Solsticio de invierno es una exposición de mis discos favoritos de las Nuevas Músicas, un término paradójico (¿cómo llamar "nuevo" a algo que puede llevar compuesto siglos?) que engloba mercadotécnicamente tendencias musicales con puntos en común. New age, sinfónica, contemporánea, celta, folk, músicas del mundo, bandas sonoras, minimalismo... términos que no deben confundir nuestros sentimientos hacia una música que, a mí particularmente, hace mucho que me cautivó.
27.5.21
IDAN RAICHEL:
"At the edge of the beginning"
16.5.21
VARIOS ARTISTAS:
·"Lágrimas de arpa y luna"
7.5.21
JORGE REYES:
"Comala"
28.4.21
SHAUN DAVEY:
"The Brendan voyage"
19.4.21
STEPHAN MICUS:
"Athos"
9.4.21
THE CORRS:
"Forgiven, not forgotten"
Fenómenos como el de The Corrs evidencian que una buena campaña de marketing puede convencer a una gran cantidad de público para ir en la misma dirección y querer escuchar de repente el mismo tipo de música, tal vez sin tener previo conocimiento sobre la misma ni capacidad de comparación o análisis, y no es que se pueda hablar mal, ni mucho menos, del producto asociado a dicho grupo irlandés, si bien su pulcritud parece tener un marcado carácter de laboratorio, una realidad preparada al detalle para que dé numerosos y rentables frutos. Sí que hay, no obstante, características auténticas y esenciales en su música y en las personas involucradas en la misma, por lo que al final nos encontramos con un fenómeno muy exitoso que, aderezado por la moderna producción (siguiendo el camino de otras bandas irlandesas como U2 o The Cramberries, aunque con un mayor componente folclórico) está a medio camino entre la comercialidad más preparada y una deliciosa naturalidad. Lo celta estaba decididamente de moda en los 90 y el productor de The Corrs, David Foster (que había trabajado en multitud de producciones y con figuras internacionales como Kenny G, Michael Bolton, Celine Dion, Kenny Rogers o los grupos Chicago o Wolfstone), vio enseguida las inmensas posibilidades de este conjunto cuando se entrevistó con ellos tras actuar en Boston en la época del mundial de fútbol de EEUU. De hecho, más que un grupo de música celta modernizado, conforme avanzaba su trayectoria ellos mismos se tenían por "un grupo de pop rock que utiliza la herencia musical de su país".
Dudalk es una pequeña ciudad situada al norte de Dublín. De ella provienen The Corrs. Jim, Andrea, Sharon y Caroline son los cuatro hermanos, de apellido Corr y provenientes de una familia de músicos, que componen el grupo, y cuyo magnetismo natural (poseían todos ellos una gran belleza y una exultante juventud) posibilitó gran parte de su repercusión, como si se tratara de una nueva banda para adolescentes pero con la seriedad de lo tradicional en la mochila, de tal forma que su público abarcó una gran gama de edades. Aunque Sharon y Jim solían tocar juntos en pubs, las circunstancias de cómo los hermanos formaron el grupo denominado con sus apellidos vinieron empujadas por el cineasta inglés Alan Parker y su renombrado proyecto The Commitments, en el que Andrea logró un papel (como Sharon Rabbitte) y Jim, Sharon y Caroline aparecían como músicos. John Hughes, que había trabajado anteriormente con Jim, era el coordinador musical de la película, y decidió convertirse en su manager. En su primer paso se involucraron varias compañías (143 Records -sello del productor, David Foster-, Lava Records), si bien la que lo distribuyó mundialmente en 1995 fue Atlantic Records: "Forgiven, not forgotten" es un trabajo ultraproducido, repleto de canciones de pegadiza energía, sencillos exitosos como "Runaway", "The right time" o la pieza que da título al disco, en el que las voces son elementos dominantes entre una instrumentalidad propia de la música tradicional irlandesa, pero convenientemente modernizada. Además, cinco son los temas instrumentales del álbum, breves piezas de la tradición irlandesa que comienzan con la entradilla instrumental ("Erin shore" se desarrollará más y mejor en el último corte del álbum), una pequeña declaración de intenciones, esa modernización folclórica que enseguida despierta con la primera de las bellas canciones del trabajo, "Forgiven, not forgotten", que se convirtió en un pegadizo segundo sencillo del mismo (su video-clip, rodado en una plataforma giratoria, hizo que alguno de los miembros sintieran mareos durante el rodaje). "Runaway" fue la elección como sencillo principal del disco, una especie