21.10.11

MIKE OLDFIELD:
"Five miles out"

A falta de un año para cumplirse una década de la aparición del exitoso "Tubular bells", un Mike Oldfield que aún no había llegado a la treintena consiguió de nuevo encauzar su carrera después de un infructuoso intento de triunfar en los Estados Unidos (con el muy americano "Platinum") y de un agradable pero algo irregular "QE2". No eran buenos tiempos en la relación de Oldfield y su jefe, Richard Branson, pero este último -acusado de estafar a nuestro protagonista por los pingües beneficios de "Tubular bells"- se podía frotar las manos ante el nuevo idilio que iban a entablar artista y público gracias a la sencillez de lo que hasta la fecha más se le había resistido a Oldfield, las canciones. El primer ejemplo lo encontramos en un álbum grandioso publicado por Virgin Records en 1982, un plástico titulado "Five miles out" en el que, sin embargo, abruma el nivel de los temas instrumentales (o semiinstrumentales, ya que pequeñas cancioncillas se deslizan en los cortes más largos). La combinación de ambas tendencias, canciones e instrumentales, va a ser marca de la casa durante la década de los 80 y el éxito, por lo general, mayúsculo.

"Five miles out" recrea en su portada -una soberbia pintura de Gerald Coulson- la tensa experiencia que Oldfield y su banda sufrieron cuando volaban sobre los Pirineos en su pequeño avión privado durante la gira europea de 1980, que pasó en septiembre por España. Ese momento traumático en el que el bimotor era zarandeado sin piedad por una tormenta generó a buen seguró bastante de la inspiración para "Five miles out", en especial en su canción homónima, un tenso relato de los hechos con sonidos aéreos, mensajes de socorro, un clímax agónico, guitarreos desaforados y las voces de Mike Oldfield y una Maggie Reilly que ya había participado brevemente en "QE2" y que iba a ser sustituída en el video-clip de la canción por una modelo. Como primer sencillo, "Five miles out" iba a contar extrañamente en la cara b con una canción rescatada de "Platinum" pero en una versión en directo, "Live Punkadiddle", mientras que el rol de segundo sencillo del álbum iba a recaer en el segundo corte vocal del mismo, "Family man", otra espléndida canción de ritmo pegadizo que se rumorea está inspirada en uno de los miembros de la banda, el guitarrista Rick Fenn, y su manera de eludir las proposiciones de numerosas fans diciendo que él era un 'hombre de familia'. Un inmenso instrumental -tanto por su duración como por su calidad- ocupa íntegra la cara A del vinilo: "Taurus II" sigue la estela del "Taurus I" de "QE2" pero de forma más completa y rabiosa; esta larga composición (casi 25 minutos) se desarrolla con una clase innegable en su sucesión de tonadas sin estribillo, moviéndose por caminos donde conviven gratamente rock y folk, y aun sin encontrarnos con impresionantes solos de guitarra, el dominio de este instrumento por parte de Oldfield es claramente abrumador, integrándolo con teclados, bajo, percusiones, voces, incluso la gaita de un Paddy Moloney que repite con Mike siete años después de "Ommadawn". También el vocoder (ese sintetizador de voz tan robótico) y el Fairlight (teclado considerado como el primer sampler de la historia) toman protagonismo por su novedad en la época. Oldfield se vale de su pericia en el estudio de grabación para construir con muros firmes un título emblemático, coherente y con varios momentos mágicos que nos pueden remontar unos años en el tiempo. La inspiración continuaba intacta, y nuevas demostraciones estaban contenidas en la segunda cara del disco. El delicado comienzo de "Orabidoo", por ejemplo, así como su delirio final de guitarra y en definitiva toda esta magna composición, es susceptible por sí sola de reivindicar la figura de Oldfield en toda la década de los 80. Y si "Orabidoo" es auténtica magia dificilmente superable, "Mount Teide" es energía, la misma que impactó a Oldfield cuando visitó el volcán tinerfeño, la que queda plasmada en esta pieza dominada por la percusión de Carl Palmer. Tim Cross (teclados), Rick Fenn (guitarras), Mike Frye (percusión), Maggie Reilly (voz) y Morris Pert (percusión y teclados) habían sido los integrantes de la banda que acompañó a Oldfield en la gira europea de 1981, y volverán a hacerlo -excepto Frye, sustituido por Pierre Moerlen- en la gira mundial de este año 1982; todos ellos repitieron protagonismo en el disco y aparecen como coautores de dos de los temas, "Family man" y "Orabidoo". Como curiosidad, en sus interesantes juegos de autoreferencias, Oldfield intercala los primeros compases de "Tubular bells" en el comienzo de "Five miles out", una melodía de "Taurus I" suena en "Taurus II", y a su vez, algunos de los riffs de "Taurus II" se escuchan en "Orabidoo y otros forman parte de la canción "Five miles out".

El año en que Michael Jackson deslumbró con "Thriller" (el mismo que poco después se dice que intentó contactar con Oldfield sin éxito) y que en España triunfaba "Mecano", el primer álbum del conocido grupo madrileño, Mike Oldfield retornó con "Five miles out" a su particular rock sinfónico que le había visto triunfar años atrás, sin olvidarse de conjugar su música con elementos del folk, música celta o pop elegante. Sin estridencias ni efectos excesivos, demuestra su capacidad en un disco completo, grandioso, exponente de una visión musical de difícil parangón en esa época. Elementos ahora arcaicos como el vocoder se compenetran con los instrumentos de siempre, con el 'novedoso' fairlight y la ausencia de temores en el uso de la batería. Los estudiados cambios de ritmo y estructura se sostienen por la capacidad multiinstrumentista y como compositor de un Oldfield muy madurado respecto a sus primeras y muy populares entregas, y remonta en cuanto a ventas y popularidad, alcanzando el número 7 en las listas británicas. Con los años y las innovaciones técnicas, el estudio de grabación se convierte en el arma definitiva para consolidar a un artista único que, como Cid Campeador, podría haber sido el vasallo ideal de tener buen Señor, ya que los años 80, buenos para él, podrían haber sido inmensos en una compañía más permisiva o acorde al género musical propuesto años atrás. En cuanto a "Five miles out", el por qué este álbum no es referenciado en las enciclopedias del rock como uno de los grandes es y seguirá siendo un misterio.








