Un argentino y un mexicano que se unen para ofrecer su música en los Estados Unidos no pueden menos que plasmar en ella parte de sus raíces y actuar como emisarios y renovadores del rico folclore que portan en la sangre. Las corrientes más populares de la música en norteamérica ya habían sido aderezadas con elementos lejanos, no sólo hispanos (Carlos Santana) sino también orientales (los Beatles, al emplear el sitar en sus discos, abrieron el camino a Ravi Shankar), africanos (con Miriam Makeba como abanderada), jamaicanos (el reggae, encabezado en popularidad por Bob Marley), y por supuesto europeos, esencialmente celtas que, como la esencia africana, llevaban tiempo instalados en los Estados Unidos. La música instrumental avanzada de los grandes sellos norteamericanos también estaba dando grandes pasos hacia la fusión y la multiculturalidad, así que Windham Hill apostó por estos dos teclistas hispanoparlantes, el mexicano César Hernández y el argentino Bernardo Rubaja, que publicaron en 1987 un único disco juntos, "High plateaux", desapareciendo desde entonces el primero y manteniéndose durante unos años más Rubaja en el panorama musical norteamericano gracias a otra mítica compañía, Narada Productions.
El acercamiento a los sonidos sudamericanos en este excitante trabajo se intenta básicamente a través de instrumentos tan característicos como la flauta de pan (o zampoña), el bandoneón (pariente del acordeón, que le otorga al tango su 'alma') y el charango (una guitarra de los Andes de cinco pares de cuerdas que en este álbum toca uno de sus más célebres intérpretes, Gustavo Santaolalla). Son esas maravillosas zampoñas las que animan el comienzo del disco junto a una mayor instrumentación y un ritmo muy sudamericano en la bella "Puerta del sol (Gate of sun)", inaugurando diez títulos de los que cuatro son en español con la traducción inglesa. Otra característica destacada del disco es la producción de lujo de Mark Isham (al que Bernardo había conocido en el programa Film Scoring de la universidad de Los Angeles), que además enriquece el álbum con sus trompeta, fliscornio y saxo soprano, creando una serie de ambientes de inequívoca procedencia, por ejemplo en "Mar (The sea)" (aunque todas las composiciones se acrediten como compuestas por Rubaja y Hernández, este corte es muy de Isham, un buen ambiente con un buen bajo) o "Reflective colors" (muy reposada, sería un claro ejemplo de smooth jazz con el aporte del saxo, que aquí no se deja escuchar). Aparte de "Puerta del sol (Gate of sun)", otras dos son las canciones más destacadas, "Indian woman" (posiblemente el tema estrella, con melodía épica, dosis étnica -especial contribución del charango-, gran percusión y saxo bien añadido) y "Oro blanco (White gold)". De hecho, los dos teclistas buscan y encuentran marcados motivos de fondo, lineas de teclado que van y vienen, sobre las que se elaboran las melodías principales; "Forest" es el primer ejemplo en el disco, si bien también lo podemos encontrar en "Icebird" (el tema donde mejor se escucha el arpa de Stephanie Bennett), aunque el mejor ejemplo sea el del citado "Oro blanco (White gold)", con su marcada y adictiva melodía andina enclavada en un contexto avanzado y bien producido. "High plateaux" es una acertada fusión de jazz y folclore con elementos electrónicos y ambientales, donde no podía faltar el tango, por medio de un bandoneón no acreditado que se deja escuchar especialmente en el corte final, el íntim y evocador cierre titulado "Child's dream", así como en un ameno intento de bossa nova, "Días felices (Happy days)", con su fondo alegre, juguetón, el fliscornio de Isham y la voz de Zelinda Rosellini. Por último, "Pampa" es una tonada de flauta de pan (interpretada e este tema, junto al bajo, por Eduardo Márquez) en la que lo más interesante es un notable y breve enfoque fílmico a mitad de la pieza. No hay que dejar de mencionar, además, que en esta reunión de músicos del continente americano también podemos encontrar muy buenas percusiones, a cargo del peruano Alex Acuña -ex Weather Report- y del brasileño Laudir de Oliveira, miembro del grupo Chicago.