de interesante balada que sólo fue un primer paso para la banda, pues tardó un poco en alcanzar el éxito. El tercer single, "The right time", es una pieza más animada y con mejor aprovechamiento de las cuerdas del violín. El poker de bellas canciones lanzadas promocionalmente se completa con la tal vez demasiado suave "Love to love you", y con la balada "Closer", aunque esta última sólo en Australia y Nueva Zelanda. Si bien no fue otro single del álbum, "Heaven knows" es otra canción muy agradable y evocativa de su Irlanda natal, otra pieza destacada en el conjunto de una obra a la que otros títulos como "Someday" o "Secret life" contribuyen a que se complementaran sus intenciones de pop celta. El poso tradicional se respira en otros interludios instrumentales como "Along wih the girls" o "Carraroe jig", se desarrolla algo mejor en "The minstrel boy" (melodía clásica irlandesa escrita por el poeta irlandés Thomas Moore), y con una mayor contundencia de la batería del gran Simon Phillips en "Toss the feathers" (un tradicional muy adaptado por numerosas bandas folclóricas), para concluir con el desarrollo íntegro de la soñadora pieza de entrada, "Erin shore", con la participación de Bill Whelan, otro de los aciertos del disco. Además de la conjunción de la banda (no en vano llevaban juntos toda su vida), la voz de Andrea Corr (que también interpreta el tin whistle) y el violín de Sharon Corr son, posiblemente, los elementos que más destacan en el álbum, pero no hay que dejar atrás a Caroline Corr con batería y bodhran, y la guitarra y teclados de Jim Corr. Además, la contribución en instrumentaciones adicionales de otros nombres como Simon Phillips, Des Reynolds, Noel Eccles, Michael Thompson, Neil Steubenhaus, Tal Herzberg o David Foster. "Forgiven, not forgotten" alcanzó una ventas espectaculares en todo el mundo, de más de 6 millones de ejemplares, originando además una gira mundial de dos años que provocó también una edición especial del disco con pistas en vivo en un segundo CD. En España, aunque le costó arrancar, ocupó el puesto número 4 en 1997 -ese año estuvo 33 semanas en listas mientras se publicaba su siguiente disco, "Talk on corners"- y aún seguía vendiendo en 1999, cuando llegó al puesto 23. Ese mismo año 1999 fue calificado como triple platino (300.000 copias vendidas), aunque para comprobar el enorme tirón que tenía el conjunto entre nosotros es necesario saber que las ventas del mencionado "Talk on corners" ascendieron a más de 600.000 (6 platinos), la mayor cifra alcanzada por un disco irlandés en España (un platino más que el enorme "Watermark" de Enya y el doble que el mítico "The Joshua tree" de U2), de tal manera que, a día de hoy, "Talk on corners" aún se encuentra entre los 50 trabajos más vendidos de la historia en nuestro país.
The Corrs llegaron para revitalizar la herencia celta en la última década del siglo anterior, dando un paso adelante hacia el pop/rock a las canciones de grupos como Clannad o cantantes como Mary Black. Tal vez fuera por la moda celta, por la espectacular imagen del elenco femenino del conjunto, por la agresiva promoción de la compañía, por la calidad natural de las canciones o por todo ello junto, el caso es que la euforia apareció de súbito con los primeros discos de esta banda irlandesa. A tenor de las cifras de ventas y la popularidad que estaban alcanzando, The Corrs eran un producto de marketing sin parangón, un muy atractivo escaparate musical en el mundo celta como Vanessa Mae, por ejemplo, lo sería en el clásico. La sinceridad era sin embargo la base de la banda, unas auténticas raíces irlandesas y una trayectoria pausada y estudiosa. La belleza de sus miembros y su condición de hermanos llamaba poderosamente la atención y remitía a otros grupos formados por hermanos o miembros de una misma familia, algo tan común en Irlanda (Clannad o Nightnoise, por ejemplo). No es que The Corrs aportaran nada nuevo a la música irlandesa, de hecho su éxito fue criticado y hoy en día no es especialmente recordado, pero hicieron que mucha gente se interesara por el poso tradicional que residía en sus melodías, y por una instrumentación, eso sí, auténtica y bien interpretada, que se ha extendido durante muchos años en siete discos de estudio y exitosas giras, además de otras obras de algunos de los hermanos en solitario, como Andrea o Sharon, aunque sin la enorme repercusión de los primeros álbumes firmados por The Corrs.
