28.3.11

JIM CHAPPELL: "Saturday's rhapsody"

Como otros importantes músicos como Ray Lynch, Oystein Sevag o James Asher, Jim Chappell también tuvo que emigrar de compañía discográfica cuando quebró la californiana Music West. Mientras otros encontraron acomodo en Windham Hill o Silver Wave, este pianista norteamericano recaló en Real Music, donde reeditó los álbumes realizados para el extinto sello de Allan Kaplan, entre ellos un agradable y completo trabajo de 1990 (dos años después para Real Music) titulado "Saturday's rhapsody", que evidencia el desarrollo de la música de Chappell desde un sosegado "Tender ritual" de solos de piano, pasando por "Dusk" y "Living the northern summer", en los que otros instrumentos acústicos de cuerda y viento van tomando poco a poco un cierto protagonismo. En "Saturday's rhapsody" escuchamos interesantes aportes de violines, violas, clarinete y oboe entre otros, siempre sobre la base del instrumento primordial de Chappell, el piano.

Aunque comenzara de joven con acordeón y órgano, este oriundo de Pontiac (Michigan) descubrió enseguida la rotundidad del piano, y con él desarrolló sus estudios en base a música clásica, jazz, pop o country, elementos que se dan cita en "Saturday's rhapsody", un disco enternecedor que comienza con una completa composición homónima de creciente intensidad en la que, como el resto del trabajo, la base principal de piano se ve enriquecida con cuerdas y vientos hasta dar con el resultado más óptimo y comercial en un estilo melódico de agradable smooth jazz cuyo máximo exponente es el maravilloso segundo corte, "Field day", donde violines y vientos (oboe, clarinete, cuerno inglés) conversan enamoradamente al son del piano con un parecido más que razonable al sonido del por entonces en alza Paul Winter Consort. Pero Chappell no es Paul Halley ni necesita serlo, así que continúa otorgando su toque personal al resto del trabajo, en el que destacan "Adventure No. 11" (bucólica pieza con melodía de saxo), "The rain" (humilde e intimista tonada de piano y clarinete), "Hopes and dreams" (serena y romántica) o las más movidas y alegres "Sidewalk characters" y "Fancy pants" (esta última en tono de ragtime). "Woman in the mirror" se presenta en un tono más neoclásico y "Estar contigo (To be with you)" en plan bossa nova, mientras que el romanticismo regresa para despedir el disco con "One last time", un sentimiento que preside esta bonita rapsodia (podría definirse libremente como 'conjunto de composiciones emocionales y entusiastas') de cálida portada.

Un activo comienzo y una colorida instrumentación hacen de este disco una pequeña celebración, como si Spheeris y Voudouris colaboraran con Paul Winter. Ya se ha mencionado la similitud de sonido con el Paul Winter Consort, pero la mención a sus dos ex-compañeros de Music West no es gratuita, dada la participación del ingeniero Russell Bond (habitual de Spheeris) en la producción de "Saturday's rhapsody" junto al propio Jim Chappell. Grabado en Sausalito (California), esta muestra de -como definían desde Music West- nuevo jazz contemporáneo no pasó desapercibida, y la carrera de Jim Chappell ha continuado hasta la actualidad, de manera algo más silenciosa, en el sello Real Music.


14.3.11

ERIK WOLLO:
"Traces"


Es sorprendente que a pesar de la calidad de sus discos, en un estilo ambiental electrónico tan en alza en los 90, el nombre del noruego Erik Wollo no alcanzara una mayor repercusión a niveles generales. Por ejemplo su compañero en el grupo Celeste Oystein Sevag sí que llegó a altas cotas de popularidad en un estilo bastante más acústico, un Sevag que iba a participar en la producción de los primeros trabajos de Wollo, por ejemplo "Traces", que si bien no es su primer álbum en solitario sí que comenzó a marcar un estilo electrónico del cual fue una especie de pionero en Noruega y al que sigue siendo fiel durante su larga carrera. Atras quedaron influencias de jazz, rock, y permanecen en el fondo las de música clásica o étnica, para un trabajo publicado en primera instancia en vinilo en 1985 y por fin en CD en 1988 por la compañía francesa Badland Records con la adición de una suite dedicada a su nuevo estudio de grabación llamado 'Wintergarden'.

"Traces" presenta doce cálidos cortes de abrumadora sencillez, en los que la electrónica encuentra caminos bien melódicos, bien ambientales, para llenar con numerosas tonalidades y ritmos originales el espacio que discurre entre el artista y el oyente, consiguiendo llevarlo a su mínima expresión, a una auténtica conexión entre ambos. Engancha el sutil aire melodioso de algunas de las composiciones, así como se agradece su tímida esencia folclórica, aunque escondida, que acaba por hacer de él un trabajo más auténtico. La melodía cálida con acompañamiento de efecto vigoroso que presenta el álbum ("Tide 1"), consigue que sigamos escuchando con interés y caigamos en la penetrante añoranza de su sonido electrónico que, aún presentando claros momentos de brumosa ambientalidad ("Entrance"), convencen por su penetrante arraigo en un sentimiento más puro y terrenal que sintético. Para ser un disco de juventud, sorprende la madurez de un sonido que con canciones como "Totem" (la joya del álbum junto a las dos "Tide") consigue llegar a un nivel de composición, producción e incluso empatía al que es difícil de acceder para la mayoría; la belleza y profundidad de su conjunción de percusión, voces y melodía ponen en alerta ante la promesa que este teclista noruego representaba a mediados de los 80, y sería interesante analizar las causas por las que él y otros casos parecidos no han trascendido al gran público. El disco continúa con una ambientalidad algo más lenta ("Vapor") y fantasías animadas de excelente gusto ("Ceremony", "Discovery"), cuando no en momentos gloriosos como otra de las composiciones destacadas, "Tide 2", continuación de la que abría esta obra. El resto del disco confirma esas buenas impresiones y continúa con su contagiosa vitalidad en atmósferas activas y atrayentes, como el encanto neoclásico adornado por pulsos como olas rompiendo en la orilla de "Little dream in turquoise". Ese era el final del vinilo y el comienzo del bonus del CD, la avanzada y excitante suite "Wintergarden", aunque no tan destacable en el conjunto del trabajo, dominado por su excepcional primera mitad.

