27.1.22

LUDOVICO EINAUDI:
"Underwater"

La mayoría de los pianistas melódicos que nos han deslumbrado con sus trabajos en solitario han alcanzado un momento en el que tienen la necesidad de revestir su música con otra instrumentación, generalmente de corte clásico, aunque las teclas acaben destacando, lógicamente, en la ecuación. Ludovico Einaudi ya había logrado un cierto éxito internacional con "Le onde" cuando incorporó bajo, cuerdas, guitarra y duduk en su álbum "Eden Roc" en 1999. Su siguiente paso retornó al piano desnudo en "I giorni", pero era difícil adivinar que iban a pasar dos décadas hasta retornar a esa propuesta. Efectivamente, desde su colaboración con el intérprete de kora Ballaké Sissoko en el álbum de 2003 "Diario Malí", Einaudi se hizo acompañar de buenos amigos, intérpretes de cuerdas especialmente, en su magna obra. Tras la curiosidad de "12 songs from home", donde Ludovico ofrecía recogidas versiones de algunas de sus composiciones durante su confinamiento en 2020, Decca publicó a comienzos de 2022 "Underwater", su primer álbum de estudio con composiciones nuevas de solo piano en más de 20 años.

Y el retorno es gozoso, qué serenidad, qué placidez sentarse y disfrutar del piano de Einaudi. Él lo hace fácil, se funde con el instrumento para acongojar, y cada pieza es un viaje a la dulzura, o como se dice en la nota de prensa del mismo, "un espacio para flotar sin límites, para reflexionar libremente", y es que Ludovico no tuvo presiones de ningún tipo: "La música vino con naturalidad, más que nunca antes. Sentí una sensación de libertad, de abandonarme y dejar que la música fluyera libremente. No tenía un filtro entre lo que salía del piano y yo, sentía mucha pureza". Posiblemente, la inspiración fuera incluso mayor que los paseos que originaron su anterior serie de siete trabajos, "Seven days walking", al poseer ese componente de dejarse llevar, de no poder hacer otra cosa aparte de tocar, de la soledad de la persona y el piano. El despegue del álbum, "Luminous", viene acompañado de un pequeño video donde pequeños microorganismos marinos desplegaban sus formas ondulantes y maravillaban con su luminiscencia. Ellos estaban vivos, como la música, como esa pieza sencilla y completa, en la que el maestro turinés sabe hasta dónde llegar. Cuatro eran las composiciones de avance del trabajo, entre las que destacaba especialmente otro video, el de "Natural light", que también se nutre de lucecitas, posiblemente las que le acompañaban cuando cerraba los ojos para componer durante el confinamiento al que la mayor parte de los seres humanos nos vimos sometidos durante el año 2020, ya que este álbum procede de esas largas horas en casa, y es, en sus palabras promocionales, "un manifiesto por la vida y una declaración para esta época en la que el mundo a mi alrededor estaba tranquilo y silencioso". Las luces de las que nos alimentábamos eran artificiales, por eso Ludovico sueña en esta gran pieza con la luz natural, con la calidez de las sensaciones solares, jugando con una deliciosa melodía con algo infantil, algo entre el ingenuo deseo navideño y la espontaneidad de la experiencia. Un tercer video de presentación era "Atoms", pieza menos desarrollada que nos introduce en un sendero boscoso, un bucle ambiental de acompañamiento a las melodías anteriores. En el último de esos cuatro avances, vuelve el juego entre notas en "Rolling like a ball", no tan afortunado como los dos primeros ejemplos, pero hermoso en definitiva, y descriptivo en este caso del reflejo del paisaje en un lago. Es esta la segunda de las piezas en el orden del disco, que continúa con "Indian yellow" (una nueva delicia donde el artista parece retornar al pasado y jugar en la calle con los amigos), el minimalismo de "Flora" y la mencionada "Natural light". Nada que objetar a las pequeñas delicias que siguen, melodiosas como "Almost june", "Nobody knows" o "Temple white" (difícil no destacar piezas como éstas en el conjunto del disco), tremendamente delicadas como "Swordfish" o "Wind song", siempre con el inconfundible sello del italiano. Ludovico se deja para el final la composición que titula al álbum, "Underwater", y aclara que dicho título "es una metáfora, una expresión de una dimensión muy fluida, sin interferencia del exterior". Ludovico no innova, pero no lo necesita, ofrece lo que se espera de él, y es maravilloso saber que continúa inventando piezas sin igual en su mismo estilo, año tras año, tal vez más reflexivo en casos como el de "Underwater". La fotografía del cisne de la portada fue tomada también por Einaudi, del que se dice que es el artista clásico con más seguimiento por streaming de todos los tiempos, y es que, aparte de la belleza de sus composiciones, la corta duración de las mismas y la utilización de muchas de ellas en el mundo del cine, ha elevado a este músico a una escala prodigiosa, lo que intenta aclarar a través de la diferencia entre componer y escribir canciones: "Cuando estás escribiendo una canción es como respirar, la forma de hacerlo es corta. Una canción es como la belleza de un solo soplo, una ola que va y viene. Es hermoso tal como es, no necesita nada más".

