24.10.09

PAUL MOUNSEY:
"Nahoo"

Alba es el nombre de Escocia en el idioma gaélico. Enorme es la cultura y tradición musical de esta nación celta, y muchos son los personajes que en los últimos años han intentado revitalizarla con mayor o menor brío y fortuna. El grupo Runrig, por ejemplo, ha convertido su folk-rock en un pequeño fenómeno de masas, y una de sus composiciones más emblemáticas se titula precisamente "Alba" en homenaje a su tierra. La historia del escocés Paul Mounsey, que en su primer álbum versionó dicha canción de Runrig, es más azarosa, y constituye un enorme fenómeno en la fusión y modernización de la música celta. Mounsey, que había estudiado piano y composición en el Trinity College londinense, conoció allí no sólo a un Michael Nyman que iba a tener su agradecimiento en el álbum aquí referido, sino también, y con una mayor importancia en esta historia, a una brasileña de nombre Dorinha que se iba a convertir en su esposa y que le iba a arrastrar hasta São Paulo, la enorme y cosmopolita ciudad brasileña donde nació la saga "Nahoo".

El camino que condujo a Mounsey hasta Brasil hizo también que aflorara una excepcional calidad en base al recuerdo de Escocia, de Alba, algo que ya habíamos atestiguado antes en muchas identidades celtas emigrantes, entre ellas el también escocés Alasdair Fraser o los miembros del grupo irlandés Nightnoise. Fue al pasar a DAT viejos vinilos cuando Paul decidió aprovechar parte del material añejo de la Escuela de Estudios Escoceses de Edimburgo y, de manera privada y espontánea, crear una canción de título "Passing away", auténtico origen del 'espíritu Nahoo' y primer fruto de la experimentación con samplers del álbum definitivo. Rítmico y elegante, pletórico híbrido de antigüedad y modernidad, semilla de calidad electrónica en concordancia con un profundo respeto a la tradición celta, "Passing away" y por extensión casi toda la discografía de Paul Mounsey han encontrado también críticos retrógrados. Estos pueden escandalizarse en mayor medida con la inclusión en "Nahoo" de una sorprendente revisión de la mencionada canción de Runrig "Alba", aderezada por elementos tan contradictorios como un bonito canto de 'mouth music' (la música vocal tradicional de las naciones celtas) y sonidos carnavalescos en un envoltorio de 'rave' atávico. Aunque la mayoría de las composiciones del trabajo mantengan -ante todo 'por culpa' de las voces- una esencia tradicional (si bien sólo cinco de las mismas poseen realmente algún nexo con la tradición), una mentalidad nueva se abre al completo en ellas, ya sea por los numerosos detalles, los excelentes arreglos ("Robert Campbell's lament", "From ebb to flood" -melodía apabullante que Mounsey ha adquirido como una especie de leitmotiv en su discografía-, "I will go" -extraña adecuación de una melodía tradicional a la guerra de Irak en base a la letra de Roddy MacMillan y Paul Mounsey-) o los tratamientos vocales ("Journeyman", "Stranger in a strange land", "Illusion" -recitado de Paul en inglés y Dorinha en portugués-), en una exquisita producción de João Vasconcelos, que parece entender a la perfección al músico escocés. Como los polos opuestos se atraen, Mounsey es capaz de combinar sin solución de continuidad la preciosa melodía al violín de "Dalmore" con el urbanismo triphopero de "Stranger in a strange land", estupenda canción que supone una forma de contarnos su propia historia con ese enorme país sudamericano que actuó como ese ser que, según Carlos Núñez, lo fagocita absolutamente todo, y como máximo ejemplo basta ese tema de título en portugués, "As terras baixas da Holanda", tradicional escocés reconstruido al estilo de folclore brasileño. Si bien se pueden destacar grandes momentos como "Passing away", "Alba", "Dalmore", "Stranger in a strange land" o "From ebb to flood", prima el conjunto y no decae la intensidad en los más de 50 minutos de un trabajo que iba a convertirse muy pronto en solamente la primera parte de tres ("NahooToo" salió a la venta en 1997 y "Nahoo3: Notes from the republic" en 1999), y cuyo título apareció de casualidad con la mala pronunciación del productor de Mounsey de la frase gaélica 'Émo chùl' (mi espalda), que se escucha en "Passing away".

