27.12.19

KARL JENKINS:
"Stabat Mater"

Aunque se trate solamente de la música clásica del siglo XX, el término 'música contemporánea' era necesario, por la huida de muchos autores del concepto netamente clásico, radicalizando su música en ocasiones hacia un indecoro electrónico, muchas veces caótico, casi siempre atrevido y de difícil valoración popular. Son variadas y difíciles de abarcar, sin embargo, las bifurcaciones de los tratamientos musicales que se agrupan en ese epígrafe, que se hace más y más necesario al adentrarse en sus tupidas redes. Cabe la posibilidad de realizar un seguimiento de nombres más que de estilos, lo que podría llegar a (casi) asegurar la consecución del tipo de sonido que cada oyente busca, acepta y, en definitiva, disfruta. Más aún si se trata de un artista polifacético como Karl Jenkins, que además de su incursión en el emblemático proyecto Adiemus (con sus influencias corales y étnicas), y otro tipo de obras neoclásicas ("Diamond Music" fue su primer proyecto, con un delicioso resultado, seguido por "Imagined Oceans"), se atrevía también con la música sacra, comenzando en 2001 con la obra basada en la misa católica "The Armed Man: A Mass for Peace", seguida por su "Requiem" publicado en 2005, y una gratísima sorpresa que llegó de la mano de EMI Classics en 2008, otra estupenda obra religiosa para contralto solo, coro y orquesta titulada "Stabat Mater". La portada, un hermoso montaje con rostro femenino, fue sustituida por otra más religiosa (la cara de una estatua de la Virgen María) en la edición conmemorativa de los 75 años de Karl Jenkins en 2019.

