13.12.16

NIGHTNOISE:
"Something of Time"

Cuando el destino se empeña en manejar los hilos para que se produzca una chispa de magia, momentos que desemboquen en serendipias musicales, ya no hay quien pueda parar el caudal de belleza y emoción que puede provocar. El violinista Billy Oskay y el guitarrista Mícheál Ó Domhnaill se conocieron en 1979 en el transcurso del Rose Festival, que marca el comienzo del verano en Portland. Ambos tocaron allí y comenzaron a improvisar juntos una música que fusionara las tendencias que marcaban sus carreras, la influencia del jazz y música clásica de Oskay, y la tradición irlandesa de la que era estudioso Ó Domhnaill. Aunque aún tardaron unos años en grabar unas tímidas maquetas, el resultado deslumbró de tal manera a William Ackerman que les publicó en Windham Hill la primera referencia de música celta -o al menos cercana a ella- de su sello, un plástico de inconfundible excelencia titulado "Nightnoise", que iba a gozar de continuidad, siempre en Windham Hill, durante el resto del vigésimo siglo. De no haberse celebrado ese festival, de no haber querido el destino que Billy y Mícheál se encontraran, posiblemente no hubieran existido ni el álbum "Nightnoise" ni el grupo Nightnoise, banda mítica que tomó el nombre de aquel seminal trabajo para continuar su apasionante visión musical.

Aunque Mícheál necesitaba en aquella época desmarcarse un poco del mundo de la tradición en el que se encontraba un tanto anclado, aún tuvo tiempo de formar, al poco de publicarse "Nightnoise", un maravilloso grupo llamado Relativity, con su hermana Tríona Ní Dhomhnaill y con los hermanos escoceses Johhny y Phil Cunningham. Semejante reunión de genios dejó como legado dos excelsos álbumes para el sello Green Linnett: "Relativity" en 1985 y "Gathering pace" en 1987. Este mismo año se produjo la vuelta de Ó Domhnaill con Billy Oskay, al estudio de este último (el lugar donde desarrollar sin prisas sus composiciones), pero ambos estuvieron de acuerdo en que para su segundo trabajo juntos iban a necesitar más instrumentación que completara sus intenciones. Mícheál había conocido en 1980 al flautista Brian Dunning en un festival irlandés en Birmingham (Alabama), y pensó en él para incorporarse a la banda, que tomó definitivamente el nombre de su primera obra. Desde Carolina del Norte, en un tránsito parecido al de su hermano, llegó Tríona para completar el grupo. Era tal la búsqueda de una nueva identidad musical para el conjunto, que dificilmente se van a escuchar en los discos de Nightnoise temas tradicionales (sí en recopilatorios para Windham Hill, y por supuesto el imprescindible "Fionnghuala", que llegará con el regreso del espíritu celta a la banda). Como en el álbum primigenio, Nightnoise iba a nutrirse de piezas propias, composiciones originales cuyo estilo iba a estar determinado por el creador de las mismas, una bendita torre de Babel que abarcaba lo clásico, lo celta y el jazz, en una fusión de música culta y popular en la que no se sabe muy bien cual absorbe a cual, más o menos lo que se podía denominar como un particular folk de cámara; Mícheál decía al respecto: "Estábamos bastante anclados por la tradición, pero también podíamos escribir música fuera de los 6/8 o 4/4 tiempos; eso sí, no podía dejar de sonar celta porque soy irlandés. Todo lo que escribo tiene que tener elementos de las experiencias que he tenido a lo largo de mi vida, así que la música celta sigue ahí, simplemente la estructura de la música es diferente". En 1987 Windham Hill publicó "Something of Time", con la reunión de elementos antes mencionados: inaugurando el disco, "Timewinds" es "una conmemoración de los ancestrales vientos que soplan atravesando la impresionante garganta del río Columbia", esa era la explicación de Billy Oskay respecto a la inspiración de este corte soberbio, de completa factura y sensación de inmensa alegría en su compases danzarines, una animada muestra de folk contemporáneo de ineluctable encanto. Ciertamente, es difícil resistirse a seguir paladeando tan atractiva música, que continúa con "Perchance to Dream", un momento pensativo, soñador, en el que el harmonio aporta una extraordinaria calidez, y la flauta rememora paisajes celtas. Un piano danzarín introduce la melodía de tintes folclóricos de "The Erebus and the Terror", conducida hacia un suave jazz de cámara; inspirada por la tragedia de Sir John Franklin y esos dos barcos (el HMS Erebus y el HMS Terror) mientras pretendían encontrar el Paso del Noroeste en el Ártico canadiense, su interludio con la siguiente pieza es un sonido de oleaje y de maderas y cuerdas. Con "On the Deep" llega de nuevo el reposo, en uno de los cortes más ambientales del álbum. Por contra, "Hourglass" es una de esas joyas inclasificables que siempre serán recordadas, su grácil clasicismo al teclado se convierte en un crescendo de exaltación cuando aparecen las cuerdas y especialmente la tierna tonada de sabor folclórico a la flauta. Mícheál es el que aporta un mayor número de creaciones al disco, un total de ocho, entre las que están casi todas las comentadas hasta ahora (salvo "Timewinds") y las dos que siguen, "Shadows and Dancefloor" (con aspecto de improvisación meditativa) y "Wiggy Wiggy" (destacada muestra de carácter, una acertada danza folclórica con sabor a Irlanda -un estado de ánimo excitable y divertido, decían ellos-, momento crucial y contundente en sus directos por su fuerza y ritmo vertiginoso). Oskay retoma su aportación con "Tundra Summer" (piano jazz con un resolutivo violín) y "I Still Remember" (sones antiguos en este recuerdo muy personal). "Aprés-midi" es una composición de Tríona -la única del álbum de la que va a ser a la larga la más activa compositora del grupo- con un comienzo ceremonioso con sones de himno (un sonido característico de la banda), en una pieza sencilla de aire religioso y aspecto medieval, como la siguiente reflexión de flauta de Mícheál, a la que el violín no tarda en replicar, originando un hermoso baile entre viento y cuerdas titulado "Something of Time". Otra de las piezas importantes es la única de Brian Dunning, "Toys Not Ties", un lamento moderno (lamento de un adulto al que impactó el momento, a los trece años, en que dejaron de regalarle muñecos o coches por Navidad para pasar a recibir ropa) de melodía bucólica, otro corte íntimo en un álbum íntimo, poco ruidoso, reflexivo, que intenta sacudirse la herencia celta mas típica, pero sin olvidarse de los sueños, de las vivencias, del pasado. Concluyendo su encanto, "One for the Lad" es una despedida alegre y desenfadada con el luminoso y alegre sello Nightnoise, donde piano y flauta se dejan admirar. Lleva sin embargo este final creado de nuevo por Mícheál una dedicatoria especial, a su amigo Tich Richardson, miembro de The Boys of the Laugh que falleció en accidente de trafico en 1984 en Escocia, percance en el que Phil Cunningham se dañó una mano, si bien tuvo una afortunada recuperación que le permitió un año después incorporarse al conjunto Relativity. Años antes, a finales de los 70, poco tiempo antes de celebrarse una gira estadounidense de Mícheál Ó Domhnaill y Kevin Burke con los estadounidenses Malcolm Dalgleish y Gray Larsen, Mícheál sufrió también en Irlanda un accidente de coche que a la larga le afectó a las piernas, por lo que en los conciertos siempre veíamos al guitarrista tocar sentado. 

Oskay y Ó Domhnaill habían firmado como dúo -si bien posteriormente se adjudicará a Nightnoise- en 1985 el grandioso villancico "Nollaig" para la compilación de Windham Hill "A Winter's Solstice", discos recopilatorios a los que seguirán contribuyendo hasta la desaparición del grupo. Dos años después, esta primera referencia de Nightnoise con su carismático nombre desvela de manera notable una de las obsesiones recurrentes de la banda, el paso del tiempo. No es de extrañar, aparte de lo caprichoso del título, ese comienzo con el tic tac de un reloj, enervante o relajante según se mire, pero siempre testigo sonoro del discurrir de las horas. "Timewinds", la hermosa composición que lo incluye, es una clara muestra de intenciones en esta etapa aún temprana, la guitarra marca un ritmo animado sobre el que subyacen dos de las corrientes presentes en su música, lo clásico por medio del violín y una presencia celtoide muy suave a través de la flauta. En efecto, una esencia tradicional irlandesa se adivina en las composiciones de Mícheál, mientras que Billy aporta al trabajo una tercera influencia, la de un jazz americano bastante contenido y abierto a otros sonidos. El envoltorio de música de cámara acaba por lograr un sonido auténtico y absolutamente único, que posteriormente, con la marcha de Oskay y entrada Johnny Cunningham, irá ganando en sonido celta, logrando varios discos gloriosos y muy asequibles. "Something of Time" también lo es, "Timewinds" es un gozoso delirio de eterna profundidad e irresistible seguimiento, el ritmo de "Wiggy Wiggy" es fascinante, también la dulzura de "Hourglass" o el divertido juego emocional de "Toys Not Ties", escenas sublimes impregnadas de melancolía. Qué poco importan las denominaciones ante joyas como éstas, auténticos clásicos de un tipo de música que va más allá de cualquier denominación.

