28.9.07

VARIOS ARTISTAS:
"An Evening with Windham Hill Live"

Conocidos de sobra para los incondicionales de la música instrumental contemporánea son los tímidos pero contundentes inicios de la compañía Windham Hill, así como ese espíritu de 'gran familia' que imperaba entre los grandes músicos de esa inmortal discográfica californiana, una sensación que se fue extendiendo también desde entonces en otras grandes firmas de las nuevas músicas que al conseguir configurar un catálogo de nombres en buena armonía, facilitaban la interactuación entre ellos. Pero dejando aparte las colaboraciones de unos con otros en sus trabajos, o las reuniones en discos de recopilación con temas exclusivos, la mejor excusa que se le ocurrió a William Ackerman -genial guitarrista y fundador del sello- para humanizar la propuesta de la 'colina de los artesanos', fue llevar la música directamente hasta el público. Y así fue como diez grandes intérpretes incluidos en la nómina de Windham Hill se juntaron a finales de 1982 en una pequeña gira estadounidense que les llevaría, con lógico éxito, hasta Boston, Nueva York, San Francisco y Washington, entre otras importantes ciudades. Fue en los dos conciertos del Berklee Performance Center de Boston donde se grabó este disco publicado en 1983, corto en su duración pero de un gran interés para los seguidores de este mítico sello, que pasaba en esa época por su momento más álgido e interesante para cualquier melómano.

Aprovechándose de las mejoras en la calidad de la grabación digital, Will Ackerman tuvo la gratificante idea de registrar aquellos conciertos de Boston, para ofrecerlos a los que no pudieron disfrutar de aquella gira primigenia. Efectivamente, en "An Evening with Windham Hill Live" se puede sentir y respirar lo que era esa exclusiva música y lo que fueron aquellos conciertos, en un plástico indispensable. Siete composiciones llenan el álbum, compuestas dos de ellas por Michael Hedges, dos por Alex de Grassi, otras dos por Will Ackerman (hasta ahora todos guitarristas) y la última por George Winston y John McLaughlin (genios del piano y la guitarra, respectivamente, si bien el último, que no pertenecía al plantel de Windham Hill, no participó en el concierto, sólo firma la segunda parte de la pieza). Es Michael Hedges el que abre el espectáculo con un impresionante 'solo' de su clásico "Rickover's Dream", y es precisamente en directo donde impacta la genialidad de este malogrado guitarrista -fallecido en 1997 en un accidente automovilístico-, capaz con su dominio del tapping de levantar al público de sus asientos; Hedges cede también el cuarto tema del álbum, "Spare Change", que interpreta junto a su eterno amigo y gran bajista Michael Manring -sorprendente el sonido que consigue extraer de ese instrumento, el bajo sin trastes- y la pianista Liz Story, en una agradable conjunción de cuerdas y teclas. Los dos temas firmados por el guitarrista Alex de Grassi son de lo mejor del disco, tanto la interpretación en solitario de una de sus más recordadas composiciones, "Turning: Turning Back" -título de su primer álbum en Windham Hill cinco años atrás- como sobre todo el que también tituló su tercer trabajo, "Clockwork", una pequeña joya a la que el lyricon -aquel curiosísimo saxo electrónico- de Chuck Greenberg le otorga ese sorprendente lirismo que desbordaba en los discos del imprescindible grupo Shadowfax, sin olvidar las contribuciones de Manring al bajo, Darol Anger al violín y Michael Spiro a la percusión. También el lyricon de Greenberg y el bajo de Manring realizan su sincero acompañamiento al tercer compositor / guitarrista de esta serie de conciertos, el fundador de la compañía en cuestión, Will Ackerman; la canción, suave, sencilla y embriagadora, lleva por título "Visiting", y da paso a uno de los clásicos de Ackerman, "Hawk Circle", para el que hace su primera aparición el pianista George Winston, plasmando en vivo su dueto del álbum de Ackerman "Passage". Es precisamente el extravagante Winston el que concluye el disco en solitario con su estilo personal al piano interpretando "Reflections / Lotus feet" y, lógicamente, encandilando a la audiencia, que posiblemente haya tenido que frotarse los ojos al ver desfilar por el escenario a todos estos magistrales y admirados intérpretes. El disco tuvo también una pequeña edición en vinilo negro traslúcido.

Al margen de diversos DVD's con música de Windham Hill sobre imágenes de la naturaleza, uno en particular reclama nuestra atención al tratarse de la grabación en imagen de un concierto parecido al comentado en estas líneas: "Windham Hill in Concert" recoge temas de Will Ackerman, Scott Cossu, Michael Hedges y Shadowfax interpretados en directo por esos mismos músicos en 1986, en el cual sólo un tema de Ackerman -"Visiting"- repite respecto al disco aquí comentado, y se cuela entre otros grandes clásicos como "The Bricklayer's Beautiful Daughter" o "Aerial Boundaries"). En la actualidad otros artistas de Windham Hill continúan ofreciendo su música en vivo en el llamado 'Winter Solstice Tour'. Se puede disfrutar con el sempiterno Will Ackerman y otros nombres míticos como Liz Story, Phillip Aaberg o Darol Anger, en una serie de shows que, aún carentes del enorme poder de convocatoria de los Hedges, Greenberg o Winston, siguen siendo exitosos y por supuesto altamente recomendables casi veinticinco años después de aquellos primeros eventos que quedaron registrados en este corto pero magistral recopilatorio.

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21.9.07

YANNI:
"Out of Silence"

El comportamiento del mercado norteamericano, al menos en lo musical y también en referencia a las nuevas músicas o a la más pura new age, en ocasiones llega a premiar más la popularidad de un artista que la calidad (aunque a veces ambas puedan ir de la mano). Uno de los ejemplos más claros es el de John Tesh, un conocido presentador de televisión neoyorquino que arrastraba multitudes con su piano, pero otro más interesante, por su mayor repercusión en el resto del mundo y la magia impresa en sus creaciones, ha sido el de un griego de lacia melena oscura y frondoso bigote que encontró un gran éxito en Estados Unidos gracias a su emocionante y altiva música, pero también a su relación de casi diez años con la conocida actriz estadounidense Linda Evans. Su nombre, Yanni Chryssomallis, aunque sea más conocido simplemente como Yanni.