Wollo seguirá demostrando en próximos trabajos que puede llegar a ser por momentos tan terrenalmente ambiental como Roach, tan minimalista como Reich o tan comercial como Jarre, demostrando una elegancia común en todos ellos tanto en sus obras publicadas como en sus composiciones para televisión, ballet o teatro. Más allá de discos superproducidos, de buscada pero vacía comercialidad, llena más de Erik Wollo su manera particular de preparar la atmósfera y el encuentro sorpresivo con la melodía, a veces escondida, otras casi inexistente, generalmente exultante y de gran sensualidad, en un conjunto muy rítmico y agradable, que encierra momentos de todo tipo, relajantes, efectistas, rebuscados o algo más fáciles, pero en todo momento jugando con originales fondos y plácidas notas, como en esta pequeña maravilla de título "Traces".


28.2.11

VARIOS ARTISTAS:
"The romantic approach"


Como demostrando que la música grandiosa no conoce de tiempo o espacio, la escucha en la actualidad de "The unanswered question" sigue siendo igual de maravillosa e inquietante como cuando Charles Ives la compuso en 1906. Esta pieza que cierra el enorme recopilatorio "The romantic approach" es más que un ejemplo de música norteamericana de principios del siglo XX, es una impactante e influyente composición de este poco convencional músico (tenía una agencia de seguros como primera ocupación) para trompeta, cuatro flautas y cuerdas, con la original característica de que la trompeta, en sus primeras representaciones, tocaba enfrentada al grupo, detrás de los espectadores. En dicha pieza, la trompeta plantea su 'pregunta' hasta seis veces, y los vientos intentan sin éxito responderla aumentando su intensidad, enfadados, con la sostenida y casi demiúrgica presencia de las cuerdas. Al final la única respuesta en este 'paisaje cósmico' (denominación del propio autor), es el silencio. Un gran colofón para un acertadísimo disco compilado por John Schaefer y publicado por Celestial Harmonies en 1994, con una portada en la que admiramos la obra "Adam and Eve" de la artista art decó Tamara de Lempicka.

Ya en el libreto del trabajo se nos advierte de la vagueza del término 'romanticismo', aplicable a la música europea de finales del XIX pero extensible de manera un tanto arbitraria a los compositores americanos del XX. La posible desubicación de estos hizo mucho bien a la música estadounidense, que rebuscó entre la música popular y la clásica sentando por un lado las bases del jazz, hurgando por otro en un cierto modernismo. Tras la escucha embelesada del trabajo se hace innegable la existencia de un sonido particular, genuinamente americano a pesar de ser extensión del europeo, de características patrióticas, románticas y, conforme avanza el siglo, entregadas al jazz o al folclore, cuando no presentan características de auténticos himnos. Es el caso de "Hymn", de Henry Cowell, que despliega una hermosa intensidad con enorme fuerza y vida propia, y el sempiterno y emocionante "Adagio for strings" de Samuel Barber, que ya forma parte de la historia con mayúsculas de la música del siglo XX. No es casualidad que la compilación empieze por Aaron Copland, posiblemente el más destacado de los neoclasicistas con elementos nacionalistas, y la demostración es la espectacular "Quiet city", pieza de gran lirismo y carácter visual que actúa in crescendo, con una cierta atonalidad en su comienzo, algo más melódico después, y un aire atemporal en el uso de una tímida pero poderosa trompeta; hay una espectacular inmensidad en los vientos de esta pieza, como si sonaran para todos los confines del espacio. También paisajístico, aunque indudablemente menos místico y grandilocuente, es "Painted desert" de Ferde Grofé (no puede ser menos una obra contenida en la suite del Gran Cañón), si bien se trata de uno de los compositores menos conocidos del disco. Un éxtasis orquestal llega con "Lonely town (Pas de deux)" del gran director de orquesta Leonard Bernstein, de carácter parecido a la pieza de Copland. Los violines y, en especial, el estupendo chelo de "Elegy" de Elliott Carter consiguen, a efectos prácticos, el primer momento romántico del disco, que continúa con la soledad de la viola en "Dream", un sueño del imitado pero irrepetible John Cage, adaptador de un pensamiento oriental en una forma de trabajo occidental. Junto al mencionado y ya centenario Elliott Carter es Peter Schickele, representado aquí con el delicado "3rd movement", el único compositor vivo del álbum, mientras que otros como George Gershwin o Arthur Foote nos dejaron en el lejano 1937. Foote aporta con "A night piece" una pieza fantasiosa, bucólica, con una romántica flauta que juega con el cuarteto de cuerda, mientras que con Gershwin nos encontramos en "Lullaby" con una melodía alegre y llevadera, entre lo popular y lo culto, con asomo a ese musical que le vió triunfar. Por último, y como único representante negro en el recopilatorio (lo cual no deja de ser curioso si admitimos que la música popular afroamericana tiene mucho que ver en el sonido más tipicamente norteamericano), el pianista de jazz Duke Ellington, que en "Village of the virgins" nos ofrece una alegre expresión de jazz y folclore en términos románticos, música perfecta para una celebración como lo es este fabuloso disco.

Como la música clásica nunca ha sido norteamericana, los compositores estadounidenses tuvieron que inventar su propia música clásica, vanguardismo con influencias populares y espíritu patriótico. Dificilmente se puede esperar más de un primer acercamiento a esa rica música contemporánea americana: de las inmensas llanuras desérticas a las populosas salas de conciertos, de la influyente "Unanswered question" de Ives al celebérrimo "Adagio" de Barber, sin olvidar a Copland, Cage o Gershwin entre muchos otros, interpretados en este disco por importantes orquestas estadounidenses. "The romantic approach" es una sublime muestra de esta revolución musical norteamericana a comienzos de la vigésima centuria, un recopilatorio publicado por Celestial Harmonies con libreto en papel reciclado (habitual en dicha compañía) que tuvo dos continuaciones (la segunda recogía música clásica de compositores franceses e italianos, y la tercera de músicos alemanes) y en la que todos los músicos en ella recogidos forman parte de la aventura musical estadounidense.




