La idea del piano preparado, cuyo sonido se altera considerablemente por la disposición de objetos entre sus cuerdas, fue utilizada en mayor o menor medida desde los albores del siglo XX (Satie, por ejemplo, introducía papeles en la caja de resonancia en su obra 'Piège de Méduse'), pero su mayor uso y popularización proviene de maestros como Henry Cowell y especiamente John Cage. Su originalidad hace de los conciertos que disponen de esta técnica algo totalmente especial, y es que es visualmente donde únicamente se puede distinguir qué es lo que origina el sonido que se está escuchando. Uno de los compositores que mejor han explorado en sus posibilidades ha sido el norteamericano (nacido en 1944 en Corvallis, Oregon) Stephen Scott. Scott fundó The Bowed Piano Ensemble (algo así como el conjunto del piano con arco) en 1977, y su idea consistía en una evolución del piano preparado, un grupo de diez personas que manipulan cuerdas de nylon y de pelo de caballo dispuestas en las entrañas del piano de cola, de tal forma que suena como una auténtica orquesta. Requerido para actuar en directo por todo el mundo, sus grabaciones han sido recogidas desde 1984 por sellos como New Albion Records (un clásico en la música contemporánea, con trabajos de compositores tan importantes como John Cage, Morton Feldman, John Adams, Terry Riley o Ingram Marshall), que publicó en 1996 su obra más emblemática, un álbum conceptual titulado "Vikings of the sunrise", que habla de los navegantes pioneros que surcaron el océano Pacífico y colonizaron sus tierras y sus islas, y extiende su crónica hasta los últimos exploradores que dejaron su huella en la mayor extensión de agua de la Tierra.
A pesar de su escasísima repercusión popular, Stephen Scott es un afamado músico y maestro, cuyas máximas influencias en su campo, más allá de John Cage, han sido Terry Riley y un Steve Reich con el que coincidió en Ghana a comienzos de los 70, y con el que pudo conversar mucho (se considera guiado un poco por él) mientras aprendían polirritmos de los maestros africanos. Pasó de los instrumentos de viento en la escuela (clarinete y saxo) al estudio profundo del jazz de Miles Davis, John Coltrane, Bill Evans, Charlie Parker o Thelonious Monk, antes de estudiar composición en la Universidad de Oregon con Homer Keller (que también instruyó allí a Ralph Towner, por ejemplo) y con Ron Nelson y Gerald Shapiro en la Universidad de Brown. Aunque también abordó la música electrónica, pronto decidió que no era su campo, y a mediados de los 70 descubrió en la obra de Curtis Curtis-Smith -el auténtico pionero de la técnica de Scott- el sonido de un tono sostenido de una cuerda de nylon frotada sobre las cuerdas del piano, y se preguntó cómo sonarían varios ejecutantes de esta clase en una suerte de interpretación experimental. Dicho y hecho, tras hablar con Curtis-Smith comenzó su vanguardista labor, con pequeñas piezas que acabarían incluídas en su primer álbum, "New music for bowed piano", una especie de estudio que le llevaría a sus grandes obras, comenzando por "Minerva's web / The tears of Niobe" en 1990 (un gratísimo paisaje ambiental grabado por el Colorado College New Music Ensemble) para llegar a su partitura más conocida y aplaudida, "Vikings of the sunrise" en 1996. Amy Dounay, Christopher Eisinger, Daniel Wiencek, David Wilhelm, Joshua Finch, Lewis Keller, Sally Rupert, Shawn Keener, Talitha Jones y el propio Stephen Scott son los diez miembros del Bowed Piano Ensemble (de ellos, sólo Scott y Wiencek perduraban del Colorado College New Music Ensemble, y para posteriores representaciones con soprano se harán acompañar de la esposa de Scott, Victoria Hansen). En su estructura narrativa, "Vikings of the sunrise" implica una suerte de evolución respecto de su obra anterior, tanto en la historia desarrollada como en su forma de musicarla (nuevas herramientas -"martillos de piano de mano, mazos de percusión y silenciadores especialmente diseñados que cambian el timbre del piano"- y otras antiguas utilizadas de manera novedosa y más difícil). En el prólogo del libreto del CD, el compositor Ingram Marshall nos habla de un amplio ritmo en el desarrollo de la obra, "la forma en que la pieza se desarrolla en el tiempo y sigue reinventándose en sí, como el vasto Pacífico. Tiene olas más pequeñas pero también olas enormes, que le dan su forma general". El etnólogo y antropólogo maorí Peter Buck fue el inspirador de la obra a través de su libro 'Vikings of the sunrise', en el que nos dice: "¿Qué clase de hombres eran esos que, al superar los logros de los fenicios en el Mediterráneo y de los vikingos del Atlántico norte, son dignos de ser llamados los navegantes supremos de la historia?"; tras exponer en el prólogo del libro las hazañas de esos navegantes mediterráneos, así como las de los vikingos o de Cristóbal Colón en el Atlántico, comienza a contar la historia de esos mares inexplorados por los europeos en aquella época, que desde mucho tiempo atrás fueron surcados por los navegantes polinesios que fueron poblando las islas del 'gran océano de Kiwa' (la diosa polinesia de los crustáceos). La musicación por parte de Scott se divide en tres partes, la de la creación, la de los primeros exploradores del Pacífico y la de los últimos colonizadores. "Tangaroa" es el título de la primera parte del álbum, y es el nombre del Dios maorí del mar y del Dios creador en la mitología samoana, el mismo que provocó un atronador oleaje que elevó las primeras tierras, el 'ocean drum'. El prologo ("The void") atrapa y plantea la pregunta en el oyente acerca de los instrumentos utilizados por el