más completo y llevadero, mezclando canciones con instrumentales pegadizos y otras melodías ambientales, en una duración algo parca pero sin momentos prescindibles. Fervant fue uno de los compositores de teclado más dotados de su época y situación, pero cuando se trataba de jugar en la liga de los más grandes (gente como Vangelis, Jarre, Klaus Schulze, Yanni o Ray Lynch) es cuando se notaban algunas de sus carencias. Su música es, sin embargo, grata, alegre y no exenta de una cierta profundidad, además de calidad tecnológica. No importa que su nombre no sea excesivamente recordado, o que discos como "Univers", "Seasons of Life" o "Legends of Avalon" sean de una cómoda (y a veces agradecida) facilidad: al igual que Joel Fajerman, Johan Timman, Robert Schroeder, Richard Burmer u otros protagonistas de las más bellas melodías de sintetizador de los años ochenta, Fervant, fallecido en 2022, tiene bien merecido un lugar en la historia de la música electrónica, en esa maravillosa inocencia de la new age de los ochenta, en la que trabajos como "Blue Planet" ayudaban a escapar a otros mundos, a otras realidades sonoras.

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28.11.23

ELEMENTALES:
"Elementales"

La influencia del gran Paco de Lucía ha sido enorme en las siguientes generaciones de guitarristas flamencos que han trabajado con este glorioso instrumento. Josete Ordóñez es uno de ellos, y ya desde los 12 años tocaba en tablaos antes de incorporarse a varios grupos y colaborar con grandes artistas patrios como Manolo García, Rosario Flores, David Bisbal, Melendi, y en otros campos más folclóricos, como con Amancio Prada, al lado mismo de Eliseo Parra o en la banda de Javier Paxariño. A principios de los años noventa, este madrileño realizó un acertado experimento sonoro fundando un conjunto de folk instrumental con añadidos étnicos junto al violinista Enrique Valiño (recordado por muchos madrileños por su pasado en la Romántica Banda Local), el percusionista Enrique 'Brujas' Perdomo y el bajista Marco Herreros. Su nombre, tan sencillo y directo como Elementales. Su legado, tres álbumes a lo largo de esa década: "Elementales" en 1992, "Al baño María" en 1994 y "Elementa latina" en 1997, tres ejemplos de buen hacer de los que cabe destacar especialmente ese gran debut que dio nombre al grupo, "Elementales".

Grabado en los meses de junio y julio de 1992 y publicado por Lyricon (sello dependiente de Sonifolk) ese mismo año, "Elementales" intentó ser una alternativa con clase y valor hispano al circuito de músicos y bandas folclóricas que continuamente giraban por nuestro país e incluso veían publicados sus trabajos por sellos españoles que traducían y adaptaban los cuadernillos con toda la información del disco o del artista. Aunque este su primer disco presenta un bonito dibujo por portada, las ediciones de Elementales no fueron precisamente un ejemplo de diseño gráfico, la información era escasa y la forma de presentarla muy particular. Tal vez eso sea una de las pequeñas rémoras de los trabajos de esta banda, la escasez de información en los discos, tanto de la trayectoria de sus componentes como del origen o intenciones de las composiciones, en las que unen fuerzas Josete Ordóñez y Enrique Valiño. "Elementales" comienza con una pieza de Quique Valiño, desenfadada e incluso pegadiza, "Camino de Pan Bendito", en la que destaca de golpe la energía de un folk muy hispano, con aires de flamenco y de rumba por igual. Es una música con el espíritu de la ciudad, del barrio, de hecho Camino de Pan Bendito es el nombre de una barriada de Madrid. "Pasaje de Áncora" (otro espacio de Madrid, cercano a Atocha) aporta un jazz melódico bastante asequible, tanto como para que los responsables de la compañía eligieran este tema para nutrir la recopilación "Música sin fronteras volumen 2". "Ojos de Río Dulce" es un tema de flamenco con su dosis instrumental y su aporte de cante tan andaluza, con la voz de Josete; el río Dulce es un afluente del río Henares que nace en Guadalajara. "El capricho de Carmen" es una pieza folclórica con aromas gitanos de la Europa del Este, un corte atractivo e importante en el disco, con el contrabajo de Carlos Ibáñez, donde el violín atrapa desde el principio (no en vano es otro tema compuesto por Quique Valiño). Muy hispano, con castañuelas y con un precioso toque clásico, es "Tanguillo de las entrañas", gran interpretación de un conjunto que sorprendió a quien quiso o supo escucharles. "Monge y cruz" forma parte de ese folclore que toma cosas de aquí y de allá, con la guitarra de su autor, Josete, de protagonista. A su vez, ritmos gráciles y bailables como "Bahía Brujas" o "Partido alto" también tienen cabida en este completo trabajo de folk avanzado. En "Macachera" la melodía, sencilla, inunda el ambiente y se desarrolla en un perfecto juego de instrumentación. El trabajo tiene que ir acabando, y lo hace con otros dos intentos de viaje, el de "La varita de Juan López" a las tierras del country allende los mares (violín enérgico, cucharas o tabla de lavar nos acercan a ese tipo de música sureña) y el de "Todos los días un plátano por lo menos" aún más al sur, a Sudamérica, en un pequeño colofón (menos de un minuto) a una obra completa y mayúscula. Hay grandes hallazgos en este trabajo, como hay algunos momentos menos atractivos, pero siempre bien tratados por los miembros del grupo, que elaboran una delicada tarea de conjunción. Ordóñez se encarga de las guitarras (flamenca, clásica -Camps-, acústica, eléctrica y timple canario) y la voz en "Ojos de río dulce", 'Brujas' Perdomo de congas, cajón, darbuka, batería y percusiones menores, y Quique Valiño de los violines (acústico y eléctrico), laud, bandurria, rubboard (o tabla de lavar), mandolina y cajun spoon (cucharas). Los tres producen el álbum junto a Enrique Díez. Los colaboradores son Pedro Gil (palmas), Carlos Ibáñez (contrabajo), Marco Herreros (bajo eléctrico), Camilo Edwards (bajo eléctrico), Lorenzo Azcona (saxo alto) y Manuela Doniz (castañuelas). 

El rock, el jazz, el folclore y lo étnico en general formaron parte de las enseñanzas de José Luis Ordoñez Gil (es decir, Josete Ordóñez) cuando éste quiso abrir sus horizontes musicales, y junto a Enrique Valiño, 'Brujas' Perdomo y Marco Herreros consiguió hacer realidad ese sonido que aunaba sus influencias, una banda que, como decía crítica de Resistencia, "practica una inusual y elegante fusión de estilos instrumentales en la que se compaginan ritmos y toques de guitarra flamenca con dejes jazzisticos e influencias del country, la clásica o las música celta e hindú". Valiño también quiso recordarlo así: "El grupo partiendo del color del violín y la guitarra española, creó un estilo personal y coherente con su pulso imaginativo, dentro de un lenguaje popular contemporáneo que se completaba con el sentir de los diferentes instrumentos de percusión". Definido por algún crítico como folk evolucionado, el de Elementales es un sonido tan cercano y tan grato que para los que ya tienen una edad casi puede parecer la banda sonora de su día a día. Los más jóvenes pueden descubrir matices auténticos y suficientemente brillantes como para provocar la chispa necesaria que les haga unirse al torbellino, ya lejano pero igual de vivo varias décadas después, de esa vigorosa música folclórica que se hacía a finales del siglo pasado, y que el propio Josete Ordóñez intenta mantener viva con sus trabajos en solitario del siglo XXI, entre ellos "Por el mar", "Objetos perdidos" o "Transeúntes", en el que explora también en otras dos pasiones, el cómic y el cine mudo.