"Nahoo" colocó muy alto el listón de las fusiones celtas cuando fue publicado en 1994 por la compañía escocesa Iona Records. João Vasconcelos les había enviado la primera muestra de un álbum que Paul Mounsey no tenía en mente publicar, al tratarse de experimentos privados con sus ancestros. Afortunadamente "Nahoo" vio la luz, y el envío de CDs promocionales tuvo una gran acogida entre la prensa (incluída una crítica entusiasta en la revista Q o entre afamados locutores de radio como Bob Harris) no sólo escocesa sino británica, en una avanzadilla que acabaría siendo más global. Voces sampleadas, estéticas dance o percusiones brasileñas son algunos de los detalles para entender el poderoso influjo de este trabajo de título carismático y ausencia de reglas, si bien a pesar de toda esa parafernalia y guiños al hip hop, funky, rock o jazz, Paul Mounsey se encarga en todo momento de que no nos olvidemos de cuáles son sus raíces. Podemos hablar de Mounsey como un folkie, podemos hablar de Mounsey como un moderno gurú, podemos hablar de Mounsey como un fusionador, podemos hablar de Mounsey como un revolucionario... en definitiva se puede concluir que Mounsey es un gurú folkie, fusionador, moderno y revolucionario. El artista total.



17.10.09

VANGELIS:
"Spiral"

Al hablar de la música del griego Vangelis hay que sacar a colación su carácter épico y grandilocuente, características con las que no sólo logró vender millones de discos sino ser escuchado indirectamente a través de sintonías en radio y televisión por casi todo el mundo desarrollado. La calidad que confería a sus obras parecía ser un recurso innato, sobre todo desde que desplegara sus conocimientos tecnológicos en una primera estancia forzada en Paris. Una vez trasladado a Londres, "Heaven and Hell" fue su primer gran éxito desde los estudios Nemo, completo laboratorio musical con un propósito, el de convertir una tecnología al alcance de muy pocos en una sucesión de notas, ritmos, melodías y secuencias que abrieran la puerta a nuevos caminos, mundos lejanos y cautivadoras formas de expresión sin palabras. Cambiando la orquestalidad por nuevos guiños al rock progresivo y a la música cósmica, el siguiente paso fue "Albedo 0.39" (un trabajo muy apreciado por sus seguidores, aunque no exento de altibajos, que contenía los conocidísimos himnos "Pulstar" y "Alpha"). Con "Spiral", publicado por RCA en 1977, consiguió ir más allá y, sin renunciar a su sonido característico, encontró la esencia de la comercialidad en una comunión alquímica entre el futuro y el presente, entre la electrónica más avanzada y el magnetismo de lo terrenal.

