27.2.12

YANN TIERSEN:
"C´était ici"

Seis años después de su debut discográfico con "La valse des monstres" en 1995, el músico bretón Yann Tiersen fue reclutado por el realizador francés Jean-Pierre Jeunet para realizar la música de una hermosa película, "Le fabuleux destin d'Amélie Poulain", film que iba a cambiar su rumbo y le iba a reportar una enorme popularidad. "Amélie" contenía canciones de los antiguos trabajos de Tiersen, además de otros temas compuestos para la ocasión que se llegaron a hacer muy populares, en especial los dos valses dedicados a la protagonista de la película. Yann Pierre Tiersen volvió a componer una banda sonora un par de años después, la de "Good bye, Lenin!", pero con la excepción de "Tabarly" en 2008, acabó renegando de esa disciplina porque, según él, "no se puede poner música a una imagen", y además, en su carácter solitario y multiinstrumental (si bien matiza que no toca muchos instrumentos sino que usa muchos instrumentos), no es un artista que soporte que le dirijan o le den consejos. Escuchando sus primeros discos, que poseen un especial encanto y frescura, y directos como el que nos ocupa, plenos de emoción y espectáculo, se puede entender su reticencia.

"C'était ici" era el segundo álbum en directo de Yann Tiersen, tras "Black session" en 1999. La fama adquirida con "Amélie" provocó que su gira del año 2002 fuera apoteósica, con un público entregado a la música y al espectáculo que originaban el piano de juguete o las ondas Martenot, momentos inhabituales en cualquier otro directo, que ya se han convertido en importantes instantáneas en la carrera de Tiersen. Aunque grabado en Febrero (en la Cité de la Musique de París), fue a finales de septiembre de 2002 cuando Labels (subsello de EMI) publicó el doble CD, que se podía encontrar en formato normal o en una edición especial de carácter limitado, una pequeña caja que incluía el disco y doce postales. En algunos países una pegatina destacaba que contenía la música de "Amélie", y es efectivamente "La valse d'Amélie" lo primero que suena en el primer disco, que además finaliza con "L'autre vals d'Amélie". "Rue des cascades", memorable momento pianístico deudor de un minimalismo también de habla francesa, el del belga Wim Mertens, o temas vocales interpretados por Claire Pichet ("La rupture") y Christian Quermalet ("Les jours tristes") destacan en este primer CD, pero es "Sur le fil", espectacular composición contenida originalmente en su trabajo "Le phare", la cumbre de su conexión con el público y el mejor momento de sus conciertos, pasados y presentes. Su espejo en el segundo CD (menos vistoso en general) sería "Comptine d'un autre été: l'après midi", melancólico y prodigioso descarte de "L'absente" incluído posteriormente en "Amélie", sin olvidar otros maravillosos detalles como "La noyée II" o "Monochrome", con la voz de Dominique A. El cartel anunciador de los conciertos destacaba la faceta de acordeonista de ese Yann Tiersen folkie, y aires circenses más o menos característicos, provenientes en su mayoría de dicho instrumento, inundan la escena ("Le jour d'avant", "La noyée II", "Plus au sud"), junto a una extraordinaria plasticidad, mejor encauzada en los temas cortos. Haciendo buena su frase "lo más excitante a la hora de hacer música es no saber a dónde te lleva", da muestras en ocasiones de algún desfase experimental ("La terrasse", "Le banquet", "La crise", "Février"), mucho más interesantes sin duda que sus posteriores devaneos rockeros. En definitiva, los prolongados aplausos del final dan buena muestra del éxito obtenido en un público de edades y condiciones muy variadas.

"Me siento más europeo que francés", dice este bretón cuyos conciertos han cambiado con el paso del tiempo, antaño casi en solitario en el escenario, posteriormente con un gran conjunto y pequeña orquesta, y más adelante acompañado de una pequeña banda de esencia rock. "C'était ici" pertenece a esa segunda época, y entre los amigos que acompañaban a Yann se encontraban Christian Quermalet (bajo, percusión, voz), Marc Sens (guitarra), Christine Ott (ondas Martenot), Ronan Le Bars (gaita), Jean-François Assy (bajo), Iso -Grègoire Simonde, del grupo folk-rock Les Têtes Raides- (saxo), Lisa Germano (voz) y por supuesto Claire Pichet (voz, piano de juguete, tambourine, melódica y percusión) y Dominique A (guitarra y voz), además del Ensemble Orchestral Synaxis. El propio Tiersen ejerce de multiinstrumentista al interpretar piano (normal y también de juguete), violín, acordeón, bajo, guitarra y melódica, incluso cantando varios de los temas. En la figura de este músico auténtico, encantador, por momentos inclasificable, conviven conceptos no tan fáciles de conjugar con éxito, música popular con radiofórmulas, folk con rock, academicismo con experimentalidad, para acabar conformando melodías esenciales en las vidas de miles de personas. Jeunet encontró la música de los mismos sueños en los discos de Yann Tiersen.

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12.2.12

ONE:
"Blue Desires"

Tino Izzo, como compositor, intérprete y productor en cada uno de sus discos, es un músico todoterreno, un guitarrista de Quebec que tuvo como principal influencia a su propio padre y que a los diez años comenzó a tocar, adquiriendo muy pronto una gran soltura en guitarra y batería. En su evolución, acabó simplificando su música para desarrollar unas ideas surgidas de un regalo de su esposa: "Cuando me casé con Rosanna no andábamos precisamente muy boyantes de dinero, así que por Navidad decidimos hacernos regalos creativos. Ella me regaló algunos cuadros, y uno de ellos me inspiró de una forma tan especial que decidí escribir una canción, que llamé 'Her Song'". Bob Chacra escuchó casualmente esta composición y le propuso a Tino la creación de un disco instrumental donde destacara la guitarra, para ser publicado en Chacra Alternative Music, compañía canadiense fundada por el propio Bob Chacra en 1984. Así surgió "Blue Desires" en 1993, primer disco de Tino Izzo, pero publicado bajo un pseudónimo que expresa la soledad de su labor en el estudio: One ("estoy disfrutando verdaderamente siendo un grupo de un solo miembro", comenta Izzo). Como estupenda portada, el cuadro de Rosanna Ciciola con el que comenzó todo.

