30.5.20

ENIGMA:
"Le Roi Est Mort, Vive le Roi!"

La avidez de Michael Cretu por modernizar a su antojo las músicas de antaño y fusionar lo étnico con lo electrónico le proporcionó a este artista rumano, desde comienzos de los años 90, fama y fortuna, además de una serie de detractores que le acusaban de desvirtuar las intenciones para las que esas músicas (cantos gregorianos y canciones folclóricas de zonas lejanas como Mongolia o Taiwán, en sus dos primeros trabajos) fueron creadas. No hay que negar sin embargo las cualidades de sus obras, sobreproducidas pero inteligentes, y con una capacidad extraordinaria de conectar con la parte más vital de una gran cantidad de público. Este buen número de seguidores y una exhaustiva promoción y radiodifusión en estos tiempos de apertura, elevaron enormemente la popularidad del ethno tecno de esta banda ficticia durante la última década del siglo XX, y no quedaron decepcionados con el nuevo giro que dio su música, siempre dentro de su estilo propio, en 1996, con otra estupenda obra titulada "Le Roi Est Mort, Vive le Roi!". 

Aunque el aspecto exterior del nuevo trabajo sea más tecnológico que los anteriores (las figuras de la portada aluden, según dijo Cretu, a cómo imaginaba la gente hace 100 años o antes, en la época de Julio Verne, al 'hombre-máquina'), este nuevo retorno de Enigma tuvo en su planteamiento, más que un viaje físico, un importante componente espiritual, proponiendo una mirada al ciclo de la vida, a la seguridad de que nadie es imprescindible y el mundo seguirá su curso con o sin nosotros. Es decir, "Le Roi Est Mort, Vive le Roi!", o como se suele decir en castellano, 'A rey muerto, rey puesto'. Publicado por Virgin Records el 25 de noviembre de 1996, este tercer proyecto de Enigma (conocido por tanto como E3, como incluso figura en su portada) es muy apreciado por los fans del grupo, y mantuvo una buena cifra de ventas en muchos países del globo, con disco de platino en Estados Unidos, discos de oro en España, Alemania, Francia y Reino Unido, y un número 1 en Noruega. La introducción, que lleva el título del disco (que se escucha al final de la declamación de Louisa Stanley) y aúna voces tecnológicas (un sampler de la torre de control contactando con el Discovery One de la película '2001: Una odisea del espacio') y coros celestiales, lleva incluida la fanfarria característica de Enigma, el conocido como 'cuerno de Enigma'. En "Morphing Thru Time", los coros gregorianos remiten al exitoso primer trabajo del grupo, aunque evidentemente se pierde el factor sorpresa. Por fortuna, aparecen las voces convirtiendo el tema en una canción, extraña y fusionada, pero distinta a aquel "Sadeness". De hecho, aparte de un sampler que dice "Tierra: una biosfera, un complejo sistema de soporte vital sutilmente equilibrado" (una frase tomada de librerías de sonido, que ha sido utilizada por varios grupos y artistas) y la voz cantante, masculina (Michael Cretu se encarga de cantar los temas), el tarareado femenino evoca en cierto modo los cantos del segundo trabajo (un canto mongol, de nuevo). Sólo así se entienden las intenciones de Cretu, considerando este trabajo como el hijo de los dos anteriores, como se puede deducir del corto tema "Third of it's Kind". Sin desmerecer al tramo anterior, por fin llega esa canción principal que necesita todo disco para darse a conocer, una gran canción, bien mezclada y estructurada, aunque realmente "Beyond the Invisible" tal vez no posea todo el carisma de los primeros sencillos de los discos anteriores o al menos el asombro de su aparición sorpresiva. Utilizando de nuevo un fondo aflautado, textos recitados (la conocida cantante Sandra, esposa de Cretu, continúa con su sensualidad), un tarareado folclórico (la canción letona "Sajāja Brammaņi") y voces gregorianas, la parte cantada al modo radiofónico (por decirlo de algún modo) por el propio Cretu se limita al estribillo, y bien es cierto que este momento es de una fuerza majestuosa, y tan atrayente como para aupar al sencillo a buenas posiciones mundiales. El fantasioso