grupo. Efectivamente, se nos habla del piano preparado, pero no podemos llegar a imaginar de qué se trata hasta ver en algún vídeo cómo el utensilio está profanado, surcado por multitud de cuerdas, y cómo se utiliza toda esa parafernalia (todo de manera bastante caótica, que contradice a lo que suena y parece mentalmente) con un instrumento del que el 99% de las veces sólo escuchamos y vemos interpretar manipulando teclas y pedales. Es algo espectacular, una especie de mesa de operaciones, un amasijo de cables que, cada uno en posiciones estratégicas, accionan y rozan suntuosamente las cuerdas originales, creando ambientes y sueños. En "The great ocean of Kiwa" y especialmente en "Ocean drum" se introduce ya el acertado leitmotiv del trabajo, que continuará su desarrollo en "Vikings of the sunrise", la segunda parte, la más larga y motor temático primigenio del disco. Empieza con "Sun catcher", aguerrida y presa de la en apariencia incontrolable actividad de los intérpretes rodeando el instrumento y utilizándolo también a modo de percusión (ostensible en "We, the navigators" o en "Tangiia takes ten to tango"). Tangiia fue un navegante mítico que Scott imagina "tomando un descanso para recreación y entretenimiento, aunque con la melodía de una forma de baile del siglo XX". "Land of light" es el nombre original de Hiva, la 'tierra de la luz' que los españoles llamaron Las Islas Marquesas, de donde se supone que partieron los habitantes de la Isla de Pascua. Precisamente hay aquí también un lamento por Rapa Nui (ese lamento se refiere al lamentable impacto sufrido por la belleza original de la isla, su cultura y sus habitantes, diezmados por las enfermedades de los europeos). Antes se menciona Kiukiu, un promontorio al oeste de Hiva, "desde el cual se pensaba que los espíritus de los muertos comenzaban su viaje de regreso a casa hacia el sol poniente y Hawaiiki". El leitmotiv va y viene, se alía con otros ritmos y tempos, y la suite va creciendo, imperturbable. El final de la misma, "The star paths fade", es algo más activo, y da paso a la tercera y última parte del trabajo, compuesta por los ocho cortes restantes. Su título es "Vikings of the sunset", y glosa las andanzas de los exploradores tardíos del Pacífico, europeos como Magallanes, James Cook o Thor Heyerdahl (que en 1947 cruzó el Pacífico desde Sudamérica hasta la Polinesia a bordo de la embarcación Kon-Tiki). 'Las Carabelas de Cristo' ("The caravels of Christ") es el título de un libro de Gilbert Renault sobre exploraciones portuguesas en el Índico, esas naos en las que viajó Magallanes, que en 1520 descubrió el Estrecho de Magallanes (El Paso). También le da importancia a James Cook, el famoso Capitan Cook que midió el tránsito de Venus (el paso del planeta Venus como una pequeña mancha por delante del Sol, algo que sucede cada 243 años) desde la bahía de Matavai en Tahití ("Transit of Venus, Matavai, A.D. 1769"). "Dirge for the lost heroes" se refiere a todos los exploradores del Pacífico, "reunidos en el más allá en una mítica patria que es tanto el Hawaiki de los polinesios como el Valhalla nórdico". El del Bowed Piano Ensemble en esta obra es un sonido tan abierto, que puede parecer cósmico por momentos, intrépido en general (lo que favorece a la temática) y que en directo cobra otra dimensión, percatándose el espectador de lo verdaderamente asombrosa que es la compenetración de los integrantes del conjunto en esas circunstancias: "Si nos ve actuar, notará que se necesita mucho movimiento intrincado y 'coreografiado' para reproducir mi música. Los intérpretes trabajan en espacios muy reducidos, y los movimientos de cada uno deben planificarse para no entrar en conflicto con los de los demás (...) En mi grupo, todos compartimos un espacio muy pequeño, y varias personas usarán un dispositivo en diferentes momentos o necesitarán el mismo espacio al mismo tiempo, por lo que existe un gran potencial de conflicto, pero también de soluciones elegantes y compromisos ingeniosos".
La obra de Stephen Scott surge de las entrañas del piano, como una partitura visceral y en proceso de un parto lacerante cuya culminación es tan grata como la milagrosa generación de vida. "Vikings of the sunrise", definida como 'fantasía en los navegadores polinesios del camino estelar', es una odisea experimental, un álbum de difícil escucha pero vivo, distinto, que marca nuevos caminos en la música contemporánea. Más visual que auditiva, es difícil concentrarse en esta música, pero es aún más difícil sacársela de la cabeza, a pesar de su ausencia de melodías y ritmos definidos. Scott conduce por terrenos fantasiosos a su extraño conjunto, la partitura se mueve por recovecos a la par minimalistas y ambientales, conjuntando un asombroso telar de igual heterogeneidad que fascinación; no necesariamente a la primera escucha, pero cada nueva oportunidad que se le da, va tejiendo esa trampa pegajosa e insoslayable. "Vikings of the sunrise" es fascinante tanto en su poder narrativo como en su materialización sonora, interesa por igual lo que dice y cómo lo dice, y en su cierto incógnito, este profesor de música en el Colorado College se rebela como aún más interesante, esa perla perdida, oculta, de la música contemporánea, de la que es necesario hablar, incluso podemos afirmar taxativamente, en su necesidad, que el mero hecho de comentar trabajos como éste es ya importante, más allá de la forma de hablar sobre ellos. No dejéis escapar, pues, obras de Stephen Scott como "Vikings of the sunrise" o como "Minerva's web", y especialmente sus representaciones en directo.
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