2.4.21
CESARIA EVORA:
"Miss Perfumado"
En 1996 apareció en el panorama musical español, de la noche a la mañana, la figura esbelta de Cesaria Evora. Hasta nuestro país (y posiblemente a gran parte del globo) llegó cuando la señora tenía algo más de 50 años, gracias a su creciente repercusión en Francia, y al acierto y cada vez más extendido éxito de su álbum "Miss Perfumado", pero en Cabo Verde (su país de origen) desde hacía décadas y en la propia Francia pocos años atrás (desde que José Da Silva, su productor y manager, la llevó a grabar en París en 1988), Cesaria era todo un mito. No en vano la llamaban 'la diva de los pies descalzos' (gustaba de actuar sin calzado, dicen que en solidaridad con las mujeres y niños pobres de su país), una mujer luchadora que cantaba en los clubes y las tabernas de la vida nocturna de Mindelo (capital de San Vicente, la segunda isla más poblada de Cabo Verde) desde que aún no era ni siquiera mayor de edad. Gracias a ella, la morna (un tipo de lamento cantado, propio de Cabo Verde) fue un estilo de canción que llegó al conocimiento de los interesados en las músicas tradicionales y folclóricas, y es que en la voz de Cesaria esa nostalgia cantada en criollo en temas que se hicieron tan populares como "Sodade", sonaba profunda y auténtica, regalándonos una colorida postal de aquel estado situado el océano Atlántico, frente a las costas de Senegal.
Cize (como la llamaban sus amigos) estuvo siempre segura de las posibilidades de su música, de que si le daban la mínima oportunidad de ser escuchada, sus discos llevarían lejos los sones caboverdianos. Hay en Cabo Verde tres ritmos principalmente, la morna como ejemplo de balada melancólica que refleja el amor por la tierra -limítrofe entre el fado de Portugal, el blues y las herencias africanas y brasileñas- (Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 2019, se acompaña de clarinete, violín, guitarra y cavaquinho), la coladera para bailar -más alegre y satírica, en un modo lento- y el más africano y basado en el acordeón, el funaná -al que llaman el pop de los campesinos-. Al final, adaptada a uno u otro ritmo, todo el mundo acabo conociendo a esta dama triste, que fue la abanderada de la riqueza musical caboverdiana, país en el que era admirada por un buen número de fieles, pero no tan reconocida (a ello se debió que, tras la independencia de Cabo Verde de Portugal, en 1975, ella dejó de cantar durante diez largos años, que denominó como 'años oscuros') como después, cuando salió de allí y fue saboreada en Francia primero (donde quisieron compararla con Edith Piaf y Billie Holiday), y en toda Europa después, antes de llegar a una Norteamérica donde fue nominada a tres premios grammy. Publicado por Lusafrica en 1992, "Miss perfumado" es un completo álbum, en el que no faltan creaciones de uno de los más grandes compositores de Cabo Verde, B. Leza, primo del padre de Cesaria, que era violinista. Leza falleció cuando ella tenía 7 años, y en este álbum su influencia aporta, además de otras tres canciones, el mismo título, esa buena melodía tan parecida a un fado portugués que es "Miss Perfumado". "Sodade" es una canción muy especial y auténtica, un fabuloso tema compuesto por Armando Zeferino Soares, que evoca unos sentimientos auténticos, reconfortantes, es fácil imaginarse a la diva descalza rodeada de amigos y disfrutando con el mero hecho de cantar, sin presión mediática alguna. "Bia" presenta, a continuación, un comienzo tanguero o al menos muy sudamericano, esta hermosa canción no es especialmente triste, aunque sí que parece recrearse, mirando al mar, en la nostalgia. Más alegre, "Cumpade ciznone" tiene un ritmo bailable, aunque el mayor exponente de esas coladeras es la exitosa "Angola", grandísimo tema firmado por Ramiro Mendes, con el que Cesaria acabó de encontrar el camino del éxito internacional. Por poco que guste la dura voz de la diva, es imposible no reconocer el mérito y la belleza en interpretaciones como esta. A medio camino entre el recuerdo y el