29.11.21

THE CHIEFTAINS:
"4"

Cualquiera se hace pequeño al ver la discografía de los míticos Chieftains. Los más grandes de la música irlandesa de las últimas décadas les rinden pleitesía. Y hay que reconocer que la situación es de sobra merecida. Por calidad, cantidad, trascendencia y longevidad, The Chieftains son la banda por excelencia de la música celta instrumental, y sus miembros -presentes, pasados y fallecidos- han mantenido un espectacular estatus durante los años, también en solitario o en otros proyectos. Sus nombres eran así de trascendentes cuando publicaron su cuarto disco: Paddy Moloney (uilleann pipe, tin whistle), Peadar Mercier (bodhrán), Martin Fay (violín), Seán Keane (violín), Michael Tubridy (flauta, concertina, tin whistle), Seán Potts (tin whistle) y Derek Bell (arpa). Dicho trabajo de 1973, publicado como los anteriores por el sello irlandés Claddagh Records en primera instancia, acabó de romper moldes y contribuyó eficazmente al impulso definitivo de la música irlandesa, que en unos años iba a contar con una exagerada popularidad a nivel mundial.

El fallecimiento de Paddy Moloney el 12 de octubre de 2021 ha trazado una triste marca en la trayectoria de esta banda fundada en Dublín en 1962 por el propio Paddy con la ayuda de Sean Potts, Martin Fay, David Fallon y Mick Tubridy, con el acicate y la absoluta libertad creativa otorgada por el director de su casa de discos (Claddagh Records) el reconocido mecenas Garech A Brún, gran defensor de la música tradicional irlandesa. La fama de Moloney nació como solista, de hecho, antes de que naciera el grupo, la música tradicional era más propia de solistas que de bandas. Y en The Chieftains se unieron grandes solistas, todos ellos militantes en el conjunto del mítico Seán Ó Riada, Ceoltóirí Chualann. Enseguida alcanzaron una enorme relevancia. En sus primeros discos la melodía tradicional era la protagonista, la banda iba al grano, sin detenerse en florituras innecesarias para conectar con el público y dar a conocer la tradición. Sin embargo, la situación fue cambiando a partir de "3" y especialmente con la llegada del arpa en "4", buscando soluciones más elegantes, lo que se notará en el sonido de sus sucesivas obras. Claddagh Records puso a la venta "4" en 1973, mientras que ellos aún no eran profesionales de la música, seguían trabajando en sus oficios personales. Sin embargo, la banda ya despertaba admiración no sólo en el campo musical, por ejemplo el conocido actor Peter Sellers se hizo fan tras conocer a Paddy Moloney a finales de los 60 en la casa del por entonces guitarrista de The Rolling Stones, Brian Jones, y llegó a escribir las notas interiores de "4", donde se atreve a considerarles como 'los Grandes Reyes de la música folk irlandesa'. Sellers, que era trece años mayor que Paddy y falleció en 1980, le pedía por favor en estas líneas que siguiera haciendo discos para gente como él, y le definía como "un duende encantador y alegre, con un enorme talento musical y un sentido del humor a la altura". Todo el poder de la tradición se personifica en este trabajo rebosante de esencia, de vida, y en piezas como el reel de inicio, "Drowsy Maggie", The Chieftains trasladan la alegría del día a día irlandés a un formato que llega a todos y en cualquier momento, sin necesitar la excusa de una fiesta o una boda. El lirismo del arpa también evoca momentos privados, sentimientos personales, como en "Morgan magan", del arpista ciego Turlough O'Carolan, donde violín y gaita son la familia que siempre permanece unida, como con la flauta dulce en el aire "The tip of the whistle". A continuación, un nuevo reel bailable, "The bucks of Oranmore", para continuar con "The battle of Aughrim", conocido tradicional de innumerables versiones que recuerda la sangrienta batalla de 1691, otro acierto en el disco. A otro suave reel clásico de la banda, la disfrutable "The morning dew" (atención al seguimiento de la percusión, a dúo primero el whistle y luego con la gaita), le sigue un nuevo comienzo bucólico para otro tema conocido por todos, la versión instrumental de "Carrighfergus". Más baile en "Slainte bhreagh hiulit (Hawlett)", vals de Turlough O'Carolan, y más rápido incluso en la jiga "Cherish the ladies". Y tras la marcha "Lord Mayo" (compuesta por David Murphy en el siglo XVII) llega, muy al final del disco para aumentar considerablemente su interés, esa inmortal melodía lenta titulada "Mná na Éireann" ('Women of Ireland'), compuesta por Seán Ó Riada. La versión de The Chieftains de "Women of Ireland" -con el título en inglés- se utilizó con enorme éxito en la película de 1975 de Stanley Kubrick, 'Barry Lyndon', e incluso esa memorable pieza parece haber trascendido al propio film, ya que nunca pasará de moda tanto si la interpretan instrumentalmente Bob James en un agradable estilo jazz en 1976, Ronnie Montrose a la guitarra en 1986, Mike Oldfield intentándola modernizar en 1996, o con letra (el poema original era de Peadar Ó Doirnín) el grupo de pop y soul The Christians en 1989, Alan Stivell en 1995 en irlandés o la soprano Sarah Brightman en 1998, entre otras innumerables versiones. El disco acaba con otra pieza festiva (el medley "O keeflé slide / An suisin bán / The star above the gartner / The weavers") donde se demuestra que la conjunción de estos grandes amigos era extraordinaria. 