Private Music, el sello discográfico que fichó a Yanni en 1986, encontró un filón en este artista nacido en Kalamata (Grecia) en 1954, que llegó a Estados Unidos a los 18 años para estudiar psicología en la universidad de Minnesota. Su gran éxito le llevó a alcanzar unas cifras de ventas sorprendentes para un músico instrumental, en especial con su álbum "Live at the Acropolis", pero la calidad de sus composiciones -Linda Evans al margen-, está plasmada en sus discos, y su éxito se fue labrando canción a canción. "Optimystique" fue una apuesta inicial bastante electrónica (con sobrantes efectos de sonido) pero de atractiva sonoridad en una marcada influencia helena. Años después, tras un interesante aunque aún no redondo "Keys to Imagination" donde Yanni se supo desmarcar de la electrónica más vulgar consiguiendo extraer sonoridades orquestales en grandes composiciones como "Nostalgia", llegó en 1987 un disco soberbio, en especial por la eficaz combinación de unas melodías románticas de piano que acabarían siendo características del músico griego, con otras tremendamente rítmicas (mucho más depuradas y elaboradas que las que habíamos podido escuchar anteriormente), con una fuerza, expresividad y producción sorprendentes. Multitud de sonidos carismáticos engalanan este álbum titulado "Out of Silence", melodías gratas, incluso espectaculares, como la que abre el trabajo, "Sand Dance", trepidante bienvenida de notas enaltecedoras. Tras ella, escuchamos la delicada "After the Sunrise" (que sigue la línea de "Nostalgia", incluido en "Keys to Imagination" o de "Farewell" en "Optimystique"), gozosa demostración de esa capacidad de Yanni para conseguir que su música, basada en su mayoría en los teclados, suene cercana y cálida como si la interpretara una orquesta sinfónica. Sin momento para el respiro llega uno de los momentos culminantes del disco, la grandiosa "Standing in Motion", radiada hasta la saciedad; el poderoso cambio de ritmo de esta genialidad marca otra de las características de algunas canciones del teclista heleno, divididas en dos partes bastante diferenciadas, por lo general una entradilla de piano atmosférico complementada por una tarareable explosión de fuerza. En un disco que no presenta momentos de desperdicio, no hay que olvidarse de otra melodía de excepción titulada "Within Attraction". Cercada por otros cortes más rítmicos como son las poderosas "Street Level" y "Point of Origin", "Secret Vows" es puro lirismo atmosférico, una tranquila pieza contenida también en aquel estupendo recopilatorio tan recordado titulado "Polar Shift: A Benefit for Antarctica". La influencia de su amada Grecia se palpa en la nostálgica "The Mermaid" y aún más claramente en "Acroyali", todo un homenaje, como lo es todo el disco, y así figura en el libreto, al pueblo de Kalamata. Para acabar, "Paths on Water", otra destacable pieza movida (posiblemente sean éstas las que más destaquen en el conjunto del disco, si bien la ambientalidad más romántica es también loable) en una sensacional alternancia de fuerza y delicadeza que conquistó a millones de oyentes. Una de las más extrañas curiosidades asociadas a Yanni y concretamente a su tema "Standing in Motion", pasa por un concepto tan difícil de comprender como la psicopictografia o 'pintura mediúmnica'. Se trata de un proceso por el cual un médium consigue plasmar casi fielmente en sus lienzos, obras pictóricas preexistentes, gracias a la influencia de, presuntamente, un espíritu con conocimientos pictóricos. El brasileño Luiz Antonio Gasparetto, uno de los más importantes psicopictógrafos, se dejaba llevar en sus trances por "Standing in Motion", como se puede ver en uno de los programas de la serie del doctor Jiménez del Oso 'En busca del misterio'. Realidad o fraude, ¿qué mejor música para dejarse atrapar por los espíritus?

Teclista autodidacta, Yanni tiene su propio sistema de notación musical. Para él los sintetizadores son sólo un medio para expresarse, pero no suenan distantes porque los toca directamente, no usa el ordenador. Imaginativamente, y en contraposición al romanticismo que desprende, hay algo épico en la música de Yanni, un detalle en algunas de sus composiciones que, aunque suene extraño, y en concordancia con su origen griego, se puede calificar como 'espíritu olímpico' (no en vano en su juventud fue un gran nadador, llegando a alcanzar el récord nacional de Grecia en 50 metros estilo libre). Ese matiz grandilocuente se acrecienta con la magnitud de la orquesta en sus discos en directo, y podemos admirarlo en temas como ese "Standing in Motion" incluido en este estupendo disco. Aunque tras la ruptura con Linda Evans atravesara una mala racha, en la que sufrió la muerte de su madre y una acusación de malos tratos de su nueva pareja, la carrera de Yanni (o al menos su imagen y el recuerdo de sus grandes trabajos) puede volver a encauzarse, si bien eso debe pasar por su propia felicidad; como él mismo dijo cuando estaba en la cumbre, ¿de qué sirve vender millones de discos si uno no es feliz?

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12.9.07

MICHAEL NYMAN:
"The Draughtsman's Contract"

Es difícil encontrarnos actualmente con algún apasionado de la música que no sepa quién es Michael Nyman. Partiendo de una visión muy personal de la orquesta, este londinense nacido en 1944 se ha creado fama y respeto en el panorama musical actual. Nos hallamos ante un músico especial, una personalidad única en las nuevas músicas de finales del siglo XX, su música para películas ha ido adaptándose hasta su inconfundible y elegante estilo propio -más allá del minimalismo que él mismo se encargó de denominar cuando era crítico musical en The Spectator-, pero sus comienzos estuvieron marcados por su amistad con el excéntrico director de cine Peter Greenaway, cuyas películas se encargó de musicalizar Nyman. Y es que aunque en la carrera de Michael Nyman haya un antes y un después de "El piano", su inflexión más importante es Peter Greenaway. En sus películas encontraba la forma de expresión idónea, siendo la relación entre ambos absolutamente simbiótica, el tándem se complementó a la perfección en la búsqueda de nuevas expresiones visuales y auditivas, y en lo referente a lo musical se consiguió un extraordinario dinamismo. Cada pieza está elaborada con un gusto exquisito en torno a un minimalismo melódico de cámara, en absoluto extremo y muy fácil de escuchar y disfrutar. Esos maravillosos trabajos (los más conocidos son "The Draughtsman's Contract", "Drowning by Numbers" y "The Cook, the Thief, his Wife and her Lover") parecen más experimentos del propio Nyman que bandas sonoras, y eso se debe no sólo al genio del compositor sino también a la curiosa forma de trabajo con el cineasta por la cual, en vez de componer sobre la película terminada como es habitual, lo hacía anteriormente al rodaje sobre las ideas que Peter le explicaba, así Nyman no se limitaba a componer para las imágenes del cineasta, sino que ambos trabajaban por separado en completa libertad y se hacía un curioso encaje, a veces algo forzado, en el montaje final. Este ambicioso pianista entró de lleno, como él mismo ansiaba, en el desarrollo emocional del film, y en concreto para "The Draughtsman's Contract" ('El contrato del dibujante' en España, coproducción anglo-holandesa de 1982, que vio publicada su banda sonora en varias ediciones por Charisma, DRG y Virgin Records, y reeditada en 2005 por el sello del propio Nyman, MN Records) encontró base en el compositor barroco inglés Henry Purcell.
 
Purcell era un consumado musicólogo -como el propio Nyman- además de compositor de éxito, y usaba una técnica que Nyman y Greenaway optaron por utilizar en el 'soundtrack', la del bajo ostinato. Nuestro músico indagó en la biblioteca de música de la Purcell Society y seleccionó una serie de composiciones de Purcell en las que basó su trabajo para el film, ambientado en el siglo XVII. Aunque funciona a la perfección como banda sonora, este trabajo va mucho más allá y presenta una línea estilística -ya explotada en las primeras colaboraciones con Peter Greenaway- digna, en su conjunto, de pasar a la historia de las nuevas músicas, tanto como las de otros minimalistas norteamericanos: "El aspecto americano de mi obra podría verse en la capacidad para combinar la flexibilidad y aperturismo de Cage con la completitud del proceso minimalista. El resultado es totalmente diferente de los componentes, y todo ello combinado con una estructuración europea que determinará la forma de la pieza. Al final nadie puede confundirse con las características de mi estilo, a pesar de los paralelismos que algunos pretendan establecer entre mi música y la de Philip Glass: ello es porque no han escuchado estas músicas con atención. Tenemos cosas en común, como es lógico que suceda entre compositores que trabajan en una misma época, pero creo que hay aspectos que me diferencian de los otros artistas". En concreto nos deleitamos de inicio con la canción más conocida, "Chasing Sheep is Best Left to Shepherds", una atípica obra maestra convertida en uno de los grandes clásicos del minimalismo, un vendaval de energía orquestal con el protagonismo de los saxos, mecidos magistralmente por violines y trombones, que años después fue regrabado con acierto y utilizado en televisión con buen ojo. Sin embargo, el resto de los temas siguen muy de cerca la estrella del primero y todas las loables cualidades que se les pueda otorgar son pocas, elegancia en la composición, maestría en la interpretación, dosis de ritmo frenético donde las cuerdas y los vientos (destacando en los primeros Alexander Balanescu, John Harle en los segundos) juegan con la melodía elongando el clímax durante minutos cambiantes pero difícilmente perceptibles -jugando con un presunto minimalismo fácil de seguir y que puede inducir a la hipnosis-, y también momentos más calmados, aunque nunca atmosféricos. Se disfruta tanto con la profundidad de composiciones como "The Disposition of the Linen" que no apetece que haya fin, y de hecho la propia pieza parece gustarse tanto como para recrearse en el bucle eterno y no buscar el brusco final, una rotundidad presente en el abrupto cambio (y caótico segundo movimiento) de "A Watery Death" o "The Garden is Becoming a Robe Room" en todo su contexto, una pieza audaz cuya sensación final es tan turbadora como la propia esencia del minimalismo de Nyman, directo, profundo y lleno de matices, pero también adaptable a las exigencias de las películas a las que va dirigido. Esa ductilidad orquestal, sumada a un ingenio atroz, le ha acompañado y beneficiado desde entonces y le ha aupado a los primeros puestos de respeto y popularidad, con grandes éxitos -dejando aparte "The Piano", cuyo éxito no le ha cambiado esa humildad que parece acompañarle- como "The Claim" o "Wonderland", ambos films de un Michael Winterbottom que parecía haber tomado el testigo de Peter Greenaway, con el que Nyman dejó de colaborar -y prácticamente de hablarse- tras "Prospero's Books" en 1991. Continuando la escucha del disco, no hay que olvidar la exquisita expresividad de "Queen of the Night", con su exacerbado minimalismo, tan eficaz como el de "An Eye for an Optical Theory" o absorbente como "Bravura in the Face of Grief", que ensalza las virtudes de la banda en una duración amplia pero no excesiva.
 
