25.5.19

ANDREAS VOLLENWEIDER:
"Eolian minstrel"

Uno de los primeros proyectos de éxito de Andreas Vollenweider en Suiza a finales de los años 70 fue musicando poemas, con sonoridades medievales, en un trío experimental llamado 'Poesía y música' junto a René Bardet y Orlando Valentini, cuando el arpa de Andreas ni siquiera había comenzado a electrificarse, un sonido personal y auténtico que acudiría en su ayuda pocos años después, a comienzos de los 80. Más años tuvieron que pasar para que la voz volviera a ser protagonista en un trabajo de Vollenweider, si bien esta vez de manera más convencional, es decir, en forma de canciones, cambiando de algún modo la forma y la imagen de su música. Esto se produjo en 1993 con la publicación de "Eolian minstrel" por parte de Columbia Records, y la esencia nueva de su música la iba a otorgar la voz de la norteamericana Eliza Gilkyson, una cantante de folk con cierta experiencia que además iba a tocar la guitarra acústica y co-escribir las letras de las canciones. Eliza probó con esta experiencia poco antes de un momento extraño en su carrera ("un proceso de duelo", reconoció, del que se recuperó años después), y la combinación de elementos fue pieza clave en el buen sonido del álbum. 

Vollenweider había alcanzado un enorme éxito en los 80 con discos como "White winds", "Down to the moon" (el primer ganador del grammy en la categoría New Age) o "Dancing with the lyon"; "Book of secrets", sin embargo, era un disco extraño, que contrastaba con los anteriores, un trabajo que llegó a destiempo y sobre todo sin melodías excepcionales para la radiodifusión como las que habían caracterizado las anteriores obras del arpista suizo. Este viaje por el mundo supuso una cierta apertura a otros sonidos, buscando una conexión entre lo étnico y lo sinfónico, un atrevido intento que repitió en sus siguientes trabajos, comenzando por "Eolian minstrel", que iba a suponer su última obra para Columbia, a pesar de tratarse del regreso del Vollenweider más afortunado, basado esta vez en algo tan comercial y radiable como las canciones. Con una de ellas comienza, "Song of Isolde" es una delicia de voz y arpa solitaria pero profundamente expresiva. El arpa sigue mandando en "Across the iron river (The return)", una pieza con la fuerza de la guitarra eléctrica y voces atmosféricas, en un alarde de estilo, una especie de pop sinfónico, que continua con "Reason enough", una canción suave apoyada por elementos folclóricos (violín), que no deslumbra pero ayuda a crear un conjunto variado y ameno. "Elian minstrel" sí que es una de las grandes canciones del álbum, inspirada, con un equilibrio perfecto en la instrumentación (arpa, acordeón, percusión, flauta) y la voz suntuosa y con enorme personalidad de la bella cantante de Hollywood. "Jaden maiden" es otra gran canción en ese mismo estilo, con un componente dramático muy colorido con saxo y rasgados sones de guitarras acústica y eléctrica. Hay sin embargo otras dos grandes canciones en el disco, "Desert of rain" y "Painter's waltz" (con un toque de bluegrass que le otorga el dobro). No sólo Eliza canta en el álbum, también otra estadounidense, Carly Simon (que volverá a colaborar con Andreas en futuros álbumes), comparte una canción en el mismo, "Private fires", un acercamiento a un estilo frontera, entre pop, rock y sinfónico, como otras canciones del trabajo ("Harvest", por ejemplo, que contó con una edición promocional en CDsingle). Andreas y Carly se conocieron, por iniciativa de ella, a principios de los 80, y fue introduciendo la música de Vollenweider en los Estados Unidos y consiguiéndole entrevistas y eventos, por lo que se siente muy agradecido ante esta oscarizada cantautora, ex-mujer de James Taylor. En cuanto a los instrumentales, "The secret shrine of Icarus" es un breve interludio orientalizante de guzheng -un instrumento chino tradicional de la familia de las cítaras que interpreta el propio Andreas-, "The years in the forest" es un curioso y amigable acto folclórico (arpa, guitarras, flauta, clarinete) muy bien construido, que hace olvidar el jazz que Vollenweider frecuentaba años atrás, "Leaves of the great tree" es una pieza de extraño carácter oriental y "Lake of time" es un final sencillo de flauta y arpa celta, el epílogo de este diario, esta gran aventura que Andreas quería compartir con todos nosotros y que, en la edición remasterizada publicada en 2007, incluía un DVD con cuatro temas en vivo en la ciudad suiza de Montreux, famosa por su festival de jazz.

