25.5.12

CAPERCAILLIE:
"Secret people"

Los componentes del excelente grupo escocés Capercaillie afirman que pretenden hacer música contemporánea a partir de la rica tradición escocesa. Así llevaban casi una década en el momento de aparición de "Secret people", sorprendiendo con su evolución hacia la comercialidad desde "Cascade", y en especial cuando dos hermanos irlandeses, Manus y Dònal Lunny, irrumpieron en la formación para insuflar nuevos aires con el bouzouki y guitarra el primero (que había trabajado con nombres importantes de la escena folclórica escocesa como Phil Cunningham o Andy Stewart), y con una adelantada producción el segundo (con la experiencia de su paso por bandas míticas como Planxty, Moving Hearts o The Bothy Band). Capercaillie siempre ha sido un grupo cómodo de seguir y fácil de admirar, en especial por el carisma del matrimonio formado por la vocalista, Karen Matheson, y un Donald Shaw que decía lo siguiente sobre las intenciones de la banda: "La música tradicional no puede ser en ningún caso una fábrica de hacer dinero para nadie; en realidad, es una forma y una razón de vivir. En nuestra música, las únicas concesiones están referidas a la modernidad, motivo que, a menudo, da lugar a que mucha gente piense que está más orientada al pop que al folclore. Pero nosotros preferimos pensar que en ella conviven la fiesta, la excitación, el ritmo y el mucho apego que sentimos por la tierra propia".

Desenvolviéndose por igual en gaélico como en inglés, Karen Matheson y los suyos logran una nueva conexión mística con unos seguidores fieles y en contínuo aumento, los mismos que llenaban las salas de conciertos y lograban que álbumes como este vendieran 60.000 copias en el Reino Unido. Survival Records publicó "Secret people" en 1993, un disco que fue grabado en la primavera de ese año bajo la producción de Dònal Lunny y Calum Malcolm, que también ha trabajado con Clannad, Runrig o Simple Minds, entre muchos otros grupos ("Calum es muy bueno aportando clima y buen feeling a canciones de estructura sencilla"). El título del álbum se refiere a toda esa gente anónima que durante generaciones ha mantenido la tradición oral de sus conocimientos, y es precisamente una canción tradicional la que sirve de apertura, una de las composiciones destacadas, de título "Bonaparte", inspirada en las guerras napoleónicas; su percusión inicial deja entrever esa mezcla entre lo étnico, el pop y el funk que caracteriza a la banda, y destaca en un portentoso conjunto en el que a los versos en gaélico se unen los coros de varios miembros del grupo, creando una atmósfera muy especial. También tradicionales y en esa lengua tan complicada como hermosa que es el gaélico escocés son la delicada "Tobar mhoire (Tobermory)", "Seice ruairidh (Roddy's drum)" (un ejemplo de 'mouth music' que fue grabada a finales de los 70 por la banda escocesa de folk Na h-Òganaich) y "Hi rim bo" (una maravillosa y antigua 'walking song', o canción de trabajo, en la que queda impregnado el sentimiento de cientos de años). Como es habitual en este grupo que se aprovecha de las cualidades vocales de su único miembro femenino, no abundan los instrumentales, de los que sólo hay dos ejemplos en el disco, en su mayoría también de origen tradicional. Sin embargo, hay que reconocer el mérito y las posibilidades compositivas de Donald Shaw, John Saich y Manus Lunny, que contribuyen con dos canciones cada uno, todas ellas en inglés: tras una tremenda entrada de violines, Saich firma el afortunado primer single del disco, "Four stone walls", animado corte que sin duda contribuyó a que "Secret people" llegara al número 40 de las listas británicas. Creada por Shaw, es necesario destacar una maravillosa "Crime of passion", escrita por el tricentenario de la masacre de la ciudad escocesa de Glencoe, donde fueron asesinados 38 miembros del clan MacDonald. De Lunny son dos pequeñas joyas de esencia celta, suaves, dulces y de hermosa conjunción, como "Grace and pride" y "Stinging rain". Por último, mencionar la contribución del poeta y escritor escocés Aonghas MacNeacail en la letra de "Oran", y la curiosidad del rescate de uno de los cortes de "Cascade", de una década atrás, un "An eala bhan" donde se puede apreciar el salto de calidad del grupo, aunque haya que reconocer que, tanto en 1984 como en 1993, interpretaciones como ésta nos dejen literalmente postrados ante la voz de Karen Matheson.

Afianzados en sus intenciones y con un creciente éxito internacional, Capercaillie mantenían la formación de su anterior plástico, ahondando en una mayor importancia en las percusiones: Karen Matheson (voz), Donald Shaw (acordeón, teclados), Marc Duff (flauta, bodhran, sintetizador), Manus Lunny (bouzouki, guitarra), Charlie McKerron (violín), John Saich (bajo, guitarra), James Mackintosh (percusión, batería) y Iain Murray (batería y percusiones adicionales); además Dònal Lunny tocaba el bodhran en un tema y John Saich, Manus Lunny y Donald Shaw acometían voces de fondo en algunos de los cortes. Un año después de "Secret people", un puñado de canciones emblemáticas del grupo fueron remezcladas por el productor Will Mowat para conformar el álbum "Capercaillie". La modernización del sonido de la banda escocesa alcanzó aquí su punto más álgido, el más cercano al 'ethno-techno', viajando por igual hacia atrás y hacia adelante en el tiempo. Seis composiciones de "Secret people" fueron recogidas en ese disco homónimo ("Bonaparte", "Crime of passion", "Stinging rain", "Tobermory", "The miracle of being" y "Grace and pride"), y aunque fue recibido con un cierto reparo por parte de sus seguidores, incluso escepticismo desde los propios miembros de la banda -de hecho presenta algún momento prescindible-, es preciso reconocer que los temas son tratados con mucho respeto, y mezclados con cuidado y muy buen gusto. Volviendo al disco que nos ocupa, hay que acabar diciendo que "Secret people" no es sólo una estimulante sucesión de canciones de origen celta y envoltorio pop, sino que llega más allá, hasta las raíces de una cultura, la escocesa, más viva que nunca gracias a la prodigiosa atemporalidad de Capercaillie.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:





15.5.12

LUDOVICO EINAUDI:
"Le onde"

No es fácil conseguir que un disco de solos de piano no resulte tedioso, y menos que destaque en la generalidad de una corriente, la de las Nuevas Músicas, en la que no sólo abundan los buenos pianistas (algunos de enorme fama, incluso más allá de la calidad de sus composiciones), sino que tales trabajos pueden perderse en su maremágnum de estilos, instrumentos y fusiones. Tal vez por provenir de un país poco habituado a exitosos instrumentistas internacionales como es Italia, el caso de Ludovico Einaudi no es de los de triunfo inmediato. Nacido en Turín y graduado en composición en Milán, no deja de resultar extraño que su primer disco realmente propio llegara a mediados de los 90, cuando este pianista llevaba cerca de quince años componiendo para teatro, danza, orquestas o realizando música de cámara. Sin contar "Time out", basado en su música para el espectáculo teatral de igual título, "Le onde" fue su primera entrega y BMG Ricordi (Casa Ricordi era una célebre y antigua compañía milanesa que adquirió BMG, y posteriormente Universal Music) la publicó en 1996 (una posterior reedición presenta una portada distinta a la original), suponiendo un enorme aldabonazo para su autor en ese mundo indeterminado que sabe recoger lo mejor de lo clásico y de lo nuevo.

