28.7.08

BERNARDO RUBAJA:
"New land"


Continuando con su proceso de expansión y búsqueda de nuevas riquezas musicales, la compañía Narada Productions decidió acoger a finales de los 80 en su catálogo a Bernardo Rubaja, un teclista argentino que dos años antes había grabado junto al mexicano César Hernández un interesante disco titulado "High plateaux" para la otra gran compañía americana de new age, Windham Hill. Rubaja empezó a tocar el piano a los siete años, y estudió composición y dirección orquestal, así como piano en Estados Unidos. Solvente también con el bajo y otros instrumentos de cuerda y viento, nunca abandonó sus raíces, y combinándolas con las nuevas tecnologías logró que su fusión fuera no sólo de gran belleza sino además de extraordinaria calidad. De este modo publicó en 1989 con Narada "New land", igualando al menos la producción que su amigo Mark Isham había realizado en "High plateaux" ("New land" fue co-producido por Stephen Krause -que había sido ingeniero de sonido en "High plateaux"- y Bernardo Rubaja).

El folclore sudamericano se plasma notablemente en "New land" en forma de flautas andinas, o se adivina en acompañamientos de guitarra, charango (esa pequeña guitarra de los Andes) o bandoneón, el instrumento más típico del tango, con el que deslumbraba Astor Piazzolla. De influencias varias (tango, rock, jazz...), ese folclorismo con retazos electrónicos e incluso neoclásicos cobra una especial identificación por su cuidada producción y sonido moderno en la época, cuando los medios eran más escasos. No es de extrañar que, aún sin ser un trabajo poderoso o imprescindible, sí que fuera otro pequeño éxito de Narada Equinox, subsello que englobaba las propuestas más atrevidas e interesantes de la compañía de Milwaukee. "New land" es un trabajo más personal y más cálido que -el por otra parte fabuloso- "High plateaux": se abre con un atrayente "New land", donde ya se saborea la excelente percusión de Alex Acuña (que repite colaboración con Rubaja, como también repiten Eduardo Márquez al bajo o Stephanie Bennett al arpa) y se pueden disfrutar otros instrumentos autóctonos que seguirán apareciendo a lo largo del trabajo, como el bandoneón que toca el propio Rubaja y que sirve de eficaz acompañamiento, junto a la flauta de Steve Fowler, en una excelente "Dreamfield", que demuestra en su subyugante comienzo la condición primordial de teclista del argentino, que confesaba su admiración por una sintesista tan importante en la evolución de la electrónica como Suzanne Ciani. Posiblemente "Americana" sea la canción más conocida del álbum, por su rítmico e incluso pegadizo folclorismo, donde aparte de otra excelente muestra percusiva y las voces tarareantes (Eliana Estevao), tienen especial protagonismo las flautas andinas, también interpretadas por Bernardo Rubaja, al igual que el charango (en "High plateaux" lo interpretaba el maestro Gustavo Santaolalla) que podemos degustar en "Far away" o "From the heart", dos composiciones en las que deja su sello Eduardo Márquez (con el bajo y el mencionado charango en la primera, y con la animada flauta de pan en la segunda). No hay que dejar de mencionar las guitarras de Federico Ramos, que acompañan eficazmente en cortescomo "Passion fruit", pero es sin embargo en "María", canción dedicada a su esposa y no incluída en recopilatorios de Narada (sí que fue versionada por la banda Machu Picchu (of the Andes), junto a "Americana" en su álbum "Magic power") como sí lo fueron los otros cortes destacados del disco, "New land", "Dreamfields" y "Americana", donde se palpa la capacidad de este artista para crear y emocionar, logrando con su ternura y alegría una canción para recordar en un álbum para seguir escuchando cada poco tiempo, un trabajo que se cierra, cómo no, con la composición más típicamente argentina, un precioso tango ("Tango de luxe") dominado por la sonoridad del bandoneón, que se funde con elementos más melódicos y con la trompeta de un Mark Isham que, aunque no se ocupe de la producción, también deja así su huella en el álbum. Un gran final en un estupendo disco con pocos altibajos.

Bernardo transmite alegría en su música cálida, que esconde mensajes de amor y naturaleza tanto en sus títulos como en sus ritmos sudamericanos, ricos en percusiones y pequeños detalles que agradan al oído de cualquiera que, eterna dificultad, llegue hasta ellos. "New land" es un trabajo compacto y de singular belleza, favorecido por esa calidez iberoamericana que le hace distinto y especial, y que muchos años después sigue conservando su magia. Aun así la industria es voraz y no le concedió a Bernardo Rubaja mas que pequeñas oportunidades en compilaciones de Narada como "Wisdom of the Wood: Contemporary Acoustic Music", "The Narada Wilderness Collection", "Native wisdom" o "Alma del sur" (en ésta junto a otros músicos sudamericanos como Nando Lauria, Carlos Guedes o el grupo Ancient Future), a las que enriqueció con elementos folclóricos de estupendo acabado.

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19.7.08

THE IDAN RAICHEL PROJECT:
"The Idan Raichel Project"

Con una sorprendente dosis de talento, fuerza creativa y habilidad para combinar sonidos nuevos con las tradiciones cercanas, el nombre del israelí Idan Raichel comenzó a cobrar un inusitado protagonismo en los albores del siglo XXI, y aunque esencialmente se haya convertido en un fenómeno de masas en Israel, la calidad de su música abierta y rotunda ha logrado traspasar las fronteras de ese pequeño pero activo país. Teclista (aunque también canta y toca otros instrumentos) nacido en 1977 en la céntrica ciudad de Kfar Saba, Idan Raichel es el cerebro de un proyecto multicultural al que agrupó bajo el nombre The Idan Raichel Project, que representaba una gran fusión de razas y tradiciones, un viaje musical y vital que surgió de un encuentro entre amigos, un maravilloso choque de ideas grabado sin muchas pretensiones en el estudio de Raichel en casa de sus padres.