videoclip (rodado por Julien Temple, como los del álbum anterior, "The Cross of Changes") mostraba un onírico baile de patinaje sobre hielo en un bosque. El segundo single sería "T.N.T. for the Brain", una canción tal vez no excesivamente sólida que comienza con la sugerente voz de Sandra al estilo de "Mea Culpa", y tras una réplica de teclado, de nuevo llega la voz masculina algo más potente a la hora del estribillo. Como sucedía en el disco anterior con las notas de 'Encuentros en la tercera fase', aquí de vez en cuando se pueden escuchar de importante acompañamiento unos compases característicos (como otra fanfarria) de la estupenda versión musical de "La guerra de los mundos", de Jeff Wayne. Es de extrañar que "Why!..." no hubiera sido elegida como segundo sencillo por delante de "T.N.T. for the Brain", pues porta una estructura atractiva más radiofónica. Es su desarrollo, de fondo, más cantos gregorianos, otorgando un ambiente calmado en la tormenta. Otra de las canciones posteriores, "The Roundabout", sería la elegida en principio como tercer single, lo que al final se desestimó sin motivo aparente (posiblemente por la escasa acogida del segundo). "The Roundabout" se aproximaría más a 'Enigma 2', por su melodía vocal principal dominada por un estilo de canto indígena africano, aunque está bien cercano al de los indios americanos, que tan de moda se pusieron en las Nuevas Músicas gracias a grupos como Sacred Spirit. Tampoco se trataría de los mejores cortes del álbum, a pesar de sus buenas intenciones, siendo la propia "Why!..." o por supuesto "The Child in Us" las mejores elecciones. "The Child in Us" es sin duda la mejor pieza del trabajo, especialmente por unas intenciones vocales que nos transportan al subcontinente indio (está cantada en sánscrito), combinado con el sonido de flauta shakuhachi y los inevitables cantos gregorianos, en cuyo conjunto se respira una estupenda paz y un halo de unificación y armonía, una orgánica mezcla de culturas de la que hablaba Cretu en la promoción del álbum. Retomando los paisajes instrumentales, en los que este avispado músico es también un consumado artista, "Shadows in Silence" es un oasis de intenciones tranquilas, parecidas a las de "Almost Full Moon" (que acompañaba al CDsingle de "Beyond the Invisible"), ambas con teclados y voces étnicas de fondo. "Prism of Life" es la última de las canciones, algo más coral (se trata de un coro zulú), combinando de nuevo las intenciones de los padres de este álbum, las de 'Enigma 1' y las de 'Enigma 2'. Para finalizar, "Odyssey of the Mind" es la réplica al tema de inicio, un final con la voz femenina y la conexión con los astronautas de la nave Discovery, pero reproducidos al revés; además, la inevitable (pero deseable, sin duda) fanfarria y la frase de  Louisa Stanley: "No hay un maestro que pueda enseñar algo nuevo. Él puede ayudarnos a recordar las cosas que siempre supimos". En el CDsingle de "Beyond the Invisible", había una canción nueva, "Light of your Smile", aunque realmente ya había aparecido en una edición especial de "The Cross of Changes". Salvo por un par de composiciones especiales, el disco funciona más en conjunto que por separado. Cretu experimenta en una obra avanzada y exótica a la vez, grabada en su estudio ibicenco (A.R.T. Studios), suaviza las percusiones, utiliza varios estilos vocales, incorpora nuevos sonidos que unen varios continentes (ópera, samplers de ciencia ficción, voces de la India, de Mongolia, de África...) y atrapa con algunas de las melodías, que nos transportan de la luz a la oscuridad y viceversa, con una elegancia característica. En cuanto al viaje musical por el globo, comentaba esto: "Podría abrir una tienda de música étnica con todo el material oculto en mis armarios, desde 'Enigma 1' he escuchado cientos, si no miles, de CDs, grabaciones, samplers, etc. Y ni siquiera un 1% es útil en un proyecto de Enigma". La labor de investigación es mayor de lo que sus críticos, poco documentados por lo general, le achacaban, y delata un estupendo afán por conseguir el sonido perfecto. 