Una poesía firmada por Ludovico Einaudi protagoniza las páginas centrales del libreto del disco. Habla de una playa larguísima, sin principio y sin final, y de un hombre que camina por ella, contemplando esas olas del título de la obra, más grandes o más pequeñas, más cortas o más largas, siempre iguales y siempre distintas. Puede venir a la cabeza esa definición de minimalismo que habla de un cielo lleno de nubes que parecen siempre iguales pero en realidad van cambiando casi imperceptiblemente. Minimalismo es una etiqueta que no disgusta a Einaudi -es confeso admirador de la obra de Philip Glass-, en la cual se le puede inscribir si bien sus canciones presentan por lo general unas características melódicas más numerosas y cambiantes, algo parecido a lo que sucede con las bandas sonoras de otro pianista admirado por el italiano, Michael Nyman. De hecho, en la composición que da título a "Le onde" se podrían encontrar ecos lejanos del exitoso tema principal de "El piano", publicado sólo unos años antes. Francamente, y más allá de comparaciones, "Le onde" es una de esas melodías envolventes que consiguen que se pare el tiempo, que las personas se sumerjan en un mar de recuerdos, de evocaciones, de nostalgia. Pero si "Le onde" es una partitura soberbia, todo un homenaje a la belleza, la facilidad de Einaudi para crear piezas verdaderamente hermosas, plásticas, incluso simbólicas, no se queda ni mucho menos ahí. "Le onde" es un disco inspirado por la novela "The waves", de la novelista británica Virginia Woolf, una de las mayores figuras femeninas literarias del siglo XX, cuya prosa poética es convertida en música para piano, intentando conseguir la misma transmisión de sensaciones e impresiones. Ludovico se gusta y nos gusta cuando acomete melodías hipnóticas como "Ombre", dominando por completo el tiempo y el espacio, o fantaseando en momentos tan mágicos como "La linea scura". "Canzone popolare" es el comienzo, e introduce el elemento popular en el disco (una fuerte influencia en su estilo), mientras que composiciones calmadas como "Tracce" suenan enérgicas y las más desenfadadas como "Questa notte" sabe vestirlas de gozoso júbilo para hacerlas subir muchos enteros a pesar de no estar acompañadas de más instrumentación. Sorprende comprobar que la magia del disco no se acaba en su primeras canciones sino que dura hasta el final, pudiendo encontrar ejemplos de sobrada calidad en los últimos cortes, composiciones que para otros artistas serían de clara referencia como "Onde corte" o "Passaggio", que llevan impresa la magnificencia del estilo ya inconfundible de las manos de Einaudi. Realmente todo el álbum parece ser la banda sonora de una vida, pero adaptable a la de cada uno de los oyentes, capaces de encontrar consuelo en el conmovedor baile de notas de "Lontano", la pulcritud de "Ombre", la espiritualidad de "La linea scura", la ambientalidad de "Tracce", la contundencia de "Questa notte" o la ternura de "Dietro l'incanto". En general, y para tratarse de su primer CD, Einaudi logra en el mismo una atmósfera sorprendente y muy fructífera, un poderío que años después se verá complementado por una ligera electrónica, y es que este instrumentista estudió con uno de los grandes, el compositor vanguardista italiano Luciano Berio, que no desdeñaba la incorporación de esos elementos modernos en sus composiciones, buscando el equilibrio entre lo clásico y lo moderno.

Con "Le onde" Ludovico Einaudi dió el salto definitivo hacia la fama en el mundillo contemporáneo, de hecho Classic FM hizo de este disco un éxito de ventas en el Reino Unido. Plagado de enormes baladas, de las que sorprenden y emocionan, este trabajo se comporta como un ser uniforme. Einaudi irradia libertad con su estilo de banda sonora de viaje, pero uno de esos en los que se funde la aventura con una historia de amor, que se va desarrollando a lo largo del disco. Precisamente tres de los cortes de "Le onde" fueron incluídos en la banda sonora de la película "Abril" de Nanni Moretti ("Le Onde", "Ombre" y "Canzone popolare"), mientras que "La linea scura" se escucha en otra película, 'Fame chimica', de Paolo Vari y Antonio Bocola. Su idilio con la música para cine aún no había alcanzado su más alta expresión, y los encargos se multiplicarán con la fama y los años. No es este turinés, que de pequeño tocaba el piano con su madre, un músico exclusivamente de melodía, sino también de técnica, de fuerza, de ambiente y de sentimiento. Comenzando por la miniatura que abre el trabajo, Einaudi adquiere en "Le onde" ese tono popular que le acerca al oyente de manera más profunda, asombrando con la solidez de sus composiciones, la inquietud que transmiten y la firmeza de un lenguaje que obliga, literalmente, a permanecer a la escucha.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:



7.5.12

PAUL WINTER CONSORT:
"En directo en España

Muchos grupos y artistas, de diferentes estilos musicales, han afirmado que el público español es uno de los más calurosos y agradecidos a la hora de arropar las interpretaciones en vivo. Algunos incluso preferían comenzar sus giras en nuestro país, lo que podía servir como una especie de termómetro de lo que les esperaba en otros lares. Las conocidas como 'músicas del mundo' siempre han contado con multitud de festivales y ciclos por toda España, así como en su momento los artistas del mundillo de las nuevas músicas. Abarcando ambas denominaciones y alguna más (jazz, bossa nova o incluso flirteando con la música de cámara), el saxofonista norteamericano Paul Winter llevaba décadas transitando por multitud de escenarios mundiales cuando en 1992 llegó a 'la piel de toro' por tercera vez con su grupo, el Paul Winter Consort, en una gira especial y multitudinaria que acabó originando un disco glorioso, alabado y premiado, cuya edición primaria, editada por Ediciones Resistencia en 1993, contaba con un definitorio título en español: "En directo en España". Nuestro país se había convertido en uno de sus lugares favoritos para tocar, y los teatros que acogían los espectáculos se adecuaban maravillosamente a las intenciones de esa música dinámica y jubilosa característica del Paul Winter Consort.

