22.3.21

KRAFTWERK:
"Autobahn"

La popularización de la música electrónica en la década de los 70 comenzó a ofrecer al público un mundo de nuevos sonidos y ritmos en la vertiente más popular y por lo tanto comercial del entretenimiento musical. Enseguida aparecieron bandas legendarias e influyentes para animar dicho panorama, nombres ilustres cuyas canciones han permanecido en la historia (de la electrónica y de la música en general), y que de hecho, por su carácter pionero y sus acertados tratamientos, han llegado a marcar decisivamente en todo tipo de artistas, estilos y tendencias, incluso muchos años después de su explosión. Kraftwerk es posiblemente el nombre más legendario de ese panorama, y hablar de ellos en la actualidad es hacerlo sobre el grupo insignia de la música electrónica. Pocos son los músicos de éxito en este género que no mencionan a esta banda alemana entre sus referentes e influencias, y la historia se ha encargado de subirles y no sacarles ya de ese pedestal merced a trabajos inmortales como el que les lanzó definitivamente a la fama, la obra seminal "Autobahn", inspirada en el sistema alemán de autopistas, publicada originalmente en Alemania por el sello Philips en 1974, y reeditada en numerosas ocasiones por Vertigo, Mercury, Parlophone, EMI o cualquier compañía que el negocio discográfico y sus tejemanejes permitieran su comercialización. Además, en 2009 se editó una versión convenientemente remasterizada de la misma.

