30.3.23

PAT METHENY:
"Secret Story"

A Pat Metheny no se le puede encasillar porque es un género en sí mismo. Todos le conocen, todos le admiran, sean o no oyentes de jazz. Este guitarrista nacido en Misuri en 1954 coincidió con el teclista Lyle Mays en un festival en Wichita a mediados de los 70 y sus caminos fueron de la mano, transitando por el sendero de ese jazz acústico y eléctrico que habían marcado Weather Report, aunque con unas ideas particulares y un sonido fresco y luminoso. Desde sus comienzos, el conocido como Pat Metheny Group fue una familia, Lyle (que estuvo en el grupo hasta su muerte en 2020), Steve Rodby, Dan Gottlieb, Paul Wertico, Mark Egan, Naná Vasconcelos..., y este necesario líder carismático de profunda melena, cuya guitarra ha sido factor destacado en el jazz fusión durante décadas, un sonido de ensueño que ha atraído a su mundo a público de muchas otras categorías e intereses. Una vez allí, difícil despegarse de los sentimientos que con su rebosante sonoridad provoca Metheny, tanto en grupo ("Pat Metheny Group", "American Garage" -en los 70-, "Still Life (Talking)", "Letter from Home" -en los 80-, "Imaginary Day" -en los 90-, y el camino continúa hasta la actualidad) como con su nombre en solitario, donde apabulla una grabación en la que Pat supo acoplar eficazmente a su sonido influencias de otros mundos musicales: "Secret Story".

"Secret Story" es una joya que surge del amor de Metheny por la brasileña Shuzy Nascimento, y de una larga y cansada gira de "Letter from Home" (Geffen, 1989), tras la que necesitaron un pequeño parón (a excepción de la grabación de "Question and Answer"). Durante ese descanso, confesó, surgieron los ambientes, las historias que habitan en "Secret Story", álbum que fue publicado por Geffen Records en 1992. Decía Metheny que no concibe el jazz como un idioma (que suele estar asociado a la improvisación), sino como un proceso, una manera de encontrar su verdad a través del sonido, de la música, o más bien, lo que está oculto bajo su envoltura. En "Secret Story" hay muchos descubrimientos: "Above the Treetops" es una muy efectiva introducción con voces infantiles de carácter global (se trata de su versión de una canción espiritual camboyana), acompañadas -acunadas prácticamente- por las notas de la guitarra. Pero es "Facing West" el primer impacto con el sonido esperado en Metheny, un todo pegadizo de asombrosa perfección haciendo asequible y melódico el jazz, que nos lleva muy lejos en sus seis minutos de duración, tal vez montados en un tren, por su cierto parecido a aquel inolvidable "Last Train Home" del trabajo "Still Life (Talking)" de 1987, época de la que es el germen de este tema. En un comienzo de álbum asombroso, "Cathedral in a Suitcase" es una nueva lección de cómo hacer fácil de escuchar ese jazz electrificado que Metheny llevaba desarrollando con su grupo desde mediados de los 70. Hay una enorme cercanía y facilidad en esta pieza que no le resta absolutamente nada de mérito, de hecho la instrumentación es ciertamente completa gracias a la ayuda de The London Orchestra. Si bien posiblemente hayamos escuchado los dos cortes estrella del álbum, nos queda mucho por admirar: un atrevido cruce de estilos es "Finding and Believing", experimentando en su primer tramo con formas minimalistas -recordando tal vez su colaboración con Steve Reich ("Electric Counterpoint")-, continuando con un interludio orquestal, para acabar con voces que nos pueden acercar a la world music, y con su mítica guitarra. Es arriesgado, pero el resultado puede calificarse de grandioso. El piano se abre sencillo y romántico en "The Longest Summer", conduciéndonos hacia un solo de guitarra sintetizada marca de la casa. Otra delicia, que tuvo su propio videoclip para promocionar a Metheny en los momentos de auge de la new age. Algo en "Sunlight" nos conduce con alegría desbordada a otras décadas y al easy-listening con el que encantaba Burt Bacharach, al que Pat dijo que quería recordar en esta pieza ligera en la que está presente Lyle Mays a los teclados. Cualquier tema del disco se deja escuchar sin necesidad de que parezca que estemos asistiendo a una sesión de jazz, sino que la mezcolanza abre la mente hacia algo especial, abierto y desenfadado, como una "Rain River" con inclusión del sitar eléctrico, hilo conductor ambiental del tema junto a la percusión, dos motivos sobre los que Metheny sólo tiene que jugar, distraerse. Y tras esta parte media amena, de nuevo tocamos la excelencia con una emotiva "Always and Forever" (dedicada por Pat a sus padres) que cuenta con el contrabajo de Charlie Haden, pieza que da paso al tramo final del álbum, donde Pat se divierte con las cuerdas en "See the World", se adivina porteño en la excepcional "Antonia", juega con el ambiente en "The Truth Will Always Be" y se abre a la magnitud orquestal en los acertados cortes finales ("Tell Her You Saw Me", "Not to Be Forgotten (Our Final Hour)". En un trabajo donde Metheny es el autor de todas las composiciones, sólo comparte autoría en una de ellas, "As a Flower Blossoms (I Am Running to You)", con la pianista y cantante japonesa Akiko Yano. En la reedición publicada en 2007 se incluyeron cinco cortes nuevos. Pat firma con su nombre "Secret Story" porque desde el principio era un proyecto en solitario, con él mismo interpretando todos los instrumentos, aunque esa idea fue creciendo inesperadamente: "Por muchas razones se fueron uniendo más y más músicos, y el asunto cambió tanto que, al final, no es difícil caer en la cuenta de que todo se reduce a cómo conseguir la intensidad de lo que hacemos en directo en un disco, y no al revés, como suele ser habitual". Hablaba Pat así mientras estaba inmerso en la gira del álbum, de la que destacaba un sonido potente que iba a llenar todo el graderío, con el consiguiente y perpetuo entusiasmo del público. Un público que aceptó el disco como una de sus grandes obras, con la que logró un nuevo premio Grammy al mejor álbum de jazz contemporáneo. Ayudando a la guitarra, bajo y teclados de Metheny (que también produce el álbum), nombres tan conocidos en su trayectoria como Charlie Haden, Lyle Mays, Steve Rodby, Paul Wertico, Dan Gottlieb, Nana Vasconcelos, Armando Marçal, Mark Ledford, Mike Metheny, Gil Goldstein, y un buen número de músicos de estudio, además de la London Orchestra.