La formación del Consort para esta populosa gira era una auténtica delicia que ha pasado a la historia de las nuevas músicas: al saxo soprano de Paul Winter se unieron Paul Halley (piano), Eugene Friesen (violonchelo), Rhonda Larson (flauta), Glen Vélez (percusiones), y una novedad en la búsqueda de las notas graves, la presencia de un contrabajista, Eliot Wadopian. El resultado está envuelto por esa energía telúrica, mágica y saludable, que desprende en directo el Consort y que conecta fácilmente con un público entregado de principio a fin. Así, compartiendo el júbilo, se entiende la razón primera de su música, de esa celebración de la vida que es cada disco del Paul Winter Consort. En estas condiciones, la propuesta que Sonifolk -para su sello Lyricon- presentó a Winter para grabar un disco en directo, no sólo era viable sino absolutamente necesaria. La compañía puso a disposición de la banda la última tecnología digital de grabación de la casa Yamaha, y el músico de Pensilvania se reservó el derecho de seleccionar los temas a incluir. Destaca entre estos Paul Halley como compositor, ya que cinco de los cortes son exclusivos suyos, dos de su excelente disco en solitario "Angel on a Stone Wall" (las melódicas "Montana" y "Todo mundo"), "Appalachian Morning" (corte movido, de aires tropicales, incluído en el trabajo del Consort "Earth: Voices of a Planet"), la dulce, relajante y maravillosa "Winter's Dream" (del álbum "Sun Singer") y una composición nueva, escrita especialmente para esta gira, que supone uno de los grandes momentos del espectáculo: "Fare Well" es, como su nombre indica, una despedida, un homenaje a la flautista Rhonda Larson, que dejaría el grupo tras esta gira de 1992 para dedicarse a su carrera en solitario; de hecho, la interpretación en el Teatro Falla de Cádiz, que es la que se escucha en este álbum, fue la última de Rhonda como miembro activo del Consort, y en ella quedó impresa una especial emotividad. En la extraordinaria cohesión de la banda, donde cada instrumento posee su personalidad e importancia, por lo general las melodías principales se acometen con los instrumentos de viento, con un cierto dominio del saxo soprano sobre la flauta, si bien ambos nos ofrecen espectaculares clímax cuando dialogan entre sí (por ejemplo en la comentada "Fare Well"). El violonchelo de Eugene Friesen aporta una mayor impronta en su única composición propia del disco, "Spanish Angel", que no es sino la adaptación para la ocasión de "Bright Angel" (originaria del álbum "Canyon"), inspirada no sólo por su experiencia en el Gran Cañón sino por el recuerdo de haber escuchado a Paco de Lucía en una anterior visita a nuestro país. También a "Canyon" pertenece la pieza que abre este concierto privado, "River Run", que pretendía reflejar la experiencia de un emocionante rafting. El momento de gloria para ese gran percusionista que es el mexicano-americano Glen Vélez llegaba en cada evento cuando desplegaba su gama de utensilios, pero en el Teatro Monumental de Madrid, con muy buen tino, se hizo acompañar de otro mítico percusionista patrio, Pedro Estevan (que formara La Orquesta de las Nubes junto a Suso Sáiz y María Villa), para sorprender al personal en lo que acabó titulándose "Duet for Two Percussionists". Otras dos improvisaciones reflejadas en esta suerte de compilación son "Música para una noche de domingo en Salamanca" (un tipo de título fácil que no era nuevo para Winter, pero que enorgullece sin duda al público salmantino) y "Blues for Cádiz", que cierra el álbum de forma sorprendente. Antes disfrutamos de "Dancing Particles" (otra gran composición para "Sun Singer") y el momento relajante y maravilloso que supone "Suite from the Man who Planted Trees", de ese emotivo y enormemente satisfactorio álbum que es "El hombre que plantaba árboles", que ya había sonado anteriormente en este directo -en concreto "Oak Theme"- como preludio de "Todo mundo".

Un capítulo aparte merecen los agradecimientos del disco: a Doreen Metzner, Rodolfo Poveda (director del programa de Radio 3 Trópico Utópico, el primero en hacer sonar esta música en España), Ramón Trecet ("verdadero paladín de la causa de la música vital, quien lleva años presentando nuestra música ante muchos millares de personas de toda España con su famoso programa de radio Diálos 3 en Radio Nacional de España"), Julio Martí, José de la Fuente, Coro Acarreta, Pedro Vaquero, Angel Romero, Lara López y un largo etcétera que no sólo incluye al personal de Living Music sino además a Yamaha, a los propios músicos y, cómo no, al público que siguió esta maravillosa gira española de 1992 por Barcelona, Valencia, León, Vigo, Baracaldo, Salamanca, Madrid, Cartagena, Almería y Cádiz. El éxito del disco y su interés en otros países hizo que "En directo en España" fuera reeditado por Living Music bajo el título de "Spanish Angel", con cambio total en el orden de las canciones y la sustitución del dueto para dos percusionistas por "Almeria Duet", otra improvisación entre esos dos grandes amigos que son Paul Halley y Eugene Friesen, que dejó a Pedro Estevan sin distribución internacional. En portada, un águila imperial, la única ave endémica de la Península Ibérica, escasa y en contínua amenaza. Tras cuatro nominaciones infructuosas, por fin Paul Winter logró su primer Grammy en la categoría new age en 1994 con este trabajo (concretamente con esa edición internacional, "Spanish Angel"). En una nota enviada a Sonifolk expresaba de esta manera su agradecimiento: "Vosotros habéis sido en gran medida los padres de este proyecto y os estamos profundamente agradecidos por haber lanzado 'Spanish Angel'. Queremos compartir los honores de este Grammy con vosotros". Sólo fue el primero de muchos, pero en él se encuentran representados todos los espectadores españoles que alzaron sus aplausos en cualquier ciudad por la que pasó tan excelso grupo.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:
PAUL WINTER: "Callings"
PAUL HALLEY: "Angel on a Stone Wall"
EUGENE FRIESEN: "Arms Around You"





27.4.12

TODD LEVIN:
"Ride the planet"

Algunos de los músicos contemporáneos más considerados de la segunda mitad del siglo XX parecían apostar por una ruptura con el pasado. Aún más, muchos de ellos miraron decididamente hacia el futuro a través de nuevos instrumentos, ritmos y fusiones. El nombre de Todd Levin apareció entre la vanguardia de los años 90, si bien unos años antes ya presentaba una cara irónica y desafiante al comentar en la presentación de una composición aislada ("Turn", que acabó publicada en su segundo disco): "debemos aceptar la banalidad de la música". Intentando huir de la misma, Levin viajó a Nueva York y acabó siendo apadrinado por Philip Glass, que publicó su álbum de debut, "Ride the planet", en su sello de músicas dificilmente clasificables, Point Music. En él, una fuerza primitiva, acaso deudora de su interés por la percusión, mueve muchas de las composiciones, claramente imbuidas de conceptos artísticos, como su pasión por la pintura contemporánea (alguien le llamó el Warhol de la música), la fotografía (la portada de "Ride the planet" es obra de la prestigiosa fotógrafa Joyce Tenneson), la literatura (textos de la artista abstracta Jenny Holzer acompañan el álbum) y el cine (adora a Tarantino y las series de televisión): "No puedo olvidar que he nacido en una cultura marcada por el rock y la imagen". Así, Levin construye pasajes de apabullante fuerza en los que se vislumbran unas intenciones que oscilan entre la clásica, el rock, un toque electrónico y la música para películas, en un recogimiento académico que no se sabe si es fruto de su propio gusto estético, o una maniobra que le permitiera destacar como el transgresor de una nueva faceta estilística: "Mi objetivo final es hacer una música sinfónica tan potente como pueda, que sea fácilmente reconocible por el oyente, como una patada en el estómago".

