5.3.19

NILS FRAHM:
"All melody"

Una buena temporada de relativo silencio (todo 2017 y parte del año anterior sin referencias discográficas ni conciertos) dieron que pensar a sus seguidores sobre la figura del prolífico pianista alemán Nils Frahm. Pocos años antes, la rotura de un pulgar originó también instantes de reposo (aún así compuso "Screws" para nueve dedos), pero en esta ocasión la razón de la ausencia del músico fue tanto un descanso mental ("me di cuenta de que llevaba varios años sin parar de tocar y de viajar y que de algún modo había perdido perspectiva sobre mi propia música") como la planificación y construcción de un nuevo estudio de grabación. Una vez más, y después de este periodo de 'hibernación' (así se define en su web oficial), Frahm retornó con fuerza en la industria, alcanzando de hecho una cierta madurez en su ya de por sí curtida discografía. Erased Tapes Records publicó el 26 de enero de 2018 "All melody", que sería su primer lanzamiento materializado en su nuevo estudio berlinés, de nombre Seal 3, un amplio espacio personalizado de auténtica ingeniería musical ubicado a orillas del río Spree, en el emblemático edificio Funkhaus, que como desvela Nils "se construyó entre 1953 y 1956, y contiene algunas de las salas de grabación más increíbles que se han construido hasta la fecha". Ensimismado con las posibilidades del estudio, Frahm construyó una obra más compleja de lo que parece al ser escuchada, un disco vibrante de un músico cada vez más imprescindible.