Tras su espectacular contribución en los discos anteriores, Johann Zambryski volvía a recrear la mente de Michael Cretu en un diseño de producto espectacular, tanto la portada como el interior son avanzadas muestras de ilustración y packaging (una edición del disco era de papel normal, pero en otra el libreto estaba impreso en plástico transparente), que fueron nominadas al premio Grammy en 1998 en la categoría 'Best recording package'. También "Le Roi Est Mort, Vive le Roi!" obtuvo la nominación en esa edición de los Grammy a 'Mejor álbum de New Age', compitiendo con Mike Oldfield, Vangelis, Paul Winter o Michael Hedges, que se llevó el premio de manera póstuma por su trabajo "Oracle". Dice Cretu que, en su actitud hacia la vida, él siempre busca respuestas, y que a la hora de preparar un disco, llega un momento en el que la situación va fluyendo poco a poco, hasta que todo cuadra. La jugada volvió a salirle redonda con su tercer trabajo, pero tenía que continuar alerta porque era muy consciente de que cualquier fallo podría suponer la caída de su enigmático imperio en favor de cualquier joven con las suficientes dotes para conectar con el público. Ya se sabe, 'Le Roi Est Mort, Vive le Roi!.

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20.5.20

XII ALFONSO:
"The lost frontier"

Vivimos en un mundo de muros, murallas y fronteras, visibles o invisibles, pero difíciles de combatir y derribar. Muchas murallas se alzaron también en la antigüedad para proteger ciudades o pueblos, pero incluso regiones enteras requirieron de muros defensores. La más famosa de todas es la Gran Muralla China, que protegía a esa inmensa civilización de ataques desde Mongolia y Manchuria, pero otra legendaria construcción, que defendía al territorio británico de los pictos del norte (lo que posteriormente sería Escocia), fue levantada entre los años 122 y 132 bajo el mandato del emperador romano Adriano, por lo que se le llama sencillamente el Muro de Adriano. Desaparecido en gran parte de su extensión, aún pueden ser visitados en la actualidad grandes tramos del mismo. Los miembros de la banda francesa en ciernes de rock progresivo XII Alfonso, en una visita a la zona a comienzos de la década de los 90, quedaron impactados por la enormidad de esa obra arquitectónica, dedicándole una de sus composiciones, "Le mur d'Hadrien", publicada junto a otros tres temas en el EP de 1993 "Costa Brava coast", en el que aparecían también como '12 Alfonso'.

