21.8.21

XOSÉ MANUEL BUDIÑO:
"Paralaia"

Gaitero nacido en Moaña (Pontevedra), Xosé Manuel Budiño es uno de esos músicos asociados al folclore gallego que a finales del siglo XX llegó de golpe a los circuitos de músicas del mundo y demás corrientes asociadas a la conocida como nueva era. Su trayectoria había sido discreta (una banda de gaitas llamada Semente Nova y el grupo efímero Fol de Niu), pero fue avanzando en sus propósitos hasta irrumpir en el panorama nacional en solitario con cierta cautela, como si pensara que su propuesta musical no fuera a ser tomada en serio entre otros gaiteros tan populares y tremendamente exitosos como Carlos Núñez o Hevia, amén de bandas folclóricas en alza de la misma zona geográfica como Luar na Lubre o Berrogüetto, o grupos de siempre como Milladoiro. Su nombre caló hondo, sin embargo, en una audiencia que continuaba aceptando auténticas muestras de tradición, productos sinceros y bien realizados como el que Xosé Manuel Budiño ofrecía en ese su primer trabajo, de título "Paralaia".

Escribe en el libreto del álbum el escritor y político orensano X.L. Méndez Ferrín que con su virtuosismo y grandes amigos invitados, Budiño nos hace pisar territorios nunca antes visitados, y que esta música se asienta en el interior del pueblo gallego con profunda emoción, como la memoria de ese monte llamado Paralaia, que recoge leyendas de personajes mitológicos (mouras) y tesoros escondidos. Todo un tesoro fue este disco que llegó en 1998 de la mano de Resistencia, y que se había acabado de fraguar en el norte de Europa. Jackie Molard y Söig Sibéril eran dos músicos bretones muy activos, que solían acudir a los festivales que cada verano se celebraban en Galicia. Así se labró Xosé Manuel el conocimiento y el valor para enseñarle a Jackie sus maquetas, y lo hizo en una visita a ambos músicos en Bretaña. Juntos, esa misma noche en casa de Söig, colocaron la semilla de "Paralaia", que acabó grabándose en Madrid con la producción de Budiño y Molard. Pocos sonidos pueden conducirnos a Galicia como lo hace el comienzo de este disco, la espléndida sonoridad de la gaita de Xosé Manuel arremete con fuerza en la melodía de "Paralaia", secundada enseguida por Jacky Molard (violín), Soïg Sibéril (guitarra), y el grupo de Budiño, compuesto por Leandro Deltell (percusión), Xan Hernandez (bajo), Pedro Pascual (bouzouki) y Xavier Díaz (acordeón). El monte Paralaia pertenece a la localidad natal del gaitero, Moaña, a él está dedicado el disco y de él recoge mucha de su fuerza y de sus historias, las de esa montaña que "respira el viento del Atlántico, y siempre es la primera vista que da la bienvenida a los emprendedores navegantes, y la última fuerza que les dice adiós cuando regresan al mar". "Cantar de Santa Sabiña" es un interludio vocal que deja clara la importancia de la tradición y de las voces de estilo antiguo en el trabajo, como la de Mercedes Peón, la gran cantante gallega que adapta en solitario este canto tradicional recogido en las aldeas. "Aire do cruceiro" parece en su comienzo una prolongación modernizada del canto anterior, de nuevo con Mercedes Peón y con la instrumentación completa. Repetirá Mercedes (a la que Budiño había conocido en un festival en Santiago cuando acudió con Fol de niu) muy al final del disco, en "O pateado", dejando el sitio a la música sin palabras en la mayoría de su minutaje. "Rapa bestas" es un nuevo acierto de un disco entretenido y muy estudiado, una pieza divertida, de apariencia festiva, como lo es esa tradición gallega (la más conocida es la de la de Sabucedo, también en Pontevedra) que consiste cada verano en curar a los caballos del monte y cortarles las crines: "Siguiendo los vientos que vienen de la noche -se cuenta en el libreto-, se puede ver el camino hacia las montañas donde los lobos y los caballos salvajes, verdaderos dueños de estas tierras, corren y hablan al ritmo de las panderetas en la oscuridad". Budiño sustituye aquí la gaita por una flauta irlandesa, el low whistle. Acto seguido, de nuevo las gaitas dominan "Lóstregos" con su sonido fuerte y desenfrenado, unión norteña de gaita gallega y trikitixa (con la enorme colaboración de Kepa Junkera), "que te transporta a nuevos paisajes". A Coruña es la siguiente parada del viaje, concretamente Cedeira y sus imponentes acantilados, conocidos como los acantilados de Herbeira, los de mayor cota sobre el nivel de mar de la Europa continental (613 metros de altura sobre el nivel del mar). Así, "Marcha de Breixo" es un aire lento que derrocha ternura, un arreglo de Budiño, Molard y Sibéril de una pieza tradicional dedicada al viento y el mar "de allí donde la gente recoge estos sonidos del fin del mundo, donde expresa sus ansiedades a través de una guitarra, un violín y una pipa". La gaita que utiliza aquí Xosé Manuel es una gaita irlandesa, como en la visita a la localidad pontevedresa de "A fonte da pedra", con su manantial milenario. Budiño vuelve a animar el disco en una composición propia (él firma en solitario la mitad de las doce piezas del disco), "Ardora", que habla de sus recuerdos de muñeiras y de gaiteros como Ricardo Portela. "Ardora" fue destacada por la SGAE como la mejor composición gallega en 1999. De nuevo aparece la triki de Kepa Junkera en un pequeño alalá (melodía montañesa gallega) titulado "Alalá da Vila Ortegán", un aire lento definido en el libreto como uno de esos alegres recuerdos que siempre nos hacen compañía. A Kepa le había conocido también en un festival en Lugo, y no dudó en ayudar al que enseguida se convirtió en su colega, y al que él mismo había ayudado en su inmenso trabajo "Bilbao 00:00h". A ritmo de animada jota se muestra la siguiente tonada, "Jotón Club", de Nacho Muñoz, explicada así: "Un viaje a Bretaña transformó esta jota entre platos de comida y botellas de buen vino, con un sabor único que reflejaba la compañía de la guitarra de Soïg y del violín de Jacky". "Santa Compaña" es el final donde la gaita se va, en la solitario, con esa presencia fantasmal: "Aparece mágicamente y susurra una historia misteriosa. Uno parece ver en el tiempo una canción lejana de letras extrañas, una canción vengativa que se expande en el tiempo".