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15.11.16

EDGAR FROESE:
"Aqua"

La llegada de los sintetizadores a cualquier producción musical acercó la electrónica a todo tipo de estilos, desde el pop o el rock hasta la copla o la música tradicional. No se podía olvidar la labor de los pioneros en la implantación de la tecnología electrónica analógica en la música popular grabada, grandes creadores e intérpretes que se movían grácilmente entre sintetizadores como Vangelis o Jarre entre los solistas, Moroder en el territorio de la música disco o Kraftwerk entre las grandes e influyentes bandas. Tal vez más minoritarios entre el gran público, pero en la misma línea de importancia (si no en un plano superior), estén los nombres de Isao Tomita, Walter Carlos, Klaus Schulze o Edgar Froese, fundador de la banda Tangerine Dream, a la que lideró hasta su muerte. Si enorme fue el prestigio y la influencia de este conjunto electrónico, no menos lo fueron los de su líder. Nacido en Prusia Oriental en 1944, este activo sintesista alemán estudió bellas artes como otros grandes nombres del rock y la electrónica (Lennon, Bowie, Eno, Sakamoto...), y encontró su gran inspiración en la surrealista obra de Salvador Dalí, al que llegó a conocer en el verano de 1966 en su casa de Cadaqués, ya que el extravagante pintor invitó a su grupo (por entonces The Ones) a tocar en el patio de su villa. No sería esa su primera visita en busca de iluminación, y realmente, a partir de ahí su música comenzó a sonar tan estrambótica como esos cuadros extraños y simbólicos del genial artista de Figueras. Froese -que también admiraba a músicos contemporáneos como Ligeti o Xenakis- y su futura banda vencieron y convencieron en su faceta de pioneros de los avances tecnológicos aplicados a la música, dando un paso más allá del krautrock para desarrollar viajes cósmicos en los que dejarse atrapar, como los de sus primeros álbumes de los conocidos como Pink Years, "Zeit" o "Atem", o sus superventas de los Virgin Years, "Phaedra", "Rubycon" o "Stratosfear".

El mismo año del despegue popular con "Phaedra", 1974, llegó la primera obra en solitario de Froese, "Aqua", publicada también por Virgin Records. Explorando en las nuevas tecnologías, la grabación de "Phaedra" había culminado dando casi palos de ciego, y esa experiencia fue fundamental para que el camino que llegara hasta "Aqua" estuviera un poco más despejado. Esta es sin duda la obra mas mítica del teclista, por ser la primera, por contar con la colaboración de Christopher Franke -tocó el Moog en el tema "NGC 891"- y por publicarse en un gran momento de la banda, el de la aceptación popular de la mano de Virgin. Froese encontró en "Aqua" el camino de expresión idóneo para su excéntrica personalidad, y este trabajo, de hecho, no difiere mucho de "Phaedra", su irreal desarrollo es bastante similar, es difícil dirimir cual de los dos trabajos que prácticamente coexisten en el tiempo es mejor, ambos se sostienen en un mundo abstracto de secuencias, brumas y atmósferas, claras o oscuras, cósmicas o acuáticas. Otro importante músico cósmico de Virgin y 'competidor' de Froese, el también alemán Klaus Schulze, ya había publicado varios discos en solitario desde su fugaz paso por los primeros Tangerine Dream, así que Froese ya había esperado demasiado para dar ese paso adelante y recompensar a sus seguidores y a su propio ego. En este acuoso álbum, el artista alemán se lanza a la experimentación y transmite sensaciones que parecen provenir del interior de los cuadros de Dalí. Comienza con el título homónimo, una larga pieza de 17 minutos plena de cacofónicos efectos sonoros de la época, no todos acuáticos, revistiendo una textura sintética que refleja una gran fluidez. ¿Se puede denominar música a esta sucesión de sonidos que intentan explorar la faceta más atmosférica de la música electrónica de la época? Tal vez más desde una perspectiva artística que puramente musical, pero el debate sería largo. La aparente ausencia de estructura no limita su capacidad de evocación y una fenomenal ambientalidad, el intento de cordura melódica en cortes como "Panorphelia" se agradece en tanto que se queda en eso, un intento, un planteamiento alterado por un cierto caotismo sintético, sobre un fantasmal segundo plano que ayuda a ensuciar tan atractivamente una pieza onírica, surreal, pero en absoluto fría o insana. En efecto, "Panorphelia" presenta una buena cadencia sintética repetitiva, de capacidad hipnótica, y una acertada melodía más animada, algo distópica pero muy profunda y atrayente, que destapa un poco el velo atmosférico y aporta un tono algo más comercial, dejando a la par un poso verdaderamente inquietante. "NGC 891", que combina con varias subidas y bajadas las dos facetas planteadas anteriormente -la efectista y otra algo más melódica-, es un capricho fantasmal, como escrito para un tránsito, una ECM (experiencia cercana a la muerte), por su carácter ignoto. Bien podría ser la banda sonora para su propio viaje, cuarenta años años después. "Upland" es, como "Panorphelia", algo mas asequible en su falsa cordura, el intento melódico del órgano, sobre fondo burbujeante, se acopla a la psicodelia imperante de forma tan eficaz como lo haría en una película de ciencia ficción de serie b. Nada en este disco es lúcido, Froese no pretende agradar tan fácilmente como sucede en algunos de sus trabajos posteriores, que aunque de forma algo oscura o no tan directa, acaban optando por la melodía rutilante. Dos mezclas diferentes de "Aqua" fueron puestas a la venta ese año 1974, la aquí comentada de Virgin Records, y otra para Alemania -el país de Froese, donde nunca gozó del éxito que sí obtuvo en otros países- por parte de Brain Records, con portada ligeramente distinta. También diferente fue la portada, el diseño gráfico (muy completo y exuberante) e incluso el título ("Aqua II") de una edición francesa especial de 1984 que pretendía promocionar un nuevo sistema multiterminal; en ella se destacaba que la música de Edgar Froese lograba crear estructuras nuevas, nunca antes conocidas, sonidos diferentes, monumentos a la gloria de la más sofisticada tecnología. Su primera edición en CD llegó en 1990 por medio de Virgin. En 2005, y como ya sucediera con otros álbumes de Tangerine Dream, el sello de Froese, Eastgate, publicó una regrabación de la obra, con portada, duraciones y sonido diferentes. Al margen de otras inclusiones en recopilatorios del propio Froese o más heterogéneos, el álbum íntegro fue rescatado -de igual manera que la discografía en Virgin de Tangerine Dream- en la caja de 4 CDs "Solo (1974 - 1983). The Virgin Years" junto al tema "NGC 891 (Alternate Version)" y otros trabajos de la época del músico alemán, convenientemente remasterizados.

"Aqua" fue grabado con un novedoso sistema denominado Kunstkopf, una técnica binaural para intentar conseguir un sonido envolvente, utilizando micrófonos tal y como perciben el sonido nuestros oídos. El problema, como con la cuadrafonía (también de moda en la época), fue que se precisaba un sistema de altavoces especiales para sentir dicha experiencia auditiva. En el ineluctable avance electrónico, era necesario estar a la última, la tecnología sé iba superando día a día, cada novedad pisaba a la anterior y lo hacía con tan sólo meses de diferencia, así que en estos avispados músicos se podían encontrar diferencias sustanciales entre un disco y el siguiente. En 1974, por ejemplo, el secuenciador era muy rudimentario, así que los ritmos prolongados que actuaban como mantras electrónicos en posteriores álbumes de Tangerine Dream como "Ricochet" o "Stratosfear", eran pre-sustituidos por ambientes sintéticos plenos de misterio y efectismo, avanzadillas psicodelicas de futuros éxitos de la música cósmica. El más claro ejemplo en "Aqua" es "Panorphelia", corte meditativo que esconde a la par un pulso movido e inquietante. No era ahí tan grande el aporte efectista como en el corte homónimo, sucesión de sonidos de los que Froese supo sacar provecho cual Frankenstein. La parafernalia musical de Edgar Froese es a ratos irresistible y a ratos desesperante, incluso ambos adjetivos pueden coexistir en una misma pieza, si bien fue en sus primeros álbumes en solitario donde más se dejaba llevar por ambientes lisérgicos de inventivas electrónicas, como en esta obra primeriza, atractiva y estimulante de título "Aqua", a la que siguió otro trabajo altamente interesante, "Epsilon in Malaysian Pale", de tendencias étnicas y suaves matices aflautados en una primera parte relajante, consecuencia de sus viajes y giras por el sureste asiático y Australia.

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18.10.16

SHADOWFAX:
"Shadowfax"

Cuando Chuck Greenberg creó la banda Shadowfax, supo desde los primeros ensayos que había reunido a una serie de músicos muy adecuados para intentar lograr un éxito en la música instrumental. Sin embargo, él siempre pensó que necesitaba un toque distintivo, especial, un elemento que aportara algo de 'punch' a la música del grupo. Por eso se mostró tan entusiasmado cuando en 1972 regresó de la muestra anual de la Asociación de Comerciantes de Música de Chicago con el prototipo del Lyricon en la cabeza. El lyricon fue un cruce de un instrumento de viento con un sintetizador, y fue inventado por los ingenieros eléctricos Bill Bernardi y Roger Noble, aunque Chuck pensó enseguida en conectarlo a un pedal y lograr un sonido aún más característico. Para un intérprete de vientos como él, no iba a haber ningún problema para hacer suyo (tuvo que adaptarse a sus características) ese sonido electrónico aflautado, de hecho es difícil en la actualidad recordar a ningún otro intérprete de este instrumento que ya se ha quedado, lamentablemente, obsoleto, y que el guitarrista Alex de Grassi dijo de él que "sonaba como los ángeles".