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9.11.23

MARK ISHAM:
"Tibet"

En 1985 Windham Hill optó por poner imagen a algunas de sus músicas más emblemáticas, pero no secuencias de los artistas tocando sus instrumentos, sino grabaciones relajantes de naturaleza, en concordancia con el crecimiento de la filosofía new age: "Se trata de temas geográficos y estacionales en la naturaleza, que crean una alternativa artística y de calidad en video", se decía en estos lanzamientos. Paramount Home Video y Pioneer Laserdisc, y concretamente el productor Dann Moss, fueron los socios de Will Ackerman y Anne Robinson en esta aventura que comenzó con los títulos "Water's Path", "Western Light", "Autumn Portrait" y "Winter", en Beta y VHS (posteriormente llegó el efímero Laserdisc). Todos los grandes artistas de la compañía fueron recopilados en esta especie de documentales bucólicos con sus mejores composiciones: Michael Hedges, Scott Cossu, Will Ackerman, George Winston, Ira Stein, Alex de Grassi, Philip Aaberg, Shadowfax, Liz Story, Michael Manring, y por supuesto Mark Isham. Tras los títulos 5 y 6, "In Concert" (con Hedges, Ackerman, Cossu y Shadowfax en directo) y "China", fue Isham en solitario el que se encargó de la música del documental dedicado a la región del Tíbet. Al contrario que los demás títulos de la colección, el trabajo de Mark Isham "Tibet" contenía música original, y sí que fue publicado por Windham Hill Records en 1989, el mismo año de publicación de una obra muy parecida, el "Himalaya" del sintesista neozelandés David Parsons.

Así se presentaba esta suerte de película por parte de sus responsables: "La mera mención de la palabra Tíbet evoca imágenes de un país rico y mágico, cuya cultura está envuelta en un lugar remoto e inaccesible. Este programa ofrece una mirada al llamado 'Techo del Mundo', un lugar donde el cielo y la tierra se encuentran, y donde continúan ritmos centenarios. Es un breve vistazo a vastas extensiones de llanuras altas y vacías y picos nevados. Los monasterios y los monjes que viven allí son los últimos restos de una cultura religiosa cada vez más menguante que no tiene paralelo en Occidente". Efectivamente, quien visita el Tíbet en algún momento de su vida, afirma sentirse sobrecogido por la inmensidad y la magnitud, tanto física como espiritual, de la gran cordillera del planeta Tierra que domina aquel territorio fronterizo entre China y la India: el Himalaya. De sus brumas, de sus nieves perpetuas, de lo insondable de sus paisajes, proviene la inspiración de esta obra musical autoproducida por Mark Isham, y dividida en cinco partes sin más título que su número: "Part I" es un ambiente muy cautivador y adictivo, en el que lo étnico y la suave electrónica se envuelven mutuamente reflejando atmósferas nebulosas pero vitalistas donde sólo se divisan las montañas nevadas y el cielo azul; sonidos que recuerdan a relajantes campanas tibetanas junto a vívidas percusiones conectan con la tierra, y en la parte final marcan un clímax vigoroso junto a los teclados, los metales y las rotundas notas del bajo, una pequeña fiesta para los sentidos. "Part II" es un tema corto pero celestial, una capa de meditativo sintetizador ondea entre las nubes dejando que entren las cuerdas de la guitarra y esa trompeta tan evocadora, característica del jazz suave de Isham. "Part III" es de esencia más activa, de nuevo percusión y trompeta marcan un ritmo animado al que se une la demás instrumentación en un entorno muy completo (con la tímida voz recitante de Tom Sassa), si bien el metal predominante nos hace estar escuchando jazz en el Tíbet en su glorioso clímax final. Si cualquier buena música para documentales se deja escuchar independientemente de las imágenes, la de Isham no podía ser menos, su enorme excelencia le acompaña en todo momento y se funde con la esencia del lugar, aunque sin entrar en demasía en contextos religiosos. Así, con la marcialidad característica de su autor, "Part IV" es de una imperturbable belleza, Isham consigue una muy completa y palpable textura, con una perfecta disposición de elementos -dominando de nuevo la rotundidad de su instrumento principal, la trompeta- sin necesidad de recurrir a melodías recurrentes. El plástico concluye con su corte más largo, "Part V", inaugurado por la voz explicativa de nuevo de Tom Sassa sobre un fondo místico que va creciendo en intensidad para convertirse en un fabuloso y completo ambiente que literalmente te envuelve. En su combinación de texturas acústicas y electrónicas, "Tibet" emana en sus 48 minutos todo lo que este rincón del planeta puede ofrecer: belleza, espiritualidad, emoción, incluso locura ante tal inmensidad natural, un trabajo tan desmesurado como ese panorama indescriptible que, sin embargo, aparte de su clara conexión terrestre, no está exento de un cierto componente cósmico (especialmente en algunos momentos en los que no brilla la trompeta), ese estilo espacial de la época que otorgaba el sonido de ciertos sintetizadores. Estos eran interpretados por Isham, junto a la trompeta, el fliscorno y el gong; Peter Maunu -amigo y colaborador de Mark en bandas como Group 87- se encargaba de las guitarras acústicas y eléctricas, ayudado por David Torn, Doug Lunn del bajo eléctrico, Bill Douglass de la flauta de bambú, Jean Roth y Richard Todd de las trompas, Kim Scharnberg y Ken Kugler del trombón y Kurt Wortman de las percusiones acústicas y electrónicas. Tom Sassa ponía voz a los haikus, y es que a pesar de estar ambientado cerca de China, Isham afirma utilizar en este trabajo el haiku japonés (forma centenaria de poesía japonesa consistente en tres versos de diecisiete sílabas, divididas en cinco, siete y cinco, respectivamente): "El uso del haiku en esta obra surge ante todo de su percepción como música. Su forma rítmica, su tradición de repetición, la cualidad de la propia lengua japonesa como puramente sonora. El nivel básico de apreciación de su contribución sería entonces únicamente como elemento musical, sin importancia o significado para las palabras". 

Mark Isham consideraba "Vapor Drawings", "Tibet" y "Castalia" como una especie de trilogía de música de fusión electrónica y ambiental, con toques de jazz y étnicos. Efectivamente, tras la publicación del álbum "Castalia" en Virgin Records, Isham regresó brevemente a Windham Hill (realmente este sello publicó "Tibet" un año después de la edición del VHS, cuando Isham ya había firmado con Virgin) y de manera fantasmal apareció "Tibet", un ejemplo de la capacidad de adaptación de este músico estadounidense a casi cualquier estilo y proyecto. Jazz, música electrónica, música ambiental, bandas sonoras de varios géneros... Un reflejo, en definitiva, de sus variadas influencias musicales, desde Miles Davis hasta Bach o Vaughan Williams, pasando por Arvo Pärt, Wheather Report o Brian Eno. Efectivamente, a veces es complicado definir sus discos, que en sus comienzos entraban sin pudor en la categoría 'new age', y así se decidió también en los premios Grammy, que ya habían nominado así a "Castalia" en la ceremonia de 1989, y lo iban a hacer en 1990 con este "Tibet", antes de ganarlo en 1991 con el álbum "Mark Isham". Otras nominaciones de este autor a dichos premios han sido en la categoría 'Best recording for children' ("The Emperor and the Nightingale", "Thumbelina" y "The Emperor's New Clothes"), en la extraña denominación 'Best instrumental composition written for a motion picture or for television' ("A River Runs Through It") y finalmente en 'Best score soundtrack album' por "Men of Honor", última de sus nominaciones en 2002, a pesar de sus numerosos trabajos en cine hasta la actualidad. ¿Cuál es la belleza de escribir música específicamente para cine?, le preguntaron en cierta ocasión, a lo que Isham respondió: "Lo interesante de una película es que es una combinación de diferentes formas de arte. Esa mezcla tiene un potencial tremendo, porque cuando la música combina bien con las imágenes, el impacto emocional es asombroso. Ése es el desafío y la satisfacción que ofrece escribir música para cine". Así fue también el impacto emocional del Tíbet para Isham, que logró en este álbum una de las cumbres descriptivas de su carrera, un homenaje a sus gentes y a tan descomunal paisaje.