Tras el éxito del gaitero asturiano José Ángel Hevia con "Tierra de nadie" a finales de los 90, se lamentaba ese humilde asturiano de que, además de Carlos Núñez, Kepa Junkera, Luar na Lubre o él mismo hubieran conseguido el objetivo del reconocimiento, otros currantes de las músicas folk y tradicionales españolas no lo hubieran logrado aún, y entre ellos destacaba el nombre de Xosé Manuel Budiño. No tardó en asomar su figura por radios y revistas, y "Paralaia" encontró el agradecimiento de la crítica y de la audiencia. Se trata de un trabajo muy completo, que no se centra exclusivamente en la gaita sino que se hunde en siglos de tradición para beneficio de su patria y del público de este gallego que afirma que la chispa de su expresión musical es inexplicable, "te sale sin más", y que ha continuado ofreciendo muestras de su calidad en trabajos como "Arredor", "Zume de terra", "Sotaque" o "Fulgor". Además, "Paralaia" fue reeditado en una edición especial remasterizada en formato libro-disco ilustrado por Ana Zon, con motivo de su vigésimo aniversario.












7.8.21

LIZ STORY:
"Escape of the circus ponies"

La compañía californiana Windham Hill continuaba a mediados de los 80 explorando en las posibilidades de los instrumentos acústicos por medio de intérpretes escogidos, uno de cuyos ejemplos más exclusivos era la pianista Liz Story. Después de un exitoso debut en solitario con el piano ("Solid colors", en 1982), era evidente cual iba a ser el instrumento estrella de su continuación, pero no estuvo del todo sola Liz en su segundo trabajo en 1985, titulado "Unaccountable effect", ya que en el tema homónimo de ese 'Efecto inexplicable' -que era lo que lograba en muchos oyentes con la magia de sus teclas- andaba implícito el misterioso sintetizador de Mark Isham, y el tema de cierre, "Deeper reasons", se acompañaba de la percusión de Bob Conti. En las demás canciones, mucha seriedad y el recogimiento más absoluto, la calidez de esta pianista de San Diego que estaba cercana a cumplir la treintena, y cuya progresión había sido frenada en cierto modo, opinaba ella, al ser incluida en la categoría jazz por parte de muchos distribuidores y emisoras. Tras dos pequeñas referencias en RCA y el posterior regreso a Windham Hill, algo distinto fue su siguiente trabajo en el sello de Will Ackerman, una partitura amena y por momentos muy acertada titulada genéricamente "Escape of the circus ponies". 

