27.6.19

RYUICHI SAKAMOTO:
"Thousand knives"

La fascinación del artista japonés Ryuichi Sakamoto por Claude Debussy comenzó en la escuela primaria, y su influencia, así como la de otros impresionistas como Satie o Ravel, se refleja claramente en su obra y en su aportación a la Yellow Magic Orchestra. No fue esa, sin embargo, su única obsesión primeriza, influjos tan diversos que pasaban por la clásica (Bach), contemporánea (Stravinski, Schoenberg), el rock (The Beatles, The Rolling Stones), el jazz (John Coltrane), los pioneros de la electrónica (Xenakis, Stockhausen), figuras eternas como John Cage (que supuso otro fuerte impacto para él), japoneses como Miyoshi o Takemitsu, o los minimalistas norteamericanos. Curiosamente, tanto Debussy como Cage, Terry Riley, Philip Glass o La Monte Young, tuvieron influencias orientales en su música. A pesar de estudiar piano desde muy pequeño, Ryuichi no tuvo vocación de compositor hasta bien entrada la Universidad (de Artes, en Tokyo), en la que entró con la decisión de aprender y dominar la música étnica y la electrónica. Ese interés por la electrónica en su etapa universitaria se basaba en querer hacer una música para el pueblo, pero algo fácil de realizar y escuchar. Hizo música para teatro y acompañó con el piano a músicos de jazz, rock y folk, pero en un momento dado, coincidiendo con la época en que conoció a Haruomi Hosono y Yukihiro Takahashi (sus compañeros de viaje en la YMO), decidió grabar su propia música.

"Thousand knives", o "Thousand knives of Ryuichi Sakamoto", fue un trabajo hecho a base de "vivir durante meses como una rata", explica el músico en su autobiografía, grabándolo fatigosamente en numerosas tomas nocturnas, en una habitación de los estudios Columbia de Tokyo, mientras durante el día trabajaba de jornalero, y a la vez comenzaba la aventura de la YMO. La compañía japonesa Better Days (dependiente de Nippon Columbia) publicó originalmente este trabajo en octubre de 1978 (un mes antes del primer álbum de la YMO), una obra de original portada en la que -como se indica en el libreto- Ryuichi viste elegante, de Armani, Levis y Manolo Blahnik (por influjo del sofisticado Takahashi). El título del álbum proviene del poeta belga Henri Michaux y su exploración de la mescalina en el libro 'Miserable milagro'. Los dos amigos y compañeros de Ryuichi en la Yellow Magic Orchestra colaboran brevemente en el álbum, Yukihiro Takahashi toca el piano en "Grasshoppers" y Harry (Haruomi) Hosono los crótalos en el tema inicial, "Thousand knives", donde también suena la percusión de Motoya Hamaguchi y la guitarra de Kazumi Watanabe, guitarrista de jazz que repite aportación en "The end of Asia". Motoya Hamaguchi toca la flauta en "Island of woods" y Pecker (Masahito Hashida, otro importante músico japonés de jazz y reggae) toca la percusión en "Plastic bamboo". Lo demás, aparte de la composición y la producción, de Sakamoto, que interpreta marimba, guitarra, percusiones, piano y otras programaciones y multitud de teclados de marcas pioneras (Moog, Korg, Oberheim). Un robótico vocoder pone el toque de distorsión al comienzo del disco, que entronca con un desarrollo rico en elementos folclóricos junto a esos desarrollos tecnológicos prometidos por un nombre ligado ya a la modernidad. "Thousand knives" es una pieza magistral, un clásico tecno de sabor oriental que era interpretada a menudo en las giras de la YMO, y que en esta su versión original presenta curiosas percusiones acústicas y una guitarra eléctrica que se desmelena a la mínima. "Island of woods" es una pieza ambiental descarada, un aquí estoy yo que parece un experimento con sonidos, tanto naturales como artificiales, efectos y teclados analógicos, que en conjunto le otorgan una cierta personalidad entre el ambient de Eno (que aún no había publicado "Music for airports") y los trabajos electrónicos pioneros de Tomita o W. Carlos, demostración de que su fuente de influencias a su edad era inagotable. Por ejemplo, en "Grasshoppers" aparece sin duda Debussy, la genialidad del muchacho -cuya rebeldía le lleva a experimentar con tonadas que, limpias, podrían haber sido grandes singles (es el caso del corte de inicio)- se muestra en instantes como el riff de piano de este tercer corte, estupenda base para ir creando una pieza formidable, cuyo desarrollo es claramente deudor de su admirado impresionista. La cara B del álbum es más complaciente, una sucesión de melodías avanzadas, maravillosas, plenas de melodía, efectos y arrebato nipón. Hay en "Das neue japanische elektronische volksiled" ('The new japanese electronic folk song') -otro temilla de melodía tarareable- algo de Kraftwerk (no sólo por el título en alemán), especialmente en el ritmo grave y el vocoder, un nuevo aire retro, sabiamente ejecutado con interés, de estribillo algo más comedido que el que abrió el disco, aunque con más efectos y sonidos. Un ritmo jazzy muy fresco, original y divertido, como de sintonía, adorna el penúltimo corte, "Plastic bamboo", cediendo el rezumante toque oriental al último, "The end of Asia", de un grato folclorismo tecnológico. "A thousand knives" es un debut audaz, algo retorcido, el esfuerzo integrador de tendencias es verdaderamente hermoso, rabioso y excitante, esta atrayente (y atrevida) síntesis hurga por igual en el folclore como en el jazz o el clasicismo, y la envoltura electrónica es el limpio pegamento que todo lo conjunta. El toque oriental es innegable a su vez, y demuestra el interés de Sakamoto en la historia y cultura china, por ejemplo en el comienzo de vocoder, que declama el poema de Mao Zedong 'Jinggang mountain', o en la utilización en el propio tema de inicio de la melodía del himno nacional chino durante la revolución cultural, "The east is red". Hay una retroalimentación, Ryuichi parece inspirarse en sus colegas y la YMO utiliza también algunas de sus ideas y canciones, no sólo en los discos del grupo, sino algunos de los temas de sus discos en solitario en sus giras ("Thousand knives", "Plastic bamboo", "The end of Asia" -que tuvo un cierto éxito en Londres- o "Riot in Lagos", de su segundo álbum); "The end of Asia" -cuya melodía recuerda especialmente a un tema de Hosono, Worry beads"- suena en el álbum de la YMO "X multiplies" y "1000 knives", titulado así, gozó de una nueva versión en "BGM", así como de una interpretación en piano solo en el trabajo de Sakamoto "/05".

