10.11.07

CARLOS NÚÑEZ:
"A irmandade das estrelas"

1996 fue el año en el que descubrimos a uno de los músicos más internacionales que ha deparado el panorama musical español. Y fue así a pesar de que Carlos Núñez, nuestro personaje, ya había despuntado desde su más tierna infancia. Estamos además ante un estudioso de la música tradicional, alguien que, a pesar de su juventud (nació en Vigo en 1971), se merece un extraordinario reconocimiento por sus discos en solitario, su anterior trabajo con el grupo Matto Congrio, y sus numerosas colaboraciones con artistas de indudable calidad y renombre. Como dijo la publicidad de la época: "un artista que nace siendo internacional". El fruto de dicho parto se tituló "A irmandade das estrelas" (un nombre referido a la Vía Láctea, el camino de estrellas que lleva a los peregrinos hasta Santiago de Compostela), y efectivamente, al menos viéndolo con el transcurso de los años, se trató de algo más que un puñado de canciones de origen gallego, acabado celta y colaboraciones de excepción; fue el comienzo de una nueva popularización del folclore gallego en España, de aceptación total de la música tradicional en general, y el nacimiento de un adalid de esta noble causa. Lo que nombres de siempre en el mundillo de la música tradicional gallega como Milladoiro o Emilio Cao sólo habían podido acercar a un puñado de interesados, lo consiguió popularizar masivamente este joven vigués, apasionado, deshinibido y por supuesto virtuoso.

'La hermandad de las estrellas' fue un proceso iniciático para muchos en la música celta y constituyó el descubrimiento de una nueva cultura hermosa, atrayente y con un interesante componente festivo, pero el gran éxito de Carlos Núñez se ha basado también en la fusión de estos elementos con todo tipo de culturas, dentro y fuera de nuestras fronteras: 'Galicia es Galicia cuando es todos los mundos', dice Manuel Rivas en el prólogo del CD. Aún así no cabe duda de que la satisfacción que provoca su música, la emoción que transmite y la conexión que logra en directo son mérito exclusivo de este músico carismático que emana una exclusiva seguridad y un extraño poder cuando maneja la gaita gallega y la flauta de pico. Frutos de la tradición en su mayor parte, cada canción es un mundo en este delirio de calidad, los temas vocales (con los que podía acercarse a un público menos acostumbrado a la tradición) cuentan con las magistrales aportaciones de Luz Casal ("Negra sombra" es una hermosa balada en la que reside el espíritu de Rosalía de Castro), Xiradela (grupo de pandereteiras que literalmente lo bordan en "Cantigueiras", una de las canciones más auténticas del disco, que nos traslada a la Galicia rural), Dulce Pontes (en el precioso acercamiento al fado "Lela") y la eterna Vieja Trova Santiaguera (que despide el disco con la conga "Para Vigo me voy"), si bien esa comunión tan importante y maravillosa entre naciones celtas (sobre todo Galicia e Irlanda) se evidencia especialmente en los instrumentales: "Amanecer" es un impresionante recibimiento, una melodía hermosa de la Galicia del siglo XIX (redescubierta por Carlos Núñez en antiguos archivos) que abanderó el disco, en la que destacan las flautas y la gaita de Carlos, pero donde comienza el desfile de estrellas con las aportaciones sin igual de los hermanos O'Domhnaill -los 'cerebros' de Nightnoise-, y dos de los Chieftains, Derek Bell y Paddy Moloney. Jota, fandango y bulerías (el norte y el sur de la península) se hermanan a continuación gracias a Kepa Junkera, Rafael Riqueni y Tino di Geraldo en el tema que da título al disco y que mejor evidencia su desenfado y alegría. La de Kepa es una colaboración especial que se repite a lo largo del disco, pero también la de Ry Cooder y esa especie de mentores de Carlos en que se habían convertido The Chieftains, que en "The Flight of the Earls" capturan toda la magia de Irlanda para el debut discográfico de su protegido. "Villancico para la navidad de 1829" es otra joya más deudora del estudio y continua búsqueda de Carlos Núñez, donde aparte de las gaitas de Paddy Moloney suenan de maravilla el violín de Enrique Iglesias, el clavicémbalo de Pablo Cano y el contrabajo de Pablo Múzquiz. Es necesario destacar, en cuanto a la instrumentación, otra de las composiciones, "Os gaiteiros da noite", que "supuso en Galicia una experiencia pionera de grabación con gaitas históricas" -cuenta Carlos en su libro "La hermandad de los celtas"-, al utilizar una gaita del renovador de la cultura gallega Perfecto Feijóo que llevaba un siglo sin ser utilizada, y según el intérprete, su sonido fue arrollador y tuvo un toque de novedoso. Este vendaval de colaboraciones de lujo (algunos de los invitados ni siquiera tenían nada que ver con la idea de música celta) fue complementado además por el excepcional técnico de grabación de The Chieftains, Brian Masterson. La producción se la reservó el propio Carlos Núñez, con la co-producción de Paddy Moloney en la mayoría de los cortes y de Ry Cooder en los dos restantes (en los que suena su guitarra, "Nubes del otro lado" y "Negra sombra").

"A irmandade das estrelas" tuvo una especial repercusión en aquella España en la que lo tradicional estaba en auge, con gran seguimiento popular en radios y en prensa y multitud de conciertos y festivales, lo cual supuso que la música celta española comenzara a mirar de igual a igual a la de las demás naciones celtas. Esta obra tiene además una chispa especial, un impresionante trabajo de investigación, una composición escrupulosa e inspirada, unas colaboraciones magistrales... "es la realización de toda una serie de ideas que surgieron a lo largo de muchos años intensos", señala el propio Núñez, "de gira con los Chieftains, participando en festivales y conociendo a muchos artistas por todo el mundo, me fueron saliendo las claves para hacer este trabajo, no tanto introspectivo sobre mi forma de tocar, sino como algo que sirviera de hilo conductor para unir muchas experiencias". Pero hay algo que lo hace aún mejor, este disco tiene alma, y el público español conectó con ella, llegando a venderse más de cien mil ejemplares del CD publicado en 1996 por BMG Ariola. En 2021, una edición especial por el 25 aniversario era realmente un disco nuevo con 13 composiciones inéditas que completaban el original con nuevas colaboraciones de músicos españoles como Rozalén, Rodrigo Romaní, Arianna Savall, Tanxugueiras o Iván Ferreiro, pero también extranjeros como Karen Matheson, Donald Shaw o Liam Ó Maonlaí. La mezcla de osadía propia de la juventud (no hay fronteras para el hermanamiento y fusión de la música celta con otros pueblos y culturas) con una madurez impropia de la misma originó un trabajo irrepetible, una estrella más entre esa hermandad de astros que forman el camino que lleva a Galicia.