Tenía que ser un musicólogo el que utilizara la música de otros grandes compositores -especialmente de Purcell y Mozart en varias de sus obras- para elaborar la suya, tan larga y abrupta que tantos caminos han sido desarrollados en la misma, muchos de ellos propios y auténticos. El secreto del éxito del Nyman de esta época estaba en la fuerza que transmitía, en la gran expresividad de su propuesta minimalista enmascarada en un contexto neoclásico. La diferencia con el resto hacía que el gran público, o el poco que le iba conociendo, necesitara cada vez más de este compositor intenso y original, un auténtico estudioso de la música. Sin embargo no hay que equivocarse catalogando a Nyman únicamente como músico para películas, una especie de 'accidente' al que llegó por su amistad con Greenaway. Lejos de eso, cuenta con numerosas e importantes creaciones de otros cortes, por ejemplo óperas, género del cual el británico está literalmente enamorado. Sus demostraciones de clase se cuentan por decenas, y una de las primeras y más impresionantes es este 'contrato del dibujante' que gracias a melodías tan pegadizas como "Chasing Sheep is Best Left to Shepherds" y a lo fácilmente digerible de su estilo, debería estar instalado en cualquier colección tanto de música contemporánea como de bandas sonoras o por supuesto de música en general.









29.8.07

MYCHAEL &
JEFF DANNA:
"A celtic tale
(The legend of Deirdre)"

La intromisión de importantes artistas en terrenos musicales ajenos ha dado grandes momentos a la historia de la música, ya no es noticia que consagrados rockeros elaboren interesantes obras de música contemporánea, incluso óperas con mayor o menor fortuna, o que estéticas modernas convivan en forma de remixes con elementos folclóricos o tribales de entidad. Hace poco hablaba en este mismo blog del 'nuevo flamenco' de Ottmar Liebert, guitarrista alemán que ha cosechado un enorme éxito en Estados Unidos con su rítmica música basada en la guitarra aflamencada, pero en absoluto compartiendo el espíritu del original. Así, la música celta también vive día a día la llegada de grupos y músicos que, desde una perspectiva de admiración y respeto, se basan en esa cultura y sus instrumentos para realizar obras que pueden considerarse celtas aunque no se posea la nacionalidad ni las raíces adecuadas. En Canadá, sobre todo en el este, Nueva Escocia y Terranova, existen muchos músicos como Loreena McKennitt, Thalita Mackenzie o Ashley McIsaac, que sí se amparan en su linaje para modernizar la música de sus antepasados. En otras ocasiones no es así, por eso la sorpresa es mayor al encontrarnos con discos como "A celtic tale".

Mychael y Jeff Danna son dos hermanos canadienses, nacidos en Winnepeg -capital de Manitoba- que en un principio no tienen ascendencia celta, aunque sí italiana. Mychael, el mayor y más conocido, despuntó desde pequeño con los teclados, y ha sido gracias a sus soberbias bandas sonoras (en especial las del director armenio-canadiense Atom Egoyan, pero también otras de Ang Lee, Mira Nair y demás) como ha cimentado una gran fama y reputación. En 1996 el sello Hearts of Space (que ya había publicado dos interesantísimos trabajos en solitario de Mychael, "Sirens" y "Skys", así como "North of Niagara", en colaboración con su amigo Tim Clément) inauguró la colección Hearts O'Space con este trabajo inspirado en la trágica leyenda celta de Deirdre. Este disco tenía los ingredientes necesarios para convertirse en una obra épica, de referencia en la nueva música celta. Que su repercusión no haya sido mayor podría deberse a diversos factores como la distribución, la nacionalidad de los autores, el éxito que acaparó "Riverdance" ese mismo año... Sin embargo, su trascendencia se demuestra al comprobar que se distribuyó también una versión narrada por la locutora de radio Fiona Ritchie y una continuación de título "A celtic romance". El trabajo, adornado con elementos sinfónicos y ambientales, encandila sin miramientos. Como en otra de las estupendas bandas sonoras de Mychael, varios temas recurrentes se deslizan como una filigrana al compás de los instrumentos puramente celtas, que suenan muy modernos con los fondos ambientales de Mychael y las rítmicas guitarras de Jeff, engalanando todo con una aparente sencillez y una apacible belleza.

Aunque sea la Ghirlandata, de Dante Gabriel Rosetti, la que nos reciba visualmente, en lo musical es una bella introducción de teclados y flauta que marca el camino de la obra, entre la música celta y la ambientalidad. No hay que esperar mucho para escuchar la primera de las grandes composiciones que llenan el álbum, pues "The child Deirdre" tiene una calidad e intensidad innegables, con una bellísima melodía de flauta sobre el arpa celta y las guitarras y un genial puente de acordeón para completar una pequeña maravilla. Suena de repente a la gaita uno de los temas recurrentes de la obra, "Sons of Uisnach" que será desarrollado posteriormente pero que nos hace recordar los campos irlandeses y otras imágenes de películas como "Braveheart" o "Rob Roy". "Under high branches" continúa elevando la calidad de este disco hasta límites insospechados, encontrándonos sin duda con una de las más bellas obras -se puede hablar de música celta, sinfónica o banda sonora- de la década. Combinados con momentos ambientales y demostraciones de interpretación por parte de los músicos invitados (su escasa fama contrasta con su arte), otros puntos culminantes serían "Defeat of the red branch", una de las composiciones más rítmicas, "The drawning plains", que retoma una anterior y ciertamente bella melodía a la gaita, o "Lament", el sencillo tema cantado por Krysia Kocjan cuya voz se eleva sobre el fondo (también sobre la base de otra melodía recurrente) de la Utah Orchestra.

Los hermanos Danna siempre habían admirado la música celta, algo que queda de sobras demostrado en esta fusión de estilos que afortunadamente contó con una edición traducida en nuestro país, editada por el siempre eficaz sello Resistencia. El sorprendente colorido de la música se une a la carga trágica del mito irlandés y su conjunto es de una intensidad admirable, una de esas joyas imprescindibles en cualquier colección que se precie.

