Cualquiera que haya visitado Bretaña ha podido quedar embelesado por la belleza de esa tierra gala de raíces celtas, de sus paisajes, sus gentes y sus ancianas tradiciones. Una vez allí se puede comprender mejor la música de este bretón, natural de Brest, que en gran parte de su discografía es capaz de transportarnos hasta el noroeste francés. Lo difícil no es quedarse atrapado por esa música sino comprender por qué tardó tanto en llegar hasta el gran público, tuviendo que esperar al año 2001 cuando el cineasta Jean-Pierre Jeunet utilizó varias composiciones de sus trabajos primerizos en la banda sonora de esa maravillosa película que fue "Amélie" ('Le fabuleux destin d'Amélie Poulain'), cuyo éxito catapultó a Jeunet, a Audrey Tautou (la protagonista del film) y, cómo no, a nuestro protagonista, de nombre Yann Tiersen.
La historia desde ahí merece un punto y seguido, ya que había pasado la primera etapa en la obra de Tiersen, posiblemente la mejor y la más desconocida, lejos de las populosas giras que, conforme pasaba la primera década del XXI, nos acercaban a un sucedáneo alternativo, en exceso rockero, del delicado hombre del violín y del acordeón. Posiblemente sea esta evolución la que esté más acorde con la personalidad y los intereses de Tiersen, al que se podía ver como un nuevo Kevin Ayers -tanto en el físico como en algunas de sus trovadoras melodías-, pero es innegable que en los 90, recién salido del conservatorio con ideas explosivas, publicó en Francia unos primeros trabajos cautivadores por su búsqueda de la experimentación entre el folk bretón, el pop, el rock, el clasicismo y la canción popular: "La valse des monstres" en 1995 (cuyo origen son dos obras de teatro), "Rue des cascades" en 1997 y por fin, en 1998, el completísimo "Le Phare". Los dos primeros, en su huída de la comercialidad, parecen como cuadernos de notas, llenos de detalles pero sin llegar a profundizar en exceso, dejándonos en muchas ocasiones con la miel en los labios en su presunta presentación de demos de corta duración. Valses, canciones de fiesta, melodías circenses... un eclecticismo que nos lleva sin prejuicios del folk más lúdico a la contemporaneidad más irreverente. "Le phare" es un pequeño paso adelante, más elaborado, también encontrando otra forma de expresión en las voces, y en especial consolidando su sonido, ese espíritu festivo y portuario en el cual acordeón y violín no son meras comparsas sino que tienen un papel tan importante, por básico y distintivo, como guitarra, batería o un teclado que enamora con esa melancolía que Yann sabe imprimirle (sencillamente espectacular en piezas como "La dispute"). La vena folkie domina todo el trabajo y nos acerca a los arrabales bretones, comenzando por los sonidos que nos reciben en "Le quartier" antes de la entrada del fenomenal violín en dos minutos tan cortos como frenéticos. Dos canciones nos confirman el gran momento de este multiinstrumentista, "La rupture", cantada por Claire Pichet con un ritmo rápido, y en contraposición una de las cumbres del álbum, la melancólica y en cierta medida infantil "Monochrome", con la voz del conocido cantante y compositor francés Dominique Ané, cuya contribución al disco fue parte importante de su éxito. "Monochrome" tuvo además un divertido videoclip, y el de "Le quartier" fue su continuación. Seguidamente llega la mencionada "La dispute", que tras su entrada de acordeón nos lega posiblemente los dos mejores minutos del álbum, sinceras y sencillas notas al piano que de por sí ya elevan el nombre de Yann Tiersen a la categoría de genio. "La dispute" fue incluída en la banda sonora de "Amélie", como "La noyee" y "Sur le fil", otras de las piezas magistrales del disco (y de la obra de Yann, pues se trata de una tonada excepcional), que asombran al acordeón y al violín tras hacerlo en la anterior con el piano. Muchos más detalles se pueden encontrar en el resto del disco, un trabajo imprescindible en sus catorce temas, desde el infantilismo de "Les jours heureux" o "L’Effondrement" (con ese curioso sonido de fondo como de bicicleta y la voz del propio Tiersen) hasta el aroma festivalero de "L'arrivée sur l'île", "Le fromveur" o "La crise", pero sobre todo esa melancolía portuaria cuyo salitre puede respirarse en "L'homme aux bras ballants" o "Les bras de mer", también cantada por Dominique A. Algunas de ellas ("Monochrome", "Les bras de mer" o "La rupture" en cuanto a las canciones, y "Le quartier", "La Noyée" o "Sur le fil" de las piezas sin voz) venían incluídas, en 1999, en su primer álbum en vivo, titulado "Black session".