El Sakamoto de finales de los 70, ambicioso, inconformista, algo prepotente, ayudó a sentar las bases de un nuevo concepto musical en el Japón del crecimiento tecnológico, como su admirado Debussy había sido pieza importante en la aparición de una música nueva a comienzos de siglo (si bien posiblemente fuera Stravinsky el nombre principal de esa revolución, compositor ruso que también casaba con las ideas vanguardistas de Ryuichi, como los posteriores Bartok o Cage). De todos ellos y de otras músicas populares como la electrónica de Kraftwerk, bastante jazz o el minimalismo de, entre otros, Steve Reich, se nutre esta grata ópera prima, esta gozosa rebelión de la tecnología aplicada a la música y revestida de desarrollos maquinales, filigranas orientales y un escondido gusto impresionista, un anticipo del synth-pop con gran equilibrio entre lo acústico y lo electrónico, que tantas décadas después sigue sonando como nuevo, tan atrevido como el propio carácter de este otrora joven activista juvenil, con una enorme confianza y seguridad. El sello holandés Rush Hour Recordings publicó en 2017, casi 40 años después de la publicación original del álbum, un single en vinilo con "Thousand knives" en la cara A y "Plastic bamboo" en la B. Es sin embargo más afamado el visceral -anti YMO, definido por él mismo- y rítmico "B-2 unit", publicado por Alfa en 1980, siguiente piedra en el camino de esta cambiante figura de la música contemporánea.

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7.6.19

KROKE:
"Ten"

La calidad y la elegancia natural del trío de Cracovia Kroke se había acabado por imponer en el panorama de las músicas del mundo (mas allá del klezmer -la música judía del este de Europa- del que han sido mayúsculos exponentes) bien entrado el siglo XXI, si bien desde sus inicios se podía afirmar sin titubeos que este portentoso conjunto iba a despuntar inevitablemente, saliendo de los circuitos de Polonia -donde les ha costado ser reconocidos, encontrando un público más entregado en Alemania o España- para arribar triunfantes al resto del globo. El bisoño "Trio" dio paso a un consolidado "Eden", y a los sencillamente geniales "The sounds of the vanishing world" y "Ten pieces to save the world", antes de grabar con Nigel Kennedy para EMI Music el definitivo éxito popular y crítico "East meet east". Aun continuando su vinculación con el sello berlinés Oriente Musik, "Ten" fue su primera referencia distribuida por Universal Music, que llegó en 2014 tras cinco años sin una obra propia de su estilo, ya que sus últimas publicaciones eran colaboraciones -siempre interesantes- y una adaptación de su música para ser tocada junto a una orquesta sinfónica ("Feelharmony", con la Sinfonietta Cracovia).