Todd Bennett Levin nació en Detroit en mayo del 61, y estudió composición en la universidad de Michigan y en la Eastman School of Music. Con unos intereses musicales diversos, desde la música medieval a las vanguardias, asegura que "me traen sin cuidado las etiquetas y las clasificaciones, quiero que mi música sea recibida como una posibilidad más de ampliar fronteras". "Ride the planet" sorprende de inicio por un primer corte rockero, un comienzo ruidoso, excitante y sobrecargado por la sonoridad de la guitarra eléctrica, cuyo título, "Heaven" -cielo-, es difícil de entender salvo por la pasión extrema a la que refiere el subtítulo ('You must have one grand passion'). Estas frases que complementan los títulos de los cinco cortes son invenciones poéticas de Jenny Holzer, la misma autora del texto sobre la libertad que recoge ese extraño libreto en el que, al ser desplegado, destaca poderosamente la fotografía completa del músico en actitud mesiánica. La épica parece formar parte del brillante segundo corte, "Anthem", también amparado por una fenomenal y penetrante guitarra y por una voz que define la acertada melodía en un éxtasis de locura que alcanza su momento álgido en el momento en que ambos, voz y guitarra, se encuentran. La obra continúa en su incierto caotismo, huyendo de la calma y de la melodía fácil para entrar en un juego de barroquismo difícil de comprender pero, una vez asimilado, difícil también de dejar atrás. "Jungle" parece representar una lucha, algo confusa, entre lo viejo y lo nuevo, un viaje por el bien y el mal, el cielo y el infierno, un corte frenético y absolutamente particular, que navega más entre el rock sinfónico y la electrónica que por mares clásicos. Divaga, se sumerge, y en la superficie arremete contra lo establecido, logrando imponer un forzado equilibrio, una calma tensa de final abrupto. "Prayer" es, según su subtítulo, un sueño en el que buscar el camino a la felicidad, largo y repetitivo pero intenso, repleto de fuerza y en su atmósfera opresiva y luminosa guitarra se pueden encontrar ecos de las gloriosas colaboraciones entre David Bedford y Mike Oldfield en los 70. El marcado carácter e imponente resolución técnica continúan en su tramo final, de título "Marine", con el sonido marca de la casa que ineludiblemente impone la producción de Philip Glass (junto a sus habituales Kurt Munkacsi y, en este corte, Michael Riesman), esos ambientes ondulantes que se pueden respirar en practicamente todo el trabajo, un álbum en el que a los teclados de Todd Levin se unen el bajo de Jeffrey Allen, las guitarras de Stephen Gabriel y Ben Sher, la voz de Tony Moore y los teclados del propio Riesman. "Ride the planet" parece toda una aventura, una entrada aguerrida, una oda, una pasaje movido, otro que explora más en el interior y un final obstinado, bizarro y decidido. Los furiosos guitarreos son como relámpagos de magia en una tormenta contínua, un torbellino de insolente creatividad que aporta influencias artísticas y elementos rockeros al servicio de la música clásica moderna.

"Ride the planet" fue una de las cinco referencias que Point Music lanzó en 1992, su primer año de actividad. Philip Glass y Michael Riesman fueron los encargados de dar forma a este sello norteamericano dependiente de Philips Classics, que comenzó publicando "Mapa" del grupo brasileño Uakti, el interesante "Music fron the screens" de Philip Glass y Foday Musa Suso (interprete de kora procedente de Gambia), la ópera de John Moran "The Manson family", y "In good company" de Jon Gibson. Todd Levin completó el quinteto, pero las buenas intenciones de la compañía y del músico no bastaron, y la dificultad para clasificar su música hizo que "Ride the planet" no alcanzara las ventas deseadas y constituyera la única referencia del de Michigan en Point Music. Aún así, la arrogancia de Levin despertó más de una pasión, puesto que la todopoderosa Deutsche Grammophon fichó al artista y publicó la que definitivamente fuera su última obra, "Deluxe", en 1995, un álbum peliculero, de dinamita percusiva y sonoros metales, otro trabajo joven y rabioso, distinto al primero pero también dificilmente vendible, puesto que la música contemporánea, opina Levin, es la más impotente de las artes para impactar en un entorno cultural, salvo raras excepciones. Su carrera musical dejó entonces de interesarle, y prefirió ganar dinero en el mundo del arte contemporáneo. El paisaje musical del siglo XX, ese 'delta' del que hablaba Cage, estaba en contínuo cambio, una metamorfosis que admitía todo tipo de atrevimientos, pero a pesar de la osadía, practicamente ningún libro menciona a Todd Levin, que se encuentra en una desagradecida tierra de nadie, ninguneo inmerecido dada la fuerza y belleza de un trabajo como "Ride the planet".

6.4.12

EDUARDO LAGUILLO:
"Manoa"

Una de las compañías españolas de nuevas músicas que menos fortuna y oportunidades tuvo en la cruenta lucha por sobrevivir en ese mercado tan saturado en los 90 fue Taxi Records, sello que pretendía abarcar en sus planteamientos desde el jazz fusión hasta lo étnico y experimental. Uno de los fundadores del mismo era Eduardo Laguillo, músico madrileño de enorme solvencia al piano y la guitarra, y estudios clásicos en Viena, así como jazz y flamenco en Barcelona. Fue precisamente el primer disco de Laguillo en 1990, "Hay algo en el aire" (un trabajo introspectivo, originado por un viaje iniciático del músico a la India), una de las cinco primeras referencias de Taxi Records (las otras eran "Rapsodia" de Duet, "Pianosfera" de Antoni-Olaf Sabater, y los discos homónimos de Xaloc y La otra parte), si bien hay que llegar a 1997 para encontrarnos con su obra cumbre, un excelso trabajo de título "Manoa", publicado con acierto por Resistencia bajo la producción del propio Laguillo y de otro español ilustre en el campo que nos ocupa, el también madrileño Adolfo Rivero. La inspiración del álbum llegó de repente, cuando en un momento de elevado misticismo en la vida del pianista, se encontró con el poema 'Manoa' del venezolano Eugenio Montejo, que comienza con esta búsqueda: "No vi a Manoa, no hallé sus torres en el aire, ningún indicio de sus piedras. Seguí el cortejo de las sombras ilusorias que dibujan sus mapas". Laguillo, que ya había musicado poemas de Joseph von Eichendorff y trabajado con cantautores como Luis Eduardo Aute, encontró en él un amplio y luminoso sendero para construir algo más que un disco, una experiencia vital, un viaje a los confines de su propia espiritualidad.

Eduardo no conoció jamás a Eugenio Montejo, pero este poeta y ensayista que falleció en 2008 sí que era consciente del impacto de su obra en el músico español, con el que se sentía 'conectado' e intercambió una serie de emotivas cartas, en lo que Laguillo definió como 'unión de almas', un soberbio hermanamiento de poesía y música. Se puede admirar con qué delicadeza fluyen ambas en la primera parte de "Balada para Gabriela", el corte que inaugura el álbum, pleno de emoción y lirismo, primero por parte de una romántica flauta y enseguida por medio del instrumento natural de Eduardo, el piano, además de una destacada percusión. La melodía es sencilla, viva y esperanzadora, un bellísimo comienzo para el disco y una pieza que ha quedado en la memoria colectiva de las nuevas músicas españolas por esa hermosa vitalidad y una chispa especial que prende en los que buscan algo más allá de la vacuidad general. Lejos de las enormes colaboraciones internacionales de las que gozaban artistas de mayor repercusión como Carlos Núñez o Kepa Junkera, las ayudas con las que contó Laguillo en Manoa fueron las de intérpretes más cercanos, sin perder por ello ni un ápice de calidad: percusionistas como el griego Dimitri Psonis, el argentino Rikhi Hambra, el alicantino Vicente Climent o el francés totalmente españolizado Tino di Geraldo, Javier Bergia (que también aporta percusión), Sandra Miraball (clarinete), Xavier Blanch (oboe), Jorge Lema (bandoneón) y miembros de La Musgaña como Jaime Muñoz (tin wistle), Carlos Beceiro (bajo) o Enrique almendros (gaita). También otros amigos al cello, bajo, violas y violines, pero tal vez la participación más vistosa sea la del grandísimo intérprete de instrumentos de viento Javier Paxariño, con el que Laguillo había colaborado en discos memorables como "Pangea" o "Temurá". En "Manoa", Laguillo interpreta las guitarras además de teclados y voces, en un conjunto que se va haciendo más meditativo hacia el final, como en la intimista "Fais tun" o ese corte susurrante, animoso, de aires lentos y voz reflexiva que lleva por título "El bosque de voz clara". Mucho antes, destacar los efluvios de bossa nova con intimista guitarra española en "Regreso a pleione", el recogimiento de "Himno (en las llanuras de Yns)", con el acompañamiento de un chelo y del tin whistle jugando con el piano, o ese mismo piano destacando en "La otra luz del horizonte" y en ese solo, en comunicación directa con su público, que supone "Improvisación". Es sin embargo "Celebración" la segunda composición más destacada del álbum, un delicioso y acertadísimo himno a la vida, de desarrollo cálido, donde vientos, teclado y percusión vuelven a marcar firmemente el paso hacia "Manoa", para acabar descubriendo lo que narra el final del poema: "Manoa no es un lugar sino un sentimiento. A veces es como un rostro, un paisaje, una calle, su sol de pronto resplandece. Toda mujer que amamos se vuelve Manoa sin darnos cuenta. Manoa es otra luz del horizonte, quien sueña puede divisarla, va en camino, pero quien ama ya llegó, ya vive en ella". Tras esa importante revelación, "Antes de las estrellas" es un gran final en soledad, que resume esa búsqueda interior, ese maravilloso viaje en el que un suave y melódico jazz se ha revestido con música étnica para completar un enorme y sentido regocijo de disfrute obligado.