Greenberg creció en Chicago escuchando blues, y bandas rock como la propia Chicago o Blood, sweat and tears. Al poco tiempo, y mientras trabajaba como repartidor de pizzas, formó la banda K.O. Bossy, que tocaba versiones de éxitos, en particular de los Kinks, para más adelante tocar con la McIan Forrest Stage Band, que fue de gira con los Bee Gees como su banda de acompañamiento. Con ellos tocaba la flauta, pero el glamour desapareció tras la gira y Chuck regresó a la pizzería. Poco después conoció a Phil Maggini y G. E. Stinson, que tocaban en la Yazoo Shuffle Band, una banda de blues de Chicago. Cuando desapareció, los tres formaron su propio grupo, para el que ficharon a Doug Maluchnik, y a Stu Nevitt, completando la primera formación de Shadowfax, con la que grabaron para Passport Records el álbum "Watercourse way" en 1976, correosa muestra de jazz fusión de la que Greenberg nunca estuvo satisfecho, suena frenético en muchos momentos, con cada músico intentando sonar más y mejor que el otro. Sin embargo, el encanto del lyricon estaba ahí, en piezas como la maravillosa "Petite aubade". El responsable del fichaje de Shadowfax por Windham Hill, años después, fue el guitarrista Alex De Grassi, que había tenido conocimiento del peculiar sonido de la banda de Chicago por medio de amigos comunes. De hecho, De Grassi solicitó a Chuck en 1981 la colaboración con lyricon y saxo soprano para su álbum "Clockwork", el primero que grabó con más instrumentación que su propia guitarra. Greenberg se había trasladado a California, y Will Ackerman no dejó pasar la oportunidad y le propuso la grabación de un álbum, en primera instancia orientado a un trabajo en solitario, pero reconducido, por mediación de Chuck, hacia un plástico del grupo Shadowfax, para lo que hubo que reunificar a la banda y hacer pequeños cambios. Eso sí, hubo una cierta discrepancia en cuanto a la electrificación del sonido, Ackerman abogaba por una acústica casi total, orientada  hacia la estética musical de Windham Hill, es decir, lejos lo que Passport Records había publicado en 1976 con el título de "Watercourse way". No fue difícil acordar el término medio y dar paso a la grabación del álbum que se iba a llamar como el propio grupo, "Shadowfax", en el que se instalaba un cierto rigor melódico con piezas maravillosas y emblemáticas como "Angel's flight" o "A thousand teardrops" (ambas compuestas por Greenberg), así como algún otro intento agradable como "Oriental eyes", algo así como la Yellow Magic Orchestra en plan algo más acústico que los japoneses, pero con un acabado lounge muy sensual. La fusión se suavizaba logrando buenos momentos ("Vajra", un cruce de la India con jazz), mientras que en el resto de las piezas imperaba un jazz ambiental suave ("Wheel of dreams", "Move the clouds", "Marie") o una calma algo más rítmica ("Ariki (Hummingbird spirit)"). La calidad del sonido es realmente buena, la labor de producción de Greenberg deja una obra limpia y muy disfrutable, donde cada instrumento y cada músico encuentra su sitio: Chuck Greenberg (lyricon, saxo soprano), G. E. Stinson (guitarras, piano), Phil Maggini (bajo) y Stuart Nevitt (batería, percusión) como los miembros principales, y una serie de invitados de lujo, como el multipercusionista Emil Richards, el piano de Bruce Malament, el violín de Jamii Szmadzinski (que formaría parte del grupo en sus dos siguientes plásticos), y dos grandes nombres, el de Scott Cossu al piano en "A thousand teardrops" y el del mentor de la banda, Alex de Grassi, que tocó la guitarra en "Vajra".

A la pregunta de cuáles son los elementos que caracterizan el sonido de Shadowfax, Stinton respondió: "América, África, India, China, Japón, Europa, todo esto y más (...) Estamos experimentando con diferentes formas de músicas del mundo, y las combinamos de nuevas maneras". La influencia étnica en este trabajo, oriental principalmente, es notoria en temas como "Vajra" o "Oriental eyes", si bien lo más radiado del plástico, y donde más se disfruta el lyricon, son esas dos auténticas definiciones de belleza en la música instrumental, dos tonadas melodiosas (las mencionadas "Angel's flight" -un lujo y un descubrimiento para los oídos- y "A thousand teardrops" -de una delicadeza magistral sin por ello perder nada de fuerza-) que forman parte de la historia de Windham Hill. Un año después, Shadowfax dió un nuevo paso en la misma dirección con la que habían debutado en el sello californiano, con otro estupendo álbum, "Shadowdance", que presentaba otros dos grandes clásicos del conjunto, "New electric India" (obra de Stinson) y la propia "Shadowdance" (de Greenberg). Con unas discretas posiciones 19 y 13 en la lista de Jazz de billboard, son sin embargo dos trabajos de alta gama e indudable interés, especialmente ese brillante debut en Windham Hill de título "Shadowfax".

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23.9.16

FOWLER & BRANCA:
"Etched in stone"

La historia de la música esta poblada de intérpretes perfectamente válidos que no acaban de encontrar esa melodía, esa canción que les aúpe a la notoriedad. Aun así, muchos de ellos continúan publicando obras de cierto interés que les proporcionan un buen numero de seguidores que por una u otra razón conectan con su esencia. Sus intenciones de presentar una música sincera, agradable y entretenida también merecen un poco de atención, aunque tal vez se acabe arrinconando su propuesta a favor de otras que presentan mejores condiciones. Por ejemplo, en el campo de las Nuevas Músicas, y en una onda parecida a la del sensacional dúo de ascendencia griega formado por Chris Spheeris y Paul Voudouris, pero sustituyendo la esencia mediterránea con acercamientos orientales por aromas latinos y de smooth jazz, nos encontrábamos en la década de los 90 con otro dúo basado, como aquel, en guitarras, teclados e instrumentos de viento, con los que interpretaban una música ligera, fresca y seductora: Bob Fowler y Stephen Branca. Habiendo tocado juntos desde 1979, no fue sino hasta la década de los 90 cuando la compañía de Boulder (Colorado) Silver Wave Records les concedió la primera oportunidad para dar a conocer su música. Fowler & Branca publicaron un correcto álbum de debut titulado "The face on Cydonia", que tuvo una buena acogida. Sin embargo, el dúo se superó en su siguiente plástico, un trabajo publicado en 1993 por Silver Cloud titulado "Etched in stone".

"A veces miramos hacia atrás y nos damos cuenta de que nuestro destino estaba probablemente 'grabado en piedra'", decía Fowler, jugando con el título del disco, y con la relación de estos dos músicos. Sus primeros pasos juntos los dieron componiendo canciones para otros artistas, principalmente de jazz, hasta que decidieron enfocar su música hacia una mezcla de estilos que, finalmente, les publicó Silver Wave. De influencias variadas, tal vez se escuchen más en este trabajo las del mundo del jazz (Pat Metheny, Béla Fleck and the Flecktones) que las del pop y el rock (The Beatles, Jimmy Hendrix, Peter Gabriel), pero se asoman de manera palpable otras del country (James Taylor), blues o música latina, si bien sus trabajos iban a ser también comercializados como new age, más que como smooth jazz o world music. "Windy sky" es un acertado comienzo, en el que una alegre guitarra de suave jazz (si fuera un saxo el que ejecutara la melodía tal vez estaríamos escuchando a Kenny G) interpreta una melodía ausente de riesgo, aunque en definitiva agradable. Una brisa tropical envuelve "Just give it time", con suave tarareado femenino, en la que lo mas destacable es el efecto meciente de un buen violín, que mejora notablemente la pieza. Y en un crescendo de interés y calidad, la buena terna inicial concluye con la que sin duda es la canción estrella del álbum, "On a chestnut horse", de bonita melodía aflautada, pegadiza y galopante. Pasarán los minutos hasta encontrar niveles parecidos de intensidad, que llegarán con "Dolores" (reposado, romántico, un tema que se hace excesivamente corto, pero que en minuto y medio aporta más energía al disco que varias de sus composiciones mas elaboradas) y "The choice is yours" (un final del álbum donde la guitarra se muestra sola y sincera superando, con rasgueos apasionados, sus anteriores presencias solistas en el trabajo, un disco que puede gustar más o menos pero al que no se le puede negar eso precisamente, la pasión y la entrega con la que está realizado). Entre medio, alguna pieza reflexiva ("Learn to love again", con un toque de nocturnidad merced al sensual saxo que, en un delicado baile con los teclados, continúa siguiendo la estela de Kenny G, sin llegar a alcanzarle), romanticismo ("Only the love remains"), sones tropicales ("Anegada"), bossa nova ("Why not"), y otras tres composiciones llamativas: "No más" (de guitarra pura, sentimental, que inunda la pieza de magia hispana y tropical, en una onda interior a la que se une el viento en un agradable y complacido diálogo, que culmina con un curioso canto en español muy dulzón, del más típico estilo Disney), "Etched in stone" (donde teclados y percusión electrónica intentan abordar una melodía épica con la posterior colaboración de la guitarra, un tema bien elaborado que aunque realmente se queda a medio camino, bien podría haber firmado David Arkenstone o algún otro artista de la potente Narada Productions) y "One winter morning" (un conjunto sencillo de curiosos sones navideños y campanillas de felicidad, con melodía danzarina de teclado). En resumen, y más allá de etiquetas, una música de gran naturalidad y sencillez, simpleza de formas dentro de un estilo cálido y sensual, si bien con poca profundidad (el trabajo es autoproducido). Ciertamente, hay buena compenetración entre los dos músicos, y se han sabido rodear en su carrera de interpretes fieles y fiables para sus creaciones, un amplio abanico de instrumentación que en "Etched in stone" incluía teclados, guitarra, bajo, vientos (flautas, oboe, piccolo, saxo soprano), violín y algunas voces. Bob Fowler interpretaba bajo (con y sin trastes), piano, sintetizador y secuenciador, mientras que Stephen Branca se ocupaba de guitarras (acústicas y eléctricas), teclados y sintetizador. Fowler es además el ingeniero de sonido de los trabajos y Branca actúa como diseñador gráfico. Actualmente continúan grabando su música desde el estudio SSR de Fowler en Smithville (New Jersey).