El álbum del lejano año 2004 "Una mattina" ya trataba sobre la vida del pianista en su casa, con sus cosas y su familia, por lo que es de recibo admitir que son esas las cosas que en definitiva le inspiran, la tranquilidad de su hogar, las costumbres diarias que un artista como él, en continua gira de conciertos y promociones, difícilmente puede disfrutar. La pandemia lo logró, Italia se vio pronto en una difícil situación por la expansión del Covid-19, que tuvo que ser atajada con el aislamiento domiciliario. ¿Quién nos iba a decir -a él y a cualquiera de nosotros- cuando se publicó "Una mattina" que eso iba a suceder?, pero lejos de lamentos, la familiaridad del hogar de Ludovico en Dogliani volvió a ser acicate en esta ocasión tan distinta, para sacar los sonidos guardados en su interior, y más allá de sus obras anteriores, de sus adaptaciones con orquesta o de las eficaces bandas sonoras que están acrecentando su fama, se puede afirmar que "Underwater" es uno de los trabajos más sinceros y auténticos de esta estrella clásica de la actualidad.

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19.1.22

MILLADOIRO:
"A Galicia de Maeloc"

La tradición nos cuenta que un milladoiro es un montón de piedras acumuladas en los caminos, especialmente en el Camino de Santiago, aunque desde la época romana se ha perdido el significado de ese culto, que posiblemente provenga de la palabra 'humilladoiro' (humilladero) y sean como ofrendas de peregrinación, bien hacia el apóstol o bien, en la época romana, a determinados dioses de los caminos. Otros expertos afirman que se trataba de enterramientos, piedras amontonadas para cubrir el cuerpo de cadáveres que quedaban en el tránsito. Tal vez fuera la superstición la que hacía que los peregrinos del Camino de Santiago continuaran arrojando guijarros a los milladoiros que se encontraban, pero la tradición se mantuvo y el nombre se revitalizó también desde el campo de la música: en el momento en que Antón Seoane y Rodrigo Romaní necesitaban un nombre para el grupo de música tradicional gallega que acababan de formar a finales de los años 70, pensaron en que esos montones de piedras podrían reflejar perfectamente tanto la antigüedad de la música como el poder de la transmisión de esa información popular. Así, llamaron a su grupo Milladoiro en honor a esos "testigos silenciosos de una época en la que nos llegaron influencias y vibraciones de toda la Europa medieval".