Joan Albert Serra, director de Taxi Records, comentaba en la presentación del sello (que tuvo lugar en el Teatro Lliure de Barcelona y en el Centro Cultural Galileo de Madrid en 1991) que nuevas músicas son "todas aquellas creaciones que, partiendo de la música clásica, el jazz y la música contemporánea, no atiendan a encasillamientos estilísticos y estén realizadas con total honestidad". Sin duda la figura de Eduardo Laguillo encaja sobremanera en esta definición, pero más allá de etiquetas, la música de Eduardo se puede encuadrar en un conjunto de proyectos, generalmente incomprendidos, cuya sensibilidad y espiritualidad no tienen límites, casos que se repiten en otros músicos españoles como Pep Llopis, Adolfo Rivero o el extinto grupo V.S.Unión, luchando por sus pasiones, proyectándose al mundo hasta que encuentran a alguien que los quiera entender, un público no excesivamente amplio pero sí consciente de la impronta que lo que escucha deja en su conciencia. Ese público existe, y lo que disfruta en "Manoa" es algo más que una reunión de canciones, es una obra, como dice su autor con orgullo, "llena de luz, de ternura, de sutilezas".



23.3.12

RALF ILLENBERGER:
"Circle"

Fundada por Friedemann Witecka en 1980, la discográfica Biber Records se convirtió enseguida en sinónimo de calidad y buena produción en un entorno de música instrumental acústica de instrumentistas bien escogidos, donde se agrupaban con éxito jazz, pop y folclore, valiéndose en su distribución del auge de la etiqueta new age. Friedemann aseguraba que lo que cuenta para estos músicos es el rigor, la integridad artística y la originalidad musical, cualidades presentes sobradamente en el también alemán Ralf Illenberger. Influenciado por grupos importantes como The Beatles o instrumentistas como Leo Kottke, y bajo su propia denominación de 'guitarra contemporánea', Illenberger formó desde finales de los 70 un exitoso dúo en Alemania con otro guitarrista, Martin Kolbe. Tras la decisión de seguir caminos separados, en 1988 inauguró con "Circle" una populosa serie de trabajos que le llevarían a ser conocido tanto en Europa como en los Estados Unidos, país que por medio de la compañía Narada Productions acogió y revistió parte de su discografía.

Illenberger protagoniza una música dinámica, con dominio no sólo de la guitarra sino del conjunto, la banda Circle que él mismo abanderaba desde finales de los 80 y a la que parece estar agradecido, como si reconociera, a pesar de firmar todas las composiciones, que su sonido es fruto de una conjunción (con sus lógicas diferencias, es un caso parecido al de Lito Vitale y su cuarteto), en absoluto de una labor en solitario. De hecho este trabajo que en Estados Unidos llevó la firma exclusiva de Ralf Illenberger, en Alemania había estado acreditado por Ralf Illenberger's Circle, esa poderosa banda que componían, además del mismo Illenberger (guitarras acústica eléctrica, teclados), Büdi Siebert (teclados, saxo, marimba, percusión, trompa), Peter Keiser (bajo) y su hermano, Walter Keiser (percusiones, batería). Melodías de difícil definición se desarrollan con gran precisión, ritmos fáciles, de acabado pop y envoltorio que circula entre el jazz, un componente folclórico y la electrónica. No obstante, se siente una extraña calidez funky en piezas como "Nachtflug", que alejan a la música de este guitarrista de los círculos nórdicos. Posiblemente así atravesó fronteras y entró de lleno en el catálogo de Narada, por su intrépido colorismo y ritmo llevadero en un entorno muy controlado, sin desvaríos ni espectaculares solos o clímax. Un comienzo importante, "Horizons I", es buena muestra de esa animada conjunción de instrumentistas que ofrecen una música rítmica, un pop cercano al rock en algunos momentos, y estilismo new age, que surge cuando se presenta un cierto intimismo ("Blue darkness", quizás por la contribución de los vientos, o "Moonfood", en la que Illenberger literalmente 'habla'). Posiblemente por estar coescrito por el siempre destacado Büdi Siebert, se puede hablar de un componente cálido en "Big change" (así como en el cambio de ritmo de "Nachtflug", con la esencia jazzística y funky antes comentada), y de una verdadera conexión con el oyente en canciones más delicadas (pero sin perder un sonido rotundo) como "Gemina", en la que se puede escuchar a su hija, Anna Illenberger. En un contexto afortunado y agradecido, en el que ya han sonado grandes temas como "Horizons I", "Big change" o "Gemina", falta por llegar la que para algunos es la mejor composición del trabajo, una "Ballad" en la que guitarras y saxo se entrelazan, con la mediación de teclados y batería, en una moderada discusión que parece acabar bien. En 1993, con "Circle" ya editado en Estados Unidos y consolidado en las listas de ventas de música new age, Illenberger fue requerido para dar una serie de conciertos en norteamérica, y encontró en Sedona (Arizona) un lugar mágico para quedarse a vivir, un sitio donde relacionarse muy personalmente con la naturaleza que le inspiró, entre otros, el estupendo álbum "Sedona" en 1995. Lo que sorprende en cada disco de este buen guitarrista alemán (que asombra más en directo que en sus álbumes de estudio) es la conjunción de su banda y lo acertado de sus melodías, en especial las de este estupendo trabajo titulado "Circle", que a pesar de provenir de finales de los 80 sigue sonando tan fresco como el primer día.

Un catálogo de Biber Records en los 90 comenzaba con la frase de Oscar Wilde "son muchos los que transitan por las calles y pocos los que se percatan de las estrellas". Puede sonar algo pretencioso, pero los artistas reunidos en dicha compañía alemana fueron excepcionales, algunos de ellos tanto como para que sus discos en Biber fueran distribuidos con rediseño de portada por la todopoderosa Narada Equinox, como los de Friedemann, Büdi Siebert y Ralf Illenberger. Su antiguo colega Martin Kolbe también vió publicado otro trabajo, "White light", así como otro músico que estuvo en la nómina de Biber, Max Lasser, si bien fue en el subsello Sona Gaia donde apareció su álbum "Timejump". En cuanto a "Circle", que fue grabado en la ciudad alemana de Ludwigsburg entre diciembre de 1987 y febrero de 1988 (bajo la producción de Ralf Illenberger, Johannes Wohlleben y Friedemann Witecka), y publicado ese mismo año 1988 por Biber, fue también la sexta referencia de Narada Equinox. En la contraportada, Illenberger luce un elegante bigote, que le hace parecer mayor que en su siguiente disco publicado al año siguiente, "Heart & beat", donde prescindió de dicho mostacho. El título de ese disco fue originado por una admiradora, que le dijo que su música tenía corazón, y también buen ritmo; eso le gustó al guitarrista, que dijo además: "Creo que es hora de que dejemos de lado esta obsesión por los estilos. Solo quiero llegar a la parte humana del oyente, no al intelecto, solo al corazón".