Tres años reposó esa composición en aquel EP, mientras la banda maduraba. El grupo se formó en 1984 cuando varios amigos de Burdeos empezaron a divertirse haciendo canciones (bastante tontas, según ellos), siguiendo el rumbo marcado por sus ídolos, del que Mike Oldfield era piedra angular. De hecho, una de las canciones más extravagantes de Oldfield en los 70, "Don Alfonso", fue origen del nombre de la banda, y esa admiración les iba a hacer buscar por lo general un tipo de música tan directa, melódica y fluida como la del británico. Philippe, guitarrista del conjunto, asumía sin embargo la dificultad de imitar a su ídolo en su estilo de guitarra: "Es evidente que él me ha influido, pero creo que no tendría sentido intentar hacer las cosas que él hace mejor, y en el caso de que esa fuera mi ambición, mi regreso a la realidad sería brutal, porque él es y seguirá siendo un guitarrista mucho mejor, más innovador y más sorprendente que yo". Aunque ya habían procedido a efectuar alguna tímida grabación aparte de aquel primer EP (la más interesante, dicen, dedicada a Marco Polo), ellos mismos consideran "The lost frontier" su primera obra verdadera. Aunque con una orientación internacional (título y textos en inglés), el disco fue publicado por el sello francés Musea en 1996, y es que, tras una nueva visita a la muralla, decidieron que aquella pieza que habían grabado tres años atrás tenía que ser la introducción a una obra conceptual. En ese momento el conjunto estaba formado por Philippe Claerhout (guitarra), su hermano François Claerhout (programaciones), Thierry Moreno (batería, percusión), Stéphane Merlin (teclados) y Laurent Sindicq (bajo), con las aportaciones de Caroline Lafue (voces), Laure Oltra (esposa de François, textos), Caroline Monteil (flauta), Thierry Volto (batería), Bernard Auzerol (bajo), Laurent Dupont (bajo), y dos colaboraciones de renombre, el mítico Dan Ar Braz a la guitarra y Mickey Simmonds (ex-miembro de Camel, del grupo de Fish y colaborador de Mike Oldfield en los 80) a los teclados, que dio el impulso definitivo al proyecto tras una primera versión de título provisional "The spirit of the Centre Britain". La música que nos podemos encontrar en este trabajo se encuentra en una estupenda encrucijada por la que circulan el folclore celta de esencia medieval, el rock progresivo y un sencillo componente ambiental. La pensativa obertura de la obra, "Hadrian's wall (lo primero que Philippe compuso tras visitar la muralla en 1991) es de un poderoso lirismo, suena ancestral en sus primeros acordes, adentrándose luego en su propio universo de fantasía merliniana con interesantes sonidos presuntamente diegéticos de fondo (caballos, carruajes, soldados, lluvia...). La delicada guitarra advierte de las buenas maneras del conjunto y, en su continuación de ambiente clasicista con esencia popular, anticipa un intento de revisión de aquellas exitosas formas que músicos como Oldfield o Alan Parsons le otorgaron a su pop-rock, con alternativas vocales como la hermosa canción que ocupa el segundo corte de la obra, "Hello you", un bello y acertado canto folclórico con trasfondo progresivo, y con la voz de Caroline Lafue, que repetirá en las otras dos canciones, muy acertada también "The ghost's song" (de nuevo con un fuerte tono de rock progresivo que benefició a la difusión del trabajo) y, no tan carismática como las anteriores pero de nuevo elegante, "Breathing, scarcely" (curiosamente, esta canción abrirá su disco en directo de 2003 -aunque grabado en 1998 y basado especialmente en el repertorio de "The lost frontier"- titulado "This is"). Un velo romántico envuelve, basado especialmente en la sonoridad del teclado simulando a un acordeón (instrumento que sí llegará al grupo en discos posteriores), a "Mist", pieza extraña, intensa, un gran acierto y un tema destacado de grata melodía que se asoma a corrientes medievales, circunstancia destacable en la generalidad de la obra. Esa misma melodía se retoma, como un leitmotiv, en la brumosa "Diving into the coal womb" (otorgándole un tono infantil, de carrusel) y en el tema final, "Anthem" (tratada en esta ocasión como un pequeño himno). "Minstrel's tale" es una pequeña suite con varias caras, tras un comienzo peliculero se puede atisbar algo del fulgor del Oldfield de comienzos de los 80, pero la referencia es más clara cuando los sones de teclado de los últimos dos minutos nos conducen inevitablemente al comienzo de "Tubular bells". El espíritu del británico volverá a aparecer al final de "Wheels of change", pieza dominada por la guitarra, aunque bajo, batería y teclado también se dejan notar, y se atisba en los buenos rasgueos de guitarra en un tono folclórico muy pastoril en "Lazy day in Haltwhistle", si bien aquí también esté bien presente el ex-Genesis Anthony Phillips, como en "Another day in Haltwhistle", dos deliciosas piezas acústicas compuestas en solitario por Philippe Claerhout. El estilo celta sinfónico, muy irlandés, llega en la acertada "Back to Northumberland", la hipnótica "Edges of empire" o, con desmadre final de guitarra, "Heath". La guitarra hace aflorar recuerdos de épocas pasadas en "Revival", y aunque el trabajo rebaje un poco la tensión en su último tramo, cada composición guarda pequeños placeres en su escucha tranquila, como la melodía de arrebato legendario de "Thirteen winds". La premiere del álbum tuvo lugar en la ciudad inglesa de Haltwhistle (en la que se alojaron cuando visitaron por vez primera las ruinas del muro) en mayo de 1997, grabando posteriormente un vídeo promocional en esa misma región, y fue representado también en directo en París el 8 de noviembre de ese mismo año, con Michael Geyre (que entró de lleno en la formación) sustituyendo a Mickey Simmonds.

