
Kitaro demuestra en sus obras sentimientos que no por distantes han de ser incompatibles: el amor por sus raíces japonesas y su tradición oriental, y el interés por el sinfonismo occidental y los sonidos sintéticos (entre los que destaca su admiración por Klaus Schulze, cuyo encuentro en la época en que Kitaro militaba en la Far Far East Family Band hizo cambiar su forma de ver la música). De este modo se aúnan en sus obras la electrónica (por medio de los sintetizadores de aroma ochentero que han familiarizado su sonido en medio mundo) y la percusión japonesa más tradicional, junto a otros elementos acústicos que aportan una lograda esencia natural y espiritual. "Kojiki" en concreto está basado más que ninguno de sus trabajos en la tradición japonesa, ya que cuenta musicalmente siete historias sobre la creación del país del sol naciente. No en vano en la literatura nipona más tradicional, 'Kojiki' (prosa del año 712 dC que cuenta la creación de Japón) es una de las obras antiguas que más han influido en su filosofía y cultura, por lo que Masanori Takashi, es decir, Kitaro, no podía ser menos y se dejó influenciar hasta tal punto que realizó una de sus obras maestras. Corría el año 1990 y de la veneración inicial en Japón, donde sus discos eran publicados por Pony Canyon, se había llegado a una admiración global merced a la distribución de aquellos "Silk road", "Oasis"o "Ki" por el sello Geffen -con el que firmó definitivamente en 1986-, si bien ese pasito más que supuso "Kojiki" le hizo acreedor de mayores calificativos.
Después de una serie de discos bonitos pero no deslumbrantes, como "Towards the west", "Tenku" o "The light of the spirit", renace aquí de nuevo el Kitaro mas espectacular, en uno de sus trabajos más completos y relevantes, donde incluye una abrumadora sección rítmica entre melodías enormemente pegadizas de marcado cariz oriental. Cabe la pregunta de si la historia contada fue una inspiración extraordinaria, o si el sintesista se había estado reservando algunas de estas atractivas, incluso épicas tonadas, para un proyecto de esta envergadura, y es que Kitaro habla de "Kojiki" como uno de los álbumes en los que más ha tenido que esforzarse, pero a su vez una de sus grandes conexiones musicales. El trabajo está dividido en siete partes: "Hajimari" ('En el comienzo') cuenta cómo en el principio el mar era un bullir y la vida no existía, y cómo llovió durante semanas y meses hasta que, de las aguas y el lodo, brotando de la propia tierra aparecieron los dioses. La pieza es una preciosa y evocadora recreación de ese comienzo, con una atmósfera misteriosa y sones legendarios. Un etéreo violín es el puente hacia "Sozo" ('El nacimiento de una tierra'), que relata cómo los dioses Izanagi e Izanami revolvieron el mar con una lanza creando las más bellas islas, donde se ubicaron y concibieron otros muchos dioses, los del viento, el mar, las montañas y la tierra. De este modo, este segundo tema es más delicado y romántico, un fantasioso ambiente con el protagonismo de la flauta, sonidos más dulces hasta encontrar esa melodía casi mágica, que deja volar la imaginación. En "Koi" ('El amor y la muerte de Izanami') Mikoto, dios del dolor y la pena, es expulsado de la tierra de los dioses tras la muerte de su madre, y encuentra el amor de la doncella Kushinadahime en un pueblo aterrorizado por el dragón de ocho cabezas. Esta emblemática composición, una de las mejores del trabajo y un pasaje mágico en la discografía del japonés, es poesía musical de principio a fin, embelesa sin remedio y transmite sensaciones como pocos músicos son capaces de hacerlo; la esplendorosa melodía retorna tras un interludio, y la aparición de los tambores la concluyen de manera mas rotunda. "Orochi" ('El dragón de ocho cabezas') es la historia de ese terrible