Por su situación geográfica, la herencia musical israelí posee elementos tanto orientales como occidentales, pudiendo abarcar estilos absolutamente eclécticos, con los que creció Idan Raichel, que igual absorbía música clásica como jazz, rap, pop yemení o música electrónica. El talento de este joven que lucía en aquella época unas larguísimas rastas residía en saber combinar el misticismo de su educación hebrea con la seriedad europea y la fuerza vital que desprenden los ritmos africanos, todo ello en un ambiente orientalizado. El cocktel es de un resultado asombroso, el moderno sonido que presentaba el Project no resta protagonismo a esas voces que suenan a otro tiempo, a viajes y a paisajes extraños para la mayoría de nosotros. Merced al contacto de Idan con gentes de Etiopía, Yemen o Sudán, sin olvidar su propia ascendencia de Europa del este, y tras entablar importantes amistades en el servicio militar con hombres y mujeres (en Israel nadie se libra del reclutamiento) de intereses afines, la música resultante fue de una riqueza abrumadora, y se mostró al mundo en dos primeros álbumes magistrales publicados en Helicon Records: "Idan Raichel's Project" en 2002 y "Out of the depths" en 2005, que Cumbancha Records ofreció convenientemente reunidos en un sólo álbum para el mercado internacional en 2006. En ese "The Idan Raichel Project" abruma la elegancia de los arreglos típicamente pop sobre bases de aspecto étnico en sus grandes éxitos, como el que había llegado en 2002 con su primer álbum, una pieza de pegadizo recuerdo titulada "Bo'ee (Come to me)", cantada en hebreo y amárico -una lengua etíope- por Yair Ziv y Shiran Cohen, una gran sorpresa que en ese mismo disco estaba refrendada por una canción absolutamente hermosa, "Im telech", tres minutos paralizantes cantados por Din Din Aviv y tocados por el momento mágico del joven Raichel. Junto a ellos, tal vez por delante en profundidad e hipnotismo, se situaba la apasionante canción que titulaba su segundo álbum, "Mi'ma'amakim", una especie de himno cantado por Raichel y Avi Vesa Vograss. A estos tres hits hay que unir que algunos de los ritmos modernizados -en un estilo que bordea por igual el etno-tecno o la más auténtica World Music- parecen tomados prestados a tribus africanas ("Ayal-Ayale", "Brong faya") o a poblados yemeníes ("Im tachpetza"). Esa sublime producción permite que, tanto en canciones intimistas como bailables, tengan cabida salmos bíblicos (el salmo 130 en la propia "Mi'Ma'amakim"), poesía mística (la elegante "Hinach Yafah" está inspirada en el Cantar de los Cantares), toques de rap (en la espectacular "Be'yom shabbat") o sublimes despliegues instrumentales en esta interacción de este músico israelí en mundos cercanos al suyo. En sus directos transmite una sensación inefable de alegría y optimismo, el mismo que enarbola en sus trabajos. El colorido de la exuberante Cabra Casey y Wogdaras 'Avi' Wassa, el punto árabe de Lital Gabai, la calidad percusiva del uruguayo Rony Iwryn y la solvencia de los demás miembros de la banda hacen de sus conciertos pequeñas fiestas. Más allá de política y religión, modernizando lo que nadie se atrevía, fusionando sin temor, y logrando un éxito inesperado, Raichel sigue conservando las ideas que reflejan una personalidad atrayente: "Todo el mundo, proceda de la cultura que proceda, quiere las mismas cosas básicas de la vida: pan, agua, espíritu, respeto y amor; sólo trabajando juntos aprenderemos a apreciarnos y a respetar las diferencias entre nosotros". Como detalle, en la única canción en árabe del disco, "Azini", la voz es de una actriz y cantante palestina, Mira Anwar Awad.

Tras sus dos exitosos primeros álbumes en Israel, esta recopilación orientada al mercado internacional, y editada por el sello -dependiente de Putumayo- Cumbancha, fue aclamada por la crítica, y ofrecía lo mejor de The Idan Raichel Project, que era prácticamente gran parte de su producción temprana. En su momento, se trató posiblemente del grupo más interesante de las músicas del mundo y de la música pop que se podía escuchar en esa década, y tras disfrutar de su directo se podía asegurar que Raichel todavía tenía mucho, muchísimo, que mostrar al mundo de la música. Y lo hizo, pues su carrera despegó de manera rotunda, y es que con ese presente, era fácil adivinar que el futuro estaría lleno de éxitos y el nombre de Idan Raichel sería de referencia obligada, pues su música, cuyo mensaje es de paz y tolerancia, se siente como un oasis en el desierto árabe.













7.7.08

ANDREAS VOLLENWEIDER:
"White winds"


En los albores de la explosión de la filosofía new age, una serie de músicos visionarios inauguraron una nueva forma de crear, experimentar y canalizar sus sentimientos de una manera novedosa, amparada por la nueva gama de posibilidades tecnológicas, la fusión con filosofías orientales y por una conciencia global que, al hilo del cambio de era y ayudada por el impulso de las nuevas compañías independientes, otorgaron a artistas como Andreas Vollenweider, George Winston, Ray Lynch, Kitaro o Paul Horn un nombre y una fama que les acompañan a casi todos ellos hasta la actualidad, mientras que en muchos de esos casos ha menguado considerablemente su creatividad. Cuando la prestigiosa revista Billboard comprobó que discos como este "White winds" aparecían a la vez en puestos destacados de sus listados de jazz, música clásica y pop, hubo de crear la denominación 'New age music' para reunir en un mismo saco a esta 'nueva música' tan creativa y evocadora, de gran tirón popular por su conjunción de espiritualidad, fuerza y originalidad en estos momentos de apertura.

La historia delata claramente la vocación de Andreas Vollenweider cuando comprobamos que su padre, Hans, fue un prestigioso organista. Tentado académicamente por esos mismos teclados, pero también por flauta o guitarra, fue con un instrumento tan especial como el arpa como consiguió encontrar su sonido, su inspiración y su gran identificación en el mundo de la música, aunque fue a los 25 años cuando lo descubrió. Y es que algo tenía ese sonido que, una vez asentado y tratado electrónicamente -lo que dió origen al nombre de 'arpa electroacústica'- consiguió un enorme éxito no sólo en Europa sino también en los Estados Unidos. Aún así, "Behind the gardens, behind the wall, under the tree" -su primera obra inscrita en este estilo- fue un trabajo de difícil acabado por la desconfianza y ceguera de las discográficas. Vera Brandes fue la primera que confió en ese sonido y lo publicó en su sello VeraBra Records, un acierto que abrió las puertas al mundo (y al fichaje, ahora sí, por la más internacional CBS) a Vollenweider. Y eso que tanto "Behind the gardens" como "Caverna mágica" son obras de aproximación a la gran calidad posterior; muy animados y bien resueltos, en estos dos trabajos Andreas consolida un estilo propio, muy agradable y estimulante, con mucho de relajación pero también un importante componente rítmico y algo de jazz y bossa nova, haciéndose un nombre en el creciente mercado de la new age. Concebidos ambos como la primera y segunda parte de una trilogía, en 1984 la compañía de Vollenweider, AVAF (Andreas Vollenweider and friends) publicó su culminación, "White winds", bajo la distribución de CBS, y como él mismo ha dicho: "mi música cogió a los mercados y al público por sorpresa". Efectivamente, este trabajo es cuanto menos sorprendente ("esta época fue una especie de cosecha creativa", dijo Andreas), posee una especial aureola de magia y misticismo que comienza desde la preciosa ilustración de la portada -que parece deudora de relatos épicos como "La historia interminable"- y en el instante de pulsar el play, cuando hacen su aparición esos vientos blancos a los que sigue la entrada sigilosa del arpa, anticipando el estilo meditativo en el que se va a desenvolver durante el disco, si bien en alguno de sus momentos se entregue también a un frenético desparpajo, en temas rápidos que acaban siendo probablemente lo más recordado del álbum. Sin embargo la delicada instrumentación con una suave percusión, el carácter dócil del músico y su conciencia decididamente ecológica y espiritual otorga a todo "White winds" esa paz brumosa que, aunque a él no le guste la denominación, liga sin remisión a Andreas Vollenweider con la cúspide del movimiento new age en su momento más álgido, que puede conectar con el intrépido subtítulo del álbum, 'seeker's journey' -el viaje del buscador-, un viaje interior a través de esta música elegante, relajante, con elementos orientales y europeos. La estupenda melodía de "Hall of the stairs / Hall of the mosaics" es presentada por delicados vientos y así se hace más destacable la entrada del arpa, cuyo sonido es limpio y contundente, mientras que en "The glass hall" es la flauta la protagonista, ejecutando una melodía rápida que destila un cierto folclorismo y constituye la base de otra obra hermosa e impagable (especialmente su tramo final, de títulos independientes, "The play of the five balls / The five planets"). "The woman and the stone" -que se trata realmente de una variación del tema "IX" del álbum "Eine art suite"- arranca con un sorprendente ritmo que conduce a la pieza por un sendero relajante, de serenidad oriental, del cual es difícil apartarse, como de las filigranas sonoras dibujadas por el arpa en "Phases of the three moons", que llenan el vacío de tranquilidad. Llega entonces un gran momento, "Flight feet & root hands" es magistral en todo su desarrollo, una de las canciones más recordadas de Andreas Vollenweider, otra adictiva delicia cuyo título refleja una cierta desconfianza sobre la situación en la que estaba inmerso el músico, casi volando por el reconocimiento adquirido, pero con los pies firmemente anclados en el suelo. Entre temas más ambientales y pequeñas tonadas sencillas y enriquecedoras se llega a otro momento cumbre en el final del álbum, una especie de títulos de crédito de la trilogía que lleva por título "Trilogy (At the white magic gardens) / The white winds", donde se pueden volver a escuchar los instrumentos de viento (en esta ocasión un saxo), que corrían a cargo del siempre eficaz Büdi Siebert. Otros músicos y amigos implicados fueron Pedro Haldemann, Walter Keizer (percusiones), Elena Ledda (coros) y Patrick Demenga (chelo). "Flight feet & Root hands" fue el single del disco, con "The woman and the stone (Edited version)" en la cara B; en la portada, la cara de un sonriente Andreas en blanco y negro. En 2006 las remasterizaciones que AVAF Music lanzó en digipack permitieron no sólo disfrutar de una mejor calidad de sonido, sino además hacernos llegar diversos bonus tracks y videos en todos los Compact Discs de Andreas Vollenweider.