"Blue Desires" recoge una estimulante sucesión de gratas melodías con el nexo común de buenos fraseos de guitarra y acompañamientos exquisitos en un entorno de suave ambientalidad, más cercana a terrenos relajantes con un cierto componente rítmico muy pop que a otros estilos también convencionales como jazz o rock. Algunas de las composiciones desencadenan, sin contradecir lo anterior, un asombroso aluvión de energía, tal vez reprimida durante años y expandida de repente en este primer y revelador trabajo de este artista canadiense que hubiera preferido dejar sus canciones sin títulos ("me gusta la idea de permitir que el oyente pueda tener la oportunidad de asociar una imagen visual personal a la textura musical ofrecida"). En un contexto general de melódico optimismo se encuadran diez composiciones en las que numerosas guitarras -calmadas unas, furiosas las menos- luchan por obtener su momento, por dominar cada pieza o por adornar unos arreglos elegantes y de compensada hermosura, que comienzan por una samba que, fuera de contexto, ejemplifica ese trabajo de búsqueda, de cuidada producción y de estupendo acabado que caracteriza a los trabajos de Tino Izzo. "Samba del viento" se anticipa a uno de los cortes que este guitarrista canadiense adaptó de su época más popera y vocal, "Ghosts Before Breakfast". Algo parecido sucede en la composición que da título al álbum, "Blue Desires", donde unas guitarras muy luminosas son arropadas por una sencilla percusión (uno de los elementos menos decisivos en el álbum). Delimitado por esos ejemplos de instrumentalidad fácil pero efectiva, nos encontramos con la que posiblemente sea la canción más destacada del trabajo, la que fue inspirada por el cuadro que sirve de portada, "Her Song", muy completa, cuidadísima, mágica incluso. Junto a "Her Song", es "Freedom Within" otro de los cortes destacados, muy animado, mostrando a un Izzo muy seguro, práctico y eficaz, en una pequeña demostración de manejo de la mesa de mezclas a la par que de la interpretación. Sin necesidad de percusión o más parafernalia para expresarse, "The Lion, the Witch and the Wardrobe" describe un bucólico paisaje que bien podría estar sacado de un lienzo de su esposa, pero la inspiración vino realmente del primer libro de la heptalogía "Las crónicas de Narnia", de C.S.Lewis. Tras perder un poco de fuerza en el último tramo, el disco acaba con "Nymphéas", que si bien no se puede encuadrar entre lo mejor del álbum, sí que posee esa esencia que lo define, la atractiva calidez de las cuerdas jugando entre sí, en efusivas tonadas sencillas, cálidas y atrayentes. "Son canciones muy simples, pero muy honestas, por lo que son perfectamente legítimas", y una de las más honestas es "The Round Walls Home", compuesta cuando Rosanna y Tino iban a tener un niño. En el libreto Izzo dice que siempre quiso hacer un disco dedicado a la música de guitarra, lo cual ha supuesto una enriquecedora experiencia, muy personal pero compartida con todos los oyentes en un fantástico resultado final dedicado a otros dos guitarristas, su padre (que le animó a tocar paro falleció antes de poder disfrutar de sus discos) y su amigo Anthony Cianciusi.

El arte es parte importante de la vida y de la inspiración de Tino Izzo, especialmente la pintura, de forma primordial por los cuadros de su esposa, pero también por pintores como Edward Hopper (el corte "Nighthawks" es el título de una de sus pinturas más famosas) o Claude Monet ("Nymphéas" fue creada pensando en su obra), escritores como C.S.Lewis (autor de la famosa novela que titula a "The Lion, the Witch and the Wardrobe") o cineastas como Hans Richter ("Ghost Before Breakfast" es una de sus películas). Los tonos azules, relajantes, de la portada de "Blue Desires" (que originan además su propio título), devienen en naranjas, más explosivos, en un segundo álbum tal vez superior (al menos con un grandísimo comienzo) titulado "Four September Suns", publicado también por Chacra Alternative Music sólo un año después, en 1994. No hay que desdeñar sin embargo este primer disco firmado como One, pues posee una gran determinación para hacernos llegar una música que, sin excesivas pretensiones, cumple la doble función de sonar realmente agradable y de llenar esos momentos en los que se puede fundir melancolía y jovialidad. John Strati, poeta y amigo de Tino, escribió un sencillo poema tras escuchar la primera maqueta del álbum, incluido en el libreto de "Blue Desires". Además, realizó una descripción perfecta para la contraportada del mismo: "La guitarra, una multitud de rostros, de humores y de personalidades. Cada cuerda, una impresión. Cada nota, una inspiración. Sonidos que evocan... y que provocan. Armonías que nos recuerdan lo conocido y melodías que hablan de lo desconocido".

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24.1.12

MANNHEIM STEAMROLLER:
"Fresh aire"

La historia del origen del grupo denominado Mannheim Steamroller, así como de la compañía discográfica American Gramaphone, es cuanto menos peculiar y, si bien su éxito es casi exclusivamente norteamericano, merece la pena escucharla y destacar sus méritos, puntuales destellos de calidad en cada una de las entregas de la popular serie Fresh Aire. Chip Davis es el estandarte de este pequeño imperio, un músico de Ohio que creció en un ambiente musical y que se graduó en 1969 como intérprete de fagot, aunque también dominaba la batería. El aprendizaje para crear su personal estilo surgió creando jingles para una empresa de Omaha, lo que acabó llevándole a la verdadera historia de su éxito: Chip (cuyo verdadero nombre es Louis) realizó la música para una serie de anuncios para televisión de una compañía de elaboración de pan llamada Old Home Bread, que fueron la comidilla de millones de estadounidenses; el protagonista era un conductor de camión de reparto llamado C.W.McCall, que representaba situaciones divertidas junto a su novia Mavis, vistosa camarera de un bar de carretera. Tal fue el éxito de los spots que C.W.McCall recorrió todo el país en un espectáculo que incluía la música de Chip Davis, cuyo grupo se denominaba Mannheim Steamroller. El single "Convoy", de estilo country, vendió millones de discos e inspiró el título de la película de Sam Peckinpah protagonizada por Kris Kristofferson. Mientras tanto, Chip Davis intentó dar su particular paso adelante, ideando un disco instrumental en el que retomaba viejas ideas, si bien ninguna compañía parecía estar interesada en el mismo, por lo que acabó creando American Gramaphone Records en 1974, antes incluso que la fundación de la propia Windham Hill.

"Fresh Aire" fue la primera referencia de American Gramaphone e inauguró una longeva saga de discos basados en diversas temáticas. La primavera era el punto de partida de este primer volumen, que se alimenta de un espíritu barroco con un toque medieval. Lo que sí tuvo claro Davis desde el inicio de la compañía era la importancia de la calidad del sonido que se vendía, por lo que no dudó en invertir en la tecnología punta de la época: "Los elementos clave de American Gramophone son música original con una base clásica y una visión pura de la producción", dijo Chip, y en "Fresh Aire" intentó ponerlo en práctica por medio de doce composiciones interpretadas por Jackson Berkey a los teclados y el propio Chip Davis a la percusión y flautas, con la adición de bajo, metales (trompeta, trombón) y cuerdas, aparentando una gran suite orquestal con acabado electrónico. "Prelude" es una subyugante introducción, no exenta de un cierto misterio, que presenta de inmediato un sublime cambio al derivar en una pieza recargada, cercana a un animado barroquismo con añadido electrónico; su título, "Chocolate fudge", contribuye a un cierto desconcierto en cuanto a sus pretensiones, y a su vez confirma el tono cómico del que surge el grupo, al utilizar ese juego de palabras fudge (caliente) / fugue (fuga, que es a lo que podría sonar la pieza en homenaje a músicos del barroco como Johann Sebastian Bach). Esa fusión clásico-electrónica chocó en la época ("Chocolate fudge" es una melodía algo atropellada pero ciertamente pegadiza) y fue el comienzo del éxito de la Mannheim Steamroller, un nombre surgido de una técnica de composición musical del siglo XVIII equivalente a un crescendo. Cuatro interludios de piano ambiental (sus títulos son precisamente "Interlude" I, II, III y IV) se intercalan en la obra otorgándole un aire sencillo e intimista, con efectos de sonido de fácil asimilación (lluvia, pájaros) que emergen melancólicamente en ese campo que sirve de bonita portada al trabajo. También serena y de armonías barrocas es "Sonata", de corta duración y de consumo fácil. En un tono más medieval, por la inclusión de la flauta dulce, es "Saras band" (una zarabanda -danza lenta muy utilizada en el barroco-, con otro juego de palabras en el título), aunque la batería y caminos más sinfónicos acaban por resultar algo extraños en un conjunto de entradas y salidas hacia lo clásico, lo moderno, lo lento y lo rápido. Da la impresión de que la composición vaya a saltos, aunque hay que admitir que de todo ello emerge un sonido final distinto, atractivo y absolutamente propio. Con "Rondo" vuelve el estilo desenfrenado y de sintonía algo extravagante que escuchábamos en "Chocolate fudge", así como en el pasacalles "Pass the keg (Lia)" -nuevo juego de palabras-. Sin ser tan acertados como aquel, no cabe duda que resultan alegres y llaman la atención, circunstancia extensible a todo el álbum, en especial escuchado en aquella época. Curiosamente, el tema denominado "Fresh aire" (musicalmente un aire o pieza de música a una sola voz) no es de los más destacados del álbum aunque no desmerece en el mismo; ambiental, parece una improvisación que va tomando alma durante su desarrollo. Sí que merece la pena destacar el final del trabajo, "Mist", de piano, muy corto aunque intenso y esperanzador, si bien no acaba de augurar una serie de continuaciones tan numerosa como las que acabaron viendo la luz.