"Etched in stone" se publicó en marzo de 1993, y alcanzó el puesto 17 en el listado de new age de la revista Billboard. La obra no parece presentar una temática clara sino totalmente dispersa, aunque la portada (diseño del propio Stephen Branca) parezca inducir a un viaje por llanuras y desiertos. Poco hay de árido y desértico en el álbum, salvo quizás el ritmo cabalgante de "On a chestnut horse" y por supuesto el título de una grabación dedicada, aparte a las familias y al ingeniero de sonido Mike Kehr, "a todos los oyentes y las personas en la industria que nos apoyan, ellos son el aliento que nos inspira". La sutil mezcolanza de géneros y la eficiencia de piezas como "On a chestnut horse", "Just give it time" o "Dolores" le valieron a "Etched in stone" para ser considerado a una nominación a los premios grammy en la categoría new age en 1993; eso es lo que cuentan los artistas en su web, si bien con tanta competencia en estos años de grandísimos trabajos en las Nuevas Músicas, se puede comprobar con una simple búsqueda que el disco no pasó el primer corte en ese año en que ganó Enya con "Shepherd moons", secundada por Kitaro, Shadowfax, Tangerine dream y Yanni. En 1995 el recopilatorio "The best of Silver Wave, Vol. 3: The stars" contó con dos composiciones de "Etched in stone", "Just give it time" y "No más", y en 1997 otro recopilatorio titulado "Full moon", de la compañía Intersound Records, incluyó "One winter morning" junto a otras obras de artistas reconocidos como Patrick O'Hearn, Suzanne Ciani, Chris Spheeris o Ottmart Liebert. Fowler y Branca continuaron su relación con Silver Wave Records con un último trabajo en 1994, "Three flights up", en la misma línea que los anteriores, y un año después estos dos músicos se autoprodujeron un álbum "Real nice ride", momento en el cual desaparecieron de la parte pública de la industria hasta que volvieron en 2011 con "If wishes were horses, beggars would ride", al que siguió "Winter chill" en 2014.





22.8.16

ALASDAIR FRASER & PAUL MACHLIS:
"Skyedance"

La expresión 'beatus ille' se adoptó en la literatura española a partir de unos versos del poeta romano Horacio. Su significado, 'dichoso aquel', alude a la belleza y tranquilidad de la forma de vida campestre, especialmente respecto a la de las ciudades. En este sentido, las islas británicas llaman a la memoria por lo verde de sus paisajes y, en no menos importancia, por lo pastoril de su folclore musical. Una de las más bellas representaciones de esta raigambre de campos frondosos y cielos abiertos procedía de la tradición escocesa, pero realmente se forjó a miles de kilómetros de distancia de la antigua Caledonia: el violinista Alasdair Fraser, que trabajaba como petrofísico para la British Petroleum Corporation, fue destinado a los Estados Unidos en 1981, concretamente a California, donde conoció inmediatamente a un teclista local, pero de ascendencia materna escocesa, llamado Paul Machlis, y empezaron a tocar juntos en un estilo celta con un creciente éxito entre el público californiano. Alasdair compaginó durante un tiempo la música y un trabajo importante que, al final, decidió abandonar por los dictados de su corazón. El acierto fue soberano.

Cuando Alasdair quiso, de niño, aprender a tocar el instrumento que veía interpretar a su abuelo, se encontró con un verdadero anatema, en Escocia no estaba bien visto estudiar violín, puede sonar extraño pero el folclore era algo repudiado en las décadas del rock sinfónico y la psicodelia. De hecho, mucha de la tradición tuvo que migrar, y Alasdair pudo aprender más técnicas escocesas de violín fuera de Escocia (en Noruega o Estados Unidos) que en su propio país. Poco más tarde, a mediados de los 80, inauguró una escuela de violín en la isla de Skye, para enseñar esas técnicas que se habían perdido a favor de la manera irlandesa de tocar, por lo que Alasdair pudo ser un regenerador de viejas corrientes folclóricas escocesas. Justo en ese momento apareció "Skyedance", un trabajo afortunado que transmite placenteras sensaciones y aromas bucólicos. Para su publicación, en 1986, Fraser tuvo que dar un nuevo paso adelante y fundar su propia compañía de discos, Culburnie Records, de la que "Skyedance" fue su primera referencia. El violín de Fraser suena a leyenda, a notas ancestrales dotadas de una magia humilde y sencilla, Alasdair es ese jinete de cuento que cabalga con brida firme a lomos del piano, manejado también con poderío por Paul Machlis, sabiendo actuar en la sombra con pericia, dejando su impronta en pasajes relajantes y caminos de hierba húmeda y refrescante. De galopantes precisamente se podrían calificar temas con títulos tan largos (por estar compuestos por varios danzantes reels cada uno) como "The Scolding Wives Of Abertarff / I'll Break Your Head for You / Catch and Kiss the Romp / The Haggis", que abre el trabajo, o "Ruileadh Cailleach, Sheatadh Cailleach / The Bird's Nest / Harris Dance", pequeñas joyas de la tradición escocesa (la primera es un ejemplo de port-a-beul -mouth music- de la isla de Barra, y la segunda es una vieja melodía que cantaba la madre del violinista Angus Chisholm en Cape Breton) que en manos de estos dos genios, nos ofrece verdaderas maravillas llenas de emoción y fuerza (la bucólica y maravillosa "A Nochd Gur Faoin mo Chadal Dhomh (Tonight my Sleep Will Be Restless)", por ejemplo), así como hermosas tonadas de cadencia meciente ("Skye Dance", en la que se siente especialmente el piano, o "Nighean Donn a'Chuailein Riomhaich (Lassie with the Golden Hair)", rescatada del grupo folk gaélico Na h-Oganaich -Young Blood-) o ecos de antiguas historias ("Eilean Beag Donn a´Chuain (Little Brown Island in the Sea) / Slip Jig", cuya primera parte es un vals compuesto por Donald Morrison, con letra original referida a la isla de Lewis, donde nació el autor), en un todo espectacular, idílico y de interpretación única que sólo iba marcar el comienzo de una duradera relación profesional entre estos dos grandes intérpretes que ya presentaban una excepcional compenetración, así como una soltura y agilidad especiales, por ejemplo en reels como el que presenta el trabajo, "The Scolding Wives of Abertarff", donde piano y violín parecen bailar uno con el otro como dos enamorados. Son esos reels los que dominan el conjunto del disco, a los ya mencionados hay que unir los cuatro de "Harris Dance / Skye Dance / Lochiel's Awa' to France / Harris Dance" y otros dos, compuestos por J. Murdoch Henderson, que de manera desenfadada encierran a una animada jiga en "The J.B. reel / The Shepherdess / The J.B. Reel". El ya comentado tema de cierre, "A Nochd Gur Faoin mo Chadal Dhomh", es una barndance o baile de granero, un término asociado a fiestas familiares donde se tocaba música tradicional de bailes fáciles, para la participación de toda la familia. Otros músicos participantes en el álbum fueron Todd Phillips al bajo, Tommy Hayes en el bodhran) y Ron Wilson a la batería, que destaca especialmente en temas como "Harris Dance / Skye Dance / Lochiel's Awa' to France / Harris Dance".

Fraser y Machlis basaron este su primer trabajo juntos, sobre todo en dos colecciones de canciones y tonadas, la del reverendo Patrick McDonald de 1784, y especialmente la que recopiló el capitán Simon Fraser en 1816. La repetición de títulos como "Skye Dance" o "Harris Dance" proviene de su inclusión como tales -utilizando títulos únicos para muchas melodías antiguas- en la primera de ellas. Piano, violín y una tímida percusión se bastan para apabullar, tejiendo maravillas de raigambre folclórica que tendrían continuación -aunque aportando ambos músicos sus propias composiciones- tres años después en "The Road North", publicado por Sona Gaia con una portada que representaba, incluso en mayor medida que la de "Skyedance", el 'beatus ille', ese bucolismo que se siente en esta bellísima música de tradición gaélica que hay que escuchar y respirar.

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26.7.16

MICHAEL GETTEL:
"Intricate Balance"

La potencia y versatilidad del piano le permite, más que a ningún otro instrumento en las nuevas músicas, poder depender únicamente de sí mismo para que un interprete consumado saque adelante un disco sin necesitar más acompañamiento. Numerosos son los ejemplos del conocido como piano new age, aunque otros artistas decidan llamarle de maneras diferentes dependiendo de sus intereses e influencias (piano folk, piano pop, romantic piano, piano ambient...). Así, en solitario, comenzó el estadounidense Michael Gettel, a la sazón profesor de piano en la Bush School de Seattle, si bien nació en Evergreen (Colorado), cerca de Denver, capital a la que acudía a tomar clases de piano y trompeta (instrumento que tocó profesionalmente desde los trece años). Tras licenciarse en teoría y composición musical por la University of North Carolina, optó por la enseñanza del piano, pero afortunadamente desplegó sus inquietudes en forma de álbum. Con su manera ágil y cálida de tocar, construyó un hermosísimo cuadro de paisajes naturales en su primera obra, "San Juan Suite", publicada en 1987 inspirado por sus veraneos en Seattle y sus visitas a las hermosísimas islas San Juan. Sin embargo, Gettel decidió renunciar parcialmente a esa soledad instrumental en su segundo plástico, de título "Intricate Balance", tal vez no tan pintoresco y luminoso como el anterior, pero de cualidades intrínsecas realmente similares.