La historia desde ahí merece un punto y seguido, ya que había pasado la primera etapa en la obra de Tiersen, posiblemente la mejor y la más desconocida, lejos de las populosas giras que, conforme pasaba la primera década del XXI, nos acercaban a un sucedáneo alternativo, en exceso rockero, del delicado hombre del violín y del acordeón. Posiblemente sea esta evolución la que esté más acorde con la personalidad y los intereses de Tiersen, al que se podía ver como un nuevo Kevin Ayers -tanto en el físico como en algunas de sus trovadoras melodías-, pero es innegable que en los 90, recién salido del conservatorio con ideas explosivas, publicó en Francia unos primeros trabajos cautivadores por su búsqueda de la experimentación entre el folk bretón, el pop, el rock, el clasicismo y la canción popular: "La valse des monstres" en 1995 (cuyo origen son dos obras de teatro), "Rue des cascades" en 1997 y por fin, en 1998, el completísimo "Le Phare". Los dos primeros, en su huída de la comercialidad, parecen como cuadernos de notas, llenos de detalles pero sin llegar a profundizar en exceso, dejándonos en muchas ocasiones con la miel en los labios en su presunta presentación de demos de corta duración. Valses, canciones de fiesta, melodías circenses... un eclecticismo que nos lleva sin prejuicios del folk más lúdico a la contemporaneidad más irreverente. "Le phare" es un pequeño paso adelante, más elaborado, también encontrando otra forma de expresión en las voces, y en especial consolidando su sonido, ese espíritu festivo y portuario en el cual acordeón y violín no son meras comparsas sino que tienen un papel tan importante, por básico y distintivo, como guitarra, batería o un teclado que enamora con esa melancolía que Yann sabe imprimirle (sencillamente espectacular en piezas como "La dispute"). La vena folkie domina todo el trabajo y nos acerca a los arrabales bretones, comenzando por los sonidos que nos reciben en "Le quartier" antes de la entrada del fenomenal violín en dos minutos tan cortos como frenéticos. Dos canciones nos confirman el gran momento de este multiinstrumentista, "La rupture", cantada por Claire Pichet con un ritmo rápido, y en contraposición una de las cumbres del álbum, la melancólica y en cierta medida infantil "Monochrome", con la voz del conocido cantante y compositor francés Dominique Ané, cuya contribución al disco fue parte importante de su éxito. "Monochrome" tuvo además un divertido videoclip, y el de "Le quartier" fue su continuación. Seguidamente llega la mencionada "La dispute", que tras su entrada de acordeón nos lega posiblemente los dos mejores minutos del álbum, sinceras y sencillas notas al piano que de por sí ya elevan el nombre de Yann Tiersen a la categoría de genio. "La dispute" fue incluída en la banda sonora de "Amélie", como "La noyee" y "Sur le fil", otras de las piezas magistrales del disco (y de la obra de Yann, pues se trata de una tonada excepcional), que asombran al acordeón y al violín tras hacerlo en la anterior con el piano. Muchos más detalles se pueden encontrar en el resto del disco, un trabajo imprescindible en sus catorce temas, desde el infantilismo de "Les jours heureux" o "L’Effondrement" (con ese curioso sonido de fondo como de bicicleta y la voz del propio Tiersen) hasta el aroma festivalero de "L'arrivée sur l'île", "Le fromveur" o "La crise", pero sobre todo esa melancolía portuaria cuyo salitre puede respirarse en "L'homme aux bras ballants" o "Les bras de mer", también cantada por Dominique A. Algunas de ellas ("Monochrome", "Les bras de mer" o "La rupture" en cuanto a las canciones, y "Le quartier", "La Noyée" o "Sur le fil" de las piezas sin voz) venían incluídas, en 1999, en su primer álbum en vivo, titulado "Black session".