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24.10.23

GIANNI NOCENZI
"Soft Songs"

Bastante desconocido fuera de su país para los que no están muy metidos en ese mundillo, el rock progresivo italiano contó con un puñado de nombres destacados en los años setenta, cuando ese subgénero del rock era atrevido, experimental y bastante popular. En la actualidad es tan difícil situarse en aquel contexto social y comprender su éxito, como volver al presente y asumir lo que se escucha masivamente en los tiempos actuales. Y es que ese concepto artístico de la música, con planteamientos que combinaban el rock con el folk, con elementos de jazz y adoptando sin miedo intentos de formas clásicas, son difíciles de disociar de una época en la que no había ningún miedo en la escucha de obras conceptuales con largas suites sinfónicas plenas de virtuosismo e instrumentaciones benévolas y espectaculares, en las que ciertas sustancias prohibidas podían tener bastante protagonismo. Aunque no ha desaparecido en la actualidad ni debería hacerlo, la máxima agitación del género en la Gran Bretaña de los setenta originó que en otros países europeos naciera una efervescencia de nuevos sonidos progresivos, y que en Italia los hermanos Vittorio y Gianni Nocenzi, inspirados especialmente por bandas como ELP o Jethro Tull, fundaran en Roma el conjunto Banco del Mutuo Soccorso, referencia indiscutible en en país transalpino junto a Le Orme y Premiata Forneria Marconi, sin olvidar álbumes experimentales del gran Franco Battiato como "Fetus" o "Pollution". Aunque Vittorio continúa desde sus inicios con Banco del Mutuo Soccorso (más de 50 años de carrera en el mismo grupo), Gianni Nocenzi se desvinculó en los ochenta para buscar su propio sonido.

La primera experiencia grabada del autor en solitario, "Empusa", la publicó el sello de músicas avanzadas Venture en 1988, y mostraba una gama de texturas relajantes (especialmente en la suite de la primera cara, "L'occhio, la luna e il lupo, nell' imbuto cosmico"), con aderezos vanguardistas y cósmicos al gusto de finales de los ochenta y principios de los noventa, que en ciertos momentos de la segunda cara pueden acceder a una cierta disonancia, por supuesto buscada. Atrayente por momentos, más en su atrevimiento que en su pulcritud, al menos llamó lo suficiente la atención como para que cinco años después, en 1993, ascendiera un peldaño y fuera la propia Virgin Records la que le publicara su segundo trabajo, "Soft Songs" (que también contó con una edición especial en una caja que contenía el CD y un VHS), orientado especialmente al mercado italiano, aunque con distribución europea gracias especialmente a la contribución de un músico de renombre como Ryuichi Sakamoto. Grabado en Milán, New York, Roma y Tokyo entre noviembre de 1990 y julio de 1992, y producido por él mismo, en "Soft Songs" Gianni convence con más argumentos que en su debut, accediendo a una gran gama de sonidos acústicos y electrónicos, pero dejándose notar especialmente la melodiosidad del piano acústico, el retorno del artista a su instrumento. Sin saber muy bien hacia donde puede conducir la estupenda irreverencia del músico italiano, "Al Principio Dell'Arcobaleno - Part One" es sin embargo un comienzo muy fácil de escuchar y ciertamente disfrutable, una pieza bien construida que comienza con un pequeño ambiente natural hasta que el viento que interpreta Nohirito Sumitomo (el Akai EWI, un instrumento digital que intentaba fusionar, o eso admitía la marca, "la expresividad y el control de un instrumento de viento tradicional con la flexibilidad y creatividad que brinda la tecnología") conduce a la sencilla melodía repetitiva, un a modo de himno cálido con buen gusto en la percusión (de Fabio Napoli), cierta deriva jazzera, posibles acercamientos al sonido más típico de algún minimalista de renombre, y una duración perfecta para su disfrute. Y de repente se hace la voz: en "47th Dawning (Soft Song # 3)" es la inglesa Sarah Jane Morris (famosa especialmente por cantar "Don't Leave Me This Way" junto a Jimmy Somerville en el primer disco de la banda Communards) quien interpreta la canción con el tono teatral preciso que esta intensa y hermosa composición necesita, un corte que despierta a quien no hubiera prestado atención al principio. El texto es de David Coulter. Son sin embargo la variedad y la búsqueda notas principales desde siempre en la música de Nocenzi, por lo que el disco no iba a continuar con la presentación de una sucesión de canciones. En absoluto, Gianni toma el piano y a sus compases libres en "Song of Myself (Soft Song # 4)" se une de nuevo el viento con una tonada romántica con algo de melancolía, algo de folclore italiano y mucho de búsqueda en el jazz, especialmente en su desenfrenada parte final. No es "47th Dawning (Soft Song # 3)" la única canción del disco, de hecho hay paridad entre lo vocal y lo instrumental. Así, "All of You Is Shining (Soft Song # 5)" es un tema de complicada descripción y difícil ubicación si no lo encuadramos de nuevo en una especie de jazz de cámara abierto a otras sonoridades étnicas. Parece raro. Lo es, pero convence. Sonny Southon es su intérprete y la autora del texto. Acto seguido, la última canción del álbum y su primer sencillo, "Mintoi (Soft Song # 1)", con la aportación del vocalista de Cerdeña Andrea Parodi. Una cierta extrañeza atemporal acompaña la pieza, tanto en el tratamiento de la propia voz (de un modo étnico) como en la instrumentación, ausente de convencionalismos, y es que Gianni es de los que se arriesgan, prefiere llevar las canciones a su terreno y romper con las facilidades de las radiofórmulas para construir sus propios castillos en el aire, cuyos muros son los sólidos antecedentes de este osado compositor. "Mintoi" es de una belleza sublime, que proviene de muy dentro, el resultado hay que escucharlo más de una vez pero acaba enganchando por lo auténtico pero a la vez cálido y cercano de este regalo para públicos entendidos y exigentes. Los demás, el oyente que busca la satisfacción puntual, la rapidez de las argucias facilonas, no pasarán de los primeros 30 segundos. Un piano cordial nos da la bienvenida al último corte, "Al Principio Dell'Arcobaleno - Part Two", el más largo del álbum (sin tener aun así una duración excesiva, poco menos de 9 minutos). De nuevo ese jazz apacible y cercano se funde con otras influencias más étnicas, en esta ocasión derivando hacia sonoridades japonesas; no en vano Ryuichi Sakamoto es el colaborador estrella del tema, y posiblemente el nombre más atrayente del álbum, al menos fuera de Italia. Nuevos teclados emergentes y suaves programaciones rebuscan en los rincones para llenar de calidez una pieza (¿acudimos una vez más al término minimalismo cuando no sabemos cómo llamarla?) que acaba de encontrar su sitio con la inclusión del saxo soprano y el Akai EWI de Nohirito Sumitomo. "Empusa" y "Soft Songs" fueron vendidos también en un solo disco compacto en 1998, y en 2016 Gmebooks publicó "Miniature", el último trabajo hasta la fecha de Gianni Nocenzi.

"Soft Songs" se alimentaba de contradicciones, afirmaba el compositor durante la promoción del trabajo: "entre lo acústico y lo electrónico, entre la dulzura y la agresión, entre colores primarios y matices muy sutiles, o intenta hacer convivir en equilibrio esas contradicciones en lugar de proponerlas sólo de forma lacerante". También se agradecía la ecuanimidad entre lo vocal y lo instrumental, aunque todo se sale de la convencionalidad y refleja una búsqueda madurada durante mucho tiempo: "La idea inicial giraba en torno al recuerdo de ciertas pequeñas y suaves emociones, el pretexto para la ambientación de los sonidos y textos fueron señales como el amanecer o el arco iris, capaces de suscitar emociones a menudo olvidadas en la sociedad moderna y, sin embargo, todavía llenas de un enorme poder creativo. 'Suave', entonces, es un término alusivo, que no sólo se traduce como esponjoso, apagado, dúctil, tierno..., sino que también se refiere al uso del software, debido al fuerte peso de la tecnología en la creación del álbum; en electrónica el software representa la parte interna, espiritual de la máquina". Ciertamente, la liberación tecnológica de "Empusa" se suavizó en "Soft Songs" y se convirtió en una accesible reunión de piezas que deben ser escuchadas por cualquier oyente inquieto que no pretenda quedarse aislado en los nombres más conocidos de la nueva música instrumental contemporánea de finales del siglo XX.