Confiesa Nils que "All melody" no tiene absolutamente nada que ver desde su idea original y primeros bocetos hasta el disco concluido. Por el camino, el joven artista descubrió muchas nuevas posibilidades sonoras, tanto en el Seal 3 (para el que se construyó especialmente la mesa de mezclas y varios instrumentos, y que se ve en la portada del trabajo y fotos interiores, así como en un pequeño vídeo oficial a modo de trailer) como en Mallorca ("donde mi amigo Tobias descubrió un viejo pozo seco por accidente, que tenía una reverberación artificial muy larga de gran calidad"), para que al final la obra consiga reflejar ese interés declarado en "el sentimiento físico que el sonido puede producir". No todo en "All melody" es melodía, el título es engañoso, pero él intenta demostrar que no hay necesidad de hacer caso al rigor de la enseñanza -donde melodía, armonía y ritmo han de estar compensados-; las pistas más rítmicas de este disco también pueden ser escuchadas como melodía ("en mis oídos y en mi cabeza, la pista de ritmo es una melodía y es armonía, y la armonía es ritmo, por eso este título lleva a algo de confusión porque este es un disco muy confuso"), ya que de todo puede extraerse un resultado agradable y estructurado. Decía el reconocido intérprete luxemburgués Francesco Tristano que era un error utilizar el piano como un instrumento del universo clásico, sino que se podían aprovechar sus posibilidades, "los sonidos que todavía no sabemos que tiene", y es que este pesado instrumento no sólo son teclas blancas y negras, tiene un cuerpo de madera, una caja de resonancia, pedales, multitud de cuerdas... son las manos y pies del intérprete los que deciden cómo utilizar esos factores, por lo general se busca el sonido limpio, pero el éxito es de los valientes, ya sea con pianos preparados (John Cage o precedentes de renombre como Satie o Villa-Lobos), adoptando complejas pero en definitiva puras adaptaciones grupales como las de Stephen Scott, o buscando algún tipo de impurezas, sonidos percusivos, incluso intentando que suene como un secuenciador, intentos que bien realizados -como en el caso de Nils Frahm- elevan las prestaciones del piano, del cual siempre podremos disfrutar también, por supuesto, en su vertiente purista. Lejos de la soledad de otras de sus obras, en "All melody" Frahm se acompaña de músicos que tocan con cierta libertad, amigos como Anne Müller (chelo), Viktor Orri Árnason (viola), Richard Koch (trompeta), Sven Kacirek (marimba), Tatu Rönkkö (batería y percusión), Sytze Pruiksma (otras percusiones) y Erik K. Skodvin (guitarra procesada); él mismo se encarga del piano, harmonio, celeste, percusiones, mellotron, pipe organ, otros teclados y creadores de efectos. "The whole universe wants to be touched" es el canto de sirenas que atrae hacia el trabajo, voces que suenan a la vez antiguas y modernas en una sensación indescriptible. A continuación, "Sunson" es una pieza viva, vibrante, orgánica, un original pulso no exento de un curioso toque étnico (la marimba, ese peculiar idiófono sudamericano), que deriva de forma natural hacia un sorprendente encuentro de acústica y electrónica en varios ambientes. "A place" mantiene la estela rítmica del anterior, un cálido latido amenizado con el aporte del coro fantasmal, Frahm se divierte en el estudio improvisando atmósferas como esta, con ritmo entre soul y jazz, tendencias fusionadas, fondos de hoy y voces del ayer, en un atrayente y falso demodé con el atrevimiento de unas cuerdas (viola y chelo) que le pueden acercar al classical crossover. "My friend in the forest" es un suave intento melódico al teclado, un cierto retorno a tiempos pretéritos con buen acabado y desborde de glitch, esos pequeños ruidos o fallos buscados en el hilo musical. Experimentando con un jazz sensual, Nils comparte con el oyente ambientes íntimos como "Human range" -atmósfera taciturna con coro y trompeta- o "Forever changeless", para acto seguido cambiar de registro y acometer el pulso vital que da titulo al disco, secuencia de gran calado latente, absorbente, que no transgrede, una pieza electrónica rítmica, bien construida, altiva, cuya efervescencia rítmica se prolonga febril en "#2", minimalismo electrónico que acerca formas actuales a las del pasado, por ejemplo a las de ciertas obras pioneras de Manuel Göttsching. Frahm juega, se divierte y rastrea nuevas formas de expresión no necesariamente melódicas (terreno en el que a buen seguro podría entrar sin grandes problemas), prefiriendo culminar este album multigénero con nuevos retazos de jazz ambiental ("Fundamental values"), minimalismo discotequero ("Kaleidoscope") o incluso drone ("Hard hymn"). La tecnología se cuela también en "Momentum", y es que este híbrido engloba un colosal esfuerzo por humanizar lo tecnológico y a la vez tecnificar lo humano. De los numerosos bocetos iniciales de "All melody" se han publicado a su vez otros dos trabajos, "Encores 1" (que más que un complemento parecen bocetos, un cuaderno de ideas en su fase inicial, un paseo sin desarrollar en profundidad) y "Encores 2" (donde destaca especialmente "Spells", composición de base tecno ambiental, con un ritmo secuenciado oscilante que se repite durante 12 minutos subyugantes, sin cansar, y de la que extraña su no inclusión en el disco principal). En palabras del músico: "La idea de Encores es como islas musicales que complementan a All Melody".

Sin pretender agradar fácilmente, Nils se adentra en terrenos diversos, la vanguardia minimalista de sus primeras obras, basadas principalmente en piano y órgano, ha derivado paulatinamente en una gozosa experimentación electrónica. La suya es una electrónica de salón que acierta a construir pequeñas suites que enganchan tanto por sus paisajes ambientales (la entradilla coral de "The whole universe wants to be touched"), lounge en ocasiones ("My friend in the forest"), como por adecuados ritmos de efervescente actualidad ("Sunson", y por supuesto "All melody" y "#2"). Frahm se muestra contenido en el acercamiento al jazz que presenta en la parte media del disco ("My friend in the forest", "Human range"), hurgando en definitiva en varios estilos proponiendo el suyo propio, avanzado y auténtico. Nils Frahm es uno de esos artistas modernos sobradamente preparados que lo mismo tocan, que orquestan, que componen o que desbordan en el estudio de grabación. Y todo parece fácil en sus manos. Suntuoso y elegante, en "All melody", intenta ofrecer patrones rítmicos reconocibles y adictivos con esencias ambientales camufladas, consiguiendo un inspirado conjunto, un evidente retorno a la primera plana de este aún joven artista. ¿Es esta su obra definitiva? Afortunadamente, y a sus 35 años (en el momento de la publicación de la obra), le queda mucho tiempo para demostrar lo contrario.

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