La compañía calificaba a XII Alfonso como una pequeña revelación en el panorama progresivo francés, y "The lost frontier" como un soberbio y misterioso álbum conceptual que exploraba en las atmósferas mentales originadas en los miembros del grupo por el muro de Adriano. En esta inquietante leyenda medieval, prosigue la nota de prensa de Musea, XII Alfonso alterna canciones e instrumentales, impregnando la música de cultura celta, con un trabajo sinfónico ayudado por una completa instrumentación de teclados, guitarras, bajo, flauta y batería. La influencia de Mike Oldfield es grande, no la oculta Philippe Claerhout, pero también de bandas progresivas como Camel (el que fuera su teclista, Mickey Simmonds, colabora activamente), Genesis (Anthony Phillips, realmente), Mostly Autumn o Minimum Vital. Otros muchos nombres importantes colaborarán con la banda en el futuro, John Anthony Helliwell (Supertramp), David Paton, Ian Bairnson (miembros importantes, ambos, de The Alan Parsons Project), Michael Manring (la gran figura del bajo sin trastes) o Maggie Reilly (vocalista de Mike Oldfield). Para los aficionados al rock progresivo más auténtico este álbum les parecerá algo blando en general, pero los más abiertos encontrarán una gama de sonidos que deambulan hacia el folclore celta e incluso hacia sonidos new age atmosféricos, que les pudieron abrir la puerta hacia una amplia gama de público. Es la suya una música un poco nostálgica, admiten, y sus seguidores hablaban del disco con pasión. No es de extrañar, porque en su falta de pretensiones, "The lost frontier" apelaba al sentimiento épico y aventurero que llevamos cada uno en nuestro interior, y aspiraba a que cada oyente disfrutara a cada momento en la reconstrucción de esta legendaria muralla que separaba al pueblo civilizado de los bárbaros del Norte. "Ya no existen fronteras", decía Philippe Claerhout, por eso hay que gozar especialmente de esta frontera perdida.









11.5.20

SUSO SAIZ:
"Símbolos"

Muchos grandes músicos actúan en la sombra, y desde allí cosechan éxitos y se hacen un nombre en la oscuridad de la industria. Cuando dan la cara, sin embargo, prefieren elaborar una música que les llene interiormente más que de cara al gran público. Nacido en Cádiz en 1957, la curiosidad acercó a un joven Suso Saiz a un encuentro de músicas de vanguardia, donde vio a John Cage y descubrió a Steve Reich, un minimalismo al que accedió definitivamente tras deambular por el jazz en los 70 (siempre ha sido un gran seguidor del sello ECM), y al que llegó de golpe gracias a su profesor, el compositor bilbaíno Luis de Pablo: "Me atrajo la música repetitiva, minimal, con electrónica pura, sin instrumentos temperados, sin armonías, sin notas, con ruidos a secas". En sus conciertos, de hecho, lo mismo procesaba electrónicamente el ruido producido al freír unas verduras como el de exprimir naranjas (influencias de Cage). En las clases conoció a Pedro Estevan y fundó, junto a María Villa, un conjunto tan aparentemente absurdo pero referencial como la Orquesta de las Nubes. Sus pasos en solitario comenzaron en 1984 con "Prefiero el naranja" (donde comenzó a presentar una música difícil de escuchar, muy atrevida para esa época en España) y en 1986 con "En la piel del cruce" (donde mejoraba un poco las prestaciones de cara al público), y tras una primera colaboración con el mexicano Jorge Reyes ("Crónica de castas" en 1990) llegó una obra oscura y absorbente como lo fue "Símbolos".