En 1977 se comercializó el sintetizador Yamaha CS-80, con notables mejoras de sonido y versatilidad en su ejecución; Klaus Schulze o Jean Michel Jarre fueron algunos de sus usuarios, pero posiblemente fuera Vangelis quien mejor supo sacarle partido, comenzando por el propio álbum de ese año 1977, "Spiral": "Para mí, el CS-80 es el mejor sintetizador que se haya hecho (...) el mejor diseño de sintetizador analógico que haya existido. Fue un instrumento brillante, aunque desafortunadamente no fue muy exitoso. Necesita mucha práctica si quieres poder tocarlo correctamente, y debido a la forma en que funciona el teclado, es un instrumento bastante difícil de dominar". "Spiral" estaba integrado por cinco composiciones de media duración hasta completar unos escasos cuarenta minutos, minutaje suficiente cuando todo lo contenido en una obra es imprescindible. Es precisamente "Spiral" la que marca el inicio del disco con un estallido sonoro, una hipnótica secuencia que recrea un movimiento oscilante (como una espiral, por supuesto), el latido de un sensacional trabajo que abre los ojos con un toque de campanas. Aunque parezca un momento sacado de la película '2001: Una odisea del espacio', musicalmente se asemeja mucho más al repique de campanas tubulares con el que un joven Mike Oldfield sorprendió al mundo cuatro años antes. No es la única semejanza con "Tubular bells", ya que la atractiva portada de "Spiral", idea del propio Vangelis, también parece estar en concordancia con el disco seminal de Virgin Records. Tales referencias son meras anécdotas si continuamos la escucha, pues durante siete intensos minutos asistimos boquiabiertos a un vendaval de efectos sonoros con varias melodías definidas en una acción desenfrenada digna de sagas estelares de la época. "Ballad" es el segundo corte, el más meditativo del álbum y por su ausencia de ritmos secuenciados el que pasa más desapercibido del mismo, si bien supone una propuesta original, rotunda y muy llevadera con la voz tarareante y procesada de un Vangelis que no prodiga excesivamente su garganta en sus trabajos. "Dervish D." cierra la cara A del vinilo o casete (eran otros tiempos) de forma hipnótica, no en vano se trata un tema inspirado por los bailes giratorios de los derviches ("'Dervish D' está inspirado en el bailarín derviche que, en su giro, se da cuenta de la espiral del universo", decía); como los miembros de tal congregación musulmana, un poderoso misticismo se apodera de la pieza y, junto al clímax conseguido por la cíclica secuencia, la percusión y los teclados emulando instrumentos de viento, elevan al oyente en una danza imposible de refrenar, un auténtico hit de la música electrónica de los 70. Varias tonadas de este álbum se iban a convertir en muy populares con el paso del tiempo e iban a ser integradas en numerosos recopilatorios de su autor y transformadas por doquier en versiones de discos de sintetizador, como es el caso de las comentadas "Spiral" y "Dervish D." y por supuesto de su primer sencillo, la sensual "To the Unknown Man", combinación de dulzura en una melodía casi infantil sobre un pulso sintetizado, y de fuerza por medio de una ruidosa y carismática percusión casi militar, que se acaban fundiendo en un tajante clímax. "To the Unknown Man", merced a su utilización en publicidad y sintonías, es una de las canciones más conocidas de su autor, un sueño de plácido despertar en una 'humanidad desconocida', que contaría con un corto "To the Unknown Man II", con alguna relación con el primero, en el single que, con diferentes portadas según el país, presentaba siempre en la cara A una versión recortada de tema principal. No se queda atrás el último tema del álbum, "3+3" (compuesto en compases ternarios), el más largo y acompañado por un sempiterno secuenciador, así como por unos falsos metales (característicos del griego), en el que el novedoso Yamaha CS80 y demás sintetizadores de los estudios Nemo tuvieron mucho que ver. Un recorte de "3+3" fue la cara B del single de "Dervish D.", mientras que años después RCA publicó en Brasil otro sencillo, con "Spiral" en la cara A y "Bacchanale" -perteneciente al anterior trabajo "Heaven and Hell"- en la B, ya que ambos temas aparecían en una popular telenovela, 'Coraçao Alado'.

Entre numerosos encargos, colaboraciones, producciones y bandas sonoras que le estaban permitiendo sacar adelante su estudio privado, y afianzarse en un estatus económico desahogado, Vangelis cuajó en soledad una obra deliciosa, espectacular, incluso revolucionaria, combinando de nuevo recogimiento y espectáculo en una muestra de calidad electrónica. Innovador pero absolutamente accesible, "Spiral" es uno de los álbumes clásicos de Vangelis, un divertimento de sorprendente conjunción, que en algunos momentos parece acercarse a otras propuestas superventas electrónicas de la época, como las de Tangerine Dream, Jean Michel Jarre, Kraftwerk o The Alan Parsons Project, pero sin perder un sonido propio y una identidad característica, la que ya se había creado este orondo teclista cuya popularidad iba a continuar in crescendo con los años, aunque su último trabajo para RCA iba a ser un experimental y anticomercial "Beabourg" en 1978, de difícil asimilación para un público que enseguida iba a volver a encontrarse con grandes sintonías, como "Hymne" y "L'enfant" en el plástico de 1979 "Opera Sauvage".

