29.3.10

BEN FROST:
"By the throat"


Un paisaje nevado puede parecer hermoso, incluso idílico, pero asímismo puede verse como algo inhóspito, desolado. También la música, acompañada de ciertos elementos externos como ruidos, ecos o rugidos amenazantes puede transformarse de plácida a estridente, o mantener un atrevido equilibrio -impregnado de rudeza- como en el caso que nos ocupa. Desde la bella Islandia nos llega un inusitado trabajo de ese extraño personaje llamado Ben Frost, músico australiano residente en la isla europea. Y llega impregnado de ciertas condiciones inherentes a la propia Islandia: dureza climatológica (desde una portada que presenta de modo difuso un temporal de nieve y lo que parecen unos lobos), dinamismo inquietante (su sonido parece participar de la actividad volcánica de la isla), escasa luminosidad (la noche polar es un fenómeno que consiste en pasar seis meses seguidos de noche, y sucede en la parte del territorio islandés que está dentro del círculo polar), en definitiva una extrañeza que acaba dominando y venciendo. Nacido en 1980 (con esa juventud como muestra de irreverencia), Frost es un artista experimental que investiga en las posibilidades de ciertos ambientes sonoros donde confluyen elementos antagónicos, sólo así se puede entender que en sus trabajos se encuentren ansiedad con relajación, furia con sosiego, equilibrio con caos o simplemente blanco con negro en una suerte de involución de las formas minimalistas con maneras electrónicas. Habría que preguntarse de dónde viene ese afán de Ben Frost de salirse del camino, de afear las composiciones con sonidos inarmónicos, pero una vez llamada la atención (con "Steel wound" en 2003 y sobre todo "Theory of machines" en 2007) la aparición de "By the throat" por medio de Bedroom Community en 2009 era un hecho esperado que no ha tardado en convertirse en un pequeño fenómeno.

"Killshot" es el primer corte y sirve como sorpresa inicial, ya que se trata de una introducción disonante, atípicamente bella pero de una belleza extraña, como creada para un mundo distópico. Frost niega la belleza manchando intencionadamente las notas, convirtiéndolas así en arrebatadoras, presas de una inquietud que, al menos en este comienzo, supera todas las expectativas (incluso las de los que han escuchado sus intensos y en cierto moso espesos -y aclamados- trabajos anteriores, en especial "Theory of machines"). Sonidos rugientes de orcas (grabados en las costas noruegas) son parte del ambiente tétrico y amenazador que predispone enseguida al oyente a adentrarse en una realidad oscura y de difícil comprensión, un mundo nuevo para el que la música no es especialmente atractiva sino atrapativa cual tela de araña y fuera de cualquier clasificación, si bien pretendamos encuadrarla entre la electrónica y la contemporánea, concretamente en el post-minimalismo. Esta denominación es más difícil de otorgar escuchando composiciones como "Híbakúsja", poseedora de una instrumentación base y unas intenciones que la deberían acercar al mundillo clásico (piano, cuerdas, instrumentos de cobre), pero tremendamente deformada y ruidosamente embrutecida en un juego electrónico bizarro y seguramente difuso en su recibimiento, pero que particularmente encuentro muy interesante; de hecho, la pieza desentonaría totalmente si no fuese así maquillada, la coherencia no se ve rota y ese pequeño agujero de bienestar queda como una inocente forma de llamar la atención en el entorno cáustico. Ambient o downtempo son otros dos términos que también es necesario mencionar, el primero por esa oscura línea melódica que invade el disco, con las guitarras de Frost jugando entre impuestas atmósferas electrónicas ("Peter Venkman Part I" con voces manipuladas, "Through the mouth of your eye" que despide el disco de manera abrupta e inquietante). Más difícil de definir y adjudicar es el downtempo, al que se acerca la generalidad del disco, aunque de una manera más ruidosa que rítmica ("Through the glass of the roof", "Through the roof of your mouth"). Entre medio, "Peter Venkman Part II" (continuación más melódica de la ambiental primera parte, con importancia del sensual trombón de Helgi Hrafn Jónsson) o "Leo needs a new pair of shoes" (con un sencillo y agradable juego de teclados de espíritu minimalista) otorgan un ligero descanso por su orientación más calmada en un conjunto que será recordado por su línea melódica oscura, experimental, y un efectismo que rompe la posible armonía. Importantes colaboraciones de músicos islandeses se dejan notar en el disco, como las del cuarteto femenino Amiina (habituales de Sigur Rós), Sam Amidon, el comentado Helgi Hrafn Jónsson, o Valgeir Sigurdsson, afamado productor (de BjOrk, sin ir más lejos) y creador del sello Bedroom Community junto a Valgeir Sigurdsson y el propio Ben Frost.

Sin composiciones que destaquen especialmente sobre las demás (no encontramos aquí bellas melodías de fácil radiodifusión), prima el conjunto, que es preferible escuchar del tirón y sin ningún miedo, pues la combinación es explosiva y difícil de definir con palabras, incluso susceptible de generar negatividades, y es que aunque no podamos encasillarlo fácilmente (o únicamente) en un estilo concreto, lo que está claro es que a su experimentalidad se le puede aplicar el adjetivo agresivo. En definitiva, "By the throat" es un disco poco convencional pero osado y bien acogido por la crítica, tanto la independiente, la electrónica o la contemporánea, que pretende mover un poco las fronteras de la misma en su fusión con ritmos atonales electrónicos. Disfrutar escuchando este trabajo bien podría asemejarse a hacerlo viendo una buena película de terror, pues sabemos de su dureza o cualidades grotescas pero no podemos apartar los ojos de la pantalla. Frost debe ahora meditar el camino a seguir e intentar sorprender en sus próximos proyectos, pero seguro que, por medio de sus guitarras ambientales y una selecta instrumentación adicional, su esencia seguirá siendo igual de dramática y desafiante, pero también irónica (Peter Venkman, el apelativo de dos de las canciones de este álbum, es el personaje interpretado por Bill Murray en 'Los cazafantasmas') y por supuesto muy actual.





11.3.10

MARK ISHAM:
"Vapor Drawings"

'Never Cry Wolf', si bien no es una película muy conocida, debe ser especialmente tenida en cuenta por ser el punto de partida de una interesantísima carrera, la del músico neoyorquino Mark Isham como compositor de bandas sonoras cinematográficas. Isham se encargó de esta partitura en 1983, y fue en 1985 cuando el sello Windham Hill editó su segundo trabajo en solitario, "Film Music", que incluía extractos de "Never Cry Wolf" junto a otros de las posteriores "Mrs. Soffel" y el documental "The Times of Harvey Milk". Aunque desde entonces su nombre esté ligado sin remedio a la música para cine (más de un centenar de películas se benefician de su música), afortunadamente este trompetista y sintesista norteamericano decidió explorar también su faceta artística sin estar limitado por las imágenes o por los directores. Así llegó en 1983 a Windham Hill, por el consejo de un amigo productor, buscando un sello de calidad especializado en música instrumental, y su primera entrega en la compañía californiana -después de haber trabajado entre otros con Van Morrison, Tanita Tikaram, Suzanne Vega, el pianista Art Lande o los grupos Taj Mahal y Group 87, que creó junto a sus grandes amigos Peter Maunu y Patrick O'Hearn- se tituló "Vapor Drawings", el álbum anterior a "Film Music", que llegó en el momento de mayor despegue de una etiqueta, la new age, con la que realmente no estaba muy de acuerdo este artista cuyo instrumento principal siempre ha sido la trompeta.