Tras ese nombre casi impronunciable se esconde un personaje vital para la asentación y popularización de la new age en los años 70 y 80, gracias a su distinto sonido, por obra y gracia de un instrumento tan antiguo como el arpa pero dotado de una nueva personalidad gracias a la electrónica, así como de una descontextualización de los ambientes en los que anteriormente se había movido, principalmente folclóricos y celtas. Este suizo de aspecto tan identificable como su música, pacifista convencido, ha sabido crear desde principios de los 80 un sinfín de melodías ágiles, que nos trasladan a otro tiempo y lugar, y cuya luminosa melodiosidad contribuyó a popularizar definitivamente la música instrumental. Algunas de las canciones de trabajos como "White winds" se hicieron populares y con el tiempo se han convertido en clásicos de la new age, así que escuchar discos como éste es, aparte de una grata experiencia, una auténtica y colorida aventura.

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1.7.08

JOAQUÍN LIÉVANO:
"Ecologie"

Encauzar correctamente una elevada espiritualidad puede llevar a músicos concienciados y capaces a realizar pequeñas obras maestras plenas de magia y dotadas de un alma especial. En "Ecologie", Joaquín Liévano explora un mundo real y verdaderamente hermoso desde su propia interioridad, extrayendo un vendaval de fuerza de su guitarra. Pero la historia musical de este colombiano que nació en Bogotá y creció en Nueva York arranca en pequeños grupos de rock y se consolida en sus giras con el violinista Jean-Luc Ponty, y en su amistad y colaboraciones con otros importantes artistas de las nuevas músicas como Steve Kindler, Jerry Goodman y Yanni, si bien fue un personaje llamado Rama el que ha marcado definitivamente su carrera: Rama es el nombre que escogió el californiano Frederick Lenz para difundir y compartir su filosofía budista, desde que entró en contacto con la meditación a los 19 años hasta su fallecimiento en 1998 a la edad de 48. Rama influyó notablemente en la expresión musical de Joaquín Liévano desde la creación del grupo Zazen en 1985 (formado en todo momento por Liévano, Andy West, Steve Kaplan y el propio Rama) hasta su muerte, cuando el grupo desapareció. Intercaladas entre la producción de Zazen, dos obras en solitario de Joaquín Liévano, un sorprendente debut en 1986 en la compañía Global Pacific con un disco plácido y atrayente titulado "One mind", y el trabajo que nos ocupa, "Ecologie", publicado por Miramar (sello con sede en Seattle en el que además de Liévano y Zazen llegaron a grabar Tangerine Dream, Paul Speer, Jonn Serrie, Jan Hammer, Michael Gettel o Richard Burmer) en 1996, con versión española a cargo de los siempre eficaces Resistencia.

"Ecologie" se presenta como una apuesta personal de Joaquín Liévano, en el que no entran a formar parte los otros miembros de Zazen (salvo Rama, que sí aparece en créditos como productor), dominando así el propio Liévano las facetas de composición e interpretación, con la ayuda de Paul Avgerinos en el bajo y las mezclas. Destaca enormemente la calidad de las guitarras, parte fundamental del trabajo por delante de teclados y percusiones, con ausencia total de instrumentos importantes como el violín, que en "One mind" interpretaba Steve Kindler. "Ecologie" expone la gama de sentimientos que pueden expresar las guitarras, y lo hace a través de un viaje por los cinco continentes, paseando por lugares de poder, desiertos, mares, montañas y selvas tropicales, paraísos donde el hombre aún coexiste en paz con el entorno natural (esa relación del hombre y el medio en el que vive es la 'ecología'). Son canciones sencillas pero de enorme calidad, con arreglos suaves y sorprendentes melodías y ambientes, dotadas de una mundana espiritualidad que nos hacen pasar fácilmente de la sorpresa a la admiración. El comienzo, de título "Ecologie", es sublime, demostrando las posibilidades rítmicas y melódicas de su guitarra, por momentos de una belleza embriagadora, tanto como en otras dos composiciones del disco, que son ya clásicas en la new age melódica como "Coral sea" (un tema tranquilo, de luminosas cuerdas atmosféricas ) y "Desert winds" (en lo que parece una onda más folclórica y animada), incluídas en varios recopilatorios de renombre. No hay que dejar atrás otros títulos de calidad presentes en el álbum como "Rainforest dance" (que tras un extraño comienzo meditativo esconde uno de sus temas más interesantes, donde la superposición de guitarreos logra recrear una atmósfera entre la psicodelia y la ambientalidad), "African adventure" (rítmica y poderosa pieza, del carácter aventurero que avanza su título) o "Asia" (evocadora composición de cariz cósmico y ambiental, donde un interesante fondo de guitarras y teclados preside toda la pieza, desplegando sobre ella otros espléndidos guitarreos). La crítica recogida en la web oficial de Joaquín afirmaba sobre el disco: "Concentrado en lo exótico, las estructuras rítmicas fáciles y los tramos atmosféricos contemplativos, Joaquín y su guitarra reflejan sobre la magia de los amaneceres, atardeceres y los milagros más silenciosos que nos rodean, ofreciendo algunas de las improvisaciones lentas más hipnóticas que este estilo de música espiritual haya visto jamás".

Actualmente Joaquín Liévano continúa su trayectoria musical junto al propio Andy West (el bajista de Zazen) y Hilary Jones con el grupo FWAP. Tras escuchar trabajos como "Ecologie", su anonimato da que pensar, pues no sólo este disco se merecía más repercusión, sino que Liévano era un guitarrista con muchas más posibilidades. En este disco consiguió reflejar el encanto de lugares mágicos, sitios de poder y sanación que permiten conectar el cuerpo y la mente y que, como su música, están ahí para el que quiera encontrarlos y se atreva a adentrarse en ellos, sólo hay que buscar bien y dejarse atrapar por su milagrosa espiritualidad, y por supuesto hacer todo lo posible (así lo reflejaba Rama en el libreto del disco) para "preservar esos ecosistemas tan vitales para el ser humano y para las plantas y animales que coexisten allí en armonía, (...) en esta época en la que todos somos refugiados de un mundo transitorio, golpeado y zarandeado".







22.6.08

BILL DOUGLAS:
"Cantilena"


En la amplia carrera musical del canadiense Bill Douglas, el final de la década de los 80 marcó el comienzo de su trayectoria más cercana a la conocida como música new age. La publicación de su trabajo "Jewel lake" por parte del sello Hearts of Space supuso que rock, jazz o música clásica (sus anteriores 'modos de vida') se convirtieran en influencias esenciales para inaugurar una ecléctica forma de componer y grabar, ya que en su versátil inspiración entraron de lleno la música celta de sus antepasados, las músicas del mundo y la música coral, originando un extraño crossover muy bien cohesionado. El resultado se benefició extraordinariamente de la sensibilidad y alegría de su autor, este teclista y fagotista natural de Ontario que abrazó el budismo no sólo como religión sino como una forma de vida a través de la cual ofrecer a sus oyentes todo un mundo de sentimientos. La continuación del soberbio "Jewel lake" fue otra colorida y estupenda obra de similares características, titulada "Cantilena", y publicada en 1990 también por Hearts of Space.

En el propio título del nuevo álbum se atisbaba otra de las influencias de este compositor, la poesía, ya que una definición de 'cantilena' es "copla, composición poética breve, generalmente para ser cantada" (en el libreto traducido del disco -editado en España por Lyricon, de la compañía Sonifolk- se define también como "melodía vocal o instrumental de cualidades muy líricas y cantables"). "En los años 80 y 90, mi amor por la poesía inglesa floreció. Mis favoritos fueron Yeats, Shakespeare, William Blake, Shelley, Keats, Coleridge y Dylan Thomas", confesaba el canadiense- En discos posteriores Bill Douglas manifestará un exacerbado romanticismo centrado en ese profundo aprecio y admiración que profesaba a esos grandes maestros de la poesía, y mientras tanto, en "Cantilena", el tributo de Douglas es a William Butler Yeats, presente por su poema "The lake isle of innisfree", cantado de manera melodiosamente perfecta por Jane Grimes -que ya colaboró en "Jewel Lake" en una canción de parecida factura, "Deep peace"-, constituyendo una de las cumbres de calmada belleza del álbum, como ya lo fuera una primera aproximación instrumental en aquel primer disco, titulada simplemente "Innisfree". El músico habla así de su proceso de composición: "Leí el poema varias veces hasta que surgió un ritmo natural para las palabras que funcionaría bien en un entorno musical similar a una canción popular. Luego canté las palabras hasta que surgió una melodía que me conmovió y realzó la belleza de las palabras y me satisfizo formalmente". Una de las escasas diferencias entre los dos primeros trabajos de Bill Douglas es la presencia en "Cantilena" de un instrumento básico para Bill, del que extrañamente prescindió en "Jewel lake", el clarinete (en aquel trabajo utilizó prioritariamente el oboe). Y aunque uno de los grandes amigos de Bill Douglas sea el virtuoso clarinetista Richard Stoltzman, es Bill Jackson el que aquí lo ejecuta de manera melosa y también brillante, formando junto al fagot (que interpreta el propio Douglas) un dúo impactante en cuanto a los vientos, aunque sólo coincidan en el último y vaporoso tema, "Child". El teclado, simplemente hermoso y, cómo no, poético, es el complemento ideal (incluso el piano casi en solitario, como en "Tara"), junto a las percusiones (Geoff Johns y John Galm) y otra instrumentación algo más esporádica; por ejemplo las flautas (a cargo de Anne Stackpole) asoman en las melodías típicamente celtas, una de las maravillosas reminiscencias del autor, que plasma en cada uno de sus trabajos (aquí el propio comienzo del álbum se le adjudica a la danza irlandesa, altiva y pegadiza, de título "Diamond dance", y otra pieza animada, también afortunada es "Leap!"), y no tan amable, pero siempre poderoso y agradecido, también se puede escuchar el violonchelo de David Lockington (en esa poesía de evanescencias antiguas que es "Earth prayer" o en la emotiva "Elegy (for dad)" -dedicada a su padre, Les Douglas, fallecido unos meses antes de la publicación del álbum-). 

Dice Douglas que su música es una combinación de alegría y tristeza. De esta manera vuelve a mostrar en "Cantilena" estas dos facetas de forma alterna, las rítmicas y animadas danzas celtas que invitan al baile ("Diamond dance", "Leap!"), con los temas más dulces y tranquilos, baladas que emanan una atrayente melancolía ("Love song" -delicada muestra de música de los sueños, que "se gestó en un seminario budista durante el cual los acordes llegaron a mi mente y no pude dejar de pensar el ellos"- o "Sacred wood" con la compañía del fagot, y "Farther than the stars" o "Earth prayer" con la del clarinete -en las que la ambientalidad nos envuelve-). Inspirado por la naturaleza y apasionado por la vida y la música, es precisamente en estos dos primeros discos publicados por Heart of Space (su mandamás, Stephen Hill, colabora en la co-producción y diseño de la portada) donde comienza su flirteo con la musicoterapia, disciplina curativa en la que seguirá alcanzando altas cotas con los años. Los beneficiados de su labor somos todos los que disfrutamos con su música.