12.3.12

SUZANNE CIANI:
"Neverland"

Después del éxito logrado por un álbum primigenio en la new age de sintetizador como lo fue el mítico "Seven waves", la teclista norteamericana Suzanne Ciani firmó por RCA para la publicación de su segundo plástico, "The velocity of love". Sin embargo RCA enseguida prescindió de ella (por fortuna conservó los derechos del álbum) y fue la creciente compañía neoyorquina Private Music la que acogió con los brazos abiertos a la Ciani. "Neverland", lanzado en 1988, fue su primer álbum con Private y supuso un paso adelante en las intenciones estilísticas de esta teclista, ya que planteaba y rememoraba otro tipo de sentimientos más allá de la pura ambientalidad que imperaba en "The velocity of love" (que con la excepción de la genial composición homónima, dejaba toda la responsabilidad de su sonido a la tecnología). Aunque 'Neverland' sea el nombre original del 'País de nunca jamás' de "Peter Pan", nada en los títulos del álbum recordaba a dicha obra (sí quizás su estilo delicado, evocativo de la infancia), de hecho Suzanne explicó que la música para esta grabación surgió en los Países Bajos, un día que la artista daba un paseo a caballo. El paseo acabó convirtiéndose en una nominación para los premios grammy en la categoría new age, premio que acabó ganando el grupo Shadowfax con "Folksongs for a nuclear village".

Para Suzanne Ciani todo empezó escuchando unos discos de Bach, Beethoven y Mozart que compró en un mercadillo, pero en su evolución acabó formando parte de un momento importante de la música electrónica. Vivir al lado del mar pudo otorgarle un especial toque ambiental a su sonido, propio e indistinguible, que se nutre de sus vivencias personales y de la naturaleza, y por supuesto del amor ("yo creo en los amores platónicos, en el romanticismo, pero no creo que mi música sea triste"). Al contrario, "Neverland" es un disco alegre, elegante, bastante completo, de melodías precisas combinadas con efusivos ritmos, respirando por igual influencias clásicas como folclóricas, incluso mediterráneas. Ciani teje con sabiduría las notas y nos desvela una nueva cara melodiosa y soleada, de glorioso romanticismo en una mejor combinación de sonidos y texturas que antaño. "Neverland" es una afortunada melodía, suave y poco recargada, una tierna ensoñación que tiene su continuación en "Tuscany" (con su envoltorio apasionado de base melódica al piano, sin secuencias, que tiene su inspiración en la región italiana -el país de los abuelos de Suzanne- de la Toscana) y en otros momentos del álbum, como "Summer's day" y su luminoso teclado. Otra faceta en el disco es más ambiental, la que disfrutamos en "Aegean wave" (otra nueva ola, después de las siete de su primer trabajo y de la 'octava ola' que abría el segundo -"el sonido de las olas es majestuoso", afirma-), "Life in the moonlight", "When love dies" (introducida por un coro de corte épico) o "Lumiere" (cuyo poema está escrito por la fotógrafa alemana Ilse Bing). "Mother's song" es realmente un tema compuesto en 1985 para la banda sonora del film de Ann y Jeanette Petrie "Mother Teresa", cuya música realizó Suzanne Ciani. Por último, destacar el tercer corte como uno de los mejores y posiblemente el más original del álbum, "Mosaic", marcado por un estimulante ritmo percusivo que parece jugar con el oyente, y que domina a una melodía de tono grave, imitando a lastimeros instrumentos de cuerda y de viento, un tema vistoso y divertido en el que se aprecian mejor varios planos entre una cierta linealidad general. "Neverland" fue íntegramente compuesto y producido por Suzanne Ciani, con Leslie Mona-Mathus en la ingeniería y la mezcla (como en "Seven waves" y "The velocity of love"). Son diez piezas escritas en los últimos dos años y grabadas en enero del 88 en los C/M estudios de Nueva York. Es extensa la lista de nombres de equipos (en especial de las marcas Yamaha y Roland) al detallar la instrumentación del disco, una impresionante parafernalia que culmina con el piano Steinway.

"Piano two" fue un disco recopilatorio publicado por Private Music en 1987, que recogía ocho solos de piano firmados por Yanni, Suzanne Ciani, Joaquim Kuhn y Michael Riesman. Era en realidad la continuación de "Piano one", publicado dos años antes como la cuarta referencia de Private, con temas de Ryuichi Sakamoto, Eddie Jobson, Eric Watson y Joaquín Kuhn. Ciani colaboraba en "Piano two" con tres adaptaciones, una de "Seven waves" ("The fifth wave: Water lullaby"), otra de "The velocity of love" (la que le daba título) y una última que era inédita en ese momento, "Tuscany", pero que iba a estar incluída en el nuevo álbum de la Ciani, un "Neverland" dedicado a la alegría, la pasión, la sensualidad, la fuerza y la belleza. "Tuscany" se engalanó para formar parte del disco, y la versión de solo piano que dos años después se incluyó en el álbum "Pianissimo" no era exactamente la misma de la que se podía escuchar en "Piano two". La década de los 80 se iba acabando y Suzanne Ciani había alcanzado un estatus superior en ese mundo de hombres que sólo unos años antes le cerraba las puertas.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:


27.2.12

YANN TIERSEN:
"C´était ici"

Seis años después de su debut discográfico con "La valse des monstres" en 1995, el músico bretón Yann Tiersen fue reclutado por el realizador francés Jean-Pierre Jeunet para realizar la música de una hermosa película, "Le fabuleux destin d'Amélie Poulain", film que iba a cambiar su rumbo y le iba a reportar una enorme popularidad. "Amélie" contenía canciones de los antiguos trabajos de Tiersen, además de otros temas compuestos para la ocasión que se llegaron a hacer muy populares, en especial los dos valses dedicados a la protagonista de la película. Yann Pierre Tiersen volvió a componer una banda sonora un par de años después, la de "Good bye, Lenin!", pero con la excepción de "Tabarly" en 2008, acabó renegando de esa disciplina porque, según él, "no se puede poner música a una imagen", y además, en su carácter solitario y multiinstrumental (si bien matiza que no toca muchos instrumentos sino que usa muchos instrumentos), no es un artista que soporte que le dirijan o le den consejos. Escuchando sus primeros discos, que poseen un especial encanto y frescura, y directos como el que nos ocupa, plenos de emoción y espectáculo, se puede entender su reticencia.