olvido, "Direito di nasce" parece una alegre remembranza. "Vida tem um so vida" refleja una nueva alegría, como en la algo más acertada "Morabeza" y en la aún más interesante "Recordaï", otro de los mejores temas de un disco en el que aún queda espacio para más grandes canciones, especialmente "Barbincor". En vez de la orquesta, es muy especial la sonoridad obtenida en los discos de Cesaria por guitarra, piano, violín, clarinete y cavaquinhos (pequeñas guitarras de cuatro cuerdas que imponen el ritmo). Toy Vieira, Paulino Vieira, Escabês y Malaquias Costa fueron los músicos que la acompañaban en este disco que, en 2012 contó con una edición especial por su 20 aniversario, con un primer CD remasterizado y un segundo poblado por 17 bonus, una edición que Cesaria ya no pudo contemplar, aunque le hubiera hecho tan feliz como lo era realmente toda su música ("no creo que la morna en sí sea triste porque es un género bailable y el carácter caboverdiano es alegre, lo que pasa es que le gusta recordar el pasado").
Esta cantante caboverdiana no poseía la sensualidad de Teresa Salgueiro, el glamour de Eleftheria Arvanitaki o el exotismo de Noa, su carisma iba a residir totalmente en una voz especial, un torbellino anímico que iba mucho más allá del espacio. Cesaria mantenía la ilusión por seguir trabajando a pesar de que notaba el paso del tiempo por sus castigados huesos. De hecho tuvo que anunciar su retirada pocos meses antes de fallecer por una insuficiencia respiratoria en 2011 a los 70 años. Ya no bebía -el alcoholismo también fue uno de sus problemas durante un tiempo-, pero nunca había dejado de fumar, y eso, entre otras cosas, le pasó factura a esta mujer que, en Cabo Verde, decían, era tan importante con la propia bandera. Su importancia también en Francia hizo que fuera galardonada en 2007 con la medalla de la Legión de Honor. Su muerte llenó de tristeza a una multitud de admiradores, pero ellos sabían que la diva había logrado la felicidad con su éxito tardío. En su momento de mayor apogeo, Cesaria llenó dos noches seguidas en el teatro Olympia de París, actuando por primera vez en España en 1993, tras la repercusión mundial de "Miss Perfumado", que vendió más de 300.000 copias en todo el mundo. "La noche es la escuela de la vida, he aprendido mucho de la vida gracias a la noche -decía-. No me enseñó a cantar como en las academias, pero sí a definir un estilo propio. Me fue de gran ayuda", decía esta reina de la noche caboverdiana que disfrutó toda su vida cantando y bailando y cuya voz, inolvidable, era pura emoción.
22.3.21
KRAFTWERK:
"Autobahn"
La popularización de la música electrónica en la década de los 70 comenzó a ofrecer al público un mundo de nuevos sonidos y ritmos en la vertiente más popular y por lo tanto comercial del entretenimiento musical. Enseguida aparecieron bandas legendarias e influyentes para animar dicho panorama, nombres ilustres cuyas canciones han permanecido en la historia (de la electrónica y de la música en general), y que de hecho, por su carácter pionero y sus acertados tratamientos, han llegado a marcar decisivamente en todo tipo de artistas, estilos y tendencias, incluso muchos años después de su explosión. Kraftwerk es posiblemente el nombre más legendario de ese panorama, y hablar de ellos en la actualidad es hacerlo sobre el grupo insignia de la música electrónica. Pocos son los músicos de éxito en este género que no mencionan a esta banda alemana entre sus referentes e influencias, y la historia se ha encargado de subirles y no sacarles ya de ese pedestal merced a trabajos inmortales como el que les lanzó definitivamente a la fama, la obra seminal "Autobahn", inspirada en el sistema alemán de autopistas, publicada originalmente en Alemania por el sello Philips en 1974, y reeditada en numerosas ocasiones por Vertigo, Mercury, Parlophone, EMI o cualquier compañía que el negocio discográfico y sus tejemanejes permitieran su comercialización. Además, en 2009 se editó una versión convenientemente remasterizada de la misma.