"Este disco rompe con mi anterior línea de álbumes de grupo (...) simplemente decidí en un momento determinado no seguir haciendo las mismas cosas y abrirme, introducirme más en profundidad en el sonido y en el concepto intimista que he estado diseñando desde 'As Falls Wuchita, so Falls Wichita Falls' o 'New Chatauqua', emplear unos años y explorar de verdad esas posibilidades. Este es el paso más reciente en esa búsqueda. Lo que distingue a este disco del resto es que hay más resonancia y profundidad, tanto musical como espiritualmente". Pat Metheny empezó a tocar la guitarra a los 13 años, pero a los 20 ya era profesor en la universidad. Él es por méritos un icono del jazz fusión, una figura imprescindible durante su estancia en el mítico sello alemán ECM y con posterioridad en otras grandes compañías como Geffen, Warner o Nonesuch. Su secreto es posiblemente su falta de secretos, sencillamente su trabajo con lo que le gusta, sin pensar en si agradará o no al público: "Si intentas adivinar lo que le gustará a la gente, te vas a equivocar siempre. Tienes que hacer aquello que debes hacer". Así es como Pat Metheny ha alcanzado el elevado estatus en el que se encuentra desde hace décadas: "En estos discos hay una prueba del valor potencial del concepto de jazz-rock, mezclando sonidos de instrumentos eléctricos con acústicos, buscando la fusión de distintas culturas, esforzándonos por ser mejores cada vez. Si puedes escuchar estos álbumes y decir que no ocurre nada musicalmente hablando, entonces es que no vivimos en el mismo universo". Estemos en su onda musical o no, bravo por sus ideas.










