28.12.22

MIKE OLDFIELD:
"Platinum"

¿Es un ángel?, ¿una deidad atlante tal vez?, ¿una estatua del Olimpo? Sus rasgos, inexistentes en un principio, cobran relieve mientras suena "Woodhenge", gracias a la luz divina que de repente la envuelve, atributos robóticos que sorprenden especialmente cuando con las notas de inicio de "Punkadiddle" abre los ojos y despliega sus alas de ángel, provocando una tormenta eléctrica de gran magnitud que le lleva lejos. Muy lejos, a años luz de aquí, transportado por una inimaginable tecnología, probablemente alienígena. Allí, en el otro confín de la galaxia, comienza una nueva existencia, una gota llena de vida que se reproduce y da lugar a "Platimum", el álbum más esotérico de Mike Oldfield y un renacimiento, tras esa terapia denominada Exégesis que cambió su personalidad, la del músico y la de la persona que responde al nombre de Michael Gordon Oldfield. Ian Emes fue el autor de esta animación arriba descrita que presentaba el álbum (se puede ver en su web), como lo fue de las que se podían disfrutar en el tour europeo de 1979 conocido como Exposed, inspirado en litografías del grabador holandés M. C. Escher. El talento de Emes, artista que había trabajado con gran éxito con Pink Floyd, se unió al de Oldfield, que en "Platinum" mostró otra cara, un gran cambio estilístico respecto a sus obras épicas de los años 70, desde "Tubular Bells" a "Incantations".

Aunque en 1973, dado el éxito y el tirón de la película 'El exorcista', se comercializara un single de "Tubular Bells" (y el disco entero) en los Estados Unidos, el primer intento serio de triunfar en Norteamérica por parte de Mike Oldfield y su compañía se dio seis años después, al final de la década. Oldfield, que conoció personalmente a personajes importantes del panorama musical neoyorquino como Peter Baumann o Philip Glass, se lanzó a grabar con músicos de sesión en la ciudad de los rascacielos un álbum distinto, como distinto había sido un sencillo interpretado en directo en su primera gira y publicado unos meses antes, el discotequero "Guilty", grabado también en Nueva York con la supervisión de Kurt Munkasci -el hombre que le presentó a Philip Glass-. Aunque fue rematado en Inglaterra, el concepto original de "Platinum" era  mucho más abierto, donde un jazz camuflado y la electrónica que permitían los sintetizadores de la época, se agolpaban entre sus compases, además de una batería más contundente que la usada hasta la fecha. El platino es un metal noble muy apreciado en joyería por su pureza y brillo, así que teniendo en cuenta la brillantez del Mike de los 70, el título "Platinum" es bastante acertado. En él, Oldfield iba a homenajear precisamente a Philip Glass (con una fantástica versión libre de su "North Star") y a otro neoyorquino ilustre como George Gershwin (del que adapta la canción "I Got Rhythm"). Publicado por Virgin Records en 1979 con la eficaz producción de Tom Newman y una bonita y artística portada de Trevor Key, "Platinum" presenta una cara A monumental, donde Oldfield divide en cuatro partes una animada suite, repleta de guitarras y metales, en la que desarrolla un trepidante comienzo ("Airborne"), seguido de una aguerrida melodía de las que dificilmente se te van de la cabeza ("Platinum"), se escucha acto seguido un animado "Charleston" (otra concesión a lo americano), para concluir con el desestructurado al modo Oldfield (y muy conseguido, haciéndolo realmente suyo) "North Star" del maestro Glass. Tras esta primera cara realmente genial, y aun portando grandisimos minutos de música, el segundo lado del plástico demuestra que Oldfield no era tan infalible como se podría pensar, especialmente en unos cortes vocales simpáticos y diferentes, pero no tan inspirados como sus excelsos instrumentales. Esta cara B se abre con la ambiental "Woodhenge" (fantástica pieza compuesta años atrás para el documental "Reflection") y contiene las mencionadas primeras canciones propiamente dichas aparecidas en un LP de Mike Oldfield ("Into the Wonderland" -que sustituye a la bisoña "Sally"- y "I Got Rhythm", ambas cantadas por una más que correcta Wendy Roberts), amén de una divertida protesta contra el punk llamada "Punkadiddle". La anécdota del álbum fue la exclusión tras las dos primeras ediciones del mismo, de la extravagante canción "Sally (I'm Just a Gorila)", que fue sustituida por la mencionada "Into the Wonderland".

Una versión con portada distinta del disco (obra una vez más de Ian Emes), que además incluía el éxito discotequero "Guilty" en vez del esotérico "Woodhenge", se publicó en Estados Unidos y Canadá con el título de "Airborn"; una edición especial portaba un segundo vinilo con "Tubular Bells" e "Incantations" en directo en el reciente tour europeo. Sin embargo, "Platinum" no consiguió triunfar al otro lado del charco, como no lo hará Oldfield en toda su trayectoria. Son las injusticias de la industria y de los gustos de todo un país. Pese a ello, y aunque no se llegue a considerar como una de sus obras mayores, "Platinum" es un trabajo eléctrico, resuelto y adictivo, una exquisita rareza en la discografía del músico británico, cuyo mayor problema deriva precisamente de ir cronológicamente detrás de sus casi insuperables cuatro primeros plásticos -"Tubular Bells", "Hergest Ridge", "Ommadawn" e "Incantations"-, sin la presencia de los cuales sería sin duda un clásico en su monumental carrera.

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12.12.22

KLAUS SCHULZE:
"Mirage"

La personalidad de Klaus Schulze siempre fue complicada, su relación con los periodistas tuvo momentos difíciles, al igual que con algunos de sus propios colegas, como con Edgar Froese en los meses que pasó en Tangerine Dream. Tampoco duró en Ash Ra Temple, y su dúo Timewind con Michael Hoenig fue efímero, en esta ocasión más por discrepancias musicales que personales. No es de extrañar que Klaus se instalara desde bien pronto de su carrera en una casa en el bosque, apartada de la urbe. Desde allí, aprovechó el desconcierto electrónico de la década para convertirse en un puntal de la conocida como Escuela de Berlín, y la filosofía new age acogió su propuesta (más que al revés, pues el músico nunca comulgó con los dictados de dicho movimiento) con los brazos abiertos, incluso con la carga tenebrosa de obras como "Irrlicht". En su concepción musical algo alucinógena en ocasiones, la consigna todo vale tenía, afortunadamente, ciertos momentos de lucidez, y de igual forma que un virus letal puede ser bello al microscopio, algunas disonancias pueden acabar complaciendo al oído. Así, "Timewind" o "Moondawn" fueron clarísimos triunfos del berlinés, que continuó su eficaz andadura con un trabajo aparentemente más placentero, "Mirage".

Publicado en 1977 por Brain en Alemania y por Island Records en Gran Bretaña, así como por otras numerosas compañías dependiendo del año o país, "Mirage" está dedicado al hermano mayor de Klaus, Hans-Dieter Schulze, que murió de cáncer ese año, lo que se acaba plasmando en una música lacrimosa, en la que proliferan ambientes irreales, pero no necesariamente sombríos. Dulcificado pero profundo, asomándose a un abismo de misterio entre el sueño y la realidad, se presenta "Velvet Voyage", el corte que ocupaba la primera cara del plástico. Como una luz fantasmal entre las sombras, tal vez el túnel de luz del que hablan los retornados de una ECM (Experiencia Cercana a la Muerte), se atisba una lánguida melodía en la lejanía, acercándose tintineante con un creciente sentimiento turbio y la presencia de un desasosegante sonido como de bajo. El tramo final de este largo viaje de terciopelo es luminoso, ayudado por una álgida secuencia de notas de sintetizador. La atmósfera tenebrosa, sin embargo, lo acaba engullendo todo de nuevo. Este "Velvet Voyage", a pesar de ser una suite de 28 minutos, se componía de seis títulos de difícil ubicación: "1984", "Aeronef", "Eclipse", "Exvasion", "Lucid Interspace" y "Destination Void". En la cara B se alzan los recordados 29 minutos de la cristalina "Crystal Lake", otra suite compuesta por seis cortes: "Xylotones", "Chromwave", "Willowdreams", "Liquid Mirrors", "Springdance" y "A Bientot". Es un Schulze en color, la sonoridad es excepcional, sus pequeños cambios de ritmo acertados. La cadencia de teclado, sencilla y repetitiva, sustituye a las robóticas secuencias de otros tiempos. Esta suite se completa con un nuevo ambiente planeador, mas tranquilo que el del primer acto, con un clímax final grandioso, muy cósmico, como una llamada a otras galaxias o planos de existencia. Posteriores reediciones incorporaban una tercera pieza, 20 soñadores minutos de título "In Cosa Crede chi non Crede?". "Mirage" huye de la estridencia de otras obras anteriores, tanto en la ambientalidad de su primera cara como por lo melodioso de la segunda, y se posiciona como uno de los trabajos favoritos del alemán entre sus seguidores menos experimentales y oscuros. Tal vez demasiado largos, en las duraciones de estos temas está sin embargo la esencia del viaje, de este minimalismo electrónico cósmico de variaciones lentas que puede llegar a hipnotizar. "El desarrollo simultáneo del sintetizador llegó en el momento justo para nosotros. La forma en que todo se unió fue perfecta: nueva tecnología, una nueva forma de pensar en la música, y un clima cultural que aceptaba la creación de música no comercial", dijo el malogrado Klaus Schulze, que a pesar de su no comercialidad, ha contado siempre con una legión de fans, como otros padres del movimiento y la música electrónica en general, que nunca deja de atraer en cualquiera de sus vertientes. 

El mundo del misterio y la música electrónica estuvieron muy ligados en algunos momentos de mayor popularidad del género en los años 70 y 80. Los ambientes oscuros de bandas como Tangerine Dream, el esoterismo de Ashra o Popol Vuh, las melodías cósmicas tan sugerentes de Vangelis o Jean Michel Jarre, o el terror más puro conectado a los inicios de Mike Oldfield, se unían a las oníricas o incluso tenebrosas portadas de Klaus Schulze. Su irreal música era asimismo una obra de lo ignoto que profundizaba en el surrealismo daliniano como también lo hicieron los trabajos de Edgar Froese, Michel Huygen (Neuronium), Steve Roach y muchos otros sintesistas de la época. La cubierta de "Mirage", en concordancia con la música contenida, era sin embargo más afable y presentaba la efigie del músico (que ya habíamos visto en "Moonwind") en un suave claroscuro. En las notas interiores del álbum, Klaus aclara sobre la esencia onírica del mismo: "La música es un sueño, pero la interpretación exacta debe ser realizada por el oyente". Cada persona debe encontrarla, por lo tanto, disfrutando por el camino de una nueva escucha. No será la última.

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