Düsseldorf era la cuna de los miembros originales de la banda, Ralf Hütter y Florian Schneider, provenientes de familias acomodadas y por lo tanto de fácil acopio de instrumentos musicales de última generación. El conservatorio de Düsseldorf (donde Ralf había estudiado piano clásico y órgano, y Florian flauta) fue la institución en la que ambos se conocieron, durante un curso de jazz e improvisación. Muy al contrario que esa disciplina, su música iba a acabar siendo profundamente estudiada, totalmente creada en el estudio, en esa Düsseldorf industrializada que también provocó, junto a los deseos de afianzar sus orígenes, que el nombre del grupo fuera Central Eléctrica ('kraftwerk'). Enseguida congeniaron, entraron en contacto con la vanguardia y crearon un primer proyecto llamado Organisation, que cambiaron casi inmediatamente por el definitivo Kraftwerk. Su primer trabajo, el chirriante "Kraftwerk", sin melodías definidas, fue un poco atractivo pistoletazo de salida en 1970. Difícilmente se podía atisbar el gran futuro del conjunto, aunque su siguiente trabajo, "Kraftwerk 2" (en 1972) agradece algo más de coherencia, en un tono curiosamente demasiado suave, al menos teniendo en cuenta aquel frío debut. Más melodioso es "Ralf & Florian" en 1973, incluso algo folclórico (llegaron a decir que hacían 'música étnica de la Alemania industrial'). Aun así, sigue sin haber temas estrella, pero el salto sólo iba a tardar un año en llegar, con su primera melodía de mérito en el tema largo de "Autobahn", un progreso tan enorme que mitifica a una banda hasta entonces anodina. Adictiva, potente, y extendida de manera inteligente, con idas y venidas al motivo principal durante más de 20 minutos, la pieza homónima, que ocupaba la cara A del plástico, escarba en caminos tanto rítmicos (la excitante línea de bajo construida con el Moog es un detalle característico de la banda) como de un pasajero folclor no exento de frialdad, sonando mas naturales que forzados. Ralf y Florian dijeron en cierta ocasión que querían ser los nuevos Beach Boys, y no escapó al público de la época la similitud del "fahren fahren fahren (auf der Autobahn)" ('conducimos, conducimos, conducimos por la autopista') con el conocido "fun fun fun" del grupo californiano, un parecido que sin embargo se encargaron de desmentir. Acertado es el tono oscuro, algo lúgubre, de la atmósfera (sutilmente) opresiva de "Kometenmelodie 1" -más que en la carretera parece que estemos en el interior de un submarino-, mientras que "Kometenmelodie 2" es amena y desenfadada, una felicidad electrónica que inunda el ambiente por medio de una melodia tan altiva como el ritmo que la acompaña. La electrónica es aplicada definitivamente a la música popular y a los ritmos bailables, y esta "Kometenmelodie 2" es otra melodía de potencial éxito muy a lo que pocos años después lograría Jean Michel Jarre. Restan dos cortes de plausible experimentalidad, lejana a la de su álbum de debut, a años luz de este inteligente y gozoso divertimento, que puso a Ralf y Florian, junto a sus dos "empleados", al frente de la electrónica de masas. "Mitternacht" es el primero de ellos, repleto de efectos que continúan en el corte de cierre, "Morgenspaziergang", pero con la flauta de Florian anunciando que el viajero ha llegado a su destino y puede relajarse. Los créditos del álbum, según la edición remasterizada de 2009, fueron los siguientes: Ralf Hütter (voz, sintetizador, órgano, piano, guitarra, batería electrónica), Florian Schneider (voz, vocoder, electrónica, sintetizador, flauta, batería electrónica), Klaus Röder (violín eléctrico en "Mitternacht") y Wolfgang Flür (batería electrónica en "Kometenmelodie 1–2"). Karl Bartos conformará el cuarteto mítico del grupo (en sustitución de Röder) a partir de su siguiente trabajo, pero también hay que nombrar al quinto miembro en la sombra, el artista gráfico Emil Schult, que se encargó de la portada y colaboró en la letra del corte "Autobahn", mientras que la música de todos los temas estaba acreditada a Ralf y Florian. El salto de originalidad en "Autobahn" vino provocado por las percusiones electrónicas, un componente