19.8.07

ANGELO BADALAMENTI:
"Twin Peaks"

La carrera musical del compositor neoyorquino Angelo Badalamenti está intimamente ligada a la del  director de cine, también estadounidense, David Lynch. Poco convencional y extremadamente surrealista, el cine de Lynch encontró en Badalamenti un complemento musical ideal, desde 'Terciopelo azul' en 1986 y con partituras tan extraordinarias como 'Una historia verdadera' o 'Mulholland Drive'. Su mayor éxito de ventas y popularidad llegó con una serie para la cadena ABC, un thriller con elementos fantásticos que supuso todo un fenómeno entre el público y que de hecho cuenta aun hoy, décadas después de su estreno, con numerosos seguidores. Su título es ya un referente en la historia de la televisión: "Twin Peaks". Millones de telespectadores en todo el mundo contemplaron impávidos la historia de una pequeña población ficticia del noroeste de los Estados Unidos en la que se había cometido un horrendo crimen, y permanecían atentos a las vidas de sus extravagantes habitantes y a la investigación del agente Dale Cooper (interpretado por Kyle MacLachlan), a la vez que degustaban embelesados los compases de una música que dejaba atrás cualquier calificativo, y que publicó en todo el mundo Warner Bros. Records en 1990, llegando a ser disco de oro en 25 países.

Como cualquier serie de culto que se precie, "Twin Peaks" contaba con un acompañamiento musical de excepción, permanentemente asociado al recuerdo de la trama, los paisajes y los personajes, los mismos cuyas fotografías acompañaban al libreto del CD o a la contraportada del vinilo, y que nos ayudaban a seguir la serie con mayor facilidad. Como curiosidad, el álbum se comercializó en Europa como "Music from Twin Peaks" y en Estados Unidos como "Soundtrack from Twin Peaks". Mecido por un suave e hipnótico compás, el tema principal de "Twin Peaks" se presentaba como esas mismas imágenes que lo acompañan desde entonces sin remedio (la serrería, las montañas, el bosque, el hotel, el prostíbulo, el salto de agua, las vías del tren...), idílico y enmarcado a la vez en una inherente sensación de que hay detrás algo más que se nos esconde, algo ancestral, atávico y francamente mágico. La original cadencia, combinada con la romántica melodía in crescendo, provoca un repentino ataque de nostalgia a todo aquel que se sintió atrapado por el ambiente onírico e irreal pero extrañamente hermoso de la serie, y consiguió con todo merecimiento el premio Grammy (curiosamente, no en la sección de mejor banda sonora sino en la de 'Mejor canción pop instrumental'). Badalamenti conseguía conducirnos con su partitura por ese mundo lynchiano contagiándonos del misterio y haciéndonos partícipes de esa angustia que parecía proceder del bosque y de la que participaba todo el pueblo, con otra obra cumbre en el segundo corte, "Laura Palmer's Theme", bellísima en su melodía y desasosegante en su acompañamiento. Angelo se mostró como un compositor muy seguro y eficaz combinando música e imagen, pero no sólo en estos fascinantes temas de inicio sino en todo el trabajo. "Audrey's Dance" y "Freshly Squeezed" (reconvertida un poco más adelante en "Dance of the Dream Man") eran posiblemente las canciones más hipnóticas y surrealistas (qué diferencia además contemplar los bailes de la preciosa Sherilyn Fenn y el contrahecho Michael J. Anderson), las que más se asociaban a lo que David Lynch pretendía ofrecer, mientras que el contrapunto venía plasmado en los temas vocales, textos de Lynch cantados por una vocalista de poco recorrido pero sobrada soltura llamada Julee Cruise (que también aparecía cantando en el popular pub del pueblo): "Falling" era la versión vocal del tema principal, un acierto por su mayor facilidad de radiodifusión, consiguiendo llegar a todo el mundo, supiera o no qué era aquello de "Twin Peaks"; a destacar también otras dos baladas, la luminosa "The Nightingale" y, al otro lado del espejo, la oscura "Into the Night". Esas tres canciones habían sido publicadas un año antes junto a otras siete (alguna de las cuales también se podían escuchar en la taberna de la localidad), en el álbum de Julee Cruise "Floating Into the Night", una obra compuesta realmente por Badalamenti, con los textos de David Lynch y la interpretación de Julee. Algo de jazz, country y música más ambiental se citaban en el resto de este maravilloso, elegante y eficaz soundtrack, que tendría una suerte de continuación en la música para la película "Twin Peaks: Fire Walk with Me", que rodó Lynch en 1992 sobre los sucesos anteriores a la trama de la serie original; este film, incluso más extraño que su antecedente televisivo, ponía más énfasis en el jazz (de hecho, decae en un jazz ambiental alucinógeno, soporífero por momentos, una propuesta absolutamente distinta a lo que Badalamenti presentó para la serie), pero dejaba espacio en uno de sus cortes para recordar los momentos más importantes de la música original. En 2007 el sello David Lynch Music Company publicó además el álbum "Twin Peaks Season Two Music and More", con más música, sin voces, y un libreto de 24 páginas para incondicionales de una serie sobre la que se anuncia recurrentemente una nueva temporada.

Nacido en 1937 y fallecido en 2022, Angelo Badalamenti se ganó una merecida fama en Hollywood más allá del enorme éxito de este disco. Su forma de componer fue distinta a la habitual, y en ella tuvo mucho que ver un David Lynch que se preocupa realmente de la música de sus películas: “David me contaba las escenas antes de rodar para que me creara mi propia impresión: un bosque por la noche, un pueblo tranquilo, una muchacha que aparece asesinada... Esto ayudó más que nada a crear una atmósfera (...) mi estilo se desarrolló a partir de las sugerencias de David, de su visión creativa”. En un año en que Juan Luis Guerra arrasaba, Mecano continuaba con sus éxitos, Héroes del Silencio se reafirmaba y sorprendía Enigma, esta banda sonora alcanzó el número 3 en las listas de ventas españolas en marzo de 1991, no tan alto como el número 1 de la rescatada música de "Grease", pero sí por delante de las de "Ghost" o "Robin Hood". La de "Twin Peaks" fue también una música inspiradora, por ejemplo en su primer álbum, el más adelante conocido e influyente Moby logró un gran éxito con “Go”, que incluía un sampler de “Laura Palmer Theme”. Las enormes cifras de ventas de la BSO contribuyeron al mito creado alrededor de "Twin Peaks", probablemente esa conjunción entre música e imagen directamente para televisión no haya podido igualarse en la actualidad, pero la pregunta que nos hacemos los que disfrutamos y, por qué no decirlo, nos desesperamos con la serie, incluso tras ver su conclusión, es... ¿quién mató a Laura Palmer?









26.7.07

OTTMAR LIEBERT:
"Nouveau flamenco"


Con el triunfo de los Gipsy Kings en EEUU a finales de los 80 nació el fenómeno de la gipsy guitar, más tarde renombrado por la terrible mercadotecnia como 'nuevo flamenco'. Uno de sus máximos representantes (no en vano ese es el título de su primer trabajo, que sirvió para nominar el estilo) es un alemán residente en los Estados Unidos desde 1979, de edad indeterminable y sonrisa encriptada. Su nombre, Ottmar Liebert. Su cruz, ser odiado o al menos ninguneado por los puristas del flamenco (como por su admirado Paco de Lucía) por el apelativo que acompaña a su música. Pero Ottmar, como artista que es, merece un respeto más allá de esa denominación, la música es un mundo en constante evolución y el flamenco también ha conocido y conocerá fusiones, evoluciones e incluso involuciones. Considerado de una forma o de otra, este 'nuevo flamenco' existe, goza de una cierta fama en norteamérica (Liebert copaba sin problemas los primeros puestos de las listas de ventas en Estados Unidos, y su estela la han seguido muchos otros como Jesse Cook, Lara & Reyes, Miguel de la Bastide o el español José Luis Encinas) y ha de ser tenido en cuenta, incluso puede ser admirado en su rítmica y atractiva mezcolanza de flamenco, pop, jazz y músicas del mundo.

Precisamente un ciudadano del mundo es Ottmar Liebert, un alemán nacido en Colonia en 1959, de padre de ascendencia china y madre húngara, que se trasladó a Estados Unidos (a Boston, concretamente) buscando el éxito y que reside desde 1986 en esa ciudad cóctel de culturas (ubicada en Nuevo México, al sur de los Estados Unidos) que es Santa Fe. Su mezcla genética se notaba en su físico y en sus inquietudes ya desde adolescente, cuando viajó por Europa y Asia absorbiendo conceptos y tradiciones. Aunque la guitarra era su instrumento primordial, esa facilidad de asimilación le hizo grabar "Nouveau flamenco" cuando solamente llevaba un año estudiando este difícil estilo, si bien la historia fue algo más compleja: Liebert, que interpretaba su música en bares y restaurantes, entró en contacto con un artista local llamado Frank Howell, un indio que regentaba varias galerías de arte. Con la música de Liebert y los dibujos de Howell, se editaron 1000 copias del álbum "Marita: Shadows and storms", que se vendieron en las galerías de este último y en el mercado indio que se celebra cada agosto en Santa Fe. En un acuerdo con un apretón de manos, Howell le pagaba el estudio y le entregaba el master. De manera parecida a cómo los amigos de Will Ackerman le instaban a que grabase sus composiciones, Ottmar también encontró una cierta insistencia entre la gente que le escuchaba mientras cenaba o tomaba copas en Santa Fe, así que "Marita" fue la respuesta del guitarrista. La casualidad hizo que una emisora de radio californiana emitiera varios cortes del álbum, que llegaron a oídos de la discográfica Higher Octave Music, que con mucho ojo decidió regrabar las canciones y publicar el álbum, si bien con algunos cambios de aspecto: en especial el título, que se ha convertido en una referencia, pero también el orden de los temas -con la eliminación de algunos de ellos- y la mayoría de sus títulos (algunos eran originalmente en español, como "Las cartas perdidas" o "Adios a la noche"). Este cambio daba prioridad a unos ritmos más fáciles de escuchar en los 5 primeros cortes (de entrada ritmo y alegría con los rumberos compases del emblemático "Barcelona nights", otro tema pegadizo dedicado a Berlín -aunque se asome claramente a la bossa nova-, "Heart still / Beating", el claramente fronterizo "3 women walking", un muy movido "2 the night" y el más calmado y sensual "Passing storm"), para de golpe atacar con los dos grandes temas del trabajo de forma continuada, o al menos los más conocidos, radiados e incluídos en recopilaciones, el delicioso y genial "Santa Fe" y "Surrender 2 love" -rotundo corte de inicio de "Marita"- con su comienzo reflexivo y combinación de ritmos y sabores de manera aterciopelada y glamourosa. Le sigue un intento de acercamiento a lo flamenco (en especial en "Road 2 her/Home" -bulerías- y "Flowers of romance"), para concluir de manera reflexiva. "Nouveau flamenco" ha tenido unas ventas espectaculares en casi todo el mundo, alcanzando por ejemplo los dos discos de platino en los Estados Unidos (allí cada platino equivale a un millón de unidades vendidas). De hecho, en el listado de discos latinos más vendidos en Estados Unidos, "Nouveau flamenco" ocupa un puesto privilegiado, en concreto el séptimo, por detrás de trabajos superventas de Selena, Linda Ronstadt, Julio Iglesias o Gloria Estefan, y por delante de todos los demás (Maná, Shakira, Alejandro Fernández, Enrique Iglesias, Ricky Martin, Luis Miguel...). No en vano se define como el álbum de guitarra más vendido de todos los tiempos. A partir de ahí todo fue rodado para este artista, cuya música ha ido evolucionando en la producción y la composición, aportando influencias de todo tipo, incluso clásicas. Desde luego que Liebert no tiene nada que ver con la calidad de Paco de Lucía o Vicente Amigo, pero esa es la diferencia entre el flamenco y el 'nuevo flamenco', este último es de más fácil asimilación, con un componente latino, melódico y popero que lo hace atractivo, bailable y tremendamente rítmico: "Para mí, nouveau flamenco es al flamenco lo que la bossa nova es a la samba. Nouveau flamenco y bossa nova tienen sus raíces en las melodías, mientras que el flamenco y samba las tienen principalmente en el ritmo". William Aura fue el principal impulsor de este proyecto en el que, además de la guitarra flamenca construida para Liebert por Lorenzo Pimentel, se puede saborear una buena percusión de Jeff Sussmann, así como el bajo de Jon Gagan y los teclados de Stefan Liebert, todos ellos miembros del cambiante grupo que a partir de aquí acompañará al guitarrista bajo el nombre de 'Luna Negra'. Definido en el libreto como un nuevo sonido, poesía acústica con elegancia y pasión, de lo que no cabe duda es de la capacidad de enganche que posee. Diez años después de su publicación, y cuando el artista ya había cambiado de compañía, pasando a publicar con Epic Records, salió a la luz "Nouveau flamenco 1990-2000 (Special tenth anniversary edition)", una afortunada remasterización, con un diseño más elegante, en la que el ingeniero Gary Lyons remezcló, sin añadir nada nuevo, la cinta original; se optó además por otra vuelta al pasado al respetar el orden de las canciones existente en "Marita" (aunque con los títulos nuevos), y la inclusión de cuatro que habían sido eliminadas en un principio ("Surrender II", "La memoria", "Sudden shadows" y un gran tema aflamencado de título "Lonely hours") y de dos cortes nuevos, "Morning sky" y "Under blue moon", provenientes de una casete de 1989, no publicada oficialmente, de título "Got 2 Go (When love calls)".

"Barcelona nights" fue la canción elegida como single, con "Passing storm" en la cara B. Idéntica disposición nos encontrábamos en el CDsingle, con "Santa Fe" en el CDmaxi. En ambos se destacaba: "Hay un nuevo sonido espiritual que emana de Santa Fe. Su magia mezcla el corazón y el alma de la guitarra gitana española con un estilo contemporáneo. Es el nouveau flamenco... un sonido creado por Ottmar Liebert". ¿Se aprovechó Liebert de un nombre, de una etiqueta y de la posible ignorancia por parte del gran público del verdadero estilo? Es cierto que adulteraba esa raíz de la que pretende partir, pero ofrecía (y sigue ofreciendo) una música fresca en la que su único delito es la denominación, sin nada más que objetar. El mismo Paco de Lucía, al que referenciaba en este disco, habló escuetamente del tema de esta manera: "Es un niño muy guapo, que hace unas melodías muy simples y sin ningún ritmo. No vale nada y así lo he dicho en Estados Unidos y a él personalmente que me perdonara. No suelo hablar mal de nadie ni quiero hacerle daño, pero estoy luchando por mi música y por mi gente, y aquí hay muchos chavales que pasan su vida metidos en un cuarto estudiando, casi pasando hambre, y que tocan cien mil veces mejor". Posiblemente hay que decirle a esos chavales que luchen por esa pasión como lo hizo Ottmar Liebert, que supo ganarse un nombre y una fama tocando la guitarra.





21.7.07

STEPHEN CAUDEL:
"Wine Dark Sea"

Tras esa bucólica portada, acechada por un cielo rojizo que no presagiaba nada bueno para el conjunto de factores que hicieron posible el disco, nos encontramos con un trabajo de culto, uno de esos álbumes que lamentablemente están descatalogados, difíciles de conseguir de forma original salvo por la casualidad de la segunda mano. El paisaje de cielo infernal -aun así precioso- es el que le tocó en suerte a Stephen Caudel en una primera colección de diez discos calificados como new age, pertenecientes a la serie Landscape (eso mismo, 'paisaje') de la compañía inglesa Coda Records, creada por Nick Austin como respuesta europea a las grandes firmas americanas de esa new age en alza, encabezadas por Windham Hill. Por causas difícilmente evaluables, y a pesar de la indiscutible calidad de algunas de las referencias, entre las que podíamos encontrar nombres ilustres como los de Rick Wakeman o Tom Newman, y otros prometedores como John Themis, Dashiell Rae o Claire Hamill, CODA Records dejó de editar discos en un corto margen de tiempo y Nick Austin centró sus esfuerzos en la televisión por cable, y posteriormente en el Canal 4 británico, con un canal llamado The Landscape Channel, para derivar en una programación por internet donde se siguen ofreciendo alternativas musicales (clásica, new age, jazz...) pero con acompañamiento visual. Lejos de cualquier reproche, y aunque todo quedara en un puñado de discos encuadrados en la 'new age' por una parte y en el jazz por otro, hay que agradecer a Austin que pudieran llegar hasta nosotros trabajos como "Wine Dark Sea".

Stephen Caudel, un inglés enamorado desde pequeño del rock sinfónico de bandas legendarias como ELP, Yes o Génesis, así como de compositores clásicos como Gustav Mahler o Richard Wagner, se preparó a conciencia con estudios musicales avanzados en Leeds (donde también entró en contacto con el mundo del jazz) para poder emular a sus ídolos, pero a pesar de su interesante comienzo con este disco, su nombre a partir de ahí ha trascendido de manera escasa, pudiendo encontrar pocas referencias más en su discografía (otra de ellas, la aconsejable "Bow of Burning Gold", también en CODA Records). Sin embargo "Wine Dark Sea" tuvo una cierta relevancia en el momento de su publicación (1986), ya que fue difundido de manera grandilocuente como la nueva panacea del rock sinfónico en su vertiente multiinstrumentista y orquestal. En definitiva, teniendo en cuenta que unas esplendorosas guitarras conducen el conjunto con mano sabia, se nos estaba vendiendo un nuevo "Tubular Bells", y aunque nada tenga que ver este buen disco con la magna obra de Mike Oldfield, bien es cierto que el ardid era consecuente no sólo con ese carácter de clasicismo rock sino además con la colaboración de Tom Newman como ingeniero de sonido, amén de la construcción del disco en dos partes de más de veinte minutos cada una. La historia de la partitura orquestal de "Wine Dark Sea" es unos años anterior a la publicación del disco, ya que fue estrenada en 1983 en Londres, en el London's Victoria Palace, con la Wren Orchestra conducida por Louis Clark (ex de ELO y creador de la fórmula superventas "Hooked on Classics"). Esta premier fue grabada por Capital Radio y difundida dos veces en su 'Friday Night Rock Show', presentado por Alan Freeman. Pero aparte de comparaciones y pomposos estrenos, ¿qué nos ofrecía el disco que fue grabado en el estudio sin tanto aporte orquestal? Basado en 'La odisea' de Homero cuenta, en palabras del propio Caudel, "la historia de los esfuerzos del hombre para descubrir su propio destino". Añadía además: "Mi primer objetivo al escribir música es llegar a las emociones del oyente, elevar su corazón y su alma por encima de las trivialidades de nuestra existencia cotidiana y llevarlos a un mundo de maravillas y magia". Unas cuantas melodías de calidad sabiamente alternadas y convenientemente aderezadas son la base de las dos largas composiciones de que consta el trabajo, y son las guitarras los instrumentos que acaparan casi todo el protagonismo del mismo (junto a teclados, bajo y batería), alternando estados alterados con otros más calmados, en una segura metáfora de la condición humana. Este periplo homérico se descompone en dos partes, un viaje de ida y otro de vuelta, que a su vez, en la primera edición del álbum, estaba formado por 6 y 7 temas cortos (aunque sin separación), respectivamente. La cara A la ocupaba "The Outward Journey": Al contrario que en "Tubular Bells", el motivo repetitivo de inicio aquí es de guitarra, y sobre él se alzan otras cuerdas y teclados en un tono triunfal ("Anticipation"). El bajo, junto a breves notas de metales, da paso a otra guitarra enaltecedora, que va ejecutando variaciones de su melodía en "Out to Sea", al final junto a una potente eléctrica. En "Moving On" se repite un "A Dream (Part I)" es decididamente aventurera, un pasaje aguerrido dominado por vientos y batería, para la guitarra acústica llamar al reposo en un poderoso momento interior. A continuación regresa de nuevo el tema de aventura ("A Dream (Part II)") para inevitablemente volver a la calma. Otra bella melodía a las seis cuerdas se implanta en "The Battle", de gran epicidad en el camino del héroe hacia su destino. Unas campanas le acompañan hacia su final y la eléctrica y la batería vuelven a unirse en un alarde de fuerza y heroicidad. En la cara B, se instalaba "The Return Journey": Guitarras dobladas y bajo nos reciben ("Sail Upon the Wind") junto a tímidos vientos. En "Island Feast" entra otra melodía que enseguida endurece su carga rítmica para volverse decididamente épica, recordando a leitmotivs de películas hollywoodienses de espada y brujería, demostrando a su vez las capacidades melódicas del autor. Cuerdas serenas aparecen en "Free Spirit" para compensar, en un instante melancólico, ayudado por los teclados. Con "Daybreak" continúa la vertiente melancólica con variación en la melodía, para en "The Force" volver a mostrar otro momento espectacular a la eléctrica, con su interludio de meditativa acústica, otro pasaje importante de la obra. Los metales elevan su fanfarria en "Time of Reckoning", a partir de donde se van sucediendo paisajes alternados (algunas revisiones de melodías anteriores) de calma y tormenta, con guitarras acústicas y eléctricas ofreciendo una especie de resumen final de la aventura ("Returning Home"). Con momentos ciertamente espectaculares, "Wine Dark Sea" es un enorme periplo mayormente acústico por tierras legendarias, un disco tal vez incomprendido y de un olvido injusto, el poder de las seis cuerdas se deja notar desde el primer segundo de la obra, el viaje descrito en la misma no podría encontrar un mejor tratamiento que esta suerte de sinfonía folclórico-clásica con grandes instantes evocadores. Como no todo van a ser laureles, comentar que el final es mejorable, y que tal vez no goce de una producción sobresaliente (a pesar de Tom Newman, parece que fuera acabado con algunas prisas), puede que los empalmes entre melodías estén forzados en varias ocasiones (Caudel debería haber pensado en dividir la obra físicamente en cuatro o cinco cortes) pero es un producto atractivo, que no ha pasado de moda, con guitarreos interesantes y digno, por su calidad, de una reedición. A su vez, en la gira que le siguió, sus interpretaciones en directo tuvieron que ser espléndidas, dignas de ser vistas. En 2022, treinta y seis años después de la publicación del álbum y casi cuarenta desde su interpretación en vivo, Caudel publicó en su sello, Dark Sea Records, la esperada continuación de la obra, "Return to Wine Dark Sea", realmente una especie de revisitación con orquestaciones ('A Guitar Symphony', añadía) y algo de nuevo material. Su autor afirmaba: "Ha sido un desafío enorme pero que ha valido la pena. Esta nueva grabación ahora me brinda el privilegio de escuchar el trabajo exactamente como lo pretendía originalmente, con el poder emotivo y los matices que siempre quise escuchar".