'Rock clásico del siglo XVIII' es la clasificación que se impuso el mismo Chip Davis para esta música, rimbombante en ocasiones pero de un efectivo melodismo entre clásico y actual que le ha nutrido de fieles seguidores. De hecho, la serie 'Fresh Aire' consta de ocho entregas numeradas (todas ellas discos de oro, que en los Estados Unidos son 500.000 copias vendidas) y una de corte navideño que le supuso ventas millonarias, como todos sus álbumes inspirados en la Navidad. Lo que comenzó con un anuncio de pan se ha convertido en una de las compañías independientes más importantes de norteamérica, que aparte de a la Mannheim Steamroller ha publicado trabajos de Jackson Berkey, Richard Burmer, Mason Williams, Jeff Jenkins o el grupo Checkfield. Así es la historia de cómo Chip Davis cumplió con el sueño americano por obra y gracia de la exitosa serie 'Fresh Aire'.



28.12.11

CÉSAR FORNÉS:
"Retorno a la fantasía"

Música Sin-Fin era el nombre del sello discográfico independiente que Juan Alberto Arteche creó en 1989 para difundir la música de su grupo, Finis Africae, y de otros artistas españoles que circulaban por caminos pedregosos y de difícil difusión como son los de la vanguardia electrónica y la experimentación en el folclore y la música étnica, vías que concurrían inevitablemente en el saco de las reconocidas como nuevas músicas. En su estudio de grabación, conocido como 'El Agujero', y con el sentido de "experimentar con nuevos conceptos musicales", se grabaron la mayoría de las referencias del sello, como "Interface" de Zyklus, "Copa de veneno" de Clónicos, "Amazonia" de Finis Africae o "Pangea" de Javier Paxariño, sus cuatro primeros lanzamientos. Mención aparte merecen los dos siguientes, que fueron grabados casi en su totalidad en los estudios de sus autores: un excepcional "Cautiva" de Alberto Iglesias, que Pedro Almodóvar rescató con muy buen ojo para su película "La piel que habito", y un disco intimista y aventurero, una pequeña joya de título "Retorno a la fantasía" creada y servida por el guitarrista César Fornés. Desde un punto de partida humilde pero tremendamente entusiasta, Fornés y Juan Alberto Arteche presentaron en 1992 esta encantadora obra que encajaría perfectamente en el catálogo de un sello especializado en músicos artesanos como Windham Hill, y cuyo mensaje está encerrado en la reseña que publicó la propia compañía: "Historias intensamente vividas por todas las personas que tienen un arco iris en algún rincón de su cabeza. Cuentos y leyendas caballerescas, observaciones y sensaciones de un entorno casi olvidado y utópico. Fábulas sonoras que te transportan a otro tiempo, a un tiempo feliz y aventurero de la infancia, donde todo es posible".

César Fornés es un contador de cuentos, un músico auténtico cuyo reto es "llegar a hacer una música de la que estar orgulloso", y más allá, "llegar directamente al corazón". Con el tirón de las músicas instrumentales de finales de siglo tuvo su pequeño momento de gloria, suficiente para hacernos llegar este delicioso trabajo producido por Juan Alberto Arteche con la mujer de Fornés, Mora Amaro -que aparece en algunas de las imágenes promocionales del álbum-, como ingeniero de sonido. Nacido en 1952, comenzó a los 11 años a estudiar música, vocación heredada: "Mi padre era trompetista profesional, y muy bueno. Yo poco a poco me fui decantando por la guitarra, porque era un instrumento más íntimo, y más fácil". "Retorno a la fantasía" fue su primer trabajo en solitario, si bien tenía una gran experiencia en numerosos grupos de rock y jazz, en musicales como "Jesucristo Superstar" o "Evita", y tocando para Camilo Sesto, Raphael, Miguel Ríos, José Luis Perales, Rocío Jurado y muchos más artistas españoles de primera fila. "Retorno a la fantasía" consta de dieciocho canciones, aunque muchas de ellas son de duraciones muy cortas, como pequeños experimentos que ilustran los poemas de César, esos escuetos textos que podemos leer en el libreto del álbum y que son inseparables de la propia música. Por ejemplo, el de "Muy adentro": "Aquellos botones de la camisa eran imposibles de abrochar, tanto, que me di cuenta que mi cuerpo quería decirme algo, pues yo mantenía con él un intercambio: yo le cuidaba lo mejor que podía, y él me avisaba cuando alguna bonita melodía estaba pasando por los alrededores". En un estilo sencillo ("he preferido la pureza de una ilusión sonora y no la complejidad de escalas y virtuosismos"), Fornés intenta escarbar en lo imaginario y devolvernos la fantasía perdida con el paso del tiempo, con aires medievales en los que no faltan caballeros, damas, palacios o bufones. "El molino de agua", haciendo honor al título del disco, es una fantasía para cuerdas, una oda musical tan simple como hermosa y bien ejecutada, el recuerdo de un tiempo pasado y feliz. Sin ir más lejos el segundo corte, "La promesa de una dama" -otra de las valiosas joyas de un trabajo de escucha entusiasta-, explora en la propia portada del disco, una viñeta de la histórica aventura gráfica "El príncipe valiente" de Harold Foster. Esas guitarras aventureras (Ovation, Martin, Contreras y Gibson) se detienen en paisajes, ciudades, pensamientos y leyendas, con la única ayuda de un emulador Proteus y del secuenciador Atari Notator. Una cierta ingenuidad se suple con técnica y astucia, encontrando con facilidad la melodía o el desarrollo adecuado a momentos más calmados ("Bochorno sobre el lago" -auténtico intimismo maravillosamente construido-, "El caballero andante"), meditabundos ("Los pensamientos de Güordek", "La casa de los sueños"), alegres ("Las andanzas de Yermín", "La carreta de cristal"), festivos incluso ("Carnaval en palacio"). "Todo es muy sencillo y a veces repetitivo, igual que la ola sigue a la ola... Yo cuando voy y vengo también puedo ser el mismo, pero la verdad es que eso no lo consigo".