Un 'Stabat Mater' es una plegaria, un poema religioso presuntamente escrito por el Papa Inocencio III y por el franciscano Jacopone da Todi en el siglo XIII, que relata el sufrimiento de María, la madre de Jesucristo, durante la crucifixión de su hijo. De las más de 200 versiones musicales con las que ha contado el texto, la más recordada y reputada es la de Giovanni Battista Pergolesi, si bien muchos autores lograron otras interesantes y a la larga importantes recreaciones, entre ellos Rossini, Vivaldi, Palestrina, Haydn, Verdi, Penderecki, Gounod, Pärt y, por supuesto, Karl Jenkins, que compuso el suyo para la ciudad de Liverpool, cuando fue designada por la Unión Europea como Capital Europea de la Cultura en 2008. Al texto en latín, el músico galés añade otros en inglés, hebreo, griego o arameo, de tal forma que su "Stabat Mater", más étnico de lo habitual, recuerda inevitablemente en muchos momentos a los mejores ejemplos de su grupo Adiemus. Evidentemente, es difícil desmarcarse de una forma de componer propia, una marca de agua que cada músico lleva muy dentro, pero en este caso la semejanza no molesta en absoluto, más bien al contrario, aunque el poso de lo que escuchamos no deje de ser una derivación del concepto Adiemus hacia una temática religiosa, su concepción es tan exquisita y su realización tan pulcra, que es preciso considerarlo como otro pequeño hito del compositor galés. Intensa, dramática, extasiante, la partitura de este "Stabat Mater" es absolutamente fabulosa, en ella la voz étnica representa a María Magdalena (Belinda Sykes, que ya había grabado anteriormente el disco de canciones medievales "Magdalena") y la contralto a María (la mezzosoprano Jurgita Adamonyte). Como comienzo, que también es el propio inicio -versos 1 a 4- del 'Stabat Mater', "Cantus Lacrimosus" es de una exhibición vocal y orquestal que llega a estremecer, dando un paso más allá de Adiemus hacia un contexto sacro con coro en latín. Un sentido canto árabe tradicional, de clara raíz oriental, domina "Incantation", mientras que en "Vidit Jesum in Tormentis" vuelve el coro, suave y de aspecto navideño, declamando nuevos versos del 'Stabat Mater' (del 5 al 10) que crecen en intensidad junto a la esplendorosa música. Pero si de intensidad y a la vez ternura hablamos, la inmensa "Lament" (dominada por la solista Adamonyte en inglés, que recita un poema de la esposa de Karl Jenkins, Carol Barratt, dedicado a su amiga Christine Brown, en estado terminal) reúne características idóneas para convertirse en un pequeño hito del clasicismo sacro de este siglo. Opuesto a lo anterior, el poderoso ritmo impuesto por cuerdas, metales y percusión marca la impetuosa "Sancta mater" (versos 11 a 14 del poema), de una energía excitante, que cierra un inicio sin respiro, absolutamente espectacular. La obra recupera la calma y el ambiente religioso con toque folclórico en el canto en arameo e inglés titulado "Now my Life Is Only Weeping", proveniente del poema del místico persa del siglo XIII Yalal ad-Din Muhammad Rumi. Ajenos al poema protagonista, el compositor galés instala entre sus versos otros ajenos que hablan también sobre el dolor (ayudado inestimablemente por el poeta galés Grahame Davies), como los ya mencionados de Barratt o Rumi, uno escrito por el propio Jenkins en inglés, hebreo, latín, arameo y griego ("And the Mother Did Weep"), y dos especialmente importantes: "Are you Lost Out in Darkness?" proviene del conocido poema épico de Gilgamesh (considerada la obra literaria más antigua del mundo, hacia el tercer milenio antes de Cristo), y es un dramático y emocionante lamento en inglés y arameo que retoma el interés del disco por su apabullante poderío vocal, que sobrecoge por momentos; acto seguido, "Ave Verum" es un arreglo coral del himno eucarístico del siglo XIV -atribuido al papa Inocencio VI- 'Ave Verum Corpus', que posee un cierto anhelo aventurero, enigmático, que embarga por momentos y recuerda que la misma vida de Jesús y María son un auténtico misterio, uno de los mayores de la historia de la humanidad. Para acabar con el 'Stabat Mater' "Virgo Virginum" se ocupa del verso 15, "Fac Ut Portem Christi Mortem" (otra bella oración, en un tono grave bastante trágico) de los versos 16-17, y para concluir el álbum, "Paradisi Gloria" (versos 18 al 20) recupera acordes más populares muy del estilo de su autor y de Adiemus. Para una mejor y más completa adecuación a la época de la muerte de Jesús y al área geográfica de Tierra Santa y Oriente Medio, Jenkins utilizó, además de la orquesta (Royal Liverpool Philharmonic Orchestra), voces solistas y coro (Royal Liverpool Philharmonic Chorus), percusiones interpretadas por su hijo, Jody Jenkins, como darbuka, doholla, def y riq, así como un instrumento de viento de doble caña como es el mey. La creciente fama clásica de este autor esencial permite un sigiloso acercamiento de las músicas del mundo a la escena culta, demostración de un mapa musical inmenso, que ese mismo años 2008 también le dejó tiempo para producir un álbum de acercamiento clásico de Mike Oldfield titulado "Music of the Spheres".

Estrenada el 15 de marzo de 2008 en la catedral de Liverpool ("hubo 2000 personas allí y al final todos se levantaron y aplaudieron durante mucho tiempo, fue muy gratificante"), "Stabat Mater" es una obra que si bien no puede calificarse de original, sí que está regida por la calidad y tocada por el sentimiento, el tratamiento vocal entronca lo sacro con lo arcaico, con esas músicas del mundo que imperan en los discos de Adiemus, y la música orquestal envuelve las piezas en un torbellino de religiosa espiritualidad, sin olvidar el autor su propio estilo, que por momentos llena de inabarcable gozo. Aparte de su tardía trayectoria clásica y su incursión en el mundo del jazz y del jazz-rock (el grupo Soft Machine), Karl Jenkins representa uno de los más claros ejemplos de música para publicidad convertida en más de una ocasión, dada su enorme calidad, en disco comercializable, y de hecho con gran éxito de ventas y popularidad. No contó "Stabat Mater" con ninguno de estos dos factores en gran manera, pero el tratamiento orquestal impoluto y las deliciosas aportaciones vocales delimitan una obra respetada en el mundo clásico, que tuvo buenas críticas y populosas representaciones en directo a cargo de diferentes orquestas y voces, prácticamente todas aconsejables al partir de una gran partitura, cuya interpretación en directo llega a sobrecoger.