29.9.11

ACHILLEA:
"The Nine Worlds"

Tan acostumbrados como estamos a las leyendas celtas en la vertiente más popular de las nuevas músicas, habían llegado hasta nosotros pocos artistas cuya inspiración fuera la rica mitología escandinava, las leyendas de los pueblos nórdicos para los que el universo estaba dividido en nueve mundos: Asgard (mundo de los Ases, dioses principales), Vanaheim (mundo de los Vanes, dioses secundarios), Alfheim (mundo de los elfos de la luz), Svartalfheim (mundo de los elfos oscuros) Midgard (mundo de los hombres), Nidavellir (mundo de los enanos), Jotunheim (mundo de los gigantes de hielo), Muspellheim (mundo de los gigantes de fuego) y Niflheim (mundo de los muertos). Cómics y películas dedicadas a Thor, o literatura fantástica de todo tipo han popularizado algunos de esos mundos y personajes como Odín o Loki. Tuvo que ser un productor y guitarrista de nombre Jens Gad el que elaborara en 2005 un estupendo disco dedicado a los nueve mundos: "The Nine Worlds", firmado con el alias de Achillea, fue publicado en Europa por BSC/Prudence Records y en Estados Unidos por Sequoia Records, y su responsable no era un desconocido en el negocio musical, ya que Jens Gad llevaba varios años colaborando en labores de producción, composición e interpretación en los discos de Michael Cretu, más conocido con el nombre de Enigma.

Alemán de padres daneses y residente desde los 90 en la isla de Ibiza, Gad tenía en 2005 una gran experiencia como productor no sólo de Cretu sino de Fancy, Sandra o los innombrables Milli Vanilli. Él podía llevar a cabo gran labor de estudio, y por lo tanto crear un álbum especial a poco que la inspiración acompañase, así que se dejó atraer por leyendas y poemas de sus ancestros y se unió musicalmente a la cantante clásica danesa Helene Horlyck. La temática de los mitos de los pueblos vikingos, unida a la condición autóctona de los artistas y el sello Enigma (ya de por sí antiguo y misterioso) que acompaña al autor, coloca a este disco en la antesala de lo épico, que si bien no es garantía de calidad, sí que proporciona un aura de emoción y aventura. Sin embargo acompaña al disco una hermosa portada que parece ahondar más en terrenos new age y románticos, lo que siempre puede ayudar a su comercialización. Así pues, el conjunto presume de conectar la energía mitológoca con la espiritualidad romántica. Una corta entradilla ("Prelude"), tan eficaz como las de Enigma, nos introduce en un mundo a la par lírico y tecnológico, más agradable que original pero sin duda bien construido y producido, así como altamente atractivo. Imitando a Michael Cretu, bases rítmicas elegantes se funden con brillantes atmósferas en las que la voz femenina juega un papel decisivo. El efecto es grato y afortunado en especial en "Ragnarok - Twilight of the Gods" y "The Seeress Prophecy (Daydreaming)", indudables cortes estrella del álbum, mientras que en alguna de las canciones emula el estilo 'classical crossover' que popularizó la soprano británica Sarah Brightman, es decir, la fusión de una voz operística con ritmos electrónicos, que podemos escuchar en "Odin's Hill" o "Cape Porcupine", en un acomodo ideal junto a la luminosa guitarra del propio Gad. Por su parte, "The Monks of Lindisfarne" recoge un muestreo de cantos gregorianos adornados de nuevo con esos armoniosos guitarreos, serenos e inconfundibles por sus sempiternos discos con Cretu, parecidos en ocasiones a los de un Mike Oldfield que también residió en la isla de Ibiza durante los años anteriores a "The Nine Worlds", en el que se podrían encontrar ciertos parecidos con álbumes de Oldfield como "Tres Lunas". Esta abrumante primera mitad del álbum continúa por el camino marcado hasta completar sus doce cortes, encontrando también tiempo para momentos ambientales muy relajantes, de los que "Land of the Elves" es una estupenda muestra. Es importante la contribución de Helene al trabajo, no sólo por aportar tan bella voz sino por hacerlo de una manera especial, casi obsesiva, improvisando hasta la extenuación para encontrar la chispa perfecta, en latín o incluso en un idioma inventado por ella -inspirado en el sueco antiguo- que aporta una extraordinaria originalidad y frescura.

Desde el principio Jens Gad vió muchas posibilidades en los mitos vikingos. Así, la batalla del fin del mundo entre los dioses (Ragnarok), el castillo monasterio de Lindisfarme (al norte de Gran Bretaña), cuyo ataque significó el inicio de la Era vikinga, la runa Othila (con forma de lazo, que simboliza la unión por causas comunes) o la ciudad rusa de Staraja Ladoga, son sólo algunos de los lugares o momentos rememorados en esta grata aventura, para deleitarse conjugando suaves ritmos avanzados con un lirismo que puede ser a la vez relajante y estimulante. El propio Jens Gad lo expresa así: "La música evoca emociones: euforia, amor, agresividad y melancolía. Yo no sobreviría ni un sólo día sin música".

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13.9.11

MASTRETTA:
"Melodías de Rayos-X"

Entre todas las denominaciones musicales que, por obra y gracia de la mezcolanza de estilos y, por supuesto, de la mercadotecnia, han surgido en los últimos años, la de 'lounge music' es la que implica una música más divertida y animada, ritmos cálidos y sensuales con efluvios de bossa nova, jazz y música para orquesta que también se pueden encontrar bajo denominaciones como 'easy listening' o 'música ligera'. La compañía Subterfuge Records apostó por un acercamiento a ese tipo de música con recordatorio a décadas en blanco y negro en su antología 'Música para un guateque sideral', que se presentaba como "una colección 'retrofuturista' dedicada a rescatar el glamour de la música de cóctel de los 60 y los 70, con reminiscencias cinematográficas y de espíritu hedonista, chic y frívolo". Podemos sentirnos afortunados, ya que, después de continuas negativas, este fue el sello que le publicó en 1998 a Nacho Mastretta su primer álbum en solitario, el sorprendente "Melodías de Rayos-X".

Nacido en Barcelona pero cántabro de adopción y afincado en Madrid desde los 90, Mastretta es un nombre a tener en cuenta en el panorama hispano de las últimas décadas, como músico, compositor, productor y técnico de sonido. Con el grupo 'Las manos de Orlac' incorporó ritmos caribeños a su música a finales de los 80, pero su enfoque posterior en solitario fue de difícil salida comercial hasta que Subterfuge Records se atrevió con su publicación en esa nueva gama de sonido cuya denominación, 'Música para un guateque sideral', es absolutamente idónea para lo que podemos escuchar en su primer largo, "Melodías de Rayos-X", elegido por el diario El País como mejor álbum electrónico español de la década de los 90, si bien la electrónica es tan sólo un envoltorio, una manera de poder amasar una música con sabor acústico, aromas de world music, recuerdos de viejo tocadiscos y resonancia a metales y a serie b: "El disco no estaba planteado en principio para ser editado por una compañía discográfica. No encajaba en las habituales clasificaciones. Por eso cuando Subterfuge aceptó grabarlo me alegré porque podía hacer lo que quisiera". No es de extrañar que en diversas entrevistas Nacho aporte los nombres de Porter, Mancini, Gershwin, Rota, Ellington, Chaplin o Jobim al hablar de influencias, pues la gracia y el desenfado de tales maestros se pueden encontrar en las dosis justas en temas como "Laguna seca" o "Sábanas blancas, cama estrecha", tan deliciosos y evocadores que parecen llevar sonando desde hace mucho tiempo en nuestra cabeza. Mastretta, que también se nutre de rock, de ritmos urbanos y de electrónica, no olvida su ascendencia mexicana por parte de madre y todo lo absorbido en sus viajes, creando un cocktail asombroso cuya primera parte es, sencillamente, maravillosa, pues aparte de las dos composiciones antes mencionadas ahí están el revival jazzero de "Mi cuarto de hora" o "Muñeca rusa", la incitación a la bossa nova de "El último habitante del planeta" o las sintonías en el limbo que suponen "Kid chocolate" o "Mosley". Ana Belén contribuye al éxtasis con la susurrante "Andrea Doria", en una segunda parte del disco donde destacan "Dolor de crooner" (que repite sones con aroma a bolero en "Latin lover") o "Tragahierros". El diseño de portada y los particulares dibujos interiores, a cargo de Fernando Mastretta, hermano de Nacho, como también lo es el autor de las fotografías, Marcos Mastretta.