"No trabajo por dinero -decía Paddy-, hago lo que me gusta", y tal vez esa sea una de las claves de la longevidad y buen hacer del grupo, el amor por su trabajo. En "4" The Chieftains ofrecen un viaje al pasado, piezas tradicionales con un sonido no excesivamente elaborado para mantener el sabor añejo, pero grabado con los medios de los años 80. En la portada, un habitual de los discos del grupo, el escultor Edward Delaney. Su importancia fue grande y el mito ha perdurado desde entonces, el de una banda a la que todo el mundo conoce y admira, por sus discos más tradicionales, por sus directos, por el acercamiento de alguna de sus piezas al cine de autor, por su alianza con el mundo del rock y del pop en álbumes como "The long black veil" o por sus 6 premios Grammy, todos ellos en los años 90. "4" no fue tenido en cuenta en esos premios (su primera nominación fue en la gala de 1979 con "The Chieftains 7"), pero el mayor premio es la escucha por nuestra parte de su animado folclore, con el que recordamos a sus grandes figuras.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:









17.11.21

BRENDAN PERRY:
"Ark"

La esencia de la admirable banda Dead Can Dance está incrustada, con toda lógica, en los trabajos en solitario de sus dos miembros, Lisa Gerrard y Brendan Perry. Es algo inevitable, aunque cada uno tenga su estilo personal, también perfectamente identificable. Concretamente el irlandés, sin desdeñar un tratamiento musical que camina entre el folk y el rock, se deja llevar por la poesía en sus letras, accediendo a terrenos introspectivos que en la mayoría de las ocasiones están poseídos por una bendita locura. El primer trabajo en solitario de este vocalista y multi-intérprete de enorme personalidad fue en 1999 un atrevido desvío, extraño pero placentero, hacia un folk más americano que británico, un disco de título "Eye of the hunter", donde su propia voz intentaba encontrar su sitio y acoplarse al country en piezas tan satisfactorias como "Voyage of Bran". Tuvo que pasar más de una década para que Brendan continuara esa interesante andadura. 

Fue esta una etapa en la que Dead can Dance, aunque sí que se les pudo ver en vivo en 2005, tampoco publicaron obras nuevas, que retornarían con enorme eficacia a partir de 2012. En el listado de canciones de aquella gira había algunos temas nuevos que Brendan utilizó en 2010 para su segundo álbum, "Ark", publicado por la independiente británica Cooking Vinyl, plausible intento de mantener alto el nivel de ambientalidad global de la banda, aunque se note la ausencia del punto étnico de su compañera, por cierto mucho más activa en cuanto a sus discos y colaboraciones, alcanzando una enorme fama gracias a su participación en la banda sonora del film de Ridley Scott 'Gladiator'. La tranquilidad del irlandés le condujo por otros caminos, también admirables, como lo es el impulso creador de Brendan Perry, las atmósferas que sabe crear con cuerdas, teclados y ritmos, transportadoras a épocas lejanas y lugares sagrados. Este Leonard Cohen de lo ignoto comienza el disco con el tono épico de "Babylon", un majestuoso paseo casi apocalíptico con sonidos de metales contundentes en el climax final. "The bogus man" es una canción muy personal, azotada por un oleaje de sutil electrónica. En tercer lugar del álbum aparece "Wintersun", un temazo por los cuatro costados, la voz, los arreglos que combinan lo moderno y lo antiguo, los cambios de ritmo..., en definitiva una pieza inolvidable con el sello auténtico de Brendan Perry y de Dead can Dance, guitarras, teclados y percusión al servicio de un druida del siglo XXI. "Utopia" fue sin embargo el sencillo del trabajo, la base trip hop y los arreglos con un toque del estilo de Craig Armstrong nos conducen por momentos cerca de Bristol, pero la garganta retorna al conjunto a la iglesia donde están instalados los Quivvy Studios, que Brendan había renovado convenientemente para grabar este álbum. A continuación, un sugerente comienzo para una pieza onírica como es "Inferno" (donde el Infierno de Dante le sirve para ejecutar una comparación con la generación que vive pegada a la televisión), marcada por un ritmo de bajo, y una composición sugerente y delicada, también muy personal o interior, titulada "This boy", modificando otra anterior del autor titulada "Can you fee it?". Es el momento de otra pequeña joya escondida al final del disco, una maravilla de esas por las que deseas dejarte atrapar durante muchos minutos, con un título tan maravilloso como "The devil and the deep blue sea". Aunque es difícil igualar ese nivel, la calma tensa de la despedida ("Crescent") no desmerece en el conjunto de un disco fabuloso, del que lo primero que se puede ver es una espectacular portada (fotografía de Dan van Winkle). Los problemas del mundo y ecológicos, así como reflexiones sobre el amor ("todos los aspectos del amor, material, humano, naturaleza, vida, esencia y espíritu") fueron una cierta inspiración para este disco en que Perry lo hace todo, y advierte del uso conveniente de samplers y sintetizadores como material principal de instrumentación, sin que por ello se pierda la esencia poética; más aún, queriendo reflejar aspectos sobre la alienación en un mundo cada vez más dependiente de las máquinas para realizar cualquier tarea sencilla. "A pesar de los temas distópicos que impregnan estas ocho composiciones -explica Brendan-, también hay expresiones de gran esperanza y optimismo por un mundo mejor en el subtexto de las canciones, porque un 'Arca', además de ser un refugio de las realidades más duras del mundo, es también un vehículo de regeneración y renovación". En cuanto al proceso de trabajo, "por lo general, la música es lo primero (...) Una vez que se escuchan las letras, el tema se vuelve más claro. La música se articula en torno al lirismo y la poesía. Hay un cambio de énfasis en el proceso de composición".

En "Ark", que contó con una edición limitada autografiada de 2000 copias (vendidas en conciertos de presentación), es el tono depresivo que tan buen resultado le otorga a las piezas firmadas por Brendan Perry en Dead can Dance el cauce natural de un disco sólido y equilibrado que consigue atraer el interés en su primer tramo con composiciones radiantes ("Babylon"), personales ("The bogus man", "Utopia", "This boy") o en terrenos algo más oscuros e intensos ("Inferno"), con los puntos álgidos de "The devil and the deep blue sea" y de la enorme "Wintersun", con la que podemos cerrar los ojos y soñar con que irlandés y australiana volvían a colaborar. Ciertamente, sólo hubo que esperar dos años para poder disfrutar del fenomenal "Anastasis", pero "Ark" fue sin duda el detalle perfecto para hacer ver al mundo que seguía muy en forma este cantautor sombrío y avanzado, mitad masculina de uno de los conjuntos más admirados de los últimos tiempos, esos que hacen que los muertos bailen.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:





9.11.21

MOBY:
"I like to score"

Un DJ surgido de la miseria del Nueva York de los años 80. Un joven cristiano, blanco y heterosexual frecuentando clubes repletos de gays negros y latinos. La droga, la muerte y la podredumbre en cada esquina de Manhattan. Moby (Richard Melville Hall) cuenta en el primer volumen de su biografía, 'Porcelain: Mis memorias' (publicada en 2016 y traducida al español por la editorial Sexto Piso), su interesante y convulsa vida como DJ en la 'gran manzana' y sus primeros pasos en el negocio musical hasta la aparición del mítico "Play", y la lectura es tan apasionante como la escucha de ese disco lleno de referencias. Pero "Play" tuvo varios antecedentes que no alcanzaron su estatus, pues Moby se movía por otros terrenos más farragosos. Algunas de esas ideas primarias, sin embargo, merecieron levantar la mirada y, en algún caso, abrir la boca con estupor.

Moby había formado parte de la banda de punk Vatican Commandos, y ese tipo de música volvió, como una muestra más de rebeldía personal, en un determinado momento de su carrera, pero fue en la música ambiental, el tecno y la cultura rave de donde emergió DJ Moby, con su enclenque pero desenvuelta figura, creando himnos para los clubes en los que trabajaba. "Go" fue su primer y sorpresivo hit, pero la versión primaria de esta canción (publicada en varios sencillos y en su primer larga duración, "Moby", en 1992) fue superada ampliamente cuando en 1997 Mute Records decidió editar con el título de "I like to score" un recopilatorio con una docena de temas de Moby que habían formado parte de los soundtracks de varias películas, algunas de ellas de cierto éxito. Poco antes de ello, y fascinado -como toda una generación- por la serie de David Lynch 'Twin Peaks', así como por la música de Angelo Badalamenti que la adornaba, una noche tras ver un capítulo de la misma, se le ocurrió utilizar la conocida cadencia de "Laura Palmer's theme" para mejorar el ya existente tema "Go". Así surgió la nueva versión de "Go" que se incluye en "I like to score", único de los temas que no figura en ninguna película sino que contiene las notas del grandioso tema de Laura Palmer. "Novio" fue, sin embargo, la elección para abrir el disco, un ambiente delicado, casi religioso por las voces introducidas, y con notas cristalinas de teclado, una pieza elevadora, nada de club ni pista de baile, que se utilizó en la película 'Double tap'. A continuación, una buena adaptación del tema de 007 para 'El mañana nunca muere' ('Tomorrow never dies', decimoctava entrega de la serie de James Bond) con el título "James Bond theme (Moby's re-version)". Tras "Go" llegan una no muy audible -salvo para una rave un poco pasada- "Ah-ah" (del film 'Cool world'), la funky "I like to score" (desarrollo plano pero rítmico de nuevo para 'Double tap'), "Oil 1" (ambiente sensual con movimiento para 'The saint') y "New dawn fades", versión de la canción del fallecido ex-lider de Joy Division, Ian Curtis (donde sorprende la entrada pesada, rockera, anticipo de la primera canción propiamente dicha del disco, un heavy metal de fácil escucha). Es aquí donde se paran las máquinas, porque llega la verdadera joya del álbum, que había sido creada dos años antes -con una duración algo mayor- para el disco "Everything is wrong". ¿Cómo definir esta maravilla ambiental con mayúsculas, que se escucha -como la anterior- en la película 'Heat', de Michael Mann? En un momento complicado sentimentalmente, Moby creó de la nada una de las esencias de su carrera. Comenzó con un arpegio de piano al que añadió otro superpuesto. Un violonchelo sintetizado y otro sonido de violines pusieron el contrapunto orquestal, y el todo fue aderezado con una suave percusión: "Cuando escuché el resultado, imaginé un dios que se movía sobre la superficie de las aguas cuando el planeta era nuevo, antes de que hubiera tierra y seres vivos". Entonces Moby lloró. Y no es el único que lo hace al admirar "God moving over the face of the waters". Para ir acabando el álbum, "First cool hive" es una pieza suave -también originaria de "Everything is wrong"- que sonó en la película 'Scream' anticipando el estilo de "Play", samples de voces que interactúan sobre sugerentes atmósferas propias. "Nash" es un tema corto con una extraña guitarra (el tercero de 'Double tap'), "Love theme" (de 'Joe's apartment') viene inundado por una calma caribeña, y "Grace" (del corto 'Space water onion') es un ambiente final primario, sintetizadores que vienen y van como el oleaje. 

Moby se calificaba a sí mismo y a otros músicos afines como Trent Reznor como punks de barrio que se habían enamorado del tecno en los 80. Es muy interesante leer esa autobiografía antes mencionada, donde cuenta su trabajado ascenso y sus breves encuentros con estrellas como Iggy Pop, Madonna, Nina Hagen, David Bowie o el tristemente desaparecido Jeff Buckley, así como entender sus pasos musicales entrando y saliendo de diversos estilos. En un tiempo determinado, tras el fracaso de "Animal rights" y la muerte de su madre, envuelto en una vorágine de alcohol y sexo, este artista de Harlem quería morir a cada momento, pero con todos esos condicionantes acechando a su mente, renació musicalmente -aunque de sus adicciones, que casi acaban con su vida, no se recuperaría hasta muchos años más tarde- con "Play", un álbum imprescindible lleno de hallazgos.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS: