22.4.07

BILL DOUGLAS:
"Jewel lake"


Si tuviéramos que destacar a un músico por la sensibilidad que transmite en su obra, entre las elecciones más seguras se encontraría Bill Douglas, un artista entrañable, ceremonioso, todo un personaje de la música instrumental (lo que entonces se unificaba como 'new age') que gozó de un gran éxito popular en las dos últimas décadas del siglo XX. Detrás de esa sonrisa burlona se esconde un compositor ecléctico donde los haya, un buscador infatigable del sonido más agradable. En sus discos juega con nuestros sentimientos como un niño con una peonza, y solamente su pelo canoso es más identificable que sus melodías, consecuencia de numerosas influencias y experiencias de toda índole, rock (imitaciones de Elvis o Little Richard en los 50), jazz (pianista allá por los 60, y enamorado del sonido de Lee Konitz, Miles Davis o Bill Evans), world music (estudió músicas africana, india -con predilección por Ali Akbar Khan- y brasileña en los 70), clásica (es un hábil fagotista y ha compuesto multitud de piezas, algunas de ellas para su gran amigo, el inimitable clarinetista Richard Stoltzman) y por supuesto esa hábil conjunción de todas ellas, incluidas la celta, coral (del renacimiento, especialmente) y ambiental, con que este canadiense nacido en 1944 en un ambiente familiar absolutamente musical, ha triunfado también en las Nuevas Músicas.

"Jewel lake" fue el primero de sus trabajos en este campo y con su propio nombre, que llegó de la mano del sello norteamericano Hearts of Space en 1988. Él ya había colaborado activamente en varios trabajos de Richard Stoltzman y un amigo, John Pearson, decidió enviarle a Stephen Hill (propietario de Hearts of Space) una copia de uno de esos discos, "Begin sweet world", que se ha convertido también en todo un clásico. Fue Stephen el que telefoneó a Bill para que hiciera un disco para su sello, y Bill decidió que su música encesitaba para ello un sutil toque eléctrico, por lo que adquirió enseguida dos sintetizadores, un Yamaha DX7 y un Roland D50. En cuanto a la inspiración, el músico nos contaba que "provino de la música coral del Renacimiento, en particular la música de Byrd, Josquin y Tallis. Otra gran influencia fue la música popular de las islas británicas, particularmente Ralph Vaughan Williams y Gustav Holst". Dos tipos de composiciones se citan en los primeros discos de Bill Douglas: por un lado, las dulces y melodiosas, donde los instrumentos de viento se entremezclan con los teclados, "Angelico" por ejemplo es el mejor de los comienzos, es la delicadeza hecha música -una pieza de título acertado, pues es una forma angelical de unir el teclado y el viento en una suerte de poesía ensoñadora que estuvo influenciada por el oratorio de Navidad de Vaughan Williams, "Hodie"- y en ella, como en "Dancing in the wind" o "Caroline", se aprecia una intensa dulzura, como en deliciosas piezas 'durmientes' como "Lullaby" -más que una canción de cuna, una balada de aroma jazzístico-, "Infant dreams" -que sí sería, en la práctica, una bella nana, vaporosa y de ambiente sereno-, "Folk Song " y sobre todo "Hymn" y esa dulce despedida que supone "Jewel lake", donde se produce el más emotivo de los diálogos entre teclado y oboe. Como una segunda vertiente de su inspiración, otra serie de piezas más aceleradas, como danzas irlandesas en las que cristalinos teclados juegan entre sí en una endiablada conjunción, como la popular "Highland" -rítmica y danzarina, con la que realizamos un largo y excitante viaje hasta el verdor de los paisajes irlandeses- o "Killarney", composiciones que han llegado a nosotros en forma de sintonías de algunos programas radiofónicos. En uno u otro caso, mediante poesía electroacústica o gracias a su herencia celta, Douglas confeccionó una obra intensa y emotiva, con grandes momentos fieles a un estilo desde entonces inconfundible del que, al final del álbum, llegarían otros dos grandes ejemplos, como son "Innisfree" -preciosa canción inspirada en un poema de Yeats, que si bien contará con letra para su siguiente trabajo aquí se basta únicamente con ese luminoso teclado con aspecto de nana y excepcional brillantez en su melodía- o ese pequeño himno (una hermosa bendición gaélica rescatada con acierto por Douglas) titulado "Deep peace", poesía cantada por la soprano Jane Grimes, que tampoco se quedará únicamente en este primer disco (de hecho titulará uno de sus futuros trabajos, donde recibirá otro tratamiento). La emotiva historia que hay detrás la cuenta así el artista: "Le envié esta grabación a mi padre como regalo de cumpleaños setenta y uno. 'Deep Peace' se convirtió en su pieza musical favorita, y la tocó una y otra vez. Murió de un ataque al corazón poco después de eso, y se tocó 'Deep Peace' en su funeral". Si bien decidió prescindir en esta obra del clarinete de su ocupadísimo amigo Stoltzman, Bill encontró felizmente en la flauta y sobre todo el oboe el mejor camino para conducirnos hacia románticas baladas o exóticas danzas. Bill se había casado en 1983 (bajo ceremonias budista y cristiana) con Caroline Starnes, y en 1985 había nacido su hija Catherine Karuna Douglas ('Karuna' significa 'compasión' en sánscrito), a la que también dedica el tema "Karuna" en este trabajo.