Al escuchar "Melodías de Rayos-X" me viene a la cabeza el título de una antigua referencia de Luis Lozano
para 'El cometa de Madrid': "Bandas sonoras en busca de película", y es que este trabajo es una continua banda sonora de ciencia ficción de serie b, de spaguetti western rodado en Almería, de film de Fellini o de comedia de Woody Allen. Títulos tan sugerentes como "Sábanas blancas, cama estrecha", "Mi cuarto de hora" o "El último habitante del planeta" nos revelan una música viva, animosa, encantadora. piezas muy elaboradas, de apabullante gracia y mucho colorido. La instrumentación juega un papel fundamental en esa lucha de estilos que no es tal, sino más bien un baile de influencias con diversa inspiración y un fabuloso saber hacer. Notable y meritoria es la circunstancia de que Mastretta haya compuesto, interpretado, grabado y producido todas las canciones en su estudio doméstico, interpretando clarinete, saxo, armónica, sintetizador moog, piano, órgano, acordeón, guitarras, cítara, bajo, flauta, marimba, silbidos, percusiones, sampler y mezclador digital. Puntualmente Ricardo Moreno aporta batería y otras percusiones, Plinio Migliorini guitarra brasileña, Santiago Mauriño bajo, Pablo Novoa guitarra eléctrica y Ana Belén la voz en "Andrea Doria", completando un álbum importante, incluso indispensable, en la música española de cambio de siglo.



27.8.11

MICHAEL MANRING:
"Drastic measures"

Algunos músicos de innegable clase y facultades elevan muchos enteros la categoría de instrumentos menos vistosos aunque siempre importantes, como por ejemplo el bajo. Una de las posibilidades del mismo, creada por el bajista de los Rolling Stones Bill Wyman en 1961, consiste en eliminar los trastes que, como en una guitarra, separan el diapasón en divisiones de semitono. Nace así el bajo sin trastes o fretless, el instrumento de uno de los artistas primordiales de la compañía Windham Hill, Michael Manring. Aunque su infancia se desarrolló en Washington DC y sus primeros estudios en Boston, fue en California donde se creó un nombre, si bien su depurado estilo no llegó por casualidad, a sus cualidades innatas hay que añadir un exhaustivo trabajo y un legendario maestro, Jaco Pastorius, pionero estadounidense del fretless que falleció a los 35 años en trágicas circunstancias. "Unusual wheater" fue el primer disco de Manring para Windhan Hill en 1986, un trabajo que contenía el maravilloso "Welcoming" pero que en general fue superado por álbumes posteriores, como "Toward the center of the night" en 1989 (con melodías atrayentes y soberbios solos de bajo) y en especial "Drastic measures" en 1991, para el que Manring no sólo compuso grandes canciones sino que adaptó otros clásicos de la música moderna con enorme solvencia.
 
El fretless permite realizar con el bajo efectos sorprendentes con afinaciones distintas, pero a la vez es más complicado de utilizar que el bajo eléctrico tradicional, es un instrumento muy preciso en el que el margen de error es escasísimo. Manring ejerce un gran dominio sobre el mismo en base a mucha práctica diaria, y el resultado es sorprendente. Joseph Zon (el fundador de Bajos Zon) le dió su confianza y libertad para diseñar en 1990 su propio modelo de fretless de 4 cuerdas, al que llamaron Hyperbass, que es el que se puede escuchar en "Drastic measures", álbum que comienza con una conocida pieza de otro famoso bajista que traspasó los límites de ese instrumento al convertirse también en el vocalista del grupo Police; "Spirits in the material world" es una composición de Sting llevada inteligentemente al terreno de Manring en una estupenda descontextualización para empezar el disco. Dos tipos de canciones nos encontramos en el álbum, por un lado llamativas muestras melódicas en las que se conjuntan bajo, piano, percusión y, destacando en la generalidad, unos estupendos vientos (saxo, oboe, clarinete) a cargo de otro genial amigo de Windham Hill, Paul McCandless; así suenan la llamativa "Hopeful" (en la que McCandless ejecuta la melodía principal, aunque el peso de la pieza lo lleva Manring con sus líneas majestuosas de fretless), la colorida "Gizmo" (rítmica y alegre, una fiesta con saxo en una melodía fácil y atrayente muy al estilo del Paul Winter Consort -con el que colabora habitualmente el propio Paul McCandless-) o la agradable "Deja voodoo", todas ellas muestras de suave smooth jazz con elementos folclóricos. Por otro lado, enormes demostraciones de virtuosismo con el fretless en solitario, pequeñas joyas repletas de overdubs, arpegios y demás efectos que no hacen el disco más fácil de escuchar pero sí mejor: "Red right returning" es la genuina expresión de la melancolía en un enorme solo de bajo, un tema increible donde se puede comprobar cómo este músico transmite más allá de su técnica, el júbilo de su música conecta con el público; "Purple haze" es la versión, de extraordinaria clase y maestría, de la canción de Jimi Hendrix; y de Chick Corea es "500 miles high", que Manring convierte en una gozosa reflexión en soledad. Y entre medio, retomando al grupo al completo, otra de las razones por las que considerar a este trabajo una pequeña joya, una obra maestra sin palabras de título "Wide asleep", una conjunción sobresaliente en una canción que lo tiene todo, gran viento, gran batería, gran teclado, increibles entradillas del bajo, animada y reposada en su justa medida hasta llegar a un inmenso clímax final difícil de superar. "When last we spoke" cierra el disco con un bajo sonando como un instrumento de viento, y nos deja con ganas de más, si bien hemos asistido a un completo espectáculo con el que cerró su etapa en Windham Hill, ya que discos posteriores aparecerán en sellos como High street -en realidad, subsello de Windham Hill- ("Thonk"), Alchemy Records ("The book of flame") o Manthing Music ("Soliloquy").
 
Como 'bajista residente' de Windham Hill muchos otros músicos del sello se aprovecharon del talento de Michael Manring. Además formó parte del grupo Montreux junto a Darol Anger (violín), Mike Marshall (guitarras) y Bargara Higbie (teclados). Sin embargo fue con Michael Hedges con quien le unió una especial relación de amistad, ya que llevaban tocando juntos desde los 18 años; la muerte de éste en 1997 fue un momento especialmente duro para un Manring que había colaborado en casi todos los trabajos del malogrado guitarrista. En "Drastic measures" nos encontramos a un Michael Manring en plenitud de forma, si bien una de sus metas es el trabajo y aprendizaje contínuo, puesto que el bajo es un instrumento tan especial, tan pasional, que jamás le aburre. Tanto con sus discos como con sus directos, en los que es capaz de tocar varios bajos a la vez y donde mejor se puede apreciar su enorme capacidad, todos salimos ganando.



30.7.11

SCHILLER:
"Zeitgeist"

No es difícil que ciertos músicos de prestigio asociados sin temor a etiquetas como nuevas músicas, new age o música cósmica utilicen para sus obras una cierta dosis de electrónica, que en ocasiones conlleva una carga rítmica superior a lo que muchos oyentes esperan encontrar en sus discos. Jarre, Oldfield o Enigma bien pueden formar parte del repertorio de determinados DJ's que busquen otro tipo de sonidos, más centrados en la fusión con elementos de world music y con una indudable línea de calidad que se mantiene en cualquiera de sus propuestas, algunas de las cuales han podido entrar en terrenos que se pueden denominar con otras etiquetas, por ejemplo la música dance o algo más allá, la música trance. Christopher von Deylen es uno de los nombres de calidad en cuanto a este tipo de música, un alemán que junto a Mirko von Schlieffen creó el grupo Schiller en 1998. Hay que matizar que el de Schiller es un trance étnico (con claros ecos del sonido de Enigma), incluso melódico (al estilo de Robert Miles), y bastante suave en sus composiciones más rotundas, en absoluto progresivo. Tecno, house, ambient y, por qué no, new age, han acabado marcando una línea electrónica de calidad que por momentos relaja y en otros enciende los ánimos. Como ya lo fuera del krautrock, Alemania -el país de origen de otras potentes bandas electrónicas como Kraftwerk y Tangerine Dream, por no hablar del ultrareferenciado Klaus Schulze- fue la cuna principal de este estilo, que ha evolucionado -generalmente mal- con el tiempo, pero que ha dejado pequeños ejemplos, como el de Schiller, de grupos que pueden derribar fronteras y gustar por igual a los que buscan relax o diversión.

"Die glockenspiel" fue la canción que, incluso antes de completar un primer álbum, dió comienzo a esta historia, e incluso originó el nombre del grupo, ya que "Die glocke" (la campana) es un poema del dramaturgo alemán Friedrich Schiller. Intentando inventar una nueva música electrónica, estos dos artistas fundaron el sello Zeitgeist y publicaron con ese mismo título su primer disco en 1999, con un éxito que no se hizo esperar. El inicio es atrayente, con una voz sugerente como surgida de un método para aprender alemán, algo que va a convertirse en un clásico en los discos de Schiller. "Der anfang" nos plantea un viaje que parece más relajante de lo que realmente va a acabar resultando, si bien el planteamiento del siguiente corte, "Glück und erfüllung", con su ritmo percusivo constante y notas alargadas evocativas de guitarra, de carácter desértico, invita a cerrar los ojos y dejarse llevar hacia otros territorios. Ante las atmósferas presentadas, indudablemente viene a la cabeza el grupo Enigma, impresión que se ve reforzada con la voz de presentación, el teclado simulando una flauta y la entrada de la percusión. Es en "Liebesschmerz" -segundo sencillo del trabajo- donde las intenciones se aclaran, los espíritus se abren al movimiento y el ritmo de las nuevas tendencias de baile electrónicas domina la mayor parte de esta impresionante primera obra del dúo, una verdadera demostración de que tecno, world music y new age pueden conjuntarse con éxito y acallar el eterno dilema de las fronteras de lo viejo y lo nuevo, lo antiguo y lo moderno, lo acústico y lo electrónico. Huyendo además de las facilidades, coexisten en el disco pasajes abstractos, ambientales ("Freiheit", en el que sonidos naturales y un teclado más relajante preceden a un bucle percusivo que vuelve a recordar claramente al que Enigma utilizó en su impactante primer trabajo, influencia a la que hay que unir el sonido aflautado, étnico, del teclado que marca la pieza) con momentos destinados a la cultura de club: tras la mencionada "Liebesschmerz" y una hipnótica muestra de sampleo de una voz melodiosa junto a una melodía movida, con atrevidos cambios de orientación y fondo machacón que no llega a molestar, de título "Das unbekannte reich", comienza la parte estrella del álbum, englobada en la tendencia discotequera que se respira desde el principio y que aquí encuentra su Everest, en especial con el primer sencillo del álbum, el mítico "Das glockenspiel". Enmascarada en las nuevas tendencias, "Körperbewegung" es una pieza delicada y romántica, más cercana a Robert Miles que a Paul Oakenfold, en un tono general impetuoso, pero siempre elegante. "Ruhe" -tercer sencillo- es otro de los temas estrella, conducido por un marcado bajo y notas repetitivas de guitarra (interpretados ambos por Thissy Thiers, curiosamente un antiguo colaborador de Michael Cretu, es decir, Enigma) que juegan con dos tipos de voces de acompañamiento, masculina y femenina. En este sentido, y aunque se escuchen interesantes voces, el trabajo es mayoritariamente instrumental, no así los álbumes posteriores, que incorporarán numerosos vocalistas invitados como Kim Sanders, Maya Saban, Sarah Brightman, Moya Brennan o incluso ana Torroja, que también había colaborado unos años antes con otro dúo de interesante interacción étnico-electrónica como Deep Forest.

"Zeitgeist" inaugura un particular mundo de magia en movimiento, de ritmo impulsado por las nuevas tendencias, el afán tecnológico que, bien encauzado, también puede decir mucho y atraer no sólo por el movimiento que inspira sino por lo que contiene, el encanto de la buena música de baile. Dejando aparte la música, es destacable lo cuidado de la presentación y diseño gráfico de toda la discografía de Schiller, cuyas portadas se basan siempre en pictogramas, lo cual no sólo los hace interesantes estilísticamente sino además fácilmente distinguibles. El pictograma seleccionado en "Zeitgeist" es un reloj (zeit en alemán significa tiempo), holográfico en algunas de las ediciones del álbum, que por lo general son numerosas. Por ejemplo, "Zeitgeist" podía encontrarse en su edición simple, doble (con un segundo CD de música non-stop titulado "Chill out mix") o triple (en una edición de Singapur con video-clips), y además dos años después se comercializó por parte de Radikal Records la edición norteamericana, con traducción de los títulos de las canciones y título general "Spirit of the age". Tras un segundo trabajo de título "Weltreise" el grupo se rompió, quedándose con el nombre de Schiller Christopher von Deylen, un tipo sencillo y discreto a pesar de ser, musicalmente hablando, una gran estrella. Desde Berlín continúa con esta propuesta que a pesar de su estética algo más dura de lo habitual para las nuevas músicas, tiene puntos en común dignos de ser escuchados y, por qué no, disfrutados.





