5.6.10

MICHAEL HEDGES:
"Aerial Boundaries"

Palo Alto es una pequeña ciudad californiana de alto nivel de vida que, aparte de contar con oficinas de importantes compañías tecnológicas como Google, Facebook, Hewlett-Packard o Xerox, ha pasado a la historia por ser durante los años setenta la ubicación del guitarrista William Ackerman y, por consiguiente, lugar de fundación de la excelsa compañía discográfica Windham Hill Records. Años después de aquel atrevimiento que marcó un hito musical, una tarde de comienzos de los ochenta paseaba Ackerman por dicha localidad cuando al pasar por el Teatro Varsity fue requerido insistentemente por el propietario del mismo para que escuchara al músico que allí actuaba. Ante la insistencia de este conocedor del sello, la inicial reticencia fue vencida y Ackerman asistió sorprendido a la actuación de Michael Hedges: "Nunca había visto nada igual en toda mi vida. Literalmente saqué un boli y escribimos el contrato y lo firmamos allí mismo". Cuenta la leyenda que una servilleta de papel recogió ese contrato, y a buen seguro que si un guitarrista como Will Ackerman actuó tan instintivamente era porque ese tal Hedges iba a dar mucho que hablar. Y vaya si lo hizo. Aun así, dado lo caprichoso del destino y teniendo en cuenta las características de Windham Hill, aunque pareciera ser la casualidad la que unió los destinos de Will Ackerman y Michael Hedges, a buen seguro que ambos hubieran acabado por encontrarse tarde o temprano.

Así nació una carrera discográfica corta pero intensa, la que comenzó con un sencillo y maravilloso disco titulado "Breakfast in the Field" que aventuraba unas capacidades monstruosas en el manejo de la guitarra acústica. Fue en 1984 cuando un segundo trabajo asentó definitivamente a Michael Hedges como ese guitarrista rompedor, influyente y posiblemente de mayor recorrido y posibilidades fuera del mundillo de esa mal llamada new age que preconizaba (o así la encasillaban irremediablemente) Windham Hill. Este disco que fue nominado al premio grammy y que es un pequeño clásico de la música de guitarra se tituló "Aerial Boundaries", está dedicado al espíritu de Galileo (a la manera de utilizar los avances científicos en beneficio de la humanidad) y presentaba durante algo menos de 40 minutos nueve composiciones demostrativas de una escandalosa gama de técnicas de interpretación como golpeos, hammer-on (ejecutar a la vez una nota junto a otra superior en la misma cuerda) o tapping (tocar directamente sobre el mástil de la guitarra), en un deleite continuo de efectos y un notable juego con los silencios, de tal modo que la música iba mucho más allá de la melodía, permitiendo ejecutar a la vez tema principal, ritmo y acompañamiento. La guitarra parecía convertirse de este modo en parte mismo del guitarrista, un vehículo de expresión tan propio como sus mismas cuerdas vocales (que por cierto también utilizará Hedges en su discografía posterior a este "Aerial Boundaries"). Aunque estudió guitarra clásica en Oklahoma y la acústica sea el instrumento por el que haya pasado a la historia, Hedges era un consumado multiinstrumentista, competente con piano, flauta o percusiones, así como con otro de sus instrumentos característicos en sus directos, la impactante guitarra-arpa. Este ejemplar trabajo producido por William Ackerman y el omnipresente ingeniero Steven Miller, reune varios temas esenciales de su autor, de Windham Hill y de la guitarra acústica en general, en especial los muy difundidos y decididamente magistrales "Aerial Boundaries" y "Rickover's Dream". "Aerial Boundaries" es la entrada al disco, su tema estrella y la confirmación de la capacidad artística de Michael, por su brillante unión de melodía pegadiza con interpretación audaz, brillante y expresiva, grabada en directo, sin sobregrabaciones ni mezclas posteriores, como el resto del álbum salvo un par de excepciones. Parece imposible, de hecho, que todo lo que se escucha provenga de un mismo intérprete. "Rickover's Dream" no se entretiene en buscar la melodía fácil, pero encuentra caminos atrevidos y atrayentes en las técnicas de guitarra acústica. "Bensusan" es otra impactante demostración, un tema dedicado al guitarrista acústico Pierre Bensusan, que devolvió el homenaje en 2001 en la composición "So Long Michael", en la que recuerda póstumamente a Hedges. No hay que olvidar muchas de las demás piezas del disco, ejemplos de fingerstyle que no parecen adentrarse tanto en el folclore como en su álbum debut, ni siquiera particularmente en el jazz, el blues o el rock, sino en la mezcla idónea de todas ellas, en su estilo ideal: la dulzura de "Ragamuffin", esa especie de rápida clase de guitarra que es "Hot Type" o "The Magic Farmer", todas ellas interpretadas por Hedges en solitario. También la sorprendente "Spare Change", si bien esta es una pieza distinta al tener una cierta electrónica sobre sonidos originales de guitarra, y ser uno de los dos temas remezclados del álbum. El otro es "Ménage a trois", una composición más típica de Windham Hill por la aparición de otros sonidos gracias a los dos intérpretes invitados del disco, Mindy Rosenfeld (la esposa de Michael) a la flauta, y Michael Manring (que ya estuvo en su primer trabajo) al fretless o bajo sin trastes. Este hace doblete, abrumando con ese mismo fretless en "After the Goldrush", versión de la canción de un Neil Young que, junto a Joni Mitchell, Leo Kottke o compositores contemporáneos como Varese o Feldman, eran parte de las influencias de este músico experimental, vibrante, heterodoxo y en cierto modo desafiante, que a partir de su tercer álbum iba a incorporar su voz a sus trabajos.

El 2 de diciembre de 1997, con poco más de 40 años, Michael Hedges falleció en un accidente de automóvil en California, engrandeciendo su leyenda y su recuerdo, no sólo entre los seguidores de Windham Hill sino entre cualquier amante de la música en general y de la de guitarra acústica en particular, entre la que la figura de Hedges ha sido tremendamente influyente. Su último álbum en vida, "Oracle", logró al año siguiente de su muerte el premio grammy en la categoría new age, un homenaje póstumo que, evidentemente, llegó demasiado tarde. Su buen amigo y colaborador Michael Manring, le calificaba como un ser humano extraordinario, incluso mejor como persona que como músico. Eso sí, como le sucedió a Will Ackerman, todo aquel que viera a Michael Hedges en directo no iba a olvidar fácilmente su virtuosismo e ímpetu ("¿alguna vez has estado en uno de mis shows? -decía- Bueno, es ruidoso. Puede ser muy ruidoso, pero muy delicado también"), en un estilo calificado como 'trash-acústico' que podía dejar con la boca abierta tanto al neófito como al ya conocedor del guitarrista. Como dijo el propio Ackerman respecto a aquella tarde en Palo Alto en la que atrajo a Michael Hedges hacia Windham Hill: "Era como ver la guitarra siendo reinventada".