Lejos de comparaciones y presupuestos, hay que destacar la interesante calidad del sonido de este trabajo, si bien a veces es más efectista que efectivo y no llega a ser especialmente original a pesar de tratarse de la fusión de elementos iberoamericanos con programaciones en un marco occidental, y con esa interesante producción del trompetista Mark Isham. Sin embargo hay una clara intención y firme resolución en la mano de estos dos músicos, que consiguieron su hueco en la nómina de Windham Hill abriendo camino a otras fusiones -unas con éxito y otras no tanto-, al contacto con otros elementos de una World Music que empezaba a contar para músicos y productores. "High plateaux" fue una apuesta interesante, y aunque haya perdido parte de la fuerza que seguramente tuvo en los 80, permanece (fuera de catálogo, eso sí) como una interesante propuesta de una compañía inteligente, Windham Hill.
El acercamiento a los sonidos sudamericanos en este excitante trabajo se intenta básicamente a través de instrumentos tan característicos como la flauta de pan (o zampoña), el bandoneón (pariente del acordeón, que le otorga al tango su 'alma') y el charango (una guitarra de los Andes de cinco pares de cuerdas que en este álbum toca uno de sus más célebres intérpretes, Gustavo Santaolalla). Son esas maravillosas zampoñas las que animan el comienzo del disco junto a una mayor instrumentación y un ritmo muy sudamericano en la bella "Puerta del sol (Gate of sun)", inaugurando diez títulos de los que cuatro son en español con la traducción inglesa. Otra característica destacada del disco es la producción de lujo de Mark Isham (al que Bernardo había conocido en el programa Film Scoring de la universidad de Los Angeles), que además enriquece el álbum con sus trompeta, fliscornio y saxo soprano, creando una serie de ambientes de inequívoca procedencia, por ejemplo en "Mar (The sea)" (aunque todas las composiciones se acrediten como compuestas por Rubaja y Hernández, este corte es muy de Isham, un buen ambiente con un buen bajo) o "Reflective colors" (muy reposada, sería un claro ejemplo de smooth jazz con el aporte del saxo, que aquí no se deja escuchar). Aparte de "Puerta del sol (Gate of sun)", otras dos son las canciones más destacadas, "Indian woman" (posiblemente el tema estrella, con melodía épica, dosis étnica -especial contribución del charango-, gran percusión y saxo bien añadido) y "Oro blanco (White gold)". De hecho, los dos teclistas buscan y encuentran marcados motivos de fondo, lineas de teclado que van y vienen, sobre las que se elaboran las melodías principales; "Forest" es el primer ejemplo en el disco, si bien también lo podemos encontrar en "Icebird" (el tema donde mejor se escucha el arpa de Stephanie Bennett), aunque el mejor ejemplo sea el del citado "Oro blanco (White gold)", con su marcada y adictiva melodía andina enclavada en un contexto avanzado y bien producido. "High plateaux" es una acertada fusión de jazz y folclore con elementos electrónicos y ambientales, donde no podía faltar el tango, por medio de un bandoneón no acreditado que se deja escuchar especialmente en el corte final, el íntim y evocador cierre titulado "Child's dream", así como en un ameno intento de bossa nova, "Días felices (Happy days)", con su fondo alegre, juguetón, el fliscornio de Isham y la voz de Zelinda Rosellini. Por último, "Pampa" es una tonada de flauta de pan (interpretada e este tema, junto al bajo, por Eduardo Márquez) en la que lo más interesante es un notable y breve enfoque fílmico a mitad de la pieza. No hay que dejar de mencionar, además, que en esta reunión de músicos del continente americano también podemos encontrar muy buenas percusiones, a cargo del peruano Alex Acuña -ex Weather Report- y del brasileño Laudir de Oliveira, miembro del grupo Chicago.
Lejos de comparaciones y presupuestos, hay que destacar la interesante calidad del sonido de este trabajo, si bien a veces es más efectista que efectivo y no llega a ser especialmente original a pesar de tratarse de la fusión de elementos iberoamericanos con programaciones en un marco occidental, y con esa interesante producción del trompetista Mark Isham. Sin embargo hay una clara intención y firme resolución en la mano de estos dos músicos, que consiguieron su hueco en la nómina de Windham Hill abriendo camino a otras fusiones -unas con éxito y otras no tanto-, al contacto con otros elementos de una World Music que empezaba a contar para músicos y productores. "High plateaux" fue una apuesta interesante, y aunque haya perdido parte de la fuerza que seguramente tuvo en los 80, permanece (fuera de catálogo, eso sí) como una interesante propuesta de una compañía inteligente, Windham Hill.
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