Düsseldorf era la cuna de los miembros originales de la banda, Ralf Hütter y Florian Schneider, provenientes de familias acomodadas y por lo tanto de fácil acopio de instrumentos musicales de última generación. El conservatorio de Düsseldorf (donde Ralf había estudiado piano clásico y órgano, y Florian flauta) fue la institución en la que ambos se conocieron, durante un curso de jazz e improvisación. Muy al contrario que esa disciplina, su música iba a acabar siendo profundamente estudiada, totalmente creada en el estudio, en esa Düsseldorf industrializada que también provocó, junto a los deseos de afianzar sus orígenes, que el nombre del grupo fuera Central Eléctrica ('kraftwerk'). Enseguida congeniaron, entraron en contacto con la vanguardia y crearon un primer proyecto llamado Organisation, que cambiaron casi inmediatamente por el definitivo Kraftwerk. Su primer trabajo, el chirriante "Kraftwerk", sin melodías definidas, fue un poco atractivo pistoletazo de salida en 1970. Difícilmente se podía atisbar el gran futuro del conjunto, aunque su siguiente trabajo, "Kraftwerk 2" (en 1972) agradece algo más de coherencia, en un tono curiosamente demasiado suave, al menos teniendo en cuenta aquel frío debut. Más melodioso es "Ralf & Florian" en 1973, incluso algo folclórico (llegaron a decir que hacían 'música étnica de la Alemania industrial'). Aun así, sigue sin haber temas estrella, pero el salto sólo iba a tardar un año en llegar, con su primera melodía de mérito en el tema largo de "Autobahn", un progreso tan enorme que mitifica a una banda hasta entonces anodina. Adictiva, potente, y extendida de manera inteligente, con idas y venidas al motivo principal durante más de 20 minutos, la pieza homónima, que ocupaba la cara A del plástico, escarba en caminos tanto rítmicos (la excitante línea de bajo construida con el Moog es un detalle característico de la banda) como de un pasajero folclor no exento de frialdad, sonando mas naturales que forzados. Ralf y Florian dijeron en cierta ocasión que querían ser los nuevos Beach Boys, y no escapó al público de la época la similitud del "fahren fahren fahren (auf der Autobahn)" ('conducimos, conducimos, conducimos por la autopista') con el conocido "fun fun fun" del grupo californiano, un parecido que sin embargo se encargaron de desmentir. Acertado es el tono oscuro, algo lúgubre, de la atmósfera (sutilmente) opresiva de "Kometenmelodie 1" -más que en la carretera parece que estemos en el interior de un submarino-, mientras que "Kometenmelodie 2" es amena y desenfadada, una felicidad electrónica que inunda el ambiente por medio de una melodia tan altiva como el ritmo que la acompaña. La electrónica es aplicada definitivamente a la música popular y a los ritmos bailables, y esta "Kometenmelodie 2" es otra melodía de potencial éxito muy a lo que pocos años después lograría Jean Michel Jarre. Restan dos cortes de plausible experimentalidad, lejana a la de su álbum de debut, a años luz de este inteligente y gozoso divertimento, que puso a Ralf y Florian, junto a sus dos "empleados", al frente de la electrónica de masas. "Mitternacht" es el primero de ellos, repleto de efectos que continúan en el corte de cierre, "Morgenspaziergang", pero con la flauta de Florian anunciando que el viajero ha llegado a su destino y puede relajarse. Los créditos del álbum, según la edición remasterizada de 2009, fueron los siguientes: Ralf Hütter (voz, sintetizador, órgano, piano, guitarra, batería electrónica), Florian Schneider (voz, vocoder, electrónica, sintetizador, flauta, batería electrónica), Klaus Röder (violín eléctrico en "Mitternacht") y Wolfgang Flür (batería electrónica en "Kometenmelodie 1–2"). Karl Bartos conformará el cuarteto mítico del grupo (en sustitución de Röder) a partir de su siguiente trabajo, pero también hay que nombrar al quinto miembro en la sombra, el artista gráfico Emil Schult, que se encargó de la portada y colaboró en la letra del corte "Autobahn", mientras que la música de todos los temas estaba acreditada a Ralf y Florian. El salto de originalidad en "Autobahn" vino provocado por las percusiones electrónicas, un componente rítmico muy especial que venía secundado por los sintetizadores, vocoder y demás instrumentos característicos de la música electrónica antes mencionados, pero también de otros acústicos como guitarra o flauta. Envuelto en polémica, es maravilloso el relato de Wolfgang Flür, en su libro 'Yo fui un robot', sobre cómo construyó prácticamente con piezas metálicas de chatarrería soldadas sobre una caja de ritmos, la primera batería electrónica, que más tarde llamarían drumpad, y que -siempre según Flür- Ralf y Florian patentaron sin conocimiento del que se autodenomina como verdadero inventor. Mucho se ha hablado al respecto y mucho se seguirá diciendo. Atendiendo estrictamente a la música ofrecida, las nuevas soluciones percusivas se unieron a una conciencia especial para dar el salto definitivo de la banda, de la experimentación a la excelencia. Conny Plank fue el productor e ingeniero de los tres primeros álbumes de Kraftwerk, y apareció por última vez en este "Autobahn", aunque no fue acreditado. Tampoco Wolfgang ni Karl, tras la polémica del libro del primero, fueron acreditados en las reediciones de los discos en los que participaron. 

Huyendo del sustrato cósmico que irradiaban otros grupos alemanes de éxito, Kraftwerk optaron por lo terrenal, por la energía eléctrica, directamente en el nombre del grupo. "Autobahn" (que sin ser su primer disco es 'su primer disco reconocido e inspirado') activa un resorte que incita a un movimiento impulsivo. Un clásico del conjunto, que les permitió tener una estabilidad económica con la que tomarse tranquilamente sus futuros proyectos, también es un comienzo aceptado popularmente de movimientos como el pop electrónico o el synth pop, un referente en los recuerdos setenteros de este tipo de música. El sencillo del tema principal fue un éxito sorpresivo, especialmente en el Reino Unido y los Países Bajos, y originó una gira del grupo por Estados Unidos, que provocaron en Alemania titulares como 'Kraftwerk electriza América'. Tal vez la música de estos jóvenes de Düsseldorf era ingenua, tal vez el ingenuo era el público en general, que asistía ante un nuevo fenómeno sin nada con qué compararlo, lo que no cabe ninguna duda es de la influencia posterior de la banda, en los 70 era el suyo un sonido distinto y auténtico, en parte por las nuevas búsquedas, en parte por tener que improvisar sus propios instrumentos electrónicos. Pocos años después, la buscada superficialidad de ese sonido se vulgarizó de verdad, la facilidad de acceder a la tecnología hizo que casi cualquiera pudiera publicar un trabajo digno, y sólo unos pocos destacaran, haciendo de pioneros como Kraftwerk figuras mitificadas.