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17.6.08

DAVID PEÑA DORANTES:
"Orobroy"

Visto de lejos, parece que el flamenco esté exclusivamente reservado en cuanto a su realización por gente de etnia gitana y localización andaluza, pues sólo ellos logran otorgar el sentimiento adecuado y gozan de una innegable tradición, es decir, que lo llevan en la sangre. El disfrute puede generalizarse más si se logra una adaptación, una valiente fusión de este estilo con otras líneas musicales que, lejos de corromper la esencia del flamenco, lo complementan y contribuyen a una necesaria expansión. Según los puristas, es un desastre para este tipo de música. Para muchos otros, el flamenco gana así en matices, personalidad, y llega a un mayor segmento de mercado. Como para hablar de flamenco y saber admirarlo y comprenderlo hay otros caminos, me voy a centrar aquí en esa maravillosa fusión que con el clasicismo realizó uno de esos personajes que no sólo hacen de su vida el flamenco merced a sus antecedentes familiares sino que lo acogen con valentía y apertura de miras para así disfrute del que, como yo mismo, no sabe, puede o quiere, entender la auténtica alma del flamenco: David Peña Dorantes, hijo de Pedro Peña, sobrino de El Lebrijano y nieto de La Perrata -hermana del gran Perrate de Utrera-. "Orobroy" es un paseo por la vida de David Peña en nueve composiciones (una de las cuales, "Abuela Perrata", la compuso a los doce años), fruto conjunto y equilibrado de su propia tradición y de sus estudios en el conservatorio. Dorantes demuestra que el piano puede sonar tan genuinamente flamenco como la guitarra, instrumento del cual no presenta ni una sola nota. Además del piano, la carga melódica la desarrollan eficazmente violines, violas, violonchelos y contrabajos, apareciendo como tercer grupo de instrumentación esencial la percusión, tan típicamente flamenca como tablas, cajón o palmas, junto a pandereta, bongo, cencerro o batería (destaca la aportación de un nombre tan ilustre como Tino di Geraldo).
La timidez natural de Dorantes se evidencia si comprobamos que es a solas con su piano cuando más disfruta expresándose ("Oleaítas, mare"), o cuando éste se presenta semidesnudo, con el arropo de las percusiones en "Ventanales" y "Gañanía", o con un acompañamiento tan auténtico como la voz de su padre, Paco Peña, en "Silencio de patriarca". Sin embargo son las cuerdas las que diferencian definitivamente el trabajo y lo elevan a una categoría superior, entre el flamenco y la música de cámara, por lo que el oyente no amante del flamenco más puro le van a convencer especialmente los cinco temas que restan por comentar: "Semblanzas de un río" como maravillosa y sorprendente introducción entre contemporánea y folclórica, a ritmo frenético por la orilla de un río nada tranquilo; "Abuela Perrata", emotiva composición dedicada a su abuela, donde violonchelo y violín arrancan gran parte del protagonismo al piano; "Gallardó", rítmica canción de melodía pegadiza y evocación salsera. Para finalizar este recorrido, y como ejemplos de momentos sublimes del disco en cuanto a su intención de llevar el flamenco más allá de su camino natural, dotados además de una sorprendente emotividad, tenemos el tema que titula al trabajo, "Orobroy", una belleza de difícil descripción cantada en caló por un coro de niñas gitanas, y la preciosa "Nana de los luceros", cantada por la tía de Dorantes, Inés Bacán. Y como mucho de este trabajo es familiar, es el hermano de David, Pedro María Peña, el que dirige y realiza la producción del disco para EMI-Ódeón. La publicación corrió a cargo de Chrysalis en 1998.
El flamenco es una música viva que como tal no ha sido ajena a numerosas tendencias (ahí tenemos a Pata Negra, Ketama, Enrique Morente, El Cigala, Chambao, Ojos de brujo, Martirio, Chano Domínguez...), originando el flamenco fusión, que junto al 'nuevo flamenco' con el que llevan tiempo triunfando Vicente Amigo, Jorge Pardo, Estrella Morente, José Mercé o Ginesa Ortega, popularizan notablemente este tipo de música y la dotan de una calidad con aires modernos, los mismos que intenta acercar David Peña Dorantes a esta música de siempre llamada flamenco, que no puede verse libre de evolucionar con el tiempo, el mismo que ha contribuído a realzar su mito y ha visto nacer a sus grandes figuras. "Orobroy", que en caló significa 'pensamiento', es un muy buen disco para ese público abierto a nuevas formas de expresión, que considera difícil y fuera de su entendimiento la pureza en su grado más extremo. Junto a su educación de conservatorio, Dorantes absorbió el espíritu flamenco familiar, en un evidente orgullo de raza, cuya culminación es el texto de la canción "Orobroy": "Cuando escucho la vieja voz de mi sangre, que canta y llora recordando pasados siglos de horror, siento a Dios que perfuma mi alma, y en el mundo voy sembrando rosas en vez de dolor".

9.6.08

FRANK FISCHER:
"Gone with the wind"


En 1978 el conocido sintesista alemán Klaus Schulze fundó el sello Innovative Communication para dar a conocer las ideas de nuevos músicos que, además de ver publicados sus discos se beneficiaban del nombre de un Schulze que realmente estaba siendo cuestionado en esa época. De tumultuosa existencia (Klaus vendió la compañía tras las catastróficas decisiones que había llevado a cabo su socio, Mark Sakautzky), pero favorecida por el interés creciente hacia esas nuevas tecnologías musicales que intentaban abrir nuevas fronteras musicales, Innovative Communication vio pasar por sus filas a variopintos sintesistas y bandas que aún son recordadas por el público. Entre su catálogo, se coló un bajista y teclista, el alemán Frank Fischer, que entre una discografía con dispar fortuna inspirada principalmente en sus viajes, logró que se le recordara gracias a un conocido café ubicado en Ibiza.

Innovative Communication publicó la primera referencia de Fischer en solitario, "Gone with the wind", en 1989. Este trabajo, nos dice Lara López en la edición española del álbum, "convierte a Frank Fischer en uno de esos músicos preocupados por encontrar algo más que ritmos machacados, proponiendo una atmósfera cargada de sugerencias, temas melódicos en los que la electrónica pasa a convertirse en un elemento cálido y apacible". Su primer corte y tema principal del álbum, "Cafe del mar", desveló sin ninguna duda cual había sido la inspiración de este artista, pues este rincón de Ibiza era ya un sitio emblemático no sólo en la isla sino mucho más allá. Inaugurado en 1980, su disposición, diseño y temática le hicieron ser visitado por cualquier famoso que anidara temporal o permanentemente en la ínsula balear, como Jon Anderson, Frank Zappa, Mick Jagger o Mike Oldfield. Sus famosas puestas de sol fueron reflejadas en este disco por Frank Fischer, logrando uno de esos temas perfectos, relajante pero adictivo, de eterno recuerdo por su inspiración, desarrollo y sentimiento, para guardar en la memoria y rescatar de poco en poco. A partir de aquí, composiciones de una maravillosa simpleza en cuyo desarrollo encontramos el alma que puede dar vida a un disco y diferenciarlo de otras obras menores. Por ejemplo "La isla Vedra" (esa formación rocosa ibicenca que años después veríamos desde la portada del "Voyager" de Mike Oldfield) es una bonita composición con fondo tecnológico que deja jugar al bajo -utilizado como guitarra- en su papel principal, cuyo carácter rústico no resta encanto a una sencilla melodía que se anticipa en mucho al chill out. En "Gone with the wind", el saxo aporta su indiscutible calidez a una pieza ambiental, un tema muy recogido y sensible en un desarrollo similar al tema anterior (de nuevo se demuestra la habilidad como bajista de Fischer tañendo dicho instrumento como una guitarra), aderezada además del saxo con una lejana percusión de campanas (que tendrán su papel protagonista en "Wedding bells"). Para relajarse y disfrutar. "The torture never ends" engancha por su mayor movilidad y desarrollo misterioso, donde de nuevo un estupendo bajo se une al rugiente saxo, a la percusión de bongos y a los efectos de teclado. Es esa combinación la que continúa dominando el trabajo sin salirse del sendero calmado por el que discurría, sin alardes (de hecho se atraviesa algún tramo más monótono) pero sin extravagancias. Frank Fischer quizá no mantenga el nivel de los primeros temas pero no cansa ni busca el relleno de sonidos para enmascarar una posible falta de ideas, más bien hay una cierta desaturación que consigue su propósito de calma y belleza, desde la soleada, casi tropical, "Over seven seas", a demostraciones con las cuatro cuerdas -"Walking with the King"- o pequeños cuentos como "Good morning" o su sugerente continuación, "Silver linnings". Al final, dos cortes más adecuados para radio de la soberbia "Cafe del Mar" y la pegadiza "Gone with the wind" culminan el disco con buen sabor de boca. Fischer interpreta bajo, teclados y percusión sampleada, Büdi Siebert saxo, flauta y virimbas, y Kristian Vogelberg los bongos. Amén de otras inclusiones en recopilatorios (como la del 20 aniversario del Café del Mar), o versiones como la de Nacho Sotomayor, en 1991, el recopilatorio español "Música sin fronteras" contribuyó notablemente a que "Cafe del Mar", el tema estrella de este álbum de difícil busqueda, llegara a nuestros hogares, al incluirlo en su primer volumen.

