Aparte de unas escasas clases de guitarra cuando era pequeño y de investigar por su cuenta en el piano familiar, el interés por la música de Tim Story aumentó cuando fue contratado por John Thompson para trabajar en su tienda de discos, a la que Tim acudía a menudo desde muy joven. Stravinsky, Debussy, Bartok o Reich se unían sin prejuicios a Can, Robert Wyatt, Miles Davis o la Velvet Underground en el hilo musical de la tienda, así como en casa de Tim, hasta que se decidió a grabar sus propias ideas y publicarlas en el sello noruego Uniton Records. Su sonido de profunda ambientalidad impresionista quedó definido desde bien pronto, y en su benevolencia hay algo emocionante, un componente especial de sublime belleza. La propia imagen de portada de "The perfect flaw" ('Fatima', del fotógrafo Wernher Krutein, artista que ya había aparecido en portadas de Steve Roach, Robert Rich o Constance Demby, así como en el anterior disco de Tim, "Beguiled"), hermoso rostro en tonos cálidos, refleja lo idílico de la música contenida en este trabajo publicado por Hearts of Space en 1994, que presenta momentos en los que el tiempo parece haberse detenido.
Había una confesa inocencia en los primeros trabajos de Tim, esos cuya publicación tuvo que sudar, enviando casetes de demostración a varias compañías. De Klaus Schulze obtuvo, señala, "un dulce y elogioso rechazo", y de Atem la decepción de ver el hundimiento de la compañía cuando ya habían sido firmados los contratos. El nuevo sello de Oslo Uniton Records recogió, afortunadamente, el testigo, logrando Story la recompensa definitiva, el comienzo de un camino que le llevó de vuelta a Estados Unidos de mano de Windham Hill, y de ahí a Hearts of Space, cuyo sonido general era más acorde con el de el teclista. Allí publicó "Beguiled" en 1991, en cuyo interior se destacaba que el compositor "se las arregla para combinar una elegante sencillez de medios con una apabullante resonancia que se niega a ser resuelta en una sola escucha o en un conjunto de ellas. Uno crece con esa música. Revela sus secretos lentamente y cambia milagrosamente a medida que cambia el ritmo de la vida. Siempre es la música la que invita -a menudo exige- que el oyente ponga algo de sí mismo en el proceso, que de alguna manera tanto el oyente como el compositor sean responsables de la creación activa de la música". Tres años después de "Beguiled", con su lógica maduración, apareció "The perfect flaw", y un hecho destacaba especialmente para que este trabajo resultara de novedosa factura en su discografía: la presencia contundente de los instrumentos de viento, que se unían a los teclados de Tim (piano, sintetizadores, sampler y efectos de sonido) y al violonchelo, para que el todo fuera más completo y reconfortante, una especie de luminoso equilibrio entre lo acústico y lo electrónico. Eran concretamente dos féminas esas intérpretes principales, Kimberly Bryden con el oboe (en 6 de los temas) y el corno inglés (en otros 3), y Martha Reikow con el violonchelo (que ya había aparecido en "Beguiled") -con ellas afirma haberse sentido muy cómodo, así como haber vencido sus miedos iniciales-, además del asomo del clarinete de Ron Samuels en otro de los temas del disco. "The perfect flaw (intro)" es la obertura nos introduce en un mundo pausado y armonioso, una realidad en la que la música es lo que tú quieras que sea, como el recuerdo de un plácido sueño. A continuación, y con la firma indeleble de su autor, "A broken alphabet" es posiblemente el tema estrella del álbum, una pieza perfecta en su carácter relajante y evocador, en la que teclados y oboe se hacen uno. "Lydia" es un destello de amor, una nueva pieza flotante en la que es necesario pararse a escuchar la deliciosa conjunción de elementos relajados que no obstante saben invocar una cierta tensión, eso sí, evanescente. Y en un soberano poker inicial, la celestial "After 4 o'clock" es puro Satie, una remozada 'gymnopédie' con clarinete, única composición del álbum en la que aparece este instrumento, junto a teclados muy blancos (si ese es el color de la pureza) y otro gran invitado como es el violonchelo, aunque su aportación es más especial en piezas como la primorosa "Terzetto", por ejemplo. El resto del disco se debate entre atmósferas sencillas como "Liquid shadow night", paisajes donde se refleja una calma cristalina ("Sister of the flood", "Riverine") o una nueva construcción sugerente titulada "Rill" donde el piano da paso a un viento que planea muy alto y muy lejos, hasta llegar al tema homónimo y continuación de la intro del disco, un acompasado "The perfect flaw", paseo dominado por el piano y los sintetizadores que en su tranquilidad transmite de maravilla la paz que Tim Story busca en su música, con esas pequeñas ideas que tan bie sabe extender en el tiempo de forma repetitiva y atmosférica, buscando más el ambiente que la melodía.
Muchos años llevaba Tim Story desarrollando una música ambiental melodiosa y lumínica cuando le llegó la oportunidad de una buena distribución, una salida definitiva al mundo. En su concepción neoimpresionista, Story posee la vaporosidad de Debussy junto a la melodiosa búsqueda de Satie, pero en su conjunción con elementos modernos logra una sonoridad única y pasmosa, líneas melódicas de teclado a las que se superponen atmósferas con presencia de vientos y una sencillez envolvente, encantadora y embriagadora ("la simplicidad no tiene que ser sinónimo de pobreza, todo lo contrario, es en ella donde se oculta la belleza", decía el artista). No hay anarquía ni experimentación, todo parece debidamente planeado antes de entrar en el estudio, donde Tim Story compone, graba, mezcla y produce este "The perfect flaw", que con los vientos auténticos gana en intensidad, aunque es curioso que no los comenzara a utilizar cuando grabó "Glass green" en Windham Hill -sí que aflorarán a partir de aquí para las canciones que grabará en recopilatorios de ese sello como "In search of angels"-, con su especial elenco de windplayers.
ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:
2 comentarios:
Al escuchante despistado le puede parecer que lo que hace éste hombre es sólo música para relajarse. Pero hay mucho más: sensibilidad y emoción a raudales. Lydia es el corte que más me llega del disco.
Por cierto, no tiene parentesco con Liz, no?
A mí este compositor, por momentos, me fascina. Además, puede parecer fácil la sencillez de sus piezas, pero de ser así habría muchos Tims Story's, y con esa sensibilidad no conozco muchos.
No, nada que ver con la buena de Liz, salvo el apellido y la conexión Windham Hill.
Publicar un comentario