3.11.07

VARIOS ARTISTAS:
"Do it a capella"

Antiguamente existía la prohibición de utilizar instrumentos musicales en las iglesias cristianas, por lo que la voz humana -por otro lado el más antiguo de los instrumentos- era el único modo de expresar la devoción a Dios, como por ejemplo por medio de los cantos gregorianos. La historia se ha encargado de dar muchas vueltas a la situación de las ceremonias religiosas, pero básicamente proviene de ahí la expresión 'a capella', del italiano capilla, y se refiere, evidentemente, a la música realizada exclusivamente con la voz, sin acompañamiento musical alguno. A partir de los 80 este estilo atrajo un público fiel y una serie de grupos y artistas que conseguían imitar de forma prodigiosa la melodiosidad de ciertos instrumentos lograban colarse en las radiofórmulas y los espectáculos musicales. Entre ellos destacó poderosamente Bobby McFerrin, que consiguió con el conocido "Don't worry, be happy" no sólo un enorme éxito comercial sino que la gente comenzara a interesarse realmente por el término a capella.
A caballo entre las décadas de los 80 y los 90 la cadena de televisión PBS estaba preparando un documental sobre el auge del género. Tratándose de voces 'a palo seco' las cuerdas vocales de los afroamericanos tienen mucho protagonismo, así que como el programa iba a rodarse en Nueva York el conductor perfecto del mismo tenía que ser Spike Lee. Con "Do it a capella" este gran director de cine pretendía difundir esta forma musical, bastante incomprendida, tan antigua como la propia voz. Grupos relativamente nuevos como Rockapella (que hasta entonces cantaban por las calles de Nueva York) o The Mint Juleps, ya consagrados como Take 6 o The persuasions, o exóticos como los sudafricanos Ladysmith Black Mambazo se dieron cita en este documental de 1990 que realmente dirigía Ernest Dickerson para Elektra Entertaiment, la misma compañía que publicó además un estupendo CD con todas las canciones.
Ese carácter reivindicativo de las voces negras llevó hasta allí a Spike, y posiblemente abriera los ojos a muchos con este entretenido documental que él mismo, junto a la actriz y cantante Debbie Allen (la famosa profesora de "Fama") se encarga de presentar, de una manera amena y deshinibida. De hecho el primer plano nos muestra al 'gran' Spike, que ante las protestas de grandes intérpretes y vocalistas como Wynton Marsalis o Roberta Flack, deja bien claro que el documental trata única y exclusivamente de música a capella; incluso el alcalde de Nueva York en esa época, David Dinkins, se atreve a tocar la armónica reclamando el derecho de los instrumentos, pero Spike Lee se muestra impasible. Debbie Allen se entusiasma ante los cameos conseguidos en este divertido comienzo (incluso podemos ver fugazmente a Samuel L. Jackson), y tras ofrecerse para protagonizar alguna futura película o en su defecto participar en la banda sonora, comienzan un diálogo que desemboca en el documental propiamente dicho, que consta de dos partes: la primera está rodada en estilo video-clip, con interpretaciones en playback de Rockapella ("Zombie jamboree"), True Image ("I need you"), el grupo femenino The Mint Juleps ("Don't let your heart") y The persuasions ("Looking for an echo"). El estupendo 'duelo' entre Rockapella y True Image podéis verlo en esta dirección de You Tube. La segunda parte recoge parte de un show, absolutamente en directo, donde algunos de estos grupos maravillan literalmente a una audiencia entregada: Take 6 (grupo adventista de claras temáticas religiosas) hace una interpretación prodigiosa de "Get away Jordan", Rockapella y True Image vuelven a enfrentarse con "Under the boardwalk" (el clásico de The drifters), The Mint Juleps acometen otro clásico, "Higuer and higuer", y Ladysmith black mambazo adornan el escenario con su colorido y bailes aparte de con sus voces puramente africanas.
Un programa interesantísimo (por la calidad de los grupos representados, por la presencia de Spike Lee y Debbie Allen, y porque llega a ser sorprendente ver -y no sólo escuchar- lo que un puñado de voces pueden conseguir, desde el tipo enorme que hace de bajo hasta los tenores o barítonos) que emitió La 2 de Televisión Española en horario intempestivo. El fenómeno a capella ha continuado creciendo y despertando curiosidad y admiración, así que desde aquí no sólo os recomiendo "Do it a capella" y los grupos aquí representados, sino otros muchos como The king's singers, The nylons, The bobs, The flying pickets o por supuesto Bobby McFerrin, para descubrir una forma distinta de hacer música
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23.10.07

PHILIP GLASS:
"Glassworks"


Las nuevas formas de expresión de los minimalistas norteamericanos marcaron un antes y un después en la música de la segunda mitad del siglo XX. Entre ellos, si alguien se ha mantenido fiel a un estilo, a un sonido característico, a un minimalismo con entradas y salidas hacia géneros tan dispares como la ópera o la música para películas, ese es Philip Glass, admirado en mayor medida que la mayoría de sus contemporáneos pero aún ahora discutido -cada vez menos- por parte de la crítica por su huida del serialismo, su abrazo a las estructuras rítmicas indias y sus flirteos musicales con conocidos personajes del mundo del rock, pop y folk (David Bowie, Brian Eno y Paul Simon entre otros). Budista a pesar de sus orígenes judíos, Philip se considera un trabajador, su éxito se debe a horas de disciplina y a huir del coqueteo que otras estrellas mediáticas a las que frecuentó, como Warhol o Lou Reed, tenían con la vida nocturna y las drogas. Aunque en un principio no pudiera vivir de la música (tuvo que compaginar en los 70 su labor al frente del Philip Glass Ensemble con diversos trabajos de todo tipo -fontanero, empleado de mudanzas, taxista, etc- hasta que le llegó el reconocimiento que sin duda, y el tiempo le ha dado la razón, merecía), él siempre pensó que su obra tendría éxito, a pesar de que ni siquiera tras el estreno de su controvertida ópera "Einstein on the beach" pudo dejar de conducir el taxi para pagar las facturas. Ese optimismo vital se derivaba del hecho de poder seguir componiendo, innovando, y de que al menos alguien estuviera interesado en tocar sus obras y acudir a sus conciertos. 