Nacido en 1949 en Göppingen, al sur de Alemania, su relación con la música comenzó en la escuela, donde comenzó a tocar la trompeta. La guitarra eléctrica fue el siguiente paso, para unirse en su adolescencia a bandas beat, y acabar tocando el bajo en el grupo de rock-jazz Puppenhaus, donde coincidió con su amigo Büdi Siebert. A partir de ahí, diversas bandas de rock y jazz le llevaron a tener una cierta estabilidad económica y emocional, para poder componer sus propias melodías, que grabó en primera instancia -la época más popular, merced a composiciones como "Cafe del Mar"- para Innovative Communication. Posteriormente, y sin olvidarse de sus propios álbumes, ha estado de gira con músicos tan importantes como Lou Reed. Fischer encontró su lugar de inspiración especialmente en los paisajes desérticos del suroeste de los Estados Unidos y de Australia. Él mismo cuenta en su web que le gusta retirarse de vez en cuando a estos lugares mágicos y tranquilos, donde recoge la fuerza para volver a componer en su estudio de Hamburgo y, deduciendo de sus palabras, 'expresar esos paisajes en su música, para que los oyentes se pierdan en emocionantes paisajes sonoros'. "Gone with the wind" no se trata de un disco indispensable, pero este punto álgido en la carrera de su autor sí que contiene una de esas composiciones mágicas que sólo surgen muy de vez en cuando, la muy especial y elevadora "Cafe del Mar", de escucha obligada.

1.6.08

VANGELIS:
"Blade Runner"

Es indudable que la música que acompaña a una película influye notablemente en su carácter, siendo parte imprescindible del éxito o fracaso de la misma. De hecho lo que se busca en la creación artística es que sea imposible desligar imágenes y música, logrando una conjunción perfecta entre todos los elementos implicados para conseguir reflejar la realidad o la pura ficción de manera más verosímil. El caso de "Blade Runner" es de esos en los que música y film se dan la mano en un alarde de calidad y de simbiosis, una convivencia en la que las dos artes han gozado de mutuo beneficio: difícilmente se puede rememorar la imagen de la Tyrell Corporation sin las notas evocadoras de Vangelis, así como no podemos dejar de recordar al 'blade runner' Deckard (Harrison Ford) o al replicante Batty (Rutger Hauer) al escuchar momentos importantes de esta banda sonora. Sólo un año después del enorme éxito de "Chariots of Fire" -y tras descartar los productores al veterano pero todavía en forma Jerry Goldsmith-, Evangelos Papathanassiou acometió la composición de la música para esta ambiciosa película dirigida por Ridley Scott y basada en la novela de Philip K. Dick '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?', una música que tardó más de una década en publicarse (lo hizo EastWest en 1994), para desesperación de los fieles seguidores del griego, de los degustadores de bandas sonoras, y de muchos espectadores que salieron del cine impactados por el glorioso tándem entre imagen y soundtrack.

Vangelis y Scott se habían conocido años atrás gracias a un anuncio para la firma Chanel, pero realmente parecía inevitable que estos genios acabaran haciendo juntos algo especial. La grandeza del sonido de Vangelis en este film reside en saber combinar la estética robótica con el ambiente retro, decadente, al que ha llegado la especie del futuro, la multiculturalidad unida a la corrupción, la desigualdad y la suciedad, moral y física, de una sociedad de grandes contrastes que Vangelis intenta expresar en su música a través de una interesante fusión de estilos. Blues y jazz en un entorno electrónico y marcadamente ambiental es la atrevida propuesta del griego, que acierta de pleno al retratar, entre sus características notas cristalinas cercanas a un mundo sintético, la humanidad venida a menos de la clase desfavorecida en base a un escarbado (aunque no excesivamente profundo) folclorismo. Todo ello con la deliciosa envoltura electrónica en la que se respira un romanticismo artificial (tanto como la historia de amor entre una replicante y un 'blade runner') pero a la vez tan humano. Paladeado el resultado final, parece que los teclados de Vangelis fueron tan extraordinariamente adecuados para expresar esa situación, como la imaginería visual de Ridley Scott lo fue para mostrarnos esas imágenes futuras. Los famosos estudios Nemo de Vangelis en Londres acogieron a contrarreloj una grabación difícil técnicamente, un despliegue de medios al servicio del griego, que a sus teclados (con el Yamaha CS80 al frente, otorgándole su sonido más característico) añadió elementos gratamente recordados como el saxo tenor del británico Dick Morrissey o las voces de Mary Hopkin (en la celestial "Rachel's Song"), Don Percival (en "One More Kiss, Dear", recordada y acertadísima composición de un sorprendente estilo antiguo que casa perfectamente con la decadente ambientación general del más clásico cine negro) y su primo, Demis Roussos (en la étnica "Tales of the Future"). Es una maravilla poder escuchar limpiamente doce años después una música de títulos de crédito tan tecnológicamente bella como poderosa, que no desmerecía a las deslumbrantes imágenes que paseaban por la pantalla en esta película avanzada; no hay que dejar de observar, sin embargo, que la versión íntegra de estos "Main Titles" no se recoge en este CD, sino en el futuro recopilatorio "The Collection". Dulces texturas enriquecen otras composiciones, dándose además el extraño caso -tal vez por culpa de las premuras temporales- de que uno de los temas, “Memories of Green”, hubiera aparecido con anterioridad en el disco "See You Later". Al verdadero degustador de estas atmósferas no le importa, de hecho agradece, escuchar diálogos del film intercalados en alguno de los cortes, como el segundo del álbum, "Blush Response", presa de un poderoso clímax repetitivo, un "Tears in Rain" que merece comentario aparte, o en "Wait for Me", con la primera aparición del halo urbano del saxo sobre la futura atmósfera insalubre. Poética se presenta "Rachel's Song" -un corte descartado para la película, tal vez por ser demasiado celestial, rescatado con buen ojo por Vangelis-, con ritmo andante y voz atrayente, pero combinando ambas vertientes, entre lo romántico y lo urbano, nos encontramos con "Love Theme", una tema de amor de alto voltaje y sensualidad con un exquisito saxo, en el que Vangelis se muestra como un auténtico prodigio, ofreciendo un corte magistral, uno de los grandes hitos de su carrera. No es el único en este poderoso soundtrack, "Blade Runner (End Titles)" es posiblemente uno de los temas más recordados de Vangelis, por su genialidad, espectacularidad, y la masiva utilización en radio y televisión de esta soberbia melodía acompañada de futuristas efectos de sonido. Y tal vez no tan difundido, pero si hablamos de uno de los momentos más emblemáticos de la película y de este trabajo, unos minutos de esos que pueden convertir algo bueno en sencillamente imprescindible, tenemos que detenernos en "Tears in Rain" -el corte final del álbum-, momento definitivo y verdaderamente emotivo de la cinta, cuando movido por un gesto de maravillosa compasión, el cruel Batty salva la vida de Deckard y proclama este recordado testamento final: "He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia". Una de las frases cinematográficas más famosas, que en conjunción con la lenta cadencia de notas luminosas de Vangelis, concluyen el trabajo de forma magistral, un disco de por sí espectacular que, como la película de Ridley Scott, permanecerá eternamente en las retinas de los aficionados al cine y la música.