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22.5.10

CONSTANCE DEMBY:
"Novus magnificat"


Cuando etiquetas como new age o música cósmica se estaban implantando en el panorama musical mundial -especialmente en los Estados Unidos-, algunas mujeres como Suzanne Ciani o Constance Demby consiguieron imponer sus estilos basados en los teclados y, cada una a su manera, crearon escuela. La californiana Constance Demby concretamente define su música como 'música espacial sinfónica clásica contemporánea', término asaz pretencioso pero aceptable por las cualidades de la misma, que parece abarcar un poco de todo lo ahí expuesto. Aún habría que añadirle un alto componente espiritual (estudió yoga y peregrinó a la India en 1979) y otro étnico, dada la afición de Constance y su aprendizaje autodidacta de instrumentos de diversas culturas como la china, india o balinesa; de hecho, ella es una intérprete consumada de dulcimer (que resuena especialmente en su trabajo "Sacred space music"), koto, sheng o tambura. Sound Currents fue el sello que creó en 1978 para difundir su música meditativa, discos como "Skies above skies" o "Sunborne", que no contaban con un gran fondo electrónico. "Sacred space music", en 1982, la encumbraría a lo alto de la new age (término que detesta por considerar que representa a muchos músicos mediocres), momento en que entra en escena Stephen Hill y su compañía Hearts of Space, en la que publica su exitosa sinfonía espacial "Novus magnificat" en 1986, con una portada de Geoffrey Chandler que parece inspirarse en la película "2001: Una odisea del espacio", y el subtítulo 'Through the Stargate', a través de la puerta estelar.

Aunque dicha puerta estelar y el término 'música cósmica' parezcan implicar viajes imposibles a otras galaxias, en realidad la música de Constance Demby, en especial en sus primeros discos, debe más a los viajes interiores, hacia la misma conciencia, en la búsqueda de una fusión de cuerpo y mente. Incluso la propia sinfonía que estamos glosando, definida por Constance como un mensaje galáctico (dice que comenzó a escucharla en su interior unos tres años antes de empezar a grabarla, la música fluía y ella era una canalizadora de esos sonidos), es también perfecta para la relajación, con su manto de meditativos teclados, coros sugerentes, un piano pacífico pero penetrante y los sintetizadores simulando a edificantes instrumentos de viento. 'Dedicada al infinito', "Novus magnificat" está dividida en dos partes de larga duración, queriendo realzar así su presunto carácter épico, si bien ambas partes presentan (desde la edición digital de 2008, aunque algunos ya existían con anterioridad) varios títulos por separado, cinco la primera y seis la segunda. En cuanto a la primera parte, oscila entre una plegaria espacial y lo que podríamos denominar como el ballet de las esferas, con un maravilloso final soñador y absolutamente envolvente: es fácil perderse en esa bruma meditativa cósmica que suponen sus primeros doce minutos (de títulos "Soul's journey" y "Ascent"), que dan paso a otro momento algo más movido, de vientos, activas voces y fondo envolvente ("Tears for Terra"), rematado por sonoras percusiones ("Exultate") y un final glorioso dominado por un potente clímax de efectos, teclados y percusión, de título "My heart doth soar", que concentra el esfuerzo y la ascensión de Constance Demby a lo largo de los años. Sin embargo, el extracto más conocido y posiblemente más inspirado del trabajo es el que abre la segunda parte, "The flying Bach", con claras tendencias neoclásicas en el contexto espacial que clama la obra, un efervescente sonido de órgano como tocado en el espacio, en mitad de la nada, donde por cierto el sonido no se propaga. Este comienzo mágico se mitiga un poco conforme avanza la suite, desarrollándose por caminos de calma y vaporosidad, si bien al pasar ese primer momento de referencia, hay que reconocer que el camino no es excesivamente brillante, al menos hasta la llegada de los dos últimos cortes, "Magnificat" -con amago de melodía aventurera- y "Cosmic carousel" -otro ballet espacial que acaba retornando a la tranquilidad del cosmos-. Sin llegar a las excelencias de, por ejemplo, Vangelis, Constance utiliza el estudio de grabación con mano maestra para manejar los hilos de sus exuberantes atmósferas y crear un tejido firme y atrayente ("paso muchas horas en el estudio experimentando con sonidos muestreados y combinándolos"). Inspirada por la música clásica y sagrada occidental, una de las características principales de "Novus magnificat" es que fue grabado sin que la música estuviera escrita o preparada de antemano, se trataría entonces de una suerte de improvisación que se iba mejorando y aderezando sobre la marcha, y en la que el reciente Emulator II tendría un especial protagonismo. Además del piano, los sintetizadores utilizados son dicho Emulator II y el Roland Juno 60, con los que la Demby emula violas, violines, chelo, fagot, arpa, órgano, cuerno francés, campanas, efectos electrónicos, timbales y voces. Es importante hacer notar además, que para esas texturas tan bien elaboradas cuenta con la colaboración del compositor Michael Stearns, en una producción de Constance Demby y Anne Turner. En la recopilación "Light of this world" de 1987, Constance decidió incluir los dos cortes más carismáticos del trabajo, el cierre de la primera parte ("My heart doth soar") y el comienzo de la segunda ("The flying Bach"). Además, otros importamtes recopilatorios, especialmente de Hearts of Space, publicaron temas de una obra que, en 2017, contó con una necesaria reedición por su 30 aniversario -"Novus Magnificat: Through the Stargate (30th Anniversary Edition)"- con un segundo disco que presentaba material en directo.

Las elogiosas críticas de la prensa especializada (que la elevaron a la categoría de clásico de nuestro tiempo) y la radiodifusión de "The flying Bach" y de otros extractos de la obra, elevaron a Constance Demby a grandes cotas de popularidad y ventas -más de 200.000 copias en las que no hay que olvidar la importancia promotora de un sello importante como Hearts of Space-, que refrendó con su siguiente álbum, "Set free" -no tan completo, en una estructura de temas cortos con influencias étnicas- y en especial con el muy neoclásico "Aeterna", muy en la línea de otro gran artista del sello con el que se puede comparar su sonido, Raphael. Lejos de la presunta frialdad cósmica, la música es apasionada, vital, con una gran carga espiritual, incluso religiosa, y con la presencia de un especial componente romántico muy femenino. Y aunque los años pasados oculten en la bruma parte de sus siguientes propuestas (algunas de ellas realizadas en una residencia temporal en España, concretamente en la barcelonesa Sitges), son precisamente las más antiguas, aquellas que Stephen Hill atrajo para Hearts of Space, las que han salido vencedoras y seguirán perdurando entre los fans de la música cósmica, sin que importe el género.

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11.5.10

MYCHAEL DANNA & TIM CLÉMENT:
"North of Niagara

En su larga y fructífera carrera, el canadiense Mychael Danna se ha comportado como un artista polifacético. Solicitado compositor de bandas sonoras, creador de sugerentes y delicados pasajes en sus discos en solitario, o de un sorprendente lirismo de raigambre celta junto a su hermano Jeff, el comienzo de su carrera estuvo marcado por una serie de trabajos de corte electrónico ambiental -en su mayoría descatalogados en la actualidad- junto a su buen amigo Tim Clément. Aunque su colaboración duró cerca de dos décadas, con títulos aconsejables como "A gradual awakening", "Summerland" o "Another sun", la más eficaz y popular de sus reuniones fue la última de ellas, un espléndido viaje musical por la bella naturaleza de Ontario titulado "North of Niagara", publicado por Hearts of Space en 1995.