17.7.11

SCOTT COSSU:
"Wind dance"

Gran parte de los aficionados a la música del sello Windham Hill recordarán con admiración los nombres de Will Ackerman, Alex de Grassi, George Winston o Michael Hedges, entre muchos otros. No serán tantos los seguidores de un pianista llamado Scott Cossu, un músico al que la mala suerte le visitó cuando, en el momento más álgido de su carrera, con sus discos cobrando importancia en el mundillo de la new age y el smooth jazz, buenas críticas y una gira mundial preparada, sufrió un lamentable accidente, un coche le atropelló en Los Angeles y sólo la cercanía a un centro médico salvó su vida tras un traumatismo craneoencefálico grave. Tras varios años de lucha, incluso con una cierta pérdida de memoria, al final Scott Cossu logró una maravillosa rehabilitación y continuó con su carrera, o más bien tuvo que labrarse un nuevo comienzo, en especial cuando la venta de Windham Hill le hizo acomodarse -tras un pequeño paso por Miramar- en el sello de Portland Alula Records.

Años antes, Cossu había recogido sus influencias en un trabajo titulado "Still moments", un disco íntimo para sus amigos y familiares que acabó publicado en 1980 por el sello de Seattle Music is Medicine (subsello de First American Records), que tuvo una calurosa acogida en la costa oeste y le hizo ser requerido para una buena cantidad de conciertos. Will Ackerman conoció a Cossu durante un evento en la universidad de Washington, y enseguida le propuso unirse a Windham Hill, lo que ocurrió el mismo día que también firmó el guitarrista Michael Hedges. Sin embargo fue el otro gran pianista de la compañía, George Winston, el que hizo buenas migas con Cossu, tanto como para realizar alguna gira juntos, e incluso para que solicitara producir el primer álbum de Scott para Windham Hill, el que supuso el disco número 16 de la compañía y que llevaba por título "Wind dance". 1981 fue su año de publicación, y enseguida se convirtió no sólo en una grata sorpresa sino incluso en un pequeño clásico, por su frescura, colorido y júbilo, con una importante base de un jazz muy ligero y melodioso, en combinación con pequeños rítmos étnicos, folkies y una lógica -por su formación- influencia clásica. El ingeniero de sonido iba a ser un Russell Bond que colaboraría años después en los mejores trabajos de Chris Spheeris. Al ser tan cercano a la etiqueta 'new age', nos encontramos ante un disco fácil de escuchar y muy agradable, compuesto en su mayoría por solos de piano, si bien el primer corte del disco, "Jamaica", es una rítmica y subyugante composición de inspiración caribeña, donde la base del atrayente piano se conjuga con la guitarra de Alex de Grassi y una interesante percusión de ida y venida, a cargo de Michael spiro y Paul Dunn, para conformar otra de las canciones emblema de Windham Hill. El chelo de Dan Reiter es el otro instrumento invitado, por ejemplo su quejido acompaña al piano en "Freija", una pieza más intimista, menos agradecida pero muy sentida, un alto en el camino que se sale por un momento del espíritu vitalista del resto del trabajo, esa alegría que se muestra también en la conjunción de instrumentos que lo culmina bajo el título de "Wind dance", piano, chelo y percusión en un entorno jovial y distendido, bailando con el viento cálido de tierras tropicales, una pieza bien construida en la que el chelo reclama momentos más tranquilos en una emocionante pugna con el piano rítmico. Es el colofón a un álbum sobresaliente y fácil de seguir en el que, como ya se ha dicho, predominan los solos de piano: "Demeter - Rejoicing" es una espléndida muestra en dos partes bien diferenciadas, pues tras un comienzo más bucólico, a los dos minutos torna en un pequeño remolino rítmico de fácil asimilación por su semejanza con el estilo de George Winston, en una tierra de nadie lejos de etiquetas. Y sin solución de continuidad, otro enorme clásico del autor y de la compañía, "Kinsa", un solo de piano de aparente complicación por su ritmo frenético, lo que consolida la enorme capacidad del Cossu intérprete. Más sencillos y calmados se presentan las dos composiciones restantes, en cierto modo románticas ("Purple mountain"), incluso cargadas de una cierta espiritualidad ("Almost like heaven"), para una sensación general cálida y acogedora, en aboluto neutra, más bien de un especial regocijo a lo largo de su escaso minutaje, lo cual no le impide recoger varios cortes de cierta enjundia, incluso algunos de ellos ejemplos ilustrativos de la new age más cercana al smooth jazz, el mismo estilo que siguió cultivando en sus próximas entregas, como un "Islands" publicado tres años después que contenía su gran éxito "Oristano sojourn".

Will Ackerman y Anne Robinson aseguraban que la música que editaban en Windham Hill era la que les gustaría escuchar en el salón de su casa. Su buen gusto, que ha perdurado durante décadas, era notable, y el nombre de Scott Cossu fue de los destacados en esa primera época de la compañía californiana. Gran nadador además de excepcional pianista, este músico que lucía en la fotografría de contraportada una frondosa melena y bigote, también aporta a sus composiciones un cierto tono divertido, hasta el punto de llamar a su música 'Heavy mental' o 'National Geographic cósmico'. Y aunque su carrera ha continuado por derroteros de reconocimiento, da que pensar que si aquel desafortunado accidente no hubiera cortado su progresión, tal vez estuviéramos hablando de otro mito de Windham Hill, a la altura de George Winston. No en vano, ahí estaban las comparaciones con Keith Jarrett y algunas críticas entusiastas que definían a este pianista de Ohio como "una de las luminarias del jazz del futuro". Vale la pena, con discos como "Wind dance", comprobar si tenían razón.

30.6.11

LOREENA McKENNITT:
"Parallel dreams"

Muchos músicos, cansados de las contínuas negativas de las compañías de discos, reticentes a publicar según qué estilos musicales, o simplemente creyentes de que la autoproducción es el mejor cámino para expresarse sin cortapisas, fundan sus propios sellos discográficos. En cuanto a las nuevas músicas, Essence Records (Chris Spheeris), Seventh Wave (Suzanne Ciani) o Living Music (Paul Winter) son sólo algunos ejemplos de un variado elenco de nombres, entre los que también destaca la canadiense Loreena McKennitt, que fundó Quinlan Road en 1985 para publicar su primer trabajo, "Elemental", demostración de una elegante busqueda en la más pura tradición celta, donde esta arpista (multiinstrumentista, realmente, si bien el arpa fue una especie de icono en esta primera época) pelirroja interpretaba inmortales canciones con sencillos pero efectivos arreglos y la ventaja que en todo momento le otorgaba su maravillosa y característica voz, de sabor añejo y poso profundo, que volvía a destacar dos años después en un compendio de canciones navideñas titulado "To drive the cold winter away". El siguiente paso de una evidente evolución (basada en concienzudos estudios) se iba a publicar en 1987 bajo el poético título de "Parallel dreams".