La historia dió muchas vueltas de tuerca a partir de aquí para este hombre orquesta que de la noche a la mañana fue objeto de elogios y reconocimiento por una película para la que, realmente, él consideraba que su música no era la apropiada (aunque una vez asimilada, es difícil de dejar de realizar la asociación de esas melodías con el París de la risueña Amélie). La emoción que respiran sus composiciones y las múltiples influencias en ellas aunadas las hacen absolutamente únicas y dificilmente imitables, y aunque en sus siguientes travesías parecía haber perdido ese aroma circense y arrabalero tan atractivo, pronto volvió a recobrar su aura natural y ecologista, especialmente con el piano como protagonista para honrar en 2016 a su lugar de residencia, la isla de "Eusa". Más allá del piano, no sería extraño que Yann Tiersen volviera a sorprendernos algún día con títulos cercanos a aquellos "Monochrome", "La dispute" o "Sur le fil", presentes en el indispensable "Le phare".
6 comentarios:
No pude ver la gira que hizo después del éxito de Amelie pero si esta última,de la que hablas,y es cierto que era un poco dura.
Por lo demás me gusta mucho su música,pero espero que vuelva a ser como antes de esta gira.
Yo estoy en las mismas, Santi, cuando vino con la gira 'buena' no pude ir, y la de este año ya sabía que iba a ser bastante rockera, me fastidió pero no estuvo tan mal. Eso sí, me encantaron los teloneros, Smooth, tanto que muy pronto colocaré la crítica de uno de sus discos. Fue el gran descubrimiento del concierto!!!
Yo le vi en en Madrid con la gira de Les Retrouvailles, y aunque me gustó fue una ligera decepción por la estética rock indie en vez de ser fiel a sus distos de estudio.
En directo es un espectáculo grato, pero el CD de la gira, On Tour, es bastante flojo (en mi blog lo comenté hace tiempo).
Me encantaría ver una gira tipo C'était ici.
Espero que el próximo disco que saque sea tan original y bonito como nos tiene acostumbrado.
Pepe, yo sí estuve en la gira "buena", en la Mozart con Ricardo, y fue apoteósico. Me pareció estar delante de un auténtico genio, tocando el violín, el piano, el acordeón y todo cuanto se encontraba por el camino, tejiendo bellas melodías minimalistas; vamos, diría que es el sucesor natural de Wim Mertens si no fuera porque el último disco de éste, "Receptacle", es magnífico y demuestra que tiene cuerda para rato...
Cuando Yann estuvo en la Oasis en plan rockero fue otro cantar; bien pero sin llegar a la belleza de la orquestación acústica de los discos de estudio.
Por cierto, que Ricardo y yo nos pegamos un buen rato a la salida del Auditorio a ver si aparecía y nos firmaba, y por fin conseguimos el autógrafo...
Tú y Ricardo (cuyos sabios comentarios sobre artistas como Dulce Pontes o Richard Stoltzman se echan de menos por aquí) no os perdéis una, y lo del autógrafo es un dato a tener en cuenta, seguro que esa vez no había una estúpida (por no decir palabras peores) como la que no nos dejó casi ni hablar con Wim Mertens hace unos meses.
Aún me lamento de no haber ido a aquel concierto en la Mozart...
Cierto... qué tía más desagradable. La vi contando la caja hecha de los discos vendidos después del concierto, en plan "esta noche no ha ido mal", mientras tenía un fajo de billetes en la mano. Y después, aquellas palabras: "Christian, se acaba tu tiempo...". Es verdad, tienes razón: ¡una estúpida! Por cierto, la anterior vez que lo pillamos, en el 98 con "Integer Valor", estuvo correctísimo y no dejó de atender mis inquisitivas preguntas aunque la mismísima Chusa de la Cruz le repetía una y otra vez que se tenían que ir. ¡Estaba tan a gusto con un fan tan puesto...!
Yo me encargo de darle un toque a Ricardo; es un desperdicio no tenerlo comentando discos por tu blog...
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