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9.10.09

WIM MERTENS:
"Motives for Writing"

Siempre ha afirmado Wim Mertens que la literatura es una de sus pasiones, y aunque destaque que no suele haber relación entre los títulos de sus trabajos y la música contenida en ellos, es ineludible encauzar su inspiración por medio de ciertas referencias, por ejemplo literarias. Un título tan definitorio como "Motives for Writing" (motivos para la escritura) no esconde sin embargo referencias directas a sus escritores favoritos, sino que nos adentra un poco más en su concepto musical sin otro tipo de interferencias, pues el lenguaje utilizado en las letras de las canciones de este trabajo es, como suele ser habitual en él, un recurso inventado de carácter más instrumental que vocal. En la obra para conjunto de Mertens la música fluye con facilidad, incluso de modo insultante en trabajos de gran envergadura como el que nos ocupa. Gran parte de la culpa la tiene una estupenda sección de metales, instrumentos como la trompeta, la tuba y el trombón, que aparecen por primera vez en la obra del belga y se combinan con otros ya clásicos en su repertorio como piano (su instrumento por antonomasia), clarinete, saxo (con la eterna presencia de Dirk Descheemaeker alternando estos dos instrumentos), piccolo, arpa o violín. También el fagot se sitúa en la lista de novedades y añade un nuevo timbre a un conjunto publicado en 1989 por "Les disques du Crépuscule".

Se dice que para este disco Mertens se inspiró en música sacra antigua utilizada en la Semana Santa de Sevilla, algo que no resulta ni evidente ni fácil de discernir, aunque bien es cierto que su primer concierto sevillano tuvo lugar el año anterior de la publicación de "Motives for Writing". No era esa la primera vez que actuaba en España, en febrero del 86 tocó en solitario en una discoteca de Madrid (Sala Universal), volvió con su conjunto en diciembre del mismo año al mismo lugar, con igual éxito (un concierto publicado en CD en 2004 como el quinto volumen de la serie "Years Without History", que recogía conciertos de varias épocas y lugares), y a finales de los 80 se le acopló al cartel de los festivales de jazz de Madrid, San Sebastián y Barcelona, algo que Mertens justificaba así: "no tiene sentido hablar de diferentes tipos de música, mis conciertos tienen cabida en cualquier tipo de festival". Seis composiciones poblaban "Motives for Writting", "Watch!" es un frenético delirio digno de ser disfrutado en directo, una animada obertura cuya corta duración, aunque deje con ganas de más, le confiere un cierto poder y podría hacer buena la coplilla de Gracián 'lo bueno, si breve, dos veces bueno' si eso no dejara en mal lugar a los cortes de larga duración del trabajo. El empleo en el segundo corte, "The Personell Changes", de un lenguaje musical tan alejado de lo establecido (en cuanto a las melodías, cambios de ritmo, instrumentos, voz...) convierte a este tipo de composiciones en unas 'rara avis' de la comercialidad, pues realmente y dentro de su experimentación, hablamos de un artista que ya era conocido, respetado y seguido por una pequeña cohorte de fieles; es la voz lo que más puede chocar en un ambiente rotundo dominado por los vientos, a los que los teclados parecen imitar con una cierta gravedad. El mayor acercamiento a un minimalismo de repetición acontece en "Paying for Love", que desenvuelve en sus primeros minutos un ambiente sereno donde la voz y trompeta no sólo no desentonan sino que ayudan a mecer en un lánguido arropo con suficiente 'alma' como para que los once minutos de la pieza sean extrañamente cortos. Esa fluidez natural que acompaña gran parte de la carrera de Mertens (la menos vanguardista, realmente, con la que puede vender mayor cantidad de discos) le permite lograr melodías geniales, como el gran éxito de este trabajo y que nos adentra en la 'cara B' del mismo, la rítmica "No Testament", hermosa muestra de genialidad en la utilización de la sección de metales y vientos para terminar amasando un sonido moderno y arrebatador en una concepción cuanto menos extraña (y desde luego propia) de la música contemporánea. Incluso ha tenido (y no es la única pieza de Mertens que ha contado con ese dudoso honor) versiones para discoteca. Susurrante, adormecedor, tan sereno como "Paying for Love" pero en otra envoltura, así se presenta el clarinete en "Words on the Page", en un apasionante monólogo de atemporal hermosura; sin reglas aparentes, la atracción no puede romperse mas que por el (en este caso) incómodo silencio, a los trece minutos del comienzo. En general nos hallamos ante uno de los discos más extrañamente hipnóticos de Wim Mertens, aunque también más fáciles y cercanos, combinando soliloquios como este "Words on the Page" con piezas de melodía identificada y convertidas en grandes clásicos del belga como "No Testament" o la maravilla que cierra el álbum, "The Whole", apabullante demostración de clase sin fecha de caducidad que marca la distinción entre este músico esencial y sus imitadores, una composición en la que el pianista canaliza su energía interior hacia un soberano juego entre vientos y cuerdas, que parece ir más allá de la razón, y que Mertens rescataría en forma de variación a las cuerdas, con el título de "Song and Story", en la primera parte de "Alle Dinghe" ("Sources of Sleeplessness"). "No Testament" fue el sencillo elegido, por méritos, para promocionar el disco, con "Watch!" en la cara B del 7", y varias composiciones más en el CDsingle, "The whole" y tres temas nuevos, "Stretti" -una de sus 'counting pieces', esas composiciones que presentan una cuenta atrás-, y las excesivamente cortas, poco desarrolladas, "Flank by Flank" y "Figs".

Siempre intentando ir más allá de lo convencional, este desgarbado músico se desenvuelve con soltura y delicadeza en un mundo difícil, en el que ha conseguido imponer su exclusivo estilo en una obra de gran carisma y personalidad que abarca varias décadas. Con discos como éste, Mertens llama a la puerta de las minorías abiertas a todo y opta por una nueva sensibilidad, de corte propio, pero extensible a todos los que necesiten derribar fronteras y encontrar nuevos caminos sin importar clase, modo o condición. "Struggle for Pleasure" (que contenía su gran éxito "Close Cover"), "Maximizing the Audience" o "A Man of no Fortune and with a Name to Come" fueron sus grandes discos anteriores a este "Motives for Writing", al que seguirán otros completos y en ocasiones incomprendidos trabajos como "Strategie de la Rupture", "Shot and Echo", "Jérémiades", "Jardin Clos", "Integer Valor" y muchas más joyas en una dilatada discografía que, como sus giras, parece no tener fin. Esas obras esenciales fueron rescatadas en 2008 por EMI Classics en ediciones digipack, como este "Motives for Writing" que contó con una pequeña estilización de la tipografía de la portada. Por lo demás, la misma ingeniosa música que, aunque solamente durante cuarenta minutos, hiciera las delicias de cualquier melómano en 1989.

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5.10.09

RADHIKA MILLER:
"Here and faraway"

El de Radhika Miller es uno de esos innumerables casos en los que la vinculación a la música tiene un fuerte componente familiar. Animada por sus padres, creció influida por un gran ambiente cultural y por las cualidades de su madre como soprano y pianista, estudios que enseguida quiso tomar la pequeña Radhika hasta que se encontró con su instrumento ideal: la flauta. Quizás fuera un camino marcado, tal vez sea el instrumento el que elige en definitiva al intérprete, el caso es que ese 'capricho' se convirtió en una reconocida obsesión que acabó formando parte de su vida, y son la emoción y dulzura desprendidas con el mismo, lo que va más allá de las palabras y hace merecedor de un pequeño homenaje a la figura y a la música de esta norteamericana.

No vamos a encontrar en Radhika Miller una artista rompedora y novedosa, ni una glamourosa intérprete de melodías destinadas a la radiodifusión. Más allá del interés de las compañías o de la propia autora, esta flautista de San Francisco ha huido de los círculos más comerciales por el carácter recogido y discreto de su música, aunque presenta ciertas similitudes con determinados momentos de un grupo tan vivo y alegre como el Paul Winter Consort -ha colaborado con Eugene Friesen, Russ Landau, David Darling, y grabado en la catedral St John the Divine, de la cual Paul Halley era organista-. Y es que la discreción y la alegría no son antónimos, sino una combinación cordial. Más que tocar, Radhika Miller acaricia la flauta, sucumbe ante el encanto de un instrumento delicado y sugerente, pero a la vez preciso y contundente, y se deja influir por la naturaleza y por la música impresionista, con retazos medievales y folclóricos. Se puede achacar a sus discos que sean en general excesivamente blandos, pero una estupenda jovialidad, y composiciones esporádicas de notoria calidad, les hacen ser un digno exponente de una agradable new age. En 1992 publicó el mejor ejemplo de lo arriba expuesto, de título "Here and faraway", de la mano del sello Real Music. Ese toque a lo Paul Winter está presente en el tema de inicio, "Dam up a river to style your hair", si bien enseguida llegan los dos cortes más destacados y dignos de recordar: "I once loved a lass" presenta una estupenda melodía (se trata de una pieza tradicional escocesa), y una gran conjunción de flauta, cello, guitarra mexicana y percusión; algo parecido sucede en "Romanian nightingale", genial composición de la propia Radhika en la que nos encontramos una soberbia mandolina ayudando a flauta, piano y bajo. No es baladí hablar de la interpretación de esos instrumentos 'secundarios', ya que nuestra flautista contó con la ayuda de unos intérpretes impresionantes, entre los que destacan Mike Marshall a las guitarras, David Darling al cello, Tony D'Anna al piano y percusiones, y Edgar Meyer al bajo. Casi nada. Por ejemplo, "Reverence" es una composición de éste último, el afamado bajista Edgar Meyer, a la que aunque le falte algo, da muestras del recogimiento y espiritualidad que pretende transmitir el álbum. En "I gave my love a cherry" es el arpa de Michelle Sell la que marca otra recogida cadencia, y se desmarca junto al violonchelo en esta composición tradicional de los Apalaches, adornada con la omnipresente flauta. "Singing winds" es otro tema destacado por su ritmo agradable y viajero, en el que tiene mucho que ver el respetado cantautor folk de San Diego John Stewart, pues no sólo aporta su guitarra, banjo y teclados sino que firma la composición junto a Radhika. Aunque en la segunda mitad del álbum decrezca un poco la intensidad, no hay que olvidar, aparte de esa pequeña contribución de John Stewart, la aportación de la mencionada arpa de Michelle Sell (que también luce en "Adoremus") y del piano de Rob Ramos.

Las diversas variedades de flautas pueden presentar varios registros e influencias y desvelar ciertas intenciones. En este disco, Radhika Miller interpreta varias flautas dulces, altas y traveseras, demostrando su destreza con todas ellas, y su intención es evidente, ofrecer una música alegre y espiritual, conectada con la naturaleza (el tema de inicio pretende ser un alegato ecologista), para escuchar plácidamente o mientras se practica una de las pasiones de la artista, el yoga. "Gems of grace" o "Origins" son otros ejemplos de interesantes discos en la misma línea de su autora, aunque temas como "Romanian nightingale" o "I once loved a lass" hacen destacar entre su discografía este sensible y estimulante "Here and faraway".