La carrera de César Fornés no fue nunca un camino de rosas, ni en su época trabajando para otros, donde cosechó alguna mala experiencia por el encorsetamiento que esto suponía y la falta de permisibilidad por parte de alguna estrella, ni por supuesto cuando dejó todo de golpe y tuvo que tocar en el metro de Madrid, si bien aprendió mucho y acabó dando clases en conservatorios. En cuanto a su estilo de música asegura: "Yo siempre he hecho fusión, y a raíz de que saliera Vollenweider he tenido que llamarlo new age porque, siendo español, jazz no molaba". Es el gran problema de las etiquetas, unido al sempiterno de la cerrazón del mercado español (definitiva la frase de Juan A. Arteche: "Me he pasado toda la vida intentando ser más o menos libre dentro de la música y siempre me he encontrado con el muro impenetrable de las compañías discográficas"). Con artistas como César Fornés, Alberto Iglesias o Javier Paxariño, Música Sin-Fin logró al menos ofrecer esa calidad que sólo unos pocos saben reconocer, pero que es ciertamente indiscutible e injustamente olvidada salvo en círculos muy recónditos. "Retorno a la fantasía" es una de esas sorpresas que merecen ser rescatadas del olvido, un guiño a la literatura épica, al cine de aventuras, a los sueños infantiles. En esa temática legendaria, y aunque la portada sea un homenaje a 'El príncipe valiente', Fornés bien podría haber elegido algún grabado o cuadro de los que recuerdan a nuestro ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, retratado en este disco desde la cordura del guitarrista formado en el conservatorio y la locura del músico callejero.







14.12.11

WIM MERTENS:
"A Man of No Fortune and with a Name to Come"

En la música contemporánea de los últimos tiempos se han impuesto fácilmente, con el beneplácito de la crítica, obras por lo general de audición complicada para el gran público. No se pueden negar sus cualidades, pero sí admitir la dificultad para despertar interés y ampliar el número de seguidores. Otro tipo de compositores han intentado abrir las fronteras para facilitar su música, topándose así con el desprecio del sector más retrógrado de la crítica, pero accediendo a un mercado entusiasta como el de las nuevas músicas (con todo lo despectivo o atractivo que el nombre pueda conllevar), sin olvidar por ello sus convicciones y prioridades. El estirado compositor belga Wim Mertens es uno de los ejemplos más claros de ese acercamiento a estructuras más sencillas (cuidado, también es preciso investigar en sus series más complejas, intercaladas entre sus éxitos) que encuentran difícil acomodo en cuanto a su definición estilística. Una de las muchas líneas de actuación de este dinámico artista consiste en la interpretación en solitario utilizando solamente piano y voz, con la peculiaridad de cantar en falsete versos sin ningún tipo de significado. Así, diciendo prácticamente nada, Mertens dice realmente mucho, algo además distinto y único, directo y sincero. "A Man of No Fortune and with a Name to Come" fue su primera referencia de piano y voz, publicada por Les disques du Crépuscule en 1986 con una artística portada que refleja la soledad del intérprete.

"Toda mi música, incluso la instrumental, viene de una inspiración vocal", afirma Mertens. Así se puede entender mejor que engalane sus piezas con tan extraño canto, que aunque al principio pueda resultar chocante, incluso algo absurdo o histriónico, acaba atrapando, convenciendo y esperando más de esa manera tan peculiar de entender la música de piano, en la que lo popular y lo clásico se dan la mano. "A Man of No Fortune and with a Name to Come" fue grabado en dos días sin ningún tipo de manipulación adicional y estaba dedicado a su padre, Henri, que también era músico. Presenta por lo general una marcada emoción en seis piezas inspiradas, placenteras y de duraciones amplias, si bien su único 'single' se sale de la norma general al tratarse de un riff movido de menos de tres minutos, con un tratamiento vocal más intenso; "Hirose", así se titula, toma el nombre de una antigua novia japonesa de Wim, Rika Hirose, cuya única acreditación en su obra es de fotógrafa en "Educes me" y como vocalista en "If I Can", trabajos ambos de esta misma época. "Casting no Shadow" es un comienzo bonito y melódico, en el que la voz se presenta tímida al minuto y medio, intentando equilibrar la belleza clásica del instrumento con un toque personal y extravagante por lo distinto e inesperado; este inicio, además de sereno y hermoso es ciertamente largo (once minutos y medio), pero se trata de una de esas melodías que podrían ocupar sin temor una mayor extensión. Así lo hace "You See", única de las canciones en la que parece escucharse una frase con sentido (la que le da título), en un entorno de quince minutos alegres y desenfadados en los que también hay tiempo para una calma tensa. También tranquilas son "A Tiels Leis" (de melodía bella y sustanciosa, aunque de menos matices hasta su cambio de registro hacia la mitad de su extensión, que deja ver a un Mertens más exultante) y "Naviamente" (reposada, envolvente y plástica, cuya expresividad viene dada tanto en lo rotundo de las notas del piano como en la acongojante interpretación vocal). Es sin embargo el corte número cinco uno de los más acertados del álbum, un clásico en el repertorio de este enorme músico (de hecho se trata de una composición anterior, grabada con distinto tratamiento para el álbum "Vergessen"), de título "Multiple 12", en el que, él tendrá sus motivos, no utiliza la voz; de cadencia lenta y agradable, continúa con una cierta incertidumbre general sobre si el propósito del álbum se nutre de celebración o de duelo contenido. En su reedición de 2008, "A Man of No Fortune and with a Name to Come" incluía un anecdótico (su duración es inferior a un minuto) séptimo corte, "Noli me Tangere", que era en realidad cara B del single de "Hirose". El éxito de este trabajo y la creciente fama de Wim Mertens fueron motivo suficiente para acometer una larga gira que, aparte de pasar por España y demás países europeos, también llegó a Estados Unidos, en concreto a New York, Houston y Los Angeles; su éxito provocó la rápida respuesta de Windham Hill, que publicó dos recopilatorios del artista, "Close Cover" en 1986 y "Whisper Me" en 1988, si bien ninguno de los dos incluía canciones de "A Man of No Fortune and with a Name to Come". El film franco-belga "Between the Devil and the Deep Blue Sea", conocido en España como "Entre dos mares - Li", contó con este disco como banda sonora, y es es que al parecer su directora, Marion Hänsel, trabajó durante varios años en el guion mientras lo escuchaba compulsivamente; la BSO, que es el mismo disco con el mismo listado de temas, añade en su portada 'Basada en "A Man of No Fortune and with a Name to Come"'.

La 'generación perdida' fue el nombre con el que se conoció a una serie de escritores norteamericanos residentes en Europa en los años 20 del pasado siglo. Tal vez los más conocidos de todos ellos fueran John Dos Passos, Francis Scott Fitzgerald, John Steinbeck y Ernest Hemingway, sin embargo para nosotros es destacable la influencia de otro de ellos, Ezra Pound, en la obra de Wim Mertens, en especial en los títulos de muchas de sus composiciones, como el del trabajo que nos ocupa, "A Man of No Fortune and with a Name to Come", perteneciente a su 'Canto I'. Pound fue clave en una cierta revolución poética de su época con el empleo del verso libre en composiciones largas, del mismo modo que Mertens capitaneó su propia revolución vocal en la música contemporánea con sus extravagantes composiciones para piano y voz, trabajos llenos de vida y energía intercalados entre otros en conjunto, sinfónicos, o complicados juegos vanguardistas. Mertens, junto a Michael Nyman y Philip Glass, capitanea otra generación, pero no 'perdida', sino populosa y reconocida, la de los minimalistas del último cuarto del siglo XX. Bravo por Wim y por compartir con el mundo sus múltiples expresiones de talento.