rítmico muy especial que venía secundado por los sintetizadores, vocoder y demás instrumentos característicos de la música electrónica antes mencionados, pero también de otros acústicos como guitarra o flauta. Envuelto en polémica, es maravilloso el relato de Wolfgang Flür, en su libro 'Yo fui un robot', sobre cómo construyó prácticamente con piezas metálicas de chatarrería soldadas sobre una caja de ritmos, la primera batería electrónica, que más tarde llamarían drumpad, y que -siempre según Flür- Ralf y Florian patentaron sin conocimiento del que se autodenomina como verdadero inventor. Mucho se ha hablado al respecto y mucho se seguirá diciendo. Atendiendo estrictamente a la música ofrecida, las nuevas soluciones percusivas se unieron a una conciencia especial para dar el salto definitivo de la banda, de la experimentación a la excelencia. Conny Plank fue el productor e ingeniero de los tres primeros álbumes de Kraftwerk, y apareció por última vez en este "Autobahn", aunque no fue acreditado. Tampoco Wolfgang ni Karl, tras la polémica del libro del primero, fueron acreditados en las reediciones de los discos en los que participaron.
Huyendo del sustrato cósmico que irradiaban otros grupos alemanes de éxito, Kraftwerk optaron por lo terrenal, por la energía eléctrica, directamente en el nombre del grupo. "Autobahn" (que sin ser su primer disco es 'su primer disco reconocido e inspirado') activa un resorte que incita a un movimiento impulsivo. Un clásico del conjunto, que les permitió tener una estabilidad económica con la que tomarse tranquilamente sus futuros proyectos, también es un comienzo aceptado popularmente de movimientos como el pop electrónico o el synth pop, un referente en los recuerdos setenteros de este tipo de música. El sencillo del tema principal fue un éxito sorpresivo, especialmente en el Reino Unido y los Países Bajos, y originó una gira del grupo por Estados Unidos, que provocaron en Alemania titulares como 'Kraftwerk electriza América'. Tal vez la música de estos jóvenes de Düsseldorf era ingenua, tal vez el ingenuo era el público en general, que asistía ante un nuevo fenómeno sin nada con qué compararlo, lo que no cabe ninguna duda es de la influencia posterior de la banda, en los 70 era el suyo un sonido distinto y auténtico, en parte por las nuevas búsquedas, en parte por tener que improvisar sus propios instrumentos electrónicos. Pocos años después, la buscada superficialidad de ese sonido se vulgarizó de verdad, la facilidad de acceder a la tecnología hizo que casi cualquiera pudiera publicar un trabajo digno, y sólo unos pocos destacaran, haciendo de pioneros como Kraftwerk figuras mitificadas.
15.3.21
TIM STORY:
"The perfect flaw"
7.3.21
SARAH BRIGHTMAN:
"Eden"
En música, un crossover es un cruce, una fusión de diferentes estilos que originan un producto de relativo interés, ya que lo mismo puede derivar en una olvidable actualización de conceptos ampliamente usados o desgastados, como en una interesante investigación de formas musicales que se retroalimentan, originando un producto fresco y novedoso que, aunque sea brevemente, tiene su profundo interés como experimento, y su cabida en la industria. El crossover clásico es el más difundido y exitoso. Al menos partiendo de ese apelativo, y en el conjunto de este tipo de cruces, destaca también la importancia a nivel público, llegando incluso a gozar de buenas ventas y una cierta inclusión en radiofórmulas, del pop operístico, la mezcla de sonidos típicos del pop y el rock con cantantes líricas (especialmente femeninas), entre las que la soprano y multiartista Sarah Brightman fue una adelantada a su tiempo, afamada desde que protagonizara musicales como 'Cats' o 'El fantasma de la ópera' en Broadway, a las órdenes musicales y escénicas de su entonces marido Andrew Lloyd Webber. Con una voz entrenada en el Royal College of Music, su imagen internacional comenzó a ascender cuando cantó "Amigos para siempre" junto a José Carreras en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. Frank Peterson, ex miembro del grupo Enigma, fue quien la impulsó desde entonces al estrellato en el classical crossover.