"Eolian minstrel" presenta un mar de tendencias unificadas y un viaje de lo presuntamente medieval (ese juglar del viento) a lo exótico, con la ayuda de un completo despliegue de músicos, entre ellos sus habituales Walter Keiser (batería y percusión) o Max Lasser (dobro, laúd), pero también otros muchos nombres a las guitarras, flautas, teclados, violín, trompeta, saxo, percusiones, etc, y evidentemente la aportación de Eliza Gilkyson y Carly Simon. Aunque la popularidad del músico ya no era la de los 80, se optó por colocar de nuevo su imagen en la portada, y es que esa característica melena no acaparaba esa atención desde "Behind the gardens", más de una década atrás. En la gira que siguió a este trabajo (Eolian minstrel tour 1993/1994) se interpretaron varias canciones del mismo (se pueden escuchar en los discos en directo de Andreas, como "Live 1982-1994" o "25 years live (1982-2007)"), con la participación de la propia Eliza Gilkyson a la voz, guitarra, teclados y percusión. También se tocó una versión instrumental de "Eolian minstrel" con el título de "Sailor". Aunque con el paso de los años la popularidad de Andreas Vollenweider ha ido difuminándose, su nombre sigue siendo importante en el mundo de la música instrumental asociada a la new age, por lo que el público continúa atento a sus nuevas referencias, por si presentan reminiscencias de aquella gloria presente en trabajos como "White winds" o "Down to the moon".

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:







10.5.19

NEURONIUM:
"Digital dream"

Si el panorama musical de la España de los 70 ya era de por sí poco abierto, plagado de cantantes melódicos y folclore carpetovetónico (aunque poco a poco -especialmente durante la transición- empezó una gran revolución en el mundo del rock), la música electrónica patria era un incómodo desierto. Por fin, a finales de la década, el país estaba necesariamente preparado para el despegue de un avanzado estilo que en Inglaterra y especialmente en Alemania, ya había otorgado a estas alturas momentos inolvidables a la historia de la música. Desde Barcelona acudió al rescate un grupo de extraño nombre, Neuronium, un trío formado por Michel Huygen, Carlos Guirao y Albert Giménez, aunque estos miembros iban a desaparecer paulatinamente dejando finalmente en solitario, años después, a Huygen, cabeza visible de Neuronium desde 1983. Mientras tanto, la publicación en 1977 por parte de Harvest de "Quasar 2C361" fue el brillante comienzo de esta aventura, un álbum más que digno, espacial, sorprendente por momentos a pesar de su bisoñez, que queda en la memoria colectiva como la primera piedra de la música cósmica española. La confirmación del proyecto tardaría muy poco tiempo en llegar.