14.2.11

DAVID VAN TIEGHEM:
"Safety in Numbers"

Los nostálgicos de las nuevas músicas, en especial sus más acérrimos seguidores, recordarán ese marginal programa titulado 'Música N.A.', creado y presentado por Ramón Trecet y Lara López. No serán muchos los que en la cabecera del programa reconozcan al personajillo que manipulaba con sus baquetas el mobiliario urbano neoyorquino como al genial percusionista estadounidense David Van Tieghem. Nacido en 1955, Van Tieghem no es exclusivamente percusionista, en su curriculum podemos comprobar cómo su experiencia acapara la capacidad de interpretar teclados, componer todos los temas de sus discos, preparar performances, diseños de sonido e incluso pequeñas apariciones como actor. Eso sí, la principal base de sus estudios, de su carrera y lo que le ha merecido enorme fama ha sido la percusión, de la que se han aprovechado músicos tan importantes como Laurie Anderson, Brian Eno, David Byrne, Steve Reich, Pink Floyd, Howard Shore, Robert Fripp, Ryuichi Sakamoto o Michael Nyman, entre muchos otros. David irrumpió con fuerza en el mercado discográfico cuando Warner Bros decidió publicarle en 1984 su primer disco, "These Things Happen", un acertado aunque caótico juego de percusión, electrónica y algún retazo acústico en un entorno bastante experimental que caló en la crítica. También Peter Baumann se fijó en su flamante propuesta, que casaba definitivamente con la esencia de su compañía, una Private Music con la que grabó dos trabajos a finales de los 80.

Desde luego que la música de David no se encuentra en un entorno tradicional sino urbano, ruidoso, experimental, incluso robótico. En su segundo plástico, "Safety of Numbers", publicado en 1987 por la mencionada Private Music, intenta ser más ordenado, ceñido a ritmos y melodías más definidas, aclarando sus intenciones, aunque en la misma esencia urbana electrónica, por eso choca más su cohesión y ciertas composiciones abrumadoramente bellas. Como fabuloso percusionista que es Van Tieghem, "Safety of Numbers" nos asombra por la multitud de estímulos auditivos en cada tema, una escucha atenta de composiciones como por ejemplo "Night of the Cold Noses" es una asombrosa experiencia, claro ejemplo de la capacidad magnetizante del de Washington. Prima el conjunto, una sucesión de efectos acústicos y electrónicos en la que sencillas melodías aportan su tímido toque de cordura, si bien se adivina un trabajo inmenso de identificación y vanguardismo, aunque con la facilidad de una publicidad y distribución aseguradas, en un buen momento de su discográfica. No por eso pierde la magia, pues lo que le puede faltar de espontaneidad lo gana en experiencia. Van Tieghem utiliza algunas de sus composiciones para ballet y teatro en este trabajo: el primer y espectacular sencillo, la novedosa "Galaxy" que empieza a marcar la pauta del álbum y de lo que es Van Tieghem (puro ritmo, energía que llena sin necesidad de melodía reconocible), y la antes mencionada "Night of the Cold Noses" (de ambiente sensual y turbador, a la manera de Patrick O'Hearn, apoyado por la flauta y por un instrumento eléctrico tan poco corriente como el Chapman stick -una especie de mezcla entre bajo y guitarra que se toca haciendo tapping-) pertenecían originalmente al ballet 'Rough Assemblange'; la rítmica pero algo atropellada "Future" (que se vale del Fairlight para crear notas que parten de la voz humana y acoplarlas a un entorno globalizante) y una brillantísima "All Safe" (melodía exultante de esencia misteriosa con voz femenina) a otro ballet, 'VII for VIII'; mientras tanto, "Crystals" (que se apoya en cuerdas de sonoridad oriental en un entorno meditativo) y la grata atmósfera de "Deep Sky" eran parte de la obra de Broadway 'The Alchemedians', de cuyo título toman su carga surrealista. "Skeleton Key" y "Clear" presentan ambientes tecnológicos, fantasioso el primero, urbano con un toque de acción el segundo, pero hay un trasfondo especialmente poderoso en algunos ambientes de sintetizador que ejercen de fondo de piezas altivas como "Thunder Lizard", la estupenda "All Safe", antes mencionada, o el plato fuerte de la obra, un sensacional y sorprendente colofón de título "A Wing and a Prayer", poesía hecha música moderna, un prodigio que reúne todas las buenas cualidades del resto del trabajo en un contexto más ambiental que la media, y que constituye una de las grandes composiciones de Private Music, como bien lo entendió la compañía al incluirla en el recopilatorio de 1989 "Some Music is Private Music" junto a otras grandes piezas de músicos ejemplares como Patrick O'Hearn, Andy Summers, Yanni, Suzanne Ciani, Jerry Goodman, Eddie Jobson o Tangerine Dream, es decir, emblemas de los primeros años de Private Music. En general, nos asalta en el trabajo un maravilloso aluvión de instrumentos de percusión (marimbas, gong, platillos, gamelán, tambores africanos, de metal, madera o cerámica, sonidos de radio y televisión, tubos, tuberías, latas de refresco, etc...), apoyados por guitarras, flauta, arpa o piano, en el que hace su aparición al sintetizador Ryuichi Sakamoto en dos de los cortes, y que está co-producido por Van Tieghem y por Roma Baran, productora de su amiga Laurie Anderson.

Viendo los originales videoclips de David Van Tieghem queda patente que lo suyo es una forma de vida, la de alguien que empezó tocando de muy pequeño con ollas y sartenes en la cocina de su casa. Sus performances demuestran tal dualidad que lo mismo se puede admirar a un genio de la percusión que observar a un divertido payasete extrayendo sonidos inusitados de cualquier elemento existente a su alrededor. Por supuesto, sus discos son de escucha aconsejada, en especial "These Things Happen" como obra primeriza y "Safety of Numbers" por su solidez y consolidación, con momentos de notable esencia urbana ("Galaxy", "Thunder Lizard"), ambientes muy estimulantes ("Night of the Cold Noses", "All Safe", "Skeleton Key") y una pequeña maravilla como colofón ("A Wing and a Prayer"). En la misma onda, "Strange Cargo" fue en 1989 la segunda y última referencia en Private Music de este sugerente y espectacular mago de las baquetas, que muchos años después, y tras ganar numerosos premios por sus proyectos para teatro y danza, continuó ofreciendo pequeñas dosis de sus capacidades en obras tardías como "Thrown for a Loop" (2009) o "Fits & Starts" (2013).







1.2.11

WOLFSTONE:
"Year of the dog"


Phil Cunningham es uno de esos artistas con tal maestría y sobrada calidad en su oficio que convierte en oro todo lo que toca. Este reputado acordeonista escocés participó activamente en la eclosión de Wolfstone, potente banda de rock celta de las highlands, las famosas tierras altas escocesas. Si bien comenzaban a despuntar por sí mismos, fue al producirles este auténtico maestro cuando llegaron sus grandes álbumes, "Unleashed", "The chase", y en especial "Year of the dog", un sólido y prodigioso disco en el que ninguno de sus cortes, cinco vocales y cuatro instrumentales, pasa desapercibido. Es precisamente Cunningham el que participa activamente en la composición de la mayoría de los instrumentales, que suenan a tradicionales celtas si bien sólo un puñado de ellos lo son realmente. Las inmensas piezas vocales, por otro lado, tienen la impronta de las cabezas del grupo, Duncan Chisholm y Ivan Drever, si bien es este último el más activo y acertado, por su autoría en solitario de canciones como "The sea king", "The brave foot soldiers" o "The braes of Sutherland". De este modo, la habitual combinación de vocales e instrumentales fruto de estas tres mentes prodigiosas, constituyen, como no podía ser menos, un trabajo único.