monstruo que había devorado a las siete hermanas de Kushinadahime, y de cómo Mikoto le derrota en una larga lucha, la que recrea Kitaro a lo largo de siete minutos sobre la base de una cruenta percusión de manera rítmica, intensa y conmovedora. Si bien esta primera parte del trabajo es realmente abrumadora, no acaban aquí las grandes composiciones del mismo: en "Nageki" ('Tristeza en un mundo de tinieblas') Mikoto es redimido por su hermana Hikaru, diosa del sol, que acaba ocultándose en una cueva, sumergiendo al mundo en la oscuridad, por lo que este tema es más lento y triste, si bien sus notas son luminosas, como de esperanza; la sencilla pero celestial tonada de flauta, con la ayuda del violín y un ambiente cósmico, desemboca en la composición tal vez más recordada de la obra, "Matsuri" ('El festival'), que cuenta la historia de un truco de los dioses para que Hikaru salga de la cueva, haciéndola creer que la gente, a pesar de la oscuridad, estaba feliz y bailaba en un gran festival; es por lo tanto una pieza muy colorista y alegre, una grandísima canción -como todas las del álbum- donde los tambores japoneses se dejan oir con increible fuerza, un continuo y vital clímax de melodía, ritmo y atmósfera oriental que es parte importante de los conciertos de Kitaro. Como epílogo, en "Reimei" ('Un nuevo amanecer') vuelve la luz, la paz, la alegría, y Mikoto y Kushinadahime se casan en un colofón musical de gran felicidad, que retoma la melodía de "Sozo" con vibrante y sinfónico final incluído. "Kojiki", que fue remasterizado en 1997 por Domo Records, y publicado también en 2003 en Super Audio CD, contó con dos CDsingles publicados por Geffen: en "Selections from Kojiki" vienen recogidos "The Eight-Headed Dragon (Orochi)", "The Festival (Matsuri)" y "The New Dawn (Reimei)", las mismas composiciones que aparecen en el CDsingle promocional en directo "World Tour 1990. Kojiki: A Story In Concert".
Después de una serie de discos bonitos pero no deslumbrantes, como "Towards the west", "Tenku" o "The light of the spirit", renace aquí de nuevo el Kitaro mas espectacular, en uno de sus trabajos más completos y relevantes, donde incluye una abrumadora sección rítmica entre melodías enormemente pegadizas de marcado cariz oriental. Cabe la pregunta de si la historia contada fue una inspiración extraordinaria, o si el sintesista se había estado reservando algunas de estas atractivas, incluso épicas tonadas, para un proyecto de esta envergadura, y es que Kitaro habla de "Kojiki" como uno de los álbumes en los que más ha tenido que esforzarse, pero a su vez una de sus grandes conexiones musicales. El trabajo está dividido en siete partes: "Hajimari" ('En el comienzo') cuenta cómo en el principio el mar era un bullir y la vida no existía, y cómo llovió durante semanas y meses hasta que, de las aguas y el lodo, brotando de la propia tierra aparecieron los dioses. La pieza es una preciosa y evocadora recreación de ese comienzo, con una atmósfera misteriosa y sones legendarios. Un etéreo violín es el puente hacia "Sozo" ('El nacimiento de una tierra'), que relata cómo los dioses Izanagi e Izanami revolvieron el mar con una lanza creando las más bellas islas, donde se ubicaron y concibieron otros muchos dioses, los del viento, el mar, las montañas y la tierra. De este modo, este segundo tema es más delicado y romántico, un fantasioso ambiente con el protagonismo de la flauta, sonidos más dulces hasta encontrar esa melodía casi mágica, que deja volar la imaginación. En "Koi" ('El amor y la muerte de Izanami') Mikoto, dios del dolor y la pena, es expulsado de la tierra de los dioses tras la muerte de su madre, y encuentra el amor de la doncella Kushinadahime en un pueblo aterrorizado por el dragón de ocho cabezas. Esta emblemática composición, una de las mejores del trabajo y un pasaje mágico en la discografía del japonés, es poesía musical de principio a fin, embelesa sin remedio y transmite sensaciones como pocos músicos son capaces de hacerlo; la esplendorosa melodía retorna tras un interludio, y la aparición de los tambores la concluyen de manera mas rotunda. "Orochi" ('El dragón de ocho cabezas') es la historia de ese terrible monstruo que había devorado a las siete hermanas de Kushinadahime, y de cómo Mikoto le derrota en una larga lucha, la que recrea Kitaro a lo largo de siete minutos sobre la base de una cruenta percusión de manera rítmica, intensa y conmovedora. Si bien esta primera parte del trabajo es realmente abrumadora, no acaban aquí las grandes composiciones del mismo: en "Nageki" ('Tristeza en un mundo de tinieblas') Mikoto es redimido por su hermana Hikaru, diosa del sol, que acaba ocultándose en una cueva, sumergiendo al mundo en la oscuridad, por lo que este tema es más lento y triste, si bien sus notas son luminosas, como de esperanza; la sencilla pero celestial tonada de flauta, con la ayuda del violín y un ambiente cósmico, desemboca en la composición tal vez más recordada de la obra, "Matsuri" ('El festival'), que cuenta la historia de un truco de los dioses para que Hikaru salga de la cueva, haciéndola creer que la gente, a pesar de la oscuridad, estaba feliz y bailaba en un gran festival; es por lo tanto una pieza muy colorista y alegre, una grandísima canción -como todas las del álbum- donde los tambores japoneses se dejan oir con increible fuerza, un continuo y vital clímax de melodía, ritmo y atmósfera oriental que es parte importante de los conciertos de Kitaro. Como epílogo, en "Reimei" ('Un nuevo amanecer') vuelve la luz, la paz, la alegría, y Mikoto y Kushinadahime se casan en un colofón musical de gran felicidad, que retoma la melodía de "Sozo" con vibrante y sinfónico final incluído. "Kojiki", que fue remasterizado en 1997 por Domo Records, y publicado también en 2003 en Super Audio CD, contó con dos CDsingles publicados por Geffen: en "Selections from Kojiki" vienen recogidos "The Eight-Headed Dragon (Orochi)", "The Festival (Matsuri)" y "The New Dawn (Reimei)", las mismas composiciones que aparecen en el CDsingle promocional en directo "World Tour 1990. Kojiki: A Story In Concert".
Esa es la historia de la creación de Japón que ha llegado a miles de personas gracias a Kitaro, que compuso e interpretó una auténtica joya, una mezcla de belleza, magia y drama, y la contó, dentro de la grandilocuencia merecida y característica de su estilo, con momentos de una soberana rontundidad, con la extraña sencillez y dulzura que también sabe impregnar en sus trabajos, la misma que su filosofía sinteísta provoca en su espíritu, dominado por la conciencia natural y universalista. Su introversión, humildad y su característica imagen hacen de él un personaje simpático, y por supuesto admirable si se escuchan maravillas como "Kojiki", un álbum superventas y autoproducido por Kitaro, que alcanzó el número 1 en la categoría new age de la revista Billboard (donde se posicionó durante 8 semanas), y en el que su autor ejercía de multiinstrumentista, si bien estaba rodeado de importantes amigos japoneses, como Syoji Fujiia los tambores, Hiroshi Araki en la guitarra, Yasuo Ogata en los teclados y Kohhachi Itoh al bajo, así como el violinista estadounidense Steve Kindler, que ya le había acompañado en sus conciertos por Estados Unidos. En 2017, Kitaro creó una nueva experiencia de audio y video en su gira "Kojiki and The Universe", una serie de conciertos con su música e imágenes y videos del universo (una crónica de la investigación astronómica, en colaboración con el astrónomo Kazunari Shibata), basado especialmente en el álbum "Kojiki", un trabajo inmenso, merecedor de tan bellas proyecciones.