Windham Hill se había convertido en un paraíso de artistas acústicos en sus primeros años, y aunque ya había flirteado con la electrónica por medio del grupo Shadowfax, el de Mark Isham fue el primer trabajo del sello en el que la carga electrónica superaba a la acústica, que se mantiene en un perfecto segundo plano. Una característica esencial de varias de las composiciones de este álbum radica en la utilización de un atrayente y repetitivo fondo electrónico (sintetizador y percusión) sobre el que el músico dibuja sus melodías, ya sea con instrumentos de viento (trompeta, saxo soprano, fliscorno o esa extrañeza electrónica llamada Steiner EVI) como en el comienzo del álbum, "Many Chinas" (una toma de contacto de difícil ubicación, proveniente de un jazz muy abierto a otros frentes, ágil y transparente; de hecho, esta composición -que comenzaba con el tradicional chino 'Celestial Guests'- fue grabada originalmente por Isham en el álbum de 1976 "Rubisa Patrol", con Art Lande, Bill Douglass y Glenn Cronkhite), o mediante más teclados -y también algunos vientos omnipresentes- en "Sympathy and Acknowledgement" (ambiente largo sobre fondo muy electrónico), "Raffles in Rio" (animado y sugerente intento de estilismo tropical) o una de las cumbres del álbum por su subyugante desarrollo en varios planos superpuestos, "Men Before the Mirror", seis minutos de lograda intensidad y una envoltura misteriosa y dramática que podría haber encajado perfectamente en alguna de las películas para las que posteriormente iba a crear la banda sonora este neoyorquino. Entre medio, un par de ambientes jazzísticos intimistas ("When Things Dream" -con un sorpresivo y delicado piano- y un cierre del disco con el protagonismo de la trompeta, para volver a atisbar las posibilidades de Isham con la música para películas -romántica, en este caso-, "In the Blue Distance") y dos pequeñas tonadas de espíritu infantil, miniaturas sin muchas intenciones pero delicioso resultado, "Something Nice for my Dog" -sencillo pero puro y eficaz descubrimiento que abre el abanico de posibilidades de este inquieto músico- y "Mr. Moto's Penguin" -con un juego melódico más extraño, un fondo electrónico juguetón que maneja una pieza desenfadada-. Queda para el final a propósito el tercer corte del disco, a la larga la composición posiblemente más magistral y emblemática de Mark Isham, un prodigio -un pequeño himno, de hecho- de título "On the Threshold of Liberty" (inspirado en el cuadro de igual título de René Magritte) que aúna atmósfera y melodía con una percusión que va aumentando en intensidad (una cadencia constante muy adictiva, de aires militares) y el toque de personalidad y fuerza que imprime el fraseo de trompeta hasta alcanzar un completo clímax, todo un clásico de Windham Hill de elegante ambientalidad que fue retomada para la película de William Friedkin 'Reglas de compromiso', y que ha sido incluido en numerosos recopilatorios del sello. Isham acertó con el titulo, ya que el álbum es ambiental y por momentos ciertamente vaporoso, conduciendo las atmósferas urbanas de su anterior banda, Group 87, a un terreno más cercano al jazz, aunque sin desmarcarse por momentos de tendencias más modernas. El propio Isham hablaba así de su obra: "'Vapor drawings' fue mi primera grabación en solitario, mi primera aventura en una grabación de música electrónica a gran escala. Toqué casi todos los instrumentos, de hecho todo excepto la batería. Fue un gran desafío y supuso mucho trabajo duro. Lo veo como el primero de una serie de discos que experimentaron con este género (cualquiera que sea el nombre que se considere, entre new age y fusión), el segundo de los cuales fue 'Tibet' y el tercero 'Castalia'".

"Vapor Drawings", que presenta en portada un trabajo de la serie 'dibujos de vapor' que ideó en los ochenta el artista americano Larry Bell (en concreto el titulado 'Vapor Drawing LDIF5') es un disco entretenido y bastante completo, sin entrar en terrenos escabrosos (ni monotonía, ni una electrónica cansina, ni demasiado jazz), con segundos planos muy bien trabajados, interpretaciones de lujo en los primeros, y la producción del afamado Steven Miller, que estaba implantando un sonido de calidad para varios artistas de Windham Hill. Destaca la solidez del conjunto por su capacidad de conjunción de acústica y electrónica, y el dominio por parte del autor de los dos campos del sonido a través de instrumentos tan apartados pero majestuosamente hermanables como el sintetizador y la trompeta, un instrumento rotundo cuya llegada se espera a cada instante, y cuando llega produce un efecto impactante en el oyente, una poderosa posesión. Junto a un Isham en plan multiinstrumentista (vientos, teclados y percusión electrónica), es el futuro miembro de Group 87 Peter Van Hooke (llegará al año siguiente para colaborar en su segundo y último plástico) el que aporta más percusión electrónica y también acústica -snare drum-. Ganador de un Grammy (en 1990 por su álbum "Mark Isham" en la categoría de New Age) y un Emmy (por el tema principal de la serie 'EZ Streets' en 1997), Mark Isham es sin duda un compositor versátil estilísticamente hablando, y en su disco de debut podemos encontrar al menos un par de joyas de las Nuevas músicas como "Men Before the Mirror" y "On the Threshold of Liberty".



1.3.10

MIND OVER MATTER:
"Music for paradise"

Mucho se ha hablado a lo largo de la historia sobre el poder de la mente humana y la posibilidad de producir con ella fenómenos como la psicoquinesia, la acción de la mente sobre una materia física, que provoca alteraciones en la misma sin causa mecánica aparente. Por lo que a nosotros respecta, Mind Over Matter ('mente sobre la materia') es el nombre del grupo que en la década de los 80 creó el alemán Klaus Hoffmann-Hoock para desarrollar sus novedosas ideas relacionadas con una música electrónica relajante ('música mágica para la imaginación', destaca en las portadas de algunos de sus álbumes), pero adornada con influencias de sus viajes iniciáticos por oriente. De hecho, Mind Over Matter nació como proyecto cuando Klaus regresó en 1982 de un viaje a la India enfermo de hepatitis A. El descanso le reportó sonidos dulces de su paso por el país asiático, y quiso crear algo del estilo de Peter Michael Hamel. "Paradise" fue su primera creación, y alentado por su amigo periodista Andreas Hub, completó su primer álbum, "Music for paradise", con el interés de la compañía alemana Innovative Communication en su publicación, que se produjo en 1987.

Hoffmann aprendió muy joven guitarra y batería, pero su encuentro con el rock sinfónico le hizo enamorarse del sonido de los primeros sintetizadores y de ese antecedente del sampler que era el mellotron -usado por grandes del rock sinfónico como Génesis, Yes o King Crimson-, instrumentos que empezó a coleccionar (años después creó el 'megatron', una especie de mellotron digital). A comienzos de los 80 fundó Cosmic Hoffmann con el teclista Georg Mahr y el letrista Andreas Hub, aunque esta primera etapa del grupo fue poco prolífica. En este momento, Klaus buscaba con su música "crear una atmósfera emocional con muchos pequeños detalles sonoros para que los oyentes los descubran y un sonido que pueda llevar a la gente mentalmente a diferentes lugares y estados de ánimo", y "Music for paradise" lo logró, fue un éxito sorpresivo, que posibilitó una carrera completa de música poderosa y vital, un sorprendente trabajo que tiene muchos puntos a favor para ser recordado, por ejemplo su calidad de sonido, basado en su mayoría en los teclados y el mellotron, sin olvidarse de guitarras y percusiones. Sin embargo es la índole de composiciones como "Paradise", la suite en cuatro partes (aire, agua, fuego y tierra) que ocupaba la cara A del LP, lo que permite hablar de "Music for paradise" como un disco especial y posiblemente influyente, por su anticipación y repercusión. Sonidos relajantes en un entorno natural son el comienzo de "Being one (Air)", en la que voces extrañas ayudan a crear el ambiente necesario para la relajación, así como una cadencia suave y contínua envuelta en efectos burbujeantes; en definitiva, un deleite para el oído y un oasis de bienestar que continúa ligeramente cambiado en "One being (water)", con ligeros sones de guitarra que lo hacen más fluido, y en el que la cadencia de bajo se acentúa. Los sonidos se tornan más oscuros en "Changes in being (fire)", donde la parte de guitarra se hace más ruidosa y el ambiente caótico, pasando de golpe de la paz del campo solitario al clímax infernal de la urbe superpoblada, que sólo deja pasar un resquicio de luz solar cuando un tímido sintetizador simulando un coro hace su aparición. El ciclo se cierra con "Being home again (earth)", un retorno a los sones placenteros de la primera parte, a su atmósfera serena y celestial, con la incorporación de guiños terrenales como una flauta y más voces en trance. La suite "Paradise" es, en su conjunto, una opípara conjunción de sensualidad instrumental, opulencia mística y calor terrenal, en un aromático viaje, a la par exterior e interior. La cara B de esta primera edición del álbum presentaba tres composiciones más, al menos las dos primeras de gran interés (ya que "The silence" es un experimento de space-rock puramente ambiental): "The end of time", sin ir más lejos, es toda una sugestiva experiencia por la utilización de la voz de Yves Greder recitando un texto en francés sobre un manto de sonidos sintéticos, guitarras y una delicada flauta; años después sería el grupo Enigma quien utilizara este recurso en el comienzo de su célebre "MCMXC a.d.", pero aquí, sin cantos gregorianos ni ritmos secuenciados, Hoffmann-Hoock nos ofrece una composición curiosa, profunda, en cierto modo esotérica y estimulante. Más destacable es si cabe "Kandy sweets", el primer acercamiento serio a la world music a través de sones de sitar (en realidad la conocida como guitarra 'sitarmatic') y voces de Sri Lanka en un tema de ritmo constante muy elegante, que acaba de demostrar la capacidad de Klaus Hoffmann-Hoock para desarrollar ambientes paradisiacos durante minutajes medios con una extraordinaria fluidez. En 1991, cuatro años después de la publicación del LP, fue lanzado el CD con dos temas extra, un oscuro "North star" y la versión en directo de una exitosa canción que venía contenida en el segundo álbum de Mind over matter ("The colours of life") de título "Ganga (The river of life)": en el mismo registro de "Kandy sweets", esta oportuna inspiración en el río Ganges que presenta el definitivo título de "Ganga (The live version)" -grabada en directo en septiembre del 89 en la ciudad belga de Antwerp- es una composición exultante, de refinado buen gusto y carácter meditativo, que nos funde con aromas de la mágica India por su melodía y percusión en un envoltorio místico.