Publicado en 1994 por Green Linnet Records, potente compañía estadounidense especializada en música celta a la que llegaron tras su paso por la independiente escocesa Iona Records, Wolfstone demostró con "Year of the dog" que tras un disco fenomenal ("The chase") aún puede firmarse una obra maestra, que tiene el honor de contener varios clásicos indiscutibles de la música tradicional escocesa fusionada con el rock, como pueden ser "Ballavanich" y "The braes of Sutherland". Los momentos de gran calidad se suceden con una fluidez atípica, y pueden basarse en la voz de Ivan Drever, el violín de Duncan Chisholm o las guitarras de Stuart Eaglesham, sin olvidarnos de los teclados de su hermano Struam, el bajo de Wayne Mackenzie o la percusión de Mop Youngson. "Holy ground" es el potente comienzo, una canción que versa sobre el conflicto irlandés y la utilización de la religión como excusa para el uso de la violencia, y demuestra la implicación de la banda en los problemas sociales. Por ejemplo, "The brave foot soldiers" es un llamativo alegato del derecho al trabajo, y "White gown" trata sobre el ignominioso Ku Klux Klan. Es sin embargo "The braes of Sutherland" (sobre la problemática de la emigración) la gran canción del disco, presentada por una deliciosa flauta; la pureza de la entrada del violín en la segunda parte de la pieza (un reprise instrumental compuesto por Phil Cunningham de título 'The youngest ancient mariner') resume tanto el espíritu del grupo como su capacidad para enfocar y transmitir la magia de la supuesta música tradicional escocesa. No hay que olvidar "The sea king", viejo poema tradicional de las islas Orcadas arreglado por Drever que puede recordar en su tratamiento a las baladas de bandas míticas como Scorpions. En cuanto a los instrumentales, "Ballavanich" es el más destacado, una monumental y también emblemática pieza en dos tiempos, primero más lenta con melodía dominada por el violín ('The boys from Ballavanich'), y al final desbocado con ese mismo violín acompañado por una rítmica guitarra ('Mrs. Crehan’s'). Otros innombrables reels vienen recogidos en "The double rise", "Morag's set" y "Dinner's set", todas ellas con la fortuna de estar compuestas por Cunningham, Drever o repescadas de la tradición, e interpretadas por esta gran banda escocesa, que un año después endurecería un poco más su sonido en otro grandioso álbum, "The half tail", en el que la producción paso de las manos de Phil Cunningham a las de otro grande, Chris Harley.

Que Wolfstone continúe en activo en la segunda década del siglo XXI dice mucho de su aceptación popular y de la calidad innata de su formación, que ha tenido pequeños vaivenes con los años. Creado en 1989, más de una decena de discos les contemplan, y tras su paso por Iona Records y Green Linnet, en 2002 crearon su propia compañía, Once Bitten Records, con la que ese año publicaron "Almost an island". De calidad sobrada y fama merecida, incluso lejos de Escocia o de las conocidas como 'naciones celtas', "Year of the dog" (varias de cuyas canciones son parte del repertorio fijo del conjunto en directo) fue un sólido paso en su trayectoria, uno de esos discos que con su portentoso ritmo y acertado tratamiento son capaces de destacar en el conjunto de un estilo de música, la celta, que sabe admitir esas pinceladas distintivas, en este caso de rock, para complementarse y progresar.

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17.1.11

VANGELIS:
"Direct"

Después de muchos años fuera de su patria, que abandonó junto a Demis Roussos y Lucas Sideras en el tumultuoso año 1968, Vangelis volvió a instalarse en Grecia en 1987, con nuevo contrato discográfico con la compañía BMG/Arista, tras dejar Polydor. No suponía él que su estancia en Atenas iba a durar tan sólo el tiempo en publicar un disco, pero aparte de ese interesante trabajo, que es precisamente el que aquí nos ocupa, Vangelis tuvo oportunidad de empatizarse con su tierra y lograr una cierta inspiración que le permitiría relanzar su carrera. Ese Vangelis tan raro de ver en directo (en contraposición al mastodóntico Jarre, por ejemplo) ofreció dos conciertos en Atenas en septiembre de 1987 en beneficio de la Fundación para la Preservación de la Acrópolis. Curiosamente "Direct" fue el título de su siguiente álbum, publicado en octubre de 1988 por la mencionada Arista, aunque el 'directo' del título era de otro tipo, se refería a la grabación del disco de modo directo, sin agregar pistas, por medio de un secuenciador midi construido por el ingeniero Scott Bill Marshall sobre las exigencias de Vangelis, que por medio de botones y pedales controlaba cada parte de la música (instrumentos, tiempos, efectos de sonido, armonías, grabaciones, etc...) mientras interpretaba la música, garantizando la máxima espontaneidad, algo que por otro lado era una de las características esenciales de su forma de componer.