9.10.23

MICHAEL NYMAN:
"The Piano"

En 1994 una película australiana (una coproducción con Nueva Zelanda y Francia, realmente) titulada 'The Piano' ganó tres Premios Óscar de los ocho a los que estaba nominada, los de actriz (Holly Hunter), actriz de reparto (Anna Paquin) y guion original (de la propia directora, Jane Campion). Aunque no ganara los premios principales, especialmente el de mejor película que recaló en 'Schindler's List', el largometraje hizo mucho ruido. Sin embargo, una de las controversias que más se pueden recordar de aquella gala fue la de las nominaciones en la categoría de mejor banda sonora, que ganó posiblemente de forma merecida John Williams con la propia 'Schindler's List', pero entre cuyas nominadas ni siquiera tuvo cabida la de 'The Piano', una película eminentemente musical que gozaba de un maravilloso tratamiento tanto en su tema principal como en toda su banda sonora. No es que Elmer Bernstein ('La edad de la inocencia'), James Newton Howard (`El fugitivo'), Richard Robbins ('Lo que queda del día') o Dave Grusin ('La tapadera') no tuvieran méritos suficientes para estar ahí, pero el recuerdo varias décadas después de aquellas músicas no se acerca al de la co-producción dirigida por Campion. Aún no se ha mencionado aquí el nombre del autor de esa bellísima y trabajada música que publicó Venture en 1993: huyendo de los subterráneos del cine de autor, de donde habían surgido auténticas maravillas compuestas para las obras de Peter Greenaway, el británico Michael Nyman fue el que aterrizó de golpe en Hollywood tomando el atajo australiano, aunque él ya avanzaba lo que iba a pasar con las nominaciones al decir que "mi música no hace lo que se espera que hagan las películas estadounidenses". No todo fueron ninguneos, sin embargo, ya que su música sí que ganó el Premio del Instituto de Cine Australiano, el Premio de la Asociación de Críticos de Cine de Chicago, y fue nominado al premio BAFTA. 

Cuando Jane Campion decidió contar con Michael Nyman para la música de su película sabía que no sólo iba a crear una partitura que acompañara su metraje, sino que le iba a solucionar muchos otros problemas, y no sólo porque la banda sonora estaba implicada emocionalmente en la historia, sino por las propias cualidades del compositor, por esas composiciones que no ofrecen ningún tipo de relax al oyente, sino que le sumergen definitivamente en los personajes y en las escenas en un frenesí audiovisual. No es tan delirante en esta cinta, por sus propias cualidades, como en sus famosas partituras para Peter Greenaway (de hecho Campion le dejó claro al contratarle que no necesitaba de él ese camino, pero sí su propia voz y su visión), pero eso no le quita calidad ni intensidad, sólo le lleva por otro camino paralelo, si bien el proceso fue parecido: "Es curioso que mis dos mayores éxitos en la gran pantalla, 'El contrato del dibujante' y 'El piano', partieran de la misma premisa. Cuando escribí la banda sonora de 'El piano', que tan popular se hizo, no se había rodado un sólo fotograma. A mí una imagen jamás me ha inspirado una obra". Nyman relata en el libreto del CD la dificultad añadida del trabajo: "Tuve que establecer no sólo el repertorio musical habitual para una película, sino otro específico de música para piano que habría sido el repertorio de Ada como pianista". Dicha música, además, requería de una temporalidad adecuada sin ser un pastiche con las ideas de mediados del XIX, por lo que el autor decidió con buen criterio utilizar como base canciones populares y folclóricas escocesas, la patria de origen de Ada. Especialmente destacada es la inspiración en "Gloomy Winter Noo Awa", del poeta escocés Robert Tannahil, para el tema principal de la película. Es necesario añadir que la interpretación de Holly Hunter es fabulosa ("Ada no podía convertirse en piano y el piano no podía convertirse en Ada a menos que Holly Hunter hubiera tenido la capacidad, intensidad, visión y musicalidad para tomar mis notas y meterse en la música"), logra hacer suyas las composiciones con suficiente técnica teniendo en cuenta, además, la dificultad añadida de que el instrumento sea sustituto de su propia voz: "El sonido del piano se convierte en su carácter, su estado de ánimo, sus expresiones, su diálogo tácito, su lenguaje corporal. Tiene que comunicar los mensajes que ella transmite sobre sus sentimientos hacia Baines (Harvey Keitel) durante las lecciones de piano, y estos difieren de una lección a otra a medida que se desarrolla la relación, el estado de negociación sexual y la pasión. He tenido que crear una especie de escenografía auditiva que sea tan importante como las localizaciones, tan importante como el vestuario". Encontrar esa voz no fue nada fácil para un compositor masculino, minimalista, de finales del siglo XX, recordaba el autor, que intentó asegurarse de que Holly Hunter pudiera interpretar la música que iba escribiendo, para lo cual ralentizó en lo posible sus partituras, ya que la actriz se desenvolvía mejor, con toda lógica, con la música lenta. Hunter, de hecho, agradeció a Nyman en su discurso al recibir el Óscar, por la música que había escrito. Michael escribió más música de la que aparece en la película, por lo que se desconcertó un poco al verla por primera vez. Evidentemente, la diferencia entre Greenaway y los demás directores tenía que ser comprendida, pues como él mismo dijo en cierta ocasión, en la obra del director galés la música ha de cubrir lo que falta en la sensación de vacío que produce la manera en que rueda sus obras. A Nyman esto le otorgaba una gran libertad, pero él era muy capaz de realizar también obras de la manera más tradicional, sin ser esclavo del montaje pero sometido a la interactuación con el director y el tipo de escenas para cada partitura. Campion era muy distinta a Greenaway, y Nyman lo comprendió, utilizaba sabiamente otros elementos basados no sólo en el sonido sino en la pura imagen (es fabuloso ver el piano solitario en la playa mientras sube la marea), y por supuesto en las interpretaciones de sus estupendos protagonistas. Así, "To the Edge of the Earth" es un bello comienzo, descriptivo y comedido, pues efectivamente la banda suena calmada, si bien es indudable que se trata de Nyman, su sello está presente a cada momento de esta pieza y de todo el trabajo, que continúa con las sencillas pero eficaces filigranas al piano en solitario de "Big my Secret", y cuerdas rugientes y vientos teatrales en una pieza emocionante titulada "A Wild and Distant Shore". De repente llega el tema ya mítico, "The Heart Asks Pleasure First", maravillosa revisitación del popular "Glommy Winter", adaptado por un músico en estado de gracia que logra conectar con la esencia de la película y con la audiencia de la misma, así como con cualquier tipo de oyente ajeno al concepto cinematográfico, pero admirador de tonadas plausibles como esta, que es utilizada recurrentemente a lo largo del metraje, como en "The Promise" (ralentizada y prolongada junto a los demás instrumentos, consiguiendo un efecto más pasional), "Deep Into the Forest" (en distintos tempos, más lento primero, más rápido al final), "The Sacrifice" o los temas finales del disco. Con un origen similar, en "Here to There" los sones populares son más festivos, y de este modo corresponden más con el estilo de siempre de la Michael Nyman Band. "A Bed of Ferns" es un interludio romántico bastante efectivo, perseguido por otra especie de danza popular británica al piano en "The Fling". De nuevo se abre camino el amor en la bellísima "The Scent of Love", plena de emoción y dulzura. "The Mood That Passes Through You" es otro buen tema de transición al piano, y a continuación se incluyen en el disco nuevas melodias profundas (especialmente acertada es "Lost and Found") que adornan las vivencias de Ada pero que también se disfrutan en la escucha sin imágenes de la banda sonora, como en "I Clipped your Wing" y "Little Impulse", en las que, si cerramos los ojos, hay un nuevo retorno a la época de Greenaway, con su cierto misterioso barroquismo. En "The Wounded", con un efecto meciente, las cuerdas apoyan momentos de confusión en la trama, difíciles circunstancias emocionales que en "All Imperfect Things" intentan buscar una fingida calma en otro momento importante de la banda sonora, antes de acometer sus instantes finales con "Dreams of a Journey", que parece orquestar ecos folclóricos con la inclusión, por supuesto, del tema principal, el mismo que no podía dejar de cerrar el disco en "The Heart Asks Pleasure First / The Promise (Edit)", con una triste bajada final de volumen. 