"Music for paradise" fue grabado, mezclado y masterizado en el estudio Quasar de Klaus Hoffmann-Hoock, autor de todos los temas ("Paradise" junto a Heinz Weidenbrück y "The silence" con Michael Grüterich) de esta imprescindible muestra de música atmosférica, que presenta un sugerente juego de voces y efectos, y una delicada armonía con ciertas músicas del mundo, mezclando música occidental con sonidos del extremo oriente (grabaciones de Sri Lanka, Tailandia, India, Indonesia, Birmania y Tíbet). Por momentos, la música parece emanar de nuestro interior, en confortantes instantes de gran carga espiritual que nos dejan la sensación de haber despertado de un placentero sueño. IC promocionó convenientemente la música de Mind Over Matter durante más de diez años, pero su venta a DA Music en 2000 posibilitó la creación de su propio sello, Heart & Mind. Hoffmann-Hoock, que vio reeditado este placentero "Music for paradise" por Innovative Communication en 2007, continuó desarrollando sus visiones musicales tanto bajo el nombre de Cosmic Hoffmann -que retomó desde 1998- como de Mind Over Matter, hasta su temprano fallecimiento en 2017.

14.2.10

BILLY OSKAY & MÍCHEÁL Ó DOMHNAILL:
"Nightnoise"

Donegal es un condado irlandés de los denominados 'gaeltacht', es decir, de habla mayoritariamente gaélica. Ese es el origen de Mícheál O Domhnaill y la base sobre la que asentó su música. Su primer grupo con repercusión -después de otros experimentos como Skara Brae o Monroe- fue la exitosa The Bothy Band, una banda surgida por casualidad cuando el acordeonista Tony McMahon organizó un concierto para el que reclutó a Mícheál y a su hermana Tríona, además de a Donal Lunny, Paddy Keenan, Paddy Glackin y Matt Molloy; Seachtar ('siete') fue el nombre improvisado que acabó derivando a The Bothy Band cuando el éxito forzó la continuidad de este dinámico e influyente grupo de los setenta. La 'crisis de identidad' en los territorios celtas se unió a la 'fiebre celta' en los Estados Unidos en los 80, por lo que los hermanos O'Dohmnaill emigraron a puntos tan distantes del país americano como Portland (Oregon) Mícheál, y Carolina del Norte Tríona, donde recobraron el éxito y consiguieron vender muchos más discos que en su propio país. Mícheál, que giraba habitualmente con el violinista Kevin Burke (con el que había publicado dos espléndidos discos de música irlandesa, "Promenade" y "Portland"), conoció una noche de 1979 a otro violinista, Billy Oskay, que tocaba jazz swing (con elementos de Django Reinhardt y Stéphane Grappelli) en un local llamado 'Brasserie Montmartre'. Oskay invitó al guitarrista a tocar con él para la grabación de una performance que le habían encargado, y enseguida se dieron cuenta que tocando juntos, violín y guitarra, la música fluía con naturalidad, así que grabaron en el estudio de la casa de Billy una demo que acabó llegando a finales de 1983 hasta William Ackerman, fundador de Windham Hill Records: "Creo que estábamos haciendo la banda sonora de 'Country' en ese momento y Tom Bocci nos dijo 'hey, escuchad, tengo esto que podría interesaros', entonces dijimos 'Dios, hay algo aquí que resulta muy familiar, y él dijo, 'bueno, ¿conoces a The Bothy Band?', y dije Dios, genial, me encanta, consígueme más. Y de ahí viene Nightnoise, de mi amor por la Bothy Band". Windham Hill Records publicó el álbum titulado "Nightnoise" en 1984.

Nacido en el estado de Nueva York, Oskay estudió violín desde los siete años (incluso en la Academia Internacional de Música de Palma de Mallorca), especialmente dada la condición de su padre, William F. Oskay, importante fabricante de violines (en este álbum, Billy toca un violín y una viola construidos por su padre). Con él, Mícheál encontró un nuevo incentivo en su producción musical, que quería conducir a soslayo de lo estrictamente tradicional, por lo que a su público le creó una clara incertidumbre, pues no parecía dirigirse en concreto ni hacia el folk americano ni hacia el celta. Muy rítmico (pero sin llegar a utilizar melodías de baile celtas (reels, jigas o polkas-), extremadamente agradable, este álbum que fue grabado en 1983 en el estudio de la casa de Oskay en Portland es un remanso de paz estrictamente instrumental, donde guitarra y violín se funden en un solo instrumento que a la vez lleva el ritmo y ejecuta la melodía, una conjunción excepcional por su nula trayectoria como dúo. En una envoltura con rasgos populares y contemporáneos, se dejan ver influencias jazzísticas aunque agazapadas, esperando un momento que no acabó de llegar en el futuro por una clara derivación hacia el folclore de raíz irlandesa, si bien el futuro miembro Brian Dunning aportó un nuevo pequeño acercamiento al jazz. En este sentido, este disco es un antecedente del grupo Nightnoise no sólo en el nombre, sino en todas sus características esenciales. El típico y austero diseño de Ann Robinson para Windham Hill se complementa con una obra de Steve Harper, fotógrafo de renombre de estampas nocturnas y encabezado inmejorable para este trabajo, que sirve de homenaje a los sonidos del final de la tarde, sonidos con los que empieza el primero de los temas, "Nightnoise", melódico y rítmico, un jazz suave con aroma americano que como tema de presentación es perfecto. "Nightnoise" es además una de las dos composiciones (ambas compuestas por Billy Oskay) en las que los dos músicos interpretan únicamente violín y guitarra; la otra es la dulce "Duo", de corte clásico con movimiento muy folk, otro primoroso ejemplo de conjunción. En "The 19A", la primera gran melodía del grupo, plena de fuerza y permanente en el tiempo, comienza el aroma irlandés, ya que esa es la línea de autobuses de dos pisos que cruza la ciudad de Dublín. Evidentemente está firmada por Mícheál O Domhnaill, del que encontramos otras dos composiciones inolvidables en las que nos regala además su propia interpretación del piano, la flauta irlandesa y el harmonio: "Bridges" (un recuerdo a los muchos puentes que cruzan en río Willamette en Portland, con una magistral conducción de guitarra para un conjunto delicado en el que todo encaja a la perfección, en una ambientación bastante clásica de matices variopintos) y "The Cricket's Wicket" (otra clamorosa demostración de intenciones con un elevado toque neoclásico, que pone fin al álbum a modo de himno irlandés). Esta última es tal vez la composición de este álbum que mejor perduró en los conciertos de la banda. La rítmica "False Spring" (con Oskay al piano, desplazando a su propio violín a un papel secundario), "City Nights" (canción más cercana al jazz, incluso al tango, con retazos de aquí y de allá) o "After Five" (ese momento, pasadas las cinco, en el que se acerca de nuevo la noche y su magia) son otras piezas destacadas de un trabajo maravilloso e imprescindible. Al igual que el título de álbum "Live at Montreux" de Darol Anger, Barbara Higbie, Mike Marshall, Todd Phillips y Andy Narell, dio nombre al grupo Montreux para futuros plásticos en Windham Hill, Nightnoise se implantaría definitivamente como nombre del grupo a partir de aquí, algo mucho más fácil que encabezar cada álbum con 'Mícheál O Domhnaill, Billy Oskay, Tríona Ní Dhomhnaill and Brian Dunning'.