Publicado por Miramar Recordings ese mismo año 1987, "Intricate Balance" supone una continuación del estilo y las ideas desarrolladas unos meses antes, sigue teniendo un aroma vacacional, aunque se apoya también en vivencias personales, el solista dilata su campo de inspiración, desde el paisaje embriagador hasta la ternura, la familia y el amor. También se amplía la mencionada instrumentación, ya que al piano se unen (en un entorno bastante muy dulzón, eso sí), dependiendo de los temas, sintetizador (Kirk Hutchinson y el propio Gettel), oboe, cuerno inglés (ambos interpretados por Mike Miller), percusiones varias (Keith Ewer), e incluso la voz de Nolan Mondrow y Joy Gettel, la esposa de un Michael que también produce el disco. "Existe un equilibrio sin edad que fluye a través de todo ser vivo. Buscarlo es descubrir la celebración de toda la creación". Así se presenta el corte que da título al álbum, de mucho dinamismo (aquí entran en juego la electrónica y la percusión) y esencia de sintonía de serie de éxito de la época. Son sin embargo los vientos los grandes invitados a esta fiesta, y con su gran personalidad, ejercen un inmaculado papel principal en composiciones como una controlada "Portrait" (una demostración de amor hacia su esposa), "Sucia" o "Prayers on the Wind", tal vez el corte más ensoñador del trabajo, que suena realmente a una plegaria, más cercana a la artesanía de Windham Hill que a la de Narada, futura casa discográfica de Michael. También vuelve a intimidar el piano en solitario, alegre y desenfadado con sus notas rápidas y giros que le deben bastante al jazz, cuajando una pieza plena de magia como "Full Circle", en la que Gettel se expresa desde el corazón, hablando de cómo la muerte de su abuelo y el nacimiento de su hija 'cierran el círculo'. En "Orca's Dream" hay un regreso a las impresiones paisajísticas de su ópera prima con sintetizador y percusiones, y una cinematográfica espectacularidad ("si pudiera, sólo por un momento, me gustaría cambiarme de lugar con ellas, para ver a través de sus ojos"), como en la mencionada "Sucia", versión con oboe de la obertura de "San Juan Suite", en la que se puede constatar una doble cara, ya que aunque se disfrute mejor la esencia relajante y evocadora del solo piano, los acertados arreglos (como sucediera anteriormente, por ejemplo, con Will Ackerman -guitarrista y creador del sello Windham Hill- y algunas de sus memorables composiciones de guitarra, "Processional" o "The Impending Death of the Virgin Spirit" entre ellas) marcan un acierto en ese guiño a su propia pieza. "When Two Hearts Meet" es desenfada y juguetona, si bien no acaba de llenar en un envoltorio de gran calidad, y "Through Zach's Eyes" es otra nota emotiva (tras "Full Circle"), dedicada a su hijo Zachary, de 21 meses de edad en esos momentos. Para concluir, "The Balance Remains", un correcto solo de piano que retoma la partitura que abría el trabajo pero con diferente tratamiento, representando de esta manera el mantenimiento del equilibrio. "Que siempre sea así...", concluye.

Con su estilo suave y natural, de teclas dulzonas y alegres glissandos, Gettel podía pecar de complaciente en esta época; una escucha atenta de su posterior discografía nos dice lo contrario, su carrera ni se ha estancado estilísticamente ni se ha limitado a solos de piano o dúos con instrumentos de viento de fácil digestión, sino que ha trascendido a un ensemble voluntarioso y bien formado con el que grabó varios discos, con mayor o menor fortuna aunque siempre buenas críticas, para la compañía Narada, previo paso por Sona Gaia con el delicioso "Return", publicado tres años después -un merecido periodo de descanso tras dos álbumes consecutivos- de "Intricate Balance", del cual Gettel afirma que es una celebración de las maravillas de la naturaleza, del amor y de la vida, aunque él también ha reconocido en alguna ocasión la inspiración de la fe cristiana en su obra: "Mi fe me ayuda a apreciar la creación y proporciona un alto grado de inspiración (...) Cuando paso tiempo en algunos de esos lugares maravillosos en la naturaleza, me maravillo de todas las cosas majestuosas que Dios ha creado. tengo que reconocer la fuente de todo esto, y me gusta hacerlo de manera no verbal, a través de mi música".

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27.6.16

JULEE CRUISE:
"Floating into the night"

A la sombra del éxito de 'Twin Peaks' afloraron muchas otras series televisivas que exploraban en ambientes oscuros y misteriosos, casi claustrofóbicos, con asesinatos y agentes de la ley incluidos en la trama. Ninguna de ellas exhibía, sin embargo, una música tan inolvidable como la que acompañaba a la exitosa serie de David Lynch, una banda sonora de Angelo Badalamenti publicada convenientemente por Warner Bros. en 1990. Puede resultar curioso que un producto derivado de aquella (o de hecho un germen de la misma, al menos de su BSO), de hecho con algunos retazos incluídos en el soundtrack de la misma, fuera comercializado un año antes: "Floating into the night" era el título del primer disco de una desconocida cantante norteamericana llamada Julee Cruise, que fue apadrinada por Badalamenti y David Lynch desde que estos buscaran una voz especial para la canción de cierre del film de Lynch "Blue velvet": "conocí a Angelo en un musical de Broadway, él era el compositor, me pareció brillante, podía hacer cualquier cosa. Nos seguimos viendo de vez en cuando durante cuatro años y cuando tuvo que hacer la banda sonora de 'Blue velvet' me llamó porque necesitaba a alguien para cantar la canción 'Mysteries of love'. Conocí a David Lynch para conseguir el puesto y le encantó mi voz". Así comenzó la historia, Lynch y Badalamenti le propusieron escribir para su voz, y el primer paso fue "Mysteries of love", anticipando el tipo de sonido que iba a estar presente en "Floating into the night", que puso a la venta Warner Bros. en 1989.

La colaboración de estos tres grandes nombres fue muy fructífera, Badalamenti se encargaba de componer la música (la parte más creativa), Lynch escribía las letras y Cruise las interpretaba ("las letras, aun siendo muy románticas, creo que son simplemente lo que sale de la oscuridad", dijo). El resultado es delicioso, diez canciones con vida propia envueltas en una atmósfera oscura. "Floating" es un inicio sencillo y de muy bella factura que provoca, efectivamente, una sensación ingrávida, atmosférica, con su breve y tremendamente efectiva sucesión de cinco notas. Mayores visiones vienen a nuestra cabeza con el segundo corte, de título "Falling", que no es sino la versión cantada del esplendoroso tema principal de "Twin Peaks", cuyo fantasmal desarrollo la convierte en una obra maestra inolvidable para muchos, una composición influyente que ha sido desde entonces versionada por multitud de músicos y grupos. Otras de las canciones podían escucharse también en la serie, de hecho en la taberna del pueblo se podía ver a la propia Julee Cruise cantándolas: "Into the night" (una deliciosa aunque inquietante balada que esconde un breve y sorpresivo cambio de ritmo para llamar la atención del oyente), "The nightingale" (otra dulce balada muy asequible que ambientaba determinadas escenas de la serie), y "The world spins" (ejemplo de pop ambiental y envolvente que concluye el álbum). El resto del disco no perdía la cara a la emoción y el misterio, "I remember" presentaba un saxo rotundo que la podía acomodar en un jazz ambiental, mientras que su final onírico estaba más que acorde con la imaginería de David Lynch, "I float alone" parecía seguir la estela de "Floating", y "The swan" entraba en un terreno más adormecido. Restan por comentar sin embargo dos composiciones más importantes: la serena "Mysteries of love" es la misma canción que cerraba "Blue velvet", buscando la emocionante ambientalidad de "Song to the siren" (Badalamenti y Lynch quisieron incluir realmente la versión de This Mortal Coil de esta gran canción de Tim Buckley, pero no llegaron a un acuerdo sobre los derechos), sin llegar lógicamente a su altura pero alcanzando un cierto nivel, suficiente para ser un tema versionado también por artistas importantes como Antony and the Johnsons. Concluyendo, y teniendo en cuenta que "Falling" fue el indiscutible primer sencillo del disco (acompañada por "Theme From Twin Peaks (Instrumental)" en el single y también "Floating" en el maxi), el segundo puesto de promoción lo ocupó (junto a "The world spins" y -en alguna edición- "Mysteries of love") "Rockin' back inside my heart", bonita pieza de fácil radiodifusión que presentaba un ritmo popero muy pegadizo, consiguiendo sonar a otra época, a canción de jukebox, y es que su conexión con 'Twin Peaks' hace que ésta sea una música con ecos del pasado y un cierto poso de soledad y melancolía. De hecho, hay una sensualidad extraña, algo así como una insólita fatalidad en la voz de esta mujer, que la hace ser ideal para las atmósferas filmadas por David Lynch. En 1990 se puso a la venta una película corta y vanguardista de Lynch titulada "Industrial Symphony No. 1: El sueño del corazón roto"; como en el film de ese mismo año del mismo director "Corazón salvaje", sus protagonistas eran Nicolas Cage y Laura Dern, mientras en que la parte musical se recogían cuatro canciones de "Floating into the night", en concreto "I float alone", "Into the night", "Rockin' back inside my heart" y "The world spins".