El efectismo del corte inicial, titulado "The Motion of Stars", no varía del más típico del Vangelis de siempre, el de inspiraciones cósmicas; este dinámico comienzo de secuencia oscilante conduce al primer tramo destacado del disco, una serie de composiciones acertadas en su unificación de ritmo, melodía y ambientalidad: "The Will of the Wind" presenta una difuminada suavidad con aires de world music por mediación de un teclado aflautado, alargando las notas finales de cada frase en un efecto muy atractivo (Enigma utilizará algo parecido dos años después en su grandioso "MCMXC a.D.") ayudado tanto por una machacona percusión como por un aguerrido fondo de supuesta guitarra. "Metallic Rain" es sin duda una de las mejores composiciones de la segunda mitad de la década de Vangelis, de tranquilo comienzo y desarrollo salpicado por esa 'lluvia metálica' que nos puede recordar a 'Blade Runner', roto por una contundente percusión que marca varios cambios de ritmo grandiosos. Notas cálidas, de piano eléctrico como el de grandes éxitos de antaño, ahondan en el lirismo de "Elsewhere", otra muestra de que las nuevas tecnologías no cambian lo más profundo de la esencia final de la música de Vangelis, si bien sólo llega a asomarse a la grandiosidad de aquellas joyas casi insuperables de los 70. Entre la potencia de "Dial Out", la excesiva facilidad de un "Ave" que llega a recordar a OMD, o el bucolismo de "First Approach" con la pasión de un chelo sintetizado, nos aguarda un segundo conjunto de lujo: la voz operística fluye en "Glorianna (Hymn a la Femme)" como una llama, logrando que el misticismo se apodere de la pieza como lo hará años después (en mayor medida) en el recordatorio a El Greco, aunque Vangelis experimentará con ese tipo de voces antes, en "Voices" o incluso en "1492: La conquista del paraíso"; la voz en este himno a la mujer, no acreditada, es de la mezzo-soprano Markella Hatziano. Otra melodía de esencia aflautada impera en esta segunda mitad del disco, la tarareable (aunque excesivamente lineal) "Rotation's Logic", de la que tal vez este gran artista pudiera haber sacado más jugo. La poesía del arpa acude con la deliciosa "The Oracle of Apollo" (donde se aprecia al técnica del rubato al acelerar y decelerar súbitamente el tempo), que asciende al Olimpo dando paso a otro de los grandes cortes del trabajo, una especie de himno de atrayente cadencia de título "Message", pleno de melancolía y emoción en su continua evolución a lo largo de siete minutos más que acertados, seductoramente envolventes. Para cerrar el CD (un tema que no estaba, como "Dial Out", en el LP), "Intergalactic radio station" es una pieza entretenida, algo rockera, que incluye en su final la voz de Casey Young. Con una extraña portada dominada por una ilustración entre pop y naif de Michael Rochipp (de título 'Shoot that Tiger'), "Direct" contó con un único sencillo, "The Will of the Wind" (con "Intergalactic Radio Station" en la cara B del single, y ese mismo tema y "Metallic Rain" en el CDsingle), y una remasterización en 2013 a cargo de Esoteric Recordings.

Publicitado por Arista en el emergente mercado de la new age -en especial en norteamérica-, "Direct" no es el disco más conocido ni más valorado de Vangelis, ni siquiera tuvo gran éxito ni se utilizó en ninguna banda sonora, sin embargo posee una sonoridad especial, esa magia que pocos son capaces de otorgar a sus composiciones. Si bien podemos destacar especialmente dos o tres cortes ("Metallic Rain", "Message", "The Will of the Wind"), se trata de un trabajo muy homogéneo, efectista, con numerosos momentos atractivos, multitud de ideas y un sonido de los 90 al final de los 80, directo al futuro pero paradójicamente consiguiendo sonar por momentos tradicional, antiguo. El proyecto inicial de Vangelis colocaba a este álbum como el primero de una serie de discos conectados que exploraban una amplia gama del espectro musical, desde el sinfonismo a la música étnica. Sin embargo parece que el proyecto acabó truncado por los cambios de residencia (de Atenas pasó a vivir en Roma), de compañía (tras un único disco con Arista recaló en East/West) y otro tipo de intereses que culminaron en el poco carismático "The City" y la exitosa banda sonora del film "1492: The Conquest of Paradise".

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31.12.10

PASCAL GAIGNE:
"Solisterrae"

Afincado en San Sebastián, NO-CD Rekords es un sello de músicas alternativas ('austera y orgullosamente independiente', señalan) con gran incidencia en artistas hispanos y en el orgulloso encuentro con las raíces (tanto del País Vasco como de otras comunidades, españolas o no), que lleva operando desde los años 90. Suso Sáiz, Jorge Reyes, la Orquesta de las Nubes o Joxan Goikoetxea y Juan Mari Beltrán fueron los que iniciaron un catálogo que se ha ido completando con la adición de trabajos -algunos de cierta relevancia- de Mathias Grassow, Ildefonso Aguilar, Luis Paniagua, Luis Carmona o el que aquí nos ocupa, Pascal Gaigne, un francés afincado en San Sebastián con gran experiencia en la composición de música para cine, danza o teatro, para las que unifica según la ocasión sus estudios clásicos, ensoñaciones de cámara, tímidos movimientos jazzísticos o su gran pasión por el folclore vasco. En 1996, y después de ser aclamado por otra obra publicada en NO-CD, la banda sonora para la premiada película de Víctor Erice "El sol del membrillo", publicó un delicioso álbum que engloba sentimientos, influencias dispersas y composiciones para teatro, logrando un estimulante collage sonoro que tituló "Solisterrae".

Once temas componían esta referencia número 15 de NO-CD Rekords, que contaba con una bonita portada y diseño del libreto, bien surtido de datos y fotografías. La música presentada, enteramente instrumental, suponía un pequeño recorrido vital para Pascal Gaigne no exento de cierta emoción, pues dos de las composiciones están dedicadas a su padre y a su hijo, que en breve período de tiempo habían abandonado y llegado a este mundo, respectivamente, y a los que honró con "Étoiles" (que realmente proviene del documental "Les étoiles de la fôret Maya") y "Manu's dream" (donde el arpa, la cítara y los vientos se funden en un aire infantil), dos cortes melancólicos y de privadas impresiones en los que destacan el oboe de Hervé Michaud y el piano de Karlos Giménez entre violonchelo y violines. "L'enfant debout", que Gaigne califica como una obertura, proviene de la obra de teatro francesa de igual título y simboliza la energía de la infancia, para lo que se vale del movimiento, un clasicismo de sonido fresco y muy moderno, con semejanza al minimalismo (por asignación más que por definición) del belga Wim Mertens, que también gusta de usar violines y vientos (oboe, flauta y clarinete) en sus composiciones. La instrumentación, muy completa y en la que -como en la mayoría del disco- no interpreta el propio Gaigne (que confía en otros destacados virtuosos), también incluye violonchelo, arpa, contrabajo y piano. Pascal sí que entra directamente en el juego del siguiente corte con su instrumento primordial, la guitarra (acústica de 12 cuerdas, en este caso), en una canción popular de las baleares titulada "Canço de picat" que requería un estilo folclórico que nos resulta cercano a guitarristas de excepción como Michael Hedges. En una tercera dirección, que combina las dos anteriores, se encuentran composiciones como "Digitales" (folclore imaginario inspirado en una flor tan bella como venenosa) o la paisajista "Finisterrae" (visiones desde Galicia a Noruega, con una excepcional guitarra, de nuevo del autor), mientras que "Harrian herria" es una entrada muy directa al folclore vasco por la contundencia de la txalaparta -interpretada por Luis Camino- además del aire festivo de una pieza destinada a un documental del Instituto Cultural Vasco, que tiene su continuación en la rítmica y también alegre "Petits pas". Como se puede observar, las múltiples procedencias e influencias de las composiciones obligan a diversos cambios de registro, con varios momentos de calidad entre los que se puede destacar especialmente "Ekilore" o la excepcional, muy completa y absolutamente fílmica, "Herederos del mar". En 2011, quince años después de la publicación del álbum original, Quartet Records reeditó el trabajo en una versión remasterizada con un segundo CD que incluía material inédito, trece nuevas composiciones para más obras de teatro, danza y cine del compositor francés.