15.3.21

TIM STORY:
"The perfect flaw"

Aparte de unas escasas clases de guitarra cuando era pequeño y de investigar por su cuenta en el piano familiar, el interés por la música de Tim Story aumentó cuando fue contratado por John Thompson para trabajar en su tienda de discos, a la que Tim acudía a menudo desde muy joven. Stravinsky, Debussy, Bartok o Reich se unían sin prejuicios a Can, Robert Wyatt, Miles Davis o la Velvet Underground en el hilo musical de la tienda, así como en casa de Tim, hasta que se decidió a grabar sus propias ideas y publicarlas en el sello noruego Uniton Records. Su sonido de profunda ambientalidad impresionista quedó definido desde bien pronto, y en su benevolencia hay algo emocionante, un componente especial de sublime belleza. La propia imagen de portada de "The perfect flaw" ('Fatima', del fotógrafo Wernher Krutein, artista que ya había aparecido en portadas de Steve Roach, Robert Rich o Constance Demby, así como en el anterior disco de Tim, "Beguiled"), hermoso rostro en tonos cálidos, refleja lo idílico de la música contenida en este trabajo publicado por Hearts of Space en 1994, que presenta momentos en los que el tiempo parece haberse detenido.

Había una confesa inocencia en los primeros trabajos de Tim, esos cuya publicación tuvo que sudar, enviando casetes de demostración a varias compañías. De Klaus Schulze obtuvo, señala, "un dulce y elogioso rechazo", y de Atem la decepción de ver el hundimiento de la compañía cuando ya habían sido firmados los contratos. El nuevo sello de Oslo Uniton Records recogió, afortunadamente, el testigo, logrando Story la recompensa definitiva, el comienzo de un camino que le llevó de vuelta a Estados Unidos de mano de Windham Hill, y de ahí a Hearts of Space, cuyo sonido general era más acorde con el de el teclista. Allí publicó "Beguiled" en 1991, en cuyo interior se destacaba que el compositor "se las arregla para combinar una elegante sencillez de medios con una apabullante resonancia que se niega a ser resuelta en una sola escucha o en un conjunto de ellas. Uno crece con esa música. Revela sus secretos lentamente y cambia milagrosamente a medida que cambia el ritmo de la vida. Siempre es la música la que invita -a menudo exige- que el oyente ponga algo de sí mismo en el proceso, que de alguna manera tanto el oyente como el compositor sean responsables de la creación activa de la música". Tres años después de "Beguiled", con su lógica maduración, apareció "The perfect flaw", y un hecho destacaba especialmente para que este trabajo resultara de novedosa factura en su discografía: la presencia contundente de los instrumentos de viento, que se unían a los teclados de Tim (piano, sintetizadores, sampler y efectos de sonido) y al violonchelo, para que el todo fuera más completo y reconfortante, una especie de luminoso equilibrio entre lo acústico y lo electrónico. Eran concretamente dos féminas esas intérpretes principales, Kimberly Bryden con el oboe (en 6 de los temas) y el corno inglés (en otros 3), y Martha Reikow con el violonchelo (que ya había aparecido en "Beguiled") -con ellas afirma haberse sentido muy cómodo, así como haber vencido sus miedos iniciales-, además del asomo del clarinete de Ron Samuels en otro de los temas del disco. "The perfect flaw (intro)" es la obertura nos introduce en un mundo pausado y armonioso, una realidad en la que la música es lo que tú quieras que sea, como el recuerdo de un plácido sueño. A continuación, y con la firma indeleble de su autor, "A broken alphabet" es posiblemente el tema estrella del álbum, una pieza perfecta en su carácter relajante y evocador, en la que teclados y oboe se hacen uno. "Lydia" es un destello de amor, una nueva pieza flotante en la que es necesario pararse a escuchar la deliciosa conjunción de elementos relajados que no obstante saben invocar una cierta tensión, eso sí, evanescente. Y en un soberano poker inicial, la celestial "After 4 o'clock" es puro Satie, una remozada 'gymnopédie' con clarinete, única composición del álbum en la que aparece este instrumento, junto a teclados muy blancos (si ese es el color de la pureza) y otro gran invitado como es el violonchelo, aunque su aportación es más especial en piezas como la primorosa "Terzetto", por ejemplo. El resto del disco se debate entre atmósferas sencillas como "Liquid shadow night", paisajes donde se refleja una calma cristalina ("Sister of the flood", "Riverine") o una nueva construcción sugerente titulada "Rill" donde el piano da paso a un viento que planea muy alto y muy lejos, hasta llegar al tema homónimo y continuación de la intro del disco, un acompasado "The perfect flaw", paseo dominado por el piano y los sintetizadores que en su tranquilidad transmite de maravilla la paz que Tim Story busca en su música, con esas pequeñas ideas que tan bie sabe extender en el tiempo de forma repetitiva y atmosférica, buscando más el ambiente que la melodía. 