"Es posible que se haya magnificado esa pieza -admitía Nyman sobre el tema principal de 'El piano'-. El caso es que he dejado que cobrase vida propia y continúo siguiéndole la estela, la toco en los conciertos porque a la gente le gusta oírla, y a mí tocarla". No es de extrañar, pues "The Heart Asks Pleasure First" es una pequeña delicia que, a pesar de estar basada en un tema popular, evidencia la clase del británico. Dentro de la película, la música en general parece antigua, de época, pero escuchada fuera de la misma suena perfectamente actual, nadie deja de escucharla porque esté alimentada por sones del XIX, sino que junto a esos ecos lejanos se atisba en su tratamiento una hermosa modernidad que casa como anillo al dedo con el signo de los tiempos que se estaban viviendo, en los que los pianistas melódicos gozaban de tanta fama y ventas (incluso algunos fuera del círculo de la propia new age) como de publicidad alocada para conseguirlas. Es así como Nyman, por ejemplo, sonó en todas partes y se dejó caer con su piano en directo en programas televisivos de todo tipo, en ocasiones en absoluto musicales. Este curioso personaje estuvo en boca de todos y se convirtió, de hecho, en una estrella de las nuevas músicas (de la música en general, realmente) a sus casi 50 años, aceptado sin pudor por cualquier medio o publicación. "The Piano" estuvo 2 semanas en el número 1 de las listas españolas en febrero de 1994, año que permaneció 40 semanas en listas (la ganadora del Oscar, 'Schindler's List', sólo alcanzó el número 26), que hay que unir a otras 5 en 1995. De hecho, el éxito y repercusión de esta banda sonora que vendió millones de copias en todo el mundo fue tal, que arrastró tras de sí discos en directo ("The Piano Concerto" en 1994), recopilaciones de piano que no se sostenían sin ese incentivo principal ("Pianos y pianistas de la nueva era", por ejemplo) y su inclusión en numerosos recopilatorios de música de cine, de nuevas músicas o incluso de clásica.

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25.9.23

MÁRTA SEBESTYÉN:
"The Best of Márta Sebestyén"

"Una de las voces más fascinantes de Europa... fusión impecable, a veces trascendente". Así hablaba el periódico británico The Observer sobre la voz de la cantante húngara Márta Sebestyén. Esta diva del folclore magiar, cuya madre fue una de las últimas alumnas del folclorista húngaro Zoltan Kodaly, había salido abruptamente de su cierto anonimato en 1996 con su colaboración en la película 'The English Patient' ('El paciente inglés'), que ganó nueve Premios Óscar, incluida la banda sonora, a cargo del libanés Gabriel Yared. En dicho trabajo destacaba la sonoridad de la voz de Márta en la canción "Szerelem, Szerelem", que la vocalista había grabado en los años ochenta y publicado en un disco con su nombre y en otro con su banda Muzsikás, que despuntaba en su país de origen desde su fundación en los setenta, cuando se basaban en su tradición y en el repertorio de las comunidades húngaras en la cercana región rumana de Transilvania. Ella entró en Muzsikás proveniente de otra banda folclórica, Sebő Ensemble (que tomó su nombre de su líder, Ferenc Sebő), auténticos pioneros de la música folclórica en Hungría, pero desde muy joven ya parecía claro que si alguien iba a trascender de su país era aquella joven que imponía su presencia gracias a una garganta prodigiosa.

Recuerdan los miembros actuales de Muzsikás que Sebő Ensemble no siempre ejecutaba auténtica música popular, deleitándose también en arreglos y poemas que no pertenecían a la tradición, por lo que Márta Sebestyén decidió unirse a Muzsikás y evolucionar con ellos. Su creciente fama gracias a la opera rock 'István, el Rey' (basada en la vida del rey de Hungría del siglo XI, Esteban I 'el Santo'), de la que fue protagonista en 1983, le hizo plantearse otros caminos, y así perteneció también a la banda Vujicsics, y comenzó además una fructífera carrera en solitario. Del álbum con su nombre "Kismet", de trabajos con Muzsikás y también con Vujicsics, se nutre la recopilación "The Best of Márta Sebestyén", que Hannibal Records publicó en 1997. Pero fue 'El paciente inglés' el detonante de esta difundida compilación. Marta contaba así cómo sucedió: "Fue milagroso, como todo en mi vida (...) El año pasado [se refiere a 1996], mientras tocábamos en Berkeley, un hombre vino detrás del escenario y se presentó como Anthony Minghella. Dijo que estaba editando su nueva película y que le encantaba una de nuestras canciones". Cuando Marta supo que la película contaba la historia del aristócrata húngaro László Almásy, entendió la insistencia de Minghella, y aceptó la invitación para ir al estudio y ver partes de la misma. Fue en ese momento cuando definitivamente se involucró ("estaba muy orgullosa de que alguien que no entendía ni una sola palabra de la canción pudiera conmoverse tanto", dijo), y sucedió algo especial: en una sesión de grabación en Londres para que Márta colocara melodías sobre música grabada, "vi la escena en la que la mujer está muriendo en esa cueva, y espontáneamente comencé a cantar la canción que más tarde se convirtió en 'Lullabye from Katharine'. Anthony me dijo, 'Oh, Marta, eso es hermoso, ¿qué es?', y le dije 'Anthony, es una canción tradicional del norte de Hungría y habla de lo imposible que es sobrevivir sin ver el amor'. Era lo mismo que yo había visto en la pantalla. Y él dijo: 'Oh, vaya, lo conservaremos'". Efectivamente, "Lullabye from Katharine" suena en los créditos iniciales de la película. Desde el primer segundo la voz de esta húngara impone y parece poseer las cualidades de una anciana, la sabiduría de la antigüedad, junto a la potencia y versatilidad de una garganta joven. Efectivamente, nadie diría que la persona que interpreta esta especie de corto lamento de origen tradicional titulado "En Csak Azt Csodálom (Lullabye for Katharine)" no llegaba todavía a la cuarentena. Dániel Hamar, de Muzsikás, recuerda así sus aptitudes vocales: "Era muy buena imitando el estilo pero era tan buena que incluso en un concierto cuando tenía catorce años cantaba como una señora de 80 años. En el segundo o tercer álbum de Muzsikás, puedes darte cuenta de que sus diferentes canciones tienen un color de sonido diferente. Fue un trabajo duro para nosotros presionarla para que encontrara su propio camino porque le gustaban tanto estas canciones que decía que cualquier cosa que sea diferente es hacerlo mal". La canción que quiso Anthony Minghella prioritariamente para su película era "Szerelem, Szerelem", la que cierra esta compilación, pero aún utilizó otra hermosa pieza de la cantante con Muzsikás, la titulada "Teremtés (Creation)", que ocupa la segunda posición en el álbum, en la que la voz torna a alegre, danzarina, una felicidad pastoril contagiosa, con instrumentación muy folclórica, que en la música húngara puede comprender desde violines y violas a cítara, arpa de boca (guimbarda), laúd, tambura, duduk, chelo, címbalo, gaita o hurdy-gurdy (zanfona). "Szól a Kakas Már (The Rooster Is Crowing)" mantiene un alto nivel gracias al melancólico e imperturbable acento balcánico que se respira en cada tramo. Márta vuelve a adquirir otro tono vocal, distinto a los dos anteriores, como si se tratara de una contadora de historias. Los arreglos de "Repülj Madár, Repülj (Fly Bird, Fly)", un tema muy sencillo con guitarra y flauta, le hacen entrar en terrenos muy folk, tan cercano a lo hippie como a lo popular. Ambos eran temas tradicionales del repertorio de Muzsikás, mientras que la aportación del grupo Vujicsics es algo más profunda, más sentida, un canto tradicional que parece provenir de la misma tierra, que recuerda a las famosas voces búlgaras y que lleva por título "Da Je Visjna (If he Sour Cherry...)". También lo es "Hindi Lullabye", pero muy distinto al anterior en el ritmo y en el tono, de hecho el título nos da la pista de su origen hindú, lo que se deja apreciar en la entradilla instrumental de más de tres minutos; su parte final es de raíz rumana. Se trata esta de una canción perteneciente al trabajo de Márta en solitario "Kismet", en el que abordaba tradiciones de diversas partes del mundo, que aporta a este recopilatorio otras dos composiciones: "The Shores of Loch Brann / Hazafelé" (cuya primera parte es irlandesa y ha sido recreada por numerosas vocalistas, especialmente Dolores Keane, y la segunda húngara, poniendo de manifiesto ciertas similitudes entre ambas tradiciones) y "Gold, Silver or Love" (nuevo ejemplo de tradición al estilo búlgaro, aunque es realmente una pieza de origen bosnio). Utilizado por Márta en varias ocasiones a lo largo de los años es el tema "Tavasz, Tavasz (Spring, Spring)", otro tradicional muy terrenal, con cuyo ritmo danzarín es difícil no despegar los pies del suelo. Del repertorio de Márta Sebestyén con Muzsikás son las cuatro piezas tradicionales que restan por comentar: "Istenem, Istenem (My Lord, My Lord)" (acunante composición en la que destaca la gaita de Sándor Csoóri), "Szeress Egyet, S Legyen Szép (Love Just One)" (que parece como una alegre canción de bodas, con extraordinaria aportación de violín y zanfona), "Szombateste Búcsúztató (Farewell to Shabbat)" (no podía faltar un tema a cappella donde deleitarse con la voz en solitario) y, cerrando el álbum de nuevo a cappella y de manera perfecta, "Szerelem, Szerelem (Love, Love)", la canción importante en 'El paciente inglés', que lo mismo parece un tema de amor como una canción de cuna. "El público estaba intrigado por la hermosa y exótica voz -se decía en el libreto de este álbum-. Con esta colección, aprenderán sobre la riqueza de talentos y experiencias que se esconden detrás de ese sonido fascinante".

