A mediados de la década de los 70 un enorme volcán iba a estallar en tierras francesas con el nombre de Jean Michel Jarre, un joven pero experimentado músico cuyo apellido estaba directamente ligado a la música de cine pero que se estaba forjando una carrera por sí mismo entre instrumentos muy distintos a los que utilizaba su padre, el oscarizado compositor ("Lawrence de Arabia", "Doctor Zhivago", "Pasaje a la India") Maurice Jarre. Aunque llevaba años destacando en la producción y composición de música para otros autores y algunas bandas sonoras (a destacar la del film "Les Granges Broulées"), el disco que iba a encumbrar a este nativo de Lyon (nacido en 1948) llegaría en 1976 de la mano de Disques Dreyfus y con el título de "Oxygène", un trabajo sorprendente de música instrumental avanzada cuya temática general era el aire, una obra mítica que tenía numerosas virtudes, en especial la de impactar a la audiencia por su parafernalia electrónica, un cúmulo de nuevas sensaciones que asombraron a un público que comenzaba a apreciar sin temores las virtudes de esa extraña música electrónica que llevaba toda la década de los 70 sorprendiendo desde Alemania, Japón, Estados Unidos o la propia Francia.
La primera imagen del disco es la de una cuidada portada, impactante obra del artista gráfico Michel Granger, anunciadora de un inminente desastre ecológico para nuestro planeta. Las dimensiones del vinilo permitían apreciarla en su auténtica grandeza. En cuanto al contenido, destacaba sobremanera el hecho de que se tratara de un 'continuum' musical, imaginariamente dividido en seis cortes, y es que, como la música no deja de ser una manifestación artística, Jean Michel utilizó para sus títulos la opción que Piet Mondrian y otros habían usado en la pintura, denominando a sus cuadros 'composición + número', algo que iba a ser típico desde entonces en los trabajos más conocidos y valorados de este sintesista galo. Sin embargo, la verdadera revolución se produce en el momento en que comienza a sonar la música, y es que con "Oxygène", Jarre busca agradar sin miramientos, reclama el reconocimiento popular para la música electrónica y, por supuesto, para sí mismo. Lo consiguió de sobras, la obra es absorbente, única, desde los efectos burbujeantes de su volátil comienzo, "Oxygène Part 1", una primera parte que parece posarnos en la superficie de un planeta inhóspito, sintetizadores que comienzan a tejer una red de sonoridad inigualable en la época. Y ante todo, el conjunto parece estar dominado por una madurez intangible, una invisible maestría que conduce a cada una de las seis composiciones hacia un sublime destino. Cualquier duda sobre la calidad de este plástico queda disipada con la escucha de la magnética, exultante, emocionante segunda parte del trabajo, sin duda una de las grandes composiciones no sólo de Jarre sino de la música electrónica en general: "Oxygène Part 2" es un prodigio de efectos que conducen a la explosión de una grandiosa sucesión de teclas, que activan resortes ocultos en nuestras cabezas, por los que quedamos atrapados inevitablemente en su embrujo melódico-ambiental. El director australiano Peter Weir supo utilizar con acierto esta melodía en la parte culminante de su film "Gallipoli", protagonizado por un jovencísimo Mel Gibson. La tercera parte, de sones lentos y contundentes, como la banda sonora de un documental, parece querer ayudarnos a despertar del éxtasis, y conduce con ventosos teclados hacia la amable, simpática y gratamente recordada "Oxygène Part 4", melodía vital y pegadiza de merecido éxito, repetida y tarareada hasta la saciedad (que contaba también con un divertido y ecologista videoclip protagonizado por simpáticos pingüinos), con la que Jean Michel se hizo un nombre y una comodidad económica. Y aunque no despunten como los anteriores, los últimos coletazos del disco se mueven por terrenos poco acomodaticios de ambientalidad (la atmósfera casi eclesiástica al comienzo de "Oxygène Part 5" es un pequeño homenaje a Maurice Ravel) y experimentalidad con la mesa de mezclas, acabando con el rumor de las olas, uno de los muchos efectos de sonido presentes en un disco imprescindible, un maravilloso despertar electrónico a una nueva era de tecnología e imaginación, con el que la música electrónica entraba en todos los hogares por obra y gracia de un Jean Michel Jarre que, aunque ya tenía un par de poco conocidos discos en el mercado, se convertía en estrella de la noche a la mañana. A medio camino entre la renovación y el puro negocio, Jarre decidió que en los 90 había que ejecutar una continuación, adaptada convenientemente a los tiempos, de su obra más emblemática (siguiendo la estela de la continuación de "Tubular Bells" que en el 92 había presentado Mike Oldfield), así que en 1997 apareció un interesante y realmente acertado "Oxygène 7-13", muy aconsejable como complemento y adecuación a ritmos más modernos, y aún más en un tercer disco de 2016, un "Oxygène 3" no tan recomendable.
