12.11.20

CUCO PÉREZ & LUIS DELGADO:
"Circus (La música en el circo)"

Antiguamente, tan solo el anuncio de la llegada de un circo a una ciudad o un pueblo era un auténtico fenómeno en la vida de sus gentes y un derroche de ilusión y fantasía para todos, niños y no tan niños. Eran otros tiempos, evidentemente, pero en la actualidad la publicación de proyectos como esta suerte de compilación de músicas circenses titulada "Circus", también logra despertar una extraordinaria ilusión en el seguidor de las propuestas musicales diferentes y atractivas. No en vano la temática escogida por Cuco Pérez y Luis Delgado es mágica, alentadora, y en este caso esos nombres implicados son un derroche de calidad y excelencia en muchos ámbitos musicales en nuestro país, dos auténticos todoterreno de lo folclórico, colaboradores de decenas de nombres conocidos, y miembros pasados de bandas de excepción como Nuestro Pequeño Mundo, Radio Tarifa (Cuco), Imán, Babia, Finis Africae (Luis), o La Musgaña, donde ambos coincidieron. Cuco grabó además su único trabajo en solitario, un delirio de acordeón titulado "Cambiando el paso", en el mítico sello de Luis Delgado 'El cometa de Madrid' en 1990. Juntos, han actuado en directo en dos proyectos fundamentales, 'Música de cine' (junto a Diego Galaz, un paseo por melodías emocionantes del cine del siglo XX como 'El padrino', 'Amarcord', 'La pantera rosa', 'El golpe' y muchas más, incluso algunas otras presentes en el disco que nos ocupa), y 'Circus', que dio origen a este CD titulado "Circus (La música en el circo)", grabado y mezclado en el estudio del Museo de la Música de Urueña en octubre de 2013, y publicado ese mismo año por el propio Museo de la Música de Urueña (MU), localidad vallisoletana en la que Luis Delgado expone su colección de instrumentos.