Excepcional arreglista y poseedora de una gran sensibilidad para crear la música que acompañaba a historias tradicionales o poemas inmortales, Loreena fue consciente de que también tenía que dar el salto en el apartado de las letras de las canciones. El resultado fue más que correcto, fue sencillamente espectacular, la canadiense se comenzó a mostrar como una consumada letrista, gracias en buena medida a su investigación en mitos, leyendas y costumbres de los mundos celtas. En "Parallel dreams" nos encontramos con historias de amor (tan profundas como la de "Annachie Gordon"), reflejos de una época difícil (la pobreza en las calles se puede palpar en "Dicken's Dublin") o anhelos de libertad ("Breaking the silence" es una auténtico himno a favor de los derechos humanos), en ocho composiciones de las cuales solamente dos son instrumentales, y que ahondando en el título de 'sueños paralelos' poseen como nexo común "el ansiado viaje en busca del amor, la libertad y la integración", es decir, la búsqueda de realizar los sueños. "Samain night" es un comienzo placentero, un arrullo que se corresponde con la fiesta celta del 'Samhain', que corresponde con la festividad cristiana del día de Todos los Santos o con el Halloween pagano. "Moon cradle" es una deliciosa nana cuya letra corresponde al único poeta irlandés referido en el trabajo, un Padraic Colum que también fue 'utilizado' en "Elemental", concretamente en la letra de una de sus mejores canciones, "She moved through the fair". Los sueños de los primeros celtas arribados a norteamérica son evocados en "Huron 'Beltane' fire dance" (Beltane era una antigua festividad celta situada el 1 de mayo), instrumental que fusiona alguna supuesta danza del fuego nativa (del pueblo hurón o wyandot) en unión a instrumentos celtas. Aun cuando esta primera parte del disco es mágica y atrayente, comienzan aquí los momentos posiblemente más recordados, cuatro composiciones que se salen de los parámetros normales: "Annachie Gordon" (una calmada historia de amor de origen tradicional que ciertamente nos traslada a otros paisajes y costumbres, convirtiéndose de inmediato en una de las canciones más destacadas del álbum), "Standing stones" (otra tragedia amorosa, algo más rítmica, de letra tradicional y una completísima instrumentación que incluye la única gaita irlandesa que suena en el disco, interpretada por Patrick Hutchinson), "Dicken's Dublin (The palace)" (entrañable y conmovedor corte con letra y música de Loreena, guiada por la voz de un niño que no tiene nada y su sueño es encontrar un hogar -"Tal vez pueda encontrar un lugar que pueda llamar casa / Tal vez pueda encontrar un hogar que pueda llamar mío"-) y "Breaking the silence", posiblemente el momento más rotundo y sentido del trabajo, una pieza magistral dedicada a Amnistía Internacional donde Loreena entrega su alma al estar dedicada a una causa tan meritoria como la lucha por los derechos humanos en cualquier parte del mundo. Su meditativa entrada conduce hacia un éxtasis vocal portador de una llama de esperanza, acunado por una guitarra mediterránea, percusiones, teclados y un suave sonido aflautado que aporta el poso celta. "Ancient pines", compuesto como tema principal del documental canadiense 'Goddess remembered', concluye de bella manera instrumental el álbum, pero la huella que nos deja "Breaking the silence" perdura una vez llegado dicho final, y encumbra a esta elegante autora como una sublime cantautora celta, que da el salto en la composición de manera excepcional (en "Elemental" todas las canciones menos una eran tradicionales, mientras que en "Parallel dreams" todas menos dos son composiciones propias de Loreena).

De nuevo, como en "Elemental", encontramos a Loreena McKennitt y un arpa (majestuosas ambas) en la portada, si bien esta vez con un diseño más elaborado que en su primer disco, demostrativo de la pretendida evolución en el contexto de la autora y su trabajo, que a pesar de todo aún conserva el dulce sabor de lo artesano. Aunque enseguida iba a sustituir los idílicos paisajes irlandeses por itinerarios del resto de los mundos celtas (y del viaje de dicho pueblo por varios continentes), en "Parallel dreams" se sigue sintiendo el fulgor de la tradición más sincera, auténtica alma celta pero además estéticamente irreprochable, bajo la producción de la propia compositora, y con otro enorme paso adelante en la instrumentación, que aunque sigue siendo sencilla y folclórica, se nutre de enormes guitarras (a destacar la primera colaboración de su 'fiel' Brian Hughes), violines (Oliver Schroer), violonchelo (George Koller), mandolina (David Woodhead), además de buenas percusiones (con otro nombre que continuará con ella durante bastante años, Rick Lazar), pequeñas contribuciones de la gaita o la tabla, y los instrumentos propios de la McKennitt: arpa, teclados, texturas sintéticas, ukelín, bodhrán, y por supuesto esa turbadora voz tan especial, que hace de "Parallel dreams" un disco para soñar despiertos.





15.6.11

YAS-KAZ:
"Shinran/Shiroi michi"

Los artistas orientales muestran por lo general en sus trabajos una especial armonía y sensibilidad. Músicos como Kitaro o Himekami han encontrado a través de esa vía (sin desdeñar una poderosa fuerza interior) un enorme éxito en la caótica sociedad occidental. Yasukazu Sato, más conocido como Yas-Kaz, es otro de esos artesanos del sentimiento del sonido, en esta ocasión a través de la percusión. Según él, con su música pretende aliviar las tensiones de la sociedad tecnológica viajando a través de la conciencia, y escuchando sus trabajos hay que admitir que en ocasiones logra crear esa burbuja de aislamiento tan necesaria en determinados momentos. Nacido en 1951 en la prefectura de Miyagi, obtiene el título de percusionista en 1974, y una década después comienza una frenética actividad que le lleva, durante los 80, a publicar disco por año, amén de numerosas representaciones, colaboraciones (con Ryuichi Skamoto o Himekami) y eventos en directo, en solitario, con diversos amigos (japoneses o estadounidenses, como el saxofonista Wayne Shorter) o acompañando a grupos de danza como Sankai-Juku o Gnun Jathi. Es en 1987 cuando el director de cine Rentaro Mikuni le encarga la banda sonora de la película "Path to purity" (El sendero de la pureza), que llegó a ser ese año premio del jurado en Cannes, y en la cual destacaba su onírica partitura.