Quizás una de las cosas que más me sorprenden de "Oxygène" (y de la mayoría de las primeras grandes obras de Jarre, en general) es lo bien que se adaptan al paso del tiempo, al escucharlas en la actualidad se aceptan perfectamente y no parecen excesivamente artificiales ni obsoletas (como puede suceder con otras obras de la época), si bien es cierto que están adornadas por un aire retro, y ciertos sonidos y secuenciadores nos recuerdan a esa época de avances tecnológico-musicales. En su búsqueda de la melodía, se trata además de una música más fácil de escuchar que la de otros ejemplos electrónicos punteros de la época (Tangerine Dream, Klaus Schulze, los primeros trabajos de Kraftwerk...), por lo que multitud de programas de radio y televisión o spots comerciales se aprovecharon de su tirón, como le sucedía también a otro enorme teclista, el griego Vangelis. En el año 2007, más de cuatro décadas después de la aparición del disco original -y como ya había hecho, una vez más, Mike Oldfield con su "Tubular Bells 2003"- se puso a la venta una poco necesaria regrabación del álbum con el título de "Oxygène (New Master Recording)", sin cambios respecto a la versión original, por sí mismo aún totalmente válida, y seguirá siéndolo por mucho que pase el tiempo, pues no hay que olvidar que donde realmente respiramos la originalidad, la genialidad y por qué no, la insolencia del joven Jean Michel es en el auténtico "Oxygène", pionero de muchas causas que aún continúan.
La primera imagen del disco es la de una cuidada portada, impactante obra del artista gráfico Michel Granger, anunciadora de un inminente desastre ecológico para nuestro planeta. Las dimensiones del vinilo permitían apreciarla en su auténtica grandeza. En cuanto al contenido, destacaba sobremanera el hecho de que se tratara de un 'continuum' musical, imaginariamente dividido en seis cortes, y es que, como la música no deja de ser una manifestación artística, Jean Michel utilizó para sus títulos la opción que Piet Mondrian y otros habían usado en la pintura, denominando a sus cuadros 'composición + número', algo que iba a ser típico desde entonces en los trabajos más conocidos y valorados de este sintesista galo. Sin embargo, la verdadera revolución se produce en el momento en que comienza a sonar la música, y es que con "Oxygène", Jarre busca agradar sin miramientos, reclama el reconocimiento popular para la música electrónica y, por supuesto, para sí mismo. Lo consiguió de sobras, la obra es absorbente, única, desde los efectos burbujeantes de su volátil comienzo, "Oxygène Part 1", una primera parte que parece posarnos en la superficie de un planeta inhóspito, sintetizadores que comienzan a tejer una red de sonoridad inigualable en la época. Y ante todo, el conjunto parece estar dominado por una madurez intangible, una invisible maestría que conduce a cada una de las seis composiciones hacia un sublime destino. Cualquier duda sobre la calidad de este plástico queda disipada con la escucha de la magnética, exultante, emocionante segunda parte del trabajo, sin duda una de las grandes composiciones no sólo de Jarre sino de la música electrónica en general: "Oxygène Part 2" es un prodigio de efectos que conducen a la explosión de una grandiosa sucesión de teclas, que activan resortes ocultos en nuestras cabezas, por los que quedamos atrapados inevitablemente en su embrujo melódico-ambiental. El director australiano Peter Weir supo utilizar con acierto esta melodía en la parte culminante de su film "Gallipoli", protagonizado por un jovencísimo Mel Gibson. La tercera parte, de sones lentos y contundentes, como la banda sonora de un documental, parece querer ayudarnos a despertar del éxtasis, y conduce con ventosos teclados hacia la amable, simpática y gratamente recordada "Oxygène Part 4", melodía vital y pegadiza de merecido éxito, repetida y tarareada hasta la saciedad (que contaba también con un divertido y ecologista videoclip protagonizado por simpáticos pingüinos), con la que Jean Michel se hizo un nombre y una comodidad económica. Y aunque no despunten como los anteriores, los últimos coletazos del disco se mueven por terrenos poco acomodaticios de ambientalidad (la atmósfera casi eclesiástica al comienzo de "Oxygène Part 5" es un pequeño homenaje a Maurice Ravel) y experimentalidad con la mesa de mezclas, acabando con el rumor de las olas, uno de los muchos efectos de sonido presentes en un disco imprescindible, un maravilloso despertar electrónico a una nueva era de tecnología e imaginación, con el que la música electrónica entraba en todos los hogares por obra y gracia de un Jean Michel Jarre que, aunque ya tenía un par de poco conocidos discos en el mercado, se convertía en estrella de la noche a la mañana. A medio camino entre la renovación y el puro negocio, Jarre decidió que en los 90 había que ejecutar una continuación, adaptada convenientemente a los tiempos, de su obra más emblemática (siguiendo la estela de la continuación de "Tubular Bells" que en el 92 había presentado Mike Oldfield), así que en 1997 apareció un interesante y realmente acertado "Oxygène 7-13", muy aconsejable como complemento y adecuación a ritmos más modernos, y aún más en un tercer disco de 2016, un "Oxygène 3" no tan recomendable.
