Michael Nyman conoció a Peter Greenaway cuando el primero estudiaba en la Royal Academy of Music, y el director trabajaba en el British Film Institute. En la casa de este se había habilitado una pequeña sala de cine en el trastero, donde quedaban con amigos a ver películas de Godard, Kurosawa y otros maestros del cine clásico, y ahí comenzó a forjarse una amistad y una intensa colaboración artística de pleno disfrute. Sus proyectos eran entonces meras ilusiones, pero sería muy poco después cuando su relación pasaría de la amistad a la profesionalidad, desde que Nyman compusiera la música de los primeros experimentos de Greenaway, y de ahí a su primer film importante, "The Draughtsman's Contract" en 1982. Después de "A Zed & Two Noughts" llegó, en 1988, "Drowning by Numbers" ('Ahogamiento por números', que en España contó con la desafortunada traducción de 'Conspiración de mujeres'), una partitura editada por Virgin Records ese mismo año 1988 (a través de su filial Venture) que, si bien ofrece una carga más dramática que la de 'El contrato del dibujante', sigue reflejando esa dependencia inversa a lo normal en la relación entre cine y música, es decir, la música se convierte en parte importante de la estructura de la película hasta el punto de condicionar ciertas escenas. En algún modo a veces es el director el que tiene que cambiar la película para ajustarla a la música y no al revés: "Yo diría que sus películas están de algún modo subordinadas a mi música, aunque suena soberbio y es cierto que él tiene la película completa dentro de su cabeza antes de empezar el rodaje".
Como nos cuenta en el libreto del álbum, fue Greenaway quien primero llamó la atención de Nyman hacia una breve melodía de Mozart en su 'Sinfonia concertante': "Regrabé la pieza de Mozart porque no podíamos permitirnos adquirir los derechos de la grabación que habíamos utilizado. Recrear los cambios de tempo fue el reto más difícil al que me haya enfrentado jamás". Como lo fuera Purcell en "The Draughtsman's Contract", Mozart iba a ser en "Drowning by Numbers" la inspiración e hilo conductor de una extraña historia en las que tres mujeres asesinan a sus maridos ahogándolos, en el clima obsesivo, geométrico y experimental tan típico del cineasta galés. En un comienzo tambaleante ("Trysting Fields"), una calmada conversación entre violines desemboca en un grandísimo tema a ritmo de vals, "Sheep and Tides", retomado para el octavo corte, "Bees in Trees". Peter Greenaway tiene que adaptar las escenas para mecerlas por la estupenda "Drowning by Number 3", enredarlas con "Great Death Game", crear tensión con "Crematorium Conspiracy", emoción con "Fish Beach" o extrañeza con "Wedding Tango", sobre la base de unos violentos metales. "Wheelbarrow Walk" y "Knowing the Ropes" son dos de los cortes más destacados del álbum, al recuperar sabiamente el estilo repetitivo de "The Daughtsman's Contract", aunque todo este trabajo se diferencia de aquel en que es menos rítmico en general, y en la duración más corta de las canciones y por tanto abundancia de éstas, ciñéndose un poco más a la idea estricta de banda sonora. Precisamente estos dos temas antes destacados fueron los elegidos, junto a "Fish Beach", para ser incluidos en la recopilación que, bajo el título de "The Essential of Michael Nyman Band", presentaba diversas regrabaciones -para el sello Argo, no para Virgin- de estas bandas sonoras; las dos nuevas versiones de "Wheelbarrow Walk" y "Knowing the Ropes" son todo un descubrimiento por el acertadísimo cambio de tempo de la primera y el alargamiento y también mayor movimiento de la bonita y repetitiva melodía de la segunda. Hay que intentar no hablar de minimalismo, puesto que el mismo Nyman que acuñó el término cuando era crítico musical, reniega de él para calificar a su música, repetitiva pero no minimalista: "Llegó un momento en que la palabra minimalismo dejó de tener sentido, puede haber una relación entre las músicas así definidas y ese origen de la palabra, pero ya no hay esa sencillez del pensamiento único, la música ha ido más allá del concepto"; y aún dice más al respecto: "El término se ha utilizado, reutilizado, sobreutilizado, abusado, manoseado... vamos, que actualmente es una de las palabras más desvirtuadas que conozco". No hay que olvidar, sin embargo, que fue este término el que le devolvió, afortunadamente, las ganas de componer. Steve Reich, que fue entrevistado por primera vez en Europa por el propio Nyman, lo confirmaba así: "Michael Nyman estaba muy descontento musicalmente porque no podía usar la música que amaba en el contexto en que vivía. En Londres en los 70 se escribía música en la onda de Stockhausen o Boulez, nada de armonía, melodía o ritmo. Esa era la norma". Reich le animó a seguir siendo él mismo y hacer la música que amaba, y fue el minimalismo lo que acabó de resucitarle, como él mismo contaba: "Volví a componer después de descubrir el minimalismo, que me pareció una buena manera de liberarme de las limitaciones de una vanguardia occidental que me parecía cada vez más estéril, fútil e insatisfactoria".
Gracias a estas películas de Peter Greenaway de difícil visionado y moral incierta, Michel Nyman entabló una hermosa relación con el séptimo arte, de la que no iba a salir jamás, reforzándose en sus intenciones y en su sonido cuando la relación con el cineasta se enfrió irremediablemente (y eso que en 1990 pensaba que dicha relación podía durar por mucho tiempo, pues eran como un matrimonio). Eso sucedió cuando el realizador galés 'despreció' la enorme partitura que el pianista creó para su film "Prospero's Books", pero es necesario mencionar las circunstancias que rodearon al disco que nos ocupa, ya que Greenaway acababa de contar con Wim Mertens y Glenn Branca para la música de "The Belly of an Architect" y quiso, en un principio, utilizar música de Geretsky y John Adams para "Drowning by Numbers", pero el montaje no funcionó, por lo que afortunadamente tuvo que volver al recurso de Michael Nyman para que creara la partitura, pero esta vez con el film acabado, por lo que pueden escucharse más músicas adaptadas a las escenas, de pura banda sonora, y no al revés. En su obra, este compositor británico intenta percibir conexiones y entendimiento entre la música de hace siglos y la de ahora, y consiguió, en sus primeros conciertos en España con la Michael Nyman Band, una comunión especial con un público que no sabía lo que podía esperar en directo de un músico como ese, ni más ni menos que un espectáculo grandioso.
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