"Glassworks" está inscrito en la obra de Philip Glass -junto a otro de sus grandes trabajos, "The photographer"- entre otras dos óperas, "Satyagraha" (aunque esta no fuera grabada hasta unos años después) y "Akhnaten", no muy lejos de aquella "Einstein on the beach" que le ayudó a esquivar la indiferencia del mundo musical. Publicado por CBS en 1982 (el mismo año que vio la luz otra obra vanguardista de la escena neoyorquina, el sensacional "Big science" de Laurie Anderson) y con los fieles Kurt Munkacsi y Michael Riesman en la producción y conducción de la orquesta (Glass solo compone, lo demás lo hace Riesman, su importancia es capital) respectivamente, "Glassworks" es uno de los trabajos de Glass que, manteniendo sus constantes y puntos fuertes (y tal vez débiles), son más asequibles para el público en general, de hecho fue una plausible toma de contacto con los temas de duraciones cortas y de fácil grabación y recuerdo -sin perder en absoluto su esencia-, pudiendo acercar al mismo las meritorias cadencias de este mítico compositor de Baltimore ("'Glassworks' tenía la intención de presentar mi música a una audiencia más general de la que había estado familiarizada hasta ese momento"). De hecho el álbum tuvo una excelente aceptación comercial. El ciclo y el proceso de adicción son los elementos básicos en la obra de Philip Glass, conformando una estructura rítmica altamente adictiva, que en ocasiones forma ciclos completos al volver al punto de partida. De este modo, las seis composiciones de esta obra sumen al oyente en un profundo trance del que sólo despierta de vez en cuando por el desconcierto provocado por el cambio rítmico entre unas y otras. Seguramente en un intento de llegar a un gran público al que pudiera resultar incómoda la faceta más repetitiva e incluso estrambótica del Glass más electrónico (no del creador de óperas o sinfonías, cuyo mercado es más limitado), su música se tranquiliza, se simplifica, pero en absoluto huye de su carácter cíclico que, aún con el tiempo y circunscrito en el desarrollo de películas de éxito, no pasa de moda en absoluto. El comienzo de piano, melodía sencilla y absorbente, nos introduce en un mundo privado, puramente neoyorquino, presa de esa mezcla de vitalidad y depresión que nos evoca la 'gran manzana': "Opening" es como esa bienvenida a su mundo, el que en "Floe" se vuelve caótico, chocante, esta vez sí, en el clásico estilo 'glassiano' donde la combinación de teclados y vientos (flautas, saxos y trompas), entrelazados convenientemente, configuran una atmósfera agobiantemente hermosa -violas y chelos se mantienen en un tercer plano-, un remolino minimalista muy estructurado y en definitiva algo confuso, pero eso si, admirable desde cualquier punto de vista. En "Island" se presenta una Manhattan más relajada y misteriosa, mecida por cadencias hindúes (más lenta y agradable al fondo, y los vientos dibujan sobre ella la melodía que a veces se torna principal, a veces secundaria, ya que ese mismo fondo puede nublar la razón en su reiterativo y atrayente compás). Ese doble juego se repite con mayor intensidad en la auténtica obra maestra del disco, de título "Façades", una de las más grandes creaciones de Philip Glass, prácticamente una oración en la que el fondo hipnotiza y los saxos embelesan como si fuéramos presa de un encantador de serpientes. Este prodigio de desarrollo hipnótico, que ha sido interpretado y reorquestado en numerosas ocasiones, es de una belleza embriagadora, y fue compuesto en primera instancia como parte de la banda sonora del film "Koyaanisqatsi", si bien al final se descartó su inclusión en esa extraña joya del séptimo arte. "Rubric" se hermana a "Floe" (como "Facades" podría unirse a "Island") en su rapidez de notas que suben y bajan eternamente como una montaña rusa, si bien es algo más difícil de escuchar. Aun así, suena tan limpio como el resto del disco, y curiosamente fue la pieza elegida como anticipo radiofónico por medio de un sencillo con una versión corta y otra larga del tema. Este gran exponente vivo del minimalismo americano cierra su trabajo más comercial con "Closing", que retoma la melodía de "Opening" pero no al piano en solitario -que también aparece en un plano destacado- sino electrificada, con el acompañamiento orquestal del resto del disco, manteniendo el clímax hasta el final de esta pequeña fiesta para los sentidos. El conjunto utilizado por Glass en esta obra se compone de piano, órganos eléctricos, sintetizadores, trompas, flautas, clarinetes, saxofones sopranos y tenor, y violas. Una grabación en directo de "Glassworks" (junto a "Music in similar motion") a cargo del conjunto de música contemporánea Signal, con los arreglos de Michael Riesman, fue puesta a la venta en 2011, casi 30 años después del original, por Orange Mountain Music. La fama, trascendencia, y por supuesto calidad musical de Philip Glass ha valido para que obras como "Façades" cuenten con multitud de versiones e interpretaciones tanto en vivo como plasmadas en CD, y en una gran diversidad de instrumentos, por parte de conjuntos como la London Chamber Orchestra, el Sentieri Selvaggi, Le Phenix, Cello Octet Conjunto Ibérico (conjunto de ocho chelos), la Lautten Compagney o la Piccola Accademia Degli Specchi, así como instrumentistas de saxo (Lara James) o de flauta (Massimo Mercelli, Ransom Wilson). Es sin embargo "Opening" -o en su defecto "Closing"- el corte más homenajeado del álbum, tal vez por su mayor facilidad estructural, al violín, guitarras, arpa, marimba, saxo y piano, o lógicamente al piano solo. Aparte, multitud de recopilatorios con la música original del Philip Glass Ensemble. Por último, en "Rework" (2012) se compilaron en un doble álbum un buen número de remixes de obras conocidas de Glass realizados por artistas actuales de renombre (Beck o Johann Johannsson incluidos), entre ellas cuatro de "Glassworks": "Opening" (Cornelius se mantiene bastante fiel al original), "Floe" (Memory tapes se arriesga con este tema, consigue un gran sonido, si bien yendo lejos de la realidad), "Rubric" (el neoyorquino Tyondai Braxton propone un planteamiento ruidoso y vanguardista del que sale muy bien parado) y "Island" (un etéreo tratamiento bastante acertado por parte del siempre interesante Peter Broderick). 

'Four american composers' son cuatro documentales para TV sobre John Cage, Philip Glass, Meredith Monk y Robert Ashley, dirigidos por Peter Greenaway en 1983 (cuando ya había rodado su conocido 'El contrato del dibujante'; en el dedicado a Glass suenan varios extractos de "Einstein on the beach" y "Glassworks". No es fácil imaginar a Philip Glass sin las cadencias ansiosas, abruptas y altamente adictivas que caracterizan sus partituras, y es que piezas de este trabajo como "Façades" o "Floe" provocan la irresistible tentación de seguirlas hasta el infinito. Prolífico y original, poco importa que muchas de sus composiciones sean tan parecidas entre sí, ya que siguen enganchando sin miramientos a un público fiel y a nuevas generaciones que, no sin cierta dificultad, acaban conociendo sus trabajos, especialmente a través del cine. La maravillosa inquietud provocada por canciones como "Façades" es difícil de olvidar y constituye sin duda una de las muestras más claras de maestría del siglo XX. Por tanto, y sobre todo desde que Sony Masterworks volvió a distribuir el disco a irresistible precio (aunque la estilizada y elegante tipografía de la cubierta original, con sus cristales bien dispuestos, fue sustituida por otra portada más oscura), sería un auténtico pecado no conocer una de las obras emblemáticas y fáciles de escuchar (y aún así atrevida y en cierta medida experimental, no en vano se trata de 'trabajos de Glass' -'trabajos de cristal', en la doble intención del título-) de este icono de la música contemporánea.

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15.10.07

YANN TIERSEN:
"Le phare"


Cualquiera que haya visitado Bretaña ha podido quedar embelesado por la belleza de esa tierra gala de raíces celtas, de sus paisajes, sus gentes y sus ancianas tradiciones. Una vez allí se puede comprender mejor la música de este bretón, natural de Brest, que en gran parte de su discografía es capaz de transportarnos hasta el noroeste francés. Lo difícil no es quedarse atrapado por esa música sino comprender por qué tardó tanto en llegar hasta el gran público, tuviendo que esperar al año 2001 cuando el cineasta Jean-Pierre Jeunet utilizó varias composiciones de sus trabajos primerizos en la banda sonora de esa maravillosa película que fue "Amélie" ('Le fabuleux destin d'Amélie Poulain'), cuyo éxito catapultó a Jeunet, a Audrey Tautou (la protagonista del film) y, cómo no, a nuestro protagonista, de nombre Yann Tiersen.

La historia desde ahí merece un punto y seguido, ya que había pasado la primera etapa en la obra de Tiersen, posiblemente la mejor y la más desconocida, lejos de las populosas giras que, conforme pasaba la primera década del XXI, nos acercaban a un sucedáneo alternativo, en exceso rockero, del delicado hombre del violín y del acordeón. Posiblemente sea esta evolución la que esté más acorde con la personalidad y los intereses de Tiersen, al que se podía ver como un nuevo Kevin Ayers -tanto en el físico como en algunas de sus trovadoras melodías-, pero es innegable que en los 90, recién salido del conservatorio con ideas explosivas, publicó en Francia unos primeros trabajos cautivadores por su búsqueda de la experimentación entre el folk bretón, el pop, el rock, el clasicismo y la canción popular: "La valse des monstres" en 1995 (cuyo origen son dos obras de teatro), "Rue des cascades" en 1997 y por fin, en 1998, el completísimo "Le Phare". Los dos primeros, en su huída de la comercialidad, parecen como cuadernos de notas, llenos de detalles pero sin llegar a profundizar en exceso, dejándonos en muchas ocasiones con la miel en los labios en su presunta presentación de demos de corta duración. Valses, canciones de fiesta, melodías circenses... un eclecticismo que nos lleva sin prejuicios del folk más lúdico a la contemporaneidad más irreverente. "Le phare" es un pequeño paso adelante, más elaborado, también encontrando otra forma de expresión en las voces, y en especial consolidando su sonido, ese espíritu festivo y portuario en el cual acordeón y violín no son meras comparsas sino que tienen un papel tan importante, por básico y distintivo, como guitarra, batería o un teclado que enamora con esa melancolía que Yann sabe imprimirle (sencillamente espectacular en piezas como "La dispute"). La vena folkie domina todo el trabajo y nos acerca a los arrabales bretones, comenzando por los sonidos que nos reciben en "Le quartier" antes de la entrada del fenomenal violín en dos minutos tan cortos como frenéticos. Dos canciones nos confirman el gran momento de este multiinstrumentista, "La rupture", cantada por Claire Pichet con un ritmo rápido, y en contraposición una de las cumbres del álbum, la melancólica y en cierta medida infantil "Monochrome", con la voz del conocido cantante y compositor francés Dominique Ané, cuya contribución al disco fue parte importante de su éxito. "Monochrome" tuvo además un divertido videoclip, y el de "Le quartier" fue su continuación. Seguidamente llega la mencionada "La dispute", que tras su entrada de acordeón nos lega posiblemente los dos mejores minutos del álbum, sinceras y sencillas notas al piano que de por sí ya elevan el nombre de Yann Tiersen a la categoría de genio. "La dispute" fue incluída en la banda sonora de "Amélie", como "La noyee" y "Sur le fil", otras de las piezas magistrales del disco (y de la obra de Yann, pues se trata de una tonada excepcional), que asombran al acordeón y al violín tras hacerlo en la anterior con el piano. Muchos más detalles se pueden encontrar en el resto del disco, un trabajo imprescindible en sus catorce temas, desde el infantilismo de "Les jours heureux" o "L’Effondrement" (con ese curioso sonido de fondo como de bicicleta y la voz del propio Tiersen) hasta el aroma festivalero de "L'arrivée sur l'île", "Le fromveur" o "La crise", pero sobre todo esa melancolía portuaria cuyo salitre puede respirarse en "L'homme aux bras ballants" o "Les bras de mer", también cantada por Dominique A. Algunas de ellas ("Monochrome", "Les bras de mer" o "La rupture" en cuanto a las canciones, y "Le quartier", "La Noyée" o "Sur le fil" de las piezas sin voz) venían incluídas, en 1999, en su primer álbum en vivo, titulado "Black session".