Antonio Pinheiro da Silva, experimentado productor de Madredeus, Rodrigo Leão y Dulce Pontes, aportaba su peculiar toque y experiencia en "Solisterrae", en el que el intérprete inglés de cítara Andrew Cronshaw tiene una importante implicación a través de su cítara eléctrica, de la que no sólo queda su sonido sino la magia especial de su sentida interpretación en piezas como "Nomades" o "Manu's dream", así como la concertina en la hermosa "Ekilore", que cierra deliciosamente el trabajo rindiendo tributo a un personaje femenino del cuentacuentos vasco Koldo Amestoy. Resumiendo, hay que reconocer que Pascal Gaigne, que ha continuado ilustrando con su música multitud de audiovisuales, consiguió con "Solisterrae" un trabajo variado y placentero de sonido sólido y ameno, un álbum artesano salpicado de delicias que han servido para ilustrar obras de teatro, espectáculos de danza, o que ahondan en esa fantasmal frontera entre la música de cámara y el folclorismo.





19.12.10

OYSTEIN SEVAG:
"Global house"


"Tengo una profunda necesidad de silencio (...) Prefiero el silencio a la música". Son palabras del noruego Oystein Sevag, un estupendo artista al cual la timidez de su infancia le hizo concentrarse muy temprano en la música, concretamente en el piano, demostrando poseer un estupendo oído. Afortunadamente esa necesidad de silencio no le impidió crear una serie de discos maravillosos desde que, desalentado por la negatividad de la industria, fundara en 1988 su propia compañía, Siddhartha Spiritual Records, inspirado por la novela de Hermann Hesse 'Siddhartha', definida por el mismo como un 'poema hindú', en la que entraban en juego elementos meditativos, espirituales, los mismos que imperan desde mediados de los años 80 en la vida y en la música de este artista que, sin horarios de trabajo, necesita simplemente encontrar la inspiración. Ya instalado en la eficaz compañía Windham Hill, que reeditó su primer trabajo, el soberbio "Close your eyes and see", 1993 fue el año de un correcto "Link", de marcada ambientalidad e improvisación jazzística, del que hay que destacar sobre todo una grandísima maravilla de título "The door is open". Fue sin embargo más notoria la publicación en 1995 de "Global house", álbum completísimo y de contagiosa alegría en el que, como sucede con toda su obra, Oystein derrocha elegancia por los cuatro costados.

Producido por él mismo, "Global house" incorpora a la música de Sevag una fascinante búsqueda en las músicas del mundo asociada a la continua investigación de este músico noruego que, sin dejar de lado el jazz, y como ya atisbábamos en "Link", se centra en un acercamiento a fórmulas neoclásicas. Así, teclados, guitarra, saxo o trompeta se unen por un lado a percusiones o didgeridoo y por otro a chelos y, por primera vez en sus discos en solitario, violines. "Song from the planet" es una entradilla rítmica que parece homenajear algunas notas de su éxito del anterior éxito "The door is open", y presenta de golpe la importancia en la totalidad del álbum de las variadas y contundentes percusiones de Sergio Gonzales y Rune Arnesen, junto a los cálidos y ya característicos teclados de Oystein Sevag. No falta en esos teclados ni un componente ambiental (son protagonistas únicos en "Behind the mirror"-un final relajado- y esa oración que supone "Psalm" y coprotagonistas en "Song from the planet" y "Evening) ni la dulzura de las notas pianísticas que protagonizaron su inicio en la música a los 5 años. Interpretado en dos temas de este disco por Zotora Nygard, el didgeridoo es un extraño instrumento australiano de viento que por su carácter rítmico suele usarse de fondo, casi como otra percusión más; lo escuchamos en la ambiental "Back in the jungle" pero esencialmente en el tema que da título al álbum, un "Global house" inspirado parcialmente en su éxito "Norwegian mood" de su anterior trabajo. Es ahí y en la siguiente composición, la pegadiza "Norwegian mountains", donde más brilla el saxo de Bendik Hofseth, elaborando completas y bellísimas melodías marca de la casa. La guitarra acústica de otro de los incombustibles amigos de Sevag, Lakki Patey, deposita su magia y un extraordinario intimismo en composiciones como "Evening", mientras que en "Birds flying" se respira la necesidad de la improvisación con un resultado supremo, en una fiesta de sonido jazz abierto al mundo. Pero es la incorporación de violines y violas lo que acaba otorgando un toque especial a ese ya de por sí completísimo conjunto, más acústico de lo que solía ser habitual hasta la fecha en la música de este escandinavo que pretende llegar a los corazones de la gente: "Paris" es una de las canciones más bonitas y sentidas del álbum, una suave y grata melodía en la que se puede literalmente vislumbrar el mágico ambiente de los boulevards parisinos (de ella dijo que le ayudó a descubrir lo agradecido que es trabajar exclusivamente con instrumentos acústicos, que ayudan a sacar a la luz la arquitectura de las músicas), mientras que con "Reflection" básicamente sobran las palabras, pues nos encontramos ante una de esas deliciosas miniaturas que perdurarán para siempre en la memoria, una composición especial, limpia, melancólica, verdaderamente hermosa, que formó parte del recopilatorio "In search of angels". Incluído en "A winter's solstice vol.IV" ese mismo año 1994, "Crystal palace" es otra maravillosa pieza corta, de las mejores compuestas por el noruego, donde se impone la delicadeza del conjunto en una acertada poesía musical que parece recrear fríos paisajes desde una ventana agraciada por el calor del hogar. Ramón Trecet la rescató para su compilación "Diálogos con la música". Al año siguiente, para el volumen V de dicha compilación del sello Windham Hill, Sevag entregó "My heart is always moving", sencilla pero acertada adaptación de un villancico tradicional escandinavo. "Childrens Song" sería la siguiente pieza inédita incluída en recopilatorios del sello californiano, y en esta ocasión, al ser para el álbum "Piano sampler II", se trata evidentemente de un tranquilo solo de piano, correcto aunque se eche de menos esa completa instrumetación que tan bien sabe combinar este artista. 