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13.12.19

STEPHEN SCOTT:
"Vikings of the sunrise"

La idea del piano preparado, cuyo sonido se altera considerablemente por la disposición de objetos entre sus cuerdas, fue utilizada en mayor o menor medida desde los albores del siglo XX (Satie, por ejemplo, introducía papeles en la caja de resonancia en su obra 'Piège de Méduse'), pero su mayor uso y popularización proviene de maestros como Henry Cowell y especiamente John Cage. Su originalidad hace de los conciertos que disponen de esta técnica algo totalmente especial, y es que es visualmente donde únicamente se puede distinguir qué es lo que origina el sonido que se está escuchando. Uno de los compositores que mejor han explorado en sus posibilidades ha sido el norteamericano (nacido en 1944 en Corvallis, Oregon) Stephen Scott. Scott fundó The Bowed Piano Ensemble (algo así como el conjunto del piano con arco) en 1977, y su idea consistía en una evolución del piano preparado, un grupo de diez personas que manipulan cuerdas de nylon y de pelo de caballo dispuestas en las entrañas del piano de cola, de tal forma que suena como una auténtica orquesta. Requerido para actuar en directo por todo el mundo, sus grabaciones han sido recogidas desde 1984 por sellos como New Albion Records (un clásico en la música contemporánea, con trabajos de compositores tan importantes como John Cage, Morton Feldman, John Adams, Terry Riley o Ingram Marshall), que publicó en 1996 su obra más emblemática, un álbum conceptual titulado "Vikings of the sunrise", que habla de los navegantes pioneros que surcaron el océano Pacífico y colonizaron sus tierras y sus islas, y extiende su crónica hasta los últimos exploradores que dejaron su huella en la mayor extensión de agua de la Tierra.