Lamentablemente, y aunque el libreto del CD ofrezca un interesante catálogo de las diez primeras referencias del sello en esta categoría de música new age (es muy difícil encontrar información sobre la siguiente remesa, que constaba de otras diez), con un comentario de cada una además de la fotografía del artista en cuestión, la información de que carece totalmente es el siempre interesante listado detallado de los instrumentos utilizados (sólo se menciona la interpretación de bajo, guitarras y teclados por parte de Caudel), músicos invitados en el mismo y demás detalles de la grabación, encontrándonos, eso sí, con una página de presentación de Nick Austin hablando de la historia de la new age y las excelencias de esta serie Landscape que pretendía vender, sin duda, con amor y dedicación. "Wine Dark Sea" no es "Tubular Bells" y Stephen Caudel, aunque ha presentado otros productos válidos y asequibles (especialmente el titulado "Bow of Burning Gold", otra pequeña joya con el espíritu de "Wine Dark Sea"), no ha acabado de demostrar una valía que se le presuponía en los 80 (probablemente, tras el cierre de Coda, no tuviera mayores oportunidades en este difícil mundillo), pero al menos aquí nos queda esta odisea homérica, cuya escucha atenta y tranquila es una experiencia espectacular para cualquier amante de la música. De pocas suites se puede decir que sean tan redondas y completas como ésta, que compaginen una composición tan acertada con una interpretación de lujo, que en su escucha se crucen pasiones con leyendas, y se vea inundada de sentimientos épicos de alcance, los de un largo e inolvidable viaje, lleno de aventuras y experiencias vitales.





14.7.07

ISAO TOMITA:
"Snowflakes are dancing"

Durante gran parte del siglo XX la electrónica que ahora es tan común fue una moderna y rudimentaria tendencia de músicos contemporáneos como Varese o Stockhausen. En 1964 Robert Moog popularizó el sintetizador y se empezaron a abrir poco a poco las puertas de su uso en la música popular. Pero antes, y casi vistos como monstruos de feria por los puristas, llegaron unos experimentos que convertían la clásica al sintetizador. El pionero fue Walter Carlos (posteriormente Wendy, con lo que a pesar del cambio de sexo mantuvo las siglas) en 1968 con "Switched on Bach", que también versionearía a Beethoven en 1971 en "La naranja mecánica", y en 1974 llegó este álbum de un japonés nacido en Tokio en 1932 llamado Isao Tomita, un álbum que en su versión española llevó por título "El nuevo sonido de Debussy" y por subtítulo: 'en versión electrónica del famoso intérprete del Moogsintetizador Tomita'.
Para Pierre Boulez Debussy es el verdadero precursor de la música contemporánea por su ruptura con la formas clásicas de su época y su descubrimiento de un lenguaje musical libre y nuevo. Por esta razón podría prestarse mejor que Bach o Beethoven a su reinterpretación por cauces modernos. Tomita había cambiado su concepción del sintetizador tras escuchar a Walter Carlos, literalmente se había impresionado con las posibilidades del instrumento, así que tras varios años de experimentación publicó con RCA en 1974 "Snowflakes are dancing". En esos años de grandes armatostes electrónicos, cuando Kraftwerk, Tangerine Dream o Emerson, Lake & Palmer ya funcionaban electrónicamente, la sensibilidad de la combinación entre el Moog y Debussy consiguió deslumbrar a unos y enervar a otros, pero ante todo constituyó un gran éxito de ventas, en parte por la inclusión de "Arabesco número 1" en importantes documentales astronómicos. En España dicho título también se hizo popular, al incluirlo como cabecera del programa "El planeta imaginario".
"Snowflakes are dancing" es como un vestigio de otra época pero que sobrevive bien al paso del tiempo, a lo que contribuye que la remasterización publicada en 2000 en la colección High Performance de la propia compañía RCA Red Seal / BMG Classics ha sido excepcional. Si a eso unimos la calidad de las composiciones originales de Claude Debussy estamos ante una combinación casi mágica, un sonido sinfónico un tanto enlatado, infantiloide, pero generoso en contundencia y fuerza expresiva, y ante todo original. Aunque es difícil superar la frialdad de los sintetizadores para interpretar una música tan cálida, el contraste es superado fácilmente por una mente abierta a la experimentación y la búsqueda de nuevas formas de expresión, aunque los instrumentos clásicos, por supuesto, sigan siendo los más adecuados (no en vano se compusieron expresamente para ellos) para estos temas. En su auténtico arsenal de teclados Moog, Tomita encontró un sonido característico, agradable, alegre, con el que rendir homenaje a Debussy. En una especie de anticipo de esos discos de versiones sintetizadas que se pusieron de moda en los 90, Isao utiliza de grata manera esa refrescante infantilidad antes comentada, sólo hay que escuchar las canciones más conocidas del álbum ("Snowflakes Are Dancing" y "Arabesque No. 1", a las que hay que unir "Gardens In The Rain" y "Passepied") para darse cuenta que esos momentos burbujeantes superan en popularidad a otros grandes temas de mayor seriedad e intento de acercamiento al auténtico clásico ("Reverie", "Clair De Lune", "Footprints In The Snow" o el conocido "Prelude To The Afternoon Of A Faun") encontrando al final el complemento entre todos por su idéntico origen y parecido tratamiento, esa diferenciación tan particular y realmente interesante, ya que las versiones orquestales siempre van a estar ahí para el que las quiera disfrutar. Tomita ofrece aquí algo nuevo, que ahora vemos de otra manera a como se veía en los setenta (muchos lo verán como un recuerdo obsoleto) pero que puede seguir siendo válido.
La escucha de este disco no deja de traslucir una curiosa sensación de irrealidad, esa misma atmósfera retro que emanan algunas películas de ciencia ficción de la época, esas que no supieron ver más allá. Podemos considerar sin embargo a Tomita como un visionario, un adelantado a su tiempo, aunque sea precisamente el avance tecnológico el que le haya acabado fagocitando sin piedad en favor de otras tendencias más modernas. Al escuchar "Snowflakes are dancing" debemos remontarnos a aquella época pretérita y disfrutar de esa caducidad de los primeros sintetizadores, así redescubriremos una obra interesante y, en cierta medida, influyente.

5.7.07

JAN GARBAREK & THE HILLIARD ENSEMBLE:
"Officium"

Crítica y público se han rendido en todo momento ante las cualidades del saxofonista noruego Jan Garbarek. Su estilo propio, de amplio espectro cultural (donde predominan sus raíces escandinavas), responde a la belleza de lo natural hasta alcanzar la pura magia en sus grabaciones. En 1992 declaraba su curiosidad por la electrónica aplicada a su música, pero sin embargo en 1994 realizaba una de las fusiones más extrañas en su obra, en claro contraste con aquellas declaraciones. La otra parte de la colaboración era el conjunto The Hilliard Ensemble, un cuarteto vocal británico dedicado a la interpretación de música antigua. Su especialidad, la música de las épocas medieval y renacentista, aunque también haya interpretado música contemporánea, de Arvo Pärt, John Cage, Gavin Bryars o Heinz Holliger, entre otros. A la lista se uniría ahora la curiosidad del nombre de Jan Garbarek.

