31.5.11

JEAN MICHEL JARRE:
"Magnetic Fields"

Actualmente es difícil de creer que músicos instrumentales no clásicos como Jarre o Oldfield, así como los máximos exponentes del añejo rock sinfónico fueran ídolos de masas, superventas y portadas de revistas en los 70 y 80. Posiblemente se valoraban mucho mejor que ahora las cualidades de los músicos y se buscaba otro tipo de apertura de fronteras a través de instrumentos electrónicos que enseguida se apropiaron el pop y el rock, pero no cabe duda de que las páginas que se escribieron en esos años fueron de las más inspiradas de la historia reciente. Jean Michel Jarre se dió a conocer mundialmente con un maravilloso "Oxygène", evolucionó con el genial "Equinoxe" y en 1981, con tres años de tiempo para madurarlo y ayudado por nuevas evoluciones técnicas, publicó con Disques Dreyfus "Magnetic Fields", el primero de sus álbumes donde podemos ver su rostro en la portada, lo cual no significa que sea una obra más directa y humana, pues Jean Michel presenta en la misma un aspecto lejano y robótico.

A comienzos de los 80 se comercializó un popular invento australiano denominado Fairlight CMI, el primer 'sampler' de la historia, es decir, un teclado capaz de pregrabar sonidos y reproducirlos fieles o alterados. Jarre fue de los primeros músicos en incorporarlo a su arsenal electrónico y "Magnetic Fields" de los primeros discos en utilizarlo junto a otros de Kate Bush, Stevie Wonder o Peter Gabriel. Este instrumento acaba por conferir un tono más tecnológico, incluso futurista, a este trabajo que suele circunscribirse comúnmente al tecno-pop más que a la música cósmica (en palabras, de Jarre, este disco es menos espacial, más terrenal). De hecho el comienzo es menos atmosférico que en los discos anteriores, más incisivo en ritmos secuenciados cercanos al tecno, pero con inigualable estilo, delicadeza en las formas y el típico y poco contenido aluvión de gratos efectos de sonido, que de manera burbujeante anticipa un tímido muestreo de voces que, más estudiado y desarrollado, derivará en el magistral "Zoolook". Sin ningún tipo de descanso, este "Magnetic Fields part 1" (que sin más explicaciones ocupa toda la cara A del vinilo, sin cortes) concluye con otro momento rítmico muy acertado, aunque quizás no tanto como la siguiente composición, "Magnetic Fields part 2", el sencillo más importante del disco. Marcada por su contundente percusión, esta segunda parte, como otros momentos del álbum, ahonda en la realidad que presentaban las nuevas corrientes de la música electrónica, su cercanía a formas musicales más propias de clubes y discotecas, aunque sin tener aún nada que ver con estilos destructivos y demenciales que llegaron años después. Repetida y rescatada en numerosos recopilatorios, esta maravillosa y pegadiza segunda parte contó con su correspondiente video-clip e influyó notablemente en el éxito de un trabajo que continúa en esta 'cara B' con una tercera parte relajante, más cercana a corrientes atmosféricas, muy apropiada para calmar unos ánimos que enseguida hayan una tímida regeneración en otro corte, "Magnetic Fields part 4", con el sonido más típico de "Equinoxe" aunque con la presencia de voces sampleadas. La sorpresa del disco viene en su última canción, una quinta parte subtitulada "The Last Rumba" cercana a ritmos caribeños, que se hizo bastante popular y que supuso una de las pequeñas licencias en tono de broma que Jarre se permitía de vez en cuando, como los maravillosos instantes circenses de "Equinoxe Part 8". En esta ocasión, Fellini deja paso a playas de inmaculada arena y Jarre concluye "Magnetic Fields" de esta manera poco convencional pero divertida y acertada.

"Magnetic Fields" es el título internacional de una obra inteligente, que juega con las palabras francesas chants/champs (cantos/campos) en un juego por el que los 'cantos magnéticos' (título original, "Les Chants Magnetiques") se convierten en 'campos magnéticos' ("Les Champs Magnetiques") en un simbolismo del rumbo de la música de Jarre. La dualidad no sólo se presenta en el título, la propia música refleja instantes tan estilísticamente diferentes como las partes 2 y 5 (de la pura electrónica a su fusión con world music), o momentos tecno discotequeros junto a ambientes más meditativos de enorme disfrute. Desde luego, de estos primeros trabajos de Jarre, nos encontramos ante el más impersonal, el de menos alma, pero confirma la enorme categoría y preponderancia de su autor, un músico exitoso y atrevido, tanto que en vez de mirar hacia los Estados Unidos, realizó una colosal, novedosa y complicada gira por la China comunista con lo mejor de su discografía unido a importantes canciones nuevas como "Arpegiator", "Orient Express", "Souvenir of China" o "Fishing Junks at Sunset", eventos que se plasmaron en un importante y recomendable doble disco titulado "The Concerts in China".

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15.5.11

JEFF JOHNSON & BRIAN DUNNING:
"Songs from Albion"

Literatura fantástica es un término de difícil definición que, bajo ciertas condiciones por las cuales debe de asociarse a lo mágico o extraordinario, podría englobar a autores tan conocidos como Tolkien, Lovecraft, Poe, Bram Stoker, Robert E. Howard o Ursula K. LeGuin, entre muchos otros. Su éxito ha originado numerosas sagas míticas en las últimas décadas, algunas orientadas al público juvenil (desde las aventuras de Harry Potter a las de los vampiros de 'Crepúsculo'), y entre ellas nos encontramos con la aclamada trilogía 'La canción de Albión', de Stephen Lawhead, autor estadounidense que ya había despuntado años atrás con otras sagas como el mitológico 'Ciclo Pendragón', y cuya obra suele definirse como ficción histórica celta. El teclista norteamericano Jeff Johnson y el flautista irlandés Brian Dunning se conocieron en Portland y comenzaron su actividad musical como dúo rindiendo tributo a dicha trilogía de Lawhead (los títulos españoles de los libros eran 'La guerra del paraíso', 'Mano de plata' y 'La última batalla'), con tres estupendos álbumes (simplemente 'Songs from Albion I, II y II') y una recopilación de los mismos que lleva el título de su tema más destacado (casi un leitmotiv), "The Enduring Story".

Ark Music, el sello discográfico del propio Jeff Johnson, publicó "Songs from Albion" en 1992. En la portada, Môr Cylch, el laberinto circular de la vida. Si lo tratamos como banda sonora de 'La guerra del paraíso', es evidente que "The Enduring Story" sería el tema principal, por su importancia en la trilogía y por su indudable carácter épico y melodía recordable, en un desarrollo plano, sencillo, pero repleto de magia y evocador de leyendas, una canción esplendorosa y vaticinadora de éxitos. Esa es evidentemente la tónica general del álbum, de hermosa ambientalidad celta en un entorno mayoritariamente acústico pero en el que la electrónica juega papeles importantes, como en el alegre acompañamiento de "Aurochs and Jaguars" y "Plexus", dos de los cortes destacables del trabajo, con un sonido más cercano al pop el primero (un acertado tratamiento muy dinámico y jovial) y al rock sinfónico el segundo, un corte de creciente intensidad cuyo frenético final te hace sentir parte de la historia a la que está glosando, y en el que choca la contundencia de la batería, un instrumento que destaca esporádicamente en el disco, como en "A Rippling Ring", donde Dunning demuestra además su maestría con la flauta. "Sycharth" (en la novela la espectacular fortaleza del Rey Meldryn Mawr, alzada sobre un risco y rodeada de campos de cultivo) es una evocativa melodía de acertado tratamiento instrumental, donde habita también un estupendo bajo, interpretado por Rick Crittenden. Este bajo y la mencionada batería (de Brian Willis) se conjugan con los teclados de Jeff Johnson, las flautas de Brian Dunning, además de guitarras (Derry Daugherty) y percusiones (Roger Hadley). Ynys Sci es el nombre de la isla donde se ubica una importante escuela para guerreros, y el ella Scatha es la jefe de batalla, tan bella como fuerte y aguerrida. Así, voces femeninas sugerentes interactúan en "On Scatha's Island" (la de Lynn Skinner, que se une al juego entre celta y medieval con altas cotas de lirismo) y en "The Prophecy / Goewyn's Fair" (otra hermosa composición, que comienza con un texto recitado por Jean Usher, introduciendo una bella melodía cristalina que engancha a pesar de su corta duración, pues sólo es la mitad de la pieza, que acaba de manera más ambiental); el propio Jeff Johnson, recordando sus días de intérprete de rock cristiano, es el vocalista de "Dawn Singer", la canción de cierre (como el colofón de una superproducción), intensa y atmosférica, aunque no tan inspirada como se podía esperar para culminar el disco. Son por contra otras dos las composiciones más acertadas del álbum junto a "The Enduring Story": "An Otherworld" refleja el 'Otro mundo', que parece el paraíso, libre de la estupidez humana, y es una dulce y acertada tonada, un sueño celta que bien podía haber sonado en cualquier disco de superbandas como Nightnoise -el grupo del propio Dunning, en alza en aquella época-; por otro lado, "Heart of the Heart" (el corazón del corazón, el centro del laberinto, donde Tegid y Llyd -Llew- encuentran la canción de Albion, el más precioso tesoro del Reino, que sostiene todo lo que existe) es uno de esos cortes en los que todo brilla en un contexto épico, el sugerente fondo y el inmenso viento. Como musicalizando el 'plexo', la urdimbre celta que en la novela conecta nuestro mundo y el 'Otro mundo', Johnson y Dunning tejen melodías fuertes y pegadizas, canciones que estos bardos de una y otra era nos ofrecen desde el limite, la orilla entre la realidad y la imaginación, donde ambos mundos son uno. La fantasiosa música de una fantasiosa novela.

"Songs from Albion" es un completo trabajo cuya excepcional conjunción hace honor al libro de Stephen Lawhead que lo inspira. Su suave ambientalidad celta puede recordar por momentos a otra obra importante sobre leyendas celtas, aunque varios años posterior, la encantadora "A Celtic Tale" de los hermanos Danna. Jeff Johnson es el principal compositor del disco, dejando a Brian Dunning la autoría de sólo tres de los cortes del mismo, en los que por supuesto predomina la sempiterna flauta (en especial en "An Otherworld" y "A Rippling Ring"). Esta situación se equilibrará en las siguientes entregas, para las que Dunning compondrá temas extraordinarios. Hay que mencionar que "Songs from Albion" no es la única novela de Stephen Lawhead musicada por Jeff Johnson y Brian Dunning, "King Raven", "Bizantyum", "The Bard and the Warrior" y "Patrick" son otros ejemplos de esa inspiración, todos ellos publicados, así como otros trabajos de los músicos en solitario, dúo o con otros artistas, por Ark Music, el mencionado sello de Johnson. Este músico de profundas creencias cristianas y extensa discografía encontró en la literatura fantástica el filón por el cual encauzar su creatividad orientada al mundo celta, y junto a Brian Dunning, siempre recordado por su fenomenal contribución a Nightnoise, nos ofreció un onírico recorrido musical por mundos de magia y leyendas de los que "Songs from Albion" fue el primer ejemplo.

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29.4.11

YANNI:
"Chameleon days"

Aunque ya se le veía a media distancia en la cubierta de "Out of silence", la creciente y merecida fama del teclista Yanni provocó que, a partir de su cuarto álbum, absolutamente todas sus portadas fueran acompañadas de primeros planos de su apolíneo rostro, como clara diferenciación para el comprador fiel pero también como objeto de adoración del público femenino. Unos y otros, junto al comprador esporádico y, por qué no, a la curiosidad del que sabía que se encontraba ante la pareja sentimental de la por entonces célebre Linda Evans, consiguieron que las cifras de ventas de los álbumes del griego fueran extraordinarias, sobre todo en los Estados Unidos. Yanni otorgó así pingües beneficios a su compañía discográfica, Private Music, y contribuyó notablemente a su auge popular y económico en las últimas décadas del siglo XX. La estrategia de marketing se afianzaba con las cualidades de la música, en ocasiones altiva y majestuosa, como sucedía en el álbum "Out of silence", dominado por una fuerza rítmica espectacular, o su continuación en un tono algo más intimista, "Chameleon days", publicado por la mencionada Private Music en 1988.

Cuando Yanni se fue a estudiar a los Estados Unidos desde su Grecia natal, concretamente a la universidad de Minnesota -donde se graduó en Psicología-, formó parte de un grupo de rock de cierta repercusión en el área regional de Minneapolis llamado Chameleon. Con ellos publicó varios discos y maduró sus ideas, así que el título "Chameleon days" es a buen seguro un recordatorio y homenaje a aquellos días inciertos pero ilusionantes. El sonido romántico de Yanni, perfectamente reconocible en trabajos como este, bebe también de clásicos ligeros como los de James Last ("Love bird", por ejemplo), aunque el griego alcanza niveles de producción elevados gracias a la adición de la electrónica.  El comienzo es alegre, optimista, una juguetona sucesión de notas de piano que responde al título de "Swept away” y que pone muy alto el listón de este trabajo que contiene nueve composiciones en la línea de sus anteriores obras, es decir, alternando cortes movidos con románticas baladas. Entre las primeros destacan "Marching season” (en dos partes, piano romántico mas aire épico que sigue la estela de algunos éxitos de su disco anterior), "Chasing shadows" (con un tono de película ochentera) y en especial "Days of summer", tema que presenta un sonido sintetizado de armónica que resulta muy atractivo, antes de un emocionante desmelene final. Son sin embargo las piezas lentas, en las que el piano le gana la partida a la parafernalia electrónica, las que mejor poso dejan en el conjunto, como por ejemplo "The rain must fall" (bella composición aderezada con una tranquila percusión acústica con la que Yanni demuestra que puede extraer auténtica magia de los teclados) y por supuesto la emocionante "Reflections of passion", una joya de tema que se ha convertido por derecho propio y sin discusión en un gran clásico de las nuevas músicas, y cuyo emotivo y peliculero video-clip está protagonizado por el propio Yanni, al que vemos tocar el piano, nadar o pasear por la playa. Al final del trabajo, una fanfarria de evento deportivo inicia "Everglade run" -que fue usado por la cadena NBC en los créditos de cierre de una Super Bowl- y "A word in private” -un seguro homenaje al nombre de su compañía de discos- es una culminación intimista con piano donde se vuelve a apreciar la sensibilidad de este gran artista, que con este disco pretendía, según sus palabras, "crear sonidos instrumentales que fueran más familiares". El álbum estaba complementado con la percusión de Charlie Adams, que se unió además a John Tesh y Joyce Imbesi (ambos teclistas) en la gira que en ese año 1988 Yanni realizó por Estados Unidos, la segunda después de la de "Out of silence".

Practicamente en cada disco de la primera época de Yanni podemos encontrar varios de sus grandes clásicos, para así también poder completar los numerosos recopilatorios que pueblan su discografía. En "Chameleon days" prima la sensual hermosura de "Reflections of passion", si bien varios de los cortes son igualmente destacables, configurando un estupendo conjunto que alcanzó el número 2 en las listas de ventas de New Age en los Estados Unidos. Aparte de en sus orígenes mediterráneos, Yanni supo inspirarse en otro tipo de etnias y culturas para trabajos posteriores, en especial orientales y más adelante sudamericanas, en un curioso acercamiento al folclore mexicano. Yanni Chryssomallis es en definitiva un completo músico (él mismo es el productor de sus discos y compositor de la mayoría de los temas) en el que el carisma y la destreza se dan la mano.

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15.4.11

KITARO:
"Oasis"

finales de los 70, la figura de un músico japonés llamado Kitaro emergió con increible fuerza en el universo de la música new age. Su estilo estaba dominado por la electrónica de estilo occidental (con especial admiración por la figura del alemán Klaus Schulze), pero desde una espiritualidad oriental cercana al sintoísmo y al budismo zen, además de un extraordinario amor por la naturaleza. Nacido como Masanori Takashi en una familia humilde de campesinos, fue en su adolescencia cuando aprendió a tocar por su cuenta varios instrumentos (comenzando por la guitarra) y, tras una efímera banda llamada Albatros, formó el grupo de rock sinfónico Far East Family Band (donde se encargaba ya de los teclados), influenciado especialmente por Pink Floyd, con el que consiguió gran éxito y entró en contacto con otros músicos importantes como el propio Klaus Schulze, que acabarían de forjar su expresión musical hasta lo que conocemos en la actualidad. Especial atención merece su obra temprana, un auténtico aluvión de gloriosas composiciones sin apenas desperdicio. Afortunadamente, sus intereses deportivos como jugador de tenis en la escuela, quedaron atrás por el bien de la música new age, aunque sus padres nunca apoyaron su carrera musical.

Tras abandonar la Far East Family Band, Kitaro viajó por Asia y vivió durante varios meses de 1976 en Poona (India), en el ashram del polémico maestro Bhagwan Shree Rajneesh, conocido en occidente como Osho. De vuelta a Japón en 1977, su fusión de la música electrónica y ciertas dosis de tradición en un contexto deudor del rock sinfónico creó un tipo de sonido muy lírico y atractivo en los sus dos primeros álbumes en solitario, "Astral voyage" (también conocido como "Ten kai") y "Full moon story", si bien el músico japonés aún no había encontrado el punto de conexión espiritual que le llevaría a la composición de melodías pegadizas capaces de atrapar como canto de sirenas sin necesidad de recurrir a numerosos efectos de sonido, sólo a la pureza interior. Ese límite lo alcanzó por primera vez con "Oasis", publicado en 1979 por Canyon Records (Polydor en Europa), que refleja las impresiones de un estimulante viaje, como ese realizado por China, India, Laos y Tailandia unos años antes. Tintineantes efectos sonoros juegan con sugerentes voces en un amanecer desértico de placentera serenidad otorgada por varias capas de sintetizadores que sirven de emocionante y sensual prólogo al disco bajo el título de "Rising sun". Es sin embargo característico en este extraordinario músico que los remansos de calma sean sucedidos sin apenas darnos cuenta por rítmicas secuencias que arropan composiciones movidas y atrayentes, a menudo hipnóticas, como "Moro-rism". Kitaro consigue manejar a la perfección los tiempos del disco, e intercala piezas más calmadas, ambientales ("New wave", "Moonlight"), que si bien no destacan en el conjunto, colaboran al lograr un ambiente relajado e intenso, abriendo camino para los momentos importantes. Uno de ellos se da con el dúo de canciones "Cosmic energy" y "Aqua"; la primera, tras un comienzo meditativo, ejecuta un poderoso cambio de ritmo en el que notas alargadas como chillidos acompañan a la secuencia y una cíclica melodía, la cual desemboca en una de las grandes composiciones de Kitaro, esa "Aqua" tan importante en un oasis, en la que la secuencia de fondo es cristalina y actúa como gotas de tan vital líquido golpeando contra el suelo, a las que se superponen varios teclados enredados, uno de los cuales, el que ejerce la melodía, presenta la sonoridad de un instrumento de cuerda. El conjunto posee a la par una espiritualidad dominada por la naturaleza y una extraordinaria fuerza otorgada por la tecnología. No se queda atrás otro de los clásicos del músico japonés, "Shimmering horizon", de melodía poderosa y bellísimo acabado en sintonía con la Tierra y el Universo, pues sus efectos sonoros también miran hacia las estrellas (no en vano se le puede asignar el apelativo 'música cósmica'). De nuevo un brusco contraste nos lleva a una melodía sin respiro de espíritu épico de título "Fragance of nature", con el sello inconfundible de este artista que, en "Innocent people", introduce notas furtivas de un instrumento de cuerda (con sonoridad de sitar, si bien en los créditos del álbum sólo aparece la guitarra) que pone su interesante nota acústica en un trabajo tan electrónico. "Oasis" es como el final de un cuento, alegre, esperanzador, de plena belleza y emotiva tranquilidad, un remanso de paz entre los vientos, las arenas y los peligros desérticos. El disco acaba con el rumor del agua. Kitaro toca sintetizadores Korg, Roland y Yamaha, guitarra acústica y percusión en este trabajo producido por Takayo Nanri que fue reeditado en 1982 por la compañía alemana Kuckuck con otra portada (una pintura en tonos amarillos), posiblemente más artística pero menos poderosa que la original, unas manos recogiendo agua con el sol por testigo. Se da la circunstancia de que en esa reedición el corte "Rising sun" pasa a llamarse "Morning prayer", y "Aqua" toma como nuevo título "Eternal spring", creando una cierta confusión entre el público. La temprana aparición de esta música celestial, majestuosa, fue un punto de partida de la creciente fama de una new age sugerente, melodiosa, sanadora, de la cual "Oasis", a pesar de ser una obra de la primera época de Kitaro, es uno de los grandes clásicos, contenedor ya de varios de sus temas más míticos, imprescindibles en recopilatorios, como "Aqua" o "Shimmering horizon", sin olvidar "Rising sun" o la propia "Oasis". Todas ellas venían recogidas en una de esas grandes compilaciones, la titulada "Ten years".

A pesar de su grandilocuencia, el espíritu sinfónico de Kitaro está teñido de una cierta humildad, en un claro reflejo de su propia personalidad. Este sencillo multiinstrumentista tomó su nombre artístico de la exitosa serie manga GeGeGe no Kitaro, en concreto por la larga melena -como él mismo en su adolescencia- de su personaje principal, un yokai (espíritu o demonio), que lucha por la paz entre su raza y los seres humanos. Admirado en occidente, venerado en oriente, objeto de devoción en general, Kitaro y su música -como dicho manga, que fue creado en 1959- perduran a las modas, no vano han pasado más de tres décadas desde que era un pionero de una new age de la que acabará recelando, y aún continúa elaborando discos, acaparando éxitos y nominaciones a premios musicales, aunque sus primeros trabajos, como "Oasis" o la banda sonora de la serie "Silk road", publicada al año siguiente, son los más carismáticos y definen perfectamente sus ideas, musicales y vitales.

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6.4.11

JOËL FAJERMAN:
"Inventions of life"


Tras la retahila de éxitos cosechados por la serie documental "L'aventure des plantes" a comienzos de los 80, su realizador Jean-Pierre Cuny decidió volver años después al trabajo de campo y rodar una especie de continuación de aquella 'aventura' que esta vez llevaría por título "Les inventions de la vie". Para ello, además de un presupuesto superior, contó de nuevo con la aportación del teclista Joël Fajerman, un especialista en asuntos de electrónica aplicada al sonido que había encontrado la fama gracias a sintonías como "Flowers's love" (de la mencionada serie "L'aventure des plantes") o "La chasse au trésor" (concurso televisivo francés cuyo equivalente en España sería "La caza del tesoro", presentado por Isabel Tenaille con Miguel de la Quadra volando en el helicóptero y sintonía de Azul y Negro, la fantástica "Fu Man Chu"). Trece episodios conformaron la primera parte del documental en 1987, que fueron complementados con trece más, todos ellos producidos por Canal + y Antenne 2, mientras que dos fueron las ediciones de la banda sonora, una primera con el título en inglés, "Inventions of life" (BMG Ariola, 1991) y otra en 1994 con el título en francés, "Les inventions de la vie", y pequeños cambios en su lista de canciones.

"Les inventions de la vie" fue creado el mismo año que la música para la serie de animación "Les enfants de la liberté", 1989, si bien acabó publicándose en 1991. A tenor del éxito obtenido por la entrañable sintonía de "La aventura de las plantas", y dejando claras la misma autoría (Cuny/Fajerman) e intenciones, "Flower's love" ejercía por derecho propio como nueva música de cabecera de "Les inventions de la vie", así como el famosísimo comienzo de dibujos animados que la acompañaba. De este modo, era lógica (y lucrativa) la inclusión de dicha canción en el nuevo disco, si bien con el acierto de incluir una pequeña variación en la misma, pues la versión que podemos escuchar en "Inventions of life" es con la melodía principal a la guitarra (interpretada por Jean Claude Chanavat), sin perder ni un ápice de su interés, incluso ganando en ternura al eliminar ese deje sintético de los teclados que por otro lado tan buen gusto dejaba en el oyente. No ocupa sin embargo el principio del álbum, derecho reservado -tratando la versión internacional, "Inventions of life"-  para "Jessie", una deliciosa melodía de violín tras un jugueteo inicial de teclado que se mantiene de fondo a lo largo de una pieza de agradable lirismo y respirable belleza, el equivalente a "Flower's love" en esta nueva serie; el violín está interpretado por Manuel Solans, que repite en "The magic of the orchid", serena y peliculera pieza aderezada con sonidos naturales cuyo comienzo y base de sintetizador nos puede sonar al japonés Kitaro, otro mito que se une a las odiosas comparaciones de Fajerman con Jarre y Vangelis. Mejorando en algunos puntos la producción de "La aventura de las plantas", nos encontramos con atmósferas ciertamente agradables como la etérea "Late evening", "Before the night" (sencilla, con algo que recuerda a Vangelis), "Spider dance" o ese himno de despedida titulado "Alone in the world", falto de espíritu pero encantador en su marcialidad. Otra característica de la ambientalidad de Joël Fajerman en este álbum es el sonido romántico, casi erótico, que emanan algunas de las canciones, cuyos casos más evidentes son la mencionada "Late evening", o "Flying birds" -que incluye la voz de Julia Fajerman-, que acaba por recordar a los scores de ciertas películas como "Bilitis", del también francés Francis Lai. Como ya se ha mencionado anteriormente, "Les inventions de la vie" fue la posterior publicación de la banda sonora en Francia, donde había una reordenación de las canciones (por ejemplo la que abría el disco era "The magic of the orchid", cuyos sonidos de pájaros continuaban en "Flower's love" y "Before the night"); además, el corte "Parkside" es sustituido por la versión original de "Flower's love".

No es que nos encontremos en "Inventions of life" con la más inspirada y original banda sonora sino con un score eficaz que presenta buenos momentos (aunque una parte central algo descafeinada) y que cumple su propósito de acompañar a bellas imágenes naturales, circunstancia en la que Fajerman, si bien no llega a igualar la capacidad de algún otro teclista al uso, sí que se creó un nombre en aquella década de los 80, sobre todo en Francia y España. Eso sí, ninguno de sus discos a excepción de "La aventura de las plantas" y "Inventions of life" han sido editados en CD. Su trayectoria como músico de series y documentales ha continuado sin alcanzar nuevos éxitos, y en 2000 compuso la música para el pabellón de Francia en la Exposición Universal de Hannover.

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28.3.11

JIM CHAPPELL: "Saturday's rhapsody"

Como otros importantes músicos como Ray Lynch, Oystein Sevag o James Asher, Jim Chappell también tuvo que emigrar de compañía discográfica cuando quebró la californiana Music West. Mientras otros encontraron acomodo en Windham Hill o Silver Wave, este pianista norteamericano recaló en Real Music, donde reeditó los álbumes realizados para el extinto sello de Allan Kaplan, entre ellos un agradable y completo trabajo de 1990 (dos años después para Real Music) titulado "Saturday's rhapsody", que evidencia el desarrollo de la música de Chappell desde un sosegado "Tender ritual" de solos de piano, pasando por "Dusk" y "Living the northern summer", en los que otros instrumentos acústicos de cuerda y viento van tomando poco a poco un cierto protagonismo. En "Saturday's rhapsody" escuchamos interesantes aportes de violines, violas, clarinete y oboe entre otros, siempre sobre la base del instrumento primordial de Chappell, el piano.

Aunque comenzara de joven con acordeón y órgano, este oriundo de Pontiac (Michigan) descubrió enseguida la rotundidad del piano, y con él desarrolló sus estudios en base a música clásica, jazz, pop o country, elementos que se dan cita en "Saturday's rhapsody", un disco enternecedor que comienza con una completa composición homónima de creciente intensidad en la que, como el resto del trabajo, la base principal de piano se ve enriquecida con cuerdas y vientos hasta dar con el resultado más óptimo y comercial en un estilo melódico de agradable smooth jazz cuyo máximo exponente es el maravilloso segundo corte, "Field day", donde violines y vientos (oboe, clarinete, cuerno inglés) conversan enamoradamente al son del piano con un parecido más que razonable al sonido del por entonces en alza Paul Winter Consort. Pero Chappell no es Paul Halley ni necesita serlo, así que continúa otorgando su toque personal al resto del trabajo, en el que destacan "Adventure No. 11" (bucólica pieza con melodía de saxo), "The rain" (humilde e intimista tonada de piano y clarinete), "Hopes and dreams" (serena y romántica) o las más movidas y alegres "Sidewalk characters" y "Fancy pants" (esta última en tono de ragtime). "Woman in the mirror" se presenta en un tono más neoclásico y "Estar contigo (To be with you)" en plan bossa nova, mientras que el romanticismo regresa para despedir el disco con "One last time", un sentimiento que preside esta bonita rapsodia (podría definirse libremente como 'conjunto de composiciones emocionales y entusiastas') de cálida portada.

Un activo comienzo y una colorida instrumentación hacen de este disco una pequeña celebración, como si Spheeris y Voudouris colaboraran con Paul Winter. Ya se ha mencionado la similitud de sonido con el Paul Winter Consort, pero la mención a sus dos ex-compañeros de Music West no es gratuita, dada la participación del ingeniero Russell Bond (habitual de Spheeris) en la producción de "Saturday's rhapsody" junto al propio Jim Chappell. Grabado en Sausalito (California), esta muestra de -como definían desde Music West- nuevo jazz contemporáneo no pasó desapercibida, y la carrera de Jim Chappell ha continuado hasta la actualidad, de manera algo más silenciosa, en el sello Real Music.


14.3.11

ERIK WOLLO:
"Traces"


Es sorprendente que a pesar de la calidad de sus discos, en un estilo ambiental electrónico tan en alza en los 90, el nombre del noruego Erik Wollo no alcanzara una mayor repercusión a niveles generales. Por ejemplo su compañero en el grupo Celeste Oystein Sevag sí que llegó a altas cotas de popularidad en un estilo bastante más acústico, un Sevag que iba a participar en la producción de los primeros trabajos de Wollo, por ejemplo "Traces", que si bien no es su primer álbum en solitario sí que comenzó a marcar un estilo electrónico del cual fue una especie de pionero en Noruega y al que sigue siendo fiel durante su larga carrera. Atras quedaron influencias de jazz, rock, y permanecen en el fondo las de música clásica o étnica, para un trabajo publicado en primera instancia en vinilo en 1985 y por fin en CD en 1988 por la compañía francesa Badland Records con la adición de una suite dedicada a su nuevo estudio de grabación llamado 'Wintergarden'.

"Traces" presenta doce cálidos cortes de abrumadora sencillez, en los que la electrónica encuentra caminos bien melódicos, bien ambientales, para llenar con numerosas tonalidades y ritmos originales el espacio que discurre entre el artista y el oyente, consiguiendo llevarlo a su mínima expresión, a una auténtica conexión entre ambos. Engancha el sutil aire melodioso de algunas de las composiciones, así como se agradece su tímida esencia folclórica, aunque escondida, que acaba por hacer de él un trabajo más auténtico. La melodía cálida con acompañamiento de efecto vigoroso que presenta el álbum ("Tide 1"), consigue que sigamos escuchando con interés y caigamos en la penetrante añoranza de su sonido electrónico que, aún presentando claros momentos de brumosa ambientalidad ("Entrance"), convencen por su penetrante arraigo en un sentimiento más puro y terrenal que sintético. Para ser un disco de juventud, sorprende la madurez de un sonido que con canciones como "Totem" (la joya del álbum junto a las dos "Tide") consigue llegar a un nivel de composición, producción e incluso empatía al que es difícil de acceder para la mayoría; la belleza y profundidad de su conjunción de percusión, voces y melodía ponen en alerta ante la promesa que este teclista noruego representaba a mediados de los 80, y sería interesante analizar las causas por las que él y otros casos parecidos no han trascendido al gran público. El disco continúa con una ambientalidad algo más lenta ("Vapor") y fantasías animadas de excelente gusto ("Ceremony", "Discovery"), cuando no en momentos gloriosos como otra de las composiciones destacadas, "Tide 2", continuación de la que abría esta obra. El resto del disco confirma esas buenas impresiones y continúa con su contagiosa vitalidad en atmósferas activas y atrayentes, como el encanto neoclásico adornado por pulsos como olas rompiendo en la orilla de "Little dream in turquoise". Ese era el final del vinilo y el comienzo del bonus del CD, la avanzada y excitante suite "Wintergarden", aunque no tan destacable en el conjunto del trabajo, dominado por su excepcional primera mitad.

Wollo seguirá demostrando en próximos trabajos que puede llegar a ser por momentos tan terrenalmente ambiental como Roach, tan minimalista como Reich o tan comercial como Jarre, demostrando una elegancia común en todos ellos tanto en sus obras publicadas como en sus composiciones para televisión, ballet o teatro. Más allá de discos superproducidos, de buscada pero vacía comercialidad, llena más de Erik Wollo su manera particular de preparar la atmósfera y el encuentro sorpresivo con la melodía, a veces escondida, otras casi inexistente, generalmente exultante y de gran sensualidad, en un conjunto muy rítmico y agradable, que encierra momentos de todo tipo, relajantes, efectistas, rebuscados o algo más fáciles, pero en todo momento jugando con originales fondos y plácidas notas, como en esta pequeña maravilla de título "Traces".


28.2.11

VARIOS ARTISTAS:
"The romantic approach"


Como demostrando que la música grandiosa no conoce de tiempo o espacio, la escucha en la actualidad de "The unanswered question" sigue siendo igual de maravillosa e inquietante como cuando Charles Ives la compuso en 1906. Esta pieza que cierra el enorme recopilatorio "The romantic approach" es más que un ejemplo de música norteamericana de principios del siglo XX, es una impactante e influyente composición de este poco convencional músico (tenía una agencia de seguros como primera ocupación) para trompeta, cuatro flautas y cuerdas, con la original característica de que la trompeta, en sus primeras representaciones, tocaba enfrentada al grupo, detrás de los espectadores. En dicha pieza, la trompeta plantea su 'pregunta' hasta seis veces, y los vientos intentan sin éxito responderla aumentando su intensidad, enfadados, con la sostenida y casi demiúrgica presencia de las cuerdas. Al final la única respuesta en este 'paisaje cósmico' (denominación del propio autor), es el silencio. Un gran colofón para un acertadísimo disco compilado por John Schaefer y publicado por Celestial Harmonies en 1994, con una portada en la que admiramos la obra "Adam and Eve" de la artista art decó Tamara de Lempicka.

Ya en el libreto del trabajo se nos advierte de la vagueza del término 'romanticismo', aplicable a la música europea de finales del XIX pero extensible de manera un tanto arbitraria a los compositores americanos del XX. La posible desubicación de estos hizo mucho bien a la música estadounidense, que rebuscó entre la música popular y la clásica sentando por un lado las bases del jazz, hurgando por otro en un cierto modernismo. Tras la escucha embelesada del trabajo se hace innegable la existencia de un sonido particular, genuinamente americano a pesar de ser extensión del europeo, de características patrióticas, románticas y, conforme avanza el siglo, entregadas al jazz o al folclore, cuando no presentan características de auténticos himnos. Es el caso de "Hymn", de Henry Cowell, que despliega una hermosa intensidad con enorme fuerza y vida propia, y el sempiterno y emocionante "Adagio for strings" de Samuel Barber, que ya forma parte de la historia con mayúsculas de la música del siglo XX. No es casualidad que la compilación empieze por Aaron Copland, posiblemente el más destacado de los neoclasicistas con elementos nacionalistas, y la demostración es la espectacular "Quiet city", pieza de gran lirismo y carácter visual que actúa in crescendo, con una cierta atonalidad en su comienzo, algo más melódico después, y un aire atemporal en el uso de una tímida pero poderosa trompeta; hay una espectacular inmensidad en los vientos de esta pieza, como si sonaran para todos los confines del espacio. También paisajístico, aunque indudablemente menos místico y grandilocuente, es "Painted desert" de Ferde Grofé (no puede ser menos una obra contenida en la suite del Gran Cañón), si bien se trata de uno de los compositores menos conocidos del disco. Un éxtasis orquestal llega con "Lonely town (Pas de deux)" del gran director de orquesta Leonard Bernstein, de carácter parecido a la pieza de Copland. Los violines y, en especial, el estupendo chelo de "Elegy" de Elliott Carter consiguen, a efectos prácticos, el primer momento romántico del disco, que continúa con la soledad de la viola en "Dream", un sueño del imitado pero irrepetible John Cage, adaptador de un pensamiento oriental en una forma de trabajo occidental. Junto al mencionado y ya centenario Elliott Carter es Peter Schickele, representado aquí con el delicado "3rd movement", el único compositor vivo del álbum, mientras que otros como George Gershwin o Arthur Foote nos dejaron en el lejano 1937. Foote aporta con "A night piece" una pieza fantasiosa, bucólica, con una romántica flauta que juega con el cuarteto de cuerda, mientras que con Gershwin nos encontramos en "Lullaby" con una melodía alegre y llevadera, entre lo popular y lo culto, con asomo a ese musical que le vió triunfar. Por último, y como único representante negro en el recopilatorio (lo cual no deja de ser curioso si admitimos que la música popular afroamericana tiene mucho que ver en el sonido más tipicamente norteamericano), el pianista de jazz Duke Ellington, que en "Village of the virgins" nos ofrece una alegre expresión de jazz y folclore en términos románticos, música perfecta para una celebración como lo es este fabuloso disco.

Como la música clásica nunca ha sido norteamericana, los compositores estadounidenses tuvieron que inventar su propia música clásica, vanguardismo con influencias populares y espíritu patriótico. Dificilmente se puede esperar más de un primer acercamiento a esa rica música contemporánea americana: de las inmensas llanuras desérticas a las populosas salas de conciertos, de la influyente "Unanswered question" de Ives al celebérrimo "Adagio" de Barber, sin olvidar a Copland, Cage o Gershwin entre muchos otros, interpretados en este disco por importantes orquestas estadounidenses. "The romantic approach" es una sublime muestra de esta revolución musical norteamericana a comienzos de la vigésima centuria, un recopilatorio publicado por Celestial Harmonies con libreto en papel reciclado (habitual en dicha compañía) que tuvo dos continuaciones (la segunda recogía música clásica de compositores franceses e italianos, y la tercera de músicos alemanes) y en la que todos los músicos en ella recogidos forman parte de la aventura musical estadounidense.




14.2.11

DAVID VAN TIEGHEM:
"Safety in Numbers"

Los nostálgicos de las nuevas músicas, en especial sus más acérrimos seguidores, recordarán ese marginal programa titulado 'Música N.A.', creado y presentado por Ramón Trecet y Lara López. No serán muchos los que en la cabecera del programa reconozcan al personajillo que manipulaba con sus baquetas el mobiliario urbano neoyorquino como al genial percusionista estadounidense David Van Tieghem. Nacido en 1955, Van Tieghem no es exclusivamente percusionista, en su curriculum podemos comprobar cómo su experiencia acapara la capacidad de interpretar teclados, componer todos los temas de sus discos, preparar performances, diseños de sonido e incluso pequeñas apariciones como actor. Eso sí, la principal base de sus estudios, de su carrera y lo que le ha merecido enorme fama ha sido la percusión, de la que se han aprovechado músicos tan importantes como Laurie Anderson, Brian Eno, David Byrne, Steve Reich, Pink Floyd, Howard Shore, Robert Fripp, Ryuichi Sakamoto o Michael Nyman, entre muchos otros. David irrumpió con fuerza en el mercado discográfico cuando Warner Bros decidió publicarle en 1984 su primer disco, "These Things Happen", un acertado aunque caótico juego de percusión, electrónica y algún retazo acústico en un entorno bastante experimental que caló en la crítica. También Peter Baumann se fijó en su flamante propuesta, que casaba definitivamente con la esencia de su compañía, una Private Music con la que grabó dos trabajos a finales de los 80.

Desde luego que la música de David no se encuentra en un entorno tradicional sino urbano, ruidoso, experimental, incluso robótico. En su segundo plástico, "Safety of Numbers", publicado en 1987 por la mencionada Private Music, intenta ser más ordenado, ceñido a ritmos y melodías más definidas, aclarando sus intenciones, aunque en la misma esencia urbana electrónica, por eso choca más su cohesión y ciertas composiciones abrumadoramente bellas. Como fabuloso percusionista que es Van Tieghem, "Safety of Numbers" nos asombra por la multitud de estímulos auditivos en cada tema, una escucha atenta de composiciones como por ejemplo "Night of the Cold Noses" es una asombrosa experiencia, claro ejemplo de la capacidad magnetizante del de Washington. Prima el conjunto, una sucesión de efectos acústicos y electrónicos en la que sencillas melodías aportan su tímido toque de cordura, si bien se adivina un trabajo inmenso de identificación y vanguardismo, aunque con la facilidad de una publicidad y distribución aseguradas, en un buen momento de su discográfica. No por eso pierde la magia, pues lo que le puede faltar de espontaneidad lo gana en experiencia. Van Tieghem utiliza algunas de sus composiciones para ballet y teatro en este trabajo: el primer y espectacular sencillo, la novedosa "Galaxy" que empieza a marcar la pauta del álbum y de lo que es Van Tieghem (puro ritmo, energía que llena sin necesidad de melodía reconocible), y la antes mencionada "Night of the Cold Noses" (de ambiente sensual y turbador, a la manera de Patrick O'Hearn, apoyado por la flauta y por un instrumento eléctrico tan poco corriente como el Chapman stick -una especie de mezcla entre bajo y guitarra que se toca haciendo tapping-) pertenecían originalmente al ballet 'Rough Assemblange'; la rítmica pero algo atropellada "Future" (que se vale del Fairlight para crear notas que parten de la voz humana y acoplarlas a un entorno globalizante) y una brillantísima "All Safe" (melodía exultante de esencia misteriosa con voz femenina) a otro ballet, 'VII for VIII'; mientras tanto, "Crystals" (que se apoya en cuerdas de sonoridad oriental en un entorno meditativo) y la grata atmósfera de "Deep Sky" eran parte de la obra de Broadway 'The Alchemedians', de cuyo título toman su carga surrealista. "Skeleton Key" y "Clear" presentan ambientes tecnológicos, fantasioso el primero, urbano con un toque de acción el segundo, pero hay un trasfondo especialmente poderoso en algunos ambientes de sintetizador que ejercen de fondo de piezas altivas como "Thunder Lizard", la estupenda "All Safe", antes mencionada, o el plato fuerte de la obra, un sensacional y sorprendente colofón de título "A Wing and a Prayer", poesía hecha música moderna, un prodigio que reúne todas las buenas cualidades del resto del trabajo en un contexto más ambiental que la media, y que constituye una de las grandes composiciones de Private Music, como bien lo entendió la compañía al incluirla en el recopilatorio de 1989 "Some Music is Private Music" junto a otras grandes piezas de músicos ejemplares como Patrick O'Hearn, Andy Summers, Yanni, Suzanne Ciani, Jerry Goodman, Eddie Jobson o Tangerine Dream, es decir, emblemas de los primeros años de Private Music. En general, nos asalta en el trabajo un maravilloso aluvión de instrumentos de percusión (marimbas, gong, platillos, gamelán, tambores africanos, de metal, madera o cerámica, sonidos de radio y televisión, tubos, tuberías, latas de refresco, etc...), apoyados por guitarras, flauta, arpa o piano, en el que hace su aparición al sintetizador Ryuichi Sakamoto en dos de los cortes, y que está co-producido por Van Tieghem y por Roma Baran, productora de su amiga Laurie Anderson.