Quizás una de las cosas que más me sorprenden de "Oxygène" (y de la mayoría de las primeras grandes obras de Jarre, en general) es lo bien que se adaptan al paso del tiempo, al escucharlas en la actualidad se aceptan perfectamente y no parecen excesivamente artificiales ni obsoletas (como puede suceder con otras obras de la época), si bien es cierto que están adornadas por un aire retro, y ciertos sonidos y secuenciadores nos recuerdan a esa época de avances tecnológico-musicales. En su búsqueda de la melodía, se trata además de una música más fácil de escuchar que la de otros ejemplos electrónicos punteros de la época (Tangerine Dream, Klaus Schulze, los primeros trabajos de Kraftwerk...), por lo que multitud de programas de radio y televisión o spots comerciales se aprovecharon de su tirón, como le sucedía también a otro enorme teclista, el griego Vangelis. En el año 2007, más de cuatro décadas después de la aparición del disco original -y como ya había hecho, una vez más, Mike Oldfield con su "Tubular Bells 2003"- se puso a la venta una poco necesaria regrabación del álbum con el título de "Oxygène (New Master Recording)", sin cambios respecto a la versión original, por sí mismo aún totalmente válida, y seguirá siéndolo por mucho que pase el tiempo, pues no hay que olvidar que donde realmente respiramos la originalidad, la genialidad y por qué no, la insolencia del joven Jean Michel es en el auténtico "Oxygène", pionero de muchas causas que aún continúan.
13 comentarios:
Sin duda el disco más representativo de Jarre y el que, probablemente, mejor haya envejecido. Toda su obra posterior referencia a este álbum, y lo que es más grande, toda la obra posterior de la música electrónica en general referencia este disco.
4º disco que comentas en esta página, que poseeo en mi discografía. Fundamental en el desarrollo de la música electrónica, y referencia indiscutible; como a tantos la creatividad se le fue agotando, pero aquello, que sonaba cuando yo era niño en la radio, en un anuncio de una bebida, con paisajes del polo.., siempre quedará
Aunque "Oxygene 7-13" me gustó, lo último que me impactó de Jarre fue "Chronologie", y de eso hace muchos años. "Zoolook" es visita obligada en este blog (no tardaré) pero también "Equinoxe" y alguno más.
No tengo nada de este autor. Me he bajado el tema que tanto se ensalza en el artículo y.... ufff, no me ha gustado nada. Me parece horrible, una parida escupida con organillo. Me quedo con David Arkenstone en cuanto a la electrónica.
Un saludo.
Qué bueno, eso demuestra la subjetividad de la música, nada tiene por qué ser mejor o peor que otra cosa, sino que a cada uno nos puede gustar más o menos. Yo, por ejemplo, odio el jazz, no soporto la mayoría de las cosas que ha hecho Miles Davis, y amigos míos con los cuales coincido en un montón de gustos, lo adoran.
A mí J.M. Jarre con el paso de los años me parece que ha pegado un bajón de calidad importante, pese a que siempre se ha mantenido a la vanguardia de la producción ofreciendo discos con el mejor sonido posible en cada época. Pese a que es un músico que tiende a cansarme, tanto Oxygene como Equinox me parecen dos grandes trabajos, un ejemplo de cómo hacer música electrónica con alma, con fuerza. Muy a menudo infinidad de artistas new age y sucedáneos copian la forma de Jarre y olvidan su fondo, esa fuerza que caracterizaba sus primeros discos. El mencionado David Arkenstone me parece en cambio un alumno aventajado, a pesar de que tampoco se pueda decir que su música es completamente igual a la de Jarre.
Un saludo.
Supongo que no me incluyes a mí en lo de "amigos con los cuales coincido en un montón de gustos". Jarre tuvo una buena formación académica (músical) y una gran fijación por hacer dinero con los sintetizadores, y lo consiguió, venciendo a los Tomita y Wendy Carlos. Pues enhorabuena.
Sí, de los últimos años de Jarre mejor no hablar. En cuanto a Arkenstone, no me acaba de convencer, no está mal pero siempre me ha sonado muy facilón.
Sapo, ya era hora que comentaras algo, macho, en efecto no te incluyo en los amigos con los que coincido, pues creo que sólo coincidimos en "Tubular bells", "Hergest Ridge" y "Ommadawn". Como tu comentario ha sido bueno no voy a meterme contigo. Saludos.
En mi juventud (hace tannnntoooo tiempo), recuerdo que este disco sonaba sin parar en la máquina de discos de la sala de juegos de mi pueblo...Jarre en estado puro, admirado por todo el mundo.
No te eches años, Valiado, eres veterano pero algunos no andamos tan lejos, así que mejor vamos a considerarnos todos un poco jóvenes aún. El amigo Jarre, ese sí que está mayor, al menos en lo de hacer música.
Hola soy motita2002
Me parece que Jarre , es lo mejor .
Es impresionante lo que es capaz de trasmitir con sus temas .
Lo mejor Oxigeno 10 , y él tambien es estupendo.
Un abrazo desde la distancia Chile
Jarre y Oldfield, vidas paralelas, son mi papá y mamá de mi infancia musical. Embobado tanto con el Tubular Bells como con el Oxygene. Sin ellos y bueno, Alan Parsons Project jamás hubiese sido el melomano irredento que soy hoy
El tubular bells es de 1973 no de los 90
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