Destaca Rafael Torres en la introducción al completo libreto del CD que "no existe la música de circo, pero sí la música del circo, que puede ser cualquiera siempre que alcance no ya a subrayar, sino a suscitar, la emoción". Este folleto es un completo estudio de Luis Delgado (en él se basa principalmente esta crítica) sobre esas músicas que, más allá de redobles y efectos, han apoyado desde hace siglos a las diversas manifestaciones del arte circense, muchas de las cuales quedan reflejadas en el propio CD. No están aquí las características marchas de John Philip Sousa (conocido como el Rey de las marchas), transportadoras -nos recuerda Luis- a las antiguas cabalgatas de los artistas publicitando la llegada de un circo a la ciudad, pero sí comienza el mismo con la atemporal melodía de "Entry of the gladiators" que el checo Julius Fucik compuso fascinado por la antigua Roma, y que se ha convertido en un auténtico icono del espectáculo circense, que todos -lo sepamos o no- conocemos y podemos silbar. No se sabe con exactitud qué música acompañaba a los espectáculos ecuestres del jinete militar Philip Astley, considerados origen del circo a finales del siglo XVIII, pero en el XX se popularizó en esa disciplina la "Danza húngara nº5" de Johannes Brahms, que Cuco y Luis adaptan, haciéndonos llegar su ritmo trepidante. Lo exótico acompaña al circo desde la llegada de magos orientales, acróbatas chinos, jinetes mongoles o faquires Indios en el siglo XIX, muchos de los cuales acabarían siendo, con el tiempo, occidentales disfrazados. Luis Delgado dedica a todos ellos, auténticos o no (pero siempre artistas) su composición "La garza blanca", de tintes orientales, donde de su impresionante colección de instrumentos utiliza el bawu (flauta de caña china) y el guzheng (especie de cítara china). La segunda pieza de Luis en el disco es la teatral y estimulante "Pasaje Berthaud", donde la zanfona dialoga con el acordeón, y que está dedicada a la memoria del desaparecido Teatro de Autómatas de Gonzalo Cañas. Los trapecistas (rusos, concretamente) están representados en el disco por "Noches de Moscú", canción del soviético Vasily Solovyov-Sedoy, para la que el acordeón encuentra un soñador acomodo sustituyendo a la letra. Aunque en los últimos tiempos la polémica rodea a los espectáculos con animales domesticados, estos fueron hasta hace bien poco una de sus grandes atracciones, con osos, focas, leones, tigres y domadores famosos, y por supuesto los elefantes, que estos músicos recuerdan con la eterna tonada de Henry Mancini "Baby elephant walk". También a los domadores de felinos dedican un poco más adelante la conocidísima "Danza del sable", del armenio Aram Khachaturian, uno de esos momentos de enorme peligro en la pista y dinamismo en la música, que se presenta igual de animada en la suite dedicada a los especialistas ecuestres que engloba tres enormes piezas de películas, "El bueno, el feo y el malo" (de Ennio Morricone), "Bonanza" (de Livingstone & Evans) y "Los siete magníficos" (de Elmer Bernstein), donde entre otros muchos instrumentos Luis interpreta la característica guimbarda (o arpa de boca) y Cuco los silbidos. Al respecto, Luis Delgado cuenta en el folleto la muy interesante historia del circo de Buffalo Bill, y su paso por Europa y por España, donde la viruela y la gripe se cebaron con la compañía en Barcelona. El disco se sigue nutriendo de enormes clásicos de la música clásica y popular, relacionados de algún modo con el circo. Así, "O, mio babbino caro" (de Giacomo Puccini) está dedicada, en general, a los músicos del circo, y la "Gymnopédie nº1" (de Erik Satie) a los hipnotizadores, concretamente al misterioso José Mir Rocafort, que actuaba con el nombre artístico de Profesor Fassman. En estas dos piezas se utilizan dos instrumentos poco usuales, cuyo interés y cierta sorpresa son mucho mayores al contemplar este espectáculo en directo: en el segundo, Luis utiliza el theremin, instrumento electrónico de sonido fantasmal que no se toca con las manos sino que recoge las vibraciones del aire y las convierte en sonido; en el tema de Puccini, Cuco interpreta otro curiosísimo instrumento ligado estrechamente al circo, el serrucho musical, un auténtico serrucho que el intérprete coloca entre sus piernas y toca con un arco, jugando con la posición y el doblez de la herramienta. Instantes como éste poseen, en los directos, una magia de recuerdo imborrable. Dos composiciones restan por mencionar, una de ellas dedicada a los circos de pulgas (con y sin ellas, especifican), la pieza de Maurice Jaubert "À Paris dans chaque faubourg", en la que podemos escuchar una caja de música manejada por papeles perforados. Por último, y en este auténtico museo de la nostalgia, no podía faltar un último recuerdo a los verdaderos animadores del circo y creadores de sonrisas, los payasos, así como a los más veteranos oyentes de este álbum, con el inmortal "Había una vez un Circo", de Emilio Aragón Bermúdez (el gran Miliki), que tantas sonrisas y alegrías hizo aflorar en más de una generación. En la mejor tradición de los álbumes temáticos de sellos como el imprescindible Windham Hill, "Circus" va más allá de la simple reunión de piezas, por su extraordinario nivel de documentación y explicación. Cuco Pérez aporta especialmente su acordeón, así como piano órgano hammond, serrucho musical y silbido. Luis Delgado interpreta zanfona, glockenspiel, balalaika, mandolina, guitarra, guimbarda, bawu, guzheng, bajo ashbury, caja de música, theremin, percusiones e instrumentos virtuales.

Jaime de Armiñán, en "Biografía del circo" (Pepitas de calabaza ed., 2014, aunque editado por vez primera en 1958), planteaba el conflicto: "¿Quién sirve a quién?, ¿la música al circo o el circo a la música?". Añade aquí Luis Delgado que "el más bello de los espectáculos visuales -como afirmaba Teophile Gautier en el siglo XIX- lo sería mucho menos si no estuviera apoyado en todo momento por la música". Y es que no se comprende un circo sin música, como no se escapa nunca, especialmente si el encontronazo se ha dado en la niñez, el recuerdo de esas mágicas imágenes asociadas a tan fabulosos sones. Luis Delgado y Cuco Pérez contribuyen notablemente a avivar esas vivencias por medio de esta suerte de recopilación de episodios circenses, en su mayoría de acertada remembranza e interpretación. Y es que el proyecto tenía doble cara, no es excesivamente difícil, tras una cierta revisión temática, recopilar una serie de temas adecuados al mundo del circo, pero era necesario acertar con el tratamiento y no caer en clichés ni infantilismos. En su concepción, Delgado y Pérez (tras años de correrías, se agradece especialmente la compenetración de estos dos grandes músicos) nos transportan por igual a aquellas históricas carpas como nos dan una lección de historia de los instrumentos musicales asociados a este glorioso mundo circense, que aunque haya perdido su carácter de entretenimiento único, siempre continuará alegrando las caras de grandes y pequeños tanto en carpas reducidas de los circos de siempre que aún sobreviven no sin dificultades (y que es necesario seguir apoyando), como en los macroespectáculos con grandes medios y una grandiosidad que ha trascendido el concepto de espectáculo, por ejemplo las enormes (y también recomendables) propuestas del Circo del Sol.

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