La historia dió muchas vueltas de tuerca a partir de aquí para este hombre orquesta que de la noche a la mañana fue objeto de elogios y reconocimiento por una película para la que, realmente, él consideraba que su música no era la apropiada (aunque una vez asimilada, es difícil de dejar de realizar la asociación de esas melodías con el París de la risueña Amélie). La emoción que respiran sus composiciones y las múltiples influencias en ellas aunadas las hacen absolutamente únicas y dificilmente imitables, y aunque en sus siguientes travesías parecía haber perdido ese aroma circense y arrabalero tan atractivo, pronto volvió a recobrar su aura natural y ecologista, especialmente con el piano como protagonista para honrar en 2016 a su lugar de residencia, la isla de "Eusa". Más allá del piano, no sería extraño que Yann Tiersen volviera a sorprendernos algún día con títulos cercanos a aquellos "Monochrome", "La dispute" o "Sur le fil", presentes en el indispensable "Le phare".





6.10.07

TANGERINE DREAM:
"Stratosfear"

De camino entre la década de los sesenta y la de los setenta del siglo pasado surgió en Alemania una escena musical vanguardista que fue transformando poco a poco el rock psicodélico en una nueva forma de expresión basada en la electrónica, donde el ritmo y los secuenciadores convivían con la experimentalidad e incluso la meditación. Dejando aparte a los admirados Kraftwerk, a grupos como Ashra, Cluster o Popol Vuh se antepuso el proyecto de un joven estudiante de artes llamado Edgar Froese, una longeva banda nacida en Berlín llamada Tangerine Dream, cuya influencia ha sido notoria en un buen número de artistas electrónicos. En una evolución en la que ellos mismos se marcaban, sin miedos ni tapujos, los caminos a seguir, lo surrealista de sus primigenias propuestas musicales, unido a sus estudios artísticos, les acercó a la pintura del genial Dalí, a quien Froese había conocido en los años 60. Es sin embargo difícil encontrar una coherencia en sus primeros discos (algunos de ellos muy admirados), que les llevara al éxito popular, habiendo que remontarse a la formación más efectiva de la banda, la formada por Froese, Christopher Franke y Peter Baumann, para encontrar el nombre de este proyecto entre los álbumes más vendidos del año. Fue con el impulso de Virgin Records cuando las ventas de "Phaedra" y "Rubycon" -dos de los álbumes más míticos del grupo-, se dispararon, además de apostar por la huida controlada de atmósferas tenebrosas, extravagantes y excesivamente vanguardistas. Es conveniente detenerse también en 1976 cuando, ampliando el componente melódico (al contrario que en "Rubycon", parece que la banda intentó mover otra serie de teclas de cara a la audiencia, si bien mantuvieron perfectamente su carácter), se publicó otro álbum de culto aunque algo más controvertido, de título "Stratosfear". 

Publicado de nuevo por Virgin Records, en "Stratosfear" el trío seguía experimentando cósmica y lisérgicamente, manipulando los sonidos electrónicos a su antojo. Si bien se respira un aroma setentero en estos movimientos electrónicos marcados por la psicodelia, su propuesta no permanece anclada en el olvido de la experimentación y el surrealismo en el que sí que cayeron muchas otras obras del grupo. Hoy en día, su escucha sigue siendo sugestiva, excitante y muy agradable, el ritmo constante tiene una vibración especial que conecta con los sentidos. "Stratosfear" es la canción básica del álbum, un tema activo y poderoso en su potente desarrollo, pero de una locura controlada, sin entrar en ritmos excesivamente machacones sino más bien sinfónicos. Con un título juego de palabras entre lo cósmico y el miedo (plasmación electrónica del miedo al infinito, tal vez), y un final excesivamente sosegado, mortuorio, "Stratosfear" es un hit que podría ser válido perfectamente en la actualidad para pistas de baile, y que fue convenientemente usado como sintonía en radios y televisiones. Pero no sólo el tema principal logra esa extraña y casi mística conexión interior; basado no en un ritmo continuo sino en constantes saltos y variaciones de estímulos sintéticos en una onda fúnebre (como la música de un cuento de Poe), "The Big Sleep in Search of Hades" estimula la mente como "Stratosfear" lo hacía con el cuerpo. La conexión continúa de forma parecida en el tercer corte, a ratos meditativa y otros alocada, tanto como su largo y extraño título, "3 A.M. at the Border of the Marsh from Okefenokee". En él, sones de armónica nos trasladan a un desierto sintético, con planeos áridos y notas lánguidas, en otro ambiente sin secuenciador. Por último, y en un tímido acercamiento a lo clásico, "Invisible Limits" nos hace viajar por esos límites invisibles que, entre lo físico y lo espiritual, nos evaden del mundo conocido, hasta llegar a un suave, melodioso y bello final tras el cual debemos reencontrarnos con nuestra realidad, algo parecido a lo que sucede al final de la película "2001: Una odisea del espacio", que también intenta recrear Monique Froese en la espectacular portada del álbum. En comparación con sus anteriores trabajos, Tangerine Dream se habían acercado demasiado a 'zonas de confort', trabajos con melodía y ambientes comerciales como "Stratosfear", que les generaron por igual críticas entre algunos de sus fieles (por su presunta falta de atrevimiento e intensidad), como nuevos seguidores que valoraban su acercamiento a fórmulas más fáciles y radiables. Froese lo contaba así: "Habíamos llegado a un punto en el que lo que hacíamos nos aburría profundamente, todos esos trucos con el secuenciador eran demasiado evidentes, muy fáciles. Abramos un nuevo capítulo, dijimos, cambiemos los papeles, el de la melodía, el de la estructura rítmica... Cambiemos todo. No fue cosa de ser o no comerciales, sino de colorear un poco el aburrimiento". Desde luego que lo consiguieron. Como era habitual en la compañía británica, Virgin publicó un single con versiones recortadas de "Stratosfear" y "The Big Sleep in Search of Hades". La primera edición en CD del álbum se publicó en 1984, como toda la discografía de Tangerine Dream en Virgin hasta la fecha. También contó con su correspondiente 'Definitive Edition' en 1995 y una reedición en vinilo en 2012. Además, el álbum íntegro se incluyó en la recopilación en triple CD "The Virgin Years 1974-1978". En 1995, en el disco "Tyranny of Beauty" de Tangerine Dream, venía contenida la pieza "Stratosfear 1995", casi 20 años después de la original