Dejando atrás varios trabajos de canciones teatrales y populares a finales de los 80, "Dive" fue el primer disco firmado por Sarah en 1993 en esta nueva etapa de su carrera, con la producción de Frank Peterson, que componía junto a muchos otros nombres implicados varios de los temas, y con una imagen sofisticada que pretendía impactar tanto por lo visual como por lo musical. El nombre y la figura de Sarah Brightman comenzó a hacerse muy popular gracias a esas avanzadas baladas poperas ("Captain Nemo", "Seven seas") que continuaron en su siguiente disco en 1995, "Fly" ("The fly" o la muy operística "A question of honour", por ejemplo), junto a interesantes colaboraciones (Chris Thompson -de la Manfred Mann's Earth Band-, Tom Jones). Fue sin embargo Andrea Bocelli el que proporcionara su voz para alcanzar el gran éxito en "Time to say goodbye", para su trabajo de igual título de 1997 (también llamado "Timeless" en Europa) con la Orquesta Sinfónica de Londres, un álbum superventas -especialmente en los Estados Unidos y Alemania- que volvía a reclamar la seriedad clásica junto a la voz de soprano de la diva, con la colaboración también del tenor argentino José Cura ("Just show me how to love you") y versiones de todo tipo de música, desde Mozart, Joaquín Rodrigo o Carl Orff a los Gipsy Kings, Queen o Mecano -"Naturaleza muerta", cantada en español-. Ese es, precisamente, uno de los giros importantes en la carrera de Sarah Brightman, ya que mientras que "Dive" como "Fly" poseían mucho repertorio propio, a partir de "Timeless" aparecieron canciones ajenas, concretamente grandes éxitos de varios campos (también clásicos, aunque entraron en juego el pop, el rock o el folclore) con nuevos tratamientos, que daban mucho que pensar en cuanto a la originalidad del producto, mientras que aumentaban considerablemente las ventas del mismo. Esa dicotomía seguirá estando presente cada vez más en los discos de la soprano por medio de versiones de todo tipo de artistas, de hoy y de siempre, y obras como "Eden" no se iban a quedar atrás en esa actitud que bien podría ser acusada por muchos de aprovechamiento. Sin embargo, siempre que las versiones sean atrevidas, aporten algo, y estén englobadas en un entorno audaz, trabajos como éste no sólo pueden salvarse de la quema sino que, con sus lógicas reservas pero atendiendo a la interpretación y a una producción de lujo, ganan puntos en el conjunto del panorama musical de finales de siglo. "Eden" fue publicado por el sello británico EastWest en 1998 (en su portada, un gran telón rojo de aires teatrales muestra descansando a esta especie de muñeca de porcelana), y cualquier buen aficionado a la música puede identificar en él varios de los covers incluidos, canciones de compositores muy conocidos, así como de grupos de reciente creación. El comienzo, atmosférico ("In paradisum"), parece conducirnos a la India más que a los grandes teatros de ópera, y en cualquier caso, a su visión del paraíso, del jardín del edén, con una letra escasa en latín. Como continuación del espíritu divino del álbum, cantos a modo gregoriano (no hay que olvidar que Frank Peterson es el máximo artífice del grupo Gregorian, que comenzará su andadura un año después de este disco) se funden con efectos y percusión para establecer la línea melódica del gran tema que llegó a todas partes ese año por radios o por publicidad. Con el mismo título que el disco, "Eden" golpea con su hiperproducción y traspasa la línea de lo que esperamos en una canción de este tipo de artista, aunque realmente llevara unos cuantos años avanzando en este camino. Esta canción es la primera de las versiones en el disco, pues ese mismo año veía su publicación también en el álbum "Blue wonder power milk" del grupo del belga Alex Callier -el firmante de la pieza- Hooverphonic, y sin desmerecer esa interpretación original, la producción de Peterson, junto a la traspasante voz de Sarah, logran un conjunto más poderoso. Lo tradicional acudió a continuación en ayuda de la soprano con la nueva versión del conocidísimo "Women of Ireland", con cambio de título ("So many things") y tratamiento correcto, si bien no es la canción que