"Path to purity", que era la historia del monje budista Shinran, se benefició de esta maravillosa música que se comercializó ese mismo año 1987 a través de Pony Canyon, y que contó con una necesaria edición española traducida, de título japonés "Shinran/Shiroi michi", gracias a Lyricon, división de Sonifolk. La entrada del disco es realmente maravillosa, "Mizugiwani furu yuki - Asa no tema" ("Nevando al borde del agua - El tema de Asa") presenta una hermosa melodía melancólica que emana suaves reminiscencias orientales de corte clásico, sin duda la mejor pieza del disco junto al final del mismo, aunque el interior no desmerece en absoluto la fama de este percusionista que demuestra sus extraordinarias dotes en ese arte en animadas composiciones plagadas de tambores y efectos (incluso vocales) como las ceremoniales "Hourai no sakebi" ("El clamor de Hourai") o "Gengong". Sabe sin embargo el artista dejar que otros instrumentos de viento o cuerda cobren su merecido protagonismo. "Gekichu geki" ("Teatro en el teatro") representa un extraordinario momento inquietante de ambiente terrenal reforzado con un misterioso saxo y una percusión discreta pero continua junto a un piano que se asienta en estilos más cercanos al jazz, el mismo del que parece emanar el siguiente corte, "Kieyuku asiato" ("Huellas que desaparecen"), aunque más animado y con fondo electrónico en conjunción con una percusión colorida; el resultado, frenético, llega a asemejarse a alguna sintonía de serie estadounidense de 'prime time'. El instante más folclórico del álbum llega con "Uite sizunde, sizunde uite - Cyouban asobi" ("Flota y se hunde, se hunde y flota"), marcadamente oriental no sólo por un coro de niños cantando en japonés sino por el corto protagonismo del violín eléctrico, del que surge un auténtico lamento. Es sin embargo "Shiroi michi" ("Camino blanco") el momento más majestuoso del final del trabajo, una pieza de ritmo lento y emocionante al violín (instrumento cuya especial sonoridad destaca en el álbum), aunque con diversas entradas y salidas, colofón de un trabajo cuya esencia japonesa aumenta su interés en occidente, y en el que conviven, amén de la percusión de Yas-Kaz y el mencionado violín eléctrico de Masatsugu Shinozaki, piano, sintetizador, saxo, arpa y oboe. La portada del disco, de una evidente y poética belleza nipona, anticipa un mundo de tradiciones y profunda melancolía proveniente del país del sol naciente.

A través de una extraordinaria sensibilidad y capacidad de empatía, Yas-Kaz gusta de inmiscuirse en terrenos ajenos y asimilarlos sintiendo el sonido, incluso hablando con él y buscando sus conexiones con el ser humano o lo que hay dentro de él ("mi ambición es hacer un viaje a través de la conciencia"). Meditativo en general, salvo momentos más turbadores, "Shinran/Shiroi michi" es un trabajo muy sólido, que consigue la comunión con el oyente en varios momentos mágicos. Las fascinantes atmósferas abstractas presentadas en anteriores trabajos se conjugan con las imágenes propuestas por el cineasta Rentaro Mikuni en su premiado drama histórico-religioso "Path to purity", para acabar disfrutando de un resultado exultante, donde poder encontrar la luz dentro de las sombras.

31.5.11

JEAN MICHEL JARRE:
"Magnetic Fields"

Actualmente es difícil de creer que músicos instrumentales no clásicos como Jarre o Oldfield, así como los máximos exponentes del añejo rock sinfónico fueran ídolos de masas, superventas y portadas de revistas en los 70 y 80. Posiblemente se valoraban mucho mejor que ahora las cualidades de los músicos y se buscaba otro tipo de apertura de fronteras a través de instrumentos electrónicos que enseguida se apropiaron el pop y el rock, pero no cabe duda de que las páginas que se escribieron en esos años fueron de las más inspiradas de la historia reciente. Jean Michel Jarre se dió a conocer mundialmente con un maravilloso "Oxygène", evolucionó con el genial "Equinoxe" y en 1981, con tres años de tiempo para madurarlo y ayudado por nuevas evoluciones técnicas, publicó con Disques Dreyfus "Magnetic Fields", el primero de sus álbumes donde podemos ver su rostro en la portada, lo cual no significa que sea una obra más directa y humana, pues Jean Michel presenta en la misma un aspecto lejano y robótico.

A comienzos de los 80 se comercializó un popular invento australiano denominado Fairlight CMI, el primer 'sampler' de la historia, es decir, un teclado capaz de pregrabar sonidos y reproducirlos fieles o alterados. Jarre fue de los primeros músicos en incorporarlo a su arsenal electrónico y "Magnetic Fields" de los primeros discos en utilizarlo junto a otros de Kate Bush, Stevie Wonder o Peter Gabriel. Este instrumento acaba por conferir un tono más tecnológico, incluso futurista, a este trabajo que suele circunscribirse comúnmente al tecno-pop más que a la música cósmica (en palabras, de Jarre, este disco es menos espacial, más terrenal). De hecho el comienzo es menos atmosférico que en los discos anteriores, más incisivo en ritmos secuenciados cercanos al tecno, pero con inigualable estilo, delicadeza en las formas y el típico y poco contenido aluvión de gratos efectos de sonido, que de manera burbujeante anticipa un tímido muestreo de voces que, más estudiado y desarrollado, derivará en el magistral "Zoolook". Sin ningún tipo de descanso, este "Magnetic Fields part 1" (que sin más explicaciones ocupa toda la cara A del vinilo, sin cortes) concluye con otro momento rítmico muy acertado, aunque quizás no tanto como la siguiente composición, "Magnetic Fields part 2", el sencillo más importante del disco. Marcada por su contundente percusión, esta segunda parte, como otros momentos del álbum, ahonda en la realidad que presentaban las nuevas corrientes de la música electrónica, su cercanía a formas musicales más propias de clubes y discotecas, aunque sin tener aún nada que ver con estilos destructivos y demenciales que llegaron años después. Repetida y rescatada en numerosos recopilatorios, esta maravillosa y pegadiza segunda parte contó con su correspondiente video-clip e influyó notablemente en el éxito de un trabajo que continúa en esta 'cara B' con una tercera parte relajante, más cercana a corrientes atmosféricas, muy apropiada para calmar unos ánimos que enseguida hayan una tímida regeneración en otro corte, "Magnetic Fields part 4", con el sonido más típico de "Equinoxe" aunque con la presencia de voces sampleadas. La sorpresa del disco viene en su última canción, una quinta parte subtitulada "The Last Rumba" cercana a ritmos caribeños, que se hizo bastante popular y que supuso una de las pequeñas licencias en tono de broma que Jarre se permitía de vez en cuando, como los maravillosos instantes circenses de "Equinoxe Part 8". En esta ocasión, Fellini deja paso a playas de inmaculada arena y Jarre concluye "Magnetic Fields" de esta manera poco convencional pero divertida y acertada.

"Magnetic Fields" es el título internacional de una obra inteligente, que juega con las palabras francesas chants/champs (cantos/campos) en un juego por el que los 'cantos magnéticos' (título original, "Les Chants Magnetiques") se convierten en 'campos magnéticos' ("Les Champs Magnetiques") en un simbolismo del rumbo de la música de Jarre. La dualidad no sólo se presenta en el título, la propia música refleja instantes tan estilísticamente diferentes como las partes 2 y 5 (de la pura electrónica a su fusión con world music), o momentos tecno discotequeros junto a ambientes más meditativos de enorme disfrute. Desde luego, de estos primeros trabajos de Jarre, nos encontramos ante el más impersonal, el de menos alma, pero confirma la enorme categoría y preponderancia de su autor, un músico exitoso y atrevido, tanto que en vez de mirar hacia los Estados Unidos, realizó una colosal, novedosa y complicada gira por la China comunista con lo mejor de su discografía unido a importantes canciones nuevas como "Arpegiator", "Orient Express", "Souvenir of China" o "Fishing Junks at Sunset", eventos que se plasmaron en un importante y recomendable doble disco titulado "The Concerts in China".