Según declaró Edgar Froese, fue este un álbum muy complicado de grabar debido a problemas con el nuevo secuenciador de Peter Baumann, averías en los multipistas del estudio, en la mesa de mezclas, etc... Como ya sucediera con "Phaedra", el trío se acabó sobreponiendo a cualquier eventualidad, para poder tener el álbum publicado en octubre de 1976. Como antecedente del sampler, el melotrón -teclado que podía reproducir diferentes ritmos e imitar numerosos instrumentos- tuvo mucho que ver en este sonido que consiguió anclar a Tangerine Dream en la cima de la popularidad electrónica. Aunque había que vivir esa época para comprender el éxito de obras como esta, el nuevo oyente puede encontrar un fácil acomodo y una 'nueva' gama de estímulos en esta pequeña locura de ritmo, psicodelia, meditación y viajes astrales. Puede además quedar enganchado y perderse en la abultada discografía de este 'sueño de la mandarina', con o sin un Baumann que ya había publicado su obra en solitario "Romance 76" -de hecho "Stratosfear" fue su último trabajo de estudio con la banda, que abandonó tras la gira americana, país donde acabó fundando la imprescindible compañía de nuevas músicas Private Music-, con o sin Franke -que una década después, en choque con Froese, continuó su carrera en solitario-, y con o sin un incombustible Edgar Froese, que permaneció al frente de la banda hasta su muerte en enero de 2015.





28.9.07

VARIOS ARTISTAS:
"An Evening with Windham Hill Live"

Conocidos de sobra para los incondicionales de la música instrumental contemporánea son los tímidos pero contundentes inicios de la compañía Windham Hill, así como ese espíritu de 'gran familia' que imperaba entre los grandes músicos de esa inmortal discográfica californiana, una sensación que se fue extendiendo también desde entonces en otras grandes firmas de las nuevas músicas que al conseguir configurar un catálogo de nombres en buena armonía, facilitaban la interactuación entre ellos. Pero dejando aparte las colaboraciones de unos con otros en sus trabajos, o las reuniones en discos de recopilación con temas exclusivos, la mejor excusa que se le ocurrió a William Ackerman -genial guitarrista y fundador del sello- para humanizar la propuesta de la 'colina de los artesanos', fue llevar la música directamente hasta el público. Y así fue como diez grandes intérpretes incluidos en la nómina de Windham Hill se juntaron a finales de 1982 en una pequeña gira estadounidense que les llevaría, con lógico éxito, hasta Boston, Nueva York, San Francisco y Washington, entre otras importantes ciudades. Fue en los dos conciertos del Berklee Performance Center de Boston donde se grabó este disco publicado en 1983, corto en su duración pero de un gran interés para los seguidores de este mítico sello, que pasaba en esa época por su momento más álgido e interesante para cualquier melómano.

Aprovechándose de las mejoras en la calidad de la grabación digital, Will Ackerman tuvo la gratificante idea de registrar aquellos conciertos de Boston, para ofrecerlos a los que no pudieron disfrutar de aquella gira primigenia. Efectivamente, en "An Evening with Windham Hill Live" se puede sentir y respirar lo que era esa exclusiva música y lo que fueron aquellos conciertos, en un plástico indispensable. Siete composiciones llenan el álbum, compuestas dos de ellas por Michael Hedges, dos por Alex de Grassi, otras dos por Will Ackerman (hasta ahora todos guitarristas) y la última por George Winston y John McLaughlin (genios del piano y la guitarra, respectivamente, si bien el último, que no pertenecía al plantel de Windham Hill, no participó en el concierto, sólo firma la segunda parte de la pieza). Es Michael Hedges el que abre el espectáculo con un impresionante 'solo' de su clásico "Rickover's Dream", y es precisamente en directo donde impacta la genialidad de este malogrado guitarrista -fallecido en 1997 en un accidente automovilístico-, capaz con su dominio del tapping de levantar al público de sus asientos; Hedges cede también el cuarto tema del álbum, "Spare Change", que interpreta junto a su eterno amigo y gran bajista Michael Manring -sorprendente el sonido que consigue extraer de ese instrumento, el bajo sin trastes- y la pianista Liz Story, en una agradable conjunción de cuerdas y teclas. Los dos temas firmados por el guitarrista Alex de Grassi son de lo mejor del disco, tanto la interpretación en solitario de una de sus más recordadas composiciones, "Turning: Turning Back" -título de su primer álbum en Windham Hill cinco años atrás- como sobre todo el que también tituló su tercer trabajo, "Clockwork", una pequeña joya a la que el lyricon -aquel curiosísimo saxo electrónico- de Chuck Greenberg le otorga ese sorprendente lirismo que desbordaba en los discos del imprescindible grupo Shadowfax, sin olvidar las contribuciones de Manring al bajo, Darol Anger al violín y Michael Spiro a la percusión. También el lyricon de Greenberg y el bajo de Manring realizan su sincero acompañamiento al tercer compositor / guitarrista de esta serie de conciertos, el fundador de la compañía en cuestión, Will Ackerman; la canción, suave, sencilla y embriagadora, lleva por título "Visiting", y da paso a uno de los clásicos de Ackerman, "Hawk Circle", para el que hace su primera aparición el pianista George Winston, plasmando en vivo su dueto del álbum de Ackerman "Passage". Es precisamente el extravagante Winston el que concluye el disco en solitario con su estilo personal al piano interpretando "Reflections / Lotus feet" y, lógicamente, encandilando a la audiencia, que posiblemente haya tenido que frotarse los ojos al ver desfilar por el escenario a todos estos magistrales y admirados intérpretes. El disco tuvo también una pequeña edición en vinilo negro traslúcido.

Al margen de diversos DVD's con música de Windham Hill sobre imágenes de la naturaleza, uno en particular reclama nuestra atención al tratarse de la grabación en imagen de un concierto parecido al comentado en estas líneas: "Windham Hill in Concert" recoge temas de Will Ackerman, Scott Cossu, Michael Hedges y Shadowfax interpretados en directo por esos mismos músicos en 1986, en el cual sólo un tema de Ackerman -"Visiting"- repite respecto al disco aquí comentado, y se cuela entre otros grandes clásicos como "The Bricklayer's Beautiful Daughter" o "Aerial Boundaries"). En la actualidad otros artistas de Windham Hill continúan ofreciendo su música en vivo en el llamado 'Winter Solstice Tour'. Se puede disfrutar con el sempiterno Will Ackerman y otros nombres míticos como Liz Story, Phillip Aaberg o Darol Anger, en una serie de shows que, aún carentes del enorme poder de convocatoria de los Hedges, Greenberg o Winston, siguen siendo exitosos y por supuesto altamente recomendables casi veinticinco años después de aquellos primeros eventos que quedaron registrados en este corto pero magistral recopilatorio.

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21.9.07

YANNI:
"Out of Silence"

El comportamiento del mercado norteamericano, al menos en lo musical y también en referencia a las nuevas músicas o a la más pura new age, en ocasiones llega a premiar más la popularidad de un artista que la calidad (aunque a veces ambas puedan ir de la mano). Uno de los ejemplos más claros es el de John Tesh, un conocido presentador de televisión neoyorquino que arrastraba multitudes con su piano, pero otro más interesante, por su mayor repercusión en el resto del mundo y la magia impresa en sus creaciones, ha sido el de un griego de lacia melena oscura y frondoso bigote que encontró un gran éxito en Estados Unidos gracias a su emocionante y altiva música, pero también a su relación de casi diez años con la conocida actriz estadounidense Linda Evans. Su nombre, Yanni Chryssomallis, aunque sea más conocido simplemente como Yanni.

