28.3.09

PATRICK O'HEARN:
"Eldorado"

Además de ser un consumado intérprete, crecido en el mundo del jazz (sus padres también eran músicos y le inculcaron el amor por el jazz y la música clásica principalmente), rock (en la banda de Frank Zappa) y pop (en grupos como Missing Persons o Group 87 -este último de fabulosa inventiva que fusionaba varios estilos-), la parafernalia electrónica que Patrick O'Hearn tuvo que instalar en el dormitorio de su propia casa de Los Angeles para poder grabar sus avanzados trabajos digitales para Private Music, le convirtieron poco a poco en un autodidacta ingeniero de sonido y experimentado productor y mezclador. Un año después de deslumbrar con su tercer disco en solitario, "Rivers gonna rise", continuó su evolución con paso firme, en esta ocasión abriendo un pequeño hueco en su nuevo trabajo al mundo de la 'world music'. El logro definitivo para dar el salto a la excelencia fue encontrar melodías de calidad para los ambientes desplegados, ya que lo impresionante del característico sonido de este bajista recae en esa eficaz conjunción de elementos, que provoca que cada disco de Patrick O'Hearn merezca perderse en su sencilla complejidad. En concreto su nuevo trabajo, publicado por Private Music en agosto de 1989, iba a estar inspirado en el mito de El Dorado, la ciudad de oro que los conquistadores españoles buscaron fatigosamente en sudamérica.

El mito de Eldorado sirve como excusa a O'Hearn para acercarse a otras culturas antiguas, si bien no era la primera ni última vez que estas reminiscencias inspiraban a nuestro músico, aunque "Eldorado" iba a ser por lo general un disco más luminoso que otros ejemplos como "Ancient dreams" o "Indigo", primera y última referencias, respectivamente, de O'Hearn para Private Music. En "Eldorado" la ambientación sudamericana provoca que los fondos, esas poderosas atmósferas que tan bien cuida O'Hearn, sean más alegres y coloridos, lo que queda evidente también en la propia portada, estupenda obra de Nancy Nimoy. Un detalle posiblemente fuera de lugar en la temática general que transmite el título viene dado por otra intensa contribución, ésta de raíz persa, en dos de los temas (el hermoso y penetrante violín de "Black Delilah" y un asomo más profundo a la música árabe en "Hear our prayer"), si bien el contenido no sólo no se ve damnificado sino que, por el contrario, gana en profundidad y calidad, en especial por la belleza del primero de los cortes mencionados, esa ondulante pieza titulada "Black Delilah", de cuidadísima instrumentación y hermoso acabado, que fue parte importante del trabajo, contando incluso con un maxi en vinilo y CD que incluían varios remixes del tema principal y algún tema nuevo como "Journey to Yoroba" o "Zanzabarbara". Emulando el comienzo animado de "Rivers gonna rise" (aquel inolvidable "Homeward bound"), este trabajo se abre con "Amazon waltz", una gran canción de ritmo frenético y melodía pegadiza con papel destacado de la guitarra, poseída además por el espíritu del Amazonas en sus gritos, sonidos selváticos e inmensa percusión. Con otras estimulantes composiciones en una línea animada con el sello O'Hearn ("Nepalese tango", "Chattahoochee field day" -un paseo cabalgante por el cauce del río estadounidense-) o más esotéricos ("Delicate" -de aspecto mágico, con voces sugerentes-, "Eldorado" -envolvente, profunda y misteriosa, con el magistral y en cierto modo extraño aporte de la trompeta de Mark Isham-), y dejando aparte ese tema vocal iraní tan extraño en O'Hearn y en un disco de presunta temática sudamericana ("Hear our prayer"), son otras tres las perlas de "Eldorado": la mencionada "Black Delilah" -con el inmenso y penetrante violín sobre una textura excepcional-, "The illusionist" -que, como gran parte del álbum se alimenta de la sensual tribalidad de sus ritmos, amén de la gozosa melodía desplegada-, y "One eyed jacks" -con un original diálogo entre teclados y un fenomenal bajo-, si bien hay que destacar de nuevo la homogeneidad y la producción del trabajo, a cargo del propio Patrick O'Hearn, que ofrece la que es posiblemente su obra más mundana.

Como músicos adicionales a los sintetizadores, bajo y percusiones acústicas y electrónicas de O'Hearn, repiten Peter Maunu a la guitarra y Mark Isham en la trompeta y saxo, ambos grandes amigos del bajista y miembros del Group 87, pero no están en esta ocasión sus otros colegas de Missing Persons, Warren Cuccurullo y Terry Bozzio, ocupándose de la percusión acústica -como ya hizo cuatro años atrás en "Ancient dreams- el gran Alex Acuña (es imposible nombrar la cantidad de grandes estrellas de la música para las que ha tocado Alex, desde Pérez Prado a U2 pasando por Elvis Presley, Whitney Houston, Al Jarreau, Chick Corea, Celia Cruz, Carlos Santana o formando parte del grupo Weather Report). Se añaden además nuevos registros, como el comentado violín del iraní Farid Farjad y las voces de la también iraní Shahla Sarshar y de Ina Wolf (esposa del productor Peter Wolf, que coincidió con O'Hearn en su paso como teclista por la banda de Frank Zappa, y en la mencionada banda Group 87). El resultado es otra obra vitalista e indispensable en la discografía de un músico serio, elegante y original, cuyo desconocimiento sería un auténtico pecado. Por contra, su siguiente referencia para Private Music no iba a ser un disco realmente suyo sino un experimento con su música titulado "Mix-Up", en el que reputados DJ's remezclaron sus canciones más importantes con vistas al mercado de clubes y discotecas (realmente, una creación del departamento de A&R -supervisión del desarrollo artístico- de Private, pues requerían un nuevo trabajo que O'Hearn, extenuado con sus proyectos para televisión, no podía ofrecer); el resultado pasa de interesante a deprimente, llegando a declarar nuestro músico que algunas de las cosas contenidas le hacían temblar.

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