"C'était ici" era el segundo álbum en directo de Yann Tiersen, tras "Black session" en 1999. La fama adquirida con "Amélie" provocó que su gira del año 2002 fuera apoteósica, con un público entregado a la música y al espectáculo que originaban el piano de juguete o las ondas Martenot, momentos inhabituales en cualquier otro directo, que ya se han convertido en importantes instantáneas en la carrera de Tiersen. Aunque grabado en Febrero (en la Cité de la Musique de París), fue a finales de septiembre de 2002 cuando Labels (subsello de EMI) publicó el doble CD, que se podía encontrar en formato normal o en una edición especial de carácter limitado, una pequeña caja que incluía el disco y doce postales. En algunos países una pegatina destacaba que contenía la música de "Amélie", y es efectivamente "La valse d'Amélie" lo primero que suena en el primer disco, que además finaliza con "L'autre vals d'Amélie". "Rue des cascades", memorable momento pianístico deudor de un minimalismo también de habla francesa, el del belga Wim Mertens, o temas vocales interpretados por Claire Pichet ("La rupture") y Christian Quermalet ("Les jours tristes") destacan en este primer CD, pero es "Sur le fil", espectacular composición contenida originalmente en su trabajo "Le phare", la cumbre de su conexión con el público y el mejor momento de sus conciertos, pasados y presentes. Su espejo en el segundo CD (menos vistoso en general) sería "Comptine d'un autre été: l'après midi", melancólico y prodigioso descarte de "L'absente" incluído posteriormente en "Amélie", sin olvidar otros maravillosos detalles como "La noyée II" o "Monochrome", con la voz de Dominique A. El cartel anunciador de los conciertos destacaba la faceta de acordeonista de ese Yann Tiersen folkie, y aires circenses más o menos característicos, provenientes en su mayoría de dicho instrumento, inundan la escena ("Le jour d'avant", "La noyée II", "Plus au sud"), junto a una extraordinaria plasticidad, mejor encauzada en los temas cortos. Haciendo buena su frase "lo más excitante a la hora de hacer música es no saber a dónde te lleva", da muestras en ocasiones de algún desfase experimental ("La terrasse", "Le banquet", "La crise", "Février"), mucho más interesantes sin duda que sus posteriores devaneos rockeros. En definitiva, los prolongados aplausos del final dan buena muestra del éxito obtenido en un público de edades y condiciones muy variadas.

"Me siento más europeo que francés", dice este bretón cuyos conciertos han cambiado con el paso del tiempo, antaño casi en solitario en el escenario, posteriormente con un gran conjunto y pequeña orquesta, y más adelante acompañado de una pequeña banda de esencia rock. "C'était ici" pertenece a esa segunda época, y entre los amigos que acompañaban a Yann se encontraban Christian Quermalet (bajo, percusión, voz), Marc Sens (guitarra), Christine Ott (ondas Martenot), Ronan Le Bars (gaita), Jean-François Assy (bajo), Iso -Grègoire Simonde, del grupo folk-rock Les Têtes Raides- (saxo), Lisa Germano (voz) y por supuesto Claire Pichet (voz, piano de juguete, tambourine, melódica y percusión) y Dominique A (guitarra y voz), además del Ensemble Orchestral Synaxis. El propio Tiersen ejerce de multiinstrumentista al interpretar piano (normal y también de juguete), violín, acordeón, bajo, guitarra y melódica, incluso cantando varios de los temas. En la figura de este músico auténtico, encantador, por momentos inclasificable, conviven conceptos no tan fáciles de conjugar con éxito, música popular con radiofórmulas, folk con rock, academicismo con experimentalidad, para acabar conformando melodías esenciales en las vidas de miles de personas. Jeunet encontró la música de los mismos sueños en los discos de Yann Tiersen.

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:
YANN TIERSEN: "Le phare"







12.2.12

ONE:
"Blue Desires"

Tino Izzo, como compositor, intérprete y productor en cada uno de sus discos, es un músico todoterreno, un guitarrista de Quebec que tuvo como principal influencia a su propio padre y que a los diez años comenzó a tocar, adquiriendo muy pronto una gran soltura en guitarra y batería. En su evolución, acabó simplificando su música para desarrollar unas ideas surgidas de un regalo de su esposa: "Cuando me casé con Rosanna no andábamos precisamente muy boyantes de dinero, así que por Navidad decidimos hacernos regalos creativos. Ella me regaló algunos cuadros, y uno de ellos me inspiró de una forma tan especial que decidí escribir una canción, que llamé 'Her Song'". Bob Chacra escuchó casualmente esta composición y le propuso a Tino la creación de un disco instrumental donde destacara la guitarra, para ser publicado en Chacra Alternative Music, compañía canadiense fundada por el propio Bob Chacra en 1984. Así surgió "Blue Desires" en 1993, primer disco de Tino Izzo, pero publicado bajo un pseudónimo que expresa la soledad de su labor en el estudio: One ("estoy disfrutando verdaderamente siendo un grupo de un solo miembro", comenta Izzo). Como estupenda portada, el cuadro de Rosanna Ciciola con el que comenzó todo.

"Blue Desires" recoge una estimulante sucesión de gratas melodías con el nexo común de buenos fraseos de guitarra y acompañamientos exquisitos en un entorno de suave ambientalidad, más cercana a terrenos relajantes con un cierto componente rítmico muy pop que a otros estilos también convencionales como jazz o rock. Algunas de las composiciones desencadenan, sin contradecir lo anterior, un asombroso aluvión de energía, tal vez reprimida durante años y expandida de repente en este primer y revelador trabajo de este artista canadiense que hubiera preferido dejar sus canciones sin títulos ("me gusta la idea de permitir que el oyente pueda tener la oportunidad de asociar una imagen visual personal a la textura musical ofrecida"). En un contexto general de melódico optimismo se encuadran diez composiciones en las que numerosas guitarras -calmadas unas, furiosas las menos- luchan por obtener su momento, por dominar cada pieza o por adornar unos arreglos elegantes y de compensada hermosura, que comienzan por una samba que, fuera de contexto, ejemplifica ese trabajo de búsqueda, de cuidada producción y de estupendo acabado que caracteriza a los trabajos de Tino Izzo. "Samba del viento" se anticipa a uno de los cortes que este guitarrista canadiense adaptó de su época más popera y vocal, "Ghosts Before Breakfast". Algo parecido sucede en la composición que da título al álbum, "Blue Desires", donde unas guitarras muy luminosas son arropadas por una sencilla percusión (uno de los elementos menos decisivos en el álbum). Delimitado por esos ejemplos de instrumentalidad fácil pero efectiva, nos encontramos con la que posiblemente sea la canción más destacada del trabajo, la que fue inspirada por el cuadro que sirve de portada, "Her Song", muy completa, cuidadísima, mágica incluso. Junto a "Her Song", es "Freedom Within" otro de los cortes destacados, muy animado, mostrando a un Izzo muy seguro, práctico y eficaz, en una pequeña demostración de manejo de la mesa de mezclas a la par que de la interpretación. Sin necesidad de percusión o más parafernalia para expresarse, "The Lion, the Witch and the Wardrobe" describe un bucólico paisaje que bien podría estar sacado de un lienzo de su esposa, pero la inspiración vino realmente del primer libro de la heptalogía "Las crónicas de Narnia", de C.S.Lewis. Tras perder un poco de fuerza en el último tramo, el disco acaba con "Nymphéas", que si bien no se puede encuadrar entre lo mejor del álbum, sí que posee esa esencia que lo define, la atractiva calidez de las cuerdas jugando entre sí, en efusivas tonadas sencillas, cálidas y atrayentes. "Son canciones muy simples, pero muy honestas, por lo que son perfectamente legítimas", y una de las más honestas es "The Round Walls Home", compuesta cuando Rosanna y Tino iban a tener un niño. En el libreto Izzo dice que siempre quiso hacer un disco dedicado a la música de guitarra, lo cual ha supuesto una enriquecedora experiencia, muy personal pero compartida con todos los oyentes en un fantástico resultado final dedicado a otros dos guitarristas, su padre (que le animó a tocar paro falleció antes de poder disfrutar de sus discos) y su amigo Anthony Cianciusi.