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2.12.11

STEVE ROACH & KEVIN BRAHENY:
"Western spaces"

La soledad y el silencio de los desiertos o los mares son amigos de la inspiración de muchos músicos ambientales y cósmicos, siendo habitual el hecho de que grandes nombres de la música electrónica más atmosférica establezcan su residencia en pequeñas ciudades o pueblos alejados de las grandes ciudades. Es así como artistas como Steve Roach -que en un determinado momento de su carrera decidió mudarse al desierto de Sonora, cerca de la ciudad de Tucson, en el estado de Arizona- conectan con una realidad que se nos escapa a la mayoría, un mundo natural enlazado a la conciencia mágica y antigua del planeta Tierra. Roach, que creció al sur de California, muy cerca de esos estímulos enfrentados como son el desierto y el océano, siempre ha intentado acceder a lo que él llama 'el santuario de los sonidos primordiales', y sus primeros intentos los publicó en Fortuna Records, una pequeña compañía creada por Ethan Edgecombe en California. Celestial Harmonies, una de las grandes compañías en el floreciente mercado de las nuevas músicas, comenzó a distribuir el catálogo de Fortuna Records a mediados de los 80, con lo que artistas como David Parsons, Patrick Ball, William Aura o el propio Steve Roach se vieron beneficiados.

"Western spaces" es un ejemplo soberano de lo expuesto en el párrafo anterior. En colaboración con el también sintesista estadounidense Kevin Braheny, que ya había trabajado con Roach en el meditativo "Structures from silence", este disco es toda una celebración de las sensaciones que produce la inmensidad desértica en el espíritu humano. Linda Kohanov, escritora, crítica musical y a la sazón esposa de Steve Roach, explica maravillosamente en el libreto del disco cómo, a tu alrededor, florecen sonidos y sensaciones milenarios provenientes del propio comienzo de los tiempos, y perdido en paisajes infinitos, desolados, con capacidad para matar en cuestión de horas, se acaba sintiendo una especial fuerza, renovación y finalmente gratitud, para concluir que ya nunca vuelves a ser el mismo. Roach también describía así sus sensaciones: "Desde mis más lejanos recuerdos siempre he estado atraído por el desierto. Adoro el carácter expansivo, el calor intenso, el hecho de poder ver y en mi caso oir el interior del acto dramático de la fuerza creativa a todo tu alrededor en las primeras formaciones rocosas, montañas, cañones, etc...". Eso es precisamente lo que podemos encontrar en "Western spaces", no asistimos a una demostración de calidez o alegría ni a una fiesta de ritmos pegadizos, sino a invocaciones de tonos místicos, relajantes y atrapativas, cuyas justas duraciones no llaman al posible aburrimiento sino a pequeños y prudentes momentos de éxtasis. Junto a los inevitables instantes de relajación, otros pueden calificarse a la vez de poderosos ("In the heat of Venus"), verdaderos ritos electrónicos de bucles místicos, huyendo de la serenidad, para acabar activando al oyente, atrapado en un juego de raíz y desconcierto. Por momentos parecemos asistir a una sinfonía electrónica con toques étnicos ("Desert walkabout"), en otras ocasiones -y al hilo con el afán globalizador de un Braheny que también interpreta flautas de pan, kalimba y percusiones acústicas, y que gusta de incorporar sonidos de instrumentos de viento como el violonchelo en su sintetizador- parece invadirnos una melancolía de formas orientales ("Desert prayer"). Pero es en el propio comienzo del álbum donde nos topamos con la muestra más evidente de esa arqueología sonora buscada por el firmante de la pieza, Steve Roach; con su impetuoso clímax constante, "The breathing stone" resalta más su énfasis anímico y poderío rítmico que otros temas de sus primeros trabajos repletos de momentos secuenciados que suben y bajan en ciclos inconstantes, y refuerza esa sensación, maravillosamente atrapativa, de encontrarse entre dos mundos. El concepto y la producción de este disco (en el que no hay que dejar de mencionar la colaboración de otro sintesista, Thom Brennan) corre a cargo de Steve Roach, pero su historia es más movida que la propia música electrónica contemporánea -así la denominaban sus autores- que presenta: "Western spaces" tuvo una primera edición en CD firmada por Steve Roach, Kevin Braheny y Richard Burmer en 1987 en el sello alemán Innovative Communication (un subsello de esta compañía, Chameleon Records, publicó poco antes la cassette), con dos canciones distintas creadas por Richard Burmer, "A story from the rain" y la excepcional "Across the view", pieza mítica de la electrónica estadounidense más amable. Ese mismo año Fortuna Records se encargó de la reedición aquí glosada, con portada y diseño general diferente, y la firma de Steve Roach y Kevin Braheny, dada la ausencia en la misma de Richard Burmer y pertinente sustitución de los temas de Burmer por otros dos nuevos de Roach, si bien la composición que cierra el disco en ambas versiones, titulada propiamente "Western spaces", sigue siendo de autoría conjunta de Roach, Braheny y Burmer. Por último, Innovative Communication incorporó una nueva reedición en 1989, con otra portada (ya son tres distintas) y los temas originales, incluído un "Across the view" que parece tener su propia historia.

La música puede producir sentimientos evocativos. Acrecentado por su título y su portada, lo que podemos escuchar en este álbum puede ayudarnos a imaginar, incluso a sentir, amplios territorios desérticos, aunque para entender la inmensidad de un desierto o el misterioso encanto de una cueva profunda hay una necesidad de estar ahí, en el terreno, donde los cinco sentidos son capaces de asimilar espacio, luz, temperatura y demás factores. Si permanecemos cómodamente en nuestros hogares, la sugestión del epígrafe "Western spaces" y de su propia portada, puede ser la ayuda definitiva para confundir a nuestra imaginación, no deja de ser cierto que determinadas atmósferas provocadas por sugerentes notas elongadas de sintetizadores, percusiones rítmicas o acompasadas, sosegados efectos de sonido y ciertos acompañamientos de cuerdas o instrumentos de siempre, en una adecuación a la ambientalidad imperante, pueden lograr una conexión casi mística con la Madre Tierra, estimulando en nuestras mentes la comparación de esos paisajes sonoros con estimulantes espacios naturales. Las hipnóticas cadencias de la electrónica de estos músicos norteamericanos consiguen en gran parte de este trabajo que sintamos el calor y la esencia de los desiertos del suroeste estadounidense, recreando para nosotros vistas que hacen pensar en el principio de los tiempos, y que tendrán una especie de continuación en 1989 en el álbum de planteamiento similar "Desert solitaire", de Steve Roach y Kevin Braheny junto a Michael Stearns.