Proveniente del mundo del rock, Tim Clément decidió cambiar radicalmente esa vacuidad en la que se había introducido, y sustituirla por la espiritualidad de los sonidos de la naturaleza, entre los que comenzó a investigar para integrarlos en su nueva música y en el arte en general. En su reunión con Mychael Danna, es él el mayor impulsor del estilo atmosférico del dúo, y de su pasión por los impresionantes paisajes de Canadá y los sonidos milenarios que encierran. En concreto es el Sendero Bruce el que inspira este disco, cuyo subtítulo es, de hecho, 'Impresiones a lo largo del Sendero Bruce'; los artistas nos aclaran en la contraportada qué es y dónde está: "'North of Niagara' es un conjunto de doce piezas inspiradas en los paisajes encontrados a lo largo del Sendero Bruce, el más largo y antiguo de Canadá. El sendero comienza en las cataratas del Niágara y sigue la escarpa de Niágara -al borde de un antiguo y poco profundo mar- durante 800 kilómetros a través de Ontario". Ya en el libreto, unas pocas fotografías aumentan nuestras ganas de dejarnos atrapar por tan suculentos paisajes, y un alargado plano muestra el trayecto del sendero y expone los puntos que inspiran cada una de las composiciones. En "North of Niagara" nos atrapan atmósferas vaporosas de desarrollo tranquilo y muy agradable, para las que se utilizó el epíteto 'minimalismo romántico', si bien la terminología al uso es tan ambigua que no vale la pena entrar en excesivas complicaciones. "Cootes paradise" es el corte que más ha trascendido de esta obra, seis minutos de serenidad, de agradable seguimiento de una melodía sencilla pero sobresaliente, aderezada con sonidos naturales, grabados entre la primavera y el verano de 1994. "Remember summer" es otro de los temas destacados, donde el acordeón introduce un especial detalle, y en su suavidad parece que lleve sonando eternamente de tan grata manera en el curso del sendero. Gene Goral insterpreta ese acordeón, y otros músicos implicados son Paul Intson al bajo, Eric Hall al oboe y otro habitual colaborador de Tim Clément, Kim Deschamps a la guitarra. Entre composiciones de corte exclusivamente ambiental, pequeños gestos marcan las diferencias entre músicos con clase como éstos y los que se dedican a aprovecharse de la etiqueta new age (haciéndole, dicho sea de paso, un gran daño): "Old mail road" introduce notas de oboe sobre una relajada cadencia de teclado con sintetizador de fondo, la atmosférica "Mount Nemo" exhibe una excitante tensión, en "Crook's Hollow" una alegre y sencilla melodía de teclado baila sobre un sugerente fondo, y "Lookout Point" presenta notas delicadas que culminan el agradable paseo de manera relajante, aunque remarcando el irremediable deseo de estar realmente allí.

"North of Niagara" es más que un disco, es un homenaje a la naturaleza, una idílica incursión en este paraíso del sureste de Canadá que podemos conocer y casi disfrutar gracias a los autóctonos Mychael Danna y Tim Clément, que destinan además una parte de las ganancias del álbum para la Asociación del Sendero Bruce, sobre la que hablan en el interior del libreto, proponiendo vías de contacto. La magia de unos teclados de estilo ambiental y recuerdo impresionista se mimetiza con la naturaleza en una poética incursión por los alrededores de este pequeño edén que hay que intentar visitar al menos una vez en la vida, evidentemente con esta acertada música de Danna y Clément de fondo.

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24.4.10

DAVID LANZ:
"Skyline Firedance"

Aunque se tratara de uno de los pianistas new age más conocidos y reputados de las dos últimas décadas del siglo XX y consiguiera extraer en cada uno de sus trabajos lo mejor de su teclado, el sueño de David Lanz siempre fue grabar su música con una orquesta sinfónica. Por fin, y gracias al impulso de la compañía Narada, el creador de discos tan vendidos como "Cristofori's Dream" o "Natural States" tuvo en 1990 la oportunidad, como él mismo dijo, "para llenar mi música con la grandeza, el poder y la riqueza de detalles que sólo una orquesta puede crear". Trabajó con el arreglista Don Davis y, aunque en todo momento tenía la idea de cómo podía sonar esta fusión, se originó un momento emocionante al escuchar el resultado final, un disco inolvidable titulado "Skyline Firedance", en el que se comprueba la importante evolución como compositor del de Seattle desde que publicara "Heartsounds" en 1983. En concreto afirma Lanz que con "Skyline Firedance" pasó de una fase de agua a una fase de fuego, de mayor fuerza y energía.

Nos encontramos con un proyecto muy especial, para el que un Lanz en su mejor momento no se guardó nada, y encontró inspiración en el folclore ("Masque of Togaebi" trata de un demonio coreano que asusta a los niños), la mitología ("Vesuvius", "Escapades of Pan") o la naturaleza ("The Skyline Firedance Suite"), si bien la pieza más emotiva, "Dancing on the (Berlin) Wall" es una explosiva celebración de la caída del muro de Berlín, un año antes de la publicación de este disco. La música sigue siendo muy espiritual, y las ideas generales de Lanz se mueven en ese sentido, el de los cambios en materias interiores, humanitarias y ecológicas, tan acordes con la filosofía new age, término que parece aceptar de buen grado: "Esta música expresa mi convicción de que el tiempo para pasar a la acción, a actuar con responsabilidad hacia el prójimo, hacia nuestro medio ambiente y con nuestra comunidad global, es ahora". Pero a pesar de este alegato, nada tiene que ver este disco con relajación y débiles notas de piano. Al contrario, las piezas aquí recogidas se muestran con la fuerza de esa 'fase de fuego' antes mencionada, tanto en un primer disco orquestado como en un segundo con los solos de piano (los seguidores del Lanz en solitario con su teclado se merecían también este complemento), con escasas variaciones en el repertorio de ambos. Algunos temas se respiran mejor en su forma de solos de piano (la espléndida "Vesuvius", "Dark Horse", "The Crane" -de hecho, la única que no tiene contrapartida orquestal-), otras se aprovechan eficazmente del tratamiento sinfónico ("Masque of Togaebi", "Escapades of Pan" o las tres partes de "The Skyline Firedance Suite"), mientras que la mayoría son disfrutables por igual de ambas formas, destacando especialmente dos composiciones: "Dancing on the (Berlin) Wall" es una pieza magistral, profunda y rítmica que, al estar dedicada a la demolición del conocido como 'muro de la vergüenza', encierra de manera especial el sentido de apertura a una nueva espiritualidad al que apela el trabajo, mientras que "Nights in White Satin" es una estupenda versión del recordado clásico de 1967 de The Moody Blues, un recordado éxito que ya tenía originalmente un interesante tratamiento orquestal en fusión con el rock de la banda británica. Al seguidor de Lanz no se le hará nuevo el dato de que el pianista realice versiones de temas inmortales del pop y rock, ya lo hizo de manera absolutamente exitosa con "A Whiter Shade of Pale" de Procol Harum, y lo seguirá realizando con asiduidad incidiendo en Lennon y McCartney. "Skyline Firedance", en el que podíamos ver en portada por primera vez la imagen de David Lanz -algo totalmente habitual a partir de entonces-, fue producido por su amigo y colaborador habitual Paul Speer y la parte orquestal grabada en Münich por la IFS Philharmonic Orchestra con Lanz al piano y sintetizadores y los complementos de guitarra, bajo, vientos y percusiones.

Es admirable la profundidad del piano de Lanz, su capacidad para transmitir y conectar con el oyente. La comparación con las piezas orquestales le otorga además en este trabajo una nueva característica, la de aparentar una mayor gama de sonidos en cada uno de sus solos ("el piano incorpora casi todo el rango dinámico de una orquesta"). Aparte de su inmaculado estilo, de una inspiración por momentos gloriosa y del indudable acierto al enrolarse en Narada o al juntar fuerzas con Paul Speer, es el carácter risueño y triunfador, el ansia de investigación y el compromiso con su público los que hicieron de este ágil pianista un superventas de la música instrumental, ya sea por sus solos de piano, sus composiciones más avanzadas y con algo de electrónica -a dúo con Paul Speer-, o como en este caso, la combinación con toda una orquesta sinfónica.

