15.6.11

YAS-KAZ:
"Shinran/Shiroi michi"

Los artistas orientales muestran por lo general en sus trabajos una especial armonía y sensibilidad. Músicos como Kitaro o Himekami han encontrado a través de esa vía (sin desdeñar una poderosa fuerza interior) un enorme éxito en la caótica sociedad occidental. Yasukazu Sato, más conocido como Yas-Kaz, es otro de esos artesanos del sentimiento del sonido, en esta ocasión a través de la percusión. Según él, con su música pretende aliviar las tensiones de la sociedad tecnológica viajando a través de la conciencia, y escuchando sus trabajos hay que admitir que en ocasiones logra crear esa burbuja de aislamiento tan necesaria en determinados momentos. Nacido en 1951 en la prefectura de Miyagi, obtiene el título de percusionista en 1974, y una década después comienza una frenética actividad que le lleva, durante los 80, a publicar disco por año, amén de numerosas representaciones, colaboraciones (con Ryuichi Skamoto o Himekami) y eventos en directo, en solitario, con diversos amigos (japoneses o estadounidenses, como el saxofonista Wayne Shorter) o acompañando a grupos de danza como Sankai-Juku o Gnun Jathi. Es en 1987 cuando el director de cine Rentaro Mikuni le encarga la banda sonora de la película "Path to purity" (El sendero de la pureza), que llegó a ser ese año premio del jurado en Cannes, y en la cual destacaba su onírica partitura.

"Path to purity", que era la historia del monje budista Shinran, se benefició de esta maravillosa música que se comercializó ese mismo año 1987 a través de Pony Canyon, y que contó con una necesaria edición española traducida, de título japonés "Shinran/Shiroi michi", gracias a Lyricon, división de Sonifolk. La entrada del disco es realmente maravillosa, "Mizugiwani furu yuki - Asa no tema" ("Nevando al borde del agua - El tema de Asa") presenta una hermosa melodía melancólica que emana suaves reminiscencias orientales de corte clásico, sin duda la mejor pieza del disco junto al final del mismo, aunque el interior no desmerece en absoluto la fama de este percusionista que demuestra sus extraordinarias dotes en ese arte en animadas composiciones plagadas de tambores y efectos (incluso vocales) como las ceremoniales "Hourai no sakebi" ("El clamor de Hourai") o "Gengong". Sabe sin embargo el artista dejar que otros instrumentos de viento o cuerda cobren su merecido protagonismo. "Gekichu geki" ("Teatro en el teatro") representa un extraordinario momento inquietante de ambiente terrenal reforzado con un misterioso saxo y una percusión discreta pero continua junto a un piano que se asienta en estilos más cercanos al jazz, el mismo del que parece emanar el siguiente corte, "Kieyuku asiato" ("Huellas que desaparecen"), aunque más animado y con fondo electrónico en conjunción con una percusión colorida; el resultado, frenético, llega a asemejarse a alguna sintonía de serie estadounidense de 'prime time'. El instante más folclórico del álbum llega con "Uite sizunde, sizunde uite - Cyouban asobi" ("Flota y se hunde, se hunde y flota"), marcadamente oriental no sólo por un coro de niños cantando en japonés sino por el corto protagonismo del violín eléctrico, del que surge un auténtico lamento. Es sin embargo "Shiroi michi" ("Camino blanco") el momento más majestuoso del final del trabajo, una pieza de ritmo lento y emocionante al violín (instrumento cuya especial sonoridad destaca en el álbum), aunque con diversas entradas y salidas, colofón de un trabajo cuya esencia japonesa aumenta su interés en occidente, y en el que conviven, amén de la percusión de Yas-Kaz y el mencionado violín eléctrico de Masatsugu Shinozaki, piano, sintetizador, saxo, arpa y oboe. La portada del disco, de una evidente y poética belleza nipona, anticipa un mundo de tradiciones y profunda melancolía proveniente del país del sol naciente.

A través de una extraordinaria sensibilidad y capacidad de empatía, Yas-Kaz gusta de inmiscuirse en terrenos ajenos y asimilarlos sintiendo el sonido, incluso hablando con él y buscando sus conexiones con el ser humano o lo que hay dentro de él ("mi ambición es hacer un viaje a través de la conciencia"). Meditativo en general, salvo momentos más turbadores, "Shinran/Shiroi michi" es un trabajo muy sólido, que consigue la comunión con el oyente en varios momentos mágicos. Las fascinantes atmósferas abstractas presentadas en anteriores trabajos se conjugan con las imágenes propuestas por el cineasta Rentaro Mikuni en su premiado drama histórico-religioso "Path to purity", para acabar disfrutando de un resultado exultante, donde poder encontrar la luz dentro de las sombras.

1 comentario:

Jaime dijo...

¿Tienes este disco? Sí es así, me interesa