A pesar de su escasísima repercusión popular, Stephen Scott es un afamado músico y maestro, cuyas máximas influencias en su campo, más allá de John Cage, han sido Terry Riley y un Steve Reich con el que coincidió en Ghana a comienzos de los 70, y con el que pudo conversar mucho (se considera guiado un poco por él) mientras aprendían polirritmos de los maestros africanos. Pasó de los instrumentos de viento en la escuela (clarinete y saxo) al estudio profundo del jazz de Miles Davis, John Coltrane, Bill Evans, Charlie Parker o Thelonious Monk, antes de estudiar composición en la Universidad de Oregon con Homer Keller (que también instruyó allí a Ralph Towner, por ejemplo) y con Ron Nelson y Gerald Shapiro en la Universidad de Brown. Aunque también abordó la música electrónica, pronto decidió que no era su campo, y a mediados de los 70 descubrió en la obra de Curtis Curtis-Smith -el auténtico pionero de la técnica de Scott- el sonido de un tono sostenido de una cuerda de nylon frotada sobre las cuerdas del piano, y se preguntó cómo sonarían varios ejecutantes de esta clase en una suerte de interpretación experimental. Dicho y hecho, tras hablar con Curtis-Smith comenzó su vanguardista labor, con pequeñas piezas que acabarían incluídas en su primer álbum, "New music for bowed piano", una especie de estudio que le llevaría a sus grandes obras, comenzando por "Minerva's web / The tears of Niobe" en 1990 (un gratísimo paisaje ambiental grabado por el Colorado College New Music Ensemble) para llegar a su partitura más conocida y aplaudida, "Vikings of the sunrise" en 1996. Amy Dounay, Christopher Eisinger, Daniel Wiencek, David Wilhelm, Joshua Finch, Lewis Keller, Sally Rupert, Shawn Keener, Talitha Jones y el propio Stephen Scott son los diez miembros del Bowed Piano Ensemble (de ellos, sólo Scott y Wiencek perduraban del Colorado College New Music Ensemble, y para posteriores representaciones con soprano se harán acompañar de la esposa de Scott, Victoria Hansen). En su estructura narrativa, "Vikings of the sunrise" implica una suerte de evolución respecto de su obra anterior, tanto en la historia desarrollada como en su forma de musicarla (nuevas herramientas -"martillos de piano de mano, mazos de percusión y silenciadores especialmente diseñados que cambian el timbre del piano"- y otras antiguas utilizadas de manera novedosa y más difícil). En el prólogo del libreto del CD, el compositor Ingram Marshall nos habla de un amplio ritmo en el desarrollo de la obra, "la forma en que la pieza se desarrolla en el tiempo y sigue reinventándose en sí, como el vasto Pacífico. Tiene olas más pequeñas pero también olas enormes, que le dan su forma general". El etnólogo y antropólogo maorí Peter Buck fue el inspirador de la obra a través de su libro 'Vikings of the sunrise', en el que nos dice: "¿Qué clase de hombres eran esos que, al superar los logros de los fenicios en el Mediterráneo y de los vikingos del Atlántico norte, son dignos de ser llamados los navegantes supremos de la historia?"; tras exponer en el prólogo del libro las hazañas de esos navegantes mediterráneos, así como las de los vikingos o de Cristóbal Colón en el Atlántico, comienza a contar la historia de esos mares inexplorados por los europeos en aquella época, que desde mucho tiempo atrás fueron surcados por los navegantes polinesios que fueron poblando las islas del 'gran océano de Kiwa' (la diosa polinesia de los crustáceos). La musicación por parte de Scott se divide en tres partes, la de la creación, la de los primeros exploradores del Pacífico y la de los últimos colonizadores. "Tangaroa" es el título de la primera parte del álbum, y es el nombre del Dios maorí del mar y del Dios creador en la mitología samoana, el mismo que provocó un atronador oleaje que elevó las primeras tierras, el 'ocean drum'. El prologo ("The void") atrapa y plantea la pregunta en el oyente acerca de los instrumentos utilizados por el grupo. Efectivamente, se nos habla del piano preparado, pero no podemos llegar a imaginar de qué se trata hasta ver en algún vídeo cómo el utensilio está profanado, surcado por multitud de cuerdas, y cómo se utiliza toda esa parafernalia (todo de manera bastante caótica, que contradice a lo que suena y parece mentalmente) con un instrumento del que el 99% de las veces sólo escuchamos y vemos interpretar manipulando teclas y pedales. Es algo espectacular, una especie de mesa de operaciones, un amasijo de cables que, cada uno en posiciones estratégicas, accionan y rozan suntuosamente las cuerdas originales, creando ambientes y sueños. En "The great ocean of Kiwa" y especialmente en "Ocean drum" se introduce ya el acertado leitmotiv del trabajo, que continuará su desarrollo en "Vikings of the sunrise", la segunda parte, la más larga y motor temático primigenio del disco. Empieza con "Sun catcher", aguerrida y presa de la en apariencia incontrolable actividad de los intérpretes rodeando el instrumento y utilizándolo también a modo de percusión (ostensible en "We, the navigators" o en "Tangiia takes ten to tango"). Tangiia fue un navegante mítico que Scott imagina "tomando un descanso para recreación y entretenimiento, aunque con la melodía de una forma de baile del siglo XX". "Land of light" es el nombre original de Hiva, la 'tierra de la luz' que los españoles llamaron Las Islas Marquesas, de donde se supone que partieron los habitantes de la Isla de Pascua. Precisamente hay aquí también un lamento por Rapa Nui (ese lamento se refiere al lamentable impacto sufrido por la belleza original de la isla, su cultura y sus habitantes, diezmados por las enfermedades de los europeos). Antes se menciona Kiukiu, un promontorio al oeste de Hiva, "desde el cual se pensaba que los espíritus de los muertos comenzaban su viaje de regreso a casa hacia el sol poniente y Hawaiiki". El leitmotiv va y viene, se alía con otros ritmos y tempos, y la suite va creciendo, imperturbable. El final de la misma, "The star paths fade", es algo más activo, y da paso a la tercera y última parte del trabajo, compuesta por los ocho cortes restantes. Su título es "Vikings of the sunset", y glosa las andanzas de los exploradores tardíos del Pacífico, europeos como Magallanes, James Cook o Thor Heyerdahl (que en 1947 cruzó el Pacífico desde Sudamérica hasta la Polinesia a bordo de la embarcación Kon-Tiki). 'Las Carabelas de Cristo' ("The caravels of Christ") es el título de un libro de Gilbert Renault sobre exploraciones portuguesas en el Índico, esas naos en las que viajó Magallanes, que en 1520 descubrió el Estrecho de Magallanes (El Paso). También le da importancia a James Cook, el famoso Capitan Cook que midió el tránsito de Venus (el paso del planeta Venus como una pequeña mancha por delante del Sol, algo que sucede cada 243 años) desde la bahía de Matavai en Tahití ("Transit of Venus, Matavai, A.D. 1769"). "Dirge for the lost heroes" se refiere a todos los exploradores del Pacífico, "reunidos en el más allá en una mítica patria que es tanto el Hawaiki de los polinesios como el Valhalla nórdico". El del Bowed Piano Ensemble en esta obra es un sonido tan abierto, que puede parecer cósmico por momentos, intrépido en general (lo que favorece a la temática) y que en directo cobra otra dimensión, percatándose el espectador de lo verdaderamente asombrosa que es la compenetración de los integrantes del conjunto en esas circunstancias: "Si nos ve actuar, notará que se necesita mucho movimiento intrincado y 'coreografiado' para reproducir mi música. Los intérpretes trabajan en espacios muy reducidos, y los movimientos de cada uno deben planificarse para no entrar en conflicto con los de los demás (...) En mi grupo, todos compartimos un espacio muy pequeño, y varias personas usarán un dispositivo en diferentes momentos o necesitarán el mismo espacio al mismo tiempo, por lo que existe un gran potencial de conflicto, pero también de soluciones elegantes y compromisos ingeniosos".