"Global house" no es cronológicamente el álbum siguiente a "Link" en la discografía de Oystein Sevag, si bien sí que lo es en su publicación a nivel mundial. Esto es así porque Windham Hill decidió que "Visual", una colaboración bastante ambiental entre Sevag y Lakki Patey que publicó Siddhartha en noruega en 1994, podía confundir al público, por lo que decidió encargar a Sevag otro álbum de similares características a "Link", para publicar "Visual" posteriormente. Cuestiones como esa y un futuro cambio de dirección artística de la compañía, acabarían por forzar su cambio hacia Hearts of Space, que publicaría en 1997 "Bridge", que como sus posteriores álbumes, presentan un jazz ambiental y neoclásico de escucha relajada, pero donde se ha perdido algo de frescura y la facilidad para las melodías pegadizas que popularizaron al Sevag de los 90. Mientras tanto, aún en 1995, se percibe en "Global house" una conciencia global, un aura espiritual común en todas las composiciones, que podrían actuar como una sola. Más melódica que la de su compatriota Jan Garbarek, la música de Sevag se mueve por terrenos delicados, melancólicos, pero de fuerza y convicción, la que le llevó al éxito y le forjó un nombre respetable en la tríada de clásica, jazz y new age.

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5.12.10

VARIOS ARTISTAS:
"Música sin fronteras"

En la facilidad de los discos recopilatorios está la facultad, en muchas ocasiones, de poder abrirnos los ojos. Algunos de ellos son como un bautismo en ciertos tipos de música, un vehículo que resulta más fiable cuanto mejores son los medios, las intenciones y, por supuesto, la elección de las músicas en ellos recogidas. La new age, ese término tan en alza en los 80, necesitaba un afianzamiento de sus intenciones en nuestro país, y este llegó en 1991 por medio de GASA (Grabaciones Accidentales, S.A.), sello discográfico español que comenzó como independiente a comienzos de los 80 para publicar los trabajos del grupo Esclarecidos y afines, y continuó por caminos comerciales cuando grabaron en él grupos como La Dama se Esconde, Seguridad Social y Duncan Dhu. Hasta ese momento la música conocida como 'new age' se había empezado a colar en ciertas compañías, distribuidoras, programas de radio y en los estantes de las tiendas, pero el auge que va a cobrar en los 90 iba a traer a España un mayor número de referencias, documentación y por supuesto eventos en directo, logrando incluso los artistas de mayor calidad y algún que otro locutor de radio de gran talento y mejor ojo una enorme popularidad.

Dieciséis canciones se dan cita en esta compilación doble de diseño sencillo y elegante, una obra de Antonio Bueno titulada 'El jardín' que llamaba poderosamente la atención, y que la compañía tuvo el acierto de adecuar en cada una de las continuaciones con pequeños cambios en el motivo floral. De premio. El título, rotundo y definitorio, pudo contribuir a su éxito, si bien hay que decir que la compañía Venture (filial de Virgin) ya denominó "Music Without Frontiers" a una serie de recopilaciones de sus músicas instrumentales unos años antes. Comenzar con el clásico de Wim Mertens "Maximizing the Audience" es toda una declaración de intenciones musicales. De muy buenas intenciones, por supuesto, las que conducen por nuevos caminos, en los que no cuentan cifras, duraciones o radiodifusiones masivas, sino destreza, innovación, sensibilidad, calidad en definitiva. En las cuatro partes de que consta "Música sin fronteras" se pueden distinguir otras tantas tendencias agrupadas en orden: en la primera nos encontramos con seis nuevos clásicos con querencia al minimalismo, denominación en la que destacan especialmente Wim Mertens, Michael Nyman (del que escuchamos el conocido "Chasing Sheep is Best Left to Shepherds") y Philip Glass ("The Photographer Act. I - A Gentleman's Honor"), con la inclusión del renombrado clarinetista Richard Stoltzman (con su impresionante "Begin Sweet World"), la teclista Suzanne Ciani ("The Velocity of Love" es el tema elegido) y el pianista irlandés Mícheál Ó Súilleabháin ("The Plains of Boyle", de su disco "The Dolphin's Way"). La segunda parte atildaba en un jazz ligero, con los nombres del grupo de jazz The Lounge Lizards, liderado por el saxofonista y actor John Lurie ("Bob the Bob"), del guitarrista y productor español Adolfo Rivero (que contribuye con un sorprendente tema de título "Follow Me", una de las sorpresas de la recopilación) y con el grandísimo clásico de la música en general "Ese amigo del alma", del argentino Lito Vitale. Un envolvente ambiental electrónico nos recibía en la tercera parte, desde el renombrado "Cafe del mar" de Frank Fischer hasta otra sorpresa con sones de dulcimer, "Galapagos" del grupo alemán Never Been There, pasando por ese renombrado experimento que supone "Poem Without Words II - Journey by Night" de la vocalista inglesa Anne Clark, y el siempre cumplidor Vangelis, del que aciertan incluyendo el corte "Metallic Rain" de su trabajo "Direct". La compilación acaba con tres temas con elementos de world music, del teclista alemán Mike Herting ("The Cutting of the Trees"), nuestro Luis Delgado ("Top Kapi Saraji" era uno de los cortes destacados del documental "Alquibla") y Le mystère des voix bulgares ("Mrs. Nedelja became famous"). Ese año del éxito de Juan Luis Guerra y del "Aidalai" de Mecano, que ocuparon los mejores puestos en las listas de ventas, "Música sin fronteras" obtuvo unas cifras discretas pero sorprendentes para este tipo de música, llegando al número 28 en dichas listas, en las que permaneció doce semanas. A tenor de ese éxito resultaba evidente que, con el retraso que culturalmente solíamos acumular en este país, se había abierto un nuevo mercado, muy apetitoso por sus expectativas de crecimiento. Sin duda el consumidor poco avispado no iba a poder distinguir con claridad sombras y luces en ese nuevo mundillo, por lo que este tipo de recopilatorios iba a ser un vehículo fundamental para la selección y el descubrimiento de nuevas maravillas musicales, un puñado de las cuales conformaban el primer volumen de "Música sin fronteras", que no hay que confundir con otro recopilatorio que DRO publicó en 2001 con el mismo título, pero que andaba por los caminos del chill out que estaba en boga en aquella época (de hecho el subtítulo era 'Una aproximación a la música ambient y Chill Out'), con gente como Nittin Sawhney, Morcheeba, Orbital o Groove Armada. Sin embargo, sí que hay que hablar de una serie de continuaciones que siguieron aumentando nuestra riqueza musical y minándonos el bolsillo: ese mismo año 1991 se publico "Música sin fronteras volumen II", con niveles de calidad cercanos a su antecesor, y en los próximos años se publicarían los volúmenes III, IV, V y "Música sin fronteras, lo mejor", que no era una 'recopilación de recopilaciones' sino la sexta y definitiva entrega de la saga.