21.11.11

MADREDEUS:
"Existir"

Cuando el potencial de ciertas melodías es capaz de hacernos soñar despiertos es que se ha alcanzado un grado de empatía difícil de lograr. Uno de esos milagros se titula "As ilhas dos Açores", composición dedicada a dichas islas atlánticas portuguesas, que emana impresiones celestiales en cada uno de sus trescientos segundos. Comienza como una obra clásica, contemporánea, de bella ambientalidad, para entroncarse con el folclore en una genuina muestra de deliciosa atemporalidad en la que se pueden paladear teclado (Rodrigo Leao), guitarra clásica (Pedro Ayres Magalhaes), violonchelo (Francisco Ribeiro) y acordeón (Gabriel Gomes), curiosa conjunción de instrumentos que junto a la voz de Teresa Salgueiro formaban un grupo mítico de nombre Madredeus, cuyo primer fruto, "Os dias da Madredeus", a pesar de una rudimentaria grabación, fue un auténtico éxito no sólo en Portugal sino también en lugares tan dispersos como Bélgica, Japón, Francia, Grecia o España. No era de extrañar, pues los Madredeus de aquella época eran una fusión celestial de cuerdas, teclados y voz. Encontrar su sonido fue algo lento pero natural, como encontrar a la propia vocalista. Cada miembro aportaba su experiencia y maestría tanto en la interpretación como en la composición, llegando a un público muy variado por su ecléctico planteamiento. Su segunda obra, "Existir", es un remanso de paz y armonía en la que la producción es compartida por Pedro Ayres Magalhaes y Antonio Pinheiro da Silva.

Tras escuchar "Matinal" es impredecible qué nos puede deparar el disco de un grupo cuya única referencia fue grabada tan furtivamente como nos cuenta la historia de "Os dias da Madredeus". Ese comienzo vocal, de reminiscencias antiguas, nos recuerda que no estamos ante un conjunto cualquiera, que se ampare en la tradición portuguesa o que se acoja al rumbo predeterminado hacia la música comercial, sino ante un delicioso experimento basado en la búsqueda entre la música tradicional y la de cámara. Algo de todo ello hay sin embargo en el siguiente corte, sin duda el más famoso del grupo en toda su trayectoria. "O pastor" es un pequeño sueño, una canción completa e inolvidable en la que guitarras y violines se conjugan dotando a la pieza de un ritmo de fondo rápido y atrayente sobre el que emerge, como una ubícua deidad, la inconfundible voz de Teresa Salgueiro. Más serenas son composiciones como "O navio" (deliciosa melodía de aroma portugués), "A vontade de mudar" o un pequeño clásico como "O pomar das laranjeiras", que suena a canción tradicional a pesar de estar compuesta por un Pedro Ayres Magalhaes que toma claramente el rumbo del grupo (sobre todo en el apartado vocal), como ya hiciera en su álbum de debut. Con sólo dos discos, se podía hablar de Madredeus como un conjunto exitoso de estilo propio y con poso popular, esa forma reconocible de entretener y emocionar con canciones como "O ladrao" o "Cuidado", en la que destaca el estupendo acordeón de Gabriel Gomes. En cuanto a las piezas instrumentales, tres son las que se entremezclan en el disco, y aunque las otras dos estén eclipsadas por la grandeza de "As ilhas dos Açores", no sólo no desmerecen sino que anticipan una grandiosa aparición, la de Rodrigo Leao como artista en solitario unos años después, pues "Solsticio" y en especial "Tardes de Bolonha", con su juego de vientos y cuerdas, suenan irremediablemente a esa exitosa trayectoria por su cuenta del teclista lisboeta (con la producción del propio Antonio Pinheiro da Silva). Sólo unos años tardará en dar ese paso, mientras tanto Rodrigo contribuye como los demás miembros del grupo en la creación de melodías tan maravillosas como "O pastor" o "As ilhas dos Açores", las dos claras cumbres de este álbum de anaranjada portada. Celebrando sus 25 años de carrera discográfica, Madredeus publicó "Essencia", donde versioneaban temas propios con la nueva vocalista, Beatriz Nunes, y una formación distinta bajo la batuta de Magalhaes: "O pomar das laranjeiras", "Confissao" y "O navio" fueron las canciones elegidas de "Existir".

Es imprescindible destacar la poética puesta en escena de este impresionante consorcio: guitarra, chelo, acordeón y teclado al aire libre, en un cuidado jardín o en una playa de fina arena, de negro riguroso, arropando a una bellísima Teresa Salguiero, con un chal que le protege del viento. Pedro Ayres lo definía así: "Toda nuestra obra es como una fantasía sobre un mundo poético, de origen portugués, pero que no corresponde a ningún aspecto particular de nuestro país". EMI publicó "Existir" en la primavera de 1990, y tres semanas después alcanzó en número 1 de las listas portuguesas, llegando a disco de platino, y permitiendo al grupo realizar su primera gira por Bélgica, Francia, España o Brasil. Precisamente en vivo fue su siguiente plástico, pues "Lisboa" era un doble en directo grabado el 30 de abril de 1991 en el Coliseo dos Recreios de Lisboa (un CDsingle de este álbum incluía los directos de "As ilhas dos Açores", "A vaca de fogo" y "O pastor"). En "Existir" repetían formación, ese quinteto tan maravilloso en el que no falta ni un solo detalle, en una 'saudade' modernizada de realidad hermosa y catártica.








8.11.11

PATRICK O'HEARN:
"Indigo"

Desde sus comienzos en Private Music, el músico angelino Patrick O'Hearn mostró una especial fascinación por las culturas más antiguas y reminiscencias mitológicas, esos pueblos misteriosos, incluso olvidados que, por ejemplo, constituyeron la inspiración principal de discos como "Ancient Dreams" o "Eldorado". Partiendo de este último, las selvas centroamericanas que albergan viejos enigmas de la humanidad parecen formar parte del gérmen de "Indigo", ciertamente hermosa denominación del color añil, el mismo que domina la portada de este trabajo publicado por Private Music en 1991, definitivamente el último álbum original de nuestro protagonista en aquella compañía. Dicha portada, diseñada por Norman Moore con ciertas semejanzas a tenebrosos grabados de Goya, anticipa el misterio que domina un álbum brumoso, donde texturas y melodías conviven en fascinante armonía. En compensación, una virgen con niño, 'La madonna della sedia' de Raphael, se muestra en la contraportada, acabando de confirmar que "Indigo" es una amalgama de influencias en la mente de O'Hearn. Por ejemplo, sobre su traslado de residencia desde Los Angeles a Houston, O'Hearn comentaba en alguna entrevista que algunas ruinas (en concreto las de un molino) de la guerra civil americana situadas en un enorme parque cercano a su casa también habían sido importantes en la concepción del disco, al tratarse de un lugar de retiro y tranquilidad para nuestro músico ("tal vez parte de la historia dolorosa de la zona influyó en la realización de Indigo").

