Nacida con un afán experimental entre el ambient y el minimalismo que preferiblemente hay que vivir en directo, la música drone se comporta en ocasiones como una autentica tormenta, un denso rugir eléctrico que puede llegar a ser difícilmente soportable auditivamente, plagado de ruidos y efectos que tienden más a ensuciar que a embellecer el producto. De hecho, es un tipo de música que se puede a la vez padecer y disfrutar, dependiendo de cada persona o de su estado de ánimo, y es que como el minimalismo o algunas músicas étnicas (por abarcar solamente un par de disciplinas), la escucha del drone requiere una aceptación por parte del oyente. La recompensa se encuentra en saber fundirse con el sonido y el espacio, en gozar del estatismo asumiendo el poder envolvente e hipnótico de la música. Si bien los padres del movimiento se considera que son ciertos minimalistas contemporáneos como La Monte Young o Terry Riley, es altamente interesante el giro al que se ha visto sometido en este siglo XXI al fusionarse con músicas más de masas como el rock, el punk, el dark ambient y especialmente la música electrónica. Entre tantos artistas que experimentan con estos sonidos, uno de los nombres a seguir es el de Rafael Anton Irisarri.
Nacido en Puerto Rico pero criado y nacionalizado estadounidense, Rafael tiene una ascendencia dispersa, española (del País Vasco), italiana y argentina (padrastro, hermanastros, y cuñado), de ahí viene su plena conciencia anti-Trump (apoya a los que se mueven en busca de oportunidades -"no quiero vivir en un lugar aislado del resto del mundo", afirma-), un conflicto activista que puede verse reflejado en su música. Hijo de las tensiones de la electrónica del siglo XXI, Irisarri sorprendió y convenció en 2007 con su álbum de debut, "Daydreaming", de sorprendente madurez en su uso del ambiente opresivo sobre un melancólico piano. En su evolución particular, "The north bend" fue más ambiental y oscuro, el artista nos ofrecía la posibilidad de buscar figuras entre la niebla, como parecía mostrar la portada del siguiente álbum, "The unintentional sea". Fue sin embargo "A fragile geography" el punto álgido de su oscura imaginación sonora. Publicado por el sello australiano Room40 en octubre de 2015, las texturas desarrolladas en sus algo más de 45 minutos son retazos musicales de otras dimensiones, a las que este tipo de música accede en su saturación y reverberación, extremas en ocasiones. Por fortuna, en la calma, aun ensuciada, se encuentran recompensas ambientales sin igual. Tras un comienzo suave ("Displacement"), "Reprisal" es como un tsunami sónico que arrasa todo a cámara lenta, pero a partir del minuto 15 entra, radiante, una segunda ola con mayor carga ambiental, generando un ruido penetrante, una magistral lluvia ácida de título "Empire systems", enorme composición que, como un maremoto, entusiasma y asusta del mismo modo. Otros ambientes mas dulcificados ("Persistence", por ejemplo) asoman a partir de aquí, pero es en las atmósferas apocalípticas donde Irisarri provoca más y mejor, accediendo a lo mas recóndito de la mente, a otra realidad sonora en ocasiones aterradora en su falsa placidez, como en un "Secretly wishing for rain" en la que suena el aporte acústico del chelo de Julia Kent. El final (un bonus-track titulado "The outer circle") es calmado, como el atisbo de un nuevo amanecer. Por principio, hasta en lo más amable se busca el ruido controlado, circunstancia que despoja a la música de esa capa de lógica belleza, melodiosa y primaveral, que durante siglos la ha acompañado, no en vano Irisarri comenzó tocando guitarra y bajo en bandas de punk, pero su evolución le condujo hasta la electrónica, en la que ha hecho grandes amigos y con la que ha podido realizar otra de sus aficiones, viajar por todo el globo, Estados Unidos, Europa (España, por supuesto) o Australia. El proceso de composición de su arte, afirma, "es como una catarsis, un tipo de terapia, creo enérgicamente en la música como una fuente importante de curación (...) Si no estuviese haciendo música, ya estaría muerto o internado en un manicomio". Aparte de fantasmal, la música de este artista posee características visuales, descriptivas, utilizando sonidos presentes en su vida como un pintor plasma en su lienzo los colores que contempla: "Procesar una grabación de campo y usarla como fuente de sonido para una composición es lo más cercano que puedo llegar a utilizar a la naturaleza como parte de mi proceso creativo".
En 2014, tras dejar Seattle, Rafael encontró en Nueva York su espacio perfecto para desarrollar su actividad de creación y producción en el Black Knoll Studio, donde diseña, produce y remasteriza a artistas nuevos o a algunos veteranos como Terry Riley o Ryuichi Sakamoto. Esa tarea no le resta tiempo para ofrecer su propia música, cuya principal influencia literaria afirma, es el escritor uruguayo Horacio Quiroga, "su historia familiar es muy similar a la mía, empañado en tragedia desde una edad temprana, así que puedo relacionarme mucho con su obra. Él es como el Edgar Allan Poe del mundo de habla hispana". Así, tan oscura como la obra de Poe, tan temible como la de Quiroga, la música se eleva, presa de inquietantes disonancias. Su característico tipo de diseño exterior del producto, insano, es también atractivo y excitante en combinación con la propia música presentada en el interior, cada álbum es una instantánea de sus emociones presentes. Las de "A fragile geography" comenzaron depresivas cuando en el traslado desde Seattle sufrió el robo de sus posesiones, incluidos los archivos de audio, lo que le obligó a renovarse completamente. No sólo salió airoso de la traumática experiencia sino que su fruto fue uno de sus mejores trabajos, entre los que piezas como "Empire systems" pueden convertirse en uno de los grandes clásicos de la música ambiental de los nuevos tiempos.
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