La enorme personalidad de esta diva y la emoción que proporciona a sus canciones son los puntos fuertes de su estilo, que va más allá del tiempo y el lugar donde se escuchan. El poder de su voz fue clave en el resurgimiento de la música tradicional en Hungría, cuyo idioma difícilmente va a entender nadie fuera de allí, pero la emoción está siempre presente y se desprende de estas tonadas centenarias que Márta y otros grupos rescataron y adaptaron a los nuevos tiempos con absoluto respeto. Algo antes de 'El paciente inglés', Márta había colaborado con músicos tan importantes como Andy Irvine y Davy Spillane en su trabajo "East Wind", y con la banda experimental Towering Inferno, que la utilizaron en su sorprendente "Kaddish". Pero fue el popular grupo de etno techno Deep Forest, el que más alzó la voz para avisar al mundo de las maravillosas cualidades de Márta Sebestyén cuando en 1995 sampleó su voz y le propuso además interpretar una hermosa pieza de su álbum inspirado en la música de las comunidades gitanas de la Europa del Este, "Boheme": "Marta's Song" fue esa canción emblemática, primer sencillo del álbum y éxito inmediato. Luego llegó 'El paciente inglés', y el nombre de Márta Sebestyén dejó de ser una anécdota en los programas de músicas del mundo para alcanzar el reconocimiento que sin duda merecía.







6.9.23

KARL JENKINS:
"The Armed Man: A Mass for Peace"

Hay artistas que, descontentos con unos inicios de carrera bisoños, renuncian a una parte de su obra, por lo general cineastas vanguardistas con bastante proyección, que realizan películas primerizas con escasez de medios y bajo presupuesto. Aunque a veces se trate de situaciones poco comprensibles, es una decisión personal y respetable, que se convierte en obsesión de completistas. También algunos músicos que hoy en día gozan de una popularidad y respeto absoluto en el campo de la música culta, han coqueteado en sus inicios con estilos que pueden estar poco considerados por los expertos, por lo que no suelen alardear de ellos. Sir Karl Jenkins, toda una institución en el Reino Unido, no es de los artistas que ocultan esos inicios, que pasaron desde el jazz fusión y rock sinfónico en el grupo Soft Machine a la participación en librerías de música para publicidad, antes de que la música coral con elementos de músicas del mundo explotara y alcanzara el éxito bajo el nombre de Adiemus. Toda la trayectoria del galés se unió a unos estudios firmes (licenciatura en música en 1966 en la universidad de Cardiff) para comenzar una carrera fascinante en el mundo de la música contemporánea, que nos permitió disfrutar de obras como la fabulosa misa contra las guerras "The Armed Man: A Mass for Peace".

El nuevo siglo se estaba acercando, y The Royal Armouries (el museo nacional más antiguo de Gran Bretaña, cuya exhibición de material de guerra tiene como finalidad comprender lo que realmente es la guerra) y Classic FM fueron los que propusieron a Jenkins, como podemos leer en el libreto del álbum o en la autobiografía del compositor, 'Still with the Music', que compusiera una pieza musical para conmemorar el milenio y reflejar la tradición cristiana de Gran Bretaña. Los responsables de The Royal Armouries propusieron utilizar una canción del Renacimiento titulada 'L'Homme Armé', cuya melodía fue muy utilizada en las misas de la época, con una letra que decía que el hombre armado debía ser temido. Aunque haya habido guerras a cada paso de la humanidad y en cada centuria, la capacidad de destrucción es cada vez mayor y más poderosa, por lo que era un momento estupendo para la creación de una misa del hombre armado moderna que intentara concienciar a la sociedad. Además, Jenkins era una opción estupenda para que la liturgia fuera abierta a otros estilos musicales que complementaran el acto eclesiástico y lo globalizaran de alguna manera. La música del galés iba a ser complementada con textos bíblicos, de misa y de importantes nombres de la poesía y la literatura, seleccionados por él mismo y por Guy Wilson, por entonces director del museo. Tras un año de trabajo, el estreno tuvo lugar el 25 de abril de 2000 en el Royal Albert Hall. Posteriormente se procedió a la grabación en CD en los Air Studios del productor de los Beatles, George Martin, de tal manera que definitivamente Venture (filial de Virgin Records) publicó "The Armed Man: A Mass for Peace" en septiembre de 2001. "The Armed Man", el comienzo con el texto en francés de 'L'Homme Armé', es una pieza animosa que porta una extraordinaria epicidad en su combinación de coro y orquesta. Es una maravillosa presentación de la obra, que continúa con "The Call to Prayers (Adhaan)", la llamada musulmana a la oración, en árabe, con la voz de Mohammed Gad. La inclusión de este canto ha deparado algún que otro momento polémico, incluso la cancelación de alguna representación o traslado de la misma de recintos religiosos a laicos. En una misa cristiana no puede faltar el 'señor, ten piedad', también conocido  como "Kyrie", pieza coral de gran calibre, una celebración en griego con el solista Tristan Hambleton, que traspasa la alegría pagana de Adiemus a un campo más eclesiástico. Son momentos para la reflexión, recalca Jenkins, que dan paso a algunas oraciones bíblicas que piden la ayuda de Dios contra nuestros enemigos: Así, de nuevo un varón rompe el silencio con potencia y sin música en "Save Me from Bloody Men", con textos provenientes de varios salmos bíblicos. "Sanctus" es el tema más cercano a Adiemus por el tratamiento de los coros en latín, la musicalidad de las frases y el tratamiento de la percusión (de hecho tiene relación con la futura "Immrama" del álbum "More Journey... Adiemus New Best & Live"). Es una composición altiva, que se beneficia de un espléndido clímax con metales. Otro gran momento llega a continuación con "Hymn Before Action", donde las voces que declaman al escritor británico Rudyard Kipling alcanzan un nivel celestial. 'Señor, concédenos la fuerza para morir', concluye. Son momentos de guerra. De hecho, una fanfarria muy medieval y bélica inaugura "Charge!", a la que se añade el coro en un entorno de película, con final a modo de himno y textos del poeta John Dryden y del escritor irlandés Jonathan Swift. En "Angry Flames" el poeta al que recurre el autor es el japonés Toge Sankichi, sobreviviente del bombardeo atómico de Hiroshima. Son instantes de lamento, los vientos marcan un muy bello comienzo, que adopta enseguida una emergente calma con la entrada de las voces, en un término medio entre lo operístico y lo celta, una falsa paz que continúa en "Torches", con un extracto del texto mitológico indio Mahabharata. El "Agnus Dei" de la obra, esa oración católica que se reza durante la misa en la cual Jesús ofrece su sacrificio, es otro punto culminante de la misma; Jenkins no se extiende en demasía, y su concisión es melodiosa, fantástica, otro de los grandes momentos de este proyecto antibelicista. En el caso de "Now the Guns Have Stopped" son las cuerdas, tras una curiosa entrada de percusión, las que introducen el motivo principal, que conduce al muy eficaz solista. El texto es del mentor de la obra, Guy Wilson, al no llegar a tiempo el consentimiento para utilizar un poema del británico Maurice Baring. Llega entonces un momento relajante con un nuevo toque celta por medio de un emocionante violonchelo en un tono muy alto alcanzable sólo por grandes chelistas (el solista es Guy Johnston, sustituto de su intérprete en la presentación del álbum, Julian Lloyd Webber), que dialoga con el viento, y un cierto espíritu navideño; "Benedictus", tal es su título, es una de las piezas más recordadas y representadas del trabajo por su carácter curativo. En ella, Jenkins utiliza su propia composición "The Eternal Knot", que titula el cuarto volumen de Adiemus. Aunque su conclusión porta un cambio de ritmo instantáneo, el todo es tranquilo y emocionante, y es la antesala de un final totalmente distinto, una especie de danza medieval con voces titulada "Better Is Peace", que no es sino la variación de "The Armed Man" en un tempo más rápido, un cierre fabuloso y pleno de esperanza para un disco completo, que en su edición especial del año 2010 (publicada por Warner Classics) contó con una pieza nueva con texto del poeta inglés Laurence Binyon titulada "For the Fallen (In Memoriam Alfryn Jenkins)" (Alfryn era un tío de Karl, fallecido en la Segunda Guerra Mundial, y el poema rinde honores a los muertos de guerra), con la soprano neozelandesa Hayley Westenra, que unos años atrás había coincidido con Jenkins en el álbum de Mike Oldfield "The Music of the Spheres", como solista. Esa edición de 2010, que mantenía la paloma de la paz de la original, pero tornando el fondo negro a un blanco celestial, incluía además un DVD con una representación en vivo de la misa. También se realizaron dos películas para las interpretaciones en directo: 'The Armed Man' (que bucea en la historia siguiendo el texto de la obra: "la preparación del conflicto, el conflicto en sí y sus consecuencias, y finalmente la búsqueda de un futuro mejor") y 'The Armed Boy' ("sobre un joven que sufre bajo las manos despiadadas de un matón y su pandilla. Cuando finalmente toma represalias, descubre las mayores consecuencias de tomar las armas: una representación alegórica del llamado de Jenkins a la paz en tiempos de guerra"). En 2019, en el marco de la celebración del 75 aniversario del compositor, "The Armed Man" fue relanzado con una cubierta totalmente remozada, de nuevo con la blancura de las nubes como fondo al vuelo de la paloma, esta vez por parte de Decca.