La evolución de O'Hearn implica que esta es la música que realmente él deseaba siempre hacer: "Ancient Dreams" fue como un despertar a otro tipo de conciencia musical en la mente del músico, su concepción privada de la música instrumental fue abriéndose a nuevos públicos desde "Between Two Worlds", más suave en sus ritmos aunque igual de profundo, y es a partir de aquí cuando se conjugan emoción y maestría en trabajos sublimes como "Rivers Gonna Rise" y "Eldorado". Desde el propio diseño se puede percibir que "Indigo" es un nuevo paso adelante, un juego de luces y sombras donde estas últimas ganan terreno en ambientes algo más oscuros cargados de magia ancestral. El poderoso recibimiento, una pieza atmosférica, magistral, cargada de estímulos e inequívocas señales sensitivas, de título "Devils Lake", constituye la demostración de que viejos espíritus se habían adueñado de la inspiración de O'Hearn, tal vez esos sanguinarios dioses prehispánicos a los que parece ir dirigido ese ceremonioso cuadro sonoro llamado "Sacrifice" y que en "Coba" (espectacular yacimiento maya situado en el sureste de Mexico) encuentran la mejor de las melodías del trabajo, una redonda demostración de clase que caló muy hondo en la época. De nuevo Mark Isham contribuye a crear una atmósfera de otro plano temporal con la trompa -o cuerno francés- en la etérea "Upon the Wings of Night", si bien desgraciadamente se trata de la única colaboración de Isham en el álbum, y de hecho del último apoyo del trompetista en los discos de un O'Hearn que en "Indigo" cuenta con la colaboración de Warren Cuccurullo en las guitarras. Más delicados, incluso luminosos, son los siguientes cortes, entre los que destaca poderosamente el suave hipnotismo de "The Ringmasters Dream", donde la percusión juega un importante papel sobre los teclados, las guitarras texturadas y el sempiterno bajo, en un juego tan atractivo como aquel que practicaban los antiguos mayas, en los que los guerreros tenían que introducir la pelota por un anillo de piedra. Un tema que podía haberse extendido en su duración, y que deja paso a la última composición del álbum, una "España" (así, con 'ñ') atmosférica de innegable sutileza. Las percusiones acústicas tan animadas de "Eldorado" tornan en más electrónicas, en combinación con las guitarras texturadas, conformando ambientes tan estimulantes como para que el oyente entre a formar parte del propio disco viviendo momentos tan mágicos, incluso tenebrosos, como "Devils Lake", "Coba", "The Ringmasters Dream" o "Upon the Wings of Night", ecos de esos tiempos remotos que tanto intrigan a músicos electrónicos como Steve Roach o el propio O'Hearn. De hecho, preguntado por nombres de músicos ambientales admirados, Patrick hablaba sin pudor del propio Roach, así como de Brian Eno, Jon Hassell, Daniel Lanois, Mark Isham, David Torn, Peter Maunu, Robert Rich, Vidna Obmana, Jeff Pearce y Michael Stearns, sin olvidarse de la riqueza de la música experimental que floreció en Alemania en los años 70 y principios de los 80, decía.

Decir O'Hearn es hablar de cuidados fondos de bajo y guitarras, teclados profundos y ritmos asombrosos, así como ambientalidades palpables, como las sensaciones que desprenden composiciones como "Devils Lake", en la que se puede captar la vida animal, la niebla, la caída de la noche e incluso una presencia extraña. Aprovechando el tirón del que aún gozaba el artista, en 1992 Private Music lanzó un eficaz recopilatorio titulado "The Private Music of Patrick O'Hearn", muy completo salvo por el olvido de "Coba" o "Amazon Waltz". Como los catálogos de Windham Hill y Private Music fueron en esta época adquiridos por BMG, el sello californiano publicó en 1997, "Patrick O'Hearn: A Windham Hill Retrospective", otra compilación del músico, curiosamente bastante distinta en su selección de las canciones a la citada anteriormente (coincidían tan sólo en un tema) y posiblemente algo inferior en la calidad de las mismas (no incluía algunas de sus composiciones más emblemáticas, como "Homeward Bound", "April's Fool" o la mencionada "Amazon Waltz", olvidada también en el anterior). "Indigo", así como "Ancient Dreams", fue relanzado por One Way Records en 2001, nueva oportunidad de conseguir un trabajo excitante y sorprendente que se promocionó con la frase 'en la tradición antigua de los sueños'.

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21.10.11

MIKE OLDFIELD:
"Five miles out"

A falta de un año para cumplirse una década de la aparición del exitoso "Tubular bells", un Mike Oldfield que aún no había llegado a la treintena consiguió de nuevo encauzar su carrera después de un infructuoso intento de triunfar en los Estados Unidos (con el muy americano "Platinum") y de un agradable pero algo irregular "QE2". No eran buenos tiempos en la relación de Oldfield y su jefe, Richard Branson, pero este último -acusado de estafar a nuestro protagonista por los pingües beneficios de "Tubular bells"- se podía frotar las manos ante el nuevo idilio que iban a entablar artista y público gracias a la sencillez de lo que hasta la fecha más se le había resistido a Oldfield, las canciones. El primer ejemplo lo encontramos en un álbum grandioso publicado por Virgin Records en 1982, un plástico titulado "Five miles out" en el que, sin embargo, abruma el nivel de los temas instrumentales (o semiinstrumentales, ya que pequeñas cancioncillas se deslizan en los cortes más largos). La combinación de ambas tendencias, canciones e instrumentales, va a ser marca de la casa durante la década de los 80 y el éxito, por lo general, mayúsculo.

"Five miles out" recrea en su portada -una soberbia pintura de Gerald Coulson- la tensa experiencia que Oldfield y su banda sufrieron cuando volaban sobre los Pirineos en su pequeño avión privado durante la gira europea de 1980, que pasó en septiembre por España. Ese momento traumático en el que el bimotor era zarandeado sin piedad por una tormenta generó a buen seguró bastante de la inspiración para "Five miles out", en especial en su canción homónima, un tenso relato de los hechos con sonidos aéreos, mensajes de socorro, un clímax agónico, guitarreos desaforados y las voces de Mike Oldfield y una Maggie Reilly que ya había participado brevemente en "QE2" y que iba a ser sustituída en el video-clip de la canción por una modelo. Como primer sencillo, "Five miles out" iba a contar extrañamente en la cara b con una canción rescatada de "Platinum" pero en una versión en directo, "Live Punkadiddle", mientras que el rol de segundo sencillo del álbum iba a recaer en el segundo corte vocal del mismo, "Family man", otra espléndida canción de ritmo pegadizo que se rumorea está inspirada en uno de los miembros de la banda, el guitarrista Rick Fenn, y su manera de eludir las proposiciones de numerosas fans diciendo que él era un 'hombre de familia'. Un inmenso instrumental -tanto por su duración como por su calidad- ocupa íntegra la cara A del vinilo: "Taurus II" sigue la estela del "Taurus I" de "QE2" pero de forma más completa y rabiosa; esta larga composición (casi 25 minutos) se desarrolla con una clase innegable en su sucesión de tonadas sin estribillo, moviéndose por caminos donde conviven gratamente rock y folk, y aun sin encontrarnos con impresionantes solos de guitarra, el dominio de este instrumento por parte de Oldfield es claramente abrumador, integrándolo con teclados, bajo, percusiones, voces, incluso la gaita de un Paddy Moloney que repite con Mike siete años después de "Ommadawn". También el vocoder (ese sintetizador de voz tan robótico) y el Fairlight (teclado considerado como el primer sampler de la historia) toman protagonismo por su novedad en la época. Oldfield se vale de su pericia en el estudio de grabación para construir con muros firmes un título emblemático, coherente y con varios momentos mágicos que nos pueden remontar unos años en el tiempo. La inspiración continuaba intacta, y nuevas demostraciones estaban contenidas en la segunda cara del disco. El delicado comienzo de "Orabidoo", por ejemplo, así como su delirio final de guitarra y en definitiva toda esta magna composición, es susceptible por sí sola de reivindicar la figura de Oldfield en toda la década de los 80. Y si "Orabidoo" es auténtica magia dificilmente superable, "Mount Teide" es energía, la misma que impactó a Oldfield cuando visitó el volcán tinerfeño, la que queda plasmada en esta pieza dominada por la percusión de Carl Palmer. Tim Cross (teclados), Rick Fenn (guitarras), Mike Frye (percusión), Maggie Reilly (voz) y Morris Pert (percusión y teclados) habían sido los integrantes de la banda que acompañó a Oldfield en la gira europea de 1981, y volverán a hacerlo -excepto Frye, sustituido por Pierre Moerlen- en la gira mundial de este año 1982; todos ellos repitieron protagonismo en el disco y aparecen como coautores de dos de los temas, "Family man" y "Orabidoo". Como curiosidad, en sus interesantes juegos de autoreferencias, Oldfield intercala los primeros compases de "Tubular bells" en el comienzo de "Five miles out", una melodía de "Taurus I" suena en "Taurus II", y a su vez, algunos de los riffs de "Taurus II" se escuchan en "Orabidoo y otros forman parte de la canción "Five miles out".