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10.4.10

JEAN MICHEL JARRE:
"Chronologie"

Entre las diversas acepciones de la palabra 'tiempo' en el diccionario podemos encontrar la siguiente como primera opción: "Duración de las cosas sujetas a cambio o de los seres que tienen una existencia finita". Es sin duda la más intrigante, la que nos hace plantear numerosas preguntas y extrañas posibilidades, algunas tan atrayentes como los viajes en el tiempo o cómo detenerlo. Stephen Hawking es sin duda uno de los seres humanos que más ha podido aportar a las dudas que podemos tener sobre la naturaleza del tiempo y el espacio, y fue una obra suya, "Historia del tiempo", la que inspiró al sintesista francés Jean Michel Jarre para componer una obra sencilla pero avanzada y atrayente, cuyo germen fue curiosamente el encargo de un jingle para una nueva serie de relojes de la marca Swatch (en concreto Swatch Musicall), como también hicieron Peter Gabriel, Philip Glass o Paulo Mendonça. Tras la presentación en directo en septiembre de 1992, el siguiente paso fue "Chronologie", el disco en el que aparece esa pequeña melodía y que Disques Dreyfus publicó en 1993 con la distribución de Polydor.

"Chronologie" es aceptado popularmente como un pequeño retorno a las ideas que hicieron triunfar a Jarre desde mediados de los 70, no sólo por la calidad de su contenido sino por la existencia de una temática abstracta, la numeración de los títulos simplemente del 1 al 8, o la propia portada, realizada por Michel Granger, autor de las de los míticos "Oxygène", "Equinoxe" y "Rendez-Vous". Ya en "Chronologie Part 1" queda patente que Jarre es heredero de su propio estilo, majestuoso e inquietante, de hecho esta pieza bien podría haber formado parte de alguno de sus primeros trabajos sin apenas desentonar. "Chronologie Part 2", una de las mejores del álbum y que parece más bien deudora de otra etapa más cercana, la de "Rendez-Vous", desarrolla una poderosa melodía en un continuo y sorprendente clímax pleno de efectos (entre los cuales destaca un ritmo rescatado de una época aún más lejana que "Oxygène", concretamente del single "Eros machine" de 1970), mientras que "Chronologie Part 3" presenta aires lentos y más clásicos con la sorprendente y destacada colaboración de la guitarra de Patrick Rondat. Es sin embargo a partir de aquí donde entran en escena nuevas tendencias -de las que realmente Jarre siempre ha sido en cierto modo un adelantado-, ya atisbadas en la parte segunda, que no pervierten el sonido original y le otorgan un marcado dinamismo de corte muy actual, cuyo especial estímulo se encuentra en el fenómeno de las 'raves', populosas fiestas de música electrónica de calidad que se desarrollaban de forma ilegal en lugares abandonados o al aire libre fuera de las ciudades. Sin ir más lejos, en "Chronologie Part 4" nos encontramos con el tema estrella del álbum, un pegadizo single como sólo Jarre sabe componer, en la línea de sus grandes éxitos como "Oxygène 4", "Magnetic Fields 2" o "Rendez-Vous 4", un indiscutible éxito que contó con la ayuda de Tele 5, al seleccionarlo como sintonía del Giro de Italia de ciclismo en el mejor momento de Miguel Induráin. La tonadilla que Jarre compuso para Swatch estaba presente en ese corte y en el siguiente, un "Chronologie Part 5" de marcado contraste entre lo ambiental y el tecno. Otra nueva cumbre del álbum llega con "Chronologie Part 6", frenético tema de magnético ritmo secuenciado con esencia de los 70 y acabado de los 90, que se merecía quizás una mayor duración. El listón acaba descendiendo con una parte séptima que recuerda a la ambientalidad del enorme (de duración y calidad) "Waiting for Cousteau", sólo que en poco más de dos minutos y cambiando la figura de Cousteau por la de Hawking, y un extraño final, "Chronologie part 8" que engloba órganos eclesiásticos, efectos hip-hop y una cuenta atrás hacia un latido con el que había comenzado el disco, otorgándole posiblemente, en su temática temporal, un sentido de comienzo y final de la propia vida.

"Chronologie" no es un disco tan redondo como los tres primeros de Jarre pero presenta momentos geniales que bien podrían haber encajado en aquellos. De hecho, es común una lejana comparación con el idolatrado "Equinoxe". Sin el componente de músicas del mundo que humanizaba los trabajos ("Revolutions", "Waiting for Cousteau") pero alejaba a Jarre de su auténtico y triunfante estilo, "Chronologie" gozó de un reconocimiento acorde a su calidad y de paso redirigió el enfoque de los conciertos del sintesista galo (que siempre han sido realmente enormes 'raves') hacia espectáculos igual de efectistas pero recogidos en recintos adecuados previo pago de la correspondiente entrada, algo inusual en un Jarre acostumbrado a los macroespectáculos gratuitos financiados por las ciudades organizadoras. La gira 'Europe in Concert' trajo a España por primera vez al músico de Lyon el 29 de septiembre de 1993 (Santiago de Compostela), 2 de octubre (Sevilla) y 6 de octubre (Barcelona), con la nota triste de la cancelación, por las lluvias torrenciales, del concierto de Madrid, que dejó a numerosa gente con las ganas de admirar el enorme montaje que, con breves momentos intercalados de sus otros discos, tenía como gran parte del repertorio a "Chronologie", un álbum ágil, compacto, que no pasa de moda, y que devolvió a Jean Michel Jarre a un lugar importante en la música instrumental.

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29.3.10

BEN FROST:
"By the throat"


Un paisaje nevado puede parecer hermoso, incluso idílico, pero asímismo puede verse como algo inhóspito, desolado. También la música, acompañada de ciertos elementos externos como ruidos, ecos o rugidos amenazantes puede transformarse de plácida a estridente, o mantener un atrevido equilibrio -impregnado de rudeza- como en el caso que nos ocupa. Desde la bella Islandia nos llega un inusitado trabajo de ese extraño personaje llamado Ben Frost, músico australiano residente en la isla europea. Y llega impregnado de ciertas condiciones inherentes a la propia Islandia: dureza climatológica (desde una portada que presenta de modo difuso un temporal de nieve y lo que parecen unos lobos), dinamismo inquietante (su sonido parece participar de la actividad volcánica de la isla), escasa luminosidad (la noche polar es un fenómeno que consiste en pasar seis meses seguidos de noche, y sucede en la parte del territorio islandés que está dentro del círculo polar), en definitiva una extrañeza que acaba dominando y venciendo. Nacido en 1980 (con esa juventud como muestra de irreverencia), Frost es un artista experimental que investiga en las posibilidades de ciertos ambientes sonoros donde confluyen elementos antagónicos, sólo así se puede entender que en sus trabajos se encuentren ansiedad con relajación, furia con sosiego, equilibrio con caos o simplemente blanco con negro en una suerte de involución de las formas minimalistas con maneras electrónicas. Habría que preguntarse de dónde viene ese afán de Ben Frost de salirse del camino, de afear las composiciones con sonidos inarmónicos, pero una vez llamada la atención (con "Steel wound" en 2003 y sobre todo "Theory of machines" en 2007) la aparición de "By the throat" por medio de Bedroom Community en 2009 era un hecho esperado que no ha tardado en convertirse en un pequeño fenómeno.