Quince años después del lanzamiento de "Música sin fronteras", GASA publicó una segunda edición, "Música sin fronteras Revisited", con idéntica presentación aunque unas pequeñas variaciones en el listado de temas: extrañamente eliminados los de Mícheál Ó Súilleabháin y Lounge Lizards, fueron sustituidos por dos composiciones inéditas de Wim Mertens ("Positively Imperative" y "The Scene") y una de Seoan titulada "Myati". Los creadores de la idea original expresaron en esta revisión que con este compendio de temas pretendían "eliminar las barreras infranqueables (...) que separaban estos tipos de música de otras bellas artes que encasillan a cada músico en un estilo musical, que popularizan más a los principiantes de aspecto atractivo que a los profesionales dedicados, que limitan el desarrollo artístico de todas las personas". Lo que se puede asegurar es que en esta doble maravilla no sobraba absolutamente nada, y a pesar de contar con grandes estrellas, tampoco se puede decir que fuera a lo más fácil. De hecho, el esfuerzo compilador reunió a artistas de los sellos Les Disques du Crépuscule, Virgin Records, BMG Ariola, CBS, Verabra Records, Intuition Records, Ciclo 3, RNE, Innovative Communication y Jaro, consiguiendo que hubiera más calidad en un sólo minuto de esta recopilación que en una hora de cualquier radio comercial al uso.

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LUIS DELGADO: "Alquibla"








22.11.10

KROKE:
"Ten pieces to save the world"


Klezmer es un término yiddish que está muy en boga en los últimos años, con el que se denomina a la música de los judíos de la diáspora (más popularmente se asocia a la música tradicional de los judíos del este de Europa), en pequeños grupos de carácter exclusivamente instrumental que usan mayoritariamente violín, acordeón, contrabajo, clarinete y percusión. La emigración en masa en el cambio de siglo del XIX al XX a los Estados Unidos hizo florecer este evocador estilo en aquel país de oportunidades y mezclas culturales, al menos hasta la segunda guerra mundial, para encontrar un nuevo auge a partir de los años 70. Polonia fue uno de los mayores asentamientos de comunidades judías en la Europa del este, y de la bellísima ciudad de Cracovia (su barrio judío, Kazimierz, es para perderse) proviene el grupo Kroke -que precisamente significa 'Cracovia'-, una de las actuales referencias indispensables de este tipo de música.

"Ten pieces to save the world", grabado entre junio de 2001 y diciembre de 2002, y publicado a comienzos de 2003 por Oriente Musik, era el quinto álbum de este trío fundado en 1992 por Tomasz Lato (contrabajo), Tomasz Kukurba (violín) y Jerzy Bawol (acordeón). Steven Spielberg se fijó en ellos -instigado por su esposa, Kate Capshaw, que les vio actuar en el restaurante Ariel- cuando rodó en Cracovia "La lista de Schindler", y les puso en contacto con Peter Gabriel, una oportunidad que no desperdiciaron y les abrió las puertas del mercado internacional gracias a trabajos como "Trio" (magnífica muestra de una música adictiva, de gran ritmo e interpretación, que les dio a conocer), "Eden" (que demuestra definitivamente la fuerza y la consolidación del grupo) o "The sounds of the vanishing world" (integrado con la world music, dando lugar a soberbias2 muestras melódico ambientales que forman parte del repertorio fijo de la banda, como "Time", "Earth" o "Love). El recibimiento de "Ten pieces to save the world", "Sun", es grato y tranquilo, con esa ambientalidad orientalizada que desprende el klezmer, para cobrar un extraño -por lo lejano- ritmo hispánico hacia la mitad de la pieza, una fusión tan accesible como bien encauzada. Son sin embargo las cuerdas del contrabajo, no de la guitarra, las que empujan esta música, y por esos lógicos fueros continúa en una especie de improvisación de título "Desert", pero si bien también se nutre de licencias entre el folclorismo y el jazz, es la melodía estudiada la más agradecida en el disco, la que Kukurba extrae de su violín endiablado en una acertadísima y bailable "Childhood", y sobre todo en "Usual happiness", la auténtica obra maestra del trabajo, sublime y pegadiza pieza, tan contundente como sencilla). También cabe loar el acordeón en la folclórica "Dream" o el contrabajo con su fenomenal ritmo en "Light in the darkness (T4.2)", otra de las cumbres del álbum. "Cave", que es como un tren partiendo, queda como un tema extraño (atención a las percusiones vocales) pero de agradable sensación peliculera, como la de "Take it easy" con sus efectistas scat y silbidos a lo Ennio Morricone, dignos de ver reproducidos en directo. Mientras esa efectista pieza y las de melodía recordada entran subrepticiamente en nuestra conciencia, otras se dejan querer lentamente como la lírica "Mountains" o "Hope", ya que aunque en la actualidad este tipo de música es eminentemente pagana, esta despedida del disco es de una soterrada esencia religiosa, o tal vez en esa calma simplemente brille la llama de la esperanza, la que emana de estas 'diez piezas para salvar el mundo'.

Como el arte cinematográfico de otro famoso judío universal, Woody Allen, la música de Kroke -y eso se respira mayoritariamente en sus directos- goza de un extraordinario y en cierto modo satírico sentido del humor. Lo que en el estudio, con una estupenda producción de Darek Grela (el cuarto miembro del grupo en la sombra) es un sonido impecable, a la luz de los focos es una maquinaria perfecta, una conjunción admirable otorgada por el paso de los años compartiendo escenario y vivencias. Aunque el klezmer siempre ha estado ahí, grupos como Kroke, Klezmatics o Jascha Lieberman Trio han conseguido llegar con ingente calidad a un más amplio público que, lejos de distinciones y orígenes, sólo está dispuesto a admirar la belleza de composiciones como "Usual happiness", "Childhood" o "Light in the darkness". Y aunque no sirvan para salvar el mundo, qué bien hacen en nuestro espíritu.

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