Julee, que destacaba notablemente en cuestiones musicales desde pequeña, estudió orquestación y cuerno francés en el conservatorio. Fue su voz, sin embargo, lo que logró camuflar entre el hechizo que desprendían 'Twin Peaks' y sus personajes, con una interpretación etérea y soñadora, baladas acertadas con gran dosis de ambientalidad que difuminaban imágenes contingentes, envueltas en tupidas brumas de la américa profunda. 'Twin Peaks' fue el detonante que catapultó al álbum en las listas de ventas, las 40.000 copias vendidas en los EEUU en 1989 se convirtieron en 250.000 con el estreno de la serie en 1990, mientras la propia banda sonora de 'Twin Peaks' lograba incluso mejores cifras. En España, la BSO de "Twin Peaks" llegó al número 3, pero "Floating into the night" no logró entrar en listas. Aun manteniendo el mismo plantel (Badalamenti, Lynch, Cruise), el siguiente plástico firmado por la vocalista, "The voice of love", no era tan afortunado, especialmente por la ausencia de alguna canción verdaderamente especial, de esas que en "Floating into the night" sobraban. Sí que seguía intacta la angelical presencia de las cuerdas vocales de la intérprete de Iowa, si bien su nombre y el recuerdo del misterioso pueblo de Laura Palmer no bastaron para que el trabajo calase y despuntase en radios y ventas, y es que el embrujo de 'Twin Peaks' ya no estaba presente en sus notas. A partir de ahí, Badalamenti desapareció de los discos de la cantante, en cuya tercera entrega ("The art of being a girl", 2002) aparecía oculto, no acreditado, el tema de 'Twin Peaks' "Falling".

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2.6.16

OLAFUR ARNALDS:
"Eulogy for evolution"

Con poco más de 330.000 habitantes (un lejano puesto 181 del ranking), Islandia es sin embargo un país de una efervescencia musical extraordinaria, cuantitativa y calitativamente muy por encima que docenas de los que le preceden en dicha lista. Bjork, Sigur Ros, Amiina, Johann Johannsson o Valgeir Sigurdsson son algunos de los nombres más destacados entre los que combinan con sobrada pericia folclore, rock, clasicismo y electrónica, sin embargo desde mediados de la primera década de la nueva centuria cobró gran protagonismo el joven teclista, guitarrista y batería Olafur Arnalds, una figura emergente que iba más allá de las etiquetas en las que pudiera verse inmerso, post-rock neoclásico, indie clásico, postminimalismo, experimentación o el hardcore de sus inicios. Piano, cuerdas y una sutil electrónica eran la base de sus proyectos, cuya primera y sonora entrega vio la luz en 2007 bajo el título de "Eulogy for evolution" y el auspicio de la sublime compañía independiente londinense Erased Tapes Records. El primer prensaje se limitó a 500 copias, y un (necesario) segundo a 1500 ejemplares.

La irrupción de este artista no pudo ser más prometedora, de hecho Olafur dio el salto en solitario el mismo año 2007 en que Robert Raths fundara Erased Tapes, convirtiéndose de lleno en uno de sus artistas de cabecera junto a otras jóvenes promesas que llegarían en años sucesivos, como Peter Broderick, Nils Frahm, o grupos como A winged victory for the sullen (formado por Dustin O'Halloran y Adam Wiltzie). "Eulogy for evolution" es un trabajo de gran sentimiento, intenso y maduro para ser el primer capítulo en la discografía de un joven de 20 años. La obra representa el paso de la vida y sus títulos son sólo los tiempos de la misma: "El álbum está inspirado por la muerte de un familiar cercano, lo que me afectó bastante, y el nacimiento de su nieto poco tiempo después. Esto me hizo pensar sobre la evolución de la vida y cómo siempre que sucede algo malo significa el comienzo de algo nuevo". Trascendental de base, también el cine era una influencia para el músico, así como otros grupos de diversos estilos y artistas del mundo clásico como Max Richter, Shostakovich, Bach o Chopin. Richter es sin duda el nombre a recordar en mayor medida a la hora de comentar este impoluto debut, aunque en determinados momentos pueden aflorar otros, como los de sus compatriotas Sigur Ros y Johann Johannsson, sin olvidar su ubicación por parte de la crítica en el ambiente indie, el verdadero punto de partida de un álbum que fue modelándose poco a poco, unas veces con ideas predefinidas y otras simplemente improvisando. En este crossover moderno-clásico, un cuarteto de cuerda (chelo, viola y dos violines) acapara el protagonismo en gran medida en cada uno de los ocho cortes que presenta la obra, para la que Arnalds interpreta piano, bajo, guitarra, órgano, melódica y percusión (Olafur tocaba la batería en el grupo de hardcore Fighting Shit). Tras la furibunda entradilla y una llevadera tonada de piano (en este tema lo ejecuta Dagny Arnalds, prima de Olafur y hermana de la cantautora Olof Arnalds, otra famosa en la familia), se alza majestuosa en "0040" la rutilante melodía de cuerdas (de clara tendencia islandesa, aunque él se encargue de recalcar que en Islandia hay mucho más que lo que se escucha fuera), que volverá a aparecer engalanada en el tercer corte, "0952", de forma algo más tranquila, recordando a ciertos momentos ambientales del delicioso "IBM 1401, A user's manual" del mencionado Johannsson. Sin deslumbrar tanto, "0048_0729" ejerce un calmado poderío ambiental, mientras que "1440" agrada y embelesa con su aire meditativo, paseante, con un piano dominante y deliciosamente austero. Piano y violín se bastan para contar historias cercanas, como "1953", con matices que van del entusiasmo al enfado, manteniendo con coherencia y prístina nitidez el concepto que da alma al disco. Esa cuidada languidez se deshace -y es una ruptura aceptada y en absoluto desafiante- en la segunda mitad de "3055" cuando, tras un comienzo decididamente ambiental, Olafur acaba desmelenado, un final contundente y expeditivo en el que brilla la gozosa percusión. Ese sexto corte fue seleccionado como presentación del álbum y contó con su propio video-clip oficial, sin embargo es el siguiente el que podría considerarse como corte estrella del álbum, un "3326" eufórico y vehemente en una dramática sección de cuerdas que suena sospechosamente (¿homenaje tal vez?) al genial "Sur le fil" que grabara diez años atrás el francés Yann Tiersen. Acto seguido, "3704_3837" es un corto final con inclasificable delirio caótico incluido. A falta de interactuar con la electrónica (lo que felizmente ocurrirá poco después de este trabajo), melodías abstractas buscan la interioridad, sin evocar necesariamente bellos paisajes y sentimientos puros, pero aun así, a su manera, personalizando la belleza del paso de los días, la emoción del nacimiento, la infancia (teclas más juguetonas en las primeras canciones), la adolescencia (con su rebeldía), la madurez y el inevitable final. Jónas Valtýsson es el diseñador gráfico del álbum, un diseño repleto de retazos de una vida imaginaria y de fotografías de Stuart Bailes, las fotos de pequeños viajes por Islandia, "fotos de personas, lugares y cosas que pensamos que significaban algo para nosotros; una década después escribía: "Desde entonces, los niños han crecido, la fiesta se ha despejado, el fuego ha sido reemplazado y las montañas se han movido, pero las fotos siguen siendo las mismas. Es sorprendente cómo algunos recuerdos sobresalen como una piedra blanca en una playa negra, y afortunadamente estos estarán conmigo para siempre".

Por su inventiva postminimalista, su facilidad para conectar con un público joven y sus conexiones con otras figuras despuntantes en los primeros años del siglo XXI, la figura de Olafur Arnalds es actualmente de segura admiración, siempre que se busque una propuesta original y atractiva. Hablar de este álbum es hacerlo del sólido comienzo de una carrera gozosa y autentica, que ha evolucionado por caminos de obligado seguimiento, y es que en "Eulogy for evolution", Arnalds cruza con aparente facilidad la línea esencial entre lo difuso y lo sencillamente genial. El pensativo piano marca el camino, en un envoltorio académico con desarrollos pausados y ambientes recogidos. Las cuerdas enbellecen notablemente, aportando sin estridencias el descaro, buscando e incluso encontrando en ocasiones la melodía indistinguible, el chispazo mágico. Diez años después del lanzamiento del álbum, en 2017, Robert Raths (fundador de Erased Tapes) le ofreció a Olafur Arnalds la posibilidad de publicar una edición de aniversario, que llegó con distinta portada y diseño, remezclada por el propio Olafur y remasterizada por Nils Frahm. Sobre este "Eulogy for evolution 2017" hablaba así Arnalds: "Pasé un par de semanas en algún tipo de máquina del tiempo, abriendo y trabajando en grabaciones de hace 12 años. Había ruido en los micrófonos, algunos canales parecían silenciados accidentalmente, pero a veces me encontraba admirando lo que mi yo adolescente era capaz de hacer. Fue de alguna manera encantador. Bueno, casi todo. Así que arreglé las cosas que no lo eran antes de enviarlo a Nils Frahm para remasterizar". De este modo se puede disfrutar mejor este 'trabajo de adolescente', absolutamente esencial.