Muchos años llevaba Tim Story desarrollando una música ambiental melodiosa y lumínica cuando le llegó la oportunidad de una buena distribución, una salida definitiva al mundo. En su concepción neoimpresionista, Story posee la vaporosidad de Debussy junto a la melodiosa búsqueda de Satie, pero en su conjunción con elementos modernos logra una sonoridad única y pasmosa, líneas melódicas de teclado a las que se superponen atmósferas con presencia de vientos y una sencillez envolvente, encantadora y embriagadora ("la simplicidad no tiene que ser sinónimo de pobreza, todo lo contrario, es en ella donde se oculta la belleza", decía el artista). No hay anarquía ni experimentación, todo parece debidamente planeado antes de entrar en el estudio, donde Tim Story compone, graba, mezcla y produce este "The perfect flaw", que con los vientos auténticos gana en intensidad, aunque es curioso que no los comenzara a utilizar cuando grabó "Glass green" en Windham Hill -sí que aflorarán a partir de aquí para las canciones que grabará en recopilatorios de ese sello como "In search of angels"-, con su especial elenco de windplayers.










7.3.21

SARAH BRIGHTMAN:
"Eden"

En música, un crossover es un cruce, una fusión de diferentes estilos que originan un producto de relativo interés, ya que lo mismo puede derivar en una olvidable actualización de conceptos ampliamente usados o desgastados, como en una interesante investigación de formas musicales que se retroalimentan, originando un producto fresco y novedoso que, aunque sea brevemente, tiene su profundo interés como experimento, y su cabida en la industria. El crossover clásico es el más difundido y exitoso. Al menos partiendo de ese apelativo, y en el conjunto de este tipo de cruces, destaca también la importancia a nivel público, llegando incluso a gozar de buenas ventas y una cierta inclusión en radiofórmulas, del pop operístico, la mezcla de sonidos típicos del pop y el rock con cantantes líricas (especialmente femeninas), entre las que la soprano y multiartista Sarah Brightman fue una adelantada a su tiempo, afamada desde que protagonizara musicales como 'Cats' o 'El fantasma de la ópera' en Broadway, a las órdenes musicales y escénicas de su entonces marido Andrew Lloyd Webber. Con una voz entrenada en el Royal College of Music, su imagen internacional comenzó a ascender cuando cantó "Amigos para siempre" junto a José Carreras en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. Frank Peterson, ex miembro del grupo Enigma, fue quien la impulsó desde entonces al estrellato en el classical crossover.