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15.5.11

JEFF JOHNSON & BRIAN DUNNING:
"Songs from Albion"

Literatura fantástica es un término de difícil definición que, bajo ciertas condiciones por las cuales debe de asociarse a lo mágico o extraordinario, podría englobar a autores tan conocidos como Tolkien, Lovecraft, Poe, Bram Stoker, Robert E. Howard o Ursula K. LeGuin, entre muchos otros. Su éxito ha originado numerosas sagas míticas en las últimas décadas, algunas orientadas al público juvenil (desde las aventuras de Harry Potter a las de los vampiros de 'Crepúsculo'), y entre ellas nos encontramos con la aclamada trilogía 'La canción de Albión', de Stephen Lawhead, autor estadounidense que ya había despuntado años atrás con otras sagas como el mitológico 'Ciclo Pendragón', y cuya obra suele definirse como ficción histórica celta. El teclista norteamericano Jeff Johnson y el flautista irlandés Brian Dunning se conocieron en Portland y comenzaron su actividad musical como dúo rindiendo tributo a dicha trilogía de Lawhead (los títulos españoles de los libros eran 'La guerra del paraíso', 'Mano de plata' y 'La última batalla'), con tres estupendos álbumes (simplemente 'Songs from Albion I, II y II') y una recopilación de los mismos que lleva el título de su tema más destacado (casi un leitmotiv), "The Enduring Story".

Ark Music, el sello discográfico del propio Jeff Johnson, publicó "Songs from Albion" en 1992. En la portada, Môr Cylch, el laberinto circular de la vida. Si lo tratamos como banda sonora de 'La guerra del paraíso', es evidente que "The Enduring Story" sería el tema principal, por su importancia en la trilogía y por su indudable carácter épico y melodía recordable, en un desarrollo plano, sencillo, pero repleto de magia y evocador de leyendas, una canción esplendorosa y vaticinadora de éxitos. Esa es evidentemente la tónica general del álbum, de hermosa ambientalidad celta en un entorno mayoritariamente acústico pero en el que la electrónica juega papeles importantes, como en el alegre acompañamiento de "Aurochs and Jaguars" y "Plexus", dos de los cortes destacables del trabajo, con un sonido más cercano al pop el primero (un acertado tratamiento muy dinámico y jovial) y al rock sinfónico el segundo, un corte de creciente intensidad cuyo frenético final te hace sentir parte de la historia a la que está glosando, y en el que choca la contundencia de la batería, un instrumento que destaca esporádicamente en el disco, como en "A Rippling Ring", donde Dunning demuestra además su maestría con la flauta. "Sycharth" (en la novela la espectacular fortaleza del Rey Meldryn Mawr, alzada sobre un risco y rodeada de campos de cultivo) es una evocativa melodía de acertado tratamiento instrumental, donde habita también un estupendo bajo, interpretado por Rick Crittenden. Este bajo y la mencionada batería (de Brian Willis) se conjugan con los teclados de Jeff Johnson, las flautas de Brian Dunning, además de guitarras (Derry Daugherty) y percusiones (Roger Hadley). Ynys Sci es el nombre de la isla donde se ubica una importante escuela para guerreros, y el ella Scatha es la jefe de batalla, tan bella como fuerte y aguerrida. Así, voces femeninas sugerentes interactúan en "On Scatha's Island" (la de Lynn Skinner, que se une al juego entre celta y medieval con altas cotas de lirismo) y en "The Prophecy / Goewyn's Fair" (otra hermosa composición, que comienza con un texto recitado por Jean Usher, introduciendo una bella melodía cristalina que engancha a pesar de su corta duración, pues sólo es la mitad de la pieza, que acaba de manera más ambiental); el propio Jeff Johnson, recordando sus días de intérprete de rock cristiano, es el vocalista de "Dawn Singer", la canción de cierre (como el colofón de una superproducción), intensa y atmosférica, aunque no tan inspirada como se podía esperar para culminar el disco. Son por contra otras dos las composiciones más acertadas del álbum junto a "The Enduring Story": "An Otherworld" refleja el 'Otro mundo', que parece el paraíso, libre de la estupidez humana, y es una dulce y acertada tonada, un sueño celta que bien podía haber sonado en cualquier disco de superbandas como Nightnoise -el grupo del propio Dunning, en alza en aquella época-; por otro lado, "Heart of the Heart" (el corazón del corazón, el centro del laberinto, donde Tegid y Llyd -Llew- encuentran la canción de Albion, el más precioso tesoro del Reino, que sostiene todo lo que existe) es uno de esos cortes en los que todo brilla en un contexto épico, el sugerente fondo y el inmenso viento. Como musicalizando el 'plexo', la urdimbre celta que en la novela conecta nuestro mundo y el 'Otro mundo', Johnson y Dunning tejen melodías fuertes y pegadizas, canciones que estos bardos de una y otra era nos ofrecen desde el limite, la orilla entre la realidad y la imaginación, donde ambos mundos son uno. La fantasiosa música de una fantasiosa novela.

"Songs from Albion" es un completo trabajo cuya excepcional conjunción hace honor al libro de Stephen Lawhead que lo inspira. Su suave ambientalidad celta puede recordar por momentos a otra obra importante sobre leyendas celtas, aunque varios años posterior, la encantadora "A Celtic Tale" de los hermanos Danna. Jeff Johnson es el principal compositor del disco, dejando a Brian Dunning la autoría de sólo tres de los cortes del mismo, en los que por supuesto predomina la sempiterna flauta (en especial en "An Otherworld" y "A Rippling Ring"). Esta situación se equilibrará en las siguientes entregas, para las que Dunning compondrá temas extraordinarios. Hay que mencionar que "Songs from Albion" no es la única novela de Stephen Lawhead musicada por Jeff Johnson y Brian Dunning, "King Raven", "Bizantyum", "The Bard and the Warrior" y "Patrick" son otros ejemplos de esa inspiración, todos ellos publicados, así como otros trabajos de los músicos en solitario, dúo o con otros artistas, por Ark Music, el mencionado sello de Johnson. Este músico de profundas creencias cristianas y extensa discografía encontró en la literatura fantástica el filón por el cual encauzar su creatividad orientada al mundo celta, y junto a Brian Dunning, siempre recordado por su fenomenal contribución a Nightnoise, nos ofreció un onírico recorrido musical por mundos de magia y leyendas de los que "Songs from Albion" fue el primer ejemplo.

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