8.5.16

PETER BUFFETT:
"Spirit"

En su libro "El secreto eres tú", un ensayo superventas publicado en 2010 sobre valores para vivir al máximo nuestras vidas, Peter Buffett asumía el privilegio de haber nacido en una familia acomodada, pero también afirmaba haber luchado por aprovechar esa situación al máximo. Su padre, Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del planeta, confiaba en que cada uno de sus tres hijos encontrara su pasión para perseguirla y dejar en ella su impronta. Peter estuvo interesado por la fotografía, pero como él dijo 'la vocación es misteriosa', así que empezó a estudiar piano hasta cuatro veces, acabando por decidir finalmente que ese era su camino. Desde luego, escuchando su música nadie diría que su apellido le ha beneficiado a la hora de crearla, sus obras transmiten mucho más que la frialdad de una cuenta corriente, y su filantropía le ha llevado a empatizar con situaciones injustas, especialmente la de los indios americanos: "Alguien me habló sobre la gran cantidad de creatividad y alma que hay en el pueblo nativo americano, entonces comencé a leer sobre su historia (...) y me fue capturando más y más fuerte". Peter encontró así un propósito sobre el que centrar sus esfuerzos musicales: "me avergonzó el trato infligido a los indios por el Gobierno y los colonos blancos. En nombre del 'progreso', pueblos originarios de nuestra tierra fueron engañados, traicionados y masacrados... Se fue perdiendo algo más que una simple superficie de tierra, las culturas originarias, resultado de miles de años de observación, conocimiento y vida sostenible en armonía con la naturaleza, fueron pisoteadas y proscritas". Documentado hasta el limite, comenzó su labor de composición, primero como pequeños homenajes en sus primeros trabajos, luego introduciendo un tema en el soundtrack de "Bailando con lobos", musicando las series "500 nations" (de la CBS, por mediación de Kevin Costner) y "Ojibwe – Waasa Inaabidaa" (documental de la PBS), y como gran colofón, por medio de un espectáculo propio, lo que acabarían siendo dos originales shows de música y danza basados en su cultura e historia, una idea que comenzó en 1997 con un trabajo publicado por Hollywood Records, "Spirit dance". El primero de esos espectáculos, basados en dicho álbum primigenio, contó también con una edición en vivo publicada en CD (Hollywood Records, 1999), de título general "Spirit" y con el subtítulo 'A journey in dance, drums and song', grabada en agosto de 1998 en Green Bay, Wisconsin, con miembros de las naciones oneida y menominee, originarios de esa zona de los EEUU.

"Son of the morning star", de Evan S. Connell, una historia sobre los indios norteamericanos de finales del XIX, fue uno de los libros que despertó el interés de Buffett por el pasado de la tierra en la que nació. También la poesía de Walt Whitman le hizo toparse con el término iroqués "Yonnondio", que expresa un lamento por la gente nativa de América, y que utilizó como título de su último trabajo con Narada (como en "Lost frontier", que anticipaba la esperanza de encontrar la frontera perdida con la cultura india, en "Yonnondio" intentaba transmitir un sentido de reconciliación y renovación en lugar de desesperación). Pero tal vez la literatura más inspiradora a la hora de iniciar su proyecto fuera la de Joseph Campbell ("El poder del mito" y "El héroe de las mil caras"): "Leer a Campbell me brindó el marco mítico que buscaba, la trayectoria del héroe. El tema del espectáculo 'Spirit' era la recuperación del contacto, no sólo para los pueblos indígenas que habían sorteado una larga y amarga campaña contra su identidad cultural, sino también para los que nos sentíamos alienados de nuestro verdadero yo". Wayne Cilento, conocido especialmente por su papel en "A chorus line" y otros espectáculos de Broadway, fue el coreógrafo escogido para crear una obra visualmente atractiva, combinando la tradición nativa con la danza moderna. La edición en CD de este directo no recogía todas las canciones del mismo, por ejemplo su verdadero inicio se titulaba "Urban overture" (una pieza que sí se escuchará en el futuro CD "Spirit. The seventh fire", que recogía el segundo de estos shows), y presentaba a una serie de yuppies moviéndose de manera maquinal y acosados por móviles y tecnología, hasta que el héroe se despojaba de sus ropas y ataduras, iniciando la interacción con los indios. El CD del espectáculo comienza en este punto con "Firedance", un recibimiento muy acogedor y estimulante (aparte de su especial relevancia por tratarse de una ampliación del corte incluído en la película "Bailando con lobos", su capacidad de enganche le hace ser un inicio casi perfecto) con una marcada percusión nativa que lo hace verdaderamente especial. Tras un interludio con una ligera flauta ("Coashelleaqua") recitado con gran ceremoniosidad por el controvertido Chief Hawk Pope (coautor de un puñado de las canciones del álbum y amigo de Peter desde su colaboración en "500 nations"), suena una especie de caballo de batalla en la lucha de Peter Buffett, "Hidden heritage", todo un himno de ritmo adictivo donde el rapsoda va recitando las diversas tribus indías sobre una acertada base ambiental con la voz femenina de Ginny Frazier, coatura además de la pieza: "Es un tema muy importante en el espectáculo, realmente establece las bases para el viaje de Brandon. En esa canción Hawk Pope está pasando lista a muchos de las cientos de tribus nativas que han existido o que todavía existen en los Estados Unidos. Una sonora guitarra (que puede recordar a ciertos momentos de la carrera de Alan Parsons o al estilo Enigma) confirma que la música está muy viva, que la frontera no está tan perdida, y un canto indio continúa desplegándose para acabar de configurar el clímax étnico. Entre composiciones de memorable calidad, tal vez una rivaliza especialmente con "Hidden heritage" para erigirse en corte principal del álbum: "Spirit dance" es pura emoción, una joya que engancha sin remedio en su preciosista mezcla de extremos, otra especie de himno por el pueblo indio con un clímax continuo. Un coro infantil ameniza ciertos momentos del espectáculo, voces blancas cuya primera aparición se da en "An eagle above" (que suena a canto de esperanza, canción suave que torna más aguerrida con el complemento de percusiones, furibundas guitarras y vientos, en un entorno muy apropiado para la danza), y posteriormente destacan en la celestial "The place where the crying begins" (conduciendo esta bella pieza de base tierna y emotiva que combina pasajes folclóricos -por medio de la flauta nativa de Robert Mirabal- y rockeros -su final de guitarra eléctrica-, y atrapa en una atmósfera verdaderamente mágica) y "Thunderbird" (un tanto fuera de lugar al sonar el didgeridoo, propio de aborígenes australianos). Entre nuevos temas tribales como "Nothing like song" o la completa y pegadiza "Aubenaubee" (por la que a buen seguro hubieran suspirado los artífices de "Sacred spirit"), y algún interludio ritual ("Passage", "Flag song"), aún restan composiciones sorprendentes, por ejemplo "The dream" presenta un ritmo mas moderno, algo funky, conducido por bajo y guitarra eléctrica, que parece adentrarse por momentos en un etno-tecno de calidad -a la altura de Deep Forest o Enigma-, compás atrevido sobre la aportación indígena de las voces nativas y el recitado. Por su lado, "New west" es una bonita pieza melódica, un tema rescatado del primer trabajo de Buffett en Narada, "The waiting", adaptado para la ocasión. Como colofón, un teclado típico de Buffett introduce una hermosa y sugerente canción, titulada "Auglaize River, 1830" (conmemorando el año en el que el gobierno de los EEUU obligó a abandonar sus tierras a los Shawnee de Ohio) y cantada por Susan Zielke, con la que finalizaba este espectáculo que pretendía ser además "una fuerte declaración política, social y religiosa". Estrenado en la PBS, el espectáculo "Spirit" salió de gira por EEUU con una gigantesca carpa de 740 plazas por recinto, una pantalla gigante, una docena de bailarines y una completa banda de música, un show complicado y no precisamente satisfactorio económicamente, que se podía disfrutar desde 1999 en el VHS y DVD "Spirit - A journey in dance, drums and song", introducido por Kevin Costner, y definido como 'una performance que combina las luces de Broadway y el poder de la música contemporánea con dinámicos cantos y bailes de la cultura americana nativa'. El siguiente paso fue actualizar el espectáculo, con nuevos coreógrafos (Jody Ripplinger y Frank Anderson) y el título "Spirit. The seventh fire", en referencia a la profecía del séptimo fuego. Esta nueva versión, que mantenía la base de la aquí comentada, también fue publicada en 2005 en CD y DVD.

Peter Buffett ha tenido suerte en muchos aspectos de esta su historia (nacer en una familia acomodada, comenzar las emisiones de la MTV con sus jingles -lo que le sirvió de trampolín en el negocio de la música para publicidad-, que Kevin Costner escuchara y valorara su trabajo) pero todo acabó ocurriendo debido a su esfuerzo y perseverancia. Tras su periodo musical mas popular, el que pasó en Narada Productions, hay un cierto desconocimiento en cuanto a la trayectoria y logros de este comprometido artista. Se da por eso la posibilidad de que un gran sector del publico consumidor de este tipo de música, por ignorancia o desinterés, no haya llegado a escuchar sus acercamientos a la cultura india, una música a reivindicar, tres trabajos de enorme intensidad, elegancia y compromiso: "Espero que mi música pueda inspirar a la gente a mirar en el interior de sus almas y que piensen lo que deben de hacer en futuras generaciones", decía el hijo de Warren Buffett, que alcanzó aquí unas cotas de calidad sobresalientes, posiblemente por encima (aunque desde luego haya habido una evolución, casi una revolución de hecho, en su estilo) de sus primeros discos en Narada, obras primerizas de necesario aprendizaje hasta encontrar en la interacción de electrónica y acústica el sobresaliente nivel de "Lost frontier", posiblemente su mejor obra, con el permiso de esta saga "Spirit", cuya conclusión dió paso a una nueva etapa en la obra del músico de Omaha, centrado en la composición de canciones de pop-rock editadas en su mayoría en formato single.