Dejando atrás varios trabajos de canciones teatrales y populares a finales de los 80, "Dive" fue el primer disco firmado por Sarah en 1993 en esta nueva etapa de su carrera, con la producción de Frank Peterson, que componía junto a muchos otros nombres implicados varios de los temas, y con una imagen sofisticada que pretendía impactar tanto por lo visual como por lo musical. El nombre y la figura de Sarah Brightman comenzó a hacerse muy popular gracias a esas avanzadas baladas poperas ("Captain Nemo", "Seven seas") que continuaron en su siguiente disco en 1995, "Fly" ("The fly" o la muy operística "A question of honour", por ejemplo), junto a interesantes colaboraciones (Chris Thompson -de la Manfred Mann's Earth Band-, Tom Jones). Fue sin embargo Andrea Bocelli el que proporcionara su voz para alcanzar el gran éxito en "Time to say goodbye", para su trabajo de igual título de 1997 (también llamado "Timeless" en Europa) con la Orquesta Sinfónica de Londres, un álbum superventas -especialmente en los Estados Unidos y Alemania- que volvía a reclamar la seriedad clásica junto a la voz de soprano de la diva, con la colaboración también del tenor argentino José Cura ("Just show me how to love you") y versiones de todo tipo de música, desde Mozart, Joaquín Rodrigo o Carl Orff a los Gipsy Kings, Queen o Mecano -"Naturaleza muerta", cantada en español-. Ese es, precisamente, uno de los giros importantes en la carrera de Sarah Brightman, ya que mientras que "Dive" como "Fly" poseían mucho repertorio propio, a partir de "Timeless" aparecieron canciones ajenas, concretamente grandes éxitos de varios campos (también clásicos, aunque entraron en juego el pop, el rock o el folclore) con nuevos tratamientos, que daban mucho que pensar en cuanto a la originalidad del producto, mientras que aumentaban considerablemente las ventas del mismo. Esa dicotomía seguirá estando presente cada vez más en los discos de la soprano por medio de versiones de todo tipo de artistas, de hoy y de siempre, y obras como "Eden" no se iban a quedar atrás en esa actitud que bien podría ser acusada por muchos de aprovechamiento. Sin embargo, siempre que las versiones sean atrevidas, aporten algo, y estén englobadas en un entorno audaz, trabajos como éste no sólo pueden salvarse de la quema sino que, con sus lógicas reservas pero atendiendo a la interpretación y a una producción de lujo, ganan puntos en el conjunto del panorama musical de finales de siglo. "Eden" fue publicado por el sello británico EastWest en 1998 (en su portada, un gran telón rojo de aires teatrales muestra descansando a esta especie de muñeca de porcelana), y cualquier buen aficionado a la música puede identificar en él varios de los covers incluidos, canciones de compositores muy conocidos, así como de grupos de reciente creación. El comienzo, atmosférico ("In paradisum"), parece conducirnos a la India más que a los grandes teatros de ópera, y en cualquier caso, a su visión del paraíso, del jardín del edén, con una letra escasa en latín. Como continuación del espíritu divino del álbum, cantos a modo gregoriano (no hay que olvidar que Frank Peterson es el máximo artífice del grupo Gregorian, que comenzará su andadura un año después de este disco) se funden con efectos y percusión para establecer la línea melódica del gran tema que llegó a todas partes ese año por radios o por publicidad. Con el mismo título que el disco, "Eden" golpea con su hiperproducción y traspasa la línea de lo que esperamos en una canción de este tipo de artista, aunque realmente llevara unos cuantos años avanzando en este camino. Esta canción es la primera de las versiones en el disco, pues ese mismo año veía su publicación también en el álbum "Blue wonder power milk" del grupo del belga Alex Callier -el firmante de la pieza- Hooverphonic, y sin desmerecer esa interpretación original, la producción de Peterson, junto a la traspasante voz de Sarah, logran un conjunto más poderoso. Lo tradicional acudió a continuación en ayuda de la soprano con la nueva versión del conocidísimo "Women of Ireland", con cambio de título ("So many things") y tratamiento correcto, si bien no es la canción que