El arte es parte importante de la vida y de la inspiración de Tino Izzo, especialmente la pintura, de forma primordial por los cuadros de su esposa, pero también por pintores como Edward Hopper (el corte "Nighthawks" es el título de una de sus pinturas más famosas) o Claude Monet ("Nymphéas" fue creada pensando en su obra), escritores como C.S.Lewis (autor de la famosa novela que titula a "The Lion, the Witch and the Wardrobe") o cineastas como Hans Richter ("Ghost Before Breakfast" es una de sus películas). Los tonos azules, relajantes, de la portada de "Blue Desires" (que originan además su propio título), devienen en naranjas, más explosivos, en un segundo álbum tal vez superior (al menos con un grandísimo comienzo) titulado "Four September Suns", publicado también por Chacra Alternative Music sólo un año después, en 1994. No hay que desdeñar sin embargo este primer disco firmado como One, pues posee una gran determinación para hacernos llegar una música que, sin excesivas pretensiones, cumple la doble función de sonar realmente agradable y de llenar esos momentos en los que se puede fundir melancolía y jovialidad. John Strati, poeta y amigo de Tino, escribió un sencillo poema tras escuchar la primera maqueta del álbum, incluido en el libreto de "Blue Desires". Además, realizó una descripción perfecta para la contraportada del mismo: "La guitarra, una multitud de rostros, de humores y de personalidades. Cada cuerda, una impresión. Cada nota, una inspiración. Sonidos que evocan... y que provocan. Armonías que nos recuerdan lo conocido y melodías que hablan de lo desconocido".

ANTERIORES CRÍTICAS RELACIONADAS:



24.1.12

MANNHEIM STEAMROLLER:
"Fresh aire"

La historia del origen del grupo denominado Mannheim Steamroller, así como de la compañía discográfica American Gramaphone, es cuanto menos peculiar y, si bien su éxito es casi exclusivamente norteamericano, merece la pena escucharla y destacar sus méritos, puntuales destellos de calidad en cada una de las entregas de la popular serie Fresh Aire. Chip Davis es el estandarte de este pequeño imperio, un músico de Ohio que creció en un ambiente musical y que se graduó en 1969 como intérprete de fagot, aunque también dominaba la batería. El aprendizaje para crear su personal estilo surgió creando jingles para una empresa de Omaha, lo que acabó llevándole a la verdadera historia de su éxito: Chip (cuyo verdadero nombre es Louis) realizó la música para una serie de anuncios para televisión de una compañía de elaboración de pan llamada Old Home Bread, que fueron la comidilla de millones de estadounidenses; el protagonista era un conductor de camión de reparto llamado C.W.McCall, que representaba situaciones divertidas junto a su novia Mavis, vistosa camarera de un bar de carretera. Tal fue el éxito de los spots que C.W.McCall recorrió todo el país en un espectáculo que incluía la música de Chip Davis, cuyo grupo se denominaba Mannheim Steamroller. El single "Convoy", de estilo country, vendió millones de discos e inspiró el título de la película de Sam Peckinpah protagonizada por Kris Kristofferson. Mientras tanto, Chip Davis intentó dar su particular paso adelante, ideando un disco instrumental en el que retomaba viejas ideas, si bien ninguna compañía parecía estar interesada en el mismo, por lo que acabó creando American Gramaphone Records en 1974, antes incluso que la fundación de la propia Windham Hill.

"Fresh Aire" fue la primera referencia de American Gramaphone e inauguró una longeva saga de discos basados en diversas temáticas. La primavera era el punto de partida de este primer volumen, que se alimenta de un espíritu barroco con un toque medieval. Lo que sí tuvo claro Davis desde el inicio de la compañía era la importancia de la calidad del sonido que se vendía, por lo que no dudó en invertir en la tecnología punta de la época: "Los elementos clave de American Gramophone son música original con una base clásica y una visión pura de la producción", dijo Chip, y en "Fresh Aire" intentó ponerlo en práctica por medio de doce composiciones interpretadas por Jackson Berkey a los teclados y el propio Chip Davis a la percusión y flautas, con la adición de bajo, metales (trompeta, trombón) y cuerdas, aparentando una gran suite orquestal con acabado electrónico. "Prelude" es una subyugante introducción, no exenta de un cierto misterio, que presenta de inmediato un sublime cambio al derivar en una pieza recargada, cercana a un animado barroquismo con añadido electrónico; su título, "Chocolate fudge", contribuye a un cierto desconcierto en cuanto a sus pretensiones, y a su vez confirma el tono cómico del que surge el grupo, al utilizar ese juego de palabras fudge (caliente) / fugue (fuga, que es a lo que podría sonar la pieza en homenaje a músicos del barroco como Johann Sebastian Bach). Esa fusión clásico-electrónica chocó en la época ("Chocolate fudge" es una melodía algo atropellada pero ciertamente pegadiza) y fue el comienzo del éxito de la Mannheim Steamroller, un nombre surgido de una técnica de composición musical del siglo XVIII equivalente a un crescendo. Cuatro interludios de piano ambiental (sus títulos son precisamente "Interlude" I, II, III y IV) se intercalan en la obra otorgándole un aire sencillo e intimista, con efectos de sonido de fácil asimilación (lluvia, pájaros) que emergen melancólicamente en ese campo que sirve de bonita portada al trabajo. También serena y de armonías barrocas es "Sonata", de corta duración y de consumo fácil. En un tono más medieval, por la inclusión de la flauta dulce, es "Saras band" (una zarabanda -danza lenta muy utilizada en el barroco-, con otro juego de palabras en el título), aunque la batería y caminos más sinfónicos acaban por resultar algo extraños en un conjunto de entradas y salidas hacia lo clásico, lo moderno, lo lento y lo rápido. Da la impresión de que la composición vaya a saltos, aunque hay que admitir que de todo ello emerge un sonido final distinto, atractivo y absolutamente propio. Con "Rondo" vuelve el estilo desenfrenado y de sintonía algo extravagante que escuchábamos en "Chocolate fudge", así como en el pasacalles "Pass the keg (Lia)" -nuevo juego de palabras-. Sin ser tan acertados como aquel, no cabe duda que resultan alegres y llaman la atención, circunstancia extensible a todo el álbum, en especial escuchado en aquella época. Curiosamente, el tema denominado "Fresh aire" (musicalmente un aire o pieza de música a una sola voz) no es de los más destacados del álbum aunque no desmerece en el mismo; ambiental, parece una improvisación que va tomando alma durante su desarrollo. Sí que merece la pena destacar el final del trabajo, "Mist", de piano, muy corto aunque intenso y esperanzador, si bien no acaba de augurar una serie de continuaciones tan numerosa como las que acabaron viendo la luz.

'Rock clásico del siglo XVIII' es la clasificación que se impuso el mismo Chip Davis para esta música, rimbombante en ocasiones pero de un efectivo melodismo entre clásico y actual que le ha nutrido de fieles seguidores. De hecho, la serie 'Fresh Aire' consta de ocho entregas numeradas (todas ellas discos de oro, que en los Estados Unidos son 500.000 copias vendidas) y una de corte navideño que le supuso ventas millonarias, como todos sus álbumes inspirados en la Navidad. Lo que comenzó con un anuncio de pan se ha convertido en una de las compañías independientes más importantes de norteamérica, que aparte de a la Mannheim Steamroller ha publicado trabajos de Jackson Berkey, Richard Burmer, Mason Williams, Jeff Jenkins o el grupo Checkfield. Así es la historia de cómo Chip Davis cumplió con el sueño americano por obra y gracia de la exitosa serie 'Fresh Aire'.