antaño, con otro enfoque pop, traspasara fronteras en la versión de The Christians, dejando aparte las versiones instrumentales de auténticas bandas folclóricas, comenzando por The Chieftains. Sarah llega aquí por fin al terreno clásico para reelaborar el "Adagio" de Albinoni, compositor italiano del barroco, con el título de "Anytime, anywhere". Su voz desborda, objetivamente es maravillosa. También dentro del classical crossover propiamente dicho -aunque algo más reciente- estaría la siguiente pieza, "Bailero", del compositor francés Joseph Canteloube, sencilla y natural, y ya hacia el final del disco otros dos ejemplos operísticos: el aria "Lascia ch'io pianga", de la ópera 'Rinaldo' de Georg Friedrich Händel y "Nessun dorma", otro aria, en este caso de 'Turandot' de Giacomo Puccini, con una particularidad, y es que siendo una pieza escrita para tenor (muy recordada es la interpretación de Luciano Pavarotti), ella la canta con su voz de soprano. Pero otros estilos iban a ser referenciados en el álbum, por ejemplo el rock progresivo con toques de folk de la banda estadounidense Kansas en su gran éxito "Dust in the wind", otro éxito de un disco cuya producción, no cabe duda, seguía siendo elegante. No iban a quedar atrás grandes éxitos del momento, como la canción de James Horner que interpretó Céline Dion para la película 'Titanic', "My heart will go on", reescrita en italiano y rebautizada como "Il mio cuore va". Los idiomas no son obstáculo para Sarah Brightman, que retorna al italiano con la estupenda "Nella fantasia" (versión de la excepcional "Gabriel's oboe" de Ennio Morricone para la película 'La misión', para la cual la cantante escribió repetidamente al compositor italiano consiguiendo por perseverancia tornar su negativa inicial), intenta con el tema en francés "Un jour il viendra" un nuevo acercamiento popular con tintes clásicos también procedente del cine (compuesta por Gabriel Yared, formaba parte de 'El paciente inglés'), y canta en español, volviendo a demostrar su pasión por Mecano en la versión de "Tú". Es sin embargo "Deliver me" el segundo tema verdaderamente interesante del álbum, un continuo clímax con aroma a gospel, que el grupo británico The Beloved había grabado en 1996. Una vez más, la versión de "Eden" es muy acertada, perdiendo su carácter de experimento de pop electrónico en beneficio de la grandilocuencia vocal y el espíritu fusionador del álbum. Ya en el final del disco, Per Andréason y Don Black firman el bien hilvanado pop de "Only an ocean away", "Scéne d'amour" es una nueva incursión, esta vez tarareada, en el cine ("Eden" es sin duda un álbum muy cinéfilo) pues proviene de la sensual música de Francis Lai para el film 'Bilitis', y "The last words you said" es un extra de la edición americana del álbum, a dúo con el otrora exitoso Richard Marx. "Eden" dio paso a una gira mundial llamada 'One nigh in Eden', con grandes incorporaciones técnicas y escenográficas, y la grabación y publicación de uno de esos conciertos.
Ávidos de ventas, y por tanto de radiofórmulas, los crossover clásicos acercaban la ópera al pop, y los resultados eran buenos debido a la sobreproducción y a los bien pagados arreglos. Qué curioso que comenzaran a aflorar de repente este tipo de sopranos interpretando canciones de corte operístico como si salieran de un laboratorio fusionador, Emma Shapplin, Charlotte Church, Katherine Jenkins, Hayley Westenra... incluso en España contamos con Sonia Terol, sin olvidar al curioso grupo Chafino, producción de Julián Ruiz con la voz del soprano José Ramírez Ruíz. Y es que no sólo las mujeres dominaban el arte del pop operístico, ¿quién no conoce a Andrea Bocelli, Paul Potts o Il Divo? Cientos de nombres aparecerán con sólo investigar un poco (The King Singers, Tony Henry, Il Volo, The Priests, The Tenors, The Celtic Tenors, Aled Jones, Susan Boyle o incluso Mónica Naranjo), algunos más interesantes que otros, pero hay que saber distinguir entre diferentes grados de calidad y el componente de simple oportunidad que aparece inherente a muchas de las verdaderas propuestas atrevidas, auténticas o tan exuberantes como fue en su momento la de Sarah Brightman.