Se trata sin duda de un título misterioso el de este trabajo sugestivo de Liz Story. Se remarca 'solo piano' en una portada colorida (una extraña pintura de Mary Shivers), mientras que en la parte de atrás del libreto nos encontramos con una glamourosa fotografía de cuerpo entero de esta refinada intérprete de San Diego que comenzó su carrera de niña. Producido por Will Ackerman y Liz Story, el disco se grabó en directo en dos tomas y Windham Hill lo publicó en 1990, cuando la etiqueta new age se había expandido notablemente, impulsando con su fuerza a artistas tan notables como esta, que nos ofrece aquí un disco variado y palpitante al piano Steinway. En honor al título y temática del disco, "Broken arrow drive" es una pieza circense, movida, divertida, un grato recibimiento a la obra que descubre a una excepcional y versátil pianista. Su siguiente movimiento, de hecho, es muy diferente, pues "Inside out", más reposado, parece contar una historia que se escapa de los límites de la carpa. La hermosa introducción del corte principal del álbum es un complemento ideal para esta composición soñadora, llena de calor y potencia; "Escape of the circus ponies" es un fluido jolgorio donde la destreza de Liz se fusiona con un fuerte carácter descriptivo, para ver y sentir el emocionante paseo de los ponis corriendo en libertad. A continuación, Liz regresa en "Church of trees" a un momento privado, pensativo, para llegar a "The sounding joy", otra de las composiciones alegres que parecen un baile, un juego de Liz con su selecto público, que proviene del jazz, del folclore, de la new age y de la pasión por la gran compañía de Palo alto, Windham Hill. Continúa este variado álbum con la poesía de sonoridad enorme de "Another shore" y la vertiente romántica que se respira en "Incision", para continuar con otro tema aventurero titulado "Worth winning" y culminar esta bonita historia con "The empty forest". Además de estar repleto de agradecimientos, comenzando por sus padres, cada pieza en este estudiado trabajo está dedicada a alguien, familiares, amigos o músicos admirados por Liz, entre ellos "Inside out" a su tía, Amy Costas, "Escape for the circus ponies" a la pintora Mary Shivers (autora de la portada), "Incision" al productor y marido en esa época, Mark Duke, y "The sounding joy" a la enorme banda iralndesa Nightnoise, esos otros grandísimos músicos de Winham Hill que a buen seguro encandilaban a Liz Story a pesar de poseer unas fuertes raíces celtas, tan lejanas a su propio estilo, más deudor de Bill Evans o Philip Aaberg. Al fin y al cabo, la música es universal, y los teclados de Tríona Ní Dhomhnaill siempre han sido maravillosos. Tras las nueve composiciones escritas e interpretadas por Liz Story, se hace el silencio, llega la noche, y los ponis pueden descansar en la pradera, sabiendo que los únicos de su especie que restan en la feria son los que, construidos en madera, dan vueltas en el colorido carrusel.

Es un gran momento para recordar los trabajos de Liz Story, tanto sus obras más reverenciadas en Windham Hill como las que publicó en RCA. Y lo es porque Liz, lejanos sus momentos de gloria, ha pasado uno de los peores momentos de su vida cuando tuvo que ser sometida a una cirugía cerebral de emergencia tras diagnosticarle hematomas bilaterales que ejercían una peligrosa presión sobre su cerebro, tanto que podía llegar a olvidar de golpe cómo tocar el piano. Su ausencia de seguro médico llevó a que algunos de sus mejores amigos pidieran ayudas y donaciones en algunas páginas de internet. El infortunio ya había alcanzado a la intérprete años atrás con un tiempo de ausencia voluntaria en los escenarios para cuidar a sus padres, que sufrían demencia, y con la muerte de su esposo tras un accidente de coche. Antaño, cuando aún se encontraba en la cresta de la ola de la new age, en "Escape of the circus ponies" escuchábamos a una pianista madura que ofrecía un gran catálogo de estilos en un repertorio que si bien en algunos momentos parecía desenfrenado, incluso alocado, mostraba las diversas facetas de una gran intérprete.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS: