18.1.24

WILLIAM ACKERMAN:
"Past Light"

No muchos artistas han gozado del privilegio de formar parte del maravilloso encanto acústico que suscitaba el sello Windham Hill. Muchos mitos han surgido de su catálogo, entre ellos George Winston, Michael Hedges o el grupo Nightnoise. Es sin embargo su creador el mayor portador de la esencia de la compañía, ese prístino guitarrista de contundente dulzura en el tañer de las cuerdas metálicas llamado Will Ackerman, que maravilló con sus primeros trabajos, "In Search of the Turtle's Navel" y "It Takes a Year". La 'voz' de Ackerman siempre ha sido propia, auténtica, aunque sin duda se ha alimentado de las 'voces' de otros, de Leo Kottke, de John Fahey, de Robbie Basho, referencias reconocidas sobre las que emerge el talento y las intenciones propias de este reflexivo artista, que en los años ochenta se hizo acompañar de sus 'empleados', y sin duda amigos, en álbumes inolvidables entre los que habría que destacar especialmente "Passage", en 1981, o "Past Light" en 1983.

Estas son las palabras de Will Ackerman hacia este proyecto: "En ocasiones como ésta siempre se hace todo lo posible para agradecer a una falange de individuos por sus contribuciones al proyecto en su conjunto. Esta no es una excepción. A menudo, a los músicos que se unieron a mí en 'Past Light' se les dio poco más que una forma básica para trabajar, y no es falsa modestia decir que muchas de las composiciones representadas en estas grabaciones son puras colaboraciones por parte de estos amigos y por mí. A ellos les estoy sinceramente agradecido. También debo agradecer a mi coproductor, Steve Miller, por tener el talento y la visión que me permitieron probar nuevas ideas". Windham Hill publicó "Past Light" en 1983 con una fotografía algo fantasmal en la portada, y de esos músicos invitados, sólo Darol Anger repite desde aquel "Passage" de dos años atrás. "Visiting" es pura poesía, un comienzo idílico en el que las cuerdas de la guitarra se visten de gala, una pieza excepcional en la que Michael Manring aporta su característico fretless (bajo sin trastes) y Chuck Greenberg el siempre emocionante lyricon con el que embellece los álbumes de su maravillosa banda, Shadowfax. Ackerman en solitario despierta una especial sensación de autenticidad, de conexión con la naturaleza, de agradable soledad; pero rodeado de amigos la música se convierte en una celebración, y eso es "Visiting". El Kronos Quartet es el extraño acompañante de la siguiente pieza, "Garden", por la particular sonoridad de un cuarteto de cuerda junto al folk bastante bucólico de Ackerman; la combinación es de una endeleble empatía, y si bien brilla especialmente la guitarra, prima el conjunto en una gratísima armonía. Joan Jeanrenaud, violonchelista del propio Kronos Quartet, repite en el siguiente corte, y su violonchelo rasga en una especie de melancólico segundo plano la calma de "Three Observations of One Ocean". Llegado este momento aparece el único solo de guitarra del trabajo, "Pacific II", una gran pieza de carácter reflexivo, con la habitual destreza en la ejecución de nuestro protagonista. Para acabar la cara A del plástico, "Synopsis" es un tema movido, repetitivo y con su pequeña dosis de electrónica, pues además de repetir Chuck Greenberg con su lyricon, aparece Mark Isham en el sintetizador, con su idóneo toque ambiental. Ahora bien, es más importante en la carrera de Ackerman la segunda parte de ese tema, una "Synopsis II" que deslumbra a mitad de la cara B y se convierte de inmediato en uno de los grandes clásicos del guitarrista: un ritmo constante y verdaderamente adictivo de cuerdas da paso a la entrada del oboe de Russel Walder en una bellísima cadencia que se entrelaza enseguida con el piano de Ira Stein; juntos, Ackerman, Stein y Walder construyen una resistente urdimbre entre cuyos hilos emerge la bellísima melodía de un título mítico, "Synopsis II". "Ventana" -así, en castellano- es el comienzo de esa cara B, una especie de raudo paseo en el que la guitarra conversa con dos fieles amigos, el violín de Darol Anger arrancando una sonoridad celestial, y la segunda aportación del fretless de Michael Manring; el todo es otra pieza maravillosa, una conjunción de genialidad absoluta. No es la última aparición de Manring en el trabajo, pues enseguida llega "Threes", con su bajo sin trastes y la guitarra de Michael Hedges, en lo que curiosamente es un tema pausado y bastante cauteloso, agradable de escuchar aunque sin destacar en el todo. Dos piezas restan para concluir, la meditativa "Rain to River" con el violín de Jamii Szmadzinski (habitual en los discos de Shadowfax) descargando su energía de pura fusión al final de la pieza, y "Night Slip", una especie de corto viaje a las tierras del country, con la guitarra de Michael Hedges, que continúa comedido, y el corno inglés de Russel Walder. Así, en un suspiro se han consumido diez piezas de enorme construcción, especial interpretación y muy fácil escucha, en ocasiones -como en los casos de "Visiting", "Ventana" o "Synopsis II"- ciertamente embelesada. No hay que afirmar que el reparto de protagonismo mejore a Will Ackerman (él solo también habría sido un intérprete adecuado), pero es evidente que gratifica la experiencia auditiva, hace más variado y divertido el trabajo, como ya había sucedido en el disco anterior, "Passage".

Por sus fabulosas composiciones, por su especial manera de interpretarlas, y por su papel fundamental en la historia de este tipo de música, se denomine como se denomine, Will Ackerman es sin duda, un auténtico prócer de la new age. Los años setenta fueron tiempos de increibles descubrimientos en la música instrumental acústica con ese sentimiento artesanal que hacía de la música del sello Windham Hill algo perfectamente reconocible, pero el tiempo fue pasando y con él la manera de entender, de disfrutar y de presentar al público este tipo de música. Muy pronto, la chispa tampoco iba a ser la misma del momento de efervescencia, por lo que muchos de sus nombres más ilustres se fueron perdiendo entre la red de ofertas en la ya conocida masivamente como new age. Ackerman sin embargo ha mantenido siempre su esencia, y a cada nuevo paso se podía entrever parte de aquel espíritu primigenio que surgía de cada referencia de la compañía que él mismo se encargó de fundar en California junto a la por entonces su esposa Anne Robinson.

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