antaño, con otro enfoque pop, traspasara fronteras en la versión de The Christians, dejando aparte las versiones instrumentales de auténticas bandas folclóricas, comenzando por The Chieftains. Sarah llega aquí por fin al terreno clásico para reelaborar el "Adagio" de Albinoni, compositor italiano del barroco, con el título de "Anytime, anywhere". Su voz desborda, objetivamente es maravillosa. También dentro del classical crossover propiamente dicho -aunque algo más reciente- estaría la siguiente pieza, "Bailero", del compositor francés Joseph Canteloube, sencilla y natural, y ya hacia el final del disco otros dos ejemplos operísticos: el aria "Lascia ch'io pianga", de la ópera 'Rinaldo' de Georg Friedrich Händel y "Nessun dorma", otro aria, en este caso de 'Turandot' de Giacomo Puccini, con una particularidad, y es que siendo una pieza escrita para tenor (muy recordada es la interpretación de Luciano Pavarotti), ella la canta con su voz de soprano. Pero otros estilos iban a ser referenciados en el álbum, por ejemplo el rock progresivo con toques de folk de la banda estadounidense Kansas en su gran éxito "Dust in the wind", otro éxito de un disco cuya producción, no cabe duda, seguía siendo elegante. No iban a quedar atrás grandes éxitos del momento, como la canción de James Horner que interpretó Céline Dion para la película 'Titanic', "My heart will go on", reescrita en italiano y rebautizada como "Il mio cuore va". Los idiomas no son obstáculo para Sarah Brightman, que retorna al italiano con la estupenda "Nella fantasia" (versión de la excepcional "Gabriel's oboe" de Ennio Morricone para la película 'La misión', para la cual la cantante escribió repetidamente al compositor italiano consiguiendo por perseverancia tornar su negativa inicial), intenta con el tema en francés "Un jour il viendra" un nuevo acercamiento popular con tintes clásicos también procedente del cine (compuesta por Gabriel Yared, formaba parte de 'El paciente inglés'), y canta en español, volviendo a demostrar su pasión por Mecano en la versión de "Tú". Es sin embargo "Deliver me" el segundo tema verdaderamente interesante del álbum, un continuo clímax con aroma a gospel, que el grupo británico The Beloved había grabado en 1996. Una vez más, la versión de "Eden" es muy acertada, perdiendo su carácter de experimento de pop electrónico en beneficio de la grandilocuencia vocal y el espíritu fusionador del álbum. Ya en el final del disco, Per Andréason y Don Black firman el bien hilvanado pop de "Only an ocean away", "Scéne d'amour" es una nueva incursión, esta vez tarareada, en el cine ("Eden" es sin duda un álbum muy cinéfilo) pues proviene de la sensual música de Francis Lai para el film 'Bilitis', y "The last words you said" es un extra de la edición americana del álbum, a dúo con el otrora exitoso Richard Marx. "Eden" dio paso a una gira mundial llamada 'One nigh in Eden', con grandes incorporaciones técnicas y escenográficas, y la grabación y publicación de uno de esos conciertos. 

Ávidos de ventas, y por tanto de radiofórmulas, los crossover clásicos acercaban la ópera al pop, y los resultados eran buenos debido a la sobreproducción y a los bien pagados arreglos. Qué curioso que comenzaran a aflorar de repente este tipo de sopranos interpretando canciones de corte operístico como si salieran de un laboratorio fusionador, Emma Shapplin, Charlotte Church, Katherine Jenkins, Hayley Westenra... incluso en España contamos con Sonia Terol, sin olvidar al curioso grupo Chafino, producción de Julián Ruiz con la voz del soprano José Ramírez Ruíz. Y es que no sólo las mujeres dominaban el arte del pop operístico, ¿quién no conoce a Andrea Bocelli, Paul Potts o Il Divo? Cientos de nombres aparecerán con sólo investigar un poco (The King Singers, Tony Henry, Il Volo, The Priests, The Tenors, The Celtic Tenors, Aled Jones, Susan Boyle o incluso Mónica Naranjo), algunos más interesantes que otros, pero hay que saber distinguir entre diferentes grados de calidad y el componente de simple oportunidad que aparece inherente a muchas de las verdaderas propuestas atrevidas, auténticas o tan exuberantes como fue en su momento la de Sarah Brightman.