Productor de sus propios álbumes, también accedió a poner su sello (aunque prefiere que sea el artista el que elija el camino en sus producciones) en los discos de otros, una lista interminable de la que se puede destacar a La Dama se Esconde, Javier Paxariño, Pablo Guerrero, Jorge Reyes, Luis Eduardo Aute, Esclarecidos, Luz Casal, Javier Álvarez, Tahures Zurdos, Los Planetas, Celtas Cortos, Duncan Dhu, los Piratas o Christina Rosenvinge. Como un camaleón, Suso se mimetiza con todo tipo de entorno, lo hace en esas producciones, en sus colaboraciones (esencialmente con Jorge Reyes y Steve Roach), en sus bandas sonoras ("Al filo de lo imposible"-inolvidable su sintonía- fue la que abrió la puerta a "Africa", "El milagro de P. Tinto", "Novios" y muchas otras) y en sus trabajos más personales, como este "Símbolos" publicado en 1991 por el sello Slow Food, un proyecto discográfico de Suso con Alfonso Pérez, de Gasa, que duró realmente poco. En esta obra continúa con su particular búsqueda de expresión, más que ofrecer una música coherente melódicamente hablando; es como si, a pesar de que el consumidor sea el público, la música la esté haciendo para él mismo, aunque bien escuchado, "Símbolos" está más cercano a un sonido popular que a la experimentación, por ejemplo, de la Orquesta de las Nubes. No tardará el oyente abierto de miras en gozar de brillantes hallazgos entre las 21 composiciones del trabajo, atmósferas bizarras, muy bien construidas y ejecutadas, pero sin relación entre ellas, destacando especialmente algunas texturas -que no melodías- atractivas (aunque, ¿qué es lo atractivo?, la opinión de Suso y del gran público sería seguramente muy distinta). Este buen disco es una muestra de las posibilidades de un artista que no quiere mostrarse como un creador comercial al uso. Algunos de los cortes parecen trabajados fondos de canciones de rap, otros simulan ambientes distópicos, la mayoría se relajan en sonoridades de soundtrack. El comienzo es reamente fuerte: "Es la soledad del hombre" es un enigma ambiental con la voz de María Villa, una composición que tuvo reflejo en varios recopilatorios ("Música sin fronteras vol. II", "Entre hoy y mañana"), "Sal de luna" representa la aventura, con la percusión de Glen Vélez, y en "Sé que estás ahí", otro genial ambiente cotidiano y diáfano, la voz es de Cristina Lliso. Se trata posiblemente de los temas más positivos en la primera escucha del álbum, pero no hay que dejar de admirar los rasgueos de guitarra y efectos de radio en "Incrustado en la memoria del sol", el minimalismo juguetón y original de "Siempre vuelves al principio" (inspirado en Hendrix), el pequeño interludio rockero como demostración de capacidades guitarreras que supone "Heavy demo" o una pieza estimulante titulada "No pises la lava", con muchas posibilidades (también comerciales), de una instrumentalidad excitante (la guitarra es de Gonzalo Lasheras, miembro de Esclarecidos), un nervioso fondo repetitivo sobre el que se podrían alzar construcciones mayores para proponer un trabajo rompedor (uniendo muchas de sus partes -la unión de todas ellas en el disco es muy sutil, no conduce a ningún desarrollo específico- en forma de suite más elaborada). "Me he pasado toda la vida empollando músicas africanas y de otros lugares", decía este músico inquieto que también se acercaba brevemente a la música de Sri Lanka ("Canción de cuna de Ceylán"), Islas Salomón ("Cantos Are-Are"), Cuba ("Linda cubana / Danzón cubano"), algún país árabe ("La mirada") o al más cercano flamenco ("Vertidos de jaleo"), pero por intereses propios en su obra, no porque el mestizaje fuera una tendencia que imperaba en esta época de impulso de las músicas minoritarias, sus voces étnicas no pretendían especialmente embellecer, sino impregnar una ambientación particular, realizar un viaje, establecer un recuerdo. A este respecto, Suso siempre ha tenido las ideas muy claras, y el viaje nunca es de vuelta ("el pasado es algo que no me viene a la mente con facilidad, no soy de los autores que disfrutan oyéndose, no escucho mi música casi nunca y el trabajo de las zonas ambientales siempre lo he hecho en la búsqueda de texturas, elaborando sonidos por capas"). 