15.3.23

DAVID LANZ:
"Return to the Heart"

Aclamado, admirado, apuesto, premiado, superventas en las listas de música new age. Ese era David Lanz en los 80 y gran parte de los 90. Aunque pianistas siempre ha habido y habrá, su estilo sólo parecía tener una importante competencia en la compañía rival por parte de George Winston. Ese era el nivel, ni más ni menos. Pero este artista estrella de Narada Productions no quería estancarse en su sonido melódico puro. Primero se hizo acompañar de otros intérpretes de su propio sello (Eric Tingstad y Nancy Rumbel en el disco "Woodlands"), después por una gran orquesta (en "Skyline Firedance"). También diversificó su propuesta hacia algo más elaborado y con toques ambientales junto a su amigo, el guitarrista Paul Speer (en los álbumes "Natural States", "Desert Vision" y "Bridge of Dreams"). Su siguiente paso, salir de gira lejos de Norteamérica, una gira que se tradujo en el excepcional álbum "Skyline Firedance", antes mencionado. Poco después llegaba a España para presentar su siguiente álbum, "Return to the Heart", publicado en 1991 por Narada como la quinta referencia en su colección Narada Artist Series, que el propio Lanz había inaugurado el año anterior con "Skyline Firedance".

El carisma y las composiciones adictivas de este norteamericano, superaron las ventas en su propia compañía del canadiense Michael Jones, otro pianista de excepción, y es que Lanz dio de lleno en el corazón de la audiencia con su música melódica, tan directa que casi podía parecer que cada trabajo, cada composición, cada nota, fueran creaciones privadas para el oyente. En 1991 necesitó 'regresar al corazón' de su instrumento puro y de los fieles consumidores de su arte, así que pensando en ellos desplegó su poesía en blanco y negro en este "Return to the Heart", un disco que es a la vez un directo y un recopilatorio, pero con un puñado de nuevos temas. Interesado por la historia y las culturas del otro lado del Atlántico, Lanz viajó por Europa durante el verano de 1991 para buscar inspiraciones lejanas a las que le envolvían en Norteamérica. Así surgió la semilla de este trabajo: "Quería absorber toda Europa que pudiera y permitir que esas impresiones dieran forma a la música. A los ojos del artista, es una tierra de tesoros infinitos. En teatros, iglesias, universidades y palacios de Holanda, Alemania, Italia y España, el pianista grabó los 17 cortes que componen "Return to the Heart", algunos de sus éxitos con otros tratamientos, varios temas nuevos y siete improvisaciones, dejándose llevar por su belleza, tan distinta a la de Seattle. Amsterdam es la primera parada del viaje europeo del músico, una ciudad que, en la calma de sus canales, guarda secretos y una mezcla de razas y credos. Allí grabó los cinco primeros temas del álbum, en la Koepelkerk (iglesia luterana del siglo XVII, ahora centro cultural). "Return to the Heart" es ese tema pegadizo que tiene que servir como incentivo al comprador de este tipo de música. Lanz es un hábil compositor de melodías directas, exultantes, y esta que titula a la obra se ha convertido sin duda en una de sus composiciones clásicas, en un ritmo lento, lluvioso, romántico. Su inspiración, el reencuentro de Pamela, la hija adoptada por la esposa de David, con su madre biológica a sus más de 20 años de edad. "Improvisation: Near the Still Waters of Amsterdam" es la primera improvisación del trabajo, la recreación de un paseo por la ciudad al atardecer, donde Lanz demuestra su capacidad para dejar que sus manos vuelen sobre las teclas y se adueñen del entorno. "Madre de la Tierra" (así, en español) es otro tema bonito, melodioso, que fluye con una elegancia insólita; publicado por vez primera de manera orquestal un año antes en la compilación de Narada "The Narada Wilderness Collection", Lanz nos cuenta que "se escribió originalmente para conmemorar el 20 aniversario del Día de la Tierra, debería recordarnos que vivimos en un planeta hermoso y que debemos brindarle a la Madre Naturaleza todo el amor, el cuidado y el respeto que se merece". "Improvisation: Sounds from the Koepel" es otra bella improvisación ("mientras tocaba, la música parecía ascender en espiral hacia el centro de la cúpula"), de esas cortas delicias que, aunque puedan parecer meros temas puente, demuestran el estado de forma del autor, y recogen las impresiones de los lugares en los que