Escuchar "Jewel lake" es nadar en un lago sereno y apacible de aguas cristalinas, es saborear la extrema delicadeza de unas composiciones evocadoras y llenas de colorido, que ante todo inspiran, como dice el título de la canción antes mencionada, una 'paz profunda'. Los grandes músicos que han ejercido durante el tiempo una reconocida influencia en Bill Douglas, tan variados como Vaughan Williams, Miles Davis, Keith Jarrett, Ali Akbar Khan o Johan Sebastian Bach, estarían orgullosos de lo conseguido por este singular personaje y disfrutarían, como nosotros, de tan bello resultado y deliciosa ejecución: Bill Douglas se encargaba de interpretar fagot, piano y sintetizadores, Geoff Johns de las percusiones, Anne Stackpole de la flauta y Lisa Iottini del oboe, mientras que Stephen Hill producía el álbum. El consejo lógico es precisamente ese, bucear en este 'lago' para disfrutar de la 'joya' que representa.







4 comentarios:

faustinger dijo...

Una gozada para los oidos. Lo conocí a la vez que el Nebka de Benjamin Lew. Me gusta más que las orquestas y coros de sus trabajos posteriores. Por cierto me has leido el pensamiento ya que pensaba ponerlo en mi blog.

Saludos

Pepe dijo...

Sí, a mí me gustan más "Jewel lake" y "Cantilena" que sus últimos trabajos, que son muy sensibleros. Le ví en directo en la época de "Kaleidoscope", tú lo has dicho, una gozada.

Anónimo dijo...

Otros de mis discos favoritos (de mi top ten) de "otras músicas". En su día, (en mi juventud, mejor dicho), fue todo un descubrimiento, es como si el tipo hubiera encontrado la fórmula secreta de la sensibilidad.

Me lo compré en vinilo y por ahí lo tengo (rallado de tanto oírlo, claro está). Tuve la fortuna también de ver al amigo Bill en el Teatro Principal, y recuerdo como en mitad del concierto dijo que iban a "salirse" un poco del guión e interpretaron algún tema digno de una big band al uso (las influencias que citas, Pepe).

Por un lado, Pepe, siento mi ceguera mental cuando alguna vez me has preguntado por algún disco favorito mío para incluirlo en tu blog, ... ¡¡y siempre se me olvidaba este!! Por otro, muchas gracias por acordarte tú :-)

P.D. No recuerdo si ya has incluido algo de Stolzman en el blog, pero si no, supongo que como consecuencia de Bill, algún día aparecerá Richard...

Pepe dijo...

Amigo Rick, es evidente que Richard Stoltzman debe tener su rinconcito en el blog, de hecho tengo improvisado algo sobre "Begin sweet world", pero prefiero separar un poco y no solapar las críticas de Bill y Richard.

Permanece atento a la pantalla y cuando llegue el momento opina, que tienes mucho que decir, como ese 'momento big band' que no recordaba en el concierto de Bill Douglas, qué grande!!!