"Killshot" es el primer corte y sirve como sorpresa inicial, ya que se trata de una introducción disonante, atípicamente bella pero de una belleza extraña, como creada para un mundo distópico. Frost niega la belleza manchando intencionadamente las notas, convirtiéndolas así en arrebatadoras, presas de una inquietud que, al menos en este comienzo, supera todas las expectativas (incluso las de los que han escuchado sus intensos y en cierto moso espesos -y aclamados- trabajos anteriores, en especial "Theory of machines"). Sonidos rugientes de orcas (grabados en las costas noruegas) son parte del ambiente tétrico y amenazador que predispone enseguida al oyente a adentrarse en una realidad oscura y de difícil comprensión, un mundo nuevo para el que la música no es especialmente atractiva sino atrapativa cual tela de araña y fuera de cualquier clasificación, si bien pretendamos encuadrarla entre la electrónica y la contemporánea, concretamente en el post-minimalismo. Esta denominación es más difícil de otorgar escuchando composiciones como "Híbakúsja", poseedora de una instrumentación base y unas intenciones que la deberían acercar al mundillo clásico (piano, cuerdas, instrumentos de cobre), pero tremendamente deformada y ruidosamente embrutecida en un juego electrónico bizarro y seguramente difuso en su recibimiento, pero que particularmente encuentro muy interesante; de hecho, la pieza desentonaría totalmente si no fuese así maquillada, la coherencia no se ve rota y ese pequeño agujero de bienestar queda como una inocente forma de llamar la atención en el entorno cáustico. Ambient o downtempo son otros dos términos que también es necesario mencionar, el primero por esa oscura línea melódica que invade el disco, con las guitarras de Frost jugando entre impuestas atmósferas electrónicas ("Peter Venkman Part I" con voces manipuladas, "Through the mouth of your eye" que despide el disco de manera abrupta e inquietante). Más difícil de definir y adjudicar es el downtempo, al que se acerca la generalidad del disco, aunque de una manera más ruidosa que rítmica ("Through the glass of the roof", "Through the roof of your mouth"). Entre medio, "Peter Venkman Part II" (continuación más melódica de la ambiental primera parte, con importancia del sensual trombón de Helgi Hrafn Jónsson) o "Leo needs a new pair of shoes" (con un sencillo y agradable juego de teclados de espíritu minimalista) otorgan un ligero descanso por su orientación más calmada en un conjunto que será recordado por su línea melódica oscura, experimental, y un efectismo que rompe la posible armonía. Importantes colaboraciones de músicos islandeses se dejan notar en el disco, como las del cuarteto femenino Amiina (habituales de Sigur Rós), Sam Amidon, el comentado Helgi Hrafn Jónsson, o Valgeir Sigurdsson, afamado productor (de BjOrk, sin ir más lejos) y creador del sello Bedroom Community junto a Valgeir Sigurdsson y el propio Ben Frost.

Sin composiciones que destaquen especialmente sobre las demás (no encontramos aquí bellas melodías de fácil radiodifusión), prima el conjunto, que es preferible escuchar del tirón y sin ningún miedo, pues la combinación es explosiva y difícil de definir con palabras, incluso susceptible de generar negatividades, y es que aunque no podamos encasillarlo fácilmente (o únicamente) en un estilo concreto, lo que está claro es que a su experimentalidad se le puede aplicar el adjetivo agresivo. En definitiva, "By the throat" es un disco poco convencional pero osado y bien acogido por la crítica, tanto la independiente, la electrónica o la contemporánea, que pretende mover un poco las fronteras de la misma en su fusión con ritmos atonales electrónicos. Disfrutar escuchando este trabajo bien podría asemejarse a hacerlo viendo una buena película de terror, pues sabemos de su dureza o cualidades grotescas pero no podemos apartar los ojos de la pantalla. Frost debe ahora meditar el camino a seguir e intentar sorprender en sus próximos proyectos, pero seguro que, por medio de sus guitarras ambientales y una selecta instrumentación adicional, su esencia seguirá siendo igual de dramática y desafiante, pero también irónica (Peter Venkman, el apelativo de dos de las canciones de este álbum, es el personaje interpretado por Bill Murray en 'Los cazafantasmas') y por supuesto muy actual.





11.3.10

MARK ISHAM:
"Vapor Drawings"

'Never Cry Wolf', si bien no es una película muy conocida, debe ser especialmente tenida en cuenta por ser el punto de partida de una interesantísima carrera, la del músico neoyorquino Mark Isham como compositor de bandas sonoras cinematográficas. Isham se encargó de esta partitura en 1983, y fue en 1985 cuando el sello Windham Hill editó su segundo trabajo en solitario, "Film Music", que incluía extractos de "Never Cry Wolf" junto a otros de las posteriores "Mrs. Soffel" y el documental "The Times of Harvey Milk". Aunque desde entonces su nombre esté ligado sin remedio a la música para cine (más de un centenar de películas se benefician de su música), afortunadamente este trompetista y sintesista norteamericano decidió explorar también su faceta artística sin estar limitado por las imágenes o por los directores. Así llegó en 1983 a Windham Hill, por el consejo de un amigo productor, buscando un sello de calidad especializado en música instrumental, y su primera entrega en la compañía californiana -después de haber trabajado entre otros con Van Morrison, Tanita Tikaram, Suzanne Vega, el pianista Art Lande o los grupos Taj Mahal y Group 87, que creó junto a sus grandes amigos Peter Maunu y Patrick O'Hearn- se tituló "Vapor Drawings", el álbum anterior a "Film Music", que llegó en el momento de mayor despegue de una etiqueta, la new age, con la que realmente no estaba muy de acuerdo este artista cuyo instrumento principal siempre ha sido la trompeta.

Windham Hill se había convertido en un paraíso de artistas acústicos en sus primeros años, y aunque ya había flirteado con la electrónica por medio del grupo Shadowfax, el de Mark Isham fue el primer trabajo del sello en el que la carga electrónica superaba a la acústica, que se mantiene en un perfecto segundo plano. Una característica esencial de varias de las composiciones de este álbum radica en la utilización de un atrayente y repetitivo fondo electrónico (sintetizador y percusión) sobre el que el músico dibuja sus melodías, ya sea con instrumentos de viento (trompeta, saxo soprano, fliscorno o esa extrañeza electrónica llamada Steiner EVI) como en el comienzo del álbum, "Many Chinas" (una toma de contacto de difícil ubicación, proveniente de un jazz muy abierto a otros frentes, ágil y transparente; de hecho, esta composición -que comenzaba con el tradicional chino 'Celestial Guests'- fue grabada originalmente por Isham en el álbum de 1976 "Rubisa Patrol", con Art Lande, Bill Douglass y Glenn Cronkhite), o mediante más teclados -y también algunos vientos omnipresentes- en "Sympathy and Acknowledgement" (ambiente largo sobre fondo muy electrónico), "Raffles in Rio" (animado y sugerente intento de estilismo tropical) o una de las cumbres del álbum por su subyugante desarrollo en varios planos superpuestos, "Men Before the Mirror", seis minutos de lograda intensidad y una envoltura misteriosa y dramática que podría haber encajado perfectamente en alguna de las películas para las que posteriormente iba a crear la banda sonora este neoyorquino. Entre medio, un par de ambientes jazzísticos intimistas ("When Things Dream" -con un sorpresivo y delicado piano- y un cierre del disco con el protagonismo de la trompeta, para volver a atisbar las posibilidades de Isham con la música para películas -romántica, en este caso-, "In the Blue Distance") y dos pequeñas tonadas de espíritu infantil, miniaturas sin muchas intenciones pero delicioso resultado, "Something Nice for my Dog" -sencillo pero puro y eficaz descubrimiento que abre el abanico de posibilidades de este inquieto músico- y "Mr. Moto's Penguin" -con un juego melódico más extraño, un fondo electrónico juguetón que maneja una pieza desenfadada-. Queda para el final a propósito el tercer corte del disco, a la larga la composición posiblemente más magistral y emblemática de Mark Isham, un prodigio -un pequeño himno, de hecho- de título "On the Threshold of Liberty" (inspirado en el cuadro de igual título de René Magritte) que aúna atmósfera y melodía con una percusión que va aumentando en intensidad (una cadencia constante muy adictiva, de aires militares) y el toque de personalidad y fuerza que imprime el fraseo de trompeta hasta alcanzar un completo clímax, todo un clásico de Windham Hill de elegante ambientalidad que fue retomada para la película de William Friedkin 'Reglas de compromiso', y que ha sido incluido en numerosos recopilatorios del sello. Isham acertó con el titulo, ya que el álbum es ambiental y por momentos ciertamente vaporoso, conduciendo las atmósferas urbanas de su anterior banda, Group 87, a un terreno más cercano al jazz, aunque sin desmarcarse por momentos de tendencias más modernas. El propio Isham hablaba así de su obra: "'Vapor drawings' fue mi primera grabación en solitario, mi primera aventura en una grabación de música electrónica a gran escala. Toqué casi todos los instrumentos, de hecho todo excepto la batería. Fue un gran desafío y supuso mucho trabajo duro. Lo veo como el primero de una serie de discos que experimentaron con este género (cualquiera que sea el nombre que se considere, entre new age y fusión), el segundo de los cuales fue 'Tibet' y el tercero 'Castalia'".