Tras décadas de interrupción a raíz del holocausto, la tradición judía cobró vida gracias, entre otros, a este conjunto formado por Tomasz Kukurba (viola, voces, flautas, darbuka, cajón, percusión, violín, balalaika), Jerzy Bawol (acordeón) y Tomasz Lato (contrabajo), que comenzó a forjarse en el histórico barrio (antigua ciudad importante de la cultura hebrea) de Kazimierz, en Cracovia. La música de Kroke, sin embargo, pronto comenzó a trascender más allá de ese folclore, se hizo auténtica, imaginativa, cobró vida propia sin renunciar a, como decía Tomasz Lato en la época de "Ten", la etnicidad, a ese reflejo popular de la alegría y la tristeza, de la vida en definitiva ("después de nuestros dos primeros discos nos distanciamos de aquello para intentar hacer algo que sonaba en nuestras almas, o sea, mezclar la improvisación, las influencias del jazz, la música étnica, todo lo que escuchábamos y con lo que nos sentíamos realmente a gusto"). Así, nos topamos en "Ten" con un trabajo muy variado y entretenido, con sus toques folclóricos, étnicos, neoclásicos y jazzísticos. Una extraordinaria animosidad emana de las composiciones de esta banda sin par, desde el minuto 1 de la obra: "Bright clouds" es una entrada salvaje, un elegante torbellino siguiendo la estela del popular "Ajde jano" que les abriera mercados muchos años atrás. La alegría comienza a embargar al oyente con esa pieza de ritmo bailable que sirvió para promocionar de entrada el álbum (con videoclip incluido), tras la que llega la voz -un elemento que dificilmente había surgido de manera convencional en los trabajos de la banda- de Anna Maria Jopek, una de las mejores cantantes polacas de jazz, que curiosamente, con su atrevido estilo, parece acercarles en "Psalmia" a secuencias más propias de los países escandinavos, si bien el comienzo auguraba cálidos efluvios de la lejana bossa nova. El acordeón marca el camino (la conjunción que le sigue es, como siempre, asombrosa) para adentrarnos en otra pequeña joya del álbum, "Valse defoy", un ligero vals que en su terreno medio cuenta también con un tarareo a cargo de Tomasz Kukurba. De Kukurba era ese tema, así como el primero, tomando en cierto modo el mando del grupo en la composición, si bien cada momento es realmente un trabajo conjunto, en el que se incluye ese cuarto miembro llamado Dariusz Grela, encargado de la grabación y las mezclas de los álbumes desde sus comienzos. Bawol firma "Joy as it is", donde la voz sigue siendo un nuevo elemento en esta pieza de baile folclórico de aspecto improvisativo. A continuación llega un pasacalles contemplativo ("Passacaglia for 3") en el que se pueden degustar los instrumentos implicados, plenos de gracia y líricas (por momentos épicas) intenciones. Un gran tema lento, de envoltura más meditativa, cuya parte de violín recuerda a otros grandes momentos del trío. Un aparente ritmo de tango (cualquier influencia es buena para ellos), origina en "Once upon a time" otra composición subyugante de Lato y Kukurba, que da paso a un nuevo temazo, un genial baile titulado "Mirrors", con asomo a la indispensable (e inigualable, sin duda) "Usual happiness", uno de sus grandes éxitos. "Frogs" es una de esas tonadas socarronas con las que asombra la banda en cada nueva entrega, en la que destaca especialmente el contrabajo. El disco culmina con "Free falling", que encierra un maravilloso despliegue vocal bastante serio (Kukurba de nuevo, sin la ironía de algunos de sus momentos en vivo) y un soberano clímax con el violín, que fue merecedor de tener también su propio videoclip y de considerarse, por tanto, como segundo sencillo del álbum. Un final distinto, con armonías vocales y ese violín que rasga el sonido como una rugiente guitarra eléctrica. Una reedición especial del disco editada únicamente en Polonia en 2016 incluía dos composiciones nuevas, dos villancicos de títulos "Mizerna cicha" (obra del antiguo maestro Jan Gall), y "Z narodzenia pana" (de autor desconocido). "Bright clouds", "Mirrors" y "Joy as it is" fueron las composiciones de este álbum elegidas para formar parte del recopilatorio "25 The best of", puesto a la venta en 2017 por el 25 aniversario del trío.

Si bien sus propuestas sonoras ya no son nuevas, su excelente realización, su composición impoluta y la siempre fresca y alegre desenvoltura de estos tres intérpretes, logran que cada uno de sus trabajos acabe siendo un nuevo regalo para el oyente, así como cada uno de sus conciertos, que en su momento de mayor popularidad en España (ellos siempre han destacado la grandeza del público español y agradecido la ayuda de locutores influyentes como Ramón Trecet) fueron objeto de gran seguimiento. De hecho, siendo excelentes intérpretes y fáciles de amoldar a otro tipo de repertorio, lo han podido demostrar en reuniones en el escenario con bandas de inquietudes afines como los castellanos La Musgaña, Tindra (grupo noruego), cantantes de Polonia o Mongolia y, por supuesto, un violinista excepcional como Nigel Kennedy. Más allá de denominaciones, la suya parece una música espontánea, que surge de manera natural e improvisada y llega a los corazones de la gente. En la biografía de su página web oficial afirman: "Desde el principio, la idea del grupo fue una búsqueda continua de algo nuevo, también dentro de nosotros. Nos gustaría que nuestra música fuese denominada simplemente 'música Kroke'" Sin desmerecer a trabajos de la última década como "Seventh trip" o "Out of sight", Kroke subieron un peldaño en su inspiración y elaboraron aquí su mejor disco en años, un trabajo de 10 (ten).

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