Varios cambios se produjeron tras los dos primeros álbumes de Neuronium (el mencionado "Quasar 2C361" y un "Vuelo químico" que expande las ideas cósmicas planteadas en el anterior -con títulos de poética hermosura, como "Abismos de terciopelo"-, aunque se rodea de un bizarrismo algo desmesurado: por un lado, hay un cambio de compañía, de Harvest Records se pasa al sello propio, Neuronium Records -con distribución de la española Auvi-, por la escasa comprensión e interés del sello británico hacia su música; y por otro lado, en la formación original se sustituye a Albert Giménez por otro guitarrista de sobrada experiencia en el rock español, Santi Picó, que además de la acústica (Gibson) aporta la guitarra sintetizada (Roland). Huygen se encargaba de piano, vocoder y todo tipo de sintetizadores, y Guirao también de teclados y percusión electrónica, prescindiendo definitivamente de la flauta que se escuchaba en su primer álbum y de las voces que sorprendían en el segundo. Guirao estudió tres años en el conservatorio y formó parte de varios conjuntos catalanes desde principios de los 70, interpretando guitarras y teclados; fue durante este tiempo cuando conoció a Huygen, cuya vida había sido algo más azarosa o al menos exótica, por ejemplo él nació en el Congo Belga, ya que su padre era un médico que estaba obsesionado por la selva; tras una estancia en Bélgica se mudaron a Barcelona, en cuya Facultad de Medicina estudió oftalmología; también estudió música hasta los 14 años, interesándose poco después por la tecnología, que acabó llevándole, a él y a Guirao, hasta la creación de Neuronium. "Digital dream", que llegó en 1980, fue la consolidación de la banda, logrando un sensacional punto creativo con sus largas suites de clímax diversos de gran sonoridad y coherencia estética, alcanzando además el éxito internacional con el disco y con sus conciertos, en los que Tomás Gilsanz, el conocido como 'pintor cósmico', se convertía en un cuarto elemento del grupo por la escenografía y el montaje audiovisual proyectado. Gilsanz había sido elemento inspirador de Neuronium desde "Vuelo químico", pues sus pinturas iban a adornar desde entonces las portadas de decenas de sus álbumes, o como en el caso de "Digital dream", la contraportada, pues el trabajo iba a estar presidido por una glamourosa fotografía de los dos miembros principales, quedando bastante claro que Santi Picó era un artista invitado en esta aventura. En clara apertura a mercados extranjeros, los títulos son ya en inglés y francés. Dividido en dos partes sin separación física, "Flying over Kai-Tak" es la pieza larga del álbum y cara A del mismo, y partiendo de artistas -especialmente Huygen- que creen profundamente en ovnis y en el misterio ("Vuelo químico" estaba dedicado 'a todas las personas que se sienten atraídas por el Mas Allá'), presenta un trasfondo muy esotérico, con efectos burbujeantes y atmosféricos de ondulante intensidad bajo una potente melodía espacial que, cambiante, ocupa la primera parte; un hermoso y suave interludio abre la segunda, a la que acude enseguida, asomándose a la pesadilla, una radiante interpretación de teclado sobre una poderosa base secuenciada; el final es calmado pero rotundo, profético, un buen colofón para una estupenda suite que por momentos presenta una agitación característica de los Tangerine Dream de Virgin Records. Tarareable y con una duración adecuada para radiodifusión, "Privilege" es una composición que entra en un terreno más fantástico, melodioso, intentando seguir la estela de Jean Michel Jarre, menos atrevida que el resto del disco pero elegante, con un cierto encanto, y que supone un acierto para hacer esta música mas conocida (de hecho, tuvo edición en formato single). Por último, "Les tours du silence / The towers of silence" (que Huygen dedica a su amigo Rafael Sánchez, fallecido pocos meses antes) retorna a la envoltura atmosferica, ambiente onírico muy bien construido que presenta un comienzo robótico y decididamente cósmico, con numerosos efectos sonoros, dando paso a una gran demostración de guitarra cercana al rock sinfónico más acertado, un largo y fabuloso clímax bastante hipnótico que, explorando en lo más profundo de este sueño digital, conduce al final de esta estupenda obra, que fue remasterizada por el propio Michel Huygen en 1990 para Tuxedo Music, que la publicó -con un evidente cambio de portada- como "The new digital dream". Es necesario contar la anécdota de cómo otro monstruo de los teclados, el alemán Klaus Schulze, tuvo un lamentable protagonismo en "Digital dream", según el relato de Michel: cuando Klaus viajó a España para grabar un programa de Musical Expres (espacio musical presentado por Angel Casas), escuchó el disco antes de su publicación y, alucinado, insistió en realizar la mezcla final en su estudio alemán; tras varios meses de espera y unas exigencias de las que para nada se había hablado anteriormente (lo que era una cuestión entre amigos pasó a ser un intento de negocio), Schulze rompió con crudeza la relación de amistad al no conseguir su propósito, los derechos de la obra y que esta fuera lo suficientemente poco interesante como para no competir con el propio Schulze en el mercado internacional; al final llegó la mezcla a Barcelona, pero efectivamente era un auténtico despropósito, en la que incluso se había suprimido la fabulosa guitarra de Santi Picó en "The towers of silence". El héroe Schulze, convertido en villano en esta historia contada por Michel Huygen, que afortunadamente consiguió que "Digital dream" fuera publicado con su propia mezcla (de Alberto Moraleda y los miembros del grupo), con cada elemento en su sitio, como había sido pensado y grabado.

Varios conciertos de éxito habían acercado la música de Neuronium a un público ávido de nuevas experiencias sonoras en directo, no tanto en España (ya dijo Ramón Trecet aquello de "estamos en un país en el que para que el de casa sea bueno me lo tiene que decir alguien de fuera") como en eventos internacionales, como el Festival de Ciencia Ficción de Metz (Francia). Poco después de este álbum (en el que, por cierto, puede verse por primera vez la futurista y algo recargada tipografía del nombre de la banda, que perduró durante varios años) sería la Televisión Española la que grabara una mítica sesión de la banda con Manuel Göttsching y con Vangelis para el inefable espacio Musical Expres. El griego, que gozaba de una enorme popularidad por su reciente y oscarizada banda sonora de "Carros de fuego" (y estaba preparando la no menos mítica de "Blade Runner"), recibió a Huygen y Guirao en los míticos estudios Nemo y grabó con ellos una improvisación de algo menos de diez minutos bastante ambientales, más cercanos a las ideas de Huygen y Guirao que a las del melódico y comercial Vangelis; aunque corta, la composición resultante merecía su conveniente publicación, que llegó de varias maneras, primero la verdaderamente interesante, de forma básica en formato CDsingle en 1992 titulado "In London" -también con una radioversión de tres minutos en una de sus ediciones- y más adelante de forma expandida -evidentemente, por Huygen ya en solitario y de manera atrevida- en 1996 con el título de "A separate affair", con tres mixes de 20, 13 y 3 minutos que, en 2002, volverían a llevar por título "In London (Platinum edition)", siempre bajo el nombre de Neuronium & Vangelis. 

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:
DAVID SALVANS: "Montseny"