El hueco de esta banda americana-irlandesa en una compañía como Windham Hill fue bastante particular, abriendo el abanico como únicos representantes de la corriente celta, un estilo que sus competidoras más destacadas en el campo de lo conocido popularmente como New Age (ya que otras como Green Linnet apostaron de manera maravillosa por lo celta desde 1973) iban a empezar a cultivar con más o menos fortuna desde finales de la década, publicando en ocasiones remedos de ritmos celtoides; Narada apostó por John Doan o David Arkenstone, Hearts of Space por Bill Douglas o, más adelante, Mychael Danna o Joanie Madden, Celestial Harmonies se abrió a lo celta-medieval con Therese Schroeder Shecker (que también había grabado en Windham Hill); en Private Music, Global Pacific o Music West, ni rastro. Aun estando a medio camino de su auténtico sonido, Oskay y O Domhnaill fundieron dos tradiciones y les otorgaron una nueva personalidad, colorista, vital, de indudable calidad (tanto de composición como de grabación) y con un aletargado sentimiento irlandés en un envoltorio americano, una suave y aromática mezcla de elementos folclóricos aderezados con un cierto gusto clásico, vistiendo de espíritu celta el variopinto paisaje de Oregón o de esencia jazzística los verdes campos irlandeses. Como posteriormente harán Alasdair Fraser y Paul Machlis, la reunión de un emigrante de país celta y de un músico americano iba a generar una avalancha incontrolable de música de una calidad asombrosa. Para presentar el disco en directo en la primavera de 1985, su primera reacción fue contratar a un pianista y un segundo violinista, si bien al darse cuenta de que el grupo iba a tener una segura continuidad y de que necesitaban una mayor instrumentación, Mícheál le propuso el puesto de teclista a su hermana Tríona, y dieron paso al sonido de un viento, la flauta de un discípulo de James Galway, el inquieto -también irlandés- Brian Dunning. Con ellos el folclorismo mejoró y la voz -que aún tardaría en llegar- acabó por compensar el conjunto, pero de esta primera unión quedaría para la historia un nombre: Nightnoise.

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7.2.10

HIMEKAMI:
"Zipangu"


Para cualquier devoto de la música instrumental, y en general para todo el que admire el sonido de los sintetizadores, el nombre de Himekami debería ser un referente, al menos en una vertiente melódica, de atmósfera agradable y ambientalidad oriental. La música de este grupo nipón es por lo general tan mágica y fantasiosa como las portadas de sus discos, la poesía de su sonido, basado primordialmente en los teclados ("los sintetizadores son el mejor medio que he encontrado para lograr los sonidos más antiguos, más respetuosos con la tradición", decía su fundador), invita a sobrevolar los milenarios paisajes japoneses en que se inspiraba Yoshiaki Hoshi, un músico vitalista y avanzado pero a la vez profundamente enraizado en su tierra y sus inmortales tradiciones. Sus grandes obras de los 80 quedaron de sobra recogidas, reverenciadas incluso, en dos recopilaciones de excepción (en especial para el pobre occidental, desconocedor de este genial artista tan inaccesible en esa época), "Moonwater" y "Snow goddess", además de otra algo inferior pero también interesante, "To i kaze", que fue comercializada en 1995 en España con el desafortunado título de "Lo mejor II", y que incluía ya temas de trabajos que en los comienzos de la década de los 90 se encargó de distribuir en nuestro país Sonifolk/Lyricon, como "Ihatovo hidakami" o el que nos ocupa, "Zipangu" (conocido también aquí como "Cipango"), publicado en Japón -Pony Canyon-, Estados Unidos -por Higher Octave Music con portada diferente, igual de idílica aunque más oscura- y España en el mismo año 1993.

Yoshiaki Hoshi fue en "Zipangu" fiel a ese estilo que había desarrollado con enorme éxito en Japón en los 80. Melódico y ambiental a partes iguales, notas cautivadoras se superponían a percusiones que podían girar de un estilo más electrónico cósmico a otro más acorde con la tradición (colaboró en varias ocasiones con el afamado percusionista Yas-Kaz, nacido en Miyagi, como el propio Yoshiaki). Es en este disco en uno de los que más y mejor se puede respirar esa magia ancestral, ya que Cipango o Zipango es el nombre con el que en Europa se conoció a Japón desde la Edad Media. Las melodías fluyen de manera angelical con generosa gracia oriental, y el paisaje de color pastel así invocado contiene un cariz altamente evocador, no exento en ocasiones de un aura de infantil inocencia, que no desluce en un conjunto preciso y sin duda preciosista. Como tema de inicio, "El viento en vasta circulación" llama poderosamente la atención e incita a seguir escuchando, siendo como la canción de cabecera de un documental con pretensiones, como algunas de las bandas sonoras firmadas por Hoshi. En ese sentido, "Las transparentes olas, siempre tan azules" se limitaría a acompañar imágenes, sin destacar, cometido que sí que consigue "Los luminosos mares del sur", elegante muestra de esencia terrenal con aroma japonés muy tarareable. En general se puede respirar un sencillo amor hacia la tierra en la dulzura de muchas composiciones, como "El Dorado, al este" o "El blanco despertar del cielo", mientras que otras son más activas y atmosféricas, como "Historia de oro y plata", cuya percusión inicial nos introduce en una aventura llena de sorpresas, en la que incluso suenan las cuerdas de Junpei Sakuma (que se encargaba de violín, guitarra y buzuki). "Fosforescencia" es otro de los títulos destacados, una emergente melodía con algo de Debussy -músico cuya esencia siempre acababa apareciendo en la música de Yoshiaki-, un innegable y maravilloso lirismo en un sencillo acabado sin percusión ni efectos. Pero sin lugar a dudas la composición estrella del álbum es la que lo cierra, un majestuoso tema de gozosa intensidad creado para la ceremonia inaugural del Campeonato Mundial de Deportes Alpinos celebrado en febrero de 1993 en Morioka, en la adorada por Hoshi prefectura de Iwate. Como director musical del evento, Yoshiaki y su esposa interpretaron varias composiciones que luego serían incluídas en "Zipangu", entre ellas este espectacular cierre del disco en el cual todo es perfecto, la atmósfera, la percusión, la melodía, en definitiva la intención y la calidad innata de este artesano del sonido que consiguió en este "Tema de Cipango" una de sus grandes piezas. De hecho, en la esperada gira de conciertos que realizó por España en abril de 1993 (junto a los percusionistas Yamaguchi drums), ésta fue la pieza final y broche de oro de los espectáculos.

La de Himekami era una música vital, luminosa, y en comunión con una naturaleza con la que convivía en perfecta armonía. Un fugaz repaso a algunos de los títulos de sus grandes éxitos (dejando aparte los que se acaban de exponer en "Zipangu", también clarificadores) confirma este punto: "Hacia las nieves azules", "Las dunas de Tosa", "La llama de la tierra", "El mito del cisne", "En el ojo del pájaro", "El manto del viento" o "Festival para una brisa de primavera" (traducciones fieles a nuestro idioma, gracias a Lyricon, de títulos nipones) son demostrativos de cuál era la temática mayoritaria en sus trabajos. Posiblemente fueran la tierra, el mar y el aire los que dictaban las melodías a Yoshiaki Hoshi, que desde 2004 descansa en la tierra que tanto amó, siendo su hijo, Yoshiki Hoshi, quien tomó el relevo de Himekami como 'segunda generación' de este grupo irrepetible.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:
HIMEKAMI: "Moonwater"
HIMEKAMI: "Snow goddess"





31.1.10

SAM CARDON & KURT BESTOR:
"Innovators"

En 1993 el músico de Gabón Pierre Akendengué y el compositor francés Hugues de Courson elaboraron un interesante trabajo titulado "Lambarena - Bach to Africa" en el que, homenajeando al médico y músico alemán Albert Schweitzer, conjugaban de sabia manera la música de Gabón y la de Johann Sebastian Bach, la gran pasión musical de este organista que fundó el Hospital que lleva su nombre en la ciudad de Lambaréné (al oeste de Gabón). Sin embargo el de Courson y Akendengué no fue el único recuerdo de Albert Schweitzer plasmado ese año 1993 en CD, ya que otros dos músicos, los estadounidenses Sam Cardon y Kurt Bestor, le dedicaron la primera canción de un CD mítico titulado "Innovators". La razón de su anecdótica importancia, aparte de su innegable calidad musical, fueron las condiciones de su primera edición, ya que fue utilizado para publicitar la versión 6.0 del conocido procesador de textos WordPerfect. "Innovators" incluía una primera pista con la versión demo de WordPerfect 6.0 para Windows y once pistas de sonido que pretendían, según WordPerfect Corporation, "honrar a aquellos cuyo valor y determinación han hecho más por la humanidad de manera grande o pequeña; algunos innovadores son de renombre mundial, pero otros han trabajado prácticamente de manera inadvertida y sin aplaudir". Hay que añadir que en nuestro país hubo un punto y seguido en cuanto a este disco cuando por medio del músico Jorge Grundman llegó a manos de, entre otros, el conocido locutor de radio Ramón Trecet, que sugirió que el disco se pudiera adquirir en una tirada promocional de mil ejemplares en beneficio de Médicos Sin Fronteras, y aunque su consecución no fue tarea fácil, al final esos mil CD's fueron vendidos telefónicamente en diez minutos a mil pesetas cada uno, con lo que la recaudación para Médicos Sin Fronteras fue de un millón de pesetas (actuales 6.000 euros).

Cada una de las pistas del álbum presentan historias rescatadas del olvido que encierran buenos propósitos. Así, vistas como pequeños himnos de los derechos humanos y los avances tecnológicos y culturales, no es de extrañar que gocen en su mayoría de un serio tratamiento orquestal (de buen gusto y estupendo acabado) así como de un trasfondo religioso derivado del carácter mormón de este dúo ubicado en Salt Lake City (miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, congregación religiosa mormona con sede en dicha capital del estado de Utah), ganadores de un premio Emmy por su música para las retransmisiones de los Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary 1988 en la cadena ABC. Algunas de las composiciones de "Innovators" poseen una calidad extraordinaria, encontrándonos ante un disco injustamente olvidado. En efecto, el Premio Nobel de la Paz Albert Schweitzer es el primero de esos innovadores, en una inspiradísima composición de título "Sage of Lamberéné" que trataba de acercar dos formas tan distintas de concebir la música como son la de Bach y la de las tribus del Gabón, en una fusión suave, melodiosa y encantadora, con ritmo africano (percusión y flauta), melodía europea (al piano y orquesta) y voces conjuntas, logrando un continuo y emocionante clímax. El espíritu viajero de Cardon y Bestor nos sirve de guía por todo el mundo: "Rainmaker" nos conduce alegremente al viejo oeste americano (además de los instrumentos convencionales suenan unos estupendos armónica, acordeón y violín) en un recuerdo de Charles Mallory Hatfield, el hombre que podía hacer llover y que acabó inundando San Diego. "Man Among Men" agrada con un estilo sencillo, desenfadado y muy agradable, donde se unen teclados, guitarra, flautas de pan (sikus) y voces y percusiones (a cargo del peruano Alex Acuña), en esta ocasión en un viaje con destino Brasil para tratar el tema de la esclavitud y hablarnos de un 'hombre entre hombres', Black Pete. Irlanda es el destino de "Folkways", donde destaca especialmente el piano, con el acompañamiento de una tímida guitarra folk y otros instrumentos autóctonos (violín, bodhrán, dulcimer o flauta irlandesa), para terminar desarrollando una corta melodía de tipo celta consagrada a un astuto irlandés llamado John Brodison, que representa aquí el espíritu de su pueblo. Más ambiental, con un desarrollo rítmico in crescendo, es "Electric Highway", un deseo de libertad para el pueblo chino dedicado a Chai Ling, la líder del movimiento estudiantil pro-democracia en Pekín, que vivió la matanza de estudiantes en la plaza de Tiananmen por soldados del comunista Ejército de Liberación del Pueblo. La melancólica flauta shakuhachi que interpreta Kazo Matsui en "Minimal Universe" nos permite pasar por Japón, en un recuerdo del equilibrio dominante en las doctrinas niponas, y más cercano al jazz es "The Third Spring", sobre la caída del muro de Berlín y la liberación de los pueblos oprimidos. Pero posiblemente sean los cuatro temas que restan por comentar los que, junto a "Sage of Lamberéné" o "Electric Highway", más destaquen en el conjunto del disco, dos de ellos por su concepción puramente orquestal de cierta inspiración religiosa ("Three Tools" sobre los masones y la construcción de catedrales en piedra, llenas de simbología, y un corto pero muy intenso "Requiem" por los héroes anónimos -inspirado por el Adagio de Samuel Barber-, en el que estos músicos expresan cómo la memoria de los virtuosos mantiene viva la virtud en nosotros mismos), otro dedicado a la increíble mente de Stephen Hawking ("Mastermind", una rítmica pieza de suave estilo electrónico aderezada con un trasfondo acústico con interesantes saxofón y batería, en un potente clímax jazzístico) y una emotiva despedida cantada a cappella por Kurt Bestor, un sentido himno titulado "Prayer of the Children", compuesto por Bestor cuando ejerció en Serbia en los 70 como misionero y trabajó con niños en un hospital que fue desgraciadamente destruido.

Este disco aún iba a deparar mucha más actividad años después de aquel lanzamiento promocional en 1993 por WordPerfect Corporation. Dos años después, en 1995, fue lanzado sin la pista de WordPerfect y con portada distinta por la compañía Treble V, incluyendo además dos composiciones descartadas de la primera edición: "The Snake Priest" dedicada a Richard Burton y "La capitana", de inspiración flamenca por recordar a la bailadora y cantadora española Carmen Amaya, que llegó a ser portada de la revista Life y a actuar en la Casa Blanca para el presidente Roosevelt. "Innovators" fue reeditado en 2000 con motivo de un concierto especial que Cardon y Bestor prepararon para la cadena estadounidense PBS, un impactante evento que contó con su plasmación en DVD ese mismo año. Además, en 2001 se publicó una continuación, "Innovators II: Keepers of the Flame", dedicado al espíritu olímpico. Brian Blosil fue el productor de las dos partes de "Innovators", un álbum que pretendía celebrar el espíritu indomable de 'los innovadores' y que nos descubrió a otros dos, cuyos nombres, Sam Cardon y Kurt Bestor, no son conocidos mayoritariamente, pero con su labor misionera y con obras como éstas contribuyen a su manera al bienestar del mundo. Como dice Bestor en su web: "Mis logros en el pasado no significan nada si no hago algo con mi música para mejorar el futuro".



17.1.10

KEPA JUNKERA:
"Bilbao 00:00h"

Tanto en una actividad vocal con la sonoridad del euskera al frente, como de manera instrumental en base a numerosos instrumentos autóctonos, la música tradicional vasca ha sabido integrarse notablemente en una sociedad que es cada vez más consciente de la riqueza de sus raíces culturales, bien de manera exclusivamente folclórica como en combinación con la música más popular, pop, rock o de cantautor. Uno de los grupos más representativos de la música vasca desde los 70 es sin duda Oskorri, que abordan con eficacia tanto canciones como instrumentales, y precisamente con ellos ha colaborado Kepa Junkera en numerosas ocasiones mientras desgranaba sus inquietudes musicales en discos en solitario que, en una labor sin par de aprendizaje y aptitud, ampliaban las fronteras naturales de la trikitixa, ese pequeño acordeón diatónico de botones que en las manos de un trikitilari como Kepa Junkera desarrolla melodías bailables endiabladamente rápidas (dantzas y valses fusionados con jazz o rock) o aires lentos de indudable ternura. Tras absorber influencias de diversos estilos y países, y hacer multitud de amigos en sus viajes por el mundo, por fín llegó el momento de la explosión de este trotamundos con un homenaje a su amada ciudad natal de título "Bilbao 00:00h".

'Bilbao hora cero', debería leerse en el título de este disco para poder encontrar el sentido homenaje a Astor Piazzolla en el mismo. Resistencia publicó este trabajo sin igual en 1998 en un formato más parecido a un libro que a un compact disc, dada la extensión y calidad de la información incluída, un libreto de 140 páginas que hace honor a este disco doble de inspiradísimo folclore vasco con sonido muy actual, y con un impresionante (casi increible) elenco de colaboradores que llega a superar el de otro disco mítico del folk español publicado sólo dos años antes, "A irmandade das estrelas" de un Carlos Núñez que profesa con Kepa Junkera admiración mutua. "Bilbao 00:00h" es un espacio intercultural donde se funden leyendas del acordeón (Phil Cunningham, Máirtín O'Connor), de la gaita (Liam O'Flynn, Paddy Moloney, Xosé Manuel Budiño), del violín (Alasdair Fraser), del timple canario (José Antonio Ramos), del banjo (Bela Fleck), de la flauta (Carlos Núñez), o las voces de Dulce Pontes, Pedro Guerra o Benito Lertxundi, todo ello sin perder un ápice de la identidad vasca de este bilbaíno nacido en 1965. No acaban ahí los nombres: grupos como Hedningarna, La bottine souriante, Radio Tarifa o La musgaña, grandes intérpretes como Tomás San Miguel, Javier Paxariño, Luis Delgado, Pedro Estevan, Justin Vali, Andrés Bedó o Ibon Koteron, y cómo no, los sempiternos Oskorri, acompañan a la banda de Kepa: Julio Andrade, Angel Unzu, Marie-Hélène Guillaume, Igor Otxoa y Harkaitz Martínez.

"Arin Quebec" es una soberana introducción con los empatizantes amigos de La bottine souriante, donde el zapateado de Michel Bordelau sustituye a la pandereta que lleva asociada por tradición la trikitixa, si bien el hermanamiento con mundos tan lejanos y fríos como el Quebec es si cabe más atractivo en una de las piezas más conocidas del álbum, la poderosa "Bok-Espok", composición del propio Kepa que ejecuta junto al grupo escandinavo Hedningarna. Una de las colaboraciones más bellas y sentidas es la de Pedro Guerra, que pone letra y voz a "Del Hierro a Madagascar", para ser a continuación Carlos Núñez el que deje su marca en la interpretación de la flauta de "Fasio & Lurra-Terra". En conexión directa con la música celta, destacan "Muskerraren balsa & La balso de Combouscuro" (dulce y melancólica tonada en la que el ilustrísimo acordeonista Phil Cunningham cede ese instrumento a Kepa para acometer el piano y la flauta irlandesa) y "Gesala" (costumbrista, evocadora de pequeños pueblos pesqueros, así es esta pieza a la que dan luz Alasdair Fraser y Liam O'Flynn). Sin colaboraciones especiales, "Santimamiñeko fandangoa" y "Gaztelugatxeko Martxa" muestran a Kepa Junkera y su grupo en su propia salsa, gustándose y gustándonos. Así acaba un primer CD más atractivo de cara al gran público, si bien el segundo encierra deliciosos encuentros étnicos, como la canción del malgache Justin Vali "Fali-Faly" o el clásico de Cabo Verde "Sodade" con la voz de Dulce Pontes, siempre como su nombre. Emotiva es la llegada de Oskorri en "Arin-Oskorri", si bien realmente espectacular es el siguiente tema, "Zumaia", de las mejores melodías del disco y como en todo él, de una ejecución formidable y la ayuda de Guilherme Inês en las mezclas. Para terminar, otra bailable muestra de título "Arin-Argiñeta & Ortigueira dantza", con la colaboración de Maírtín O'Connor y Alasdair Fraser.

Decía Kepa que "con el poco respeto que se ha tenido a estas músicas, el poder haber hecho discos me parece ya increíble". Lo increíble y absolutamente indispensable en la música tradicional española (incluso mundial) de las últimas décadas es este trabajo elegante, bien pensado, mejor hecho, que recibió enfervorizados aplausos por parte de crítica y público. Sus múltiples colaboraciones van más allá de su simple propósito, son auténticos lazos entre músicos comprometidos que consiguen que este disco sea, como el Bilbao que define Xabier Rekalde en la introducción del libreto, un abrazo. Y no sólo eso, una ciudad con música en todos sus rincones, una música que se abre al mundo por medio de un bilbaino cuyo nombre es conocido ya por casi todos. Y aunque acumulara hasta la fecha numerosos premios, colaboraciones y discos en solitario, "Bilbao 00:00h" fue una auténtica 'hora cero' para Kepa Junkera, cuya fulgurante carrera internacional (así como en gran parte de nuestro territorio) cobró aquí el merecido impulso y reconocimiento. Si la trikitixa era conocida en la antiguedad como 'el fuelle del infierno', Kepa Junkera se ha ganado el cielo con ese instrumento.







10.1.10

YO-YO MA &
BOBBY McFERRIN:
"Hush"

Aunque sea mundialmente conocido por la canción "Don't worry, be happy" (aparecida en la película "Cocktail" y número 1 en Estados Unidos), la capacidad de Bobby McFerrin como vocalista va más allá de las posibilidades del multipistas. Como intérprete a capella es capaz de crear efectos de sonido inusuales (con la garganta y golpeándose el pecho) a la vez que canta o tararea llegando a rangos vocales de varias octavas superiores a lo normal, encontrándonos así no sólo con un intérprete excepcional sino con un auténtico showman, que también es un reconocido director de orquesta. Más allá del jazz al que es comúnmente asociado, el estilo de este neoyorquino es personal y su repertorio tan variado como capaz de afrontar proyectos como el que realizó junto al violonchelista Yo-Yo Ma en 1992. Ma, considerado como uno de los mejores violonchelistas del mundo, es un estadounidense de origen chino, ganador de numerosos premios grammy que, como McFerrin, también ha intentado de vez en cuando desencasillarse de la pureza clásica en proyectos con intérpretes de bluegrass, tango (obras de Piazzolla), en el cine (participó en "Tigre y dragón" o "Memorias de una Geisha") o con este "Hush" que Sony Masterworks publicó en 1992.

Yo-Yo nos explica que "Hush" es una celebración musical de la vida, para todas las edades, si bien este disco pretende ante todo, en palabras de Bobby, "encontrar al niño que duerme dentro del adulto". Ambos músicos se dedican elogiosas palabras en las notas interiores, en especial McFerrin destaca que Yo-Yo es la fuente secreta del disco, que su genio musical ha sido el origen de este proyecto. Es sin embargo Bobby McFerrin el que aporta en el mismo la labor de composición (cinco de los temas por ninguno de Yo-Yo Ma), intercalando sus piezas entre otras de Vivaldi, Rimsky-Korsakov, Rachmaninoff, Bach, Barrière, Gounod, y un tema tradicional que resulta delicioso en los arreglos del vocalista. El comienzo del disco, de título "Grace", es una combinación preciosa y perfecta de eficiencia en dos maneras muy distintas de interpretar la música pero similares en cuanto a entenderla y hacernos disfrutar con ella; McFerrin desarrolla un fondo suave y repetitivo sobre el cual el chelo ejecuta secuencias acompasadas plenas de encanto con una cierta 'gracia' oriental. ¿Qué se puede decir del "Andante" de Vivaldi, el "Allegro prestissimo" de Barrière o la "Musette" y "Air" de Bach? Esencialmente que no pierden su encanto y seriedad a pesar de que una voz emule a la mandolina, el segundo chelo o un teclado, cobrando otra dimensión que no por distinta ha de ser rechazada tajantemente; dichas piezas son homenajeadas saltándose el academicismo en una fusión con jazz, folk o a capella que ha de ser aceptada sin prejuicios, como es interpretada sin sarcasmo. Mientras tanto, otras de esas piezas antiguas cobran especial importancia por su contexto popular en el que la falta de rigor aumenta su componente lúdico: tal es el caso del conocido 'vuelo del abejorro' ("Flight of the bumblebee") de Rimsky-Korsakov, que ya tiene implícito de por sí un aura infaltil, y del tema tradicional "Hush little baby" que McFerrin y Yo-Yo Ma convierten, sencillamente, en un posible hit de estructura pop sin los convencionalismos del género. Eso sí, son las composiciones nuevas, originales de Bobby McFerrin, las que deslumbran y desarbolan en profundidad la idea primaria de la colaboración entre estos dos grandes artistas: si ya he descrito "Grace" como una introducción perfecta, no menos interesantes son "Stars" (donde el registro de McFerrin se desdobla en un fondo que emula a las cuerdas y una parte de vocalista puro con aroma femenino), "Coyote" (muestra de virtuosismo vocal en solitario, pues en ausencia de violonchelo Bobby se encarga de fondo, melodía y todo tipo de percusiones vocales en una eficaz labor de estudio) o un "Hoedown!" de ritmos más vitales e interpretación más alocada y divertida (el título se refiere a un tipo de danza folclórica típicamente americana).

Posiblemente el secreto de lo satisfactorio de este "Hush", más allá de las piezas elegidas o la calidad de los intérpretes, sea la estupenda sensación de que, ante todo, Yo-Yo Ma y Bobby McFerrinn se estén divirtiendo en su colaboración, lo que se acaba notando en el resultado final, tan inusual como destacado por la crítica. Efectivamente, comprobar el manejo del violonchelo de Ma cuando sobre él McFerrinn pasa fácilmente de graves a agudos, permitiéndole interpretar casi a la vez un bajo y un falsete, además del acompañamiento rítmico, es un lujo a la vez que una idea excepcional y un acierto de la compañía de discos, la división clásica (denominada 'Masterworks') de Sony.



4.1.10

STEVE KINDLER:
"Across a rainbow sea"


Fundada en el hermoso archipiélago de las islas Hawai, la compañía discográfica Global Pacific Records contó con varios años de intensa actividad en la difusión de una música instrumental muy acorde con la imagen que de estas islas podemos tener desde la lejanía: colorido, regocijo, paz y naturaleza. Mezclando elementos folclóricos, electrónicos, de la música clásica y del mundo del jazz, artistas como Joaquín Liévano, Georgia Kelly, Ben Tavera King, Teja Bell o Steve Kindler elaboraron para Global Pacific trabajos que si bien no entraron ruidosamente en las listas de éxitos de este tipo de músicas, sí que quedaron como una buena alternativa a las grandes compañías por su sonido elegante y jubiloso, de producción eficaz, buena presentación, y grandes dosis de calidad. No en vano, aunque Global Pacific acabara su actividad en pocos años, algunos de sus músicos siguen siendo recordados con interés, por ejemplo este violinista nacido en Oregon (aunque sus padres vivían en Alaska en aquella época) llamado Steve Kindler, que entró en la nómina de la compañía cuando se trasladó a vivir a Hawai, donde conoció a su esposa y publicó trabajos tan interesantes como "Across a rainbow sea".

Proveniente de una familia de músicos, Steve destacó enseguida como un niño prodigio, interpretando su violín en orquestas sinfónicas si bien a la par que Bach o Vivaldi -bajo la enseñanza del reconocido Raphael Spiro- encontró influencias de juventud en el rock de Led Zeppelin o The Beatles. El gran impulso en su carrera le llegó cuando recibió una importante llamada a los dieciocho años, la de John McLaughlin (un ídolo para Steve, al que consideraba un músico sin barreras, "con habilidad para casar la técnica y el enfoque clásico con el jazz y otras formas musicales") para incorporarse a la inminente gira mundial de la Mahavishnu Orchestra, a la que habían pertenecido importantes violinistas como Jerry Goodman o Jean-Luc Ponty, al que tenía que suplir en última instancia. Allí conoció a Jan Hammer, en cuya banda militó también en los 70 sustituyendo a Jerry Goodman. De ahí pasó a la banda de Jeff Beck, pero en 1978 decidió tomarse un descanso y trasladarse a Hawai, donde acabó tocando en la Orquesta Sinfónica de Honolulu, y entró en contacto con Global Pacific Records, con los que grabó varios atractivos trabajos, la mayoría de los cuales llegaron una vez el músico, cansado del clima tropical ("una cosa acerca de los climas tropicales es que las cosas se oxidan muy fácilmente, y las carreras y las personas no se resisten"), abandonó las islas para ubicarse esta vez en California. Tras sus experiencias anteriores, se adivinaba en Steve Kindler un músico ávido de emociones en diversos frentes, en solitario, con el grupo Barefoot, o colaborando con otros músicos de Global Pacific Records como Georgia Kelly o Teja Bell; con la primera retomó el espíritu impresionista en el sedoso trabajo "Fresh impressions" (con versiones de Fauré, Satie, Debussy y el posterior Honegger, amén de un tema del propio Kindler), mientras que con el segundo tejió una acertada red colorista de título "Dolphin smiles". Con la libertad que le otorgó la compañía, y una vez finalizada su difícil gira con el japonés Kitaro (que eligió un buen número de músicos estadounidenses para su presentación en directo en los Estados Unidos, entre ellos a Kindler en el violín, y con el que grabó el espectacular "Kojiki"), en 1990 creó su obra más recordada, "Across a rainbow sea"; en general se respira en el disco una enorme alegría y una tonalidad tan cálida y agradable como la que observamos en la maravillosa portada, obra de Andrew Annenberg. La evidencia es su primer tema, "For the Americas", un canto de esperanza de unión de los pueblos americanos (se nota en su ambiente folclórico) que, a pesar de contar con una variada instrumentación, está dominado rotundamente por el violín eléctrico de Steve. "Little Fuji" es otra de las melodías de fuerte inspiración tropical que destacan en el disco, poseedora de un armonioso encanto y abrumadora sensación de felicidad vacacional. Más suaves y meditativas son composiciones como "Plumeria" o "Mystic fire", evocadoras de ambientes más reposados (la primera es, por ejemplo, un recuerdo de las suaves brisas de las tardes tropicales, y la segunda de paisajes oceánicos), como una "Wistari reef" que goza de la colaboración de Suzanne Ciani al sintetizador. "Agua caliente" es otra de las composiciones destacadas, con una acertada guitarra de reminiscencias flamencas marcando el ritmo para dejar que el violín se explaye en toda su dimensión con un cierto ambiente latino. No hay que dejar de mencionar también el interesante corte titulado "Bodysurfer", que por su ritmo eléctrico puede recordar a ciertas composiciones de la época (como la conocida sintonía de la serie televisiva "Corrupción en Miami") de su amigo Jan Hammer, que a buen seguro dejó poso en el joven Steve. Todas las composiciones son del violinista, salvo "Caught up in the rapture", canción popularizada por Anita Baker. 

Aunque sobresalgan los violines (acústicos y eléctricos) para los que lógicamente están compuestas la mayoría de las piezas, "Across a rainbow sea" se beneficia de una rica instrumentación, donde destacan el paraguayo Carlos Reyes al arpa folk paraguaya, guitarra y bajo, las percusiones tropicales de Clay Henry, Isaac Epps y Pinchey Pete, la batería de Casey Scheuerell, la mencionada colaboración de Suzanne Ciani al sintetizador o la voz de la intérprete de jazz Jackie Ryan, que también grabó junto a Steve en su otro grupo de la nómina de Global Pacific, Barefoot. Kindler tambén interpreta las guitarras que suenan en tres de los cortes del trabajo, a excepción de la guitarra rítmica de "Agua caliente", a cargo de Carlos Reyes. La Mahavishnu Orchestra, Shadowfax, Jan Hammer, Jeff Beck o Kitaro son algunos de los artistas que han contado con colaboraciones de Steve Kindler, cuya forma de tocar el violín está influenciada por la música de la India, y que considera que este instrumento está injustamente estereotipado y debería tener un papel más amplio y destacado en la música actual, por sus características e influencia en las más variadas culturas. En definitiva, aconsejable rescatar algunos trabajos de Global Pacific y de Steve Kindler, un estupendo violinista que hace bastante tiempo que no se prodiga mucho.





25.12.09

LOREENA McKENNITT:
"The mask and mirror"


Si cualquier viaje lejano puede suscitar un cúmulo de experiencias y anécdotas, el que ha llevado a Loreena McKennitt por medio mundo ha generado una cuantiosa legión de influencias y de ideas para desentrañar una música que, desde una herencia celta, se ha transfigurado en global, multicultural y riquísima en detalles. Esta historia de amor entre una arpista y su público, que comenzó en los 80 en una granja canadiense, ha transitado por caminos de inusitada calidad en sucesivas grabaciones de títulos tan importantes como "Elemental", "Parallel dreams" o "The visit", para continuar por caminos más abiertos, en base a una labor de estudio en el origen de lo celta. La investigación realizada en culturas milenarias no sólo supuso un ejercicio fascinante para Loreena, sino que fue el origen de una nueva forma de concebir su música más allá de la tradición celta. En efecto, al ir conociendo detalles sobre la expansión y antecedentes de dicho pueblo, aumentó su interés por las músicas del este de Europa y del Oriente próximo. Sin embargo un paso importante en esta apasionante historia estaba mucho más cerca de lo que podíamos imaginar, ya que se detuvo en nuestra propia tierra.

Todo lo que confluía en la Loreena McKennitt de esta época era garantía de éxito, así que Warner Music continuó distribuyendo sus discos, grabados en su propia compañía, Quinlan Road. "The mask and mirror" llegó en 1994 y siguió aunando los componentes que habían llevado a "The visit" a vender cientos de miles de copias: un trabajo de estudio sin par en la temática elegida, una labor de composición brillante, donde la comercialidad y la calidad se dan la mano, y un proceso de grabación en el que no se habían escatimado medios, y en el que la McKennitt, a la sazón productora, estaba arropada por nombres de confianza como Brian Hughes (guitarras, balalaika, sitar), Rick Lazar (percusiones), Hugh Marsh (violín) -estos tres le acompañarían en su nueva gira-, Anne Bourne (cello, voces), Patrick Hutchinson (Uillean pipes) o, por vez primera, el mítico Dónal Lunny (bouzouki, bodhran), entre otros. La rica instrumentación escogida no impedía que la voz de Loreena McKennitt, por encima de su arpa o acordeón, fuera por lógica el punto más importante de la grabación: la canadiense es una contadora de historias, su cálido estilo nos es muy cercano porque en "The mask and mirror" bebe por igual de fuentes mediterráneas que de las suyas propias, las celtas. Una joven Loreena McKennitt, de incansable espíritu viajero, había visitado España y concretamente la Alhambra de Granada antes de publicarse "Elemental", su primer disco. Años después volvió para inspirarse y, entre España y Marruecos, nació "The mask and mirror", un trabajo pleno de referencias a nuestra cultura, y con una elevada vena mística cuyo origen se debe a determinadas lecturas sobre el sufismo, ese 'islam esotérico' que busca llegar hasta Dios. Sin ir más lejos, el tema de inicio del álbum, "The mystic's dream", explora en esa búsqueda por medio del amor, si bien es a través de dos poetas donde encuentra unas referencias tan claras en su conexión mística como lejanas en su origen: del irlandés William Butler Yeats son los románticos versos de "Cé hé mise le ulaingt? (The two trees)", y el visionario de Ávila San Juan de la Cruz inspira una de las maravillas del disco, "The dark night of the soul", un cautivador poema de amor entre el místico y el propio Dios que -destaca Loreena- puede pasar perfectamente como una historia entre dos amantes de cualquier época ("¡Oh, noche que guiaste!, ¡oh, noche amable más que la alborada!, ¡oh, noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada!"). La música de Loreena parecía querer alcanzar un nivel superior de espiritualidad, si bien la canción estrella del álbum, y precisamente la más alejada (junto a la última del mismo) de la inspiración de Al-Ándalus, era una continuación de las ideas más comerciales que vistieron "All souls night", el primer sencillo de su anterior álbum, "The visit". Titulada "The bonny swans", con letra tradicional y música de Loreena, esta pegadiza canción que tuvo su correspondiente CDsingle y un hermoso videoclip, trataba sobre la historia de dos hermanas en la Edad Media, una de las cuales ahoga por celos a la otra; ésta regresa en forma de cisne para transformarse definitivamente en un arpa, ese instrumento tan evocador que puede considerarse como el primordial de Loreena McKennitt. Un tema magistral, pleno de simbolismo, en un tono medieval que también se respira en otras de las canciones, que ayudó a acrecentar la fama de la cantante. "Prospero's speech" es ese mencionado cierre del disco, una canción cálida arropada por una voz más susurrante, y un recuerdo de sus experiencias teatrales, en concreto con "La tempestad" de William Shakespeare, a la que pertenece este discurso. El 'Bardo de Avon' ya había aparecido en el anterior trabajo de la McKennitt, pero de un modo más mundano, el disco está impregnado de otras vivencias personales importantísimas: Loreena actuó en enero de 1992 en Santiago, enamorándose al instante de esa ciudad gallega, tanto que volvió en mayo de ese mismo año y se empapó de la historia de dicha urbe mágica; cuenta nuestra protagonista que compró un disco del grupo Els Trobadors y le encantó, y que tras seguir estudiando este cruce cultural de comunidades cristianas, judías y musulmanas, encontró al final esta música tradicional, que utilizó en el disco con el título lógico de "Santiago", otra de las canciones (la única sin letra definida) destacadas por su encantador estribillo tarareado y su ritmo multicultural. Marruecos inspira notablemente el cuarto y quinto tema del disco, un animado y colorido "Marrakesh night market" que nace de la sorprendente visión y experiencia de la primera noche de nuestra artista en Marrakesh durante el ramadán de 1993 ("miles de personas concentradas en círculos (...) con su música particular, una poesía directamente relacionada con ritmos de tambores, encantadores de serpientes, monos y pociones mágicas"), y "Full circle", un emocionante recuerdo de la impresión del amanecer en el desierto y los cantos de las mezquitas en pleno ramadán, que supusieron para la McKennitt de esa época dos de las tres experiencias más fuertes de su vida (junto a la visita a un monasterio de monjes benedictinos en Quebec).

Parecía increíble a estas alturas de la carrera de Loreena McKennitt que su interés primario una década antes fuera simplemente viajar a Irlanda para investigar su cultura. Ese fue tan sólo el origen de una búsqueda mayor, más profunda y mucho más extensa, temporal y kilométricamente. Es altamente destacable el tirón emocional de una música que en ocasiones parece unida por un cordón umbilical con lo divino, especialmente en los momentos en que el eterno estribillo transmite efectos hipnóticos en un oyente embelesado. En "The mask and mirror" (el álbum de Loreena McKennitt que mejor ha funcionado en España, llegando a alcanzar el número 6 en las listas de ventas) dicho oyente puede asistir, precisamente, a un sincero relato musical sobre varias maneras de encontrarse con Dios, un tema recurrente y posiblemente primordial en este disco que inquiere preguntas y respuestas desde su propio título, "The mask and mirror", puesto que Loreena se plantea definitivamente: "¿Quién fue Dios?, ¿qué es la religión?, ¿qué es la espiritualidad?, ¿qué fue máscara y qué fue espejo?".

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