La polémica siempre ha estado presente en esta grabación, que por causas difícilmente explicables no fue editada de manera oficial por Vangelis hasta doce años después del estreno de la película. Los que, maravillados, quisieron comprar el disco en la época, se encontraron con una adaptación orquestal de la New American Orchestra. El recopilatorio de 1989 "Themes" parecía adelantar una futura grabación oficial, al incluir los famosos "End Titles" y "Love Theme", pero aún habría que esperar unos años, mientras se iban sucediendo las versiones piratas de la BSO. Por si fuera poco, la publicación del disco oficial, totalmente regrabado, desencadenó en no pocas críticas de los seguidores del músico griego por determinadas ausencias de composiciones emblemáticas, así como por la presencia de otras totalmente nuevas. Para solucionar de algún modo esta situación, y coincidiendo con el 25 aniversario del film, "Blade Runner Trilogy" fue un bonito pack de tres CDs publicado en 2007 por Universal Music, con el CD original, uno de material presente en el metraje pero no incluido en el CD que se editó en 1994 -en la mayoría piezas muy atmosféricas, no especialmente atractivas por su ausencia de melodías típicas de Vangelis-, y un tercero de música nueva, inspirada en "Blade Runner"; se trataba realmente de un objeto más de coleccionista que de consumo obligado. No se puede dejar de mencionar la poca visión de los productores de la continuación del film original, un "Blade Runner 2049" que tuvo más polémicas musicales que la no incorporación de Vangelis al proyecto, ya que un primer score del malogrado islandés Jóhann Jóhannsson fue descartado, siendo sustituido por, cómo no, Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch; el resultado, aceptable pero lejano a lo que posiblemente hubiera aportado un artista tan imprescindible como Vangelis, que encontró un sentido profundamente hermoso a los paisajes de luces, rascacielos y lluvia ácida del futuro distópico ideado por Philip K. Dick.

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24.5.08

MYCHAEL DANNA:
"Sirens"


Mychael Danna es desde hace años un nombre conocido y de intachable reputación en el mundo de la música para cine, ganador incluso del Globo de Oro y del Oscar a la mejor banda sonora, por "La vida de Pi". Proveniente de la new age y del ambient, su habilidad para crear ambientes y melodías le han hecho ganarse merecidamente ese respeto, representando en cierto modo un caso parecido al de Mark Isham. Nacido en Canadá en 1958, su experiencia como músico del planetario de McLaughlin en Toronto en los 80 influyó notablemente en su colaboración con Tim Clement (notorio su álbum "North of Niagara") y en sus dos trabajos más conocidos en solitario, en especial en esas impresiones de los cielos canadienses que llevan por título "Skys". Más variado que aquel, "Sirens" es un disco que se desenvuelve sin necesidad de ser guiado hacia unas imágenes concretas, y de esta manera transmite las sensaciones propias de un compositor que, pasados los treinta años, continuaba su búsqueda de nuevos sonidos, ambientales, neoclásicos, en una estupenda combinación de electrónica y acústica.

"Sirens" fue publicado por Hearts of Space en 1991, el mismo sello en el que estaban destacando otros músicos electrónicos como Tim Story, Tim Clark, Steve Roach o Robert Rich, importantes exponentes de la música planeadora más atmosférica. Este álbum en concreto es una veneración hacia la misteriosa hermosura de lo femenino, rindiendo homenaje a figuras de diosas, santas o mujeres legendarias. "Sirens" es también el título del tema que abre el álbum, un corte ambiental, etéreo, donde voces femeninas evocadoras -evidentemente un recuerdo de las sirenas que encandilaron a Ulises- se mezclan con vaporosos mantos de sintetizadores logrando una atmósfera épica, si bien nosotros sí que podemos dejarnos atrapar por su belleza, no como el héroe homérico. La atracción de la personalidad de la mujer continúa a lo largo del trabajo basada en esa poderosa ambientalidad con reminiscencias mitológicas, por ejemplo el segundo corte, "Deirdre of the sorrows", además de su impresionante melodía de teclados cristalinos, nos sorprende con la presencia de flautas sintetizadas y de una gaita real (a cargo de Patrick O'Gorman), anticipando, tanto por su sonido como por su título, un acercamiento a la cultura celta que iba a cristalizar años después en un disco mítico en colaboración con su hermano Jeff, "A celtic tale", homenaje a la heroina de la mitología irlandesa Deirdre; en concreto el enfoque del tratamiento realizado en "Sirens" parte del poeta irlandés John Millington Synge, pues "Deirdre of the sorrows" es el título de una de sus más conocidas obras de teatro. A lo largo del álbum se mantiene una línea meditativa con la incorporación ocasional de notas de guitarra abruptas, elongadas (en la psicodélica "A feather for your soul" la toca Jeff Danna, en la más cálida "Inanna" -diosa del amor y de la guerra en la mitología sumeria- se encargan Ron Dann y Lee Warren, y en "Nakawe" -diosa del pueblo indígena mexicano de wixárika- el propio Mychael Danna), que por su contraste nos devuelven a la realidad, el despertar de un sueño al que podemos volver fácilmente con la escucha de "Durga", uno de los temas más recordados del álbum por su grácil conducción de melodía aflautada (flauta de bambú interpretada por el polivalente Ron Korb) sobre un manto planeador de belleza misteriosa, incluso peligrosa (en la mitología hindú, Durga era la divinidad femenina de la guerra y la destrucción). Dichos fondos pueden llevar de por sí el peso de toda la pieza, tal es el caso del siguiente corte, "Phoenix anastasis", una maravillosa y elevadora construcción basada completamente en los teclados y con un significado de renovación ('anastasis' se refiere a la resurrección, en concreto la del Ave Fénix, otro ente mitológico de supuesta energía femenina que resurgía de sus cenizas cada quinientos años). La atmosférica dedicatoria a la diosa lunar "Selene", y una pieza referida a la pastora francesa Bernadette Soubirous, canonizada por sus visiones marianas ("Visions of Bernadette"), cierran esta maravillosa e imprescindible obra con una belleza mística, en contínua conexión con nuestros sentidos más latentes. En portada, una preciosa instantanea del premiado fotógrafo afincado en San Francisco RJ Muna.