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12.4.16

LISA GERRARD:
"The mirror pool"

Resultaba extraño en la década de los 90 que el éxito imparable de la banda Dead Can Dance (con el momento culminante del excelso "Into the labyrinth" en 1993) no hubiera derivado en álbumes en solitario de sus dos carismáticos componentes, Lisa Gerrard y Brendan Perry, teniendo en cuenta su separación geográfica. El irlandés se iba a hacer de rogar un poco más, alargando su debut hasta 1999, sin embargo la australiana de prodigiosas cuerdas vocales y no menos talla creativa no iba a pasar de la mitad de la década para explayarse con sus ideas propias, algo tremendamente deseado por sus fans, cuyo resultado iba a cumplir con todas las expectativas generadas. Ese paso adelante se tituló "The mirror pool", y la compañía encargada de su publicación en 1995 iba a ser la misma que sacaba a la luz los plásticos de su grupo, la independiente inglesa 4AD. El CD, producido por la propia Lisa y con un fantasmal diseño gráfico de Chris Bigg (presente en numerosos productos de 4AD, incluídos los de Dead Can Dance) y el arte de portada de otro habitual de Lisa, Jacek Tuschewski (también ingeniero de sonido en el álbum), contó 14 años después, en 2009, con una necesaria reedición en vinilo doble (por la exitosa vuelta de este formato) por el sello inglés Vinyl 180, que también disponía de varios vinilos de Dead Can Dance en esos 180 gramos. Con un ligero cambio en la portada, esta jugosa edición estaba "remasterizada de las cintas originales y empaquetada en una portada desplegable".

"A quien pueda interesar: me llamo Lisa Gerrard. Es por amor a la exactitud por lo que he escogido comunicar directamente el perfil de mi proyecto solista recientemente finalizado y que he titulado 'The mirror pool'. Permitidme comenzar con una breve historia. Durante los últimos 15 años he trabajado con Brendan Perry bajo el nombre artístico de Dead Can Dance, título escogido para describir nuestro proceso creativo. Brendan y yo hemos editado 8 discos durante cuyo proceso normalmente sobra una cantidad de trabajo que traspasa la naturaleza continua de un disco de Dead Can Dance. Algunas de estas piezas han sido recuperadas ahora con arreglos orquestales o como música vocal. También hay temas acústicos creados a partir del bouzouki griego, yang chin (dulcimer chino) y percusiones como darbukas, palmas, tambor de camello, tablas bajas, campanillas de elefante hindú, tambores, panderetas y platillos de mano. Junto a estas obras he incluido otras realizadas a partir de muestras instrumentales". Esa era la explicación al disco en palabras de la autora, un trabajo que, como contaba, se grabó en parte (más o menos la mitad del álbum, especialmente -por el impacto que suponen- los cuatro primeros temas) con la Victorian Philharmonic Orchestra en Melbourne. Como en algunos momentos perpetuos de la discografia de Dead Can Dance, el oyente puede acabar presa de un inusitado arrobamiento ante la excelencia de algunas de las composiciones, por ejemplo "Sanvean", el corte más difundido y espectacular del trabajo, impresionante llanto compuesto en colaboración con Andrew Claxton (y cantado en el característico lenguaje inventado por nuestra protagonista) que ha trascendido de este disco para alcanzar un mayor estátus, siendo utilizado en anuncios, documentales, películas, o versionado por artistas importantes como Paul Oakenfold o Sarah Brightman. "Violina (The Last Embrace)" es el comienzo del álbum, una pequeña sinfonía privada (una pieza muy personal, un requiem que Lisa compuso para su madre) que, con la entrada de tan particular voz y su oratoria declamación, no se sabe bien si se humaniza o se diviniza, y es que la garganta de la de Melbourne engloba registros tanto celestiales como demoníacos, llenando cada pieza de intensidad y carga dramática. Así, "The mirror pool" podría tenerse en cuenta como una ópera muy particular en la que "La Bas (Song of the drowned)" ejerceria de larga overtura, además de intensisima y quejumbrosa misa inspirada en la novela de finales del XIX del francés Joris Karl Huysmans, sobre el satanismo en Francia (Lisa pensaba hacer la banda sonora de la película, un proyecto que al final no se realizó, si bien la canción perduró). Como de costumbre en ella, lo folclórico -de tintes oscuros- también tiene presencia en la obra, como este "Persian Love Song (The Silver Gun)" que, al igual que "La Bas", se podía escuchar en la anterior gira mundial de Dead Can Dance y el consiguiente álbum que la recogía, "Toward the within". Similar es el caso de la gran joya del disco, esa mencionada celebración (con esplendoroso acompañamiento orquestal) de excepcional fulgor titulada "Sanvean", donde la voz surge como de un amable éxtasis, declamando algún ritual ancestral: "'Sanvean' lo hice en el disco en solitario porque tenía acceso a una orquesta (...) Estas obras crecen fuera de Dead Can Dance", decía, apelando a un cierto equilibrio y al supuesto carácter documental, según sus palabras, del álbum, que continúa con nuevos ritos paganos, pregonando una cierta confusión ("The rite" es un fragmento de la música de la Gerrard para la obra de teatro Edipo Rey) o buscando algo más la alegría ("Ajhon", ambiente con sonidos naturales y reminiscencias de la Europa del este), antes de acoger el segundo gran corte de la obra, "Glorafin", de letanía casi pegadiza. Aunque la voz sea elemento primordial (aquí lo sigue siendo, y de qué manera), las canciones que presentan intensos acompañamientos o acercamientos folclóricos de calidad, ganan muchos enteros en el contexto del álbum; de este modo, "Glorafin" contiene todo lo necesario para ser una de las composiciones mas recordadas del trabajo, solo un peldaño por detrás de "Sanvean". "Majhnavea's Music Box" es un bonito interludio instrumental, activo e interesante, que merecía sin duda un mayor desarrollo, de hecho, en minuto y medio dice muchas cosas. De similares características son "Werd" y "Celon" (compuesta poco antes del nacimiento de su hija, toma el nombre de un río imaginado por Tolkien), mientras que "Laurelei" y "Venteles" no acuden a desvarios folcloricos, más bien parecen cuentos susurrados por la Gerrard, el primero cantado de manera dulce, acercándose a una nana, con las hipnotizantes cuerdas percutidas del yang chin tomando las riendas rítmicas en su tramo central, el segundo más meditativo, prácticamente a cappella. También el yang chin brilla y se compenetra con la voz en "Nilleshna", escrita para un documental de naturaleza, con aspecto de folclore oriental de buen acabado. Antes del final ("Gloradin") y de una oscura pista extra sin acreditar, es preciso hablar del único corte no compuesto por Lisa (aria perteneciente a la ópera de Handel 'Xerxes', "Largo" es la única pieza sobre la que realmente se dudó si debía ser incluída o no en el álbum, aunque acabó logrando su intención de 'hacerla suya') y del tercero de los temas destacados, "Swans", otra leyenda de aspecto medieval pero de magia intemporal contada por esta adictiva juglar, un sueño que se hace realmente corto. A pesar de no colaborar Brendan Perry, "The mirror pool" tiene que ser tenido en cuenta como otra referencia indispensable para los seguidores del grupo australiano-irlandés, a la par que alguna de sus grandes obras. Este fascinante álbum, que reflejaba el universo propio de la vocalista, vió cómo dos CDsingles eran publicados únicamente en Francia ese año, "Sanvean (I Am Your Shadow)" / "Ajhon" y el promocional titulado "Deux titres live", grabado en 1994 con "La Bas (Song of the drowned) (Live)" y "Lament (Live)", que no estaba incluído en "The mirror pool". Además, las canciones "La bas", "Celon" y "Gloradin" se utilizaron en la estupenda película "Heat", de un Michael Mann que repitió con Lisa Gerrard en "The insider".

"The mirror pool" es una obra mística en la que canciones como "Sanvean", "Glorafin" o "Swans" pueden llevar de la fascinación a la locura. El título hacía referencia a la creencia africana de que este mundo es un espejo y que durante el proceso de hacer música se entra en contacto con los espíritus del otro lado. Los efluvios de magna antiguedad que incorpora la voz de Lisa hacen que este trabajo se sitúe, no sólo temporalmente, entre las ensoñaciones medievales de Dead Can Dance y populares bandas sonoras históricas del epílogo del siglo XX, como la inolvidable "Gladiator", obra de la propia Lisa Gerrard y el afamado compositor alemán Hans Zimmer, así como otras obras con el también australiano Pieter Bourke (como la mencionada "The insider"), que aparece por primera vez colaborando con Lisa en "The mirror pool", interpretando percusiones (tabla, tambores, darbukka, palmas) y algunas voces; además, y obviando el acompañamiento orquestal, Dimitry Kyryakou toca el bouzouki, John Bonnar algunos teclados y la propia Lisa se encarga del yang ch'in y llena el espacio -su propio universo, de hecho- con su fascinante voz: sonidos fantasmales emergen de sus cuerdas vocales y levitan sobre sustanciosas composiciones como "Violina"; las andanzas medievales rezuman tribalidad al menor descuido, disfraces de música antigua revisten atmósferas como "La bas" o "Largo", pero si en algo destaca esta diva oscura es en sus delirios étnicos, momentos de auténtica conexión con lugares, paisajes o tradiciones ("Persian Love Song", "Nilleshna"), hurgando en ritos olvidados ("The rite") o recreándose en trances exóticos ("Glorafin"); los pequeños instrumentales son simples interludios a la espera de la llegada, de nuevo, de la voz, un embrujo que volvería a llegar en nuevos trabajos en solitario, como The silver tree", "The black opal" o "Twilight Kingdom".

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