La obra de Stephen Scott surge de las entrañas del piano, como una partitura visceral y en proceso de un parto lacerante cuya culminación es tan grata como la milagrosa generación de vida. "Vikings of the sunrise", definida como 'fantasía en los navegadores polinesios del camino estelar', es una odisea experimental, un álbum de difícil escucha pero vivo, distinto, que marca nuevos caminos en la música contemporánea. Más visual que auditiva, es difícil concentrarse en esta música, pero es aún más difícil sacársela de la cabeza, a pesar de su ausencia de melodías y ritmos definidos. Scott conduce por terrenos fantasiosos a su extraño conjunto, la partitura se mueve por recovecos a la par minimalistas y ambientales, conjuntando un asombroso telar de igual heterogeneidad que fascinación; no necesariamente a la primera escucha, pero cada nueva oportunidad que se le da, va tejiendo esa trampa pegajosa e insoslayable. "Vikings of the sunrise" es fascinante tanto en su poder narrativo como en su materialización sonora, interesa por igual lo que dice y cómo lo dice, y en su cierto incógnito, este profesor de música en el Colorado College se rebela como aún más interesante, esa perla perdida, oculta, de la música contemporánea, de la que es necesario hablar, incluso podemos afirmar taxativamente, en su necesidad, que el mero hecho de comentar trabajos como éste es ya importante, más allá de la forma de hablar sobre ellos. No dejéis escapar, pues, obras de Stephen Scott como "Vikings of the sunrise" o como "Minerva's web", y especialmente sus representaciones en directo.