Suso Saiz vive en otro tiempo, uno suyo, particular, que comparte con nosotros y recrea en sus composiciones, es un músico total y encierra un género en sí mismo, una corriente ambiental progresiva difícil de ubicar en la España de final de siglo. "Símbolos" goza de una fulminante diversidad de conceptos al servicio de la mente de un músico intrépido, es un prodigio atmosférico, un paraíso de ritmos y guitarras, un festín para el buscador de pequeños placeres, de una música distinta, más asociada tal vez a ilustrar una película que a ser escuchada per se. La música de Suso sale de dentro, es rabiosa, turbadora y enormemente variada, este gaditano propone en este trabajo numerosos ambientes y texturas como un muestreo de sus posibilidades, algunas de las cuales, extendidas y agrupadas en suites instrumentales con melodías adaptadas, podrían haberse convertido en pequeños clásicos de esas nuevas músicas que triunfaron en los 90. Algunas ya deberían serlo.





3.5.20

VARIOS ARTISTAS:
"Karma (Música para el nuevo milenio)"

Una de las consecuencias directas del auge en popularidad y ventas de las Nuevas Músicas en los 90 fue la proliferación de discos recopilatorios que, con mayor o menor fortuna, presentaban parte del catálogo de compañías de todo tipo, pequeñas o grandes, artesanales o multinacionales, anodinas o interesantes. Uno de los ejemplos más eclécticos y ciertamente interesantes de esta panoplia de compilaciones fue "Karma" (publicado en España por EMI en 1995), que presentaba una variopinta colección de artistas sin conexión aparente entre sí, salvo (aparte de por su catalogación fuera de los circuitos más populares) por un cierto componente espiritual de fondo en sus creaciones. "Música para el nuevo milenio" era el subtítulo de este doble CD de pretensiones contemplativas, místicas por momentos incluso, para ser escuchado en contextos urbanos y tomar algo de oxígeno. Lo más extraño de su listado de artistas, la convivencia de grupos pop, world music, electrónica suave, jazz y música sacra. Por extraño que parezca, estos elementos conviven e interactuan a la perfección y constituyen una pequeña escapatoria al estrés, al menos durante su hora y media de duración.