Es difícil explicar, incluso para el propio Karl Jenkins, por qué "The Armed Man", que no tuvo ninguna repercusión especial durante sus primeros años de vida, y sin una especial campaña publicitaria ni acontecimientos que le hubieran podido ayudar, tuvo de repente la increíble repercusión mundial que le llevaron a ser una obra representada innumerables veces a lo largo del planeta, llegando a superar las 2000 representaciones en 2010, como se decía en la edición conmemorativa del décimo aniversario. Jenkins especula con que "Benedictus" fuera el detonante, con su gran solo de violonchelo que le hace profundamente emotivo, de tal forma que es interpretado profusamente en funerales. En cuanto a la polémica de la llamada a la oración, "The Armed Man" es una partitura que además de otros motivos y condicionantes, contempla especialmente la división entre las religiones y la búsqueda del diálogo y tolerancia entre ellas, por lo que tanto su compositor como sus instigadores prepararon una declaración que ruega su interpretación íntegra, con el canto islámico recitado o reproducido desde el CD, en cualquier ámbito; en caso de negativa absoluta, se aconseja reemplazarlo por un periodo de silencio, aclarando en el programa lo que debería escucharse em ese momento. Como durante la composición de la obra se desarrollaba la tragedia de Kosovo, "The Armed Man" está especialmente dedicado a las víctimas de esa guerra, pero lamentablemente, no hay época de la humanidad en la que el mensaje del trabajo no sea tremendamente actual y preocupante. Nosotros sencillamente debemos unirnos a su espíritu y disfrutar de su gran belleza.

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19.8.23

NIGHTNOISE:
"A Different Shore"

La banda Nightnoise, paradigma de la renovación de la música tradicional irlandesa en los ochenta y los noventa, se sorprendía de que la industria del disco descubriera en ellos a un grupo para ser lanzado con la fuerza que lo hicieron, especialmente en los años noventa. En España se hicieron tremendamente populares, pero claro, sólo hay que descubrir su música. Lo que se oye y lo que se escucha en sus trabajos son fuentes de energía moderadamente desbordante, que no sólo hacían palidecer a gran parte de la producción folclórica de su entorno, sino que el resultado rebosaba humildad y carisma. La gente encontró en ellos la alternativa a lo de siempre, un nuevo camino hacia la excelencia, y la conexión fue total. El sello de Nightnoise no sólo era identificable, sino que conectaba lo de antes con lo de ahora sin necesidad de recurrir a una instrumentación modernizada. "Los sonidos más elementales están cambiando para hacerse más sofisticados", decía Mícheál Ó Domhnaill sobre la llegada de la electrónica a la tradición, que según cómo fuera encauzada podía tomarse como una afrenta. Fue sin embargo en los pueblos y aldeas irlandesas donde se seguía hablando en gaélico, donde Mícheál y los suyos acapararon ideas y melodías, el caldo de cultivo de Nightnoise y todas sus ramificaciones. Aun así, no se consideraban abanderados del folclore de su país ni nada parecido, ellos sólo hacían su trabajo, lo que les gustaba. Y el público descubrió que lo hacían de maravilla, tanto cuando fueran dos los componentes del grupo (Mícheál y Billy Oskay, en su primer plástico, "Nightnoise"), como siendo cuatro, en sus ligeras variaciones (las llegadas de Tríona Ní Dhomhnaill, Brian Dunning y Johnny Cunningham). 