Viendo los originales videoclips de David Van Tieghem queda patente que lo suyo es una forma de vida, la de alguien que empezó tocando de muy pequeño con ollas y sartenes en la cocina de su casa. Sus performances demuestran tal dualidad que lo mismo se puede admirar a un genio de la percusión que observar a un divertido payasete extrayendo sonidos inusitados de cualquier elemento existente a su alrededor. Por supuesto, sus discos son de escucha aconsejada, en especial "These Things Happen" como obra primeriza y "Safety of Numbers" por su solidez y consolidación, con momentos de notable esencia urbana ("Galaxy", "Thunder Lizard"), ambientes muy estimulantes ("Night of the Cold Noses", "All Safe", "Skeleton Key") y una pequeña maravilla como colofón ("A Wing and a Prayer"). En la misma onda, "Strange Cargo" fue en 1989 la segunda y última referencia en Private Music de este sugerente y espectacular mago de las baquetas, que muchos años después, y tras ganar numerosos premios por sus proyectos para teatro y danza, continuó ofreciendo pequeñas dosis de sus capacidades en obras tardías como "Thrown for a Loop" (2009) o "Fits & Starts" (2013).







1.2.11

WOLFSTONE:
"Year of the dog"


Phil Cunningham es uno de esos artistas con tal maestría y sobrada calidad en su oficio que convierte en oro todo lo que toca. Este reputado acordeonista escocés participó activamente en la eclosión de Wolfstone, potente banda de rock celta de las highlands, las famosas tierras altas escocesas. Si bien comenzaban a despuntar por sí mismos, fue al producirles este auténtico maestro cuando llegaron sus grandes álbumes, "Unleashed", "The chase", y en especial "Year of the dog", un sólido y prodigioso disco en el que ninguno de sus cortes, cinco vocales y cuatro instrumentales, pasa desapercibido. Es precisamente Cunningham el que participa activamente en la composición de la mayoría de los instrumentales, que suenan a tradicionales celtas si bien sólo un puñado de ellos lo son realmente. Las inmensas piezas vocales, por otro lado, tienen la impronta de las cabezas del grupo, Duncan Chisholm y Ivan Drever, si bien es este último el más activo y acertado, por su autoría en solitario de canciones como "The sea king", "The brave foot soldiers" o "The braes of Sutherland". De este modo, la habitual combinación de vocales e instrumentales fruto de estas tres mentes prodigiosas, constituyen, como no podía ser menos, un trabajo único.

Publicado en 1994 por Green Linnet Records, potente compañía estadounidense especializada en música celta a la que llegaron tras su paso por la independiente escocesa Iona Records, Wolfstone demostró con "Year of the dog" que tras un disco fenomenal ("The chase") aún puede firmarse una obra maestra, que tiene el honor de contener varios clásicos indiscutibles de la música tradicional escocesa fusionada con el rock, como pueden ser "Ballavanich" y "The braes of Sutherland". Los momentos de gran calidad se suceden con una fluidez atípica, y pueden basarse en la voz de Ivan Drever, el violín de Duncan Chisholm o las guitarras de Stuart Eaglesham, sin olvidarnos de los teclados de su hermano Struam, el bajo de Wayne Mackenzie o la percusión de Mop Youngson. "Holy ground" es el potente comienzo, una canción que versa sobre el conflicto irlandés y la utilización de la religión como excusa para el uso de la violencia, y demuestra la implicación de la banda en los problemas sociales. Por ejemplo, "The brave foot soldiers" es un llamativo alegato del derecho al trabajo, y "White gown" trata sobre el ignominioso Ku Klux Klan. Es sin embargo "The braes of Sutherland" (sobre la problemática de la emigración) la gran canción del disco, presentada por una deliciosa flauta; la pureza de la entrada del violín en la segunda parte de la pieza (un reprise instrumental compuesto por Phil Cunningham de título 'The youngest ancient mariner') resume tanto el espíritu del grupo como su capacidad para enfocar y transmitir la magia de la supuesta música tradicional escocesa. No hay que olvidar "The sea king", viejo poema tradicional de las islas Orcadas arreglado por Drever que puede recordar en su tratamiento a las baladas de bandas míticas como Scorpions. En cuanto a los instrumentales, "Ballavanich" es el más destacado, una monumental y también emblemática pieza en dos tiempos, primero más lenta con melodía dominada por el violín ('The boys from Ballavanich'), y al final desbocado con ese mismo violín acompañado por una rítmica guitarra ('Mrs. Crehan’s'). Otros innombrables reels vienen recogidos en "The double rise", "Morag's set" y "Dinner's set", todas ellas con la fortuna de estar compuestas por Cunningham, Drever o repescadas de la tradición, e interpretadas por esta gran banda escocesa, que un año después endurecería un poco más su sonido en otro grandioso álbum, "The half tail", en el que la producción paso de las manos de Phil Cunningham a las de otro grande, Chris Harley.

Que Wolfstone continúe en activo en la segunda década del siglo XXI dice mucho de su aceptación popular y de la calidad innata de su formación, que ha tenido pequeños vaivenes con los años. Creado en 1989, más de una decena de discos les contemplan, y tras su paso por Iona Records y Green Linnet, en 2002 crearon su propia compañía, Once Bitten Records, con la que ese año publicaron "Almost an island". De calidad sobrada y fama merecida, incluso lejos de Escocia o de las conocidas como 'naciones celtas', "Year of the dog" (varias de cuyas canciones son parte del repertorio fijo del conjunto en directo) fue un sólido paso en su trayectoria, uno de esos discos que con su portentoso ritmo y acertado tratamiento son capaces de destacar en el conjunto de un estilo de música, la celta, que sabe admitir esas pinceladas distintivas, en este caso de rock, para complementarse y progresar.

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