El canto gregoriano estaba absolutamente de moda en aquella época, sólo hay que recordar la grabación del coro de monjes de Santo Domingo de Silos que alcanzó los primeros puestos de las listas de ventas en España y otros países, como por ejemplo los Estados Unidos. Tamaña sorpresa pudo ser el acicate de una nueva gama de expresiones musicales utilizando como lenguaje vocal el latín, tanto en el campo del jazz, como el folk o la más pura new age, uniéndose a los que siempre habían estado allí, los intérpretes de música antigua. Esta grabación, titulada "Officium", se sitúa en un territorio inexplorado entre ellas, y su mentor fue el conocido productor de ECM Manfred Eicher, el cual decidió superar ciertos prejuicios -por los cuales la descontextualización podría resultar desde malsonante hasta simplemente abominable- y desmarcarse en esta propuesta novedosa y ante todo atrevida y criticable por los puristas. Eicher propuso la unión y los músicos escogieron el repertorio, polifonía religiosa medieval donde destacaba profundamente "Parce mihi domine", del principal representante de la escuela polifonista andaluza, Cristóbal de Morales, que suena tres veces en el disco, destacando sobre interesantes anónimos checos, húngaros, ingleses y gregorianos. Es esa una entrada monumental a un crossover diferente, bendita fusión de jazz y música antigua que goza aquí de la calidad de sus dos vertientes, y fue la canción cuya difusión enganchó a miles de oyentes que no se hubieran interesado simplemente por la polifonía de la Hilliard o por el saxo de Garbarek, sino que fue su atractiva y novedosa reunión la que consiguió esa reacción anímica que Manfred Eicher buscaba, un placer auditivo que más allá de conseguir el conocimiento y admiración hacia los artistas, provoca además una maravillosa sensación de relax, como un bálsamo para el que busca una cura ante el estrés. Ciertamente, por momentos la música fluye, y el tiempo se detiene, cuando el saxo tiende en acompañamiento ambiental, para nada impetuoso, nos vemos sumergidos en océanos de paz de la talla de "Primo tempore". Otras piezas, como es el caso de "O salutaris hostia", parecen seguir la estela de "Parce mihi domine", y "Sanctus" o "Ave Maris stella" son también de parecida factura, se disfruta con sorpresa de unas resonancias mágicas, sonidos de una catedral abierta a un nuevo estilo, si bien el saxo y las grandes iglesias llevaban tiempo siendo importantes en la música de otro gran saxofonista proveniente del jazz como Paul Winter. Aunque este fabuloso conjunto vocal tenía ya una enorme experiencia a cappella, sin precisar acompañamiento instrumental, las voces y el saxo tienen a conjuntarse como si este último fuera un miembro más de ese coro británico. Esto se paladea especialmente en piezas como "Pulcherrima rosa". También se sabe mostrar danzarín sobre polifonías medievales como "Credo", demostrando su capacidad de adaptación a esta fusión tan extraña en su concepto como enriquecedora en su escucha.

Grabado en el monasterio austriaco de St. Gerold en septiembre del 93 (en una impresionante reafirmación de las características envolventes de la conjunción entre voces y atmósfera religiosa, "Officium" pudo disfrutarse también en vivo en numerosas iglesias en sucesivas giras) con la formación de la Hilliard de David James (contratenor), Rogers Covey-Crump (tenor), Steven Harrold (tenor) y John Potter (barítono), ECM publicó "Officium" en 1994 con una espectacular portada en blanco y negro, alcanzando enseguida importantes puestos en las listas de ventas y popularidad, especialmente en Europa, tratándose incluso de uno de los álbumes más vendidos del sello. En un contexto en el que nadie destacaba sobre nadie sino que las dos diferentes formas musicales se funden en una, lo conseguido fue doble, superar por parte de The Hilliard Ensemble el aislamiento de la vanguardia, y consolidar la seriedad del saxo de Garbarek, en estos tiempos en que parecía que se intentaban reescribir ciertas historias, a veces con acierto y otras no tanto. Esta lo fue, y su calidad y uniformidad la hace merecedora de este recuerdo, que se mantenía vivo por medio de otros dos discos de esta alabada reunión de estilos: "Mnemosyne" en 1999 y "Officium novum" en 2010.





1.7.07

DAVID LANZ:
"Nightfall"

David Lanz asegura que sintió miedo la primera vez que ojeó una revista en la que aparecía un disco suyo como número 1. Este hecho sucedió cuando Billboard -la más importante revista estadounidense de rankings musicales-, tras darse cuenta de que existía un movimiento musical fuera de lo común que generaba unas inmensas ventas, decidió dedicarle por primera vez un apartado exclusivo. La creciente fama y aceptación popular del fenómeno new age elevó a David Lanz a la categoría de superventas, y en su pequeña lucha con Windham Hill, Narada Productions se apuntó el primer tanto con este pianista albino nacido en Seattle en 1950 y un carismático álbum titulado "Cristofori's Dream". Sin embargo, ese era el tercero de los discos de piano que Lanz editó con Narada, tras "Heartsounds" en 1983 -que sirvió de aprendizaje y toma de contacto con ese mundillo, y fue también la tercera referencia de la propia Narada tras "Pianoscapes" del también pianista Michael Jones y "Seasons" del guitarrista Gabriel Lee-, y "Nightfall" en 1984, la confirmación de un fenómeno que comenzaba a tomar forma.

Lanz, que provenía del mundo del rock, pop y jazz (en los cuales incluso cantaba), llegó por casualidad a la new age, por mediación de un amigo que le pidió que compusiera una música muy espiritual para un seminario en el que se hablaba de los chakras, centros de energía del cuerpo humano. Esas melodías le hicieron encontrarse con un plano introspectivo de su realidad, y tuvieron tan espectacular acogida que Lanz las utilizó como base de su primer disco de solos de piano, "Heartsounds", en el cual adivinó un mundo de posibilidades para su exclusiva música, por lo que se implicó al 100% desarrollando su propio estilo como solista. El piano estuvo siempre el casa de David, su abuela y su madre lo tocaban, así que a los cinco años ya daba clases y destacaba. El Lanz de "Heartsounds" tenía un estilo más agresivo, rockero, melodías vertiginosas con ecos de ragtime. El cambio con su siguiente álbum, "Nightfall", se evidencia en la profundidad de las piezas, mejor estructuradas y más sentidas y expresivas. En efecto, un aura de romanticismo y delicadeza envuelve el trabajo, haciendo del piano un vehículo de cálidos sentimientos, pero además cualitativamente inmensos, ya que cualquiera de las seis composiciones que pueblan el álbum son destacables, constituyendo algunos de sus grandes clásicos, desde el esplendoroso comienzo que supone "Leaves on the Seine" -sin duda una de las mejores composiciones de Lanz en toda su carrera- hasta el final en "Song for Monet", ambas piezas de evidente inspiración parisina. La primera es una partitura preciosa, melancólica, de pinceladas impresionistas, que representa el cambio definitivo del pianista hacia un estilo melódico sin rival en el campo de la new age de los 80; con la segunda vuelve a entrar en juego una melodía agradable, dulce, con las que Lanz acaricia el piano y los corazones de los oyentes. Ambas fueron incluidas en el primer sampler de Narada, titulado simplemente "Narada Sampler #1". "Nightfall", la composición que da título al disco, es también de las más admiradas del mismo, es difícil no quedarse completamente encandilado durante siete mágicos minutos con su lenta cadencia reflexiva, de tristeza luminosa, algo parecido a lo que sucede con "Courage of the Wind". En una línea algo más movida nos encontramos con "Water from the Moon" y "Faces of the Forest", delicioso himno en la senda de otros anteriores como "Heartsounds" (ni tan frenético ni tan breve), que se engalanará y acortará en su versión para el posterior trabajo de Lanz junto al guitarrista Paul Speer -productor además de este "Nightfall"-, "Natural States", otro de los grandes clásicos de la new age. Especialmente destacable es la dedicatoria que acompaña al trabajo: "La música de este álbum fue escrita durante el noviazgo con mi entonces futura esposa, Alicia. Fue un momento maravilloso y romántico para los dos, y a menudo pienso en este álbum como un hermoso recuerdo de ese período en nuestras vidas. Alicia nombró varias de las piezas, y ella fue la fuente de inspiración detrás de muchas de ellas. Este es un álbum que siempre será especial para mí".

Escuchar las primeras obras de David Lanz es un regocijo y un auténtico placer auditivo, su piano suena distinto, posee una elegancia natural, reflejo tal vez de su imagen sofisticada y sugerente. En su estilo pausado y romántico, el teclista propone un largo viaje con la única compañía de las teclas, donde descubrir un mundo de sentimientos latentes. Discos como "Nightfall" proporcionan todo lo que cualquier oyente con predisposición y buen gusto desea, una notable inspiración en la composición y la indudable calidad en la interpretación, por lo que la música de este pianista estadounidense no sólo es altamente aconsejable sino de escucha obligatoria para el melómano, seguidor o no de lo que ya se denominaba música new age.

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