El año en que Michael Jackson deslumbró con "Thriller" (el mismo que poco después se dice que intentó contactar con Oldfield sin éxito) y que en España triunfaba "Mecano", el primer álbum del conocido grupo madrileño, Mike Oldfield retornó con "Five miles out" a su particular rock sinfónico que le había visto triunfar años atrás, sin olvidarse de conjugar su música con elementos del folk, música celta o pop elegante. Sin estridencias ni efectos excesivos, demuestra su capacidad en un disco completo, grandioso, exponente de una visión musical de difícil parangón en esa época. Elementos ahora arcaicos como el vocoder se compenetran con los instrumentos de siempre, con el 'novedoso' fairlight y la ausencia de temores en el uso de la batería. Los estudiados cambios de ritmo y estructura se sostienen por la capacidad multiinstrumentista y como compositor de un Oldfield muy madurado respecto a sus primeras y muy populares entregas, y remonta en cuanto a ventas y popularidad, alcanzando el número 7 en las listas británicas. Con los años y las innovaciones técnicas, el estudio de grabación se convierte en el arma definitiva para consolidar a un artista único que, como Cid Campeador, podría haber sido el vasallo ideal de tener buen Señor, ya que los años 80, buenos para él, podrían haber sido inmensos en una compañía más permisiva o acorde al género musical propuesto años atrás. En cuanto a "Five miles out", el por qué este álbum no es referenciado en las enciclopedias del rock como uno de los grandes es y seguirá siendo un misterio.








29.9.11

ACHILLEA:
"The Nine Worlds"

Tan acostumbrados como estamos a las leyendas celtas en la vertiente más popular de las nuevas músicas, habían llegado hasta nosotros pocos artistas cuya inspiración fuera la rica mitología escandinava, las leyendas de los pueblos nórdicos para los que el universo estaba dividido en nueve mundos: Asgard (mundo de los Ases, dioses principales), Vanaheim (mundo de los Vanes, dioses secundarios), Alfheim (mundo de los elfos de la luz), Svartalfheim (mundo de los elfos oscuros) Midgard (mundo de los hombres), Nidavellir (mundo de los enanos), Jotunheim (mundo de los gigantes de hielo), Muspellheim (mundo de los gigantes de fuego) y Niflheim (mundo de los muertos). Cómics y películas dedicadas a Thor, o literatura fantástica de todo tipo han popularizado algunos de esos mundos y personajes como Odín o Loki. Tuvo que ser un productor y guitarrista de nombre Jens Gad el que elaborara en 2005 un estupendo disco dedicado a los nueve mundos: "The Nine Worlds", firmado con el alias de Achillea, fue publicado en Europa por BSC/Prudence Records y en Estados Unidos por Sequoia Records, y su responsable no era un desconocido en el negocio musical, ya que Jens Gad llevaba varios años colaborando en labores de producción, composición e interpretación en los discos de Michael Cretu, más conocido con el nombre de Enigma.

Alemán de padres daneses y residente desde los 90 en la isla de Ibiza, Gad tenía en 2005 una gran experiencia como productor no sólo de Cretu sino de Fancy, Sandra o los innombrables Milli Vanilli. Él podía llevar a cabo gran labor de estudio, y por lo tanto crear un álbum especial a poco que la inspiración acompañase, así que se dejó atraer por leyendas y poemas de sus ancestros y se unió musicalmente a la cantante clásica danesa Helene Horlyck. La temática de los mitos de los pueblos vikingos, unida a la condición autóctona de los artistas y el sello Enigma (ya de por sí antiguo y misterioso) que acompaña al autor, coloca a este disco en la antesala de lo épico, que si bien no es garantía de calidad, sí que proporciona un aura de emoción y aventura. Sin embargo acompaña al disco una hermosa portada que parece ahondar más en terrenos new age y románticos, lo que siempre puede ayudar a su comercialización. Así pues, el conjunto presume de conectar la energía mitológoca con la espiritualidad romántica. Una corta entradilla ("Prelude"), tan eficaz como las de Enigma, nos introduce en un mundo a la par lírico y tecnológico, más agradable que original pero sin duda bien construido y producido, así como altamente atractivo. Imitando a Michael Cretu, bases rítmicas elegantes se funden con brillantes atmósferas en las que la voz femenina juega un papel decisivo. El efecto es grato y afortunado en especial en "Ragnarok - Twilight of the Gods" y "The Seeress Prophecy (Daydreaming)", indudables cortes estrella del álbum, mientras que en alguna de las canciones emula el estilo 'classical crossover' que popularizó la soprano británica Sarah Brightman, es decir, la fusión de una voz operística con ritmos electrónicos, que podemos escuchar en "Odin's Hill" o "Cape Porcupine", en un acomodo ideal junto a la luminosa guitarra del propio Gad. Por su parte, "The Monks of Lindisfarne" recoge un muestreo de cantos gregorianos adornados de nuevo con esos armoniosos guitarreos, serenos e inconfundibles por sus sempiternos discos con Cretu, parecidos en ocasiones a los de un Mike Oldfield que también residió en la isla de Ibiza durante los años anteriores a "The Nine Worlds", en el que se podrían encontrar ciertos parecidos con álbumes de Oldfield como "Tres Lunas". Esta abrumante primera mitad del álbum continúa por el camino marcado hasta completar sus doce cortes, encontrando también tiempo para momentos ambientales muy relajantes, de los que "Land of the Elves" es una estupenda muestra. Es importante la contribución de Helene al trabajo, no sólo por aportar tan bella voz sino por hacerlo de una manera especial, casi obsesiva, improvisando hasta la extenuación para encontrar la chispa perfecta, en latín o incluso en un idioma inventado por ella -inspirado en el sueco antiguo- que aporta una extraordinaria originalidad y frescura.

Desde el principio Jens Gad vió muchas posibilidades en los mitos vikingos. Así, la batalla del fin del mundo entre los dioses (Ragnarok), el castillo monasterio de Lindisfarme (al norte de Gran Bretaña), cuyo ataque significó el inicio de la Era vikinga, la runa Othila (con forma de lazo, que simboliza la unión por causas comunes) o la ciudad rusa de Staraja Ladoga, son sólo algunos de los lugares o momentos rememorados en esta grata aventura, para deleitarse conjugando suaves ritmos avanzados con un lirismo que puede ser a la vez relajante y estimulante. El propio Jens Gad lo expresa así: "La música evoca emociones: euforia, amor, agresividad y melancolía. Yo no sobreviría ni un sólo día sin música".

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