Fue en 1995, dos años después del afortunado "Shadow of Time", cuando la compañía californiana Windham Hill siguió publicando fielmente al conjunto irlandés con toque escocés. Sin presiones y sin ideas previas, la evolución, la planificación de cada disco, era algo vivo, se iba creando en la fructífera reunión de estos cuatro genios. Una poética cubierta (fotografía de Jonathan Williams) presentaba el nuevo fruto, titulado "A Different Shore", epígrafe que no parece tener un significado especial. Mícheál Ó Domhnaill (guitarra, flauta irlandesa, sintetizador, voz), Tríona Ní Dhomhnaill (piano, voz, flauta irlandesa, acordeón, sintetizador), Johnny Cunningham (violín, voz) y Brian Dunning (varios tipos de flautas, acordeón, voz) eran los cuatro protagonistas y miembros del grupo, que grabaron el trabajo en los White Horse Studios de Portland (Oregon). Mícheál dijo textualmente de este trabajo: "Es la grabación mas grandiosa y de mas exuberante sonoridad que jamás hayamos realizado". Su ingeniero de sonido fue Dan Fitzgerald, con el que el grupo conectaba especialmente. Música acústica con acento celta, la definían en Windham Hill, pero a esa definición le faltan sabores, le falta un toque de clasicismo, le falta un suave asomo de jazz y le falta sobre todo expresar el amor por la patria lejana, la familia y las tradiciones. Decía Mícheál: "En nuestra casa siempre había música. A todas horas. Era algo que se respiraba. Al margen de la música popular, mi padre dirigía un coro, y mi madre mantenía una clara preferencia por todo aquello que fuera clásico". Más que destacar en los trabajos de la banda, el bueno de Mícheál conseguía hacer aún mejores músicos a los demás miembros del grupo, con los que poseía una compenetración sencillamente única, no en vano se trataban de su propia hermana, de un violinista con el que había compartido muchas grabaciones y conciertos, y de un afable flautista de trato fácil. Rutilantes tanto en grupo como por separado, todos ellos se conjuntaban enormemente en el escenario, ofreciendo en sus deseadas giras pequeños espectáculos gloriosos e inolvidables. Y sus discos eran acontecimientos esperados, como este "A Different Shore" que se abre con "Call of the Child", bellísimo comienzo animado por la flauta (no en vano se trata de una composición de Brian Dunning) y marcado por el especialísimo ritmo primario de Mícheál a la guitarra, majestuoso en su simplicidad, tal vez la verdadera protagonista de la pieza a pesar de lo pegadizo del viento, pues conecta con Irlanda sin saber cómo ni por qué. El violín de Johnny aporta una segunda voz a la melodía, como un dúo celestial para una pieza maravillosa con lo más básico, pero con la poco habitual maestría de encauzar cada instrumento, cada influencia, para lograr la magia que desprende toda composición de Nigjtnoise. Aires marciales muy típicos del grupo inician a continuación "For Eamonn", un pequeño himno dedicado al hermano mayor de los Ó Domhnaill. De nuevo es el viento el que toma entonces el rumbo melódico con su habitual dulzura y asequibilidad. El final condensa ambas vertientes de manera maravillosa. Mícheál es el autor de la pieza. En "Falling Apples" aparece Tríona con el piano y su característica magia vocal, sencilla y gozosa, en una canción si bien no tan afortunada como otras de álbumes anteriores, realmente deliciosa, sin síntomas de agotamiento por su parte. Tríona la compuso cuando, en su casa de Portland, escuchó un ruido que no pudo identificar, hasta que descubrió que eran manzanas cayendo de un árbol, lo que conecta con otros sonidos que acaban trayéndonos ciertos recuerdos o asociaciones. Desde el origen del grupo, lo instrumental primaba en el total de cada álbum, pero el tiempo les hizo ver la importancia de colocar pequeñas joyas vocales, aumentando estas su importancia a cada paso que daban. Sin embargo, sólo una de las diez composiciones de "A Different Shore", esa "Falling Apples", va acompañada de la particular voz de Tríona. De nuevo aparece Dunning con una pegadiza tonada de esplendoroso ritmo, "The Busker on the Bridge", donde prima el conjunto y se escuchan instrumentos inusuales junto a un pequeño y divertido tramo a cappella que nos recuerda a otros tiempos de la banda. Un gran pieza. Más adelante, "Clouds go By" será la última muestra del flautista en este disco, una nueva muestra de alegría con aroma folclórico. En "Morning in Madrid" aparece Johnny Cunningham con una suave y aterciopelada delicia de tintes clásicos en la que por fin entra en escena el violín de manera protagonista, como no podía ser menos. Johhny la compuso después de un concierto en Madrid, cuando le llevaron a la taberna Elisa, un sitio de referencia para lo tradicional y lo celta, por donde han pasado también La Musgaña (que conocieron a Johhny esa noche, tras la que colaboraría con ellos), Capercaillie, Kepa Junkera, Carlos Núñez o Hevia. Como segunda muestra de Johnny en el disco, "A Different Shore" es un un placido paseo por la orilla, que titula el trabajo. Tríona vuelve a firmar el que tal vez sea, por ahora, el corte menos vistoso entre tanta belleza, "Another Wee Niece" aunque posee la innegable clase de su autora, que retorna en "Mind the Dresser" con otra hermosa tonada introducida por su soñador piano, que tal vez no es un sencillo destacado en un disco de Nightnoise, pero tan firme y altiva que seria importante para cualquier otro grupo. "Shuan" es una fenomenal pieza para concluir, reflexiva y plena del sonido Nightnoise. Es la guinda que aporta el enorme talento de un Micheál O'Dohmnaill que sólo tiene dos muestras en este trabajo en el que las autorías están muy repartidas. Poseedora de una cierta tristeza, a la larga se puede ver como un adiós sin saber que ciertamente lo iba a ser, y es que "A Different Shore" fue el último álbum de Nightnoise en estudio, pero no su última referencia: dos años después, "The White Horse Sessions" fue una suerte de despedida no premeditada que recogía doce pistas seleccionadas grabadas en vivo, nueve de ellas en los White Horse Studios (en un concierto privado para una cincuentena de familiares y amigos en marzo de 1996 en Portland), y tres en Málaga en un concierto de la gira de 1995. Dejando atrás Portland, ellos ya habían vuelto a vivir a Irlanda, a Dublín, y no deja de ser curioso que la vuelta a casa acabara con el grupo, como si fuera la añoranza por la tierra (que les había hecho alcanzar la excelencia, destilando sinceridad y hermosura) lo que les mantuviera unidos. Además, Nightnoise siempre fue un conjunto dispuesto a complementar discos recopilatorios de diversas temáticas en Windham Hill, aportando un marchamo de calidad importante y adaptándose como el agua al recipiente que tocaba en cada ocasión. Villancicos, interpretaciones de música impresionista, renacentista, barroca, ambiental o puramente celta, fueron algunas de sus aportaciones a compilaciones como "A Winter's Solstice" -con la excelente "Nollaig"-, "The Impressionists" -con la maravillosa "Sicilienne"-, "The Bach Variations" -la "Bouree"- o "On a Starry Night" -"Suantrai", cantada de manera hermosísima por Tríona-. Esas pequeñas delicias que bien podían haber conformaado un disco propio continuaron hasta 2002, con la sustitución en 1998 de Johhny Cunningham por el violinista irlandés John Fitzpatrick, que debutó en directo en la gira de 1997. A partir de ahí, y aunque Míchéal dijera en alguna ocasión que había un firme propósito de reagrupación, Nightnoise simplemente dejó de existir, como también desaparecieron Johnny en 2003, Mícheál en 2006 (momento en el que los antiguos miembros de The Bothy Band se volvieron a reunir el 24 de mayo de 2007 en un concierto tributo, 'A Gig for Mícheál') y Brian en 2022. 

"Con cada nueva composición seguimos emocionándonos unos a otros", decía Mícheál, en eso consistía la inmensurable cohesión de la banda, en algo tan sencillo como otorgar el sentimiento a cada canción, en las que lo popular se conjugaba con lo académico y se presentaba con gran fuerza y poder de convicción, de tal forma que por momentos es difícil discernir en qué realidad nos encontramos, si en nuestro convulso mundo o en la particular e inteligente imaginería musical de estos gloriosos músicos que consiguieron encontrar la manera de conectar con un gran sector de público surgido de varios mundillos musicales a través de un puñado de álbumes de sublime encanto y eterna magia, como este "A Different Shore" en el que optaban por la alegría sin disimulos, desconocedores de su condición postrera. Saber cual hubiera sido la evolución de Nightnoise sin la desaparición de casi todos sus miembros, sus siguientes pasos discográficos, no es difícil, lo más seguro es que hubiesen reforzado su propio sonido (quién con más derecho que ellos?) con prosperas melodías de fiel arraigo irlandés, acompañadas por un sutil acercamiento por igual al jazz y al mundo clásico. La voz seguiría siendo parte fundamental de su discurso melancólico, y la electrónica difícilmente entraría en escena. Nada nuevo en realidad, pero seguramente habría que decir 'gracias a Dios', la mayoría de sus oyentes no querrían cambiar ni una coma de su forma de expresión, de la elegancia de su interpretación, o del aroma a las raíces que impregnaba sus trabajos, con esa belleza tan natural y profunda que es prácticamente imposible definir con palabras. Lo que tampoco faltaría, sin ninguna duda, serían la luminosidad y el aplomo que la mera presencia de estos monstruos del folclore celta imprimían a su directo, compases taciturnos de una época que no hay que olvidar. No es que escuchándoles se alcance la felicidad, pero desde luego sus cálidas notas ayudaban mucho a lograrla.

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