"Vapor Drawings", que presenta en portada un trabajo de la serie 'dibujos de vapor' que ideó en los ochenta el artista americano Larry Bell (en concreto el titulado 'Vapor Drawing LDIF5') es un disco entretenido y bastante completo, sin entrar en terrenos escabrosos (ni monotonía, ni una electrónica cansina, ni demasiado jazz), con segundos planos muy bien trabajados, interpretaciones de lujo en los primeros, y la producción del afamado Steven Miller, que estaba implantando un sonido de calidad para varios artistas de Windham Hill. Destaca la solidez del conjunto por su capacidad de conjunción de acústica y electrónica, y el dominio por parte del autor de los dos campos del sonido a través de instrumentos tan apartados pero majestuosamente hermanables como el sintetizador y la trompeta, un instrumento rotundo cuya llegada se espera a cada instante, y cuando llega produce un efecto impactante en el oyente, una poderosa posesión. Junto a un Isham en plan multiinstrumentista (vientos, teclados y percusión electrónica), es el futuro miembro de Group 87 Peter Van Hooke (llegará al año siguiente para colaborar en su segundo y último plástico) el que aporta más percusión electrónica y también acústica -snare drum-. Ganador de un Grammy (en 1990 por su álbum "Mark Isham" en la categoría de New Age) y un Emmy (por el tema principal de la serie 'EZ Streets' en 1997), Mark Isham es sin duda un compositor versátil estilísticamente hablando, y en su disco de debut podemos encontrar al menos un par de joyas de las Nuevas músicas como "Men Before the Mirror" y "On the Threshold of Liberty".



1.3.10

MIND OVER MATTER:
"Music for paradise"

Mucho se ha hablado a lo largo de la historia sobre el poder de la mente humana y la posibilidad de producir con ella fenómenos como la psicoquinesia, la acción de la mente sobre una materia física, que provoca alteraciones en la misma sin causa mecánica aparente. Por lo que a nosotros respecta, Mind Over Matter ('mente sobre la materia') es el nombre del grupo que en la década de los 80 creó el alemán Klaus Hoffmann-Hoock para desarrollar sus novedosas ideas relacionadas con una música electrónica relajante ('música mágica para la imaginación', destaca en las portadas de algunos de sus álbumes), pero adornada con influencias de sus viajes iniciáticos por oriente. De hecho, Mind Over Matter nació como proyecto cuando Klaus regresó en 1982 de un viaje a la India enfermo de hepatitis A. El descanso le reportó sonidos dulces de su paso por el país asiático, y quiso crear algo del estilo de Peter Michael Hamel. "Paradise" fue su primera creación, y alentado por su amigo periodista Andreas Hub, completó su primer álbum, "Music for paradise", con el interés de la compañía alemana Innovative Communication en su publicación, que se produjo en 1987.

Hoffmann aprendió muy joven guitarra y batería, pero su encuentro con el rock sinfónico le hizo enamorarse del sonido de los primeros sintetizadores y de ese antecedente del sampler que era el mellotron -usado por grandes del rock sinfónico como Génesis, Yes o King Crimson-, instrumentos que empezó a coleccionar (años después creó el 'megatron', una especie de mellotron digital). A comienzos de los 80 fundó Cosmic Hoffmann con el teclista Georg Mahr y el letrista Andreas Hub, aunque esta primera etapa del grupo fue poco prolífica. En este momento, Klaus buscaba con su música "crear una atmósfera emocional con muchos pequeños detalles sonoros para que los oyentes los descubran y un sonido que pueda llevar a la gente mentalmente a diferentes lugares y estados de ánimo", y "Music for paradise" lo logró, fue un éxito sorpresivo, que posibilitó una carrera completa de música poderosa y vital, un sorprendente trabajo que tiene muchos puntos a favor para ser recordado, por ejemplo su calidad de sonido, basado en su mayoría en los teclados y el mellotron, sin olvidarse de guitarras y percusiones. Sin embargo es la índole de composiciones como "Paradise", la suite en cuatro partes (aire, agua, fuego y tierra) que ocupaba la cara A del LP, lo que permite hablar de "Music for paradise" como un disco especial y posiblemente influyente, por su anticipación y repercusión. Sonidos relajantes en un entorno natural son el comienzo de "Being one (Air)", en la que voces extrañas ayudan a crear el ambiente necesario para la relajación, así como una cadencia suave y contínua envuelta en efectos burbujeantes; en definitiva, un deleite para el oído y un oasis de bienestar que continúa ligeramente cambiado en "One being (water)", con ligeros sones de guitarra que lo hacen más fluido, y en el que la cadencia de bajo se acentúa. Los sonidos se tornan más oscuros en "Changes in being (fire)", donde la parte de guitarra se hace más ruidosa y el ambiente caótico, pasando de golpe de la paz del campo solitario al clímax infernal de la urbe superpoblada, que sólo deja pasar un resquicio de luz solar cuando un tímido sintetizador simulando un coro hace su aparición. El ciclo se cierra con "Being home again (earth)", un retorno a los sones placenteros de la primera parte, a su atmósfera serena y celestial, con la incorporación de guiños terrenales como una flauta y más voces en trance. La suite "Paradise" es, en su conjunto, una opípara conjunción de sensualidad instrumental, opulencia mística y calor terrenal, en un aromático viaje, a la par exterior e interior. La cara B de esta primera edición del álbum presentaba tres composiciones más, al menos las dos primeras de gran interés (ya que "The silence" es un experimento de space-rock puramente ambiental): "The end of time", sin ir más lejos, es toda una sugestiva experiencia por la utilización de la voz de Yves Greder recitando un texto en francés sobre un manto de sonidos sintéticos, guitarras y una delicada flauta; años después sería el grupo Enigma quien utilizara este recurso en el comienzo de su célebre "MCMXC a.d.", pero aquí, sin cantos gregorianos ni ritmos secuenciados, Hoffmann-Hoock nos ofrece una composición curiosa, profunda, en cierto modo esotérica y estimulante. Más destacable es si cabe "Kandy sweets", el primer acercamiento serio a la world music a través de sones de sitar (en realidad la conocida como guitarra 'sitarmatic') y voces de Sri Lanka en un tema de ritmo constante muy elegante, que acaba de demostrar la capacidad de Klaus Hoffmann-Hoock para desarrollar ambientes paradisiacos durante minutajes medios con una extraordinaria fluidez. En 1991, cuatro años después de la publicación del LP, fue lanzado el CD con dos temas extra, un oscuro "North star" y la versión en directo de una exitosa canción que venía contenida en el segundo álbum de Mind over matter ("The colours of life") de título "Ganga (The river of life)": en el mismo registro de "Kandy sweets", esta oportuna inspiración en el río Ganges que presenta el definitivo título de "Ganga (The live version)" -grabada en directo en septiembre del 89 en la ciudad belga de Antwerp- es una composición exultante, de refinado buen gusto y carácter meditativo, que nos funde con aromas de la mágica India por su melodía y percusión en un envoltorio místico.