En el budismo y el hinduismo, se define el Karma como la creencia o la ley cósmica según la cual toda acción tiene una fuerza dinámica que influye en las sucesivas existencias del individuo. Es decir, sería una especie de energía que se genera con nuestros actos y nos acompaña durante toda nuestra vida. ¿Y qué mejor para activar positivamente nuestra energía que la música? Aun dentro de un rango estilístico muy determinado, dedicado a la relajación y las armonías para el bienestar del espíritu, la compilación es bastante ecléctica. Ahora bien, ¿quien decide que es lo que pertenece o no a cada género musical?, ¿quién dicta lo que hay que colocar en cada estantería de las tiendas o en cada apartado de las webs musicales? En este caso es la sensibilidad, la estética y una decidida espiritualidad lo que determina la mezcla, pero puede parecer chocante la unión de grupos tan dispares como El último de la fila o Radio Tarifa con artistas como Suzanne Ciani o Franco Battiato, y presencias tan religiosas como el Coro de monjes del monasterio de Sto. Domingo de Silos o The Radha Krsna Temple. Sorprende especialmente el recibimiento del disco, un (gran) grupo de pop español como El Último de la Fila ofreció como cierre de su trabajo "Astronomía razonable" una pieza instrumental de soberana belleza, compuesta por Manolo García, de título "Mar antiguo (instrumental)". Su inclusión abriendo este "Karma" no presenta discusión. No faltan canciones de músicos de primer nivel en el CD1, moviéndose entre el folclore del grupo portugués Madredeus con "O pastor" (un prodigio que lanzó al estrellato a la banda comandada por la voz de Teresa Salgueiro) o de El Misterio de las Voces Búlgaras con "Polegnala E todora", el minimalismo de Philip Glass con su pieza corta "The photographer", o otra de las cumbres del álbum, una excelsa canción del cantautor italiano Franco Battiato titulada "La sombra de la luz", poesía inaudita al servicio del karma. Continuando con el disco 1, es asombrosa la cantidad de géneros implicados en la misma causa, la ópera está representada por María Callas ("La mamma morta", que sonaba en la película 'Philadelphia'), la música sacra por el británico John Tavener ("Thunder entered her") y el jazz por el compositor estadounidense -impulsor del proyecto Jazzpaña- Vince Mendoza ("Start here") y la vocalista Cassandra Wilson ("You don't know what love is"), sin olvidar la suave electrónica de Suzanne Ciani y su gran composición "The velocity of love". El segundo CD no presenta tantos nombres conocidos como el primero, siendo sus representantes más populares el japonés Ryuichi Sakamoto ("Acceptance"), el Coro de Monjes del Monasterio de Sto. Domingo de Silos (con "Alleluia", presente en su disco sorprendentemente multivendedor "Las mejores obras del canto gregoriano"), el grupo folclórico español Radio Tarifa (con "Mañana", presente en su trabajo "Rumba argelina"), que cobró fama en los circuitos de músicas tradicionales europeos en los años 90, o la actriz y modelo Milla Jovovich, que en su sorprendente faceta de cantante (bajo el nombre de Milla) no desentona con la canción tradicional ucraniana "In a glade". Aunque comience con la canción "Ti Eliz Iza" del grupo (liderado por Eric Mouquet, miembro de Deep Forest) Dao Dezi, la religiosidad se impone especialmente en esta segunda parte: "Govinda", del Radha Krsna Temple, es la primera muestra (una producción de George Harrison -que ayudó a popularizar la música hindú en occidente- de comienzos de los 70), a la que suceden "The music from Hildegard Von Bingen" del grupo Vision (liderado por Richard Souther, que se mueve en el terreno del clasical crossover), o los mencionados Sakamoto ("Acceptance" no es sino la pieza de títulos finales de la película 'El pequeño Buddha') y el Coro de Monjes del Monasterio de Sto. Domingo de Silos. Aparte quedan sus dos piezas clásicas, el conocido dueto de las flores ("Viens Mallika") de la ópera "Lakmé" del francés Delibes, o el "Stabat mater" de Antonio vivaldi, también de lógica inspiración religiosa. El CD culmina con la voz de la cantante británica Shara Nelson ("What silence knows"), famosa por sus colaboraciones con Massive Attack. Varias versiones diferentes de la compilación fueron publicadas, con distintas portadas, según el país que las recogía. En Grecia el recopilatorio venía contenido en un solo CD, del que solamente estaban presentes siete de las composiciones del doble español (además se podían escuchar a Vanessa Mae, Ian Anderson o Angelo Branduardi). Mientras tanto, en Mexico, además de El último de la fila, Franco Battiato o el Coro de Monjes de Santo Domingo de Silos, la recopilación recogía también composiciones de Enigma, Aleks Syntek, Brian Eno o Sacred Spirit. 

No hay libreto en este doble CD, la información viene contenida en las propias páginas desplegables, tanto el listado de temas y autores, como este texto explicativo: "La música que está contenida en Karma tiene una melodía común, la búsqueda y el acercamiento a la tranquilidad y el encuentro de caminos que llevan al interior de las cosas y de uno mismo. El Nuevo Milenio es una realidad cercana, el mundo está cambiando paso a paso y el deseo de encontrar respuestas es cada día mayor. Probablemente, los músicos son los que más avanzan en estos nuevos caminos y por tanto la música es un vehículo clave en el encuentro de las nuevas respuestas. Músicos de distintas lenguas, distintos países y distintas culturas se unen en una común idea. Karma es un resumen de las tendencias del Nuevo Milenio. La música de Karma quiere ser un oasis de calma en un mundo lleno de ruidos discordantes y negativos. Karma abre un paréntesis positivo para la iniciación de un camino interior de la mano de sonidos relajantes, llenos de fuerza y de sentido".

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