Grabado en el estudio del planetario McLaughlin de Toronto, en el que trabajó como músico residente, "Sirens" es una obra importante en la tan completa discografía de Mychael Danna. Con su buen ojo, el conductor del espacio radiofónico 'Music from the hearts of space' Stephen Hill, fichó a este imaginativo teclista para su sello discográfico Hearts of Space, y ambos colaboraron en que la producción de "Sirens" fuera de auténtico lujo, con la presencia de varios temas tan espectaculares como "Deirdre of the sorrows" (presente en recopilaciones de Hearts of Space como "Celtic twilight" o "The absolute sound"), "Durga" (incluída en la compilación "Música para desaparecer dentro") o "Phoenix anastasis". La música paisajista, decididamente ambiental de "North of Niagara" o "Skys" tiene aquí un interludio más divinizado, con un evidente y notorio toque étnico (gaitas, flautas de bambú) entre el arsenal de teclados y samplers de un Mychael Danna que realiza "una búsqueda de la hermosura y el misterio de la esencia femenina que, como las sirenas, siempre acabaran llamándonos con una atracción infinita".

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18.5.08

STEVE ROACH & ROBERT RICH:
"Strata"

Prácticamente todo buen aficionado a la música new age realizada con sintetizadores conoce el sello Hearts of Space, pero su historia va más allá de la de una simple compañía de discos. Music from the Hearts of Space era el nombre de un espacio radiofónico conducido desde 1973 las noches de los sábados por Stephen Hill, un gran aficionado a la música electrónica atmosférica que decidió compartir su afición con quien quisiera escucharle a través de las ondas. En los Estados Unidos el sistema es distinto al que aquí conocemos, no existe la estructura de cadenas tan fuerte que reina en Europa, así que la situación fue la siguiente: Hill elaboraba su programa a través de una productora para todas las estaciones de radio que quisieran comprarlo y emitirlo, y para sorpresa de muchos -incluído él mismo-, lo que parecía una simple afición se convirtió poco a poco en un pequeño éxito, y pocos años después en el programa de música instrumental más importante de los Estados Unidos, emitido por más de 300 emisoras independientes en 47 estados. Stephen Hill logró hacer realidad su sueño y, de la nada, no sólo creó un programa mítico sino una distribuidora de este tipo de música por entonces minoritaria y directamente, desde 1983, una compañía discográfica en la que iban a grabar algunos de los grandes sintesistas del final del siglo XX, desde Bill Douglas, Raphael o Constance Demby hasta Mychael Danna, Michael Stearns, Tim Clark o los autores de este "Strata", Steve Roach y Robert Rich.

Steve Roach se define como un pionero de la música electrónica más atmosférica, un impulsor de la música cósmica junto a otros nombres ilustres, y eficaces colaboradores en otros proyectos, como Michael Stearns o Kevin Braheny. Desde su hogar en Tucson (Arizona), este californiano se deja influir por los paisajes desérticos tejiendo una música primordial, chamánica, en combinación con elementos folclóricos. Robert Rich tampoco se queda corto a la hora de hablar de su papel, ayudando a definir géneros como música ambiental o trance, y aderezándola asimismo con elementos de músicas del mundo. Lo evidente es que ambos músicos en solitario ya eran dos pesos pesados de ese género inclasificable que se acabó calificando como new age electrónica (en sus variedades cósmica y ambiental), y sólo hay que escuchar detenidamente los primeros temas de este "Strata" para convencernos de que juntos acabaron formando un dúo de una riqueza sonora sobresaliente: como inicio, "Fearless" marca una pauta rítmica en el álbum, que atrae sin remedio hacia un ritual electrónico bastante hipnótico; a continuación "Mica" nos conduce por un trance con resonancias extrañas que lo mismo parecen rugidos salvajes como simples efectos de un viento indomable; y como colofón de esta estupenda terna  "Forever" es el tema más difundido y agradable de trabajo, más placentero y poseedor de una durmiente fascinación, que puede transportar más allá del espacio y el tiempo, ese concepto tan presente en la obra de Steve Roach, tanto que su estudio de grabación en Tucson se denomina The Timeroom, la habitación del tiempo. Unidos por -como nos cuentan en el libreto del álbum- una mutua fascinación por lo surrealista y lo sombrío, ellos mismos acaban sorprendidos por lo que encuentran juntos, una experiencia tan personal como universal que hurga en el subconsciente, trasladando así su admiración hacia la pintura de Salvador Dalí; de hecho, la abstracta y asustadiza "Persistence of memory" está dedicada al pintor catalán -su cuadro 'La persistencia de la memoria' es una de sus obras más famosas, presente en el MoMA neoyorquino y llamado también 'Los relojes blandos'-, una figura de inspiración constante en toda una generación de sintesistas, a la que Steve Roach dedicó el recopilatorio "Dalí: The endless enigma", con participación de nombres tan importantes como Klaus Schulze, Michael Stearns o Michel Huygen entre otros. Uno de los objetivos de este álbum, según los propios artistas, fue la creación de sonidos que evocaran un sueño, y para ello, a la base de sintetizadores, que incluyen samplers de un instrumento tan importante en la música de Steve Roach como el didgeridoo (instrumento ancestral australiano de viento, un tubo largo de madera que Roach aprendió a tocar en sus viajes a Australia en los años 80, y que se escucha especialmente en "Ceremony of shadows"), se une la acústica de flautas y guitarras a cargo de Robert Rich. La conjunción de ritmo endiablado y de rugiente ambientalidad derivan en lo que también se ha dado en llamar música planeadora, y si bien es capaz de hacer volar el alma ("The grotto of time lost" es una relajante experiencia, "Magma" es un ejemplo de ambientalidad total, "Remembrance" provoca una extraña relajación y "La luna" nos ofrece una experiencia final sin límites en sus más de diez absorbentes minutos), su esencia está bien anclada en la tierra a la que pertenecen algunos de los sonidos naturales utilizados, así como el cristal mineral de la portada del disco y por supuesto la inspiración que sin duda ha ofrecido el amplio desierto de Tucson, Arizona. Allí fue grabada esta música desértica, pero muy viva, con alma.

Hearts of Space publicó "Strata" en 1990, y dos años después ambos artistas repitieron experiencia con "Soma", otro acercamiento hacia ese misticismo chamánico algo confuso, oscuro, pero a la vez ecológico y con intenciones de viajar hacia lo antiguo: "Los sonidos desbloquean recuerdos. La música, como la arqueología, los criba a través del tiempo revelando la mitad oculta, olvidada, enterrada en los estratos de la mente primordial". La carga rítmica, las atmósferas expansivas electrónicas y los complementos acústicos y naturales que proponen estos dos grandes artistas, nos ayudan a encontrar ese sentimiento básico, fundamental, que anida en los seres vivos, explorando en sus orígenes, aunque estos se encuentren enterrados en los estratos del tiempo y la memoria. Como arqueólogos de lo desconocido, Steve Roach y Robert Rich crearon en "Strata" toda una experiencia mística ofrecida 'desde los corazones del espacio'.