"Music for paradise" fue grabado, mezclado y masterizado en el estudio Quasar de Klaus Hoffmann-Hoock, autor de todos los temas ("Paradise" junto a Heinz Weidenbrück y "The silence" con Michael Grüterich) de esta imprescindible muestra de música atmosférica, que presenta un sugerente juego de voces y efectos, y una delicada armonía con ciertas músicas del mundo, mezclando música occidental con sonidos del extremo oriente (grabaciones de Sri Lanka, Tailandia, India, Indonesia, Birmania y Tíbet). Por momentos, la música parece emanar de nuestro interior, en confortantes instantes de gran carga espiritual que nos dejan la sensación de haber despertado de un placentero sueño. IC promocionó convenientemente la música de Mind Over Matter durante más de diez años, pero su venta a DA Music en 2000 posibilitó la creación de su propio sello, Heart & Mind. Hoffmann-Hoock, que vio reeditado este placentero "Music for paradise" por Innovative Communication en 2007, continuó desarrollando sus visiones musicales tanto bajo el nombre de Cosmic Hoffmann -que retomó desde 1998- como de Mind Over Matter, hasta su temprano fallecimiento en 2017.

14.2.10

BILLY OSKAY & MÍCHEÁL Ó DOMHNAILL:
"Nightnoise"

Donegal es un condado irlandés de los denominados 'gaeltacht', es decir, de habla mayoritariamente gaélica. Ese es el origen de Mícheál O Domhnaill y la base sobre la que asentó su música. Su primer grupo con repercusión -después de otros experimentos como Skara Brae o Monroe- fue la exitosa The Bothy Band, una banda surgida por casualidad cuando el acordeonista Tony McMahon organizó un concierto para el que reclutó a Mícheál y a su hermana Tríona, además de a Donal Lunny, Paddy Keenan, Paddy Glackin y Matt Molloy; Seachtar ('siete') fue el nombre improvisado que acabó derivando a The Bothy Band cuando el éxito forzó la continuidad de este dinámico e influyente grupo de los setenta. La 'crisis de identidad' en los territorios celtas se unió a la 'fiebre celta' en los Estados Unidos en los 80, por lo que los hermanos O'Dohmnaill emigraron a puntos tan distantes del país americano como Portland (Oregon) Mícheál, y Carolina del Norte Tríona, donde recobraron el éxito y consiguieron vender muchos más discos que en su propio país. Mícheál, que giraba habitualmente con el violinista Kevin Burke (con el que había publicado dos espléndidos discos de música irlandesa, "Promenade" y "Portland"), conoció una noche de 1979 a otro violinista, Billy Oskay, que tocaba jazz swing (con elementos de Django Reinhardt y Stéphane Grappelli) en un local llamado 'Brasserie Montmartre'. Oskay invitó al guitarrista a tocar con él para la grabación de una performance que le habían encargado, y enseguida se dieron cuenta que tocando juntos, violín y guitarra, la música fluía con naturalidad, así que grabaron en el estudio de la casa de Billy una demo que acabó llegando a finales de 1983 hasta William Ackerman, fundador de Windham Hill Records: "Creo que estábamos haciendo la banda sonora de 'Country' en ese momento y Tom Bocci nos dijo 'hey, escuchad, tengo esto que podría interesaros', entonces dijimos 'Dios, hay algo aquí que resulta muy familiar, y él dijo, 'bueno, ¿conoces a The Bothy Band?', y dije Dios, genial, me encanta, consígueme más. Y de ahí viene Nightnoise, de mi amor por la Bothy Band". Windham Hill Records publicó el álbum titulado "Nightnoise" en 1984.

Nacido en el estado de Nueva York, Oskay estudió violín desde los siete años (incluso en la Academia Internacional de Música de Palma de Mallorca), especialmente dada la condición de su padre, William F. Oskay, importante fabricante de violines (en este álbum, Billy toca un violín y una viola construidos por su padre). Con él, Mícheál encontró un nuevo incentivo en su producción musical, que quería conducir a soslayo de lo estrictamente tradicional, por lo que a su público le creó una clara incertidumbre, pues no parecía dirigirse en concreto ni hacia el folk americano ni hacia el celta. Muy rítmico (pero sin llegar a utilizar melodías de baile celtas (reels, jigas o polkas-), extremadamente agradable, este álbum que fue grabado en 1983 en el estudio de la casa de Oskay en Portland es un remanso de paz estrictamente instrumental, donde guitarra y violín se funden en un solo instrumento que a la vez lleva el ritmo y ejecuta la melodía, una conjunción excepcional por su nula trayectoria como dúo. En una envoltura con rasgos populares y contemporáneos, se dejan ver influencias jazzísticas aunque agazapadas, esperando un momento que no acabó de llegar en el futuro por una clara derivación hacia el folclore de raíz irlandesa, si bien el futuro miembro Brian Dunning aportó un nuevo pequeño acercamiento al jazz. En este sentido, este disco es un antecedente del grupo Nightnoise no sólo en el nombre, sino en todas sus características esenciales. El típico y austero diseño de Ann Robinson para Windham Hill se complementa con una obra de Steve Harper, fotógrafo de renombre de estampas nocturnas y encabezado inmejorable para este trabajo, que sirve de homenaje a los sonidos del final de la tarde, sonidos con los que empieza el primero de los temas, "Nightnoise", melódico y rítmico, un jazz suave con aroma americano que como tema de presentación es perfecto. "Nightnoise" es además una de las dos composiciones (ambas compuestas por Billy Oskay) en las que los dos músicos interpretan únicamente violín y guitarra; la otra es la dulce "Duo", de corte clásico con movimiento muy folk, otro primoroso ejemplo de conjunción. En "The 19A", la primera gran melodía del grupo, plena de fuerza y permanente en el tiempo, comienza el aroma irlandés, ya que esa es la línea de autobuses de dos pisos que cruza la ciudad de Dublín. Evidentemente está firmada por Mícheál O Domhnaill, del que encontramos otras dos composiciones inolvidables en las que nos regala además su propia interpretación del piano, la flauta irlandesa y el harmonio: "Bridges" (un recuerdo a los muchos puentes que cruzan en río Willamette en Portland, con una magistral conducción de guitarra para un conjunto delicado en el que todo encaja a la perfección, en una ambientación bastante clásica de matices variopintos) y "The Cricket's Wicket" (otra clamorosa demostración de intenciones con un elevado toque neoclásico, que pone fin al álbum a modo de himno irlandés). Esta última es tal vez la composición de este álbum que mejor perduró en los conciertos de la banda. La rítmica "False Spring" (con Oskay al piano, desplazando a su propio violín a un papel secundario), "City Nights" (canción más cercana al jazz, incluso al tango, con retazos de aquí y de allá) o "After Five" (ese momento, pasadas las cinco, en el que se acerca de nuevo la noche y su magia) son otras piezas destacadas de un trabajo maravilloso e imprescindible. Al igual que el título de álbum "Live at Montreux" de Darol Anger, Barbara Higbie, Mike Marshall, Todd Phillips y Andy Narell, dio nombre al grupo Montreux para futuros plásticos en Windham Hill, Nightnoise se implantaría definitivamente como nombre del grupo a partir de aquí, algo mucho más fácil que encabezar cada álbum con 'Mícheál O Domhnaill, Billy Oskay, Tríona Ní Dhomhnaill and Brian Dunning'.

