13.12.20

STEVE ROACH:
"Dreamtime return"

La de los aborígenes australianos es posiblemente la cultura viva más primitiva del mundo (de hecho, la palabra 'aborigen' significa 'el primero'), de hasta 40.000 años de antigüedad según algunos estudios. Nuestra estúpida capacidad para destruir el planeta ha hecho mella en la humanidad, especialmente en las culturas indígenas, que han ido perdiendo paulatinamente su identidad a la vez que el mundo presuntamente desarrollado, avanzando tecnológicamente a pasos agigantados, se acercaba peligrosamente a su cultura y a su territorio. Conciencia primaria y tecnología no tienen por qué estar, sin embargo, enfrentadas, y así lo han intentado demostrar ciertos artistas con un tipo de sonido que fusiona lo tribal y lo electrónico, donde los sintetizadores se dan la mano con instrumentos primarios, autóctonos. Bien ejecutada, la simbiosis puede resultar excitante, como la que el sintesista estadounidense Steve Roach comenzó a proponer en 1988 en "Dreamtime return", reverenciado álbum concebido en un viaje a Australia, primera piedra de la llegada de la tribalidad a su música ambiental que, tras la influencia de la conocida como 'escuela de Berlín' de la música electrónica (que se dejó ver notablemente en sus primeros trabajos, "Now" y "Traveller"), ya había generado importantes referencias, como "Structures from silence" o "Western spaces" (este último en colaboración con Kevin Braheny y Richard Burmer), distintos enfoques para una música que pocos saben elaborar de una manera tan fascinante como Roach, que mantiene esa inquietud impoluta a pesar del paso del tiempo, ese concepto tan distinto según desde dónde se mire: "Las músicas étnicas reflejan otras formas de percibir el tiempo, las ideas y las costumbres que las sociedades regidas por el reloj, europeas, como la nuestra, han adoptado como verdaderas, ni siquiera existen en las culturas aborígenes tradicionales. Para entender tu propio concepto del tiempo, debes estar dispuesto a profundizar en aquellas áreas de la experiencia humana que normalmente permanecen inconscientes, es decir, oscuras (...) La sensación es como si te quitaran la alfombra de debajo de los pies, y entonces te quedas abandonado contemplando ese inmenso vacío donde los entresijos del tiempo y el espacio son construcciones hechas por el hombre y no verdades absolutas", decía el autor, que llamó a su estudio, precisamente, 'la habitación del tiempo'. 

Fue la llamada del fotógrafo David Stahl la que llevó a Steve Roach a Australia, donde ambos visitaron los lugares emblemáticos de la cultura aborigen, en cuya mitología el 'tiempo del sueño' (o Altjeringa) es el momento de la creación por parte de los seres totémicos espirituales ancestrales. Publicado por Fortuna Records en 1988, "Dreamtime return" explora en esos antiquísimos mitos y, por momentos, Steve Roach se convierte en un folclorista del tiempo y el espacio, este artista se sujeta a una realidad física y sobre ella construye su propia idea de realidad, atrevida y vigorosa. Hay incluso en algunos de estos ambientes ciertas influencias minimalistas (Roach escuchaba a compositores como Philip Glass o Steve Reich) combinadas con las propias de Klaus Schulze, Tangerine Dream y la escuela de Berlín en general. Atmósferas sobrenaturales, sueños del inicio de los tiempos, pueblan el minutaje de "Dreamtime return", doble disco que recoge una enorme energía, como la propia capacidad de crear la vida: "Siento que el proceso de crear esta música es equivalente al del nacimiento de la vida. Crear algo desde la nada, desde el silencio, traer lo inconsciente a la vida diaria". Así, paisajes presuntamente yermos cobran alma por medio de una música regeneradora, creadora de un pulso atávico que conecta la espiritualidad milenaria con los sonidos actuales, un encuentro espiritual difícil de describir. Atrapa la manera de usar percusiones en apariencia arcaicas o un instrumento rudimentario como el didgeridoo junto a paisajes sintéticos, incluso cósmicos, que acaban remitiendo a su vez a una humanidad primitiva, a los instantes del salto evolutivo mas importante, el de la toma de conciencia. Una enorme carga emocional puebla el corte de inicio, una tormenta musical con alto aparataje eléctrico; "Towards the dream" es el título de esta pieza, excitante encuentro de elementos electrónicos y acústicos separados por miles de años. Numerosas capas texturales y acertados cambios de ritmo logran una atmósfera mágica y profunda, en la que los teclados interactúan con la percusión en bucles místicos de rabiosa energía. Es fascinante dejarse atrapar por sonidos que parecen naturales, camuflados, tratados con absoluta delicadeza, para conformar una suerte de trance neoprimitivo, un delirio mental del chamán que previamente ha utilizado los elementos naturales transmitidos de generación en generación para entrar en un nuevo estado de conciencia con el que puede, él lo siente así, volar. Acompañando ese vuelo, estos 7 minutos se consumen como la llama de una cerilla, dejando ganas de más en la audiencia. Esta situación se puede solucionar acudiendo a la regrabación del CD en 2018, pues la duración de una nueva versión ahí recogida de esta pieza alcanza los (tal vez excesivos en esta ocasión) 40 minutos. Vaporosa, planeadora y rotunda es "The continent", otra composición destacada dotada de una magia envolvente muy natural (efectos sonoros de tormenta y percusiones auténticas) que combina dos tendencias, la rítmica y la sedante. Son esas percusiones tribales las que toman todo el protagonismo en "Songline", un rito poco ruidoso, contenido, con sonoridades dignas del inframundo basadas en el didgeridoo del aborigen australiano David Hudson. Más sosegado es "Airtribe meets the dream ghost", un ambiente natural donde una percusión muy suave se alza casi en solitario durante 7 reflexivos minutos de manera muy relajante, aportando más que otros momentos sintéticos a pesar de no contener ni melodía ni estructura. Estas dos piezas estaban compuestas por el sintesista amigo de Roach, Robert Rich. En "A circular ceremony" los modernos teclados se inundan de la magia de un elemento tan sencillo y antiguo como un palo de lluvia, lo actual y lo de hace miles de años se hermanan en una nueva atmósfera placentera que incluye un bucle de voces sirénidas, y un ritmo sincopado que va creciendo en intensidad con su desarrollo, lo que se potencia con una duración superior a los 11 minutos para introducir al oyente en un fresco remolino. Llega entonces otro de esos instantes para perderse en el tiempo, lo que realmente fue un anticipo del álbum dos largos años antes de su publicación, una colaboración entre Roach y Kevin Braheny (que toca el Steiner EWI, un instrumento electrónico de viento de madera) llamada "The other side", que con sus celestiales sonoridades sintetizadas de belleza epatante cercana tanto a dichos vientos como a violines o chelos, mantiene el espíritu relajante del disco, pero añade ese elemento melódico tan preciosista, logrando un efecto cautivador del que es difícil de escapar. El resultado se mueve entre una realidad fantasiosa y un sueño lúcido, trece minutos para dejarse llevar al dreamtime. Aunque parece que estemos introduciéndonos en ambientes similares, cada corte presenta sus características propias, por ejemplo "Magnificent gallery" es otro maravilloso ambiente sereno, oleaje electrónico de acústica burbujeante, aunque con la intranquilidad de la nocturnidad, y en "Truth in passing" notas más definidas, como de piano, se unen a una estructura atmosférica igual de relajante pero que ayuda a romper la linealidad con golpes melódicos al estilo Eno, o emulando las inquietudes neoimpresionistas de Tim Story. "Australian dawn" culmina el disco 1 con un nuevo ambiente profundo pero abierto a los cielos. El segundo CD se abre con "Looking for safety", muy larga composición (aunque depende de la edición puede pasar de los 31 a los 10 minutos), un largo y relajante planeo de carácter puramente atmosférico, sencillo pero intenso y misterioso, mantos de teclados ambientales sin apenas aporte de percusión que, asimilada su repetitiva ligereza, pueden hacer flotar a la mente. Música ambiental de calidad, cuya larga duración posibilita la meditación, incluso estados de trance, y que en la ilógica búsqueda de parecidos podría asemejarse al dos años posterior "Waiting for Cousteau" de Jean Michel Jarre. Es esta la pieza más destacada del disco 2, que se completa con "Through a strong eye" (puro ambiente con fantasmales efectos de sonido en una onda mas cósmica), "The ancient day" (con un poco más de protagonismo del elemento percutivo), "Red twilight with the old ones" (nuevo ambiente natural con canto aborigen) y la celestial "The return". En 2018, el sello Projekt publicó una edición especial remasterizada de esta obra icónica conmemorando su 30 aniversario, aunque la verdadera novedad fue la publicación ese mismo año, por parte de Timeroom Editions (sello creado por el propio Roach), de "Return to the dreamtime", la regrabación en vivo desde el Galactic Center de Tucson (Arizona), de varias de las piezas del álbum original, con duraciones extendidas. Cada una en su terreno, "Towards the dream", "The continent", "A circular ceremony", "The other side", "Magnificent gallery" y "Looking for safety" son composiciones especialmente apabullantes en esta fantástica obra, en la que Steve Roach interpreta sintetizadores analógicos y digitales, secuenciadores, sampler y batería digital, y se hace acompañar puntualmente por Kevin Braheny (Steiner EWI), David Hudson (didjeridu), Chuck Oken Jr (palo de lluvia) y Robert Rich (tambor de calabaza, dumbek). 

Médium de la antigüedad, músico concienciado o artista apasionado por los tiempos remotos, el caso es que la fama de Steve Roach es grande y duradera. Volando por el desierto y por el tiempo, en "Dreamtime return" construye ambientes de todo tipo, más o menos relajantes, con o sin percusiones, adornados de elementos naturales o presas de una profundidad exclusiva de los sintetizadores, de cuya electrónica surgen impulsos primitivos, que parecen conectados con energías telúricas, y es que, decía, "lo 'subterráneo' es una metáfora que representa la morada del inconsciente colectivo y, para mí, es de donde mana la música". La clase de público que accede a su música, su estado físico y anímico, y su disposición a la hora de abordar el disco, es algo a tener en cuenta para saber si las mismas atmósferas, por lo general abstractas, largas y ambientales, aburren o apasionan. La problemática es aún mayor cuando se trata de un disco doble repleto de paisajes atmosféricos que, en una primera escucha, pueden solaparse e indistinguirse totalmente, si bien una vez dentro de su juego y con la mente abierta, es indudable que "Dreamtime return" contiene altas dosis de lirismo electrónico, un hipnotismo neoprimitivo que puede llegar a encandilar durante las más de dos horas que dura la obra, en las que es necesario prestar atención y entrar en el juego del sintesista, y sentirse protagonista de una aventura maravillosa que se ha convertido en un disco innovador y mítico, incluido en varios listados de los mejores discos de la historia.

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