graba. Acabando su estancia en Holanda, Lanz añade a "Heartsounds" una entradilla de lo más efectivo, aunque lo que más emociona es escuchar lo que grabó en 1983 en su primer álbum. Madrid es la siguiente parada, ciudad que acoge tres composiciones, y de la que se destaca el sol, la luz y el calor, que moldean con fuerza la vida de esta urbe "de ojos brillantes, sonrisas cálidas y una bienvenida espontánea cuando se acercan a extraños como yo. Para devolver la hospitalidad sureña de estas personas vibrantes, descubrí que los norteños tenemos que deshacernos de las sombras internas, abrirnos y ser como son estas personas, ser uno con el sol". "Improvisation: Mañana, mi amor" es una improvisación con ñ en el caluroso Palacio de Gaviria (edificio del siglo XIX que actualmente acoge eventos y exposiciones), a la que sigue "Corre, río, corre (Run, River, Run)", otra gran pieza, plena de técnica y sentimiento. La estancia española culmina con "Medley: Behind the Waterfall / Desert Rain", un rescate afortunado de dos de las melodías más reconocibles del duo Lanz / Speer en los álbumes "Natural States" y Desert Vision". Paul Speer es, de hecho, el productor de este álbum. El viaje continúa en Múnich, la ciudad del sur de Alemania cuyo monumento Friedensengel (Ángel de la Paz) resistió los ataques aéreos de la Segunda Guerra Mundial: "Se puso de pie para recordarnos a todos algo que alguna vez se supo pero se olvidó en medio del fragor de la guerra: que el apocalipsis pasaría y que habría un mañana. Llegó el mañana, y con él una ciudad renacida. Piedra a piedra, madera sobre madera". Seis son las piezas grabadas en el aula magna de la Universidad Ludwig-Maximilians: "Improvisation: Friedensengel (Angel of Peace)" es una improvisación muy sencilla pero que, afirma Lanz, guarda la esperanza de que el espíritu de la paz pueda estar en el centro de todo lo que hacemos. Original de la banda británica de rock Procol Harum, "A Whiter Shade of Pale" es una recordadísima canción, que David Lanz ya había grabado en su álbum "Cristofori's Dream"; la adaptación es soberbia, es sorprendente cómo se presta esta pieza, de composición impoluta, a ser desarrollada en el piano. Otras dos improvisaciones fueron grabadas en Múnich ("Improvisation: Heart of the Night" y "Improvisation: Out of the Darkness"), así como la pieza nueva "Dream of the Forgotten Child" (acongoja el latido de este tema sereno pero profundo, en el que David piensa, ¿cómo se debe sentir un niño sin hogar en Navidad?; parte de los beneficios de este disco se destinaron a causas humanitarias) y "Cristofori's Dream", posiblemente la gran composición de David, majestuosa, con el desarrollo perfecto, cuya escucha no cansa ni cansará. El viaje culmina en el norte de Italia, en la ciudad de Carpi, en cuyo Teatro Comunale se grabaron la fantasiosa "Improvisation: Gli uccelli di Carpi (The Birds of Carpi)", el otro enorme clásico, imprescindible, del disco ("Variations on a Theme from Pachelbel's Canon in D Major", ese conocidísimo tema que también versionó George Winston en "December", pocos años antes de que lo hiciera Lanz para su disco junto a Michael Jones "Winter Solstice") y un guiño final al tema principal ("Reprise: Return to the Heart"). 

David Lanz ya pasaba en esta época de los 40 años, y es que el éxito no le llegó joven. Es innegable que su notoriedad es totalmente merecida, pero también que en un determinado momento de los años 90 hubo un florecimiento de nuevos pianistas, especialmente desde la misma Europa que se convirtió en plató de "Return to the Heart", que acapararon nueva parte del mercado con propuestas frescas y dinámicas (Yann Tiersen, Ludovico Einaudi, Dustin O'Halloran o Wim Mertens son sólo unos pocos ejemplos), aparte de los que ya estaban ofreciendo sus píldoras desde años atrás (Michael Jones, John Boswell, Peter Kater, Philip Aaberg, Michael Gettel...). En ese concurrido panorama, Lanz no dejó de ofrecer su música a un público fiel, y lo sigue haciendo en la actualidad, porque sus manos continúan acariciando las teclas del piano con la enorme clase que le acompañaba, tres décadas antes o incluso más, en aquellos recordados "Heartsounds", "Nightfall" o "Cristofori's Dream", así como en esta excelente selección de piezas titulada "Return to the Heart", un cuaderno de viajes majestuoso por la vieja Europa, cuyo arte centenario fascinó al músico.