El hueco de esta banda americana-irlandesa en una compañía como Windham Hill fue bastante particular, abriendo el abanico como únicos representantes de la corriente celta, un estilo que sus competidoras más destacadas en el campo de lo conocido popularmente como New Age (ya que otras como Green Linnet apostaron de manera maravillosa por lo celta desde 1973) iban a empezar a cultivar con más o menos fortuna desde finales de la década, publicando en ocasiones remedos de ritmos celtoides; Narada apostó por John Doan o David Arkenstone, Hearts of Space por Bill Douglas o, más adelante, Mychael Danna o Joanie Madden, Celestial Harmonies se abrió a lo celta-medieval con Therese Schroeder Shecker (que también había grabado en Windham Hill); en Private Music, Global Pacific o Music West, ni rastro. Aun estando a medio camino de su auténtico sonido, Oskay y O Domhnaill fundieron dos tradiciones y les otorgaron una nueva personalidad, colorista, vital, de indudable calidad (tanto de composición como de grabación) y con un aletargado sentimiento irlandés en un envoltorio americano, una suave y aromática mezcla de elementos folclóricos aderezados con un cierto gusto clásico, vistiendo de espíritu celta el variopinto paisaje de Oregón o de esencia jazzística los verdes campos irlandeses. Como posteriormente harán Alasdair Fraser y Paul Machlis, la reunión de un emigrante de país celta y de un músico americano iba a generar una avalancha incontrolable de música de una calidad asombrosa. Para presentar el disco en directo en la primavera de 1985, su primera reacción fue contratar a un pianista y un segundo violinista, si bien al darse cuenta de que el grupo iba a tener una segura continuidad y de que necesitaban una mayor instrumentación, Mícheál le propuso el puesto de teclista a su hermana Tríona, y dieron paso al sonido de un viento, la flauta de un discípulo de James Galway, el inquieto -también irlandés- Brian Dunning. Con ellos el folclorismo mejoró y la voz -que aún tardaría en llegar- acabó por compensar el conjunto, pero de esta primera unión quedaría para la historia un nombre: Nightnoise.

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7.2.10

HIMEKAMI:
"Zipangu"


Para cualquier devoto de la música instrumental, y en general para todo el que admire el sonido de los sintetizadores, el nombre de Himekami debería ser un referente, al menos en una vertiente melódica, de atmósfera agradable y ambientalidad oriental. La música de este grupo nipón es por lo general tan mágica y fantasiosa como las portadas de sus discos, la poesía de su sonido, basado primordialmente en los teclados ("los sintetizadores son el mejor medio que he encontrado para lograr los sonidos más antiguos, más respetuosos con la tradición", decía su fundador), invita a sobrevolar los milenarios paisajes japoneses en que se inspiraba Yoshiaki Hoshi, un músico vitalista y avanzado pero a la vez profundamente enraizado en su tierra y sus inmortales tradiciones. Sus grandes obras de los 80 quedaron de sobra recogidas, reverenciadas incluso, en dos recopilaciones de excepción (en especial para el pobre occidental, desconocedor de este genial artista tan inaccesible en esa época), "Moonwater" y "Snow goddess", además de otra algo inferior pero también interesante, "To i kaze", que fue comercializada en 1995 en España con el desafortunado título de "Lo mejor II", y que incluía ya temas de trabajos que en los comienzos de la década de los 90 se encargó de distribuir en nuestro país Sonifolk/Lyricon, como "Ihatovo hidakami" o el que nos ocupa, "Zipangu" (conocido también aquí como "Cipango"), publicado en Japón -Pony Canyon-, Estados Unidos -por Higher Octave Music con portada diferente, igual de idílica aunque más oscura- y España en el mismo año 1993.

Yoshiaki Hoshi fue en "Zipangu" fiel a ese estilo que había desarrollado con enorme éxito en Japón en los 80. Melódico y ambiental a partes iguales, notas cautivadoras se superponían a percusiones que podían girar de un estilo más electrónico cósmico a otro más acorde con la tradición (colaboró en varias ocasiones con el afamado percusionista Yas-Kaz, nacido en Miyagi, como el propio Yoshiaki). Es en este disco en uno de los que más y mejor se puede respirar esa magia ancestral, ya que Cipango o Zipango es el nombre con el que en Europa se conoció a Japón desde la Edad Media. Las melodías fluyen de manera angelical con generosa gracia oriental, y el paisaje de color pastel así invocado contiene un cariz altamente evocador, no exento en ocasiones de un aura de infantil inocencia, que no desluce en un conjunto preciso y sin duda preciosista. Como tema de inicio, "El viento en vasta circulación" llama poderosamente la atención e incita a seguir escuchando, siendo como la canción de cabecera de un documental con pretensiones, como algunas de las bandas sonoras firmadas por Hoshi. En ese sentido, "Las transparentes olas, siempre tan azules" se limitaría a acompañar imágenes, sin destacar, cometido que sí que consigue "Los luminosos mares del sur", elegante muestra de esencia terrenal con aroma japonés muy tarareable. En general se puede respirar un sencillo amor hacia la tierra en la dulzura de muchas composiciones, como "El Dorado, al este" o "El blanco despertar del cielo", mientras que otras son más activas y atmosféricas, como "Historia de oro y plata", cuya percusión inicial nos introduce en una aventura llena de sorpresas, en la que incluso suenan las cuerdas de Junpei Sakuma (que se encargaba de violín, guitarra y buzuki). "Fosforescencia" es otro de los títulos destacados, una emergente melodía con algo de Debussy -músico cuya esencia siempre acababa apareciendo en la música de Yoshiaki-, un innegable y maravilloso lirismo en un sencillo acabado sin percusión ni efectos. Pero sin lugar a dudas la composición estrella del álbum es la que lo cierra, un majestuoso tema de gozosa intensidad creado para la ceremonia inaugural del Campeonato Mundial de Deportes Alpinos celebrado en febrero de 1993 en Morioka, en la adorada por Hoshi prefectura de Iwate. Como director musical del evento, Yoshiaki y su esposa interpretaron varias composiciones que luego serían incluídas en "Zipangu", entre ellas este espectacular cierre del disco en el cual todo es perfecto, la atmósfera, la percusión, la melodía, en definitiva la intención y la calidad innata de este artesano del sonido que consiguió en este "Tema de Cipango" una de sus grandes piezas. De hecho, en la esperada gira de conciertos que realizó por España en abril de 1993 (junto a los percusionistas Yamaguchi drums), ésta fue la pieza final y broche de oro de los espectáculos.

La de Himekami era una música vital, luminosa, y en comunión con una naturaleza con la que convivía en perfecta armonía. Un fugaz repaso a algunos de los títulos de sus grandes éxitos (dejando aparte los que se acaban de exponer en "Zipangu", también clarificadores) confirma este punto: "Hacia las nieves azules", "Las dunas de Tosa", "La llama de la tierra", "El mito del cisne", "En el ojo del pájaro", "El manto del viento" o "Festival para una brisa de primavera" (traducciones fieles a nuestro idioma, gracias a Lyricon, de títulos nipones) son demostrativos de cuál era la temática mayoritaria en sus trabajos. Posiblemente fueran la tierra, el mar y el aire los que dictaban las melodías a Yoshiaki Hoshi, que desde 2004 descansa en la tierra que tanto amó, siendo su hijo, Yoshiki Hoshi, quien tomó el relevo de Himekami como 'segunda generación' de este grupo irrepetible.

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