Para fortuna del legado musical gallego, Romaní y Seoane publicaron "Milladoiro" (junto a Xosé V. Ferreirós) en 1978, primera piedra de la banda que iba a tomar ese nombre desde el año siguiente, ya con ellos tres además de Fernando Casal, Laura Quintillán y Moncho García en su formación primigenia. A todos ellos les unía la música tradicional gallega y el conocimiento ligero de los trabajos primarios de otros transmisores legendarios de tradiciones celtas como Alan Stivell, The Chieftains o Malicorne, sin olvidar otras figuras de la música gallega como Emilio Cao, pero tenían que fortalecer su unión, encontrar el tratamiento adecuado y un repertorio idóneo hurgando en cancioneros y poblados: "Cuando Milladoiro empezó su trabajo tuvo varias fuentes de documentación, una era la tradición oral, los viejos músicos que estaban todavía en activo y que mantenían una relación con parte de nosotros. De ahí recogimos los primeros temas acompañados de una literatura que estaba muy dejada de la mano de Dios". Sin estar seguros de la respuesta pública, empezaron a ensayar y forjaron "A Galicia de Maeloc", que fue publicado por el sello gallego Ruada en 1980. La portada es espectacular, una ilustración de Xosé María Piñeiro recreadora de leyendas con temática celta. Desde el principio este trabajo fue una apertura con sabor gallego a ese excitante mundo celta, con la polémica que ello conllevaba en una España en remodelación y con fiebres autonómicas. Solventando la sencillez de las melodías rescatadas, el folclore se teñía de actualidad con nuevos bríos y arreglos alegres y melódicos en forma de muñeiras, alalás o pasodobles tradicionales, y adaptaciones de dos piezas irlandesas, dos acercamientos a los celtas del norte, que no desposeían a la gran parte del disco de sus raíces gallegas, un disco que comienza con la "Danza De San Roque De Hio", una animada danza popular con poderío gaitero. También tradicionales gallegas son "Tecendo liño" (otra especie de danza, donde mandan en la melodía flautas y violines), "Danza de cariño" (con deliciosos aires medievales y un arpa que invita a pensar en Alan Stivell) y "Muñeira do areal", mientras que "Si bheag si mhor - John Ryan's Polka" es un tema que conjuga dos piezas irlandesas, una de O'Carolan y otra tradicional, de sonoridad mágica y profunda -donde no faltan las uilleann pipes y el tin whistle-, un gran acierto en el disco. En esta primera cara del plástico deja su sello en la composición Antón Seoane en los temas "A bruxa" (acordeón, zanfoña y la completa instrumentación se conjugan en una bella pieza cargada de sueños e ilusiones) y "Rosalía" (donde el clave marca la buscada antigüedad, y vientos y cuerdas aportan la esencia cantábrica más actual). El título "Alalá - Muiñeira - Jiga" no deja lugar a la duda sobre lo que contiene el arranque de la segunda cara, esos recuerdos de la tradición que continúan en "Danza de astureses" (una nueva danza de celebración en cuatro tiempos), "Pasodoble do berbes" (entretenida tonada donde las gaitas vuelven a resonar) o la delicada "Axeitame a polainiña", con un tema introductorio de Romaní. Es el mismo Rodrigo el compositor de "Ila vai o mar" (poética tonada donde el arpa y la zanfona se alzan por encima del romper de las olas), y coautor junto a Antón Seoane y Laura Quintillán del tema de cierre "Polcas (Da Arousa e do Tapal)". El grupo destaca en su web: "La primera vez que en la música gallega se emplean conjuntamente gaita gallega, ocarina, zanfona, arpa, clavecín, flautas, uillean pipe, etc. Fue el primer disco gallego que se editó en el mercado francés".

Para acceder más al componente puramente gallego que al celta, Milladoiro fue el nombre elegido para la banda tras desestimar, entre otros, el de Maeloc, que formaría parte de este su primer álbum. Maeloc era el nombre del obispo que comandaba la expedición celta que arribó a Galicia a mediados del siglo V huyendo de los combates en el sur de Inglaterra. Galicia era tan verde como su propia tierra, por lo que se adaptaron con facilidad y trajeron, entre otras costumbres, su propia música. Durante los 80 la importancia de Milladoiro fue creciendo y su nombre fue sinónimo de calidad, que exportaban desde Galicia a toda España y al mundo entero, hasta Estados Unidos o Japón. El tratamiento de la tradición gallega se realizó desde siempre con mucho amor y eso dignificó la figura del músico folclórico, que encontró un terreno abonado. Así, la situación de la música tradicional gallega -y la española en general- fue cambiando durante esa década hasta una aceptación total, que en los 90 tornó por momentos en devoción. Gran parte de la culpa fue suya, algo tuvieron sus discos, algo hicieron por pasear el nombre de lo gallego por el mundo, y aunque otros, con mucho mérito también, recogían el testigo y los frutos de ese trabajo, Milladoiro ha sido siempre un icono de la música gallega.

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6.1.22

ELEFTHERIA ARVANITAKI:
"Emisión"

La situación geográfica de Grecia le ha hecho ser un país con muchas influencias musicales, aparte de sus propios géneros populares, como la demotika, smyrneika, laika o rebetika. En la Opisthodromiki Compania cultivaban estos géneros tan impronunciables a comienzos de los 80, especialmente la rebetika (una música que surgió de manera marginal, como canción protesta de griegos refugiados tras la Primera Guerra Mundial, que fue perseguida posteriormente por las dictaduras de Ioanis Metaxás y de los Coroneles), y su cantante, una joven Eleftheria Arvanitaki que trabajaba como contable, no se tomaba en serio la posibilidad de ser profesional de la música. La vida sin embargo no le dio otra opción, dada su enorme calidad, y su nombre se unió a los de otras divas helenas como Háris Alexiou o Álkistis Protopsalti para dar a conocer al mundo en la década de los 90 una música que a pesar de contener mensaje se podía disfrutar igualmente sin entender las letras, dado su especial carácter rítmico y la belleza de la instrumentación unida al poder de las voces.