Private Music, el sello discográfico que fichó a Yanni en 1986, encontró un filón en este artista nacido en Kalamata (Grecia) en 1954, que llegó a Estados Unidos a los 18 años para estudiar psicología en la universidad de Minnesota. Su gran éxito le llevó a alcanzar unas cifras de ventas sorprendentes para un músico instrumental, en especial con su álbum "Live at the Acropolis", pero la calidad de sus composiciones -Linda Evans al margen-, está plasmada en sus discos, y su éxito se fue labrando canción a canción. "Optimystique" fue una apuesta inicial bastante electrónica (con sobrantes efectos de sonido) pero de atractiva sonoridad en una marcada influencia helena. Años después, tras un interesante aunque aún no redondo "Keys to Imagination" donde Yanni se supo desmarcar de la electrónica más vulgar consiguiendo extraer sonoridades orquestales en grandes composiciones como "Nostalgia", llegó en 1987 un disco soberbio, en especial por la eficaz combinación de unas melodías románticas de piano que acabarían siendo características del músico griego, con otras tremendamente rítmicas (mucho más depuradas y elaboradas que las que habíamos podido escuchar anteriormente), con una fuerza, expresividad y producción sorprendentes. Multitud de sonidos carismáticos engalanan este álbum titulado "Out of Silence", melodías gratas, incluso espectaculares, como la que abre el trabajo, "Sand Dance", trepidante bienvenida de notas enaltecedoras. Tras ella, escuchamos la delicada "After the Sunrise" (que sigue la línea de "Nostalgia", incluido en "Keys to Imagination" o de "Farewell" en "Optimystique"), gozosa demostración de esa capacidad de Yanni para conseguir que su música, basada en su mayoría en los teclados, suene cercana y cálida como si la interpretara una orquesta sinfónica. Sin momento para el respiro llega uno de los momentos culminantes del disco, la grandiosa "Standing in Motion", radiada hasta la saciedad; el poderoso cambio de ritmo de esta genialidad marca otra de las características de algunas canciones del teclista heleno, divididas en dos partes bastante diferenciadas, por lo general una entradilla de piano atmosférico complementada por una tarareable explosión de fuerza. En un disco que no presenta momentos de desperdicio, no hay que olvidarse de otra melodía de excepción titulada "Within Attraction". Cercada por otros cortes más rítmicos como son las poderosas "Street Level" y "Point of Origin", "Secret Vows" es puro lirismo atmosférico, una tranquila pieza contenida también en aquel estupendo recopilatorio tan recordado titulado "Polar Shift: A Benefit for Antarctica". La influencia de su amada Grecia se palpa en la nostálgica "The Mermaid" y aún más claramente en "Acroyali", todo un homenaje, como lo es todo el disco, y así figura en el libreto, al pueblo de Kalamata. Para acabar, "Paths on Water", otra destacable pieza movida (posiblemente sean éstas las que más destaquen en el conjunto del disco, si bien la ambientalidad más romántica es también loable) en una sensacional alternancia de fuerza y delicadeza que conquistó a millones de oyentes. Una de las más extrañas curiosidades asociadas a Yanni y concretamente a su tema "Standing in Motion", pasa por un concepto tan difícil de comprender como la psicopictografia o 'pintura mediúmnica'. Se trata de un proceso por el cual un médium consigue plasmar casi fielmente en sus lienzos, obras pictóricas preexistentes, gracias a la influencia de, presuntamente, un espíritu con conocimientos pictóricos. El brasileño Luiz Antonio Gasparetto, uno de los más importantes psicopictógrafos, se dejaba llevar en sus trances por "Standing in Motion", como se puede ver en uno de los programas de la serie del doctor Jiménez del Oso 'En busca del misterio'. Realidad o fraude, ¿qué mejor música para dejarse atrapar por los espíritus?

Teclista autodidacta, Yanni tiene su propio sistema de notación musical. Para él los sintetizadores son sólo un medio para expresarse, pero no suenan distantes porque los toca directamente, no usa el ordenador. Imaginativamente, y en contraposición al romanticismo que desprende, hay algo épico en la música de Yanni, un detalle en algunas de sus composiciones que, aunque suene extraño, y en concordancia con su origen griego, se puede calificar como 'espíritu olímpico' (no en vano en su juventud fue un gran nadador, llegando a alcanzar el récord nacional de Grecia en 50 metros estilo libre). Ese matiz grandilocuente se acrecienta con la magnitud de la orquesta en sus discos en directo, y podemos admirarlo en temas como ese "Standing in Motion" incluido en este estupendo disco. Aunque tras la ruptura con Linda Evans atravesara una mala racha, en la que sufrió la muerte de su madre y una acusación de malos tratos de su nueva pareja, la carrera de Yanni (o al menos su imagen y el recuerdo de sus grandes trabajos) puede volver a encauzarse, si bien eso debe pasar por su propia felicidad; como él mismo dijo cuando estaba en la cumbre, ¿de qué sirve vender millones de discos si uno no es feliz?

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12.9.07

MICHAEL NYMAN:
"The Draughtsman's Contract"

Es difícil encontrarnos actualmente con algún apasionado de la música que no sepa quién es Michael Nyman. Partiendo de una visión muy personal de la orquesta, este londinense nacido en 1944 se ha creado fama y respeto en el panorama musical actual. Nos hallamos ante un músico especial, una personalidad única en las nuevas músicas de finales del siglo XX, su música para películas ha ido adaptándose hasta su inconfundible y elegante estilo propio -más allá del minimalismo que él mismo se encargó de denominar cuando era crítico musical en The Spectator-, pero sus comienzos estuvieron marcados por su amistad con el excéntrico director de cine Peter Greenaway, cuyas películas se encargó de musicalizar Nyman. Y es que aunque en la carrera de Michael Nyman haya un antes y un después de "El piano", su inflexión más importante es Peter Greenaway. En sus películas encontraba la forma de expresión idónea, siendo la relación entre ambos absolutamente simbiótica, el tándem se complementó a la perfección en la búsqueda de nuevas expresiones visuales y auditivas, y en lo referente a lo musical se consiguió un extraordinario dinamismo. Cada pieza está elaborada con un gusto exquisito en torno a un minimalismo melódico de cámara, en absoluto extremo y muy fácil de escuchar y disfrutar. Esos maravillosos trabajos (los más conocidos son "The Draughtsman's Contract", "Drowning by Numbers" y "The Cook, the Thief, his Wife and her Lover") parecen más experimentos del propio Nyman que bandas sonoras, y eso se debe no sólo al genio del compositor sino también a la curiosa forma de trabajo con el cineasta por la cual, en vez de componer sobre la película terminada como es habitual, lo hacía anteriormente al rodaje sobre las ideas que Peter le explicaba, así Nyman no se limitaba a componer para las imágenes del cineasta, sino que ambos trabajaban por separado en completa libertad y se hacía un curioso encaje, a veces algo forzado, en el montaje final. Este ambicioso pianista entró de lleno, como él mismo ansiaba, en el desarrollo emocional del film, y en concreto para "The Draughtsman's Contract" ('El contrato del dibujante' en España, coproducción anglo-holandesa de 1982, que vio publicada su banda sonora en varias ediciones por Charisma, DRG y Virgin Records, y reeditada en 2005 por el sello del propio Nyman, MN Records) encontró base en el compositor barroco inglés Henry Purcell.
 
Purcell era un consumado musicólogo -como el propio Nyman- además de compositor de éxito, y usaba una técnica que Nyman y Greenaway optaron por utilizar en el 'soundtrack', la del bajo ostinato. Nuestro músico indagó en la biblioteca de música de la Purcell Society y seleccionó una serie de composiciones de Purcell en las que basó su trabajo para el film, ambientado en el siglo XVII. Aunque funciona a la perfección como banda sonora, este trabajo va mucho más allá y presenta una línea estilística -ya explotada en las primeras colaboraciones con Peter Greenaway- digna, en su conjunto, de pasar a la historia de las nuevas músicas, tanto como las de otros minimalistas norteamericanos: "El aspecto americano de mi obra podría verse en la capacidad para combinar la flexibilidad y aperturismo de Cage con la completitud del proceso minimalista. El resultado es totalmente diferente de los componentes, y todo ello combinado con una estructuración europea que determinará la forma de la pieza. Al final nadie puede confundirse con las características de mi estilo, a pesar de los paralelismos que algunos pretendan establecer entre mi música y la de Philip Glass: ello es porque no han escuchado estas músicas con atención. Tenemos cosas en común, como es lógico que suceda entre compositores que trabajan en una misma época, pero creo que hay aspectos que me diferencian de los otros artistas". En concreto nos deleitamos de inicio con la canción más conocida, "Chasing Sheep is Best Left to Shepherds", una atípica obra maestra convertida en uno de los grandes clásicos del minimalismo, un vendaval de energía orquestal con el protagonismo de los saxos, mecidos magistralmente por violines y trombones, que años después fue regrabado con acierto y utilizado en televisión con buen ojo. Sin embargo, el resto de los temas siguen muy de cerca la estrella del primero y todas las loables cualidades que se les pueda otorgar son pocas, elegancia en la composición, maestría en la interpretación, dosis de ritmo frenético donde las cuerdas y los vientos (destacando en los primeros Alexander Balanescu, John Harle en los segundos) juegan con la melodía elongando el clímax durante minutos cambiantes pero difícilmente perceptibles -jugando con un presunto minimalismo fácil de seguir y que puede inducir a la hipnosis-, y también momentos más calmados, aunque nunca atmosféricos. Se disfruta tanto con la profundidad de composiciones como "The Disposition of the Linen" que no apetece que haya fin, y de hecho la propia pieza parece gustarse tanto como para recrearse en el bucle eterno y no buscar el brusco final, una rotundidad presente en el abrupto cambio (y caótico segundo movimiento) de "A Watery Death" o "The Garden is Becoming a Robe Room" en todo su contexto, una pieza audaz cuya sensación final es tan turbadora como la propia esencia del minimalismo de Nyman, directo, profundo y lleno de matices, pero también adaptable a las exigencias de las películas a las que va dirigido. Esa ductilidad orquestal, sumada a un ingenio atroz, le ha acompañado y beneficiado desde entonces y le ha aupado a los primeros puestos de respeto y popularidad, con grandes éxitos -dejando aparte "The Piano", cuyo éxito no le ha cambiado esa humildad que parece acompañarle- como "The Claim" o "Wonderland", ambos films de un Michael Winterbottom que parecía haber tomado el testigo de Peter Greenaway, con el que Nyman dejó de colaborar -y prácticamente de hablarse- tras "Prospero's Books" en 1991. Continuando la escucha del disco, no hay que olvidar la exquisita expresividad de "Queen of the Night", con su exacerbado minimalismo, tan eficaz como el de "An Eye for an Optical Theory" o absorbente como "Bravura in the Face of Grief", que ensalza las virtudes de la banda en una duración amplia pero no excesiva.
 
Tenía que ser un musicólogo el que utilizara la música de otros grandes compositores -especialmente de Purcell y Mozart en varias de sus obras- para elaborar la suya, tan larga y abrupta que tantos caminos han sido desarrollados en la misma, muchos de ellos propios y auténticos. El secreto del éxito del Nyman de esta época estaba en la fuerza que transmitía, en la gran expresividad de su propuesta minimalista enmascarada en un contexto neoclásico. La diferencia con el resto hacía que el gran público, o el poco que le iba conociendo, necesitara cada vez más de este compositor intenso y original, un auténtico estudioso de la música. Sin embargo no hay que equivocarse catalogando a Nyman únicamente como músico para películas, una especie de 'accidente' al que llegó por su amistad con Greenaway. Lejos de eso, cuenta con numerosas e importantes creaciones de otros cortes, por ejemplo óperas, género del cual el británico está literalmente enamorado. Sus demostraciones de clase se cuentan por decenas, y una de las primeras y más impresionantes es este 'contrato del dibujante' que gracias a melodías tan pegadizas como "Chasing Sheep is Best Left to Shepherds" y a lo fácilmente digerible de su estilo, debería estar instalado en cualquier colección tanto de música contemporánea como de bandas sonoras o por supuesto de música en general.









29.8.07

MYCHAEL &
JEFF DANNA:
"A celtic tale
(The legend of Deirdre)"

La intromisión de importantes artistas en terrenos musicales ajenos ha dado grandes momentos a la historia de la música, ya no es noticia que consagrados rockeros elaboren interesantes obras de música contemporánea, incluso óperas con mayor o menor fortuna, o que estéticas modernas convivan en forma de remixes con elementos folclóricos o tribales de entidad. Hace poco hablaba en este mismo blog del 'nuevo flamenco' de Ottmar Liebert, guitarrista alemán que ha cosechado un enorme éxito en Estados Unidos con su rítmica música basada en la guitarra aflamencada, pero en absoluto compartiendo el espíritu del original. Así, la música celta también vive día a día la llegada de grupos y músicos que, desde una perspectiva de admiración y respeto, se basan en esa cultura y sus instrumentos para realizar obras que pueden considerarse celtas aunque no se posea la nacionalidad ni las raíces adecuadas. En Canadá, sobre todo en el este, Nueva Escocia y Terranova, existen muchos músicos como Loreena McKennitt, Thalita Mackenzie o Ashley McIsaac, que sí se amparan en su linaje para modernizar la música de sus antepasados. En otras ocasiones no es así, por eso la sorpresa es mayor al encontrarnos con discos como "A celtic tale".

Mychael y Jeff Danna son dos hermanos canadienses, nacidos en Winnepeg -capital de Manitoba- que en un principio no tienen ascendencia celta, aunque sí italiana. Mychael, el mayor y más conocido, despuntó desde pequeño con los teclados, y ha sido gracias a sus soberbias bandas sonoras (en especial las del director armenio-canadiense Atom Egoyan, pero también otras de Ang Lee, Mira Nair y demás) como ha cimentado una gran fama y reputación. En 1996 el sello Hearts of Space (que ya había publicado dos interesantísimos trabajos en solitario de Mychael, "Sirens" y "Skys", así como "North of Niagara", en colaboración con su amigo Tim Clément) inauguró la colección Hearts O'Space con este trabajo inspirado en la trágica leyenda celta de Deirdre. Este disco tenía los ingredientes necesarios para convertirse en una obra épica, de referencia en la nueva música celta. Que su repercusión no haya sido mayor podría deberse a diversos factores como la distribución, la nacionalidad de los autores, el éxito que acaparó "Riverdance" ese mismo año... Sin embargo, su trascendencia se demuestra al comprobar que se distribuyó también una versión narrada por la locutora de radio Fiona Ritchie y una continuación de título "A celtic romance". El trabajo, adornado con elementos sinfónicos y ambientales, encandila sin miramientos. Como en otra de las estupendas bandas sonoras de Mychael, varios temas recurrentes se deslizan como una filigrana al compás de los instrumentos puramente celtas, que suenan muy modernos con los fondos ambientales de Mychael y las rítmicas guitarras de Jeff, engalanando todo con una aparente sencillez y una apacible belleza.

Aunque sea la Ghirlandata, de Dante Gabriel Rosetti, la que nos reciba visualmente, en lo musical es una bella introducción de teclados y flauta que marca el camino de la obra, entre la música celta y la ambientalidad. No hay que esperar mucho para escuchar la primera de las grandes composiciones que llenan el álbum, pues "The child Deirdre" tiene una calidad e intensidad innegables, con una bellísima melodía de flauta sobre el arpa celta y las guitarras y un genial puente de acordeón para completar una pequeña maravilla. Suena de repente a la gaita uno de los temas recurrentes de la obra, "Sons of Uisnach" que será desarrollado posteriormente pero que nos hace recordar los campos irlandeses y otras imágenes de películas como "Braveheart" o "Rob Roy". "Under high branches" continúa elevando la calidad de este disco hasta límites insospechados, encontrándonos sin duda con una de las más bellas obras -se puede hablar de música celta, sinfónica o banda sonora- de la década. Combinados con momentos ambientales y demostraciones de interpretación por parte de los músicos invitados (su escasa fama contrasta con su arte), otros puntos culminantes serían "Defeat of the red branch", una de las composiciones más rítmicas, "The drawning plains", que retoma una anterior y ciertamente bella melodía a la gaita, o "Lament", el sencillo tema cantado por Krysia Kocjan cuya voz se eleva sobre el fondo (también sobre la base de otra melodía recurrente) de la Utah Orchestra.

Los hermanos Danna siempre habían admirado la música celta, algo que queda de sobras demostrado en esta fusión de estilos que afortunadamente contó con una edición traducida en nuestro país, editada por el siempre eficaz sello Resistencia. El sorprendente colorido de la música se une a la carga trágica del mito irlandés y su conjunto es de una intensidad admirable, una de esas joyas imprescindibles en cualquier colección que se precie.

19.8.07

ANGELO BADALAMENTI:
"Twin Peaks"

La carrera musical del compositor neoyorquino Angelo Badalamenti está intimamente ligada a la del  director de cine, también estadounidense, David Lynch. Poco convencional y extremadamente surrealista, el cine de Lynch encontró en Badalamenti un complemento musical ideal, desde 'Terciopelo azul' en 1986 y con partituras tan extraordinarias como 'Una historia verdadera' o 'Mulholland Drive'. Su mayor éxito de ventas y popularidad llegó con una serie para la cadena ABC, un thriller con elementos fantásticos que supuso todo un fenómeno entre el público y que de hecho cuenta aun hoy, décadas después de su estreno, con numerosos seguidores. Su título es ya un referente en la historia de la televisión: "Twin Peaks". Millones de telespectadores en todo el mundo contemplaron impávidos la historia de una pequeña población ficticia del noroeste de los Estados Unidos en la que se había cometido un horrendo crimen, y permanecían atentos a las vidas de sus extravagantes habitantes y a la investigación del agente Dale Cooper (interpretado por Kyle MacLachlan), a la vez que degustaban embelesados los compases de una música que dejaba atrás cualquier calificativo, y que publicó en todo el mundo Warner Bros. Records en 1990, llegando a ser disco de oro en 25 países.

Como cualquier serie de culto que se precie, "Twin Peaks" contaba con un acompañamiento musical de excepción, permanentemente asociado al recuerdo de la trama, los paisajes y los personajes, los mismos cuyas fotografías acompañaban al libreto del CD o a la contraportada del vinilo, y que nos ayudaban a seguir la serie con mayor facilidad. Como curiosidad, el álbum se comercializó en Europa como "Music from Twin Peaks" y en Estados Unidos como "Soundtrack from Twin Peaks". Mecido por un suave e hipnótico compás, el tema principal de "Twin Peaks" se presentaba como esas mismas imágenes que lo acompañan desde entonces sin remedio (la serrería, las montañas, el bosque, el hotel, el prostíbulo, el salto de agua, las vías del tren...), idílico y enmarcado a la vez en una inherente sensación de que hay detrás algo más que se nos esconde, algo ancestral, atávico y francamente mágico. La original cadencia, combinada con la romántica melodía in crescendo, provoca un repentino ataque de nostalgia a todo aquel que se sintió atrapado por el ambiente onírico e irreal pero extrañamente hermoso de la serie, y consiguió con todo merecimiento el premio Grammy (curiosamente, no en la sección de mejor banda sonora sino en la de 'Mejor canción pop instrumental'). Badalamenti conseguía conducirnos con su partitura por ese mundo lynchiano contagiándonos del misterio y haciéndonos partícipes de esa angustia que parecía proceder del bosque y de la que participaba todo el pueblo, con otra obra cumbre en el segundo corte, "Laura Palmer's Theme", bellísima en su melodía y desasosegante en su acompañamiento. Angelo se mostró como un compositor muy seguro y eficaz combinando música e imagen, pero no sólo en estos fascinantes temas de inicio sino en todo el trabajo. "Audrey's Dance" y "Freshly Squeezed" (reconvertida un poco más adelante en "Dance of the Dream Man") eran posiblemente las canciones más hipnóticas y surrealistas (qué diferencia además contemplar los bailes de la preciosa Sherilyn Fenn y el contrahecho Michael J. Anderson), las que más se asociaban a lo que David Lynch pretendía ofrecer, mientras que el contrapunto venía plasmado en los temas vocales, textos de Lynch cantados por una vocalista de poco recorrido pero sobrada soltura llamada Julee Cruise (que también aparecía cantando en el popular pub del pueblo): "Falling" era la versión vocal del tema principal, un acierto por su mayor facilidad de radiodifusión, consiguiendo llegar a todo el mundo, supiera o no qué era aquello de "Twin Peaks"; a destacar también otras dos baladas, la luminosa "The Nightingale" y, al otro lado del espejo, la oscura "Into the Night". Esas tres canciones habían sido publicadas un año antes junto a otras siete (alguna de las cuales también se podían escuchar en la taberna de la localidad), en el álbum de Julee Cruise "Floating Into the Night", una obra compuesta realmente por Badalamenti, con los textos de David Lynch y la interpretación de Julee. Algo de jazz, country y música más ambiental se citaban en el resto de este maravilloso, elegante y eficaz soundtrack, que tendría una suerte de continuación en la música para la película "Twin Peaks: Fire Walk with Me", que rodó Lynch en 1992 sobre los sucesos anteriores a la trama de la serie original; este film, incluso más extraño que su antecedente televisivo, ponía más énfasis en el jazz (de hecho, decae en un jazz ambiental alucinógeno, soporífero por momentos, una propuesta absolutamente distinta a lo que Badalamenti presentó para la serie), pero dejaba espacio en uno de sus cortes para recordar los momentos más importantes de la música original. En 2007 el sello David Lynch Music Company publicó además el álbum "Twin Peaks Season Two Music and More", con más música, sin voces, y un libreto de 24 páginas para incondicionales de una serie sobre la que se anuncia recurrentemente una nueva temporada.

Nacido en 1937 y fallecido en 2022, Angelo Badalamenti se ganó una merecida fama en Hollywood más allá del enorme éxito de este disco. Su forma de componer fue distinta a la habitual, y en ella tuvo mucho que ver un David Lynch que se preocupa realmente de la música de sus películas: “David me contaba las escenas antes de rodar para que me creara mi propia impresión: un bosque por la noche, un pueblo tranquilo, una muchacha que aparece asesinada... Esto ayudó más que nada a crear una atmósfera (...) mi estilo se desarrolló a partir de las sugerencias de David, de su visión creativa”. En un año en que Juan Luis Guerra arrasaba, Mecano continuaba con sus éxitos, Héroes del Silencio se reafirmaba y sorprendía Enigma, esta banda sonora alcanzó el número 3 en las listas de ventas españolas en marzo de 1991, no tan alto como el número 1 de la rescatada música de "Grease", pero sí por delante de las de "Ghost" o "Robin Hood". La de "Twin Peaks" fue también una música inspiradora, por ejemplo en su primer álbum, el más adelante conocido e influyente Moby logró un gran éxito con “Go”, que incluía un sampler de “Laura Palmer Theme”. Las enormes cifras de ventas de la BSO contribuyeron al mito creado alrededor de "Twin Peaks", probablemente esa conjunción entre música e imagen directamente para televisión no haya podido igualarse en la actualidad, pero la pregunta que nos hacemos los que disfrutamos y, por qué no decirlo, nos desesperamos con la serie, incluso tras ver su conclusión, es... ¿quién mató a Laura Palmer?