Eleftheria ha gozado siempre de un especial éxito y conexión con el público español, que ha acogido con ansia y elogios cada nuevo paso de esta mujer nacida en 1958 en El Pireo. Por tanto, y ante la publicación en 2001 de su nuevo disco en Grecia, su compañía -Mercury- optó por una opción lógica, la de realizar una versión exclusiva de este nuevo trabajo para el mercado español, con traducción del título y de las letras de las canciones. Así nació "Emisión", álbum publicado en 2001 por Emarcy Records con la distribución de Universal, que por mor de ese despegue internacional de la cantante, también contó con su correspondiente edición británica, de título "Broadcast". Al comienzo del disco, un tímido viento introduce una pieza delicada en la instrumentación y potente en el tratamiento vocal, como no podía ser menos; esta hermosa e importante canción en el álbum, titulada "Andar sobre el agua" y escrita por el poeta griego Mihailis Ganas, letrista de gran parte del disco (y de obras anteriores de Eleftheria), trata sobre la belleza de la naturaleza, de todos esos lugares sobre la Tierra que probablemente nunca vamos a poder visitar pero con los que soñamos, como podemos soñar con andar sobre el agua. La música es de Manos Ahalinotopoulos, clarinetista en alza, que interpreta la flauta dulce. La uilleann pipe y la flauta irlandesa (ambas interpretadas por Emer Mayock), aportan nuevos aires a la música griega en "Este beso", canción esplendorosa y evocadora sobre la base de los límites entre la amistad y el amor. Esa gaita irlandesa volverá a adornar un tema recogido como "De cabeza", pero antes suena "Vieja historia (La femme sans haine)", canción a dúo entre Eleftheria y Christos Thiveos, con música del senegalés Ismael Lo. El célebre laudista Ara Dinkjian entra en juego a mitad del disco con la música de "La copa en alto" y, más emocionante, "Palabras que guardaba", canción sobre el amor y el desamor, de nuevo con letra de Mihailis Ganas. Aunque delicioso y bien trabajado, el álbum merece un nuevo tema estrella, y "Por el color de tus ojos" llena la atmósfera con ritmos caboverdianos, pues es una canción de Teofilo Chantre, al que conoció a través de Cesaria Evora; trombón, saxo, marimba, piano, guitarra, contrabajo, percusiones y por supuesto, el cavaquinho, interpretado por João-Jose Pina Alves, suenan en este cálido primer sencillo del álbum, que Eleftheria canta en griego, y en la edición griega del álbum a dúo con la enorme 'diva de los pies descalzos', Cesária Évora. En otros países no, por cosas de las compañías. "Fuego y nieve" es una de las canciones más emocionantes del disco, espectacular interpretación a dúo de Eleftheria y Dulce Pontes (ambas se unieron en este proyecto al tener un amigo común, Cruz Gorostegui, promotor de conciertos), autora de la música de este tema en el que de nuevo Mihailis Ganas habla del desamor. Tras un discreto pero siempre elegante final melódico con "Hacia el sueño eterno" y "Añoro el futuro" (que trata de una relación que acaba pero se llena de optimismo mirando hacia el futuro, es decir, que posiblemente fuera lo mejor que podía ocurrir entre ambos -una especie de desamor positivo-), se alza el bonus track titulado "Sappho", enorme pieza dedicada a dicha poetisa griega, una mujer en el mundo de los filósofos hombres ("es la única mujer de aquella época que creó algo tan grande que todo el mundo la respetaba", declaraba Eleftheria), rescatada del álbum "Tragoudia gia tous mines", en una nueva versión con la ayuda de nuevos músicos, entre los que estaba Arto Tuncboyaciyan en la percusión. 

Tras aparecer en numerosos discos que recopilaban música griega o mediterránea, en 2000 las canciones de Eleftheria "Sappho" y "The bodies and the knives" (incluida en su trabajo de igual título) fueron elegidas para sonar en el álbum de Real World "Gifted: Women of the World", compilación femenina de relevancia internacional. Precisamente, las colaboraciones de Eleftheria con cantantes de primer nivel eran constantes en esta época, como Cesária Évora, Dulce Pontes o Concha Buika. Sus apariciones y conciertos eran más numerosos que nunca, y "Emisión" fue, según sus palabras, "consecuencia de ese viaje que emprendí para mostrar mi música", una consecuencia alegre y emocionante, una 'emisión' imaginada por la cantante de un variado programa radiofónico musical, con el que "he sentido